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Liberándote de tus opresores

De pronto te ves saturado por sentimientos, que son pensamientos primitivos, que te llenan de impotencias.
El miedo atormenta con imágenes y frases de fracaso y sufrimiento.
La creatividad es escasa, apenas si sobrevive en esa tormenta.
Te cuesta enfocarte en algo que te dé tranquilidad y un rato para disfrutar.
Es un torbellino y no sabes bien por dónde comenzar a despejarte.
Te pasa, claro que sí. No sé cada cuanto, ni con cuánta intensidad, pero sin dudas es una presencia oscura en la vida de la gente, de tú, de mí.

Tenemos varias estrategias y prácticas que te pueden ayudar, una la hemos publicado hace unos pocos días atrás y es muy poderosa además de efectiva.
Te dejo aquí el link:  http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/mtodo-para-no-hundirte-en-el-crculo-de-la-ira, realmente, vale el tiempo y la energía su lectura, estudio y dedicarse en entrenar.

Ahora te brindo otro auxilio, es simple, pero tiene efectos positivos.
No es tan profunda e intensa como la otra técnica, pero ciertamente vale la pena conocerla y emplearla.

Confecciona una lista nombrando las cinco cosas que más te estén atormentando en este momento.
Deben estar ordenadas de mayor a menor en su capacidad de afectarte.
Sé cuidadoso, es importante que estén en el orden correcto y que seas específico en darles un nombre lo más exacto posible.

Luego, deberás decidir cuán tremenda es cada una de estas cinco en tu percepción actual, en una escala del 1 al 10, siendo el 1 lo menos doloroso y el 10 el máximo.
Si descubres que habías ordenado incorrectamente, puedes rearmar la lista, pero no borres ni taches la anterior, escribe otra.

Luego tendrás que evaluar cuánto de la torta del sufrimiento le repartirás a cada una de las cinco. Esta torta tiene 100 pedazos, por lo cual decidirás cuántos corresponden a cada una de las cinco torturas que nombraste y numeraste anteriormente.

Tras lo cual, deberás dejar la lista y salir a dar una vuelta, distraerte con alguna actividad, cualquier cosa que no sea ni ella ni dar vueltas a ideas acerca de tus agotadoras pesadillas.
Después de un rato, minutos, horas, pocos días, lo que tú escojas; vuelve a leerla.
Considera si el nombre de la afección es el que mejor lo describe, le da título.
Revisa que estén en el orden correcto de mayor a menor sufrimiento.
Que la cifra de 1 a 10 sea esa que escribiste.
Que tiene cada una asignada la cantidad de torta que le corresponde al malestar general que te aqueja.
Si descubriste algo para modificar, o te diste cuenta de que fuiste incoherente entre el valor de dolor y la cantidad de torta asignada, estás en libertad de hacerlo. Pero en otra hoja.

Ahora te concentrarás en el que evaluaste con el menor grado de sufrimiento para ti.
Escribe nuevamente su nombre.
Abajo deberás escribir lo más exacto posible qué lo está motivando, cual es la impotencia que te aqueja.
Abajo escribirás qué beneficio estás recibiendo por esta impotencia.
Abajo qué estás perdiendo.
Abajo qué intentaste hacer para resolverlo y por lo visto no funciono.
Abajo cuáles conductas de tu parte favorecen que este sufrimiento siga vivo en ti.
Abajo qué nuevas conductas deberías poner en práctica para librarte del dolor.
Abajo qué puede servirte en tu meta de avanzar de esta impotencia.
Abajo propón a donde quieres llegar, exactamente. Debes tener bien delineado tu triunfo, imaginarlo, mentalizarlo, hacerlo realidad en tu mente. Orientarte hacia él.
Abajo escribe en negritas y más grande: “Cuando salga a la batalla contra mis enemigos no tendré temor de ellos; porque el Eterno mi Dios está contigo.” (Basado en Devarim/Deuteronomio 20:1).
Y recuerda, cuando no tenemos el dominio, el éxito está en reconocerlo y no encadenarse a pretender el imposible.

Vete a dar una vuelta, haz otra tarea, no toques más esta hoja por un tiempito, escoge tú cuánto.
Luego relee.
Si tienes algo para hacer para estar mejor, es momento de hacerlo. Tienes en tu mano un plan de acción que te orientará.

Fin de ciclo

En un reciente post hablamos acerca del fin de un ciclo y del comienzo de otro,simbolizado por el número ocho.
Hay algo que debemos notar, pues aporta a una mayor comprensión y por tanto posibilidad de mejor aplicación práctica.

El período de duelo tradicional judío de siete días; los siete días previos a la circuncisión; los siete días de encuentros para celebrar y bendecir con familia y amigos luego de la boda; el octavo día en el cual se inauguró el Templo en el desierto; todos ellos remiten de cierta forma a la Creación, con sus siete períodos creativos y contemplación, para posteriormente iniciar el nuevo orden, que es el universo en el cual nosotros habitamos.

Estos cinco ponen en evidencia el fin de la etapa previa, una que se termina y no retorna.

El muerto luego de su entierro, por ahora y en nuestra realidad material, ya no retorna. Sí, hay promesas de resurrección de los muertos en torno a la Era Mesiánica, así como hay vida espiritual en el Más Allá luego del pasaje por Este Mundo, pero en concreto, hasta donde sabemos y vemos, aquel que hemos depositado para su reposo físico, ya no volverá a nuestras vidas. Aceptar esto es parte del sano proceso de duelo, necesario y aconsejable para todos los dolientes. Pues, aquel que se aferra al muerto y se niega a dejarlo partir, de cierta forma está muriendo en vida y no dando paso a un reposo completo al fallecido. Aceptar el hecho, no luchar más contra lo imposible, asumir nuestra limitación, permitir que el ciclo de la vida continúe según lo planificado, todo esto es lo que mejor beneficia a la persona, viva y al que partió.

El útero es un paraíso al cual no retornaremos, la circuncisión lo establece con rotunda claridad. Muchas personas, de manera inconsciente, anhelan el regreso a ese paraíso perdido que fue el interior materno, donde todo estaba a disposición, no había necesidades insatisfechas, el esfuerzo era innecesario, todo era comodidad y placer a cero costo. La impotencia, y padecer pesadillas a causa de ella, era un imposible (supongo). Sí, ciertamente ese era el Gan Edén individual, el cual es deseado y añorado, desde las fibras íntimas ya que no desde la memoria que alcanza el pensamiento racional.
Pero esa puerta esta cerrada por siempre, no hay retorno. Los primeros siete días son de vacilación, de dudas, de peligro, quizás el niño sucumba a la vida en Este Mundo. Cuando alcanza el día octavo, es como (nunca hay certezas) si la sombra del desvanecimiento se borrara y se pudiera afirmar que el niño pertenece a esta vida. La circuncisión sella ese comienzo, el ser activo material y espiritualmente en Este Mundo.
¿Y qué pasa con las niñas? Tema para otra ocasión, pero muy interesante sin dudas.

Tras la boda, la vida en el hogar original ya no estará más, ya no será igual nunca. Ahora cada miembro de la nueva pareja ha iniciado una nueva vida, individual y colectiva. De manera saludable los lazos con su familia de origen deben modificarse, no cortarse, ni siquiera entorpecerse, pero deberá pasar a otro nivel. Esta separación debe ser llevada con paz, en armonía, entre festejos, pero que no dejan de esconder también el duelo por lo que se pierde, así como las lógicas vacilaciones por aquello que vendrá. Son siete días de celebración, en familia, con amigos, comiendo en grupo, rezando en los festejos. Pero, al día octavo, la pareja debe aceptar su realidad. Ya no son quienes eran, ahora deberán organizar una identidad diferente. El pasado no regresará, para bien o para mal.

Antes del Templo el hombre tenía un tipo de vínculo con Elohim, luego cambio para no ser jamás como antes. No me extenderé.

Tal como el proceso de Creación fue único, y que yo sepa irrepetible. Hay una constante recreación, pero el Big Bang, el caos inicial, la formación, la estructuración todo aquello quedó en el pasado sin registros. Estamos en el ciclo siguiente, el cual debemos disfrutar y perfeccionar con nuestra tarea. Soñar con rehacer el mundo es posible, siempre y cuando estemos dentro de los parámetros reales de Este Mundo, sin pretender intervenciones supernaturales. No en vano nuestra sacra Tradición menciona que los grandes sucesos que irrumpieron en la realidad, milagros estridentes, fueron creados durante el proceso de la Creación, y estaban aguardando el momento para manifestarse, cuando Dios lo planificó. Para el hombre limitado parecía una interrupción del orden natural, para el hombre cultivado, es la manifestación de la previsión de Elohim.

Hay otros períodos que se terminan pero que no involucran un no regreso, o un corte abrupto. Más bien el fin de uno posibilita el inicio de otro, en una continuidad en la que se ve reflejado aquello que se terminó, y hasta de alguna forma es posible esporádicos retrocesos. Pero, los cinco anteriores no forman parte de este tipo.

Ahora, ¿serías tan amable de analizar cómo esta información puede servirte para llevar una vida más beneficiosa, bendita, provechosa, de construcción de SHALOM? Se agradece tu participación.

Estar pre-parado

Este Shabat leemos de dos sifrei Torá, en el primero la parashá SHEMINÍ según corresponde al ciclo anual de lectura público; en el segundo la porción denominada PARÁ.

La lectura especial se refiere al complejo ritual para purificarse cuando se está impuro de muerte.
Con gran inteligencia se postuló añadir esta porción en el Shabat que antecede al comienzo del mes de Nisán, para que las personas recuerden que en poco tiempo deberán peregrinar al Templo en Ierushalaim, para realizar el sacrificio Pesaj, por lo cual debían estar en estado de pureza.

De cierta manera esto es un vínculo muy fuerte con la parashá semanal.
Se trata de la inauguración del Mishcán, el Templo portátil empleado originalmente en el desierto; que fue continuado luego por el Beit HaMikdash de Ierushalaim.
La lectura es previa a Nisán, siendo que el Mishcán fue inaugurado el primero de ese mes.
Hay involucrados sacrificios en honor al Eterno en ambas secciones.
Pero, especialmente en las dos se trata de preparativos.

Es algo muy importante a tomar en consideración: el estar preparado.
Prepararse para lo esperable, pero también estar acondicionado y entrenado para lo inesperado.
No siempre, pero es común, dedicar tiempo, esfuerzo, energía, voluntad disponiéndose para aquello que anhelamos, suponemos, queremos, esperamos. Vamos al gimnasio, hacemos dieta, tomamos medidas, coordinamos, planificamos, estudiamos, evaluamos, revisamos y un sinnúmero de acciones, físicas y mentales, que nos dejan dispuestos para aquello que estamos aguardando.
Pero, es muy frecuente, no tomar en consideración formarse para responder creativa y provechosamente ante los imprevistos; por lo cual, estamos limitados en nuestras herramientas para obtener el mejor provecho de la repentina situación.

Las dos parashiot nos indican a ser conscientes de lo esperable, pero sin dejar de prepararnos para lo inesperado.
Nuestro dominio es limitado, por lo cual podremos hacer un número limitado de cosas, no estamos en condiciones de poder con todo. Pero, al entrenarnos, aprender, perfeccionarnos, mejorar, estudiar, ejercitar, capacitarnos, atrevernos fuera de la zonita de confort, admitir errores para pulirnos, ampliar nuestra mente y corazón, estamos posibilitándonos un mejor presente con un más satisfactorio futuro.

Quiera el Eterno que tengamos siempre buenas noticias y sepamos estar a la altura de los acontecimientos.

(Escrito y publicado originalmente en SERJUDIO.com, pero republicado aquí por su importante mensaje para los noájidas).

Octavo

Parashá SHEMINÍ, octavo.
El día que siguió a los siete de preparación previos, de los cuales nos enteramos al final de la parashá anterior.
El día señalado expresamente por el Eterno para inaugurar Su primer Templo, el Mishcán (Tabernáculo), que acompañó desde ese primero de Nisán en adelante a Sus hijos del pueblo de Israel.
Lugar de la manifestación Divina, del encuentro con Él.
Ese día fueron consagrados también los objetos sagrados, así como los integrantes del clan levítico que formarían la familia sacerdotal para todas las generaciones, los cohanim.

En la Tradición se nos enseña que el octavo indica el inicio de una nueva etapa, una que sucede a la anterior que ha culminado.
Hasta ese entonces hubo un período de siete en el cual se creó una realidad, o se trabajó por ella, o se realizó un proceso. Todo esto culmina y deja paso a una nueva realidad.
Siguiendo el modelo de la Creación, en donde hubo siete etapas, las cuales tradicionalmente llamamos días (que no son los nuestros de 24 horas).
Al finalizar el día séptimo, aquel Shabat universal, se inició un nuevo episodio de la existencia cósmica, el cual es el mundo que nosotros residimos.
(Aunque lo cierto es que podríamos decir que todavía estamos en el Shabat creacional, pues en ninguna parte está expresado que terminó, como sí quedó dicho de los anteriores seis períodos.)

Siete días, finaliza el acto creativo Divino. Al octavo comienza el gobierno de Dios oculto, a través de la naturaleza reglada por las Leyes por Él dictadas.

Durante sus primeros siete días de nacido el varón judío todavía no lleva sobre sí la señal del pacto sagrado y eterno entre Dios e Israel, en su carne no se evidencia su identidad espiritual judía. Al día siguiente, si la salud lo permite, es circuncidado. Finalizó la etapa carnal y comenzó a caminar el nuevo trecho de manifestación espiritual en la carne.

Durante siete días se celebra la boda judía con reuniones de familia y amigos, en los cuales se festeja y bendice a la nueva pareja. Siguen en esta luna de miel rodeados de las viejas familias. Al día siguiente, terminaron los preparativos, ya es el octavo día posterior a la boda, ahora empieza la etapa nueva, en donde enfrentar juntos los desafíos de la vida cotidiana. Despegan hacia la formación concreta de su nueva familia.

Durante siete días, tras el entierro (o al enterarse del fallecimiento posteriormente) la familia directa expresa lo más hondo del ritual tradicional del duelo. Tras lo cual, al octavo se inicia la etapa de la aceptación de la nueva realidad, en la cual el familiar ya no se encuentra físicamente pero igualmente es deber retomar la vida y rearmarla, con los elementos de los cuales ahora se disponen.

Tal vez tú recuerdes otras ocasiones en las cuales el lapso de siete fue de preparación, de formación, de separación, de adecuación para desembocar finalmente en el día octavo, que estrena el escenario renovado.
Tal vez no tengas presentes otros.

Lo importante, quizás, es darte cuenta de que muchas veces tenemos que estar esforzándonos en el período de la preparación, ejercitándonos, entrenando, elaborando, sacrificando, realizando lo que esté ordenado o sea necesario para que luego podamos disfrutar o acomodarnos al nuevo contexto. Uno que estará ahí, y que es mucho mejor cuando nos hemos dedicado anteriormente para llegar a él.

Sería maravilloso que compartieras aquí debajo, como comentario, tus ideas y pareces respecto a lo que has leído en este texto. Gracias.

No solo conscientemente

Estudiamos, desde hace años y en varias ocasiones, acerca del origen, acción y el ciclo de nuestro EGO.
Aprendimos que su reacción es impulsiva y natural, la cual se ve reforzada por el uso constante lo cual la consolida como un hábito.
Entendimos que desde nuestro inconsciente, sin uso de la voluntad, sin decisión, el EGO dispara automáticamente su breve repertorio para obtener atención, librarse de la impotencia, sobrevivir a las amenazas.
Fuimos dándonos cuenta que el gatillo que lo dispara son percepciones, internas y externas, sean las que provienen de los sentidos que nos conectan con el mundo externo, y de los sentidos que nos informan de lo que ocurre en nuestro interior, y de lo que cruza nuestra mente (pensamientos con mayor o menor grado de desarrollo: sentimiento, ideas, creencias, fantasías, etc.).
Cuando la señal de falta de poder/control llega a esa zonita primitiva de nuestro cerebro que aloja al EGO, no importa si hay una amenaza real o es una imaginación, el EGO reacciona. Es que el EGO no tiene cómo evaluar la realidad de la intimidación, ni su potencia, ni su alcance. Simplemente actúa automáticamente al sentirse en riesgo. Por ello, por ejemplo, cuando vemos una película de terror o suspenso en la que ocurre algo intimidatorio, reaccionamos, gritamos, nos molestamos, nos entra el miedo, etc. ¿Por qué? Porque la señal fue recibida por el EGO, el cual sintiéndose en peligro disparó sus instrumentos.
Por más que otras partes del cerebro comprendan que no hay peligro verdadero, que no hay motivo para reacciones emocionales ni entrar en un estado de tensión, para atacar/defender, igualmente el EGO arremete. Y es que, esa zonita de nuestro cerebro recibe milésimas de segundos antes la información y no espera a que las partes pensantes le indiquen qué hacer, ¡no puede hacerlo! Porque su función natural es reaccionar ante el peligro, y en muchos de ellos realmente nos auxilia el EGO.

Pero, cuando la impotencia no puede resolverse con los mecanismos automáticos del EGO, entonces en lugar de ser aprovechados para mejorar la vida, tienden a perjudicarla.
Sea porque genera o amplifica conflictos con otros, porque distancia a la persona de su entorno, porque provoca un aumento innecesario del estrés y lo hace crónico, porque perturba el flujo del pensamiento, porque altera el rendimiento energético.
Es decir, al estar bajo el mando del EGO, terminamos viviendo una vida reducida, de impotencia.
Lo cual a su vez confirma la necesidad de la intervención del EGO.
Sí, es un ciclo vicioso y enfermante.

Tener conocimiento de todo esto, en parte ayuda a disminuir el alcance del EGO. Pero la teoría no es suficiente en lo absoluto.
Repito, el EGO no espera a que tú voluntariamente lo habilites, simplemente reacciona a lo que tú le informas (conscientemente o no) acerca de tu estado (imaginario o real) de impotencia.
Por lo cual, no es solamente con saber y consciencia que podemos evitar/reducir el malestar provocado por el EGO, sino también ejercitándonos para no dar rienda suelta a la maquinaria del EGO, al mismo tiempo que encaminamos las energías hacia metas positivas.

Hemos dado en el pasado varias técnicas, de hecho hace unos días publicamos otra que es muy interesante y útil: http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/mtodo-para-no-hundirte-en-el-crculo-de-la-ira, sería bueno que la estudiaras y aplicaras. De paso, te agradezco que la compartas con otros, y si se pudiera organizar seminarios impartidos por mí para aprender sobre todo esto, sería genial. Mayor bendición para el mundo.

Con este método podrás advertir que prontamente reduces la tensión muscular, ya en los primeros instantes de su ejercicio. Tu postura se relaja, indicando que no estás para agredir/defender. Regulas tu ritmo respiratorio, te introduces en un estado de calma. Enfocas tu mente en imágenes placenteras y te fortaleces con la palabra clave de refuerzo. Dejas de atender lo que te genera la impotencia, pero no estás huyendo del problema, no te desconectas de la realidad, sino que hiciste la pausa necesaria para estar en paz y poder ejercer tus funciones mentales más desarrolladas y conscientes. Estás enviando señales placenteras, positivas al EGO, para que no intervenga, para que sea tu porción evolucionada la que pueda tomar el rol conductor.
Tu control no es sobre el pensamiento, como verás, sino sobre lo que lo rodea. A qué atiendes. Cómo respiras. Cómo te posicionas corporalmente. Cómo retienes tu acción proveniente del EGO, pero no por ello te quedas atormentado. Cómo reencaminas tus energías y no las enquistas en cosas negativas. En resumen, no te entretienes luchando con tus pensamientos, sino que modificas el entorno para permitir que realmente pienses.

Recuerda, aprender conlleva saber algún contenido, pero también llevarlo a la práctica y contar con las actitudes acordes para que se pueda realizar.
No triunfarás sobre la eterna (en esta vida) presencia del EGO por medio de arrebatos, magia, superstición, teorías, lemas repetidos de sabios (supuestos o reales).
Precisarás conocimiento, ejercicio, práctica, paciencia, humildad, esfuerzo, dedicación, comunicación auténtica, autocrítica, entre otras cosas.

Y no dudes en rezar, pero no esperando milagros, no como mecanismo egoísta para manipular a Dios.
Reza, para estar en sintonía con el Padre, para bailar con Su música, para alumbrarte con Su LUZ.
Para conocerte, para crecer, para corregirte, para darte cuenta de todo lo que tienes que agradecer y cuánto puedes ayudar a los demás.
Con esto también estás impulsando tu bienestar, al promover el beneficio genuino de otros.

Factores del aprendiz

En la Mishná, Pirkei Avot 3:17, encontramos:

“Rabí Eleazar ben Azaria solía decir: toda persona cuya sabiduría es superior a sus obras, ¿a qué se parece?
A un árbol cuyas ramas son numerosas, pero sus raíces escasas; viene el viento y lo desarraiga y le obliga a doblarse sobre sí mismo, según está escrito: será como enebro en la estepa, y aunque le venga el bien, no lo verá; habita en las arideces del desierto, en tierra salitrosa e inhabitable (Irmiahu/Jeremías 17:6).

En cambio, todo aquel cuyas obras sean superiores a su sabiduría, ¿a qué puede compararse?
A un árbol de pocas ramas, pero con numerosas raíces. Aunque todos los vientos el mundo vinieran y soplaran contra él, no le podrían mover de su sitio, según está escrito: y será como árbol plantado junto a las aguas y que hacia el torrente envía sus raíces; no teme que venga el calor, y conserva verde el follaje. En año de sequía, no la siente, y no cesa de dar fruto (Irmiahu/Jeremías 17:8).”

Para aprender es necesario tres componentes, los cuales a su vez son aprendidos:

  • Actitudes, como humildad, respeto, voluntad, apertura, empatía, atención, paciencia, constancia, comunicación, entre otros.
  • Conocimiento, que es aquello que se aprende.
  • Práctica, que es aplicar los procedimientos.

Cuando falla alguno de ellos, entonces está en riesgo el aprendizaje y comprometido el resultado.

Si nos llenamos de saber pero somos flojos en realizaciones, no estamos transformando el mundo, no producimos el bien, estamos encerrados en nuestra egoísta imagen de sapiencia. Se compara con alguien estéril en un lugar estéril, difícilmente tenga continuación puesto que nadie conoce su tesoro ni se alumbra con su luz.

Si actuamos desde la ignorancia, aunque estemos llenos de buenas intenciones, somos como ciegos avanzando al borde del precipicio, faltos de entendimiento y probablemente provocando el dolor y sembrando el caos. Por supuesto que la realización es indispensable para la obtención de frutos, pero al mismo tiempo se puede estar sembrando yerba mala que perjudica.

Si obtuvimos conocimiento y lo aplicamos en los hechos, necesariamente debemos manifestar las actitudes idóneas, que hacen del hombre un receptor del saber, un analista respetuoso, un preservador responsable, un portador sagaz y que con sus obras no atenta contra el bienestar del prójimo ni el suyo propio.

Sería bueno tomarse un tiempo para evaluar nuestra postura y darnos cuenta qué tanto estamos en la senda del aprendizaje, y cuánto nos queda aún por aproximanos a ella.

Ideal de vida

NESHAMÁ: espíritu, Yo Esencial, conexión constante con el Eterno, nuestra identidad perpetua, nuestra chispa de Divinidad. Su idioma es el AMOR, el deseo de dar.

EGO: sistema automático, con un altísimo componente biológico/natural y otro aprendido, que se dispara en situaciones de impotencia (real o sentida) con la finalidad de preservar la vida. Su idioma es la manipulación, el deseo de recibir.

Nuestra existencia en Este Mundo debiera estar entre ambos focos, ni en un polo, ni en el otro.
Tendiendo hacia la NESHAMÁ, siendo leales a ella, organizando las reacciones del EGO, cuando ello sea posible.

¿Cómo se logra?
Construyendo SHALOM, con acciones de bondad Y justicia.

El destino energético

La NESHAMÁ que somos, probablemente cuenta con una inagotable provisión de energía que la sostiene indefinidamente y sin alteraciones (no tengo exacto conocimiento).
Pero, nuestro Yo Auténtico y Yo Vivido, esta persona que estamos siendo en el mundo, tiene una limitada cantidad de recursos, entre los que se incluye la energía con la cual realizamos todos los procesos vitales.
Debemos ser conscientes de nuestra limitación y actuar a favor de emplear la energía en acciones que provean beneficios, que aporten al bienestar, que conduzcan a un mejor nivel y disfrute de la existencia.
Si derrochamos alocadamente, de manera inconsciente, nuestros recursos, pronto estaremos fatigados, debilitados, extenuados, aletargados, oscurecidos, atontados, adoloridos, extraviados, exiliada nuestra personalidad de nuestro espíritu, en displacer y en camino a la desconexión vital (muerte).

Sentimos impotencia a cada rato, por las grandes o pequeñas cosas, sabiéndolo o sin darnos cuenta.
Nuestra limitación, que no es solo energética, pesa. Su presencia asusta y remite a la pesadilla terrible del nacimiento, que ha quedado inscrita en lo más profundo de nuestra memoria somática.
La falta de control, así como sentirse sin poder, disparan el mecanismo automático del EGO, cuya única finalidad es mantenernos con vida en situaciones de real impotencia.
Cuando estas reacciones sobreabundan y se precipitan a causa de sentirse en impotencia, y no por verdaderas amenazas a la subsistencia, son las que generan eso que se denomina “estrés malo”.

Al estar atormentados por este constante estrés, reaccionando desde el EGO a los sentimientos de impotencia, indudablemente estamos desperdiciando enormes cantidades de nuestra energía torpemente.
¿Te imaginas la cantidad de poder que estás desperdiciando al no poner orden y serenidad en tus pensamientos?
¡La vitalidad que se escurre en una lucha incoherente y sin sentido!
Peleando contra gigantes monstruosos, o escapando precipitadamente y sin razón de ellos, cuando ni siquiera son pequeños molinos de viento.
En eso se pierde el vigor, en cosas sin valor y que dañan. Porque, el malgasto de energía conlleva al menos tres perjuicios evidentes.

Primero, la energía disponible para procesos edificantes, placenteros, constructivos se ve mermada, puesto que se dirige hacia otra parte. Lo que se usa en X no está para servir en Y.
Por tanto, cuanto más estresado, al ritmo del EGO, menos pensamiento creativo, más lentitud en el procesamiento de los datos, peor capacidad de resolución, mayor desgaste sin obtener resultados alentadores.
Esto a su vez aporta al detrimento de la tranquilidad, del goce de SHALOM, pues se siente y razona bajo el manto del EGO, percibiendo amenazas e impotencias y confirmándolas en la realidad en muchas ocasiones.
Así el ciclo perverso se retroalimenta y aumenta el desperdicio de energía, la alteración del orden, la pobreza del pensamiento y de posibilidades de autorrealización.

Segundo, al estar activándose señales de amenaza permanentes la atención se enfoca en ello, dejando de atender aquello que pudiera resultar provechoso. Entonces, se podría estar ante resoluciones, claves de mejoramiento, instancias de empoderamiento, pero lamentablemente todo esto se deja de lado. La energía corre sin obtenerse con ello resultados positivos, lo cual debilita aun más: porque el recurso se malgasta y porque se aumenta la confirmación de la impotencia y la incapacidad para salir de ella.

Tercero, al estar en estado de agresión/defensa, se generan situaciones en las cuales se incrementa la problemática, porque no hemos respondido de manera eficiente y apropiada.
Pero también, porque el estado agresión/defensa provoca que se perciban las situaciones desde una perspectiva atrevida, que no busca la resolución efectiva y pacífica, sino las señales que demuestren que se debe agredir/defender. Por ejemplo, tu esposo entró y pasó de largo saludando sin mucha efusividad. Tu EGO se dispara, porque te sientes ofendida por esa conducta. Entonces lanzas una palabrota, o pones cara de amargada/enojada, o te largas a llorar infantilmente, o te niegas a hablarle durante tres días. Si te hubieras detenido a averiguar, empleando la Comunicación Auténtica, quizás hubieras descubierto que fue tan poco cortés porque se sentía muy mal y debía ir al baño a vomitar. ¿Hubieras reaccionado desde el EGO sabiéndolo? ¿Valió la pena agrandar una situación, inocua en sí misma, porque no tuviste la precaución de actuar desde el AMOR en lugar desde el EGO?
Todos los altercados generados por el EGO, resultan en un mayor consumo de energía, puesta en evitar potenciales riesgos e impotencia, en lugar de ocuparla en realizarse en la vida.
Cuando lo oportuno y saludable sería parar la máquina automática, enfocar el poder en aquello que puede ser dominado, y entonces ejercer la fuerza justa para obtener el óptimo resultado.

Recuerda que cuando una conducta se repite se termina formando un hábito, que es una segunda naturaleza.
El hábito no te pide permiso para actuar, simplemente lo hace.
Es, entre otras cosas, una manera natural que Dios ha diseñado para usar con mayor eficiencia la energía vital. PERO, cuando el hábito se creó a partir de conductas negativas, derrochonas de energía, entonces se transforma en una terrible espada, consumista, agobiante, mortal.

Por ello, entrénate para que tus respuestas sean desde el AMOR y no desde el EGO.
Aprende a bajar el poder del EGO en tus conductas (pensamientos/palabras/acciones), para que seas tú quien goce de mayor poder.
Sé consciente de tu poder y empléalo saludablemente.

Sintoniza tu Yo Vivido con tu Yo Esencial, lo que experimentas en esta vida con lo que eres espiritualmente, para que entonces el gran poder te restituya e incrementes tu bienestar.

Construye SHALOM, con acciones de bondad Y justicia.

El profeta Jeremías y la CabalaTerapia

El humano nace impotente, con una pequeñísima dosis de independencia.
Está a merced de los acontecimientos y los padece a más no poder.
El nacimiento es un completo desastre, una pesadilla sin registro y de la cual no hay memoria ni elementos para contenerla dentro de un sentido y término.
Las pocas herramientas que disponemos son automáticas, las del EGO, para proveernos sustento y auxilio por medio de llamar la atención, alertando y alterando al universo circundante y por medio de esa inconsciente e involuntaria manipulación obtener algo de satisfacción y mitigar como sea el padecimiento.
Gritar, patalear, llorar son esos instrumentos primitivos de alteración del orden, para que desde el caos que sufre el bebe se provoque el caos alrededor, entonces se dispararán reacciones en el medio que de alguna manera resolverán sus tormentos. Todo esto, por supuesto, no es planificado por el sufriente bebé, es parte de nuestra naturaleza.
Cuando el auxilio no viene, o es insuficiente, el sistema tiene un mecanismo para reservar energías y sostener la vida en niveles de bajo consumo, por lo cual nos desconectamos de la realidad. Esto también mitiga la avalancha de sensaciones acuciantes que agreden al infante sin fin imaginable.
Al repetirse las conductas y conseguir manipular al entorno, se van estableciendo redes cerebrales que se van solidificando y formando hábitos. Por ello, desde el fondo de los tiempos, desde un espacio sin nombre, desde una historia sin registro, cuando nos sentimos amenazados por la impotencia se desencadena en nosotros el reinado del EGO, con sus toscas herramientas y las que se fueron derivando en tanto el niño crecía y aprendía nuevos recursos a partir de los anteriores heredados naturalmente. A lo cual se suma lo cosificado como hábito.
Entonces, no es de extrañar que ante la sensación de impotencia, real o sentida, el EGO haga presencia, que irreflexivamente reacciones de manera espontánea.

El niño requiere ayuda y la obtiene, si no hubiera perecido al poco tiempo.
El niño la obtuvo y con ello aprendió a “solicitarla” con sus arranques caóticos, sembrando turbulencias para cosechar satisfacción, o al menos reducir el displacer.
El niño formó el hábito, también de estar pendiente de la ayuda de alguien poderoso.
De alguna parte deberá surgir la salvación.
El EGO se impone como el primer dios, que se siente operando y reclama obediencia y adoración.
El EGO se fortalece en tanto la persona sigue sometida a la impotencia, real o sentida, para aparecer de pronto y resolver con su magia las situaciones. Y de no hacerlo, tiene la herramienta pasiva, aquella de desconectar a la persona de la realidad. Dormir, drogarse, mentir, auto engaño, estafa, olvidos, disonancia cognitiva, negación de los hechos, excusas, enfermedades, intento de autoeliminación son parte de las expresiones de la desconexión de la realidad que mencionamos.

El niño aguarda su salvación y se deja caer en brazos de aquellos que adora como poderosos.
Las ocasiones para sentirse impotente no escasean, de hecho podrían ser miles en un simple día cotidiano.
El niño está a la espera, esperanzado, de sus milagros habituales que le solucionan sus inconvenientes.
Al mismo tiempo va comprendiendo su propio falso poder, el que proviene de la manipulación.
Se da cuenta de que si hace un berrinche, obtiene la golosina, paseo, juguete y lo más importante: la atención de aquellos seres poderosos que están a su servicio.

El niño provoca el caos para quitarse de encima el malestar y para obtener su pequeña felicidad, gratificación lo más inmediata posible.
Y el niño crece, pero su hábito arraigado al EGO permanece como indestructible e inseparable.
Es cierto que aprende otros mecanismos, más amables, menos agresivos, más “civilizados” para adquirir beneficios; pero, desde la oscuridad de la impotencia, el EGO sigue adoctrinando a su esbirro. Es el esclavo que reina; cuando solamente debiera ser el servidor necesario en los momentos puntuales de verdadera situación de impotencia.

A veces se obtiene sorbos de poder, se disfruta de felicidad y puede parecer que la impotencia es un hecho olvidado.
Pero, que triste nuestra realidad limitada, lo cierto es que seguiremos siendo por siempre impotentes.
Y a veces por escurrinos plácidos en la pequeña felicidad, dejamos de lado el esfuerzo por alcanzar la Gran Felicidad.

Así andamos, a la espera de la Gran Felicidad, esquivando los pozos de oscuridad, esperanzados de no ser tragados por la desesperación, luchando para no sufrir más.
Engañados por la esperanza, enojados con los dioses (o Dios), porque no zafamos de todo contratiempo, porque no somos los amos ilimitados de todo poder.
Y nos engañamos, nos estafamos, con aires religiosos pretendiendo manipular a los dioses (o Dios) con plegarias, promesas, pactos, rituales y todo otro tipo de negociación religiosa. Como si tuviéramos el control, como si a nuestro alcance estuvieran los botones que nos brinden los paraísos terrenales y supraterrenos.

¡Cuánto tenemos para aprender, y para desaprender!
¡Cuánto daño nos hace la religión y nos aparta de la espiritualidad!

Por ello la CabalaTerapia, que estudia estos fenómenos e intenta brindar herramientas para nuestro crecimiento integral, es tan necesaria.
Para dotarnos de alas espirituales, las que nos corresponden por derecho de ser humanos; para darnos un poquito de dominio sobre el reinado del EGO.
Para enseñarnos a vivir en construcción de SHALOM, interna y externa, por medio de acciones (pensamientos/palabras/actos) de bondad Y justicia, siendo leales a nuestro patrimonio espiritual.
Para hacernos comprender cabalmente, y experimentar, las palabras sabias y eterna del profeta del Todopoderoso:

«Así ha dicho el Eterno: ‘No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni se alabe el rico en sus riquezas.
Más bien, alábese en esto el que se alabe: en entenderMe y conocerMe que Yo soy el Eterno, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra.
Porque estas cosas Me agradan, dice el Eterno.»

(Irmiá / Jeremías 9:23-24)

De cuentos maravillosos, teologías y filosofías

Una de esas historias fantásticas, que se comparten con gran admiración y fascinación, afirmando con fe ciega que es de la vida real.
Que se rodea de detalles y guiños al lector/escucha, como ofreciendo así evidencias de su veracidad y verdad.
Que además se adorna de conclusiones metafísicas maravillosas, generalmente alabando hasta el infinito a algún rabino (o cualquier otro clérigo o similar), afirmando como verdad suprema que “todo es para bien”,  “nada es casualidad pero todo es causalidad”, y cuestiones parecidas que endulzan el ánimo del lector/escucha y lo reafirman en sus creencias fervientes y de apego a determinada facción o sistema de creencias.
Esta historia en particular la leí en Facebook hace un par de días y es más o menos así.

Una persona ortodoxa descubre que su vecino de asiento en el vuelo tiene un apellido “judío”, como si ellos existieran. Un apellido de los muy frecuentes, estilo “Rodríguez” entre los descendientes de la cultura española. Para su sorpresa al anciano vecino le sirven el menú corriente y no la vianda “kosher”. Lo cual motiva al ortodoxo a entrometerse en la vida del vecino, suponiéndolo judío y pasible de ser encuestado.
Con reticencias el anciano saca a la luz que es un sobreviviente de la Shoá, el genocidio perpetrado por nazis y sus cómplices en contra de la familia judía alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Él es el único sobreviviente de una amplia, alegre y ortodoxa familia, la cual fuera arrancada de la vida por el odio asesino del malvado. Pero, el buen hombre no estaba rencoroso contra el Hombre y sus flaquezas, aparentemente, sino hacia Dios, el cual había tolerado y hasta quizás alentado la masacre y el sufrimiento infinito de tantos buenos inocentes. Y, seguía diciendo el anciano, lo que más quebró su “fe” fue cuando se enteró que su último hijo había sido asesinado de manera cruel y vil allá fuera, en el campamento de exterminio que ambos compartían.
Eso fue la gota que rebalsó su vaso de sufrimiento, porque él había depositado la esperanza en que el niño se salvará y fuera quien continuara la estirpe familiar.
Ahora Dios, y no los nazis, le había arrancado su último aliento de vida, por tanto él escogía repudiar a Dios y negar su vínculo con el judaísmo y lo judaico.
Así el buen hombre rehízo su vida.
El ortodoxo no pudo, no supo, no quiso, vaya uno a saber qué, pero quedó así la triste historia, que se cuenta como real y fantástica en esta historia que te estoy repitiendo, y que supuestamente pasó y por ello se publica en libros, y se repite en redes sociales, y la gente la cuenta con placer y veneración de unos a otros.
Unos pocos años más tarde el ortodoxo pasaría las Grandes Fiestas en Ierushalaim, en el barrio “Mea Shearim”,  que en esta narrativa popular e inexacta es catalogada como “un lugar sumamente sagrado”, vaya uno a saber el porqué.
Iba camino a la sinagoga en Iom Kipur cuando vio a un anciano sentado en la parada del ómnibus, fumando, bebiendo, haciendo todo lo que no se debería en este día especial. Esa actitud despectiva le fastidió, pero de alguna manera reconoció al viejo sobreviviente de la Shoá, aquel que acusaba a Dios de los crímenes del hombre, el pobre hombre sin futuro y que amargado penaba por el terrible y verídico dolor que le había acontecido a él y los suyos. Se acercó y le saludó, obviamente que lo invitó a que le acompañara a la sinagoga. Porque, el ortodoxo se sentía sumamente culpable de no haber tratado de traerlo al redil aquella ocasión en el avión. Entonces ahora aprovecharía el momento, porque no hay casualidades, ¿no?
El anciano no quería saber nada de eso, ¿o acaso él no estaba aún iracundo en contra de Dios, y por ello descartó el judaísmo y sus cosas, a causa de la maldad del Hombre?
Pero el ortodoxo insistió, haciéndole ver que se rezaría el Izcor, un rito en el cual se recuerda de manera sentida y solemne a los difuntos de la familia, allegados y santos mártires de la gran familia.
Tanto machacó que al final el sobreviviente aceptó acompañarlo, aunque a regañadientes.
El oficiante entonaba con reverencia y encanto los cánticos del ritual tradicional ashkenazita del Izcor, y entonces el ortodoxo pidió al anciano el nombre del hijo fallecido, aquel que fue la culminación de su tormento en medio de la noche oscura. El anciano lo dijo débilmente, pero luego con mayor fuerza, hasta que llegó a oídos del cantor quien dijo ese nombre, pero de pronto se interrumpió, giró y miró detenidamente al viejo sobreviviente y gritó: “papá”.
¡Sí era el hijo, aquel que supuestamente había fallecido brutalmente pero nunca fue confirmado!
Estaba vivo y era feliz y pleno en Ierushalaim, adoctrinando a su familia en los encantos de Mea Shearim.
El viejo revivió en aquel instante, alabó al Eterno, rearmó su vida ahora como plenamente ortodoxo, extremadamente fanatizado, lleno de fe en Dios y alegría por la vida, rodeado de sus nietos, bisnietos y la nueva comunidad que le albergó en su despertar actual.

Esa era más o menos la historia, presuntamente real y verdadera.
Que, como te mencioné más arriba esta narración es decorada con todo tipo de conclusiones, alabanzas, maravilladas admiraciones, comentarios laudatorios, y es compartido fervientemente con gran fe y esperanza por las buenas gentes, llenas de inocente y cándida simpleza.

De manera herética, con tus disculpas, me planteó unas pocas observaciones.
Espero no ofenderte por usar un ratito ese don maravilloso que nos brinda Dios, el raciocinio y la intención de ser críticamente objetivos.

1- ¿Se puede proveer de datos exactos para identificar a las personas en cuestión?
2- ¿Se puede brindar maneras de comunicarse con ellos, para conversar directamente con los implicados?
3- ¿Se podría obtener la historia narrada de primera mano por el anciano?
4- Es bonito y produce felicidad el reencuentro del padre con el hijo, emociona y gratifica a toda persona de bien, sin dudas. Ahora, ¿eso hace olvidar la matanza del resto de la familia y de los otros millones de inocentes?
5- ¿Solo por volver a encontrar a su último hijo, de repente regresa la fe del buen hombre?
6- ¿Y todos los años, décadas, sumergido en angustia, deseos de muerte, rencor, se borraron mágicamente?
7- ¿Todo es para bien? ¿Se le puede explicar eso a los millones de inocentes muertos y a los otros millones que sufrieron y sufren las consecuencias de la maldad del Hombre?
8- ¿Todo es para bien? Y las cinco, o más, décadas que el hombre sobrevivió a su propia tortura emocional/mental, ¿fueron para bien?
9- Que el hijo se críe alejado de su sobreviviente padre, aunque haya llevado una vida estupenda anteriormente, ¿disculpa la desgracia del pobre viejo de no saber de su hijo y penar hasta el infinito por creerlo muerto?
10- ¿Culpar a Dios y rechazar Sus cosas en lugar de acusar al verdadero culpable y tratar de hacer algo al respecto?
11- Supongamos que en verdad no existen las casualidades, entonces podemos concluir que Dios es un malvado que permite y alienta y produce genocidios y roturas de familias, los nazis, árabes y otros asesinos son meros inocentes en manos de un despiadado Dios.
12- Hagamos de cuenta que la maravillosa historia es verdadera, cosa de que te habrás dado cuenta dudo, entonces ¡cómo no indignarse con Dios! Deja que un pobre viejo enloquezca de dolor durante décadas y no es capaz de producir el no casual encuentro muchos años antes. ¿Era necesarias tantas décadas de miseria y terror, solo para que se puede contar esta historia?
13- ¿No hubiera sido maravilloso que el ortodoxo sentado junto al viejo en el avión fuera el hijo?
14- ¿No hubiera sido aún más “mágico” que la Shoá no hubiera acaecido, si de últimas nada es casualidad y todo es para bien?
15- ¿Cómo disculpar el dolor y la amargura con la fórmula mágica “todo es para bien”? ¿Acaso eso cancela la posibilidad de que el mal se padezca de forma muy real?
16- Si se quiere convencer a la gente de cuestiones místicas, ¿por qué recurrir a estos golpes bajos sentimentales, en lugar de apelar a la inteligencia, al pensamiento crítico, a la creatividad encaminada por los preceptos?
17- ¿Qué obliga a la gente a aferrarse con tanta fuerza a estos cuentos y venerar a los “santos” que imparten su luz metafísica? ¿Es un apego que proviene de la NESHAMÁ o del EGO?
18- ¿Por qué hay gente que en verdad padeció terriblemente y escogen dejar el judaísmo, y a Dios, cuando a primera (y segunda) vista es el Hombre, o causas naturales, los que causaron su sufrimiento?
19- Si se lo hace culpable, o responsable, a Dios de todos los males, incluso de aquellos que evidentemente son obra del Hombre; ¿por qué no se lo hace “culpable” de todo lo bueno, que supera infinitamente a lo malo que sucede?
20 – ¿Cómo puede haber gente que sigue pidiendo explicaciones a Dios por la Shá, o atrocidades similares; y preguntando dónde estaba; como si eso fuera de inteligente y ético? Cuando no es de Dios la pregunta, ni tampoco la respuesta; sino que se debería cuestionar de principio a fin al Hombre.
21- ¿Qué otras cosas podemos criticar de esta fábula con apariencia de realidad?
22- ¿Qué opinas tú?
23- ¿Qué sientes?