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Te mando ser bendito

El alimento para nuestra dimensión espiritual es el cumplimiento de los mandamientos que nos corresponden, de acuerdo a nuestra identidad espiritual.
Si somos judíos, aquellos de los 613 que se encuentran en la Torá.
Si somos gentiles, tenemos que cumplir los siete mandamientos que Dios ha dictado para ser la Torá de las naciones, el sagrado código noájico.

En una síntesis: construir shalom en todo momento, por medio de acciones de bondad Y justicia; siendo leales al Eterno.

Pero, cuando profundizamos en el estudio, pareciera que nos topamos con una dificultad.
Porque acabamos de señalar que el cumplimiento de los mandamientos que nos corresponden nutren el plano espiritual; pero en más de una ocasión mencionamos que la NESHAMÁ (espíritu) proviene directamente del Eterno, no se modifica, no cambia, no se corrompe, no crece, es la identidad verdadera que somos aquí y en la Eternidad.
¿Entonces?
¿Sirve el cumplimiento de mandamientos para nutrir, o no sirve?

La respuesta es realmente sencilla y clara.
La NESHAMÁ no sufre ninguna variación, ni pecados ni méritos la modifican; sigue siendo esa esencia pura y divina más allá de nuestras acciones y omisiones. Por ello es el Yo Esencial.
El recuerdo de las experiencias en vida se canaliza a través de ella y queda inscripto en la “memoria universal”, lo cual será la porción que cosechará tras el pasaje por este mundo.
Aquel que sembró bondad Y justicia, que vivió en sintonía con los mandamientos que le corresponden, disfrutará del recuerdo “teórico y práctico”, en una sucesión de placer que podemos denominar “paraíso”.
Aquel que sembró lo contrario, ¿de qué podría disfrutar entonces?
Cuanto mayor es nuestra dedicación a llevar una vida comprometida con la construcción de Shalom, mayor será el beneficio. Probablemente aquí también, pero seguramente que allá.

Digo que seguramente allá, porque el Eterno es el juez perfecto, que se abstiene de prejuicios, no se guía por codicia u otros deseos, ni acepta sobornos. La justa porción es la que obtenemos. Entonces, lo que trabajamos aquí en la construcción de Shalom, será lo que recibiremos allí como frutos sin por ello perder nada.
Por supuesto que además de Juez, también es un Padre lleno de amor y misericordia; por lo cual, de acuerdo a Su Voluntad Él concede paz incluso cuando los méritos propios no lo acreditasen.
Dependiendo de Su Sabiduría será el resultado final.

Pero, también tenemos –probablemente- beneficios en este mundo a causa de nuestra conducta constructora de shalom.
Éstos ya no son tan seguros, porque en este mundo las personas contamos con libre albedrío, lo cual significa que cualquiera puede decidir tomar el mal camino y con ello perjudicarse pero también perjudicar a inocentes, quizás tú caigas en sus tramoyas y en lugar de obtener réditos por tu bondad Y justicia, solamente recibas golpes, humillación, malestar, pobreza que obviamente NO te mereces, ni hay piruetas metafísicas que tengan derecho a justificarlas. Pero, el otro haciendo uso de su libre albedrío, te ha incluido en el mal trago, el cual debes pasar como mejor puedas.

Por supuesto, el Juez también lo toma en consideración, sea para equilibrar las cosas aquí o allá; nada queda sin su consecuencia, ni Él admite que el resultado final sea desequilibrado.

Así pues, tienes tu nutrición espiritual: ¡cumple tus mandamientos!
Los tuyos, los que Dios te ha dado, NO los de tu vecino.

Esa es tu misión, esa es tu porción, ese es tu pago.
Pero, no lo hagas como el avaro y mezquino que solamente busca su ganancia. Aunque el centro de placer en tu cerebro dispare dosis estimulantes por el logro, y está bien que así sea, no te conviertas en adicto a esa emoción, sino en leal a tu esencia espiritual.
Haz tu parte, porque es lo que te corresponde hacer, porque es tu parte y solamente tuya.
Hazlo por amor, no por codicia.
Hazlo por bondad, no por miedo.
Hazlo porque es el regalo que Dios te ha dado, y no porque es la pesada carga que te ha tocado “en suerte”.
Hazlo, porque mejoras tu vida, la vida del prójimo, la del entorno en este mundo, y eso es buenísimo, porque es parte de tu tarea en esta vida.
Hazlo, para llenar tu memoria de recuerdos geniales, de luz, de plenitud, que se convierten en tu justa y merecida porción en la eternidad.
Hazlo, porque Dios te lo ha ordenado.

Hazlo, sabiendo que obtienes retribución, pero no te quedes esperándola o reclamando por ella.
No esperes ninguna recompensa, ni que el mundo sea justo contigo o con quien tú quieres.
El mundo, no es justo.
Tampoco es bueno.
El mundo es lo que es, entre lo cual se incluye, entre otras cosas, la oscuridad, la confusión, el caos, el malestar, el EGO, la impotencia, el mal.
Por ello TÚ debes ser quien haga la diferencia, construyendo SHALOM.
Si tú lo haces, yo lo hago, todos lo hacemos, entonces el mundo sigue siendo lo que es, pero las personas ya no derrumbarán las normas ni quebrarán el equilibrio de manera voluntaria.

Hazlo, no para jugar a las escondidas con Dios, o esperar algo a cambio.
No precisas, ni debes, comerciar con Dios.
Debes construir SHALOM.

¿Alguna duda?

En busca de un dictador

El diccionario nos informa acerca del dictador:

  • Soberano que recibe o se arroga el derecho de gobernar con poderes absolutos y sin someterse a ninguna ley.
  • [persona] Que abusa de su superioridad, de su fuerza o de su poder en su relación con los demás.

Cuando estudiamos desde la perspectiva de la CabalaTerapia nos encontramos con que, la imagen externa por lo general no reproduce fielmente a la imagen interna.
Sorpresivamente, la imagen interna tampoco representa a la imagen esencial o verdadera.
Como si la persona estuviera formada por capas que se acumulan unas sobre otras, como cebollas. O cual muñeca rusa, donde una contiene a otra, y ésta a otra, y ésta a otra, y ésta…

Atendiendo a la definición, el dictador se presenta como alguien que está por encima de los demás, que ostenta poderes, que abusa de la indefensión ajena, que se mantiene gracias a la fuerza y al ejercicio de trucos de manipulación, que se impone como ley que no respeta ninguna ley.
Esa es la imagen externa, la que la gente teme; la que adoran los adoctrinados y los viciosos por migajas de poder; la que buscan aniquilar los “rebeldes”.
La imagen de fuerza, de potencia, que no se debilita ni se retuerce en dudas y angustias.
Una imagen que es alimentada por la maquinaria detrás del poder, que crea mitos, inventa creencias, lleva al dictador al olimpo de las deidades. No es raro encontrarse con cuentos de milagros, maravillas, dotes sobrenaturales entre las alabanzas propagandistas de estos líderes. Por ejemplo, sabemos que Faraón era adorado como un dios, se afirmaba que no precisaba de ir al baño. Hitler era un dios para sus seguidores, capaces de asesinar, matar y morir en honor de su líder. El gobernante de Corea del Norte es encumbrado con toda clase de virtudes y potestades mágicas. Algo similar ocurre con esos líderes religiosos, que no son otra cosa que dictadores pero sin llegar al trono político, pero que recurren a similares astucias, trampas, malabarismos, amenazas, extorsiones, falsedades, presiones, lo que fuera necesario para sostener su falso liderazgo, su bota apestosa aplastando la libertad de sus seguidores.

La imagen interna, suele ser otra.
Pero, no es fácil que ésta llegue al conocimiento público.
Gente quebrada por dentro, sumergidos en angustia, de escasa autoestima, desesperados por sentir que sirven y son amados. Se saben impotentes, vulnerables, fracasados, por lo cual redoblan su fachada de poder atormentado a los otros para de esa forma sentirse menos atormentados ellos.
Los dictadores tienen un poder externo, nunca interno. Pueden llenar de miedo, imponer, hasta matar o «suicidar» a alguien, pero por dentro tienen nulo poder. Son impotentes. Están sometidos al EGO, aunque pretendan ser los seres más poderosos de la comarca y alrededores. Como niños chicos armados con potentes herramientas de destrucción.

Cuando cotejamos la imagen interna con la representación externa, nos damos cuenta de que son payasos grotescos y terroríficos, que muestran algo que no son. Si estuvieran alejados de la armadura externa, de sus armas y ejércitos, de sus pandillas de esbirros y matones, probablemente darían una gracia triste, serían objeto de una lástima mezclada con muecas risueñas. Gente atrapada en su debilidad pero con aires de supremacía.

Pero, algo deben de tener para haber alcanzado ese lugar de poder externo a pesar de su deficiencia interna.
¿Qué podría ser?
Sabemos que poder interno no.
Equilibrio, armonía, unidad, paz, tampoco.

Tal vez lo que tienen sea el total desprecio por el otro, al punto de no importar nada en su carrera por obtener un lugar que les haga sentirse menos inseguros y fracasados. Una ética ausente, una conciencia enlodada y enmudecida, un miedo inmenso capaz de llevarlos a cualquier disparate.
Igualmente, algo más deben de tener para seguir ascendiendo en su carrera infernal, agobiante.
Probablemente saben interpretar el sentir de sus seguidores, sabe de sus miedos y los aprovecha para su beneficio. Amenaza allí donde duele, crea enemigos gigantes a partir de habichuelas dolorosas, insiste en que el mal se los comerá pronto y sin piedad; luego ofrece una posibilidad única, mágica, sorprendente, de salvación a través de su liderazgo. Amenaza y promete. Llena de terror pero insiste en la fe y la esperanza. Crea el caos y mitiga con paños fríos. Agrede y promete bondad. Corrompe pero sueña con la justicia. Vive como un emperador y obliga a sus seguidores a conformarse con migajas pero agradecerlas como tesoros. Señala con fanatismo al enemigo para perseguir, culpar, odiar; que distrae de los verdaderos problemas y reales enemigos.
Se presenta como el padre ideal, aquel que el niño sueña con tener, ese que resuelve las cosas de manera mágica, que aleja al cuco de debajo de la cama, el que todo lo sabe.
Es su “público” el que habilita que surja este fantoche al trono.
Un público sumergido en vacilaciones, temores, angustias, miedos, impotencia. Por ello, las épocas de crisis son las habituales para el surgir de la malaria dictatorial. Sea una guerra, hambruna, epidemia, caos, terrorismo, criminalidad, deterioro económico, cualquier factor externo debilitante es disparador para la aparición del dictador.
Si el factor no brota por la coyuntura, habrá quien la provoque, de tal modo de preparar el camino para el “salvador”.

A ver, veamos a Chávez, Fidel, Cristina, Gadafi, Al-Asad, Jomeini, Hitler, Mussolini, los Kim de Corea del Norte, Stalin, Lenin, Arafat, ar-Rantisi, Sadam, Bonaparte, Robespierre, Mao, Idi, los gurús religiosos (de la religión que fuera), reyes, emperadores, etc. Encontraremos similares patrones de conducta. Sin bondad ni justicia, sin construcción de Shalom. En resumen, el EGO al mando total de la persona. Llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad a un grado superlativo. Sin control real, sin dominio, sin poder, solamente el ejercicio externo que le brinde una especie de anestesia a sus torturas internas.
Obviamente que habrá gente que se aprovechará de estas dotes carismáticas y mentirosas.
Obviamente que habrá gente que acepte estas condiciones y se someta dando así la apariencia de poder al dictador.

Así pues, EGO y más EGO.
Por un lado el EGO que se expresa en forma de seudo poder, que apabulla, que reclama, que manipula, el del dictador y sus incondicionales y sostenedores. El dictador que suele ser un mequetrefe, alguien disminuido, lleno de vicios y fracasos, pero que se las apaña para hábilmente mostrar otra imagen, merced a las mentiras, la extorsión, la amenaza, la acción despiadada, etc.
Por el otro, el EGO de las masas, quienes apresados por sus celditas mentales admiten los maltratos, la corrupción, el patoterismo, la crueldad, el desagrado por no tener confianza en sus poderes internos.

Existen los dictadores a menor escala, dentro de la familia, en grupos de amigos, entre colegas, en clases del colegio, en la empresa, en equipos deportivos, en hinchadas de fanáticos deportivos, etc., cuya autoritarismo es una imagen reducida de los otros dictadores más conocidos.
¿Eres tú un dictador?
Creo que si te haces esta pregunta y te animas a responderla, estás lejos de serlo. Pero es solo una creencia, no una verdad.

Para finalizar, como ya te he mencionado, no escapan de esta imagen los líderes religiosos, quien habitualmente son dictadores enfundados en halos de santidad.

¿Sed de Dios?

Muchos que han estado en la idolatría, o en otras confusiones del EGO parecidas,
cuando despiertan y se mantienen un poquito despiertos,
se quejan del noajismo, y a veces del judaísmo,
porque dicen y afirman a viva voz
que ahora sienten que tienen sed de Dios.

Antes, en sus mundos de fantasías de poder delirante,
en sus cárceles oscuras decoradas como palacetes,
en sus orgías de falsa santidad y religión,
estaban en constante vaivén emocional.
Se fabricaban,
y sus pastores (ministros religiosos, gurús, rabinos, curas, líder, etc.) les fabricaban,
montañas rusas emocionales,
parques de diversión completos para sus emociones,
que luego se encargaban de denominar “energía espiritual”, “presencia de dios”, “unirse o abrazarse al Padre”,
o cosas por el estilo.
Así sentían un movimiento emocional poderoso,
que los llevaba al sótano y luego a la azotea,
con recursos de manipulación emocional,
pero que se encargaban de declarar como algo “espiritual”.
Siendo lo cierto que de espiritual tiene lo que la religión: NADA.

Creían, y les hacían creer,
que esas piruetas y malabarismos,
levantar la mano derecha,
decir amén,
recitar salmos e himnos,
ponerse de pie, hincarse, inclinarse, alabar gozoso,
encerrarse a meditar con mantras sagrados,
confesarse con el líder, bailotear, repetir lemas, disfrazarse con ropajes extraños,
creer en poderes mágicos,
hacer pactos con deidades y someterlas a la voluntad personal,
sentirse pecadores y sin reparación,
sentirse más que ganadores por la fe,
esforzarse en comprender trabalenguas sin sentido pero vendidos como lo máximo en sabiduría y profetismo,
usar talismanes, enrollarse simbología mística,
y mil cosas más,
que eran solo eso,
piruetas, cabriolas, jueguitos emocionales,
hábilmente sazonados,
y etiquetados como algo espiritual,
pero que de espiritual tienen lo que la religión: NADA.

Se sentían satisfechos,
se creían llenos de Dios,
cuando estaban totalmente muertos de hambre, sin nutrirse siquiera un poquito con el verdadero pan espiritual,
que es el estudio de lo que corresponde realmente de TORÁ para cada uno, y especialmente el cumplimiento de los mandamientos que corresponden a cada uno.

Deliraban con estar a gusto,
saciada su sed de Dios,
cuando en verdad nunca habían estado en contacto con Él,
o solamente de manera ocasional y lateral,
como una acción involuntaria que ocurriera al azar.
Pero, estaban llenos a rebosar de sus jueguitos emocionales,
de la religión en cualquiera de sus variantes,
por lo que fantaseaban con estar unidos a Dios,
satisfecha su sed de Él.

Pero, no tenían a Dios,
tenían imaginativas diversiones religiosas,
que les vendían a precio carísimo como camino de santidad.
Creían estar en armonía con Dios,
cuando el hecho es que vivían sumergidos en un fracaso constante
pero hábilmente decorado para parecer espiritual.

Ahora, cuando pudieron despertar un poquito,
alejarse de cierta forma un poquito
del parque de diversiones religioso,
obviamente que sienten un vacío.
Ya no les llenan la cabeza con el bochornoso bochinche de la religión,
no se les amenaza con infiernos,
no se les soba con fantasías paradisíacas,
no se les asegura un poder sobrenatural para operar magia y milagros,
se les inspira a ser responsables, cumplidores, trabajadores, razonables, sensibles,
llenos de sana emoción y no de esa batidora emocional que antes vivían.
Entonces, se sienten vacíos, faltos de la diversión,
alejados de Dios.
Cuando lo paradójico es que recién ahora están más cerca de Él.
Ahora, con la mayor calma, sin el apuro de la religión,
sin la afectación, sin la esclavitud, con el accionar saludable, bueno y justo, recién ahora están en la senda correcta,
pero es ahora que se sienten sedientos de Dios.

¡Es que lo que llaman dios no es DIOS!
Ese dios que anhelan es un títere, una marioneta, un monigote, una invención del EGO.
Y claro que lo extrañan, porque ahora no están en la maquina emocional que antes les estremecía y les hacían creer que era una sensación espiritual.
Tienen más cercanía con el espíritu, mayor contacto con Dios, pero dicen sentir sed de Dios.
¡Mundo extraño!
Donde se alaba y adora un espejismo,
un oasis imaginario y seco hasta la muerte,
pero se rechaza la verdadera agua refrescante y de vida.

Cuando aprendan a despojarse de las prendas del EGO,
cuando se quiten de la mente el dios falso,
entonces sabrán encontrar la calma y la satisfacción espiritual.

Mientras tanto, ahora que están un poco lejos del circo seudo espiritual y se quejan,
es que no tienen sed de Dios,
solo deseos oscuros del EGO, al que adoran como una deidad.

Hay una verdadera sed del Eterno,
pero que no suele ser la que aqueja a los que extrañan el circo religioso.

¿Lo entiendes?

Cambiar la creencia

Imagina el escenario.
Alguna persona de tu cercanía tiene una creencia muy profunda y errónea, que la lleva a vivir en la oscuridad, en una falsa imagen de la realidad, en conflicto, en sufrimiento, etc.
Tú quieres darle una mano, porque te duele su dolor, y más te apena que sea la misma persona la que participa en su quebranto.
Sabes, o intuyes, que es necesario que deje de lado su ideología, que lo arrastra hacia el abismo, que lo mantiene atrapado, que lo revuelca en el fango, mientras él la alaba, la defiende, lucha con desespero para sostenerla.
Tal vez ya te diste cuenta de que te será difícil ayudarle a cambiar de creencia y por tanto a ser libre.
Ser socio en su liberación y fortalecimiento se presenta como una tarea inmensa y destinada al fracaso, particularmente por la forma en que la persona se esfuerza por atarse a su ideología.
Si tú te opones abiertamente a esa creencia, el otro se aferrará aún más a ella.
Si tienes la osadía de manifestar tu oposición, aunque fuera levemente, te devolverán furia, acritud, pesadez, culpas e incluso cosas más violentas.
Si intentas señalar los evidentes errores, aquellos que siendo relativamente objetivos se pueden observar sin dificultad, chocarás contra el muro de la negación.
Si eres un poco más agudo en tus comentarios, seguramente la respuesta agresiva será mayor.

Es dudoso que a esta altura de tus intentos sigas en una posición amable, de buen ciudadano tratando de ayudar desinteresadamente. Casi te puedo asegurar que ya te has transformado en un guerrero, alguien que lucha para tener la razón, para no fracasar, para obtener la victoria. Si comenzaste siendo buena onda, con el deseo de colaborar generosamente, ahora estarás cegado por tu deseo de triunfar, aunque en el proceso te lastimes o lastimes a aquel que quieres (querías) ayudar a ser libre de la distorsión intelectual y emocional. Ahora también tú estarás en guerra. Como el otro, negarás tus acciones, reprimirás tus sentimientos, te encadenarás a tus creencias e ideas, darás excusas para lo que hagas, siempre con el lema de que lo haces por el bien del otro, que tú solamente quieres ayudar, que el otro te ha agredido, que no se deja ayudar, que…

No, no es fácil que la gente quiera o pueda cambiar su mundo interno. Peor cuando esas creencias son relativas a tener un supuesto poder sobre las cosas, a dominar dioses y elementos, a obtener salvaciones y curaciones, a evitar maldiciones y condenas, a ser librado del mal. Porque esas creencias de poder invitan a encerrarse en ellas, a bloquear todo lo que pudiera poner de manifiesto que en verdad la persona es débil, endeble, vulnerable, rompible, mortal, impotente. Así, la persona se esfuerza en rodearse de lo que la asfixia y va matando, se abriga con ello, creyendo tener poder y superioridad, pero no tiene más que miseria y muerte.

¿Qué hacer?
Unos pocos tips:

  • Usar la Comunicación Auténtica, obviamente.
  • No convertir el asunto en una guerra.
  • No querer vencer, ni convencer.
  • No querer controlar aquello que no se puede controlar.
  • Dominar aquello que está bajo tu dominio.
  • Admitir que el otro tiene esas creencias, aunque uno no las admita para sí mismo ni las considere saludables o necesarias.
  • No intentar cambiar las creencias del otro, porque el otro no está capacitado para que eso ocurra.
  • Encontrar un terreno en común, compartible y compartido, para no cortar el lazo de unión.
  • Recordar que más allá de las máscaras del Yo Vivido, todos somos Yo Verdadero, NESHAMÁ, seres de luz.
  • No permitir actos, palabras, etc. de odio, rencor, violencia, agresión, etc., hacia uno mismo, colectivos, etc.
  • Ten en cuenta que tú también eres esclavo de tus creencias y que en tanto no las tamizas ni filtras, puedes estar en situación similar a la que está el otro.
  • Es casi imposible que uno se libere por sí mismo de la celdita mental.

Pero… ¿entonces?
¿El otro seguirá esclavo de sus creencias y sumará más trabajos forzados a los que ya cumple?
¿Será que no tenemos nada para hacer?
¿Rezar no serviría de algo?

Como respuesta a estas preguntas te dejo con una tarea, que si la cumples y quieres nos compartes luego los datos, aquí debajo en la sección de comentarios.
Estudiar el proceso de liberación de los judíos de la esclavitud de Egipto.
Estudiar el proceso de la liberación de los judíos de la esclavitud que cargaban en su interior desde Egipto.

Llorar de impotencia

Algunas personas creen que llorar, o manifestar de otra forma el dolor, es contrario al camino espiritual.

Entre sus argumentos se encuentra que podría verse como una falta de confianza en el Eterno, ¿cómo permitirse llorar si Él es quien controla todo y ordenó que eso malo sucediera? Eso es lo que ellos creen y defienden, aunque las evidencias y multitud de Sabios expongan algo diferente. Es más, estas personas empecinadamente religiosas hasta niegan que lo malo lo sea, porque “todo lo que hace el Señor es bueno”; así que, negarse a expresar el sufrimiento, o incluso hasta reprimir sentirlo, es parte de una supuesta senda de elevación espiritual. Llaman placer al dolor, bien al mal, y si no tienen evidencias racionales para confirmarlo, entonces reniegan de la razón y se apoyan en la fe, en la ceguera, en la creencia y la obediencia a quien adoptan como líder.

O tal vez consideren que llorar ante un desastre real e inapelable, como la muerte de un familiar, o un grave accidente, o cuando se enteran de portar una enfermedad terminal, o al ser despedidos del trabajo, etc., es una forma de estar sometido al EGO, y por tanto se recurre a alguna de sus herramientas para manipular el entorno. Siendo ellos tan religiosos, tan atormentados por no pecar (o al menos no ser descubiertos pecando), entonces, ¿cómo admitir que se exprese en sus vidas el EGO?
¡Mejor defender a capa y espada ideas irracionales, antes que reconocer nuestra limitada capacidad, nuestra modesta existencia!
Se retuercen con tal de no llorar, advierten que apenarse es ser carnal y por tanto abandonado de Dios y cosas por el estilo.

O quizás sean de aquellos que afirman que la persona debería tener una sonrisa perpetua, como idiotizada, para hacer de cuenta que se es feliz todo el tiempo, a salvo de cualquier contrariedad.
Porque aquel que confía en Dios es más que ganador, o frases similares, que refuerzan la creencia en negar la realidad para dejarse conducir con fantasías de súper poderes redentores y protectores.

Lo cierto es que, el camino espiritual NO rechaza el llanto, el gemido, la vacilación, el miedo, cuando realmente chocamos contra muros que nos demuestran nuestra debilidad, nuestro fracaso, nuestra impotencia y vulnerabilidad.
De hecho, es bueno llorar cuando no queda otra cosa para hacer, si es que la persona siente que descarga así su dolor y va dejando lugar en su interior para pensamientos y sentimientos más luminosos. Lo mismo con el gemido, la pena, la duda, etc. Es normal, es natural, es comprensible.
Claro está, no con intención de manipular; tampoco como única respuesta ante la adversidad; ni como excusa para no emprender con responsabilidad las acciones constructoras de shalom necesarias.

En el judaísmo, cuando ocurre la muerte de un familiar, hay muchas reglas y costumbres que sirven para canalizar el dolor, para expresarlo, para dejar que se exteriorice, y no se debe imponer silencio, ni siquiera ofrecer condolencias o explicaciones metafísicas cuando aún se está en el primer tiempo del impacto emocional. Incluso se considera de erróneo proceder el no quebrarse y expresar el dolor abiertamente ante el fallecimiento del ser querido y cercano.
La costumbre es tan sabia que hasta habilita en ese momento la duda sobre Dios o como Él conduce el mundo, porque es parte de las cuestiones que suelen emerger. Pero luego, de manera sensible, medida, sin presiones ni amenazas, se conduce a la persona hacia la moderación de sus sentimientos, hacia la aceptación, e incluso la afirmación del poder y sabiduría de Dios.
Todo en su tiempo, en su medida, considerando que no somos robots, y también que nuestra NESHAMÁ precisa del ser corporal con sus deficiencias y limitaciones para llevar a cabo su pasaje por este mundo.

De acuerdo a la visión mística, que la familia sufra y se duela es positivo para el espíritu que ahora ya no cuenta con el cuerpo para actuar en el mundo. Aunque se podría creer que el espíritu se dolería al presenciar el dolor de sus dolientes, lo cierto es que se complace porque es la demostración de el pasaje terrenal no ha sido vacío y sin sentido. Sí, es triste que el familiar llore y sufra, pero por algo está así; porque ha perdido a alguien importante y que deja una sensación de vacío y soledad.

Pero, las manifestaciones exageradas, estrambóticas, desmedidas, alocadas, no deberían consentirse, al menos no públicamente. Tal como tampoco es admisible la blasfemia, maldecir a Dios, amenazar con venganzas, intentar el suicidio, provocar daños a otros, etc.
Una cosa es la expresión natural, normal y saludable de la impotencia real; otra muy diferente es generar desequilibrios innecesarios y perjudiciales.

Los que acompañan a los deudos, pueden ofrecer su presencia, y en ciertos momentos la sola presencia sin palabras es mucho más poderosa que cualquier justificación, intento de explicación, orden de apagar el dolor, etc.
Estar junto al doliente, ayudarle con la presencia y con acciones que le sean necesarias.
Y si fuera necesario hablar, hacerlo, pero con medida, sin teología, sin filosofía, sino con comprensión.
Y si fuera necesario callar y ser quien atiende, hacerlo; esto suele ser lo más importante.

Otro detalle está en aquellos que consideran como una maldición o castigo cuando acontece el evento terrible.
Realmente somos seres muy endebles, limitados, débiles, sumergidos en un océano de impotencia.
La muerte, el accidente, la enfermedad, no son extrañas a la vida cotidiana.
¿Por qué apresurarse a declarar que es a causa de una maldición o castigo, cuando existen muchísimas evidencias que demuestran otra cosa?

Como sea, ante la impotencia se dispara automáticamente el llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad. Eso es lo normal, y a veces saludable.
La cuestión es no generar daños con ello, ni dejarse hundir en la impotencia, ni aumentar el malestar, ni manipular, ni dejar de hacer aquello que se debe de hacer.
La tarea es construir shalom, sí, también cuando la impotencia nos ha vencido, también cuando caemos y no tenemos como recuperar aquello que hemos perdido. Porque, tenemos otras áreas para trabajar, más para construir, mucho por compartir y unificarnos en justicia y bondad.

Link recomendado: http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/Judaism/death.html
Otro: http://serjudio.com/creencias/breve-introduccin-a-una-perspectiva-juda-acerca-de-la-muerte

Aguas y seres

El agua es esencial para la vida, según la conocemos en casi todas las criaturas que habitan este mundo. No sabemos si hay otros seres en los diversos cuerpos celestes, ni podemos conjeturar si dependen del agua como nosotros. Pero, es un hecho, nosotros, los humanos, somo aguadependientes por completo.

El judaísmo no es ajeno a conocer y reconocer este hecho, y en diversas narraciones, anécdotas, leyes, reglamentos, rezos se encuentra el agua como eje de referencia. No daré ahora ni siquiera una breve lista, ni siquiera mencionarñe que se compara a la Torá con agua, pero con gusto leeré la lista de quien desee compartirla en la sección de los comentarios, aquí debajo.

Solamente me detendré en un par de pasajes del TANAJ, que creo son bastante conocidos.
En el Salmo 23, el inspirado salmista menciona en el párrafo 2: «En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce

Junto a aguas de reposo, aguas calmadas, aguas que calman.
Ese lugar que sirve como un refugio, como un hogar.
Donde se satisface la sed, probablemente se encuentre algo de sombra reparadora, haya alguna opción para alimentarse.
Un sitio seguro y que asegura.
Donde el caos parece ajeno, alejado, detrás de una barrera invisible y protectora.
A diferencia de las aguas rugientes, esas que son caóticas, que atormentan, que atemorizan, que confunden, que no brindan descanso ni seguridad. Como las que se arremolinan y succionan hacia la perdiciñon, el abismo, el olvido. Como cuando se está delante del océano que es misterioso, inmenso, peligroso. Aunque a sus orillas podamos creer que lo tenemos dominado, igualmente es una aventura ingresar en él con desmedida confianza, sin la cautela del sabio. Los conocedores no se atreven a faltarle el respeto, porque saben que de un instante al otro las condiciones varían, allí en donde era llano se abre una fosa profunda, donde estaba calmado existe una corriente subterránea que arrastra sin compasión, donde parecía que el océano perdía su vigor de repente se transforma en un gigante sediento de vidas.
En palabras del salmista (124:5): «entonces las aguas nos hubieran anegado, un torrente hubiera pasado sobre nuestra alma, hubieran pasado entonces sobre nuestra alma las aguas impetuosas«.

Podemos estar ante la misma agua, y sentirla como un lugar seguro, de reposo, de shalom; pero también puede ser la corriente que nos hunde y ahoga, que en su ímpetu nos asfixia y niega la paz.

A veces esto solamente depende de nuestra actitud.
Cómo evaluamos las situaciones y cómo reaccionamos ante ellas.
Las misma aguas de muerte pueden ser convertidas en símbolo de vida; tal como las del río que llevaron a la muerte a muchos niñitos hebreos pero alcanzaron a Moshé hacia el refugio y la educación que le permitió ser el líder que necesitaría Israel para su liberación.

Podemos dejarnos arrastrar por el caos interno-externo, hacia la potestad del EGO y actuar a su merced, como títeres, monigotes, autómatas dominados. O podemos dejar fluir lo incontrolable y hacernos maestros en la construcción de shalom.
Mucho depende de nosotros, no todo, no siempre, pero sí mucho.

Si tenemos la oportunidad, sentémonos al lado del mar, del océano, del río, de un lago, laguna, arroyo… lo que tengamos cerca. Veamos la infinita grandeza del Eterno reflejada en el Cosmos y percibamos Su rastro sagrado en nuestro ser. Optemos por seguir siendo payasos en papel de dictadores, envueltos en caos y desesperación, o quizñas mejor optemos por disfrutar de las aguas del reposo, de la tranquilidad, de la serenidad de la mente que aquieta la agitación de las emociones.
Construyamos shalom, con acciones de bondad y justicia. ¿Es fácil? Seguramente que no, pero se hará mucho más sencillo con la repetición, con el entrenamiento, con la adquisición del hábito del verdadero dominio.

Tomar posesión de la Tierra de Promisión

«di a los Hijos de Israel: ‘Yo soy el Eterno. Yo os sacaré de debajo de las cargas de Egipto y os salvaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros.
Os tomaré como pueblo mío, y yo seré vuestro Elohim. Vosotros sabréis que yo soy el Eterno vuestro Elokim, que os libra de las cargas de Egipto.
Yo os llevaré a la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Avraham [Abraham], a Itzjac [Isaac] y a Iaacov [Jacob]. Yo os la daré en posesión. Yo el Eterno.’
«
(Shemot / Éxodo 6:6-8)

No alcanza con dejar de sufrir, pero nos bastaría.
No alcanza con salir de la esclavitud, pero nos bastaría.
No alcanza con ser testigos de hechos grandiosos y maravillosos, pero nos bastaría.
No alcanza con vincularse de manera especial e íntima con Dios y Éste con uno, pero nos bastaría.
No alcanza con saber que es Dios quien nos conduce, pero nos bastaría.
No alcanza con ir a la Tierra de la Promisión, pero nos bastaría.
Sino que son parte de un camino que conduce a una meta: poseer la tierra que nos pertenece, entonces se cumple a pleno el “Yo soy el Eterno”.

Así también en cada una de las cuestiones de nuestra vida.
Avanzar entre las dificultades, pasar por los momentos de gozo, aceptar las alturas así como las llanuras, en tanto se tiene en mente la meta y se anda hacia ella.
Dejar de lado lo que no aporta a la causa, no encerrarse en celditas mentales, no guardar rencor, no quedarse anclado al pasado o a ilusiones que desvían de la ruta.
Tener conciencia de la meta, hacer lo bueno y justo para llegar a ella.

Las cosas no marchan como quieres, puedes amargarte, abandonar, quejarte, recluirte, luchar con palos contra las sombras, gritar, llorar, hacer de cuenta que no pasa nada… o puedes probar con lo que realmente puede servirte.

La cuestión es dejar la fantasía, transformarla en creatividad. Ésta en aliciente para un proyecto, el cual se traduce en una planificación. Ésta se lleva a la práctica, se evalúa, se modifica en lo necesario. Se continúa ejerciendo nuestro poder con la vista puesta en la meta, sin aflojar.

Habrá momentos de flaqueza, son esperables.
Habrá períodos para sentir que nada vale la pena, que la meta es inalcanzable, que es un error seguir en la senda hacia ella.
Es tiempo para reconsiderar, con la mente creativa pero con los pies bien plantados en la tierra.

Habrá ocasiones de tanta algarabía que parecerá innecesario seguir el esfuerzo hasta la meta.
El secreto está en darse cuenta que la meta a veces puede ser el sentido con el cual vivimos nuestra vida, no un punto al que llegaremos materialmente.
A veces, la meta es concreta tras la cual descubrimos una nueva meta para alcanzar.
Siempre, cada pasito es una meta en sí misma.

¿Qué es lo importante?
Llenar de sentido trascendente nuestra existencia.
Hacer realidad la Presencia en cada momento, construir shalom.

En la reunión

Tienes la sensación de que no sabes moverte entre la gente, o que no te dan el espacio. ¿Será que no te respetan?
Directamente, ¡ni te registran! Nadie se da cuenta de tu existencia.
¿Será ese el problema?

En las reuniones las personas conversan, se juntan en grupitos, van, vienen, ríen, carcajean, susurran, se invitan, y tú sientes que estás por fuera. Cuando ibas a decir algo, el otro te dio la espalda para irse con aquella rubia. Te preguntaron como estás y antes de poder responder ya estabas a solas con una aceituna a medio comer. Se te traban las palabras, estás convencido de que aburres, de que algo provoca que la gente te rechace en tanto los demás la pasan a las mil maravillas. No se te ocurren temas para la conversación, y cuando dices algo tienes la idea de que el otro ni te escucha, difícilmente dejas alguna huella en ellos. Tienes la certeza de que no hay nada interesante para compartir con los demás, y de haberlo, no tienes el carisma para expresarlo. Quisieras parecer inteligente, divertido, profundo, simpático, atrayente, seguro, todo lo que sientes que no eres, para de esa forma obtener la atención y reconocimiento.
Estás por largar el llanto, o de esconderte en algún sillón arrinconado y en penumbras. Quizás pudieras decir una excusa, a la cual nadie prestará atención, para retirarte ya y sumergirte en un pote enorme de helado en la soledad de tu habitación. Quisieras estar en control de esa mezcolanza que son las fiestas, encuentros, banquetes, convites, rejuntes, pero sientes y sabes que no tienes ningún poder allí, todo te supera, te pasa como una marejada enorme y desordenada en la cual te ahogas.
Sí, podrías decir que odias las reuniones sociales, no estás a gusto y preferirías estar en otra parte.

Puede haber algo de cierto en lo que sientes, crees, piensas; pero también te aseguro que hay un enorme componente de imaginación de tu parte.
¿Cómo decírtelo para que no te ofendas?
¡Te estás boicoteando!

El hecho cierto es que las reuniones sociales suelen ser caóticas, no hay un hilo conductor en las charlas, ni un tema que monopolice la reunión. Son olas que van y vienen, con una vida propia que supera a la individual de cada participante. Uno dice algo, el otro habla de otra cosa, aquel intenta responder lo que uno preguntó media hora atrás, ese otro está contando algo que nadie sabe bien qué es, aquellos están en su propio monólogo de a dúo pero en medio de la charla general, el otro interrumpe a cada rato, ese quiere rematar con un chiste tras cada frase de aquel, y así la cosa es mezclada, confusa, dinámica… como si solamente estuvieran pasando el tiempo soledades juntadas en un lugar y tiempo.

Ten presente que estás mostrando máscaras, así como los otros. Habrá seguramente competencia de poder, a ver quien se impone, quien predomina, quien se lleva la atención. Es un habitual choque de las partes más primitivas y menos desarrollables de nuestro ser, con las de los otros; todo ello mediado por reglas sociales, costumbres, expectativas, etc.

Las frases divertidas o inteligentes no son la norma, lo que se busca por lo general es impresionar, o mostrar el control de la situación.
La gente se aburre pero sonríe, mostrar debilidad no es una estrategia admisible por el grueso de la sociedad.
La gente está pensando en lo que ellos quieren responder y no en lo que el otro les quiere decir, porque en verdad poco importa la comunicación auténtica, sino tan solo predominar, obtener la satisfacción, o al menos no pasar papelones.

Tus palabras quedarán en la memoria lo que una papa frita en cumpleaños infantil, lo mismo que pasará con los dichos de los otros en ti.
Tu alarma de estar siendo inspeccionado y en la mirada de todos, probablemente sea solamente tu imaginación. Eres tú quien se cree en el centro de la inspección, los otros seguramente están pendientes de sus propios miedos y debilidades.
Los otros concurrentes, probablemente flaquean como tú en estas situaciones, aunque tal vez tengan a mano algunos recursos para hacer más disfrutable, o menos calamitosa, la ocasión.
Aunque, no faltan los criticones, los cítricos, aquellos que encuentran placer en el sufrimiento ajeno, porque de esa manera vil obtienen una miserable sensación de autoridad.

Por supuesto que hay gente que se mueve en las reuniones con facilidad, sin preocuparse, están en su medio. Pero, ¿quién dice que ellos sean la mayoría o la norma?

No te hundas, no te persigas, no te castigues, no te juzgues, simplemente trata de pasar un momento agradable junto a los otros participantes.
Te ayudaré con algunas ideas.

Si te escondes en algún rincón, si te alejas de los grupos, si estás en una posición defensiva, es muy difícil que puedas integrarte al ambiente de la charla.
Sí, sé que crees que te cuesta, que no quieres ser el centro de las miradas, que tienes miedo de lo que opinan de ti. Estoy consciente de todo eso, por ello es que te sientes como te sientes.
Entonces, haz el pequeño esfuerzo de acercarte a algún grupito y no quedarte por fuera, ni en la periferia, ni en un extremo. Mejor sitúate en el medio de la ronda, por el lugar donde vuelan las conversaciones de un lado para el otro. Así estarás participando incluso sin mover los labios.

Atiende a lo que los demás tengan para decir. Es como una receta mágica, a la gente le encanta hablar y hablar y que alguien les escuche, o al menos parezca hacerlo. Sé tú quien les escucha y por supuesto puedes intervenir cuando te surja algo para comentar.
No te esfuerces en llevar la voz cantante, ni en brindar las respuestas inteligentes, ni en ser el tipo más ocurrente de la sala.
Con tu actitud receptiva y algunas palabras ya es más que suficiente para generar un clima amigable.
Ten en cuenta tu postura corporal, porque los gestos, las posiciones, las entonaciones, las miradas, todo ello dice muchísimo, incluso más que las palabras.

Pero, no tienes la obligación de guardar silencio ni de ser el psicoanalista de la velada, recibiendo en mutismo neutral todo lo que tienen para lanzarte encima.
Tú también tienes algo para contar, algún chiste para divertirte, algo que te molesta, ¡qué sé yo! Lo que quieras y convenga y sea beneficioso para ti y los concurrentes.
Si tienes que interrumpir, y no es algo frecuente en ti, hazlo. Ser amable y amistoso es parte de la construcción de shalom también. Por ello, cuando te interrumpan, pásales la posta. Ya podrás terminar tu idea, o tal vez ya no te interese hacerlo. Tú evalúa, pero con una meta en mente: que todos lo pasen lo mejor posible.

Cuando hables, procura ser claro, conciso, en un tono y volumen que alcance el oído de la gente a tu alrededor, los destinatarios de tu mensaje.
Si no te escuchan, ¿cómo van a saber que estás hablando con ellos?
Y si te escuchan, pero el sonido es estridente, molesto, abusivo, agresivo, aburrido, ¿qué pretendes que te respondan?
Está en ti manifestar tu presencia, hacer que te reconozcan, proponer tu autoridad.
Si estás como si no estuvieras, ¿cómo quieres que aprecien lo que tienes para compartir?
Si tu voz indica debilidad, hostilidad, desprecio, altanería, y por el estilo, ¿cuál crees que será la respuesta del otro lado?

No admitas agresiones pero tampoco agredas.
Si no estás a gusto, puedes correrte hacia un espacio más positivo.
Si por alguna causa debes permanecer en la cercanía de algún personaje tóxico, trata de controlar tus reacciones inmediatas, no les brindes el placer de que te saquen de quicio y así obtener ventajas sobre ti.

Como ves, en este baila participan varios convidados.
Tú eres uno de ellos, las creencias que te dominan cual títere son otras de las que participan.
Si permites que tus creencias, fantasías la mayoría de ellas, sigan dirigiendo tus pasos, pronto estarás en un lugar que podrás sentir confortable pero te horroriza. Tu celdita mental, tu zonita de confort.

Si a pesar de las voces que te disminuyen, haces el esfuerzo de imponer una presencia amable, sonriente, atenta, participativa, confiable, entonces estarás quebrando el dominio del EGO sobre ti, al menos un poquito, lo suficiente para darte confianza y vigor para un nuevo paso.

Si sigues los pequeños consejos e igualmente sientes que eres un fracasado, que la gente te rehúye, que no tienes valor a sus ojos, que te dejan con la palabra a medio decir, en fin, todo lo que ya mencionamos; sería hora de revisar a conciencia tu actitud hacia el mundo, tu sistema de creencias, tus máscaras que ocultan tu rostro, el poder que permites al EGO tener sobre ti.

Ten en cuenta que tienes derecho a la privacidad, a tus gustos, a que no te agraden los eventos sociales. Pero una cosa no quita la otra. Si tu timidez te impide socializar, no es lo mismo a optar por ser retraído. Si sientes como nefasto el tener que rodearte de otros en una fiesta, no es parecido a preferir voluntaria y agradablemente otro tipo de solaz.

Por último, de manera similar a como ocurre con esa timidez social, suceden en los otros obstáculos que están en tu  mente más que en la confrontación con la realidad.

A todo esto, ¿cómo se vincula este tema tan interesante con la finalidad de SERJUDIO.com o FULVIDA.com?

Chocar contra el muro

Es tarde, no sabe qué hora es, no funciona el reloj de su mesita de luz, está todo oscuro.
La fuerte tormenta parece que ha provocado un cortocircuito, o un apagón, o vaya uno a saber. El hecho cierto es que no tiene electricidad en su casa. Apenas entra una penumbra por la ventana, y de a ratos se alumbra la escena por efectos de los relámpagos.
Los árboles se quejan y golpean, hay ruidos por todas partes, pero fue uno en particular el que le despertó. No sabe muy bien qué fue. Solamente recuerda el sobresalto y el despertar. La confusión por el estruendo y la falta de luz, el nerviosísimo al no poder encender las lámparas tranquilizadoras.
Trata de animarse diciéndose que algo habrá volado con el viento, quizás se abrió a la fuerza una ventana, o se rompió algún vidrio a causa de los elementos voladores. Nada para temer, solamente las cosas normales que suceden en una noche de tempestad. ¿No?
En eso, otro ruido fuera de lo común… ¿son pasos? No, no es nada, solo ramas golpeando las paredes de la casa. O, ¿son pasos?
Se agita, su respiración se apura y entrecorta, siente que el corazón está acelerado y como queriendo escapar de su pecho, se siente raro, siente como que está apretado por dentro…
Confesémoslo, tiene miedo.
¿Sabe qué hacer?
Piensa en llamar al 911, pero, ¿qué va a decir?
Semejante grandulón con miedo a una tormenta… ¿eso quiere que quede grabado en el registro oficial?
Miedo, ¿a qué?
Es solo su imaginación que le está jugando bromas, nada más.
Entonces, el rayo destella a través de su habitación… ¡allí mismo, allí donde alcanza a ver con el rabillo del ojo, acaba de ver el reflejo de un gran cuchillo, y pudiera jurar que había un tipo monstruoso sosteniéndolo!
¿Qué hacer?
¿Levantarse y correr?
¿Levantarse y luchar?
¿Levantarse y pedir misericordia?
¿Esconderse bajo las sábanas?
¿Confortarse diciendo que sigue siendo su imaginación?
¿Rezar?
¿Gritar?
¿Amenazar?
¿Lanzar una chancleta?
¿Orinarse en la cama sin atinar a otra cosa?
¿Desmayarse?
¿Cantar sonriente, haciendo de cuenta que está todo bien, y cuando hay pensamiento positivo el universo conspira para hacerle los mandados?
?Lamentarse por lo bajo diciendo: “¿Por qué a mí?”?
¿Qué hacer?

Ante esta escena, sea que esté ocurriendo realmente, o que la esté imaginando vívidamente, o viéndola en una película, su cuerpo, de manera natural reacciona más allá de sus razonamientos, deseos, esperanzas, fe, declaraciones, etc.
Su sistema límbico, que comprende regiones del cerebro que están conectadas al hipotálamo, controla la respuesta del cuerpo ante situaciones vividas como amenazas, de real o sentida impotencia.
El hipotálamo ordena al cuerpo que aumente su tasa de oxigenación, la frecuencia de latidos del corazón, se dilatan sus pupilas, y sus palmas se ponen sudorosas.
Su reacción es natural, es el estrés que se dispara automáticamente y sirve como mecanismo de supervivencia.

A esto nosotros le denominamos IETZER HARÁ, en concordancia con la Tradición, eones anterior a que la ciencia descubriera y describiera los mecanismos fisiológicos en juego. También le llamamos EGO.

Se dispara no solamente en situaciones que provocan este miedo espantoso que describimos, sino también las que son de menor cuantía pero igualmente le significan golpearse contra el muro de la impotencia. Por ejemplo, cuando alguno se coló en la fila y te ganó de mano. ¿Qué sientes?
Cuando el prometido aumento de pronto desaparece, porque el jefe dice que tiene deudas que son prioritarias (su mes de vacaciones en el balneario top, por ejemplo), ¿cómo te sientes?
Cuando alguien se ríe a tus espaldas y crees que se están burlando de ti, ¿qué pasa?
Puedes seguir tú enumerando las miles de ocasiones que por día te suceden cosas que te hacen sentir impotencia.

¿Qué ocurre cuando reaccionamos así constantemente?
¿Qué pasa si imaginamos desastres todo el tiempo, allí en donde no los hay?
¿Cómo vivimos en constante estado de estrés, inundados por los mecanismos del EGO?
¿Cómo serán nuestras relaciones interpersonales, si estamos sometidos al accionar involuntario e inconsciente del EGO?
¿Qué hacer para liberarse?