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El consejo diario 423

El optimismo genuino a veces no trae hechos consigo, porque la realidad no lo permite, y sin embargo sigue siendo positivo.
Igualmente afecta efectivamente a la persona y su entorno, en una acción interna, modeladora, alumbradora, aunque tal vez no provea de una actividad externa.

La fantasía nociva es el delirio disfrazado de optimismo,
la parálisis arrogante que espera milagros sin asociarse a ellos,
la que pretende doblegar a Dios y el cosmos
según el capricho del momento.

Las caras que buscamos, las causas “inteligentes” que asumimos.

Te propongo en este texto estudiar un poco acerca de las caras que buscamos y las causas “inteligentes” que asumimos.
Comencemos.

Miramos al cielo, pronto comenzamos a distinguir figuras, objetos, animales y rostros. También en manchas, en plantíos, en el diseño de la arena llevada por el viento, en el vuelo de las aves, en… ¿en dónde no?

Con más o menos esfuerzo pronto podrás ir identificando rostros humanos, o que pudieran tener semejanza con el hombre.
Te doy unos minutos para que lo hagas, si gustas, con la foto de arriba antes de continuar.

Nuestro cerebro está preparado para reconocer caras, es parte de un sistema de adaptación que se localiza en el área fusiforme facial, situada en el hemisferio derecho cerebral, dedicada exclusivamente al procesamiento de rostros.
Seguramente que desde muy niños estamos pendientes de que esas caras estén allí, aunque no tengamos conciencia de que son de un “alguien”, ni quien es ese “alguien”, pero sí percibimos en nuestra brumosa existencia que cuando ese rostro se encuentra, sentimos que son satisfechas nuestras necesidades. Al estar esa configuración de ojos y boca, y secundariamente lo que forma su marco, pronto desaparece esa molestia que luego denominaremos apetito, se nos quita esa pesadez que luego llamaremos aburrimiento, nos sentiremos alzados cosa que nos calma mágicamente y así con el resto de las necesidades que son cubiertas.
El rostro habitual nos hace sentir cómodos, seguros, menos impotentes, con cierto grado de poder.
Claro, cuando el niño es atendido y cuidado; en caso de faltar regularmente la atención adecuada, es más que probable que se forme algún trastorno, si se tiene la predisposición genética para ello. Las dificultades pueden ser variadas, dependiendo de la parte orgánica y de la regularidad de las distorsiones en el cuidado.

Es natural que estemos expectantes por la aparición de ese rostro benefactor. Tanto que llegamos a desdibujar información que recibimos por medio de los sentidos para hacerlo aparecer “mágicamente”. Allí en donde casualmente hay dos orificios y una raya, tenderemos a ver un rostro. Aunque se aun efecto de luces y sombras, un objeto inanimado sin pretensiones de cara, igualmente nuestro cerebro creará esa ilusión (aunque no es así habitualmente en el caso de los esquizofrénicos).
Cuando los rostros no están allí, realmente, el cerebro se encargará de tomar percepciones difusas para suponer y fantasear caras.
Podemos imaginar otras configuraciones, pero la del rosto es habitual.

Ejemplos sobran, te daré un par, supongo que bastante conocidos.


La famosa efigie en la superficie marciana, que es nuestro cerebro el que la forma a partir de sombras y una imagen de muy baja resolución. Comprobado está,

gracias a nuevas fotografías mucho más nítidas y detalladas, que no existe tal efigie.

Y otra imagen, de una parte posterior de un reloj despertador, donde fácilmente reconocemos un rostro amargado (quizás por su rudo trabajo diario), donde no hay más que perillas y un surco para apagar la alarma.

 

 

 

Nuestros primitivos ancestros no tenían mucho conocimiento acerca del mundo, ni del interno ni del externo.
Como podían iban adquiriendo nociones, formando conceptos, transmitiendo la información a sus congéneres y a los descendientes.
A pequeños pasos avanzaban en la elaboración de una cultura.
Veían el mundo y lo decodificaban con los elementos que tenían a mano en su caja de herramientas conceptuales, las cuales eran bastante escasas.

Dadas estás condiciones, no tardaron en proyectar su EGO en el mundo.
Expliquemos del EGO brevemente, porque sobre la temática hemos escrito más que en abundancia y se encuentra todo el material accesible y gratuito aquí mismo.

Llamamos EGO a una función cerebral, primitiva, natural y necesaria del ser humano (probablemente de la mayoría de los animales).
Cuando se presenta una situación de impotencia se disparan algunos de sus instrumentos, que son bien rudimentarios: llanto, grito, pataleo y en caso de no ser efectivos los anteriores, también la desconexión de la realidad.
Así, un bebe humano, el cual es absolutamente impotente durante mucho tiempo, cuando siente esa impotencia reacciona automáticamente con llanto, grito, pataleo y/o desconexión de la realidad.
Este mecanismo natural sirve en situaciones de real impotencia, cuando no hay otros procedimientos que permitan reaccionar a tiempo y conseguir llamar la atención salvadora, o responder satisfactoriamente, o conseguir eliminar la necesidad vivida como traumática.
Es un mecanismo realmente útil, posiblemente salvador, en aquellos extremos en los cuales no existe otra manera de responder.

El problema radica cuando se dispara el EGO en situaciones de impotencia sentida, que no tiene una presencia real y que pudiera afectar la salud o vida de la persona.
Un ejemplo clásico: el niño no obtiene una golosina y rompe a llorar, como si fuera poco arma tremendo escandalo con sus gritos, por si no alcanzara patea el piso mientras rueda agitando los brazos como poseído por una fuerza demoníaca (es una metáfora), sin parar de berrear, babear, atronar con sus exclamaciones lastimeras y agresivas. Todo porque, no le permitieron disfrutar de esa malsana golosina.
¿Amerita ese drama espantoso y “apocalíptico” la impotencia sentida por no paladear un caramelo?
Por supuesto que no, ¿no?
Pero, en la creencia inconsciente del niño, ¡por supuesto que sí!
Es su arma para batallar contra la impotencia sentida, para obtener lo que desea, para llamar la atención y recibir lo que quiere, es su válvula de escape para el estrés de sentirse negado.

Este ejemplo lo podemos extrapolar con simplicidad al niño de cualquier edad y en cualquier rol social, desde 0 a 120 años.
El esposo que abofetea a la esposa porque se le quemó el pollo con arroz (¿suena atroz? ¿parece irreal? sí, pero conozco personalmente a estas personas).
El tipo que salió con un revolver a matar al que le abolló un poco el auto en un pequeño accidente de tránsito.
La madre que pega cintazos tremendos en la espalda del hijo desobediente en cosas mínimas.
Podríamos continuar, pero creo que se entiende la idea.

A esto sumemos las situaciones en las cuales no hay un otro presente, sino que el sentimiento de impotencia es en soledad.
Entonces nos agredimos a nosotros mismos, con palabras o actos.
O planeamos macabras venganzas.
O rumiamos nuestro odio y desesperación.

Por si fuera poco, añadamos lo que quizás no es tan evidente como gritos, golpes o llantos.
Las mentiras, el engaño, fraude, hostigamiento, y muy especialmente la manipulación, esto es por lo general, hacer sentir al otro en impotencia para que se sienta obligado a realizar una acción a nuestro favor, que de otra manera no la haría.

Tenemos al EGO ejerciendo su función fuera del contexto para el cual fue diseñado.
El EGO secuestrando al pensamiento para lograr sus objetivos de someter a la persona, incluso haciéndola creer que tiene poder.

Así nos poblamos de creencias de impotencia y otras de poder allí en donde no existe.
Son creencias prestadas/impuestas por otros o torpemente auto confeccionadas.
Creencias que nos paralizan en el miedo, que recordemos, todo miedo se resume al “no poder”.
Creencias que nos dejan débiles y sin reacción constructiva, aunque físicamente estemos en plena capacidad.
Creencias que nos encierran en celditas mentales, nos esclavizan, sin haber ninguna cadena ni barrote que nos esté apresando.
Nos sentimos impotentes, inútiles, incapaces, fracasados, ineptos, inapropiados, perdedores, con mala suerte, no merecedores de cariño y/o respeto, y otras creencias por el estilo que nos llevan a reaccionar desde el EGO, y por tanto no de una manera realmente adaptativa y que nos empondere y libere.

Por ahí actuamos un poder que realmente no tenemos, y somos abusivos, paternalistas, entrometidos, mandones, tiranos, hostigadores, violadores y una decena de otras maneras espantosas de vivir sometiendo a otros con ilusiones de poder, pero sin el verdadero poder del autocontrol, de la confianza, del trabajo positivo que construye shalom.

A todo esto, ¿qué tiene que ver con las pareidolia y especialmente la de vislumbrar rostros incluso donde no se encuentran?
Te daré una respuesta parcial en este momento.

Nuestros primitivos ancestros, y muchos actualmente, no solamente crean esos rostros inexistentes haciendo uso de información distorsionada. Van un pasito más allá y se inventan inteligencias y poderes sobrenaturales, allí donde precisan sentirse seguros, observados por una entidad superior y protectora, cuando se sienten impotentes y angustiados reclaman por un EGO salvador que los rescate milagrosamente.
Entonces, con retazos de información mezclados con sus creencias, suponen presencias angelicales, intervenciones divinas, causalidades en vez de casualidades, destinos, hermanos ascendidos, extraterrestres metafísicos, dioses y demonios, que están ejerciendo sus influencias en el mundo.
Son entidades con inteligencia, y que también pueden ser de alguna forma manipulados con los trucos corrientes del EGO. Se ora para obtener beneficios. Se pacta con ellos. Se negocia curaciones y éxitos comerciales. Se los adora a cambio de bendiciones. Se diezma para que de alguna manera llueva la riqueza. Se ofrenda hasta lo imposible, para que el dios esté controlado por el minúsculo hombre.
Puedes ver a tu alrededor, quizás en ti mismo, y encontrarás esto. Sí, también hay multitud de judíos y de noájidas, que debieran llevar otra manera de vida, que se comportan de esta manera y sustentan creencias similares. Multitud, lamentablemente. Por lo general, son los que viven el judaísmo y el noajismo como religión, en lugar de como lo que realmente son: modos de vida multidimensionales, con especial anclaje en la espiritualidad.
Pero sin dudas que esto se aprecia con muchísima claridad y frecuencia en gente religiosa, cristiana, musulmana, animista, santeiros, etc. Donde predominan las creencias de dioses que son como títeres en manos del creyente. Si el adorador hace x el dios responderá y. Si el fiel clama j el dios enviará k. Etcéteras hasta el infinito.

Se presume de la existencia de inteligencias escondidas, de la efectividad de los poderes sobrenaturales, y a través de las ilusiones que provoca el EGO uno se encuentra aprisionado por ello y en completo estado de impotencia, o tramposamente se provoca el sometimiento del dios a través de trucos religiosos.

No faltará quien acusará a judíos y noájidas de cuestiones similares.
Como habrás visto, estoy de acuerdo de que nadie está libre de “pecado”, en esto. Hay muchos que actúan así, en discordancia con lo que es el judaísmo y el noajismo.
Además, es una cuestión totalmente normal, humana, que se puede limitar y reducir con el estudio, el aprendizaje de otras pautas de vida, con el entrenamiento para construir shalom en lugar de moverse a instancias del EGO.
El gran problema es cuando el modo “animista” se institucionaliza y pasa a ser credo obligatorio, cuestión de “fe”, lo que marca la “santidad” de la herejía.

Pero, ni el judaísmo ni el noajismo en su pureza y sin contaminación de religión (que es siempre una proyección socializada del EGO), precisan de trucos, ni de magia, ni de asumir cosas fantásticas que no se apegan a la realidad que pudiera ser compartida y comprobada (en la medida de lo físicamente comprobable).
La base de ambas es una vida de construcción de shalom, por medio de acciones concretas de bondad Y justicia, en donde las creencias quedan en segundo plano.
Entonces, uno puede llevar una vida simple y al mismo tiempo completa, plena de santidad y espiritualidad, sin empeñarse en aprender párrafos, ni participar de rituales, ni llenarse de dogmas.

Pero además, el judaísmo tiene una milenaria tradición que se ha preservado y en la cual se mantiene el relato fidedigno de las ocasiones en las cuales Dios se manifestó a los hombres, y cuáles fueron sus pedidos explícitos.
No se basa en creer por fe, ni en negar la inteligencia humana, sino en recibir y trasmitir un mensaje que se ha venido cuidando de generación en generación. Desde aquellos que vivieron en carne propia la revelación de Dios al pueblo judío en el monte Sinaí, y luego manifestó Su Presencia a diario ante todo el pueblo durante cuarenta años. No se trata de creer en cosas absurdas o en imaginar dioses mágicos, sino de continuar el relato fielmente y sin modificarlo, de cuando Dios se presentó y mostró Su existencia y Su relación con el mundo.

En este caso, no es una sombra que forma un rostro en nuestra imaginación.
No es una deidad que suponemos, para que de esa manera nos sintamos protegidos y con poder sobre el dios.
Sino un “ser” real, Dios, que no hubo que imaginarlo ni inventarlo, ya que Él se encargó de hacernos sentir su Presencia.

Cuidado con los que actualmente te dicen que sienten a Dios en esto y aquello, porque probablemente estarán imaginando dioses, tal como vemos la cara en la parte trasera del despertador.
Cuidado con los que insisten en llevarte a una existencia de nubes mágicas, rituales de poder metafísico, carismáticos líderes que auguran controlar o explicar todo. Mucho cuidado con suponer inteligencias superiores allí en donde solamente hay EGOs inferiores.

Ser simple no es lo mismo que ser simplón

Tenemos esa tendencia a complicar lo que de por sí es simple.

Sea a la hora de expresarnos.
O para resolver lo que se presenta como problema.
O para descubrir patrones de conductas.
O para explicar sucesos.
O súper simplificando al punto de perder de vista la realidad.
O para manejar los recursos que tenemos a disposición.
O buscando controlar aquello que está más allá de cualquier control que podamos ejercer.
O negándonos a controlar aquello que es de nuestra potestad dominar.
O… son infinidad de oportunidades y situaciones en las cuales ejercemos esa extraña atracción por la complicación en lugar de optar por el camino de la sencillez, de lo concreto, de lo simple.

Entrenarnos a ser simples, sin por ello ser banales, es una gran tarea, una consigna que puede llevar toda nuestra travesía terrenal.
Apreciar lo sencillo, valorarlo, apreciarlo, promoverlo, crearlo, ¡qué gran misión!

Como cualquier otro hábito, precisa de repetición y constancia para conseguirlo.
Si actuamos de manera enrevesada, una y otra vez, difícilmente encontraremos la claridad mental y la acción concreta certera.
Si poblamos de palabras nuestro discurso, para finalmente no decir mucho, o directamente nada, ¿cómo estaremos capacitados para comunicarnos auténticamente?
Si en cada ocasión aprovechamos para perseguir sombras, llenarnos de sentimientos pesados, descartar la simplicidad que revela una opción más válida, ¿cómo desprendernos de ese constante sentimiento de impotencia?

La vía simple, es la sugerida.
Puedes ponerte en campaña hoy mismo para lograrlo.
Si algo lo puedes decir en pocas palabras, ¿para qué añadir?
Si el camino breve te lleva a buen puerto, ¿para qué dar vueltas alrededor de nada hasta encarar hacia la meta?
Si las explicaciones pesadas no aclaran nada, ¿por qué no preguntar y encontrar la luz?
Si las creencias absurdas se caen por su ineficacia, ¿no es mejor declarar la detención de las excusas y el comienzo de un pensamiento analítico?

Sé simple.

Aprender a elegir

Una de las cualidades humanas es la de poder escoger con relativa independencia.

Es indudable que tenemos instintos que son automáticos y provocan acciones irreflexivas.
También nos moldean las pautas que nos dan otros, nuestros padres y familiares, nuestras creencias, las entidades sociales, nuestros amigos y compañeros, la escuela, la tnuá, etc.
Pero, en última instancia, cada uno se define con sus decisiones.

A veces nuestras elecciones coinciden con las de nuestros mayores, cuando libremente optamos por prolongar sus pasos.
Este es uno de los grandes secretos de la continuidad de la nación judía.

La capacidad de elegir es natural en el ser humano, pero se cultiva y fortalece a través del aprendizaje.
Por esto, es imprescindible educarnos, adquirir todo tipo de herramientas que nos ayuden a diseñar con talento nuestro camino.
Soñar o desear no alcanzan, sino que también hay que prepararnos, planificar, ocuparnos, realizar para disfrutar, en lo personal y con el prójimo, la bendición que es la vida.

El judaísmo lo sabe hace milenios y por ello muchas de sus tradiciones y ordenanzas tienen la finalidad de ayudarnos a aprender a elegir con responsabilidad, a ser comprometidos, a querer construir el Shalom en cada situación.
Por ejemplo, el milenario Talmud señala: “El futuro del Mundo depende del aliento de los niños que van a la escuela”.

¿Se dan cuenta?
¡El futuro del mundo, ni más ni menos, depende de la educación de los niños!
Así enseñaban y vivían nuestros sabios.
¿Sigue siendo válido actualmente? ¿Qué opinan?

Educarse para la vida, comienza con el nacimiento, o incluso antes.
Llegamos a este mundo con nuestra maleta repleta de misterios para descubrir, proyectos para concebir y desarrollar, muchísimas oportunidades para ser socios en la creación de un mundo mejor.
Llegamos a un ecosistema y a un marco familiar. Estamos rodeados de amor, de incertidumbres, de deseos, de personas, de cultura, de historia, de ideales, de proyectos, tradiciones locales y religiosas. Todo ello tiene su parte en nuestra formación.

Así, por ejemplo, en la semana de nuestro nacimiento se leía una determinada parashá, hecho sobre el cual algunos místicos judíos dicen que encontramos en ella mensajes ocultos “personalizados”.
Será cierto o no, ¡yo no lo sé!
Pero si sé que resulta muy interesante aprender nuestra parashá, no solamente a leerla de manera ritual, sino a comprender su significado, encontrar enseñanzas, compartirlas, etc. Seguramente que al hacer esto ya estamos encontrando, o elaborando, mensajes personalizados que tiene el judaísmo para cada uno de nosotros.
En un aparte, permíteme decirte que así podemos hacer con cada una de las parashot, conocerla, profundizar en ella, leerla de la forma ritual, encontrar paralelos con otras porciones del texto sagrado, elaborar mensajes personalizados, compartirlos, hacer que la Torat Jaiim (Torá de vidas) sea una Torá con vida, que vive en cada uno de los que la internalizan y llevan sus moralejas al mundo cotidiano.

Nacemos y seguimos en completa dependencia de otros, pero paulatinamente vamos comenzando a dar nuestros propios pasos. Nos introducen conceptos y valores, aprendemos, experimentamos, probamos, nos caemos y nos volvemos a levantar. Cada vez vamos adquiriendo mayor fortaleza y seguridad, por eso podemos irnos despegando de a poquito de nuestros padres. ¡Esto es bueno! Pero solo un poquito.

Entramos a la escuela, y la escuela entra en nuestro ser.
Nuestro entorno físico cambia, pero especialmente el social, porque hay otras personas parecidas a nosotros, somos pares.
El centro de nuestro pequeño mundo ahora no es mamá, papá, bobe-yaya, zeide-tata, la señora que me cuida, los hermanos (por lo general o más grandes o más chicos), ni siquiera la maestra. ¡Somos nosotros y nuestras relaciones!

Con estos hermanos del camino vamos aprendiendo a decidir y a comunicarnos. A aceptar y a rechazar. A caminar y a detenernos. A reír y a llorar, con motivos y no automáticamente. A negociar y a compartir por gusto y no por obligación.
Ya no somos obra exclusiva de otros, estamos siendo también nuestra propia escultura genial y viviente.
Lentamente, pero sin pausas, estamos pudiendo integrar lo recibido de fuera con lo creado por nosotros mismos.

Nuestro desarrollo fisiológico nos lleva a la pubertad, a la edad de las mitzvot, en que promediamente se festeja la bat y bar mitzvá. Nuestro cuerpo comienzo a cambiar, tal como nuestros pensamientos y sentimientos se van complejizando y consolidando.
Es de esperar que hemos internalizado gran parte de nuestra educación en valores, como el ser solidarios, respetar al prójimo, ser responsables, aceptar los propios errores y tratar de corregirlos, ser comprometidos, entre otros.

Es esto, precisamente lo que celebra la edad de las mitzvot, la bat y la bar mitzvá.
Atravesar el umbral que separa la etapa de la infancia con el inicio de la nueva fase.

Muchas cosas empiezan a cambiar, otras a reafirmarse, otras a endurecerse.
En el cumplimiento de los mandamientos, para los varones por lo general, se comienza a usar los tefilín a diario –en días comunes-.

Se ponen con una de sus cintas rodeando la cabeza, con su caja a la altura de los ojos donde nace el cabello (en mi caso donde nacía).
La otra cinta se ajusta al brazo hasta la mano, con su caja a la altura del corazón.
Esto simboliza que podemos lograr la perfección cuando las percepciones, la mente, los sentimientos y la acción están unidos para conseguir una meta positiva.

Al prepararnos para ser bat y bar, al estar juntos en esta tarea, unimos la escuela con la casa, la familia con los compañeros, la emoción con el estudio, las esperanzas con el trabajo, los deseos con el compromiso, la alegría con la seriedad, el ser niño con el comenzar a ser adulto.

Es un paso más, importante y querido, en la vida de un joven judío, o joven judía.
Es un nuevo desafío, el de comenzar a ser quien decide y trata de escoger siempre la vida, a través de la construcción permanente del shalom (con acciones buenas Y justas).

(Escrito para ser publicado en SERJUDIO.com pero que pudiera tener beneficios para la espiritualidad noájica. ¿Sabes cuáles? ¡Compártelos como comentarios!).

Si quieres ser poderoso

Es habitual que el EGO quede al mando de la vida de la persona y la someta a sus caprichos.
Vive sumergida en sentimiento de impotencia, manipula, siente miedo, escapa, disfraza su realidad, busca dioses fuera, o líderes fuertes, cosas a las cuales aferrarse (supersticiones, religiones, partidos políticos, hinchadas deportivas, equipos deportivos, etc.) que le hagan mitigar sus pesadillas y angustias.

¿Entiendes cómo y por qué hay tanta corrupción en el mundo?
No es por una cuestión diabólica o mágica, es simplemente como estamos diseñados y la manera que tenemos de accionar primitivamente.
El EGO de cada una de las “ovejas” que está sometido al EGO del “pastor”.

Nuestras debilidades, reales o sentidas, nos hacen buscar el cobijo, la protección, la salvación, y desesperados corremos a las garras de los lobos que se disfrazan como pastores.
Tristemente nos recuerda el sabio proverbista: «Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean.» (Mishlei / Proverbios 10:24).

Lo que el EGO lleva a temer, suele ser lo que sobrevendrá.
Si la persona quiere escapar de la soledad, manipula para no estar solo, se esconde del aislamiento, terminará tarde o temprano solo, aunque esté rodeado de gente.
Aunque haga cualquier sortilegio y fórmula mágica pretendiendo controlar a su dios y de ese modo milagrosamente sentirse controlando al universo, terminará avasallado por las fuerzas que no puede controlar… si ni siquiera puede controlar lo que siente, cómo se siente, cómo se somete al EGO…
Y así con cada pesadilla que se le cruce, tarde o temprano se hará realidad. A no ser que cambie la pisada, que evapore al EGO, que viva de acuerdo al AMOR.

Lo mismo, exactamente igual, ocurre con el aprovechador, el pastor de la manada. Pudiera parecer que está por encima de sus miedos, que tiene el poder, que se aprovecha con libertad de la indefensión de los otros.
En lo superficial, eso puede ser exacto. Es un poder evidente el que tiene sobre otros, pero es solo una apariencia.
Su poder descansa sobre pies de barro que en cualquier momento se despedazan y provocarán la caída del poderoso.
Tal como en el sueño del emperador que interpretara el vidente Daniel: “Tú, oh rey, veías y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.” (Daniel 2:31-34).

Cuando algún poderoso alcanza su dominio empleando las herramientas del EGO, el suyo es un falso poder. Como el de dictadores o imperios que dominan por la fuerza de las armas, de las mafias que atormentan con su violencia, de los grupos de influencia que dictaminan orientaciones con manejos económicos poco honestos, los chicos pendencieros que escapan de su debilidad atormentando a otros, etc.
Detrás de todas estas máscaras de poder, detrás de todos estos uniformes de dominio, hay hombres débiles, miserables, desgraciados, temerosos, incapaces de vencer a su EGO.

Estamos metidos en un juego macabro en donde gente pendiente de lo que otra gente ve, opina, juzga, critica, proclama, denuncia, reclama, ordena, manipula.
Un jueguito recíproco de manipulaciones, en donde alternativamente podemos ser víctima, agresor o salvador. Y vamos dando tumbos, buscando salvadores, salvando o agrediendo y detrás de estas tres imposturas, siempre el EGO.

El Rav Kook enseñó: “hay gente libre que tiene alma de esclavo y hay esclavos que están sus almas llenas de libertad; quien confía en sí mismo es libre, en tanto que el que está pendiente de la aprobación y beneplácito de otros, es un esclavo.”
Todos nacimos para ser libres, solamente atados a los mandamientos del Eterno.

Pero allí, en medio, se interpuso el EGO.
Éste nos lleva a buscar a quien manipular y por quien ser manipulado.
Si viviéramos con confianza en nuestra misión sagrada, con amor y respeto por nuestra identidad, con aprecio a nuestro legado, entonces no estaríamos en derrota, en exilio, esclavizados. Pero, no confiamos, no amamos, no respetamos, no cuidamos, y por ello nos sometemos.
Así, en un gran fracaso nos amparamos en dogmas y doctrinas, creencias y religiones, filosofías e idealismos, proponemos dar otras mejillas pero alzamos las armas (como los cruzados del cristianismo), clamamos por paz pero estamos manchados de sangre (como los islámicos, “religión del amor” llaman a la suya, pero solo predican y actúan el salvajismo más cruel y sádico), nos envolvemos con rituales pero carecemos de solidaridad (como tanto religioso pero carente de espiritualidad).

Es una imagen que se repite, una y otra vez, en cada época, en cada lugar.
Desde antaño los profetas del TANAJ la denuncian y profetizan, una y otra vez.
Y son los profetas quienes proponen la solución: la TESHUVÁ, que es el proceso del sincero arrepentimiento (que ya estudiamos varias veces aquí).

Por ejemplo, el profeta Amós clamaba:

«¡Buscad al Eterno y vivid!…
Vosotros que convertís el derecho en amargura y echáis por tierra la misericordia,
buscad al que hizo las Pléyades y el Orión, que a las tinieblas convierte en mañana, y que hace oscurecer el día hasta que se hace noche. Buscad al que llama a las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. ¡el Eterno es su nombre!

¡Buscad el bien y no el mal, para que viváis!
Así estará con vosotros el Eterno Elokim de los Ejércitos, como decís.
Aborreced el mal y amad el bien.
Estableced el juicio en el tribunal…
«
(Amos / Amós 5:6-8, 14-15)

Así pues, hay que arrepentirse, volver a la senda correcta.
Dejar de lado al EGO para vivir de acuerdo al AMOR.

No se brinda por gracia, ni cae en paracaídas desde el cielo.
No es obra de espíritus santos ni de revelaciones majestuosas.
No se produce con bailoteos, parloteos y ensalmos cabalisteros.
No depende de la aprobación de un jeque religioso, ni del acuerdo de los poderosos.
Todo esto  es manifestación del EGO.

Sino que se produce con un trabajo constante, sin pausa, respetuoso, de construcción de shalom.
No lo hacemos de un día para el otro.
Cada momento con acciones de bondad y justicia.
Con un pensamiento genuinamente positivo.
Con comunicación auténtica.
Con lealtad al Eterno y especialmente solidaridad con el prójimo.

El consejo diario 422

Está de moda la creencia de que el pensamiento positivo todo lo arregla,
esto no es pensamiento positivo,
ni es sinónimo a optimismo,
y por supuesto que no tiene base en la Torá.
De hecho, tampoco se podría decir que es pensamiento,
sino simple repetición de un lema fantástico.

Es solamente una ilusión del EGO
para generar la parálisis de la razón,
el cáncer de la justicia,
la falsificación de la verdad.

Es una peligrosa la fantasía de controlar lo incontrolable,
de manipular al cosmos y hasta al mismo Creador.
¿Puede haber algo más perjudicial?

El genuino optimista mantiene sus pies firmes en la tierra, mientras su cabeza imagina, crea, analiza, coteja, evalúa, confía, reza.
En medio, está el cuerpo entero dedicado a la acción necesaria y modificadora de la realidad.
Con esperanzas sustentadas en hechos,
con deseos limitados por la experiencia,
con la actividad constructora de shalom sin pausa.

El consejo: evita las fantasías de dominación, para obtener una claridad del pensamiento que te lleve a la acción positiva.

Malvados llamados muertos

«los malvados aun en vida son llamado muertos«
(TB Brajot 18b)

¿Qué podemos aprender para nuestra vida diaria de este pasaje talmúdico?

Ante todo, tenemos que tomar en cuenta que no está mencionando al pecador “normal”, sino al malvado.
¿Quién es éste?
Aquel que peca por ánimo contrario a Dios, por anhelo de rebelarse, para oponerse a la divina Voluntad, para provocar daños adrede contra el bienestar del prójimo.
No se trata del que se equivoca o por ignorancia falla.
Ni del que sabiendo que peca, igualmente lo hace para obtener alguna ventaja material o por pereza, pero sin intención de perjudicar a nadie, ni para demostrar su rebeldía contra Dios y Su Voluntad.
El párrafo se refiere a una clase pequeña y específica de gente, que no hace a la generalidad.

Estos malvados llevan una vida sin sentido, carente de trascendencia, tal como la de los muertos.
Porque, ¿qué aportan para su disfrute en el Más Allá los que ya están muertos?
¡Nada!
El tiempo para sembrar es durante el transcurso de la vida terrena. Terminada ésta, ya no queda más actividad para realizar. Es el tiempo de la cosecha.
Lo que se sembró, eso se cosechará.
(Por ser Dios Bueno, además de Justo, Él se encarga de componer la hacienda de los que no pudieron realizar una tarea digna. Pero, es un tema que no corresponde a este post, y que además ya hemos tratado en varias ocasiones anteriores).

Aquel que a propósito plantó semillas podridas, llenas de espanto, ¿podrá recoger felicidad?
El que adrede mantuvo una postura belicosa, revoltosa y carente de mirada espiritual (trascendencia), ¿recibirá algo diferente a su justo y correspondiente pago?

Así pues, los malvados respiran, sus corazones laten, en el examen médico confirman su salud, hacen y deshacen, pero detrás de todo ello no hay nada de valor eterno para rescatar.
Al morir a este mundo, pasan a una vida vacía, probablemente tenebrosa, en el Más Allá.
La brújula que marca sus vidas no apunta al Norte (Dios, el bien, la justicia, la solidaridad, el shalom, etc.) que es la vida plena de sentido trascendente; por el contrario, directamente apunta hacia el otro lado (mal, corrupción, engaño, burla, destrucción, banalidad, etc.).
Con sus acciones no están formando recuerdos placenteros para la vida eterna, sino imágenes atroces, dolor, miseria, amargura, vacío.
¿En qué se diferencia esto de una vida similar a la muerte?

Podemos aprender que nuestros actos aquí tienen una tremenda repercusión, se preserva la memoria y su sensación correspondiente para la vida luego de esta vida.
Tenemos la libertad para escoger cómo vivimos.
Podemos construir shalom, de lo cual posiblemente obtendremos réditos en este mundo y recibiremos dicha luminosa en el mundo de la Verdad.
O podemos actuar arrastrando la confusión, desparramando el caos, agobiando al prójimo, burlándonos de las cosas sagradas, oscureciendo para nuestra conciencia la LUZ de nuestro Yo Esencial, adorando la falsedad, difundiendo la “mala” palabra, a la postre, ¿cuál será la cosecha que recogeremos?

Toda persona comete errores, más o menos graves, con mayor o menor voluntad de contender contra Dios.
Como sea, hasta el último instante de vida terrenal tenemos la puerta abierta para el arrepentimiento sincero.
Porque, nuestra esencia pura, la NESHAMÁ, esa chispa divina que es nuestra identidad verdadera, ese nexo con Dios, es incorruptible, indestructible. Ningún pecado corta el lazo que nos une con nuestro Padre. Estamos siempre ante Su Presencia, obteniendo Su LUZ. A causa de nuestros pecados vamos perdiendo la conciencia de nuestra belleza intachable espiritual, pero allí, en el lugar escondido que la cobija, sigue estando. A la espera del retorno, de poder alumbrar nuevamente cada recoveco de nuestra existencia.

El pecador que borra las manchas que tapan esa LUZ, obtiene una claridad espectacular, un lugar que ni siquiera el más perfecto justo puede ocupar.
Los que estaban sembrando una posteridad vacía, pueden también poblar de sentido su existencia terrenal y de plenitud su eternidad.
Depende de lo que decidan y cómo vivan.

Esperemos que muera el pecado, pero no el pecador.

El consejo diario 421

Al nacer no tenemos nada que sea propio, ¡ni siquiera el cuerpo!
Lo que somos en ese momento es lo aportado por el ADN de nuestros padres, más lo que fuimos recibiendo como nutrientes a través del cordón umbilical. Fueron procesos automáticos los que permitieron crecer y desarrollar nuestro organismo, sin que interviniera en nada nuestra voluntad o la de otras personas.

Nuestra neshamá, el espíritu, tampoco es nuestro, ya que proviene directamente de Dios.

El consejo: con lo que te regalaron haz tú propia vida, de la que puedas estar satisfecho y en paz, contigo y con tu prójimo.

Cuando partas de este mundo, devuelves el cuerpo, la neshamá sigue siendo de Dios, pero tu vida es lo que legas y lo que disfrutas en la eternidad.

Reclamo de amor

No estamos interesados en la verdad, ni en la justicia, ni en establecer shalom;
en el fondo (o más arriba) todos estamos pidiendo que nos quieran.
Que una madre esté atenta, que nos alce en brazos, que nos mime, que nos cobije y nos diga cuanto nos quiera solamente por ser quien somos.
Que un padre nos proteja, nos sostenga, nos aliente, nos dé una palmadita de confianza, y hasta una nalgada para enderezarnos, que también nos quiera y por ello nos corrige.
Ser alguien para algún alguien.

Entonces, viene el pastor, el gurú, el político, el jefe de la manada, el referente y no nos interesa que tan sabio sea, ni cuanto conozca de su libro revelado, ni cuanta verdad haya en sus palabras y gestos, tampoco estamos tan atraídos por la mística en sí misma, ni tan siquiera por milagros o apariencia de tales. Solo queremos que nos quieran.
Que el rabino, o el “padre”, esté allí para nosotros. Que nos conozca. Que nos pregunte de nuestra vida. Que nos diga alguna palabra alentadora. Que nos consuele. A veces que diga algo interesante y con contenido. Pero siempre, siempre que sea una presencia querendona, que destile amor, aunque sea solo para cumplir su labor profesional.

Así, el brillante maestro, el inteligente consejero, el listo psicólogo, el educado ministro espiritual, el experiente líder del grupo, de poco vale si no aporta ese carisma especial, que poco y nadie tiene que ver con dotes intelectuales, habilidades sociales, sino solamente con estar ahí para que la persona se sienta satisfecha, como el niño aupado a la madre luego de saciarse con su leche.

Desde el pequeñito al anciano, hasta el que está con un pie ya entrando a la tumba, lo que se anhela es esa mano firme, ese seno acariciante, esa aura de protección y cuidado, esa magia inconfesable de ser hijo de una madre (un padre) que atiende y concede su presencia activa.

Cuando este “secreto” está en manos de los manipuladores (de toda calaña, religiosos, políticos, mercantiles, sindicales, grupales, etc.),
sea porque están conscientes de él, o simplemente porque lo emplean sin mucha teorización detrás,
podemos comprobar cómo caen masas de ovejas que se fidelizan a su pastor.
Se congregan en torno a esa imagen de solvencia, que es un remplazo para esa madre (padre) añorada desde las entrañas.
Puede ser el guía más obtuso, el que les inyecta venenos de todo tipo, el que les quita sus pertenencias y sueños, el que poco ayuda a mejorar sus vidas en la realidad; pero, sigue siendo el que les provee de esa magia que desde lo profundo les succiona la existencia. Así ha sido, y sigue siendo. Cuando vemos con detenimiento las figuras clásicas que congregan gente a su alrededor, nos encontramos con este estereotipo. Desde el curita de la cuadra, hasta el dictador enloquecido pero amado por las masas. Desde el nuevo gurú cabalistero, hasta el maestrito ignorante pero poblado de discípulos. Desde el rabino que convoca multitudes aunque su profundidad halájica y conceptual es escasa, hasta el demagogo que ofrece más de la misma miseria pero no pierde una elección. Es gente muy hábil en esto de aparecer como figura de “amor”, que está presente en las cosas de la vida de sus seguidores, aunque probablemente en los hechos no tenga ninguna efectividad. Pero está, conoce por el nombre, pregunta por la esposa, se acuerda del aniversario, le dice la palabrita cursi pero esperada, se vende como el ser especial que te ama y tú lo compras.

Queremos que nos quieran, lo que nos conduce por caminos no siempre luminosos y de crecimiento.

Por supuesto, si conoces nuestras enseñanzas, habrás descubierto al EGO también detrás de esto.
Lo sabemos.

Y ahora me dirijo especialmente a los líderes actuales y futuros de FULVIDA, y sus ramificaciones. Es una exhortación apta para todos, pero dirigida personalmente a cada uno de ellos.
Resulta imprescindible educarnos para ser esa persona amorosa, atenta, que se ocupa por la gente que está a nuestro alrededor. Para fortalecer nuestras comunidades, hacer que los grupos a los que pertenecemos o lideramos no se pierdan detrás de cantos de sirenas asesinas que llevan a la muerte pero ofrecen la atención que el niñito lastimado y necesitado está llorando por recibir.
Eduquémonos también para ser complacientes, a la par que firmes, no dejemos solamente llevarnos por elaboraciones intelectuales, por estudios elevados, por aspiraciones de mundos ideales; seamos constructores de shalom en los hechos cotidianos, con acciones de bien Y justicia. Y, si el niñito (aunque tenga 90 años) está precisando de esa mística de la atención, ofrezcámosla con sinceridad, aunque nos cueste actuar de esa forma. Aprendamos a hacerlo. Tendremos mucha precaución de no actuar como manipuladores, no aprovecharnos del poder que implica ser esa figura que atiende; estaremos preparados para no ser usurpadores ni personificaciones del EGO. Andaremos con cuidado para no ser sometidos por las trampas del EGO, nuestro y del otro.
Pero, trataremos de dar esa comprensión, ese llamado telefónico, esa pregunta por la familia, ese abrazo, ese no sé qué que está esperando el otro, y no tanto el inteligente refrán o el sabio consejo metafísico.

Atiendo a tus comentarios.