Como comentario a un post reciente de mi autoría, un atento lector escribió:
Vengo de la oscuridad, de una mala vida donde era un mal hombre, al cual no importaba pisotear a quien o a lo que fuera.
Voy hacia la luz, a rendir cuentas por mis malos actos, a estudiarme a mi mismo y ver en que falle a El y a mi entorno, a reparar ese daño con trabajo intenso, a no volver atrás y no dejarme caer de nuevo, en fin, a ser un mejor hombre y un mejor servidor
A partir de tan honestas y profundas palabras, quisiera añadir unas humildes y pequeñas ideas de mi parte.
“Vengo de la oscuridad, de una mala vida donde era un mal hombre, al cual no importaba pisotear a quien o a lo que fuera. “
Está muy bien rever la conducta pasada y encontrar los puntos en los cuales nos hemos podido equivocar, y peor aún, empecinarnos en la mala senda apartándonos más y más del bien, que es nuestra esencia. Al ver esas manchas en nuestro historial, que recubren la pura Luz de nuestro Yo Esencial (neshamá) y nos asfixian en todos los planos de existencia, está mucho mejor emprender el camino del retorno, lo que conocemos como TESHUVÁ.
No quedarnos esclavizados por las conductas repetitivas nocivas, que nos mantienen atrapados en patrones de comportamiento que nos maltratan así como probablemente dañan a otros.
Sino, atreverse a retornar a la patria, salir del exilio espiritual para reencontrarse.
Es una senda con altibajos, con dudas, con temores, con la insistente voz del EGO que nos trata de retener en el mal paso. Encontraremos o inventaremos miles de excusas y pretextos, para cobijarnos en la comodidad de lo que creemos conocer, amparados en creencias que son equivocadas pero que las consideramos correctas por cargar con ellas.
Sin embargo, el que persevera en andar por la senda correcta, de Arriba le proveen ayuda para lograrlo. Tristemente, el que decide quedar encerrado en su celdita mental, atrapado en la tela de araña de sus creencias y consiguientes patrones de conducta tóxicos, también le dicen amén desde Arriba. Así pues, mucho cuidado y esmero para no ser cómplice del retroceso, o del empeoramiento, siendo que uno ya ha dado el enorme paso de reconocer que ha actuado mal, que ha sido perjudicial, que se ha lastimado así como a otros.
Más bien, actuar con responsabilidad, dando respuestas, en tanto se siguen realizando las preguntas necesarias para no volver a caer en errores y males.
“Voy hacia la luz”
Es genial tener en claro esto, que uno no simplemente quiere dar pasitos fuera de la celdita mental, ya no volver a repetir los errores, ya no dar excusas, ya no mirar para otro lado haciéndose el inocente. Por el contrario, lo estupendo es poder ser consciente y responsable, y actuar en consecuencia.
Sé que estuve mal, entonces me comprometo con el mejoramiento, y lo llevo a cabo.
Lo que el amigo del comentario expresó como “voy hacia la luz”.
Si se me permite, haré una pequeñísima corrección.
Me parece que debiera expresarse mejor como “RETORNO hacia la Luz”, porque nuestra esencia es pura, intachable, no se quiebra a causa del pecado o cualquier otra inconducta, sino que siempre destella la Luz espiritual, que nos mantiene en constante conexión con nuestro Padre y Hacedor.
El pecado, la mala conducta, el desvío de la buena senda, no nos pone en el vacío, no corta la ligadura sagrada con Él, sino que pone cáscaras que nos impiden darnos cuenta de la brillante realidad que seguimos siendo, nos opaca la conciencia, nos perturba la mirada, nos desmorona la percepción de la verdad, pero en modo alguno corta el lazo con Él.
Seguimos siendo luminosos, plenos, con un Yo Esencial que suavecito nos habla sin pausa, nos recuerda quien somos realmente y nos insta a retornar a nuestra verdadera identidad. Que nos despojemos de aquellas máscaras del Yo Vivido que nos desfiguran la cara y siempre nos mantengamos leales a nuestro ser eterno.
Así pues, más no vamos a la luz cuando estamos en el sagrado proceso de TESHUVÁ, ya que nunca salimos de ella. Volvemos a la Luz, regresamos al hogar, dejamos el exilio para establecernos nuevamente en nuestra patria. Así como es el sionismo para el pueblo judío, es la TESHUVÁ para el alma de cada ser humano.
“a rendir cuentas por mis malos actos”
No solamente rendimos cuenta por actos malos, sino también por aquellos en los que permanecimos indiferente pudiendo hacer algo positivo, y también por los deleites permitidos y legales que teníamos a nuestro alcance pero rechazamos con la excusa de ser más santos por sumergirnos en privaciones innecesarias.
Pero también, se nos valora nuestros actos positivos, se nos descubre lo que hemos aportado de bien al mundo, aquello que ni siquiera comprendimos su alcance de bondad se nos revela y obtenemos por ello el rédito correspondiente.
El Juicio del Padre no es solamente de castigo, porque Él no es un Dios que ame el dolor y torture a Sus hijos, sino que es más bien como el momento ineludible de vernos y reconocernos en el espejo de la verdad, en donde somos nosotros mismos los encargados de demostrar lo que hemos sido, en todos los aspectos.
Cada acto es medido y pesado, en sí mismo y en su contexto, siendo Él un Juez justo pero a la vez bondadoso.
Entonces, no nos enfermemos con culpas y seguir cargando pesadas mochilas que dificultan el proceso de crecimiento que es la TESHUVÁ, cuando ya hemos recorrido el camino, cuando dejamos de lado la conducta negativa, no permanezcamos atrapados mentalmente en recuerdos y sentimientos de culpa que nos debilitan. Sepamos que somos falibles, en qué tropezamos, para no volver a hacerlo.
Porque, parte del retorno a la esencia es perdonarse a sí mismo, cuando se ha cumplido cabalmente el trayecto necesario.
“a ser un mejor hombre y un mejor servidor”
Esa es la idea.
Me alegro que tenga esa meta y que esté en el proceso de superarse a diario.
Quiera el Eterno que cada día sea mucho mejor, de más plenitud, con sensación de regocijo por la tarea bien realizada, de bendición y de dador de bendiciones.
Sabe de donde viene y hacia donde va, en el medio está haciendo lo necesario para que su vida tenga un sentido pleno, trascendente, de valor aquí y en la eternidad.
Sin pomposidad, sin religiones, sin superstición, sin atribuirse identidades que no le corresponden, sin malabarismos místicos, sin palabrería incongruente y falsaria, sin dobleces, sin pretender ser lo que no se es, sino actuando como un excelente hijo del Eterno y un servidor leal a Él y al prójimo.
¡Que bueno que así sea!