He perdido la cuenta de los artículos que he leído sobre el Ego que se encuentran en este sitio. Cualquier interesado en el tema encuentra acá incontables artículos; de vieja data o recientes, que le cambiarán la perspectiva de lo que es el Ego y su influencia en la vida del hombre.
Con las primeras lecturas, y de primera entrada, tratará el tema como uno más de los montones que se encuentran; como un elemento que es ajeno al lector, o bien, que el Ego es un algo que pueda manejar con la voluntad. Le parecerá que cuando se refiere al Ego propio, es un algo que puede minimizar o anular con su sola capacidad volitiva.
Nada más alejado de la realidad; pero esas son las primeras impresiones. El Ego como algo ajeno al lector o de fácil docilidad o anulación.
Con el tiempo de estudio detallado, el lector se dará cuenta de su error de apreciación, pues mientras más se analiza detalladamente, descubrirá que El Ego humano, más que un concepto filosófico, psicológico o psiquiátrico, es una dualidad de función en la persona (amigo y enemigo a la vez); ya que pasa de auxiliar la vida del hombre, a una identidad de la persona (Yo Vivido), sin que el hombre sea consciente de ello.
De a poco, se llega a descubrir su influencia en los pensamientos, sentimientos y acciones; influencia que creó una identidad irreal, un “yo vivido” que no es realmente el “yo soy”.
En lo personal, he aprendido que ese activo natural no es enemigo del hombre, mucho menos un ente externo al hombre; simplemente una función humana (y de otras especies) que le auxilió en la impotencia primera del nacimiento.
Una función que es clara y, naturalmente, noble: mantener la vida ante la impotencia real. En nuestro caso, por nacer sin ninguna defensa natural para enfrentar los elementos, más que aquellos cuidados que nos pueden brindar las personas a quienes logramos llamar la atención.
Partiendo de que El Ego es una función natural, podrá entonces el lector hacer una primera diferenciación con el egoísmo [1], es decir, no se está refiriendo únicamente al deseo desmedido individual, sino que a un recurso humano para sobrevivir.
Esa función se complejiza y extralimita sus funciones naturales sin que la persona esté consciente de eso. La extralimitación de dicha función natural es la que produce la desviación del hombre; primeramente la persona repite conductas de para llamar la atención de otros, o bien, para desconectarse de la realidad, produciendo hábitos [2] que con el tiempo crean una falsa identidad a la que se le denomina “yo vivido”. Segundo, que desde esa falsa identidad, el hombre empieza su relación con el mundo, la sociedad y la vida.
Llegado a este punto de comprensión, puede el lector concluir que el tema no se refiere a una lucha entre “el bien o el mal” como es tratada por la religión. Tampoco como un tema de seudo espiritualidad barato y sin sentido, sino que a un tema de urgencia necesidad para poder desarrollarse como persona con la real identidad que le corresponde, libre e independiente de los malos hábitos que los impulsos primeros ocasionaron.
Sea que el Ego del hombre tenga su origen o sus raíces cerebrales [3], físicas [4], o bien, en zonas abstractas por donde transita la psiquis humana [5] lo cierto es que esta función extralimitada ha degenerado una falsa identidad en la persona, lo que conlleva a falsos pensamientos, falsos sentimientos, falsas ideas y preconceptos y falsas motivaciones de las acciones.
Responsabilizar al Ego de los problemas del hombre, a mi juicio, sería un error ya que como función natural cumple su destino de auxiliarle en el momento crucial de completa y total indefensión. Tampoco la extralimitación de su función natural se podría definir como defecto humano y así responsabilizar por tal defecto al creador del hombre (dios o la evolución). Se extralimita por ignorancia del hombre de sus otros mecanismos para enfrentar la realidad que no sea desde su mismo Ego.
Lo que impera es una ignorancia (individual y social) en materia del Ego, su función y su extralimitación. Insistir en su análisis es educar a la persona en hacerle comprender que los hábitos por las conductas repetidas de las impotencias sentidas le han creado una falsa identidad, un “alguien” que no es la persona.
La falta de control o la impotencia, -que hace que la función natural entre en acción, que a la postre degenera la identidad por la repetición de conductas- es el detonante que debe concientizar y vigilar el estudioso del Ego. No solo el señor Yehuda Ribco insiste en que es la falta de poder, control o dominio sobre la realidad, la vida o los cambios que ella dispone, son insoportables para la persona al punto de desviarlo de su identidad real. Otros pensadores así los han propuesto:
“…La historia social del hombre se inició al emerger éste de un estado de unidad indiferenciada con el mundo natural, para adquirir conciencia de sí mismo como de una entidad separada y distinta de la naturaleza y de los hombres que lo rodeaban… El individuo permanecía estrechamente ligado al mundo social y natural del cual había emergido; mientras tenía conciencia de sí mismo, si bien parcialmente, como de una entidad distinta, no dejaba al propio tiempo de sentirse parte del mundo circundante…otro aspecto del proceso de individuación consiste en el aumento de la soledad… En la medida en que el niño emerge de ese mundo se da cuenta de su soledad, de ser una entidad separada de todos los demás. Esa separación de un mundo que, en comparación con la propia existencia del individuo, es fuerte y poderoso en forma abrumadora, y a menudo es también amenazador y peligroso, crea un sentimiento de angustia e impotencia…Surge el impulso de abandonar la propia personalidad…” [6] (el resaltado es intencional)
En palabras propias, la evolución del hombre y de la sociedad individualizo a la persona y a su vez la separó (o mejor dicho, la responsabilizó) para ponerlo de cara a la vida, a la realidad, al mundo. Magno hecho aterrorizó al ser humano al punto de que éste no pudiera responder desde su verdadera (y desconocida) identidad, sino que, por ignorancia, sucumbió a lo que narcotizó en la infancia, degenerando en una falsa identidad.
No es culpa del hombre su falta de conciencia del fenómeno que le ocurre cada vez que experimenta la falta de poder, pero es su responsabilidad adquirirla, si es que pretende descubrir su verdadera personalidad para responderse y responderle al mundo y a la vida.
Estar consiente no solamente implica conocer lo que nos ha sucedido. Pues es imposible conocer y esperar vegetativamente. Estar consiente es el acto más espiritual que pueda tener la persona [7] porque implica conocimiento, experimentación y aplicación a la misma vez.
Ser consiente es no suponer [8] que es dios quien nos debe de revelar nuestros secretos, o que es el mesías quien debe de hacerlo. O que a través de la magia del rezo o la fe o creencia hueca en dios se logrará descubrir la real identidad. O creerse que es aceptar la Tora Noajida ciegamente la que devolverá a la persona su desconocido “yo”.
En definitiva, implica un estudio concienzudo de uno mismo. Tal vez se logre comprender que el espíritu de las Leyes de la Humanidad era “si corriges tus malos hábitos ególatras descubres tu identidad”.
Solo me resta agradecer su lectura y comentario. Y mi sincero deseo de Buena Suerte al lector interesado en el tema del Ego, de la identidad, de la espiritualidad.
[1] “… egoísmo (atender el propio interés sin importarle lo que ocurre con los demás o el entorno), egocentrismo (creerse el centro del mundo y despreciar lo que ocurre a los demás), egolatría (veneración religiosa de uno mismo)..” http://fulvida.com/2012/05/30/el-mesas-de-tu-vida/
[2] “…conductas aprendidas que se han convertido en hábitos, y como tales se disparan de manera involuntaria, inconsciente. Son estos hábitos los que se deben modificar, muchos de ellos extirpar, otros contener, evaporar…” http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/para-erradicar-la-idolatra
[3] “…En su origen, el EGO es una instancia absolutamente individual, pues es la denominación que le damos a una función instintiva de supervivencia que se aloja en la zona “reptiliana” de nuestro cerebro..” http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/ego-colectivo-y-era-mesinica
[4]“…El primer banco de memoria es nuestro cuerpo. El primero en aprender es nuestro cuerpo. El primero en responder, incluso en edad adulta, es el cuerpo. Cuando nacemos, cuando nos vemos sumergidos en un océano de plena impotencia, es el cuerpo el que padece, el que memoriza el trauma espantoso. Es el cuerpo el que mantiene el recuerdo, no con palabras, no con imágenes, no con vínculos lógicos y racionales, no de forma consciente, pero el cuerpo guarda aquellos momentos y los revive…” http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/el-cuerpo-conoce
[5] «…Entre la conciencia y la esencia se interpone una barrera formada por el EGO, con sus máscaras multiformes, con sus apetitos normales pero que cuando exceden el límite se convierten en problemas…» http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/el-deseo-como-apego-a-la-idolatra
[6] El Miedo a la Libertad. Erich Fromm. Ediciones Culturales Paidós S.A. 2012. Pag 49-52
[7] “..Todo el tiempo, sin pausas, sin alteraciones, estamos conectados a la gran red espiritual, a través de nuestra neshamá, lo que llamamos esencia espiritual. Todo se guarda en esa nube, en ese gran disco duro, que se preserva sin errores ni pérdidas, por siempre. Sean impresiones, sensaciones, sentimientos, ideas, vivencias, acciones, todo sin excepción, en perfecto registro… Llenemos nuestra memoria trascendente con buenos recuerdos, de actos de bondad y justicia, de fidelidad, de experiencias agradables, de disfrutar de lo permitido, de alegría, de placer apto, para que tengamos una memoria y conciencia eterna de verdadero paraíso. Si hacemos esto, también estamos compartiendo el bien y la bendición con el prójimo, preservando así una huella de vida más allá de la muerte física…” http://serjudio.com/personas/etica/memoria-y-conciencia-tras-la-muerte
[8] “…No lo sé, y por eso mismo, no supongo, y si supongo no actúo a partir de mi creencia, sino que trato de verificarla o desmentirla, analizando, preguntando, avanzando con respeto y cuidado…” http://serjudio.com/personas/crecimiento/el-consejo-diario-584