Resp. 82 – Alma no es espíritu

Si el espiritu del hombre vuelve a Dios, que sucede con el alma, pues dice eclesiastes 9:5-9 que del alma no se tendra memoria, entonces de que vale lo que hacemos guardandonos de hacer supuestamente lo malo si no abra memoria de esto. y a donde va el alma, que sucede con el alma que peco si no hay memoria.
Maribel de Rios,
44 años,
Cordero, Venezuela

Shalom,
«¡Bendito el que viene en el nombre del Eterno!» (Tehilim / Salmos 118:26).
Bienvenida y gracias por enviarnos su interesante misiva.

Le recomiendo que busque lo que ya hemos publicado al respecto, tanto en este sitio como en serjudio.com, pues hemos abundado en más de una ocasión al respecto. Las palabras clave para su búsqueda pueden ser: vida, muerte, espí­­ritu, más allá, mundo venidero, retribución.

Ahora, pasemos velozmente a una respuesta sencilla pero contundente.

Debemos ser cuidadosos cuando citamos textos, pero especialmente cuando esos textos provienen de fuentes sagradas, tal como el libro del Predicador que es parte del muy judí­­o y santo Tanaj. Como sabe, los noájidas NO tienen derecho a estudiar de él, a no ser que estén directamente guiados por un maestro judí­­o especializado en Tanaj y en leyes relativas a los noájidas. Esto es lo que ha ordenado el Eterno, y no podemos llevarle la contra, ¿no le parece?

El texto que usted cita, NO menciona en absoluta el alma, tampoco el espí­­ritu.
Prestemos atención:

«Pero para todo aquel que está unido a los vivos hay esperanza, pues mejor es perro vivo que león muerto.
Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos no saben nada, ni tienen más recompensa, pues la memoria de ellos es puesta en el olvido.
También han desaparecido su amor, su odio y su envidia. Ya no tienen parte en este mundo, en todo lo que se hace debajo del sol.
Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son aceptables a Elokim.
En todo tiempo sean blancas tus vestiduras, y nunca falte aceite perfumado sobre tu cabeza.
Goza de la vida, con la mujer que amas, todos los dí­­as de tu insignificante vida, que Elokim te ha dado debajo del sol; porque ésta es la porción de tu vida y del duro trabajo con que te afanas debajo del sol.»

(Kohelet / Predicador 9:4-9)

¿Dónde dice «alma»?
¿Dónde expresa el inspirado predicador que «del alma no se tendrá memoria»?
Seamos precisos, el predicador dice que la memoria de los que han muerto va diluyéndose en el olvido.
¿No es así­­?
Si vemos en los hechos, en el mundo material, ¿acaso no es eso lo que sucede?
¿Acaso usted sabe exactamente todo lo que sus ancestros, sus mayores, difuntos o vivos, han hecho durante su vida?
¿Acaso usted o alguien recuerda a sus tatarabuelos, o a la gente de aquella lejana generación?
Pues, difí­­cilmente lo recordemos, puesto que nuestra memoria se limita a un espacio y tiempo muy concreto.
Por tanto, el inspirado autor nos dice una verdad muy concreta: al morir, de a poco (o rápidamente) vamos siendo olvidados.
Nadie puede contradecir este hecho.

Ahora bien, desde un punto de vista espiritual, ¿qué acontece?
Como ya hemos enseñado muchas veces, todos nuestros actos quedan registrados en nuestro espí­­ritu, que es el que retorna a la Fuente de Vidas luego de la defunción.
Es ese espí­­ritu, cargado de experiencias de vida, lleno de memorias, minuciosamente preciso, es ese espí­­ritu el que es juzgado en la Corte Celestial, y la que debe dar cuenta de cada uno de los actos cometidos durante la vida. Sean estos positivos o negativos, sean acordes a lo que Dios ha encomendado o ajenos a esta lí­­nea de conducta. Es el espí­­ritu el que recibe la retribución justa y misericordiosa de acuerdo a la valoración objetiva de sus actos.
Así­­ pues, la memoria personal en el plano espiritual no se olvida, no se desvanece, no queda perdida en la noche de los tiempos. Por el contrario, se mantiene indeleblemente, en un «disco duro» celestial que guarda con fidelidad hasta el último de los detalles.

En cuanto al alma, ésta es una de las secciones de nuestro «cuerpo espiritual», es la encargada de dar vida a nuestro cuerpo. Es la energí­­a vital que recorre con la sangre nuestro cuerpo fí­­sico y nos vivifica.
Cuando llega el momento de partir de Este Mundo, la sangre cesa de correr, el alma ya no brinda energí­­a al cuerpo. A eso se le llama «muerte».
Esa energí­­a de vida, el alma, no desaparece, sino que se reintegra a la Fuente de Vidas, pero a diferencia del espí­­ritu no contiene registros personales, ni memoria, ni recuerdos. Es solamente energí­­a de vida, que es posteriormente reinsertada en otro cuerpo humano para darle vida.  ((Por supuesto, como no contiene registros, memoria, no hace a la «nueva» persona que vive con esa energí­­a una «reencarnación», tal como comúnmente se cree.))

Así­­ pues, el alma que pecó no sufre ni goza, simplemente se «recicla».
El espí­­ritu de aquel que pecó, es sometida a objetivo juicio en la Corte Celestial, y recibe la justa y misericordiosa retribución por cada uno de sus actos.

Ahora que ya sabe todo esto, el consejo es que se concentre en la vida, en el aquí­­ y ahora, y deje de lado el estilo de vida de los paganos (especialmente de los cristianos), que centran toda su existencia en la muerte, y por tanto su vida es una constante sombra de muerte.

Debe tomar el consejo de hacer de su vida un poema de alabanza al Eterno, al vivir de acuerdo a los mandamientos que Él le ha dado a usted como gentil. Debe hacer resaltar en cada acto diario la justicia y la bondad. Debe dedicarse a que su vida sea un testimonio de la existencia del Eterno, NO para recibir una «salvación» o comprar un boleto de entrada al «paraí­­so», sino porque eso es lo que debe hacer, tal como Dios manda.

Debe concentrarse en la vida, y dejar los pensamientos de la muerte para los que no tienen motivos para gozar y crecer con la vida.

Recuerde que los fieles a Dios, seamos judí­­os o gentiles (noájidas) nos basamos en la vida, no nos preocupamos por la muerte, gozamos, padecemos, creamos, criticamos, avanamos, dudamos, creemos, confiamos, somos solidarios, en fin, mil cosas todas buscando la vida, no por miedo a la muerte.

Si le quedan dudas pertinentes, hágalas llegar.

Iebarejejá H’ – Dios te bendiga, y que sepamos construir Shalom.

Moré Yehuda Ribco

 

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