Archivo de la etiqueta: prójimo

Lo que debes aprender

Toda persona debe aprender cinco conductas a lo largo de su vida, para desplegar una existencia trascendente, plena, luminosa.

Estas cinco conductas son:

  1. Actuar correctamente. Esto implica saber hacer lo adecuado, de la manera apropiada, en los tiempos y lugares idóneos.
    No es fácil aprender a actuar y a abstenerse, ni a refrenar los impulsos, ni a despertar el letargo de la pereza.
  2. Compartir dentro de los límites de la prudencia. Esto significa aceptar lo que otros dan, y que es apropiado recibir; a la par que uno da de lo propio, hasta el límite en el cual el dar se convierte en someterse. Por supuesto que ni la avaricia ni el derroche son conductas prudentes, puesto que ambas acusan un ánimo débil, que se siente incapaz de afrontar la vida con visión de crecimiento integral.
  3. Juzgar con justicia. Muchos pasan por la vida siendo destructivamente críticos, violentan con sus pre-juicios, se ahogan en océanos de reproches y demandas injustificadas. Solamente se vive con sentido cuando es la justicia el patrón con el cual se miden las relaciones humanas.
  4. Decidir criteriosamente. Existe un mal anímico muy difundido, que es la indecisión, la perplejidad, el escudarse detrás de mil y una excusas para no tomar uno de entre las decenas de caminos posibles. La duda carcome, corroe, infunde pánico, inmoviliza, esclaviza, lleva a sinnúmero de errores. Es muy trabajoso el aprendizaje que lleva al correcto ejercicio del libre albedrío, pero es indispensable hacerlo para ser una persona completa.
  5. Confiar con integridad. El gran porcentaje de los conflictos, traumas, desavenencias, miedos, fracasos, se relacionan con una incapacidad para ser simples y asertivos a la hora de confiar en el Padre, así como en el prójimo sincero.

Estas son las conductas, te las he presentado brevemente, ahora te pido que seas honesto contigo mismo y veas en cuál de ellas debes trabajar para superarte.

Recuerda que en FULVIDA tratamos de alimentar cada una de estas facetas, para darte la mano segura por el camino hacia una vida plena verdadera.

Un abrazo y no dudes en comunicarte para expresarte.

Tu diezmo personal

Como sabes, no existe el mandamiento del DIEZMO para los gentiles, ya que el Santo, bendito sea Él, reservó este mandamiento exclusivamente para las personas judías. (Si quieres saber más al respecto, busca y aprende en lo que está publicado en http://serjudio.com).

Tú como noájida, es decir, como fiel servidor del Uno y Único, y por tanto, como constructor del mundo, ¿qué debes hacer entonces?

Es excelente que entregues tu "diezmo personal" para beneficio de la causa noájida, es decir, que contribuyas para el sostén y fortalecimiento de instituciones eductivas noájidas, que contribuyas con tu comunidad de noájidas, que colabores económicamente con Fundaciones como FULVIDA, que seas parte activa en la santa labor de edificar con bienestar este mundo.

Ten presente que tu comunidad, que FULVIDA, vive y actúa en este mundo, y por tanto, hay gastos, necesidades, gente a la cual ayudar, sueldos que pagar, eventos que organizar, asistencia social que proveer, en fin, una gran cantidad de dinero que es imprescindible para el correcto funcionamiento de tu comunidad.

Por lo tanto, cada vez que abres con generosidad tu corazón y ayudas al necesitado, y colaboras con tu comunidad de noájidas, sin dudas estás demostrando que eres un digno servidor del Eterno, un hijo sque recibe bendiciones constantemente del Padre.
Puesto que Dios ayuda a quien ayuda, Él es generoso con aquel que es generoso… y es avaro con el avaro…

Así pues, ya lo sabes, ten voluntad para donar tu "diezmo personal", porque nadie te obliga a hacerlo, porque nadie te maldice si no lo das, porque no te condenas si decides no hacerlo;
DALO porque sabes que con eso estás abriendo los canales de bendición, para ti y tu prójimo;
DALO porque con eso sostienes a tu comunidad;
DALO porque así estás construyendo el mundo.

Espero que mis palabras te sirvan de aliento, y te conduzcan por el camino de la Luz.

Lic. Yehuda Ribco 

Tres razones para no ser misioneros…

Los noájidas, los gentiles fieles a Dios que son constructores de un mundo mejor, tienen varias razones y motivos para no actuar como misioneros.
En este texto te presento tres razones fundamentales, que espero te sirvan para reflexionar y elevar tu vida.

  1. El noájida confïa en su estilo de vida espiritualmente signado.
    Como el no
    ájida tiene plena confianza en Dios, y en Su Palabra, y por lo tanto sabe que lo que está haciendo es correcto, no precisa andar todo el tiempo insistiendo para demostrar que no está equivocado. Vive de acuerdo a los modos de conducta que el Padre ha ordenado a los gentiles, y con eso le basta.
    No se inquieta, no se angustia, no se sulfura, no se miente, no se pone caretas.
    Hace lo correcto, vive con justicia, actúa con bondad, predica la verdad en sus actos cotidianos.


    A diferencia de los misioneros, que en el fondo de su alma saben que están en la oscuridad, en la duda, en el terror, en la vida desperdiciada detrás de una mentira garrafal. Por eso el misionero está desesperado a la búsqueda de víctimas a las cuales atraer a su lado, hacia la oscuridad, como una manera enfermiza de no sentirse tan mal, tan errado. Piensa de esta manera: Si muchos somos los que estamos de este lado, tan mal no estaremos… ¿no?
    Y esto es totalmente falso.
    Es el manotazo del desesperado, del que se aferra a cualquier basura que flota para no hundirse en lo tétrico del océano del engaño de la idolatría, del engaño tormentoso que es la vida del misionero.

    Ya lo ves, el pobrecito misionero es un desgraciado, al que le debemos tener mucha lástima, apiadarnos de él. Pero que esta misericordia de verdadero noájida no sea un síntoma de debilidad, que no sea abrirle la puerta al engaño, a la perversión al pecado que el misionero querrá introducir en tu vida.

    Mantén a raya al enemigo, y no caigas nunca en sus métodos.


  2. El noájida respeta al prójimo sinceramente.
    El no
    ájida comprende que estamos en este mundo para aprender, para crecer, para perfeccionarnos.
    El no
    ájida sabe que cada cual tiene un proceso que desarrollar, y que algunos tristemente se aferran a lo que hace retroceder.
    Por esto, el no
    ájida respeta los tiempos de los otros.
    No se tratar
    á de meter en tu casa a predicarte, cuando tú no estás en condiciones de atenderlo.
    No te presionar
    á para que hagas ciertas actividades o concurras a determinados eventos, si eso realmente es un quebrantamiento a lo saludable.
    En definitiva, el no
    ájida se estima correctamente y por eso estima y valora y respeta al prójimo con corrección.

    A diferencia del misionero, el cual desconoce lo que significa la palabra respeto.
    El misionero sabe presionar, amenazar, insultar, segregar, disminuir, maldecir, odiar; porque no sabe valorarse a sí mismo, y mucho menos al prójimo.
    El misionero ansïa pisotear el jardín del prójimo, pues él (el misionero) no sabe, o es perezoso, para cuidar su propio jardïn y darle belleza y vitalidad.
    El misionero es envidioso, y por eso critica agriamente y sin fundamentos todo lo que no tiene, ni nunca tendr
    á por carecer de verdad y espiritualidad su ideologïa religiosa.
    El misionero abusa del prójimo, porque en su interior sabe que él mismo est
    á siendo abusado por aceptar toda la podredumbre de la idolatrïa que pregona.


  3. El noájida está dedicado a construir a la Luz del Eterno.
    El no
    ájida tiene una misión que le ha dado Dios: construir el mundo, perfeccionarlo, traer el paraïso nuevamente a la Tierra.
    Por tanto, cada instante el no
    ájida debe dedicarlo a hacer actos de bien, a luchar por lo que es justo, a difundir la verdad.
    Por todo esto, el no
    ájida sabe que se suman más y más personas a su misión cuando reconocen los otros el valor trascendente, especial, de la vida del noájida.
    Es decir, el no
    ájida no tiene necesidad de ir por todos lados queriendo convencer a los demás de lo que está haciendo está bien, que es «de Dios»; sino que sus propios actos cotidianos, las pequeñas cosas de todos los dïas, se encargan de anunciar a los cuatro vientos que el camino del noájida es el camino de bendición que Dios ha dado a los gentiles.

    El misionero no construye nada.
    Cuando da una mano, es para pedir un brazo a cambio.
    Cuando hace una bondad, es para obtener alguna ganancia.
    Cuando pretende «salvar» el alma de las personas, en verdad lo hace para que su dios miserable le sume puntos a su favor.
    Cuando predica «la palabra» de su falso dios, lo hace para obtener poder y someter a otros a la esclavitud de esta ideologïa.
    El misionero incluso cuando hace obras, est
    á socavando los fundamentos del mundo.

Estas son algunas razones, te pido que las analices y que promuevas tu vida por el camino de la Vida.


Lic. Yehuda Ribco