Uno de los Preceptos fundacionales de las leyes noájicas, las Siete Leyes Universales, nos advierte de la crueldad hacia los animales, esto es, comer alguna parte del animal mientras este permanece con vida. Si rompemos la cáscara de la nuez, buscando el grano en su entraña, es decir, si vamos más allá de lo literal, buscando la esencia, podremos entonces comprender que el Eterno nos está previniendo de no hacer sufrir a los animales en cualquiera de sus formas. Esta crueldad hacia un animal puede manifestarse a través de las siguientes acciones humanas: indolencia hacia su cuidado, tirarlo al abandono, desaseos y desabrigos, diversiones con animales por medio de funciones crueles (juegos taurinos, coleos, pelea de gallos, entre otros), comerciar sus carnes, pieles y demás miembros sobre la base de su sufrimiento, o acciones de crueldad directas y adrede.
¿No deberían nuestros gobiernos legislar a favor de los animales y castigar estas formas de salvajismo? Esta es la razón de otro de los Preceptos noájicos: Establecer Cortes de Justicia que velen por la acertada aplicación de los Siete Preceptos Universales, incluyendo, con la misma medida, la prohibición del maltrato a los animales.
La protección eficiente y eficaz de los animales es un asunto de relevancia nacional y mundial. Nos incumbe a todos por igual. Somos la corona de la Creación y los administradores legítimos de las riquezas naturales. El flujo divino podría verse obstaculizado como consecuencia de un deficiente comportamiento de los seres humanos hacia el mundo animal; incluso, podría desencadenar una crisis moral y de valores entre los hombres y los pueblos (la crueldad genera más crueldad); en otras palabras, traería un nefasto desequilibrio social.
Estos conceptos deben ser enseñados y trasmitidos en todas las facetas de la educación: desde la formación familiar hasta la universitaria, que vaya más allá de la adquisición de conocimientos simplemente “elementales y básicos”, que sea una cuestión de conciencia universal.
Por supuesto, este aprendizaje debe ir afín al respeto de los demás seres humanos, sin importar su origen, religión o condición social. De allí mi aseveración: con la misma medida. Que no caigamos en el error de los alemanes nazis que valoraron más a los animales que al hombre (racismo, xenofobias, antisemitismo y nacionalismo enfermizo). Ellos se jactaban de ser una sociedad protectora de los animales, pero por otro lado masacraron a millones de seres humanos, por ideologías egocéntricas y maliciosas.
Las leyes de nuestros gobiernos, sus sistemas legislativos y judiciales, han de ser diseñados de tal manera que permita el equilibrio y la armonía en la relación del hombre con el reino animal: sin menoscabar la dignidad del hombre para exaltar al reino animal, y sin despreciar a los animales para glorificar lo puramente humano, pues todos conformamos una unidad perfecta y somos miembros del mismo equilibrio ambiental.
No obstante, una legítima y bien estructurada defensa de los derechos de los animales genera, a su vez, un sentimiento de sensibilidad del hombre hacia el hombre. Este es un hecho verídico y objetivamente demostrable. De allí que la Torá, cuando dictamina un Precepto relacionado al buen trato hacia los animales, busca, por otro lado, la modificación del carácter humano en pro de una relación justa, cordial y respetuosa hacia sus semejantes y hacia el resto de la Creación.
Alfredo Zambrano G.
Director de FULVIDA Venezuela
admin@fulvida.com
Que gran enseñanza. Si aprendemos a cuidar lo mas simple, estamos en camino de aprender a cuidar lo mas complejo. Si valoramos lo inferior, estamos capacitandonos para apreciar correctamente lo superior. Un abrazo para ti y un gran cariño para tu familia y comunidad. Deseos de buen comienzo y mejor transcurso del año que esta por entrar.
Que buen texto!
Ojala se prohibiera la caceria como deporte