Titulamos este artículo como se cuenta una historia, porque la historia ha hecho merecedora a la ciudad blanca de Tel Aviv de reconocimiento internacional. Desde el 3 de julio de 2003, recordaremos que la UNESCO, ha declarado Patrimonio Moderno de la Humanidad a esta zona de la metrópolis que se encuentra enclavada a orillas del río Yarkón y bañada por las cristalinas aguas del mar mediterráneo.
Mirando atrás, en el tiempo pareciera ser que todo fue iniciado por una conspiración arquitectónica, surgida de las escuelas europeas de principios del siglo XX, identificada con las tendencias urbanísticas que marcaban la pauta para aquel momento y que dio su golpe maestro cuando aquella banda de aventureros, llamados sionistas, cruzó el mar mediterráneo para fundar la patria judía.
Tel Aviv se manifestaría en la arenosa llanura, frente al mar que vio nacer la cultura occidental, al norte del promontorio de la Bella, Yaffa, cuando la Sociedad Ahuzat Bait adquirió los terrenos para construir la “colina de la primavera”, una ciudad formada de la acumulación de vestigios de civilizaciones, una ciudad en donde renacería la civilización hebrea, una ciudad de futuro para el pueblo escogido. En esta sinfonía urbanizadora Sir Patrick Geddes sería el director de la orquesta; usando toda su maestría crearía una ciudad basándose en las ciudades de la campiña inglesa; tendría la oportunidad de plasmar todo su conocimiento autodidacta en estos terrenos vírgenes, arados por la brisa solana, mientras se formaban en Europa los que harían de la idea de Geddes una realidad.
En 1933 la persecución nazi obligó a centenas de judíos a emigrar a la tierra de Israel; mientras morían millones a manos de la intolerancia más extrema, éstos fueron inmortalizados en su maravillosa obra, para honrar a aquellos que no vieron la tierra que fluye leche y miel, viven aún en la ciudad blanca, Gropius, Mendelsohn, Terragni, Van der Rohe, Geddes, Le Corbusier. Durante la década del treinta estaban trabajando a orillas del mar Mediterráneo doscientos arquitectos, casi todos formados en el “Estilo Internacional”; dos mil edificios muestran un lenguaje homogéneo, muestran la idea urbanizadora de Geddes aplicando el concepto arquitectónico de la escuela europea.
Más de la mitad de un siglo vivió y floreció la ciudad blanca, por sus calles y paseos caminaron importantes personajes, ocurrieron centenas de acontecimientos inscritos en la inmensa historia del pueblo de Israel, sus plazas más de una vez vieron pasear a los novios, que años más tarde paseaban como esposos y un tiempo más tarde los hijos de estos jugaban alegremente bañados del sol primaveral.
Un pueblo trabajó duro, hizo de la tierra desdeñada por invasores extranjeros un lugar apacible, un lugar habitable, confortable, la diáspora se arrojaba a los brazos de su Patria y la ciudad demandó crecer, y creció, creció de acuerdo a su filosofía, aplicando los estilos internacionales, que ya no eran los mismos de los años 30, ahora se levantaba una sombra para la noble ciudad blanca.
A finales del siglo XX los espacios que inmortalizaban a aquellos héroes de la arquitectura en Tel Aviv se precipitaban, la tan soñada joya del mediterráneo se veía opaca a la luz de los nuevos estilos arquitectónicos, la colina vencía a la primavera, Yaffa se convertía en el centro de la vida citadina; comprobamos duramente que el valor de una ciudad no es su modernidad, su porte futurista, sino su capacidad de entrelazar historias, de atesorar huella.
La ciudad blanca hoy retoma su lugar en la historia, no envanecida por su aire heroico de modernidad, constituye orgullosamente su imagen de ciudad concebida por el hombre, la ciudad blanca de Tel Aviv vuelve a la vida. Tiene que enfrentarse aún al tiempo, ocupar su lugar en el espacio con elegancia, evolucionando y preservando aquellas ideas que representan su valor, el blanco.
Apreciando este hecho trascendental en la historia que escribimos hoy, la comunidad judía venezolana, por medio de la iniciativa tomada por la Unión Israelita de Caracas y más específicamente por el Museo Kern, patrimonio del acerbo cultural de la comunidad judía caraqueña, expresa mediante la exposición “De la Bauhaus a la ciudad blanca de Tel Aviv” un acercamiento a ese momento histórico, a ese devenir del tiempo que consumió y ha hecho resurgir la obra maestra de los cultores de los primeros estilos modernistas, esta muestra arquitectónica es un recorrido por el proceso de construcción de un propósito de vida ciudadana.
La muestra envía un claro mensaje a la colectividad nacional, al mostrarnos cómo la ciudad blanca de Tel Aviv, insigne portadora del prestigio que le ha otorgado la Comunidad Internacional, junto con la Ciudad Universitaria de la UCV y otras edificaciones en el mundo, surge y afianza sus raíces arquitectónicas. Debemos preocuparnos por nuestro valioso patrimonio moderno, debemos exigirnos respeto por las estructuras clásicas que no solo adornan las calles y avenidas de nuestras principales ciudades; la historia y cultura de un país deben estar plasmadas en sus edificios; así como perduran en la conciencia colectiva las civilizaciones ancestrales por el recuerdo constante de sus magníficas edificaciones, así debe permanecer por siempre nuestra memoria para las generaciones futuras.