Hablemos de Israel

«Más de 40 misiles Qasam fueron disparados hoy hacia Israel y estallaron cinco en la ciudad de Sderot y otras poblaciones que rodean Gaza. Dos de los misiles impactaron en edificios y provocaron daños de consideración». Esta crónica, que he reproducido de la prensa israelí, pertenece a la semana pasada, pero podría reproducir la situación de cualquier día, de cualquier mes, de cualquiera de los últimos años.

El propio Hamas habla de doscientos cohetes y más de cien proyectiles de mortero, lanzados en la última semana. Esta cotidianidad en el uso masivo de cohetes marca, a su vez, la cotidianidad con que se vive en las zonas del sur del país, donde las escuelas, el trabajo, la compra, todo está supeditado a la permanente agresión bélica que llega desde Gaza. Ello sin contar la trágica tensión por los soldados aún secuestrados, o el conocimiento explícito del tipo de educación para el odio, que se imparte desde la escuela y la televisión palestinas, utilizando incluso a los mitos de Walt Disney. O el tráfico de armamento, desde la frontera de Egipto.

Cada vez que Gaza estalla en la prensa internacional -y sólo estalla cuando, finalmente, hay una reacción israelí-, detrás de la noticia, subsisten centenares de ataques previos palestinos, cuya bondad periodística no moviliza ningún interés. ¿Significa, ello, que toda reacción israelí está justificada? De ninguna manera, y a los hechos me remito.

Creo que Ehud Olmert, en su necesidad de demostrar que es un líder fuerte -después de la acumulación de errores de la guerra del Líbano-, ha tomado decisiones que, si bien tienen una lógica militar, no tienen una lógica democrática. No se puede justificar, de ninguna manera, el aislamiento total de una población civil. Incluso, aún sabiendo la implicación de esa población en el hostigamiento permanente contra Israel.

Sin embargo, que no lo defienda, no significa que olvide la crítica situación que vive Israel, en guerra declarada o latente desde hace décadas, rodeado de millones de enemigos que quieren hacerlo desaparecer, demonizado por casi todos, vigilado hasta el delirio por la prensa internacional, y el único de todo el mundo que no puede perder la guerra ni un solo día.

No tengo ninguna duda que, a pesar de su notable inteligencia militar y de su armamento, Israel es el país débil de la zona. A diferencia de sus enemigos, que pueden permitirse dictaduras temibles, apoyo logístico a todo tipo de grupos terroristas y hasta amenazas de destrucción, Israel mantiene una sólida democracia, aporta avances científicos a la humanidad, y además está obligada a dedicar el grueso más substancial de su PIB a la urgente necesidad de defensa. Es el único país del mundo que vive en una situación de hostigamiento extremo desde que existe, y sin embargo es el único que tiene que pedir perdón por sobrevivir.

Lo que está ocurriendo, pues, en Gaza, es el enésimo capítulo del capítulo de siempre, cuyo recorrido previsible no implica, desgraciadamente, que no se repita. Hamas mantiene la violencia cotidiana, mantiene la amenaza global, y mantiene el adiestramiento en el odio antiisraelí. Por supuesto, mantiene también el elogio público al martirio. Toda esta bomba de tiempo, que estalla periódicamente, como estalló la bomba de Hizbulah, y acabó en la guerra del Líbano, no merece ni la reprobación de la Liga Árabe, que solo se reúne para demonizar a Israel, ni la crítica de la ONU, ni el repudio internacional.

Por el contrario, todos los movimientos de defensa israelíes son demonizados al instante, y ahí tenemos a la corte de intelectuales de pro, alzando su indignación al sol. Me parece bien la crítica democrática a Israel. Pero, para ser creíble, sería bueno escuchar algo de solidaridad con las víctimas israelíes, algo de denuncia al terrorismo islamista palestino, algo de indignación por el uso corrupto de las ayudas internacionales, y algo de preocupación por el papel bélico de los países de la zona. Y sin embargo, el silencio. Lo cual lleva a una conclusión inevitable: que, respecto a Israel, la frontera entre la crítica democrática, y la criminalización maniquea, es tan frágil que se viola en la mayoría de comentarios. Sobre Israel no se hace análisis político. Se perpetúan los viejos artes de la difamación y la propaganda.»

Por Pilar Rahola, La vanguardia. Barcelona

5 comentarios sobre “Hablemos de Israel”

  1. Hasta cuando persistirá la Gran Mentira contra Israel he aqui unos datos para poder estudiar y hacer un cambio en esa gran mentira, yo estoy haciendo que amigos lean ese tipo de datos para que se persiva una mejora hacia la construccion de SHALOM , aportalo nos servirá a todos.
                        http://es.danielpipes.org/article/4732

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