Todo ser vivo, desde el más pequeño al más imponente, habita en un medio dinámico, al que tiene que adaptarse con el fin de asegurar su supervivencia. Esto es posible gracias al trabajo conjunto y coordinado de los distintos sistemas o células que los constituyen y que presentan “detectores” de las fluctuaciones existentes tanto en el medio externo como interno.
Veamos, por ejemplo, lo que sucede con nuestro sistema respiratorio:
Para que nuestras células produzcan energía, los nutrientes que ingerimos mediante la alimentación deben ser degradados por medio de la acción de proteínas especiales llamadas enzimas y, en la mayoría de los casos, de un combustible: el oxígeno (O2). Sin embargo, junto con producirse la energía requerida (ATP) para el funcionamiento celular, se producen sustancias de desecho (dióxido de carbono y vapor de agua), que deben ser removidas de nuestro organismo. Esto es posible gracias a la interacción del sistema circulatorio con el respiratorio y los que regulan la función de ambos. El dióxido de carbono (CO2) es transportado como bicarbonato desde la sangre hacia el alveolo (lugar en donde se produce el intercambio de gases en el sistema respiratorio) para luego ser eliminado hacia el aire ambiental como CO2 nuevamente y el O2, a su vez, viaja desde el aire ambiental, hacia el alveolo y de ahí es transportado por la sangre, principalmente, asociado a la hemoglobina. Luego, el oxígeno se separa de la hemoglobina y entra a las células a través de la membrana que las envuelve. Esto es básicamente lo que ocurre durante la respiración. Sin embargo, al realizar actividad física intensa o presentar una patología x, las concentraciones de O2 se ven notablemente disminuida y las de CO2 aumentadas, lo que trae como consecuencia modificaciones en el pH sanguíneo que puede dañar a distintos tejidos.
En condiciones normales, el aumento en el CO2, es detectado, principalmente por receptores específicos ubicados a nivel central y, en menor medida, por otros periféricos conocidos como “cuerpos carotideos”, que mediante conexiones nerviosas, informan al centro respiratorio ubicado en el sistema nervioso central. Estos últimos sensores, además, son los principales detectores de una baja en la presión sanguínea de O2. En respuesta a los cambios, se produce un aumento en la actividad del centro respiratorio, que trae como consecuencia un aumento en la descarga de las neuronas que controlan los músculos que participan en la ventilación, y la acción de los músculos de la laringe para abrir la vía aérea. Esto se traduce, a grandes rasgos, en un aumento en la frecuencia respiratoria para eliminar el CO2, aumentar el ingreso de oxígeno en la sangre, permitir el funcionamiento de los tejidos y normalizar los niveles de pH*.
Los mecanismos compensatorios aquí descritos, buscan recuperar el equilibrio corporal para así mantener la función normal de los sistemas que permiten la preservación de la vida.
De igual manera, todos en algún momento hemos tenido crisis personales que nos hacen considerar la necesidad de cambios en nuestras vidas. La razón nos dice que hay que hacer algo por conseguir este objetivo. Pero para enmendar nuestro camino y recuperar el equilibrio, son necesarios “remezones” que nos estremezcan de alguna manera y nos hagan reflexionar sobre nuestro actuar con D-os, nosotros mismos y los demás. Puede ser el padecimiento de una enfermedad, un fracaso personal, un sueño perturbador, etcétera. Mas, sea cual sea el factor, es una alarma de que algo no está bien, nos hace falta y/o hay que corregir.
Lo anterior puede verse reflejado en que, en tales circunstancias, hay decepción al ver que hemos invertido tiempo y energías en algo que probablemente no lo merecía (o bien no lo hicimos de la manera correcta), una sensación de vacío, que invade nuestro interior y nos hace pensar que somos miserables al tener una existencia carente de propósito o dirección en la que finalmente nada es nuestro.
Buscamos el porqué de tanto sufrimiento y lo que nos hace falta para la plenitud personal. Buscamos responsables en el resto, en la vida que Hashem nos dio, pero no en nosotros mismos inicialmente y sólo luego de un tiempo venimos a darnos cuenta de los errores personales.
muchas gracias!
¡No hay de que, moré! Espero que sea útil; de edificación y análisis para quienes lean esto =)
espero q asi sea.
cuanto mas buen pan ofrecemos, mas nos beneficiamos!