La Acción Positiva

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Hace pocos días, llegó a mi oficina un amigo con un cliente suyo, y con quien iba a realizar cierto trámite. Una vez hecho sus asuntos, empecé a conversar con mi amigo y el buen señor, quien por su apariencia de ancianidad me inspiraba cierto aire de confianza para preguntarle sobre su visión de la vida y del mundo.

Serenamente me confesó su edad, su recién superado infarto, su falta de temor hacia la muerte; pero lo que más me llamó la atención, fue sobre su experiencia de joven en que empobreció materialmente debido a la repentina devaluación de la moneda nacional que tuvo mi país allá por los años 80s, cuando el presidente de la época contrarió los criterios del Fondo Monetario Internacional, endeudando al país a niveles insostenibles con el fin de mantener el valor de la moneda nacional.

Para esas décadas gran parte de la población empobreció de la noche a la mañana a niveles lamentables, lo que obligó al Estado tomar medidas recesivas, de las cuales tengo escasos recuerdos.

Este señor, quien fue testigo directo de dicho acontecimiento, me contaba como dentro de su “currículo vitae” estaba ver perder sus tierras, sus autos, su capital, su dinero en un abrir y cerrar de ojos, debido a que las deudas en dólares que mantenía él (y muchos productores) se cuadriplicó de la noche a la mañana.

Su narración me pareció casi una “señal divina” debido a una experiencia personal recientemente vivida en la que, al igual que este señor, vi perder parte de lo que me costó hacer por algunos años.

Su historia me cautivaba cada vez más, hasta que llego el momento de mi gran pregunta: “Dígame señor, ¿Cómo hizo para recuperarse de tal crisis y perdida?”

Su respuesta me corroboró cierta sospecha que he tenido, de que el ser humano va perdiendo la memoria de él mismo. Es decir, no se olvida tanto de las experiencias externas (la crisis nacional y la pérdida de bienes, en este caso), pero si se olvida en gran medida de sus sentimientos, pensamientos y razonamientos que tuvo cuando experimentaba la desdicha o las crisis.

La respuesta a mi pregunta fue esta: “…Trabajo y mucha fe en dios…”

Sinceramente no me esperaba una respuesta tan light y superficial.

Claro que entiendo que se tiene que doblar, y hasta triplicar, las horas y los tipos de trabajo. Se lo que es tener que trabajar hasta altas horas de la noche, atender a personas indeseables con sonrisas, aguantar bromas y comentarios de clientes como si no me afectaran, reducir los precios por los servicios, trasladarse a largos destinos para ejecutar los servicios, soportar amenazas de prescindir de mis servicios por parte de algunos clientes si no cumplo a sus demandas, sonreír a personas que en otras circunstancias ni la mano daría, levantarse con miedo y acostarse con el mismo terror porque la jornada laboral estuvo convulsa llena de presiones y bajos honorarios, tener que hacerme de la “vista gorda” con el cumplimiento de requisitos para algunos trámites porque al cliente le urge ciertos resultados, ponerse en situaciones de riesgo con el fin de que los resultados sean favorables para el contratante, y así varios etcéteras todo con el fin de generar recursos suficientes que cubran no solo las perdidas sino que el pago de cuentas ordinarias y extraordinarias que surgieron de la crisis.

Claro que entiendo el tener que trabajar para superar la crisis acontecida, no tanto por actos que voluntariamente creó la persona, sino por acciones de terceros en los cuales se confiaba.

Pero, ¿mucha fe en dios? ¿Cómo se puede entender eso?

En honor a la verdad, dudo mucho que esa sea una verdad. En el momento de crisis lo que existe es negativismo, pesimismo, depresión, insomnio, sensación de derrota, de vacío, de soledad, de miedos seguidos por taquicardias, de ira, de sed de venganza, de razonamientos confusos, de pensamiento de muerte o sin salidas, de reclamos, de envidias por ver en otros mejor situación, de culpa, remordimiento, reproches a la vida a la sociedad a dios y a quien sea..

Y aunque se tome la decisión de ser positivo, honradamente dicha decisión dura poco. Al cabo de unas horas, y por cualquier eventualidad, vuelve la idea negativa.

No amigo… Sinceramente de una crisis o perdida no se sale con el consejo del remedio casero y mentiroso de “Trabajo y mucha fe en dios”.

Yo he asumido una actitud positiva.

Ojo: escribí actitud, y nopensamiento positivo”.

Porque a pesar de tener preconceptos erróneos de que “todo es para bien” que se construyeron con ideas propias y ajenas, y que hacen tener fe infantil en “futuros mejores”, al final el resultado se da por las acciones.

El pensamiento positivo no es constante y se requiere autoengaño para sostenerlo; la actitud positiva requiere acciones de responsabilidad en enfrentar las situaciones, aunque no se tengan pensamientos positivos.

En resumidas cuentas y en pocas palabras, no se debe tirar la toalla ante las crisis o pérdidas económicas, no porque se tenga mucha fe en dios o pensamiento inspiradores, sino simplemente porque no se debe de tirar la toalla.

La acción positiva no desconoce el miedo, sino que a pesar de temer se sigue actuando, trabajando, creando y haciendo, porque es lo que da resultado y porque tales acciones son de las personas responsables y valientes. Porque el que se aferra solamente a un pensamiento positivo se aferra a fe la hueca, e ignora que lo que hace es tapar sus terrores con ideas irracionales, ridículas e inservibles; y ese no es un valiente, es un irresponsable.

El que indolentemente tiene fe en dios, y con base en dicha fe actúa para salir de la crisis, la pérdida o el problema, pero lamentablemente está destinado a hundirse más en él, ya que la angustia de no ver su anhelado resultado al estilo de la “fast food” terminará por hacerlo desistir, más temprano que tarde.

Pero el que asume con acciones concretas su problema, el terror o el miedo deja de ser un problema más de los que hay que resolver.
Gracias por su lectura y comentarios.

(Lo escribo en merito de José A. Rojas Bejarano. Que descanse en paz y consuelo a su estimada familia en estos duros momentos)

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