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Para erradicar la idolatría

Aprender a lidiar con el EGO, a ubicarlo en su rol correspondiente, implica necesariamente liquidar por completo la idolatría en nuestra existencia.
Es decir, si esfumamos el seudo poder del EGO en nuestra vida, uno de los beneficios será librarnos de cualquier tendencia o cercanía con la idolatría.
Pero además, estaremos más sanos, disfrutaremos más y mejor de las cosas habituales y permitidas, tendremos un ánimo más positivo, andaremos construyendo SHALOM con actos de bondad y justicia sin apenarnos por cuestiones irrelevantes o enfrascarnos en asuntos impertinentes.

El EGO es un compañero de toda la vida, y es bueno que así sea, porque es útil y necesario en su trabajo correspondiente, siempre y cuando no usurpe otras funciones ni se convierta en el titiritero.
Por ello, nuestra tarea es conocerlo, entender como trabaja, no permitir que siga ejerciendo control donde no tiene cabida, esfumar su dominio pero sin pretender desaparecerlo o anularlo. El EGO está bien que esté allí en donde tiene que estar.
Tampoco podemos pretender educarlo, porque es una porción de nuestro cerebro no pasible de educación, responde instintivamente, así es y así debe ser.
Sin embargo, también son conductas aprendidas que se han convertido en hábitos, y como tales se disparan de manera involuntaria, inconsciente. Son estos hábitos los que se deben modificar, muchos de ellos extirpar, otros contener, evaporar.

Entonces, la clave está en darnos cuenta cuando el EGO secuestra el pensamiento, arrebata la acción, se transforma en el amo allí en donde solamente es un siervo; y no permitir que eso acontezca.
Es decir, si vamos a llorar, gritar, patalear o desconectarnos de la realidad (con cualquiera de sus derivados), deberemos hacer un mínimo esfuerzo para no hacerlo. Permitir que el flujo reactivo primitivo pase sin acción, para luego tomar decisiones voluntarias, razonadas, inteligentes, que permitan construir SHALOM.
Cuando el EGO, en su faceta netamente orgánica actúa, es necesario e indispensable, no podremos controlarlo, no tendremos cómo detenerlo, actuará más allá de cualquier idea que quisiéramos imponerle. Es una impulsividad instintiva, sin componentes ni emocionales, sociales o intelectual. Esa reacción está para garantizarnos la vida física, para encontrar el auxilio en otros que nos atienda, cuando somos realmente impotentes e ineficaces para lograrlo por nosotros mismos. Es un agente de rescate y seguridad.
Pero, cuando el EGO en su faceta de patrón de conducta negativo intente actuar, es entonces cuando tendremos el poder para domesticarlo, anularlo, hacer algo diferente y mejor.

La clave está en no reaccionar ciegamente, sino hacer una breve pausa para escoger tomando en cuenta los datos que se tienen a disposición.
La intención debe ser construir SHALOM, que es paz, integridad, plenitud.
Esto se consigue con el equilibrio del bien Y la justicia.
No una, ni otra, sino la combinación de ambas.
El exceso de bondad perjudica, a uno, al otro, al ambiente.
Lo mismo pasa con el exceso de justicia.
Aquel que es muy extremo en la bondad, termina agotado, sin recursos, enojado con la vida, iracundo consigo mismo, vacío, abusado por otros.
El que se sobrepasa en justicia termina agobiado, rígido, abrumado, estresado, peleado, hastiado, vanamente perfeccionista, desesperanzado y a veces violentado a sí mismo y a otros.
Pero, cuando se consigue detener el vaivén de uno a otro, o el paralizarse solo en uno de ellos, para conseguir una combinación exquisita, entonces por fin hay SHALOM.

Complicaciones para lograr la armonía no faltan.
Una de ellas seguirá siendo el deseo de control, de seguridad; aspiramos a controlar la realidad. El EGO nos ha enseñado a que podemos conseguirlo con sus trampas.
En verdad, no lo logramos jamás, pero ese seudo poder, la apariencia de control, es una droga adictiva. Cuando no lo conseguimos con los trucos habituales, seremos más manipuladores, más perversos, más tóxicos, descendiendo cada vez más en la celdita mental que nos arma el EGO.
El tener fe es una forma terrible que toma ese deseo. Tenemos fe y con ella pretendemos controlar a dioses y poderes sobrenaturales. Con la magia, superstición, religión estaremos manipulando para seguir en aparente control, seguros poderosos. Nos entrenan para eso, nos adoctrinan para ser personas de fe, es decir, esclavos del EGO al que endiosamos.
Y lo cierto es que seguimos impotentes, y peor, ignorantes del daño que nos estamos provocando con esta conducta horrible, que aleja del espíritu, que inunda de malestar pero se rodea de canciones, lemas, promesas, y todo lo que sirva para mantenernos hipnotizados y encerrados en la celdita mental.

Ahí entra nuestras otras herramientas, las que como personas maduras deberíamos desarrollar. El intelecto, la razón, la construcción, la aceptación; el construir SHALOM.
Para desarrollarnos y crecer, dotar nuestra existencia de algún sentido propio y orientado a lo espiritual, abandonando el deseo irreal de seguridad y control de la existencia. A eso lo podemos llamar «creer» o tener “EMUNÁ”.
Para el que tiene «fe» todo tiene una respuesta mágica; pero, para el que «cree» (tiene EMUNÁ) todo constituye una oportunidad para CONTRUIR un sentido lógico.
La fe es idolatría, EGO.
La EMUNÁ es conexión.

Entonces, ¿cómo no va a ser el estudio exhaustivo acerca del EGO uno lleno de espiritualidad, de TORÁ, de TESHUVÁ?

El complejo EGO

El EGO es inicialmente una minúscula área de nuestro cerebro, con una función fundamental y necesaria, provocarnos para llamar la atención para obtener la satisfacción de las primeras necesidades básicas, sin las cuales moriríamos (o desconectarnos de la realidad, para preservar energía a la espera de obtener auxilio externo).

Luego mantiene ese mismo rol, reaccionar automáticamente a situaciones reales de impotencia, cuando precisamos una rápida respuesta que se dispare sin mediar el pensamiento y cualquier tipo de evaluación que pudiera poner en peligro la integridad o la vida.

Pero, pronto va adquiriendo otro rostro, mucho más oscuro y tenebroso, usurpando otras funciones y llevando a la persona a estados de enfermedad.
Esto ocurre por el entrenamiento en ciclos de sentir la impotencia real –> reaccionar automáticamente con el empleo de alguno de sus instrumentos –> cierta resolución de la impotencia real –> sentimiento de cierto poder por el uso de esas herramientas –> pero se vuelve a sentir la impotencia real, y así se continúa.
Este ejercicio constante, la repetición de acciones y sus consiguientes reacciones, va estableciendo un patrón de conducta definido, un hábito.
A lo natural se le va sumando una segunda naturaleza, la de la rutina automatizada, inconsciente, muchas veces involuntaria.

Este patrón de conducta habitual no logra resolver nada, puesto que el sentimiento de impotencia no se soluciona con los instrumentos del EGO; por el contario, aumenta el estrés, la insatisfacción, la ira, el sentimiento de vulnerabilidad, el empecinamiento por obtener poder a través de las herramientas del EGO.

Sumemos a esto el influjo y la instrucción que obtenemos por el ejercicio del supuesto poder por parte de nuestros cuidadores y criadores, los mayores que se hacen cargo de nuestra “educación”, quienes sometidos a sus propios EGOs nos inundan de impotencia, de sensaciones de falso poder, de miedos, creencias absurdas y todo el resto de lo que nos exila de nuestra LUZ de la NESHAMÁ para dejarnos a oscuras, perdidos, abandonados, como sin fuerzas. Solamente contando con el “salvador” mágico, el EGO, revestido en cualquiera de sus disfraces: autoritarismo, superstición, religión, manipulación, bravuconería, melancolía, ataques de pánico, entre otros.

Llegados a un punto se podría decir que somos adictos al EGO, justificamos sus descalabros, anhelamos sus intromisiones, alentamos su secuestro de nuestro intelecto, colaboramos para seguir prisioneros de él y que otros caigan bajo su aparente poder.
Por su presencia hemos ido formando las máscaras que constituyen nuestro Yo Vivido, es actor principal y gran responsable de nuestra personalidad.
Resulta impensable, al día de la fecha, imaginar una humanidad desprovista de EGO, puesto que es un elemento primordial de nuestra existencia terrena.
Es lo que nos hace humanos, y no ángeles. Por ello, aunque no pecáramos estaríamos igualmente necesitados de TESHUVÁ, de retornar a nuestra esencia.

El EGO llega a formarse y nutrirse de cuatro de nuestros cinco planos de existencia, todos menos el espiritual –obviamente-.
No depende de uno solo, por lo cual resulta complejo su conocimiento, comprensión cabal y estrategias para ubicarlo en su rol saludable y necesario.

En brindar elementos para esfumarlo, domesticarlo, aprovecharlo estamos nosotros abocados. Es una forma de contribuir a establecer la Era Mesiánica.
Puedes alinear tus dimensiones detrás de la dimensión espiritual, que sea la ética divina/natural, la que determine el curso de tus decisiones. Entonces, la potencia del BIEN, la LUZ del espíritu llenaría todos tus rincones, educaría al EGO.
O, podrías mesurar tus acciones y palabras para que sean apegadas al razonamiento y el conocimiento, aunque te falle la percepción de la orientación espiritual. En este caso, el riesgo de secuestro del pensamiento por parte del EGO no deja de estar presente.
Como sea, es necesario aprender, desaprender, embarcarse en la tarea de crecer construyendo SHALOM.

Lo que enferma y lo que sana

Hay una muy pequeña glándula en el corazón de nuestro cerebro denominada hipotálamo que regula nuestro cuerpo, para que tienda a la homeostasis, es decir el equilibrio dinámico.
Segrega hormonas, sustancias químicas, que provocan diferentes reacciones en nuestro organismo y controla funciones tales como: temperatura corporal, hambre, estados de ánimo, liberación de hormonas de otras glándulas -especialmente la hipófisis-, presión sanguínea, función muscular, sistema inmunitario, comportamiento sexual, sueño, sed, frecuencia cardíaca.
¡Imagínate su importancia!

El hipotálamo también reacciona a las percepciones sensoriales, sin capacidad para diferenciar si son reales, imaginarias, estimuladas por una película, etc.
Como busca el equilibrio, al recibir información que pudiera afectarlo se pone a trabajar para conseguirlo, cambiando y reajustando las funciones del organismo para lograrlo.
¿Qué pasaría si nos llenamos de pensamientos negativos, de impotencia, de fracaso, de amargura, de malestar, de conflicto?
¿Cómo crees que sería su reacción, nuestra reacción?

Habrá cambios químicos que percibiremos como emociones, sentimientos, intuiciones, sensaciones, que podemos considerar como alertas que sirven para llamarnos la atención y modificar aquello que nos está incomodando para restablecer así el control, el equilibrio perdido.
Si nos hacemos caso de tales anuncios, o los desciframos erróneamente, o no podemos/queremos modificar la situación que los provoca, el cuerpo creará síntomas, como manera de protegernos de cierta forma de aquello que nos afecta al tiempo que señala lo que lo provoca.
Si entonces nos hacemos cargo de la situación y la resolvemos, encontraremos que los síntomas se mitigan o desaparecen, reposamos de la invasión de llamados de atención internos que nos aturdían.

Por supuesto que si las percepciones sensoriales son agradables, el hipotálamo segregará sustancias químicas que nos complacerán, para mantenernos en ese estado plácido, equilibrado.
¿A qué no sabes con qué asociamos en este hogar al hipotálamo?
Sí, EGO o IETZER HARÁ.

¿Entiendes la importancia de construir SHALOM interna y externamente en todo momento?
Ya no solamente como un llamado sagrado o ético, ni como una misión basada en razonamientos lógicos, sino como una necesidad biológica de cada ser humano.
Si nos llenamos de pensamientos tóxicos, de palabras negativas, de acciones contrarias al SHALOM, estamos provocando que nuestro organismo reacciona de manera forzada, llevándonos a estados de malestar, sufrimiento, conflicto, vulnerabilidad, ira acumulada, agotamiento físico/mental, frustración, etc. Entonces, tendremos miedo, angustia, ataques de pánico, infartos, úlceras gastrointestinales, hipertensión arterial, algún tipo de diabetes, alergias, conflictos interpersonales, debilitamiento del sistema inmunitario, lesiones musculares, intentos de autoeliminación, adicciones, entre otros efectos directos de nuestra falta de control y no aceptación de la misma, de nuestra lucha a como dé lugar por ser poderosos donde no lo somos, de nuestra desconexión de la realidad en lugar de modificarla en la medida de lo posible o admitirla y fluir con ella.

En principio, ¡no hay nada mágico en pensar positivamente para ayudar a tener una vida más feliz!
Pero claro, cuando el pensar positivo se transforma en un lema religioso, en un mandato obligatorio y si no se cumple se merece la condena divina, entonces ya no se está realmente en presencia de una enseñanza saludable, sino en un disfraz de felicidad usado como instrumento por el EGO para mantenernos en impotencia. O cuando el llamado pensamiento positivo se usa para encubrir la impotencia, negarla sin hacer nada realmente eficaz para obtener poder, también resulta ser una herramienta del EGO para someternos.
El pensamiento positivo lleva a construir SHALOM, por medio de acciones de bondad Y justicia; si no, es solamente una fantasía o un manejo del EGO.

Los consejos para una mejor vida son:

  • Admitir nuestra impotencia.
  • Controlar aquello que está en nuestro dominio.
  • Emplear la Comunicación Auténtica.
  • Disfrutar de lo permitido en tanto nos apartamos de lo prohibido.
  • Realizar acciones concretas de bondad Y justicia.
  • Evitar en lo posible el llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad (y los derivados de estas cuatro); que son solamente útiles en verdaderas situaciones límites de falta de control y con peligro de vida o integridad.
  • No estigmatizar la tristeza, sino darnos cuenta que existe y es parte de nuestro ser humano; pero tampoco acurrucarnos en ella de manera continua.
  • No obligarnos a sentir una felicidad que no sentimos, ni tenemos cómo sentirnos felices en tanto no demos los pasos necesarios.
  • Conocer nuestro funcionamiento para comprender lo que acontece y apartarnos de negación, superstición, magia, religión o cualquier otro sistema enfermizo de esclavitud mental.
  • Pensar positivamente, en serio, con conocimiento y optimismo reales.
  • Conversar con el Padre Celestial, no para ordenarle que haga según nuestro deseo, ni para demandar beneficios, sino para unificar nuestro ser con Su Ser.
  • Caminar el sendero de la TESHUVÁ.
  • Tomar sesiones de CABALATERAPIA.

Te impide disfrutar

Tu EGO es lo que te impide disfrutar de las cosas buenas de tu vida.
No es la falta de fe, ni alguna arbitraria deidad enojada, o un ente metafísico extraño, ni tu incapacidad moral a causa de taras espirituales. ¡Nada de eso!
Es el EGO, esa parte nuestra, natural, necesaria en su justa medida y función, que se ha convertido en un comandante cuando debiera ser un servidor.

El EGO se activa naturalmente cuando estamos en situación de impotencia.
Reacciona automáticamente para proveernos de mecanismos básicos, instintivos, para sortear ciertas situaciones peligrosas. Entre sus herramientas se incluye el llamar la atención a como dé lugar, para de esa forma obtener la asistencia de alguna persona –entidad- supuesta como salvadora y con poder.

El problema radica cuando ante sentimientos o sensaciones de impotencia se disparan las reacciones automáticas del EGO.
Como son solo sensaciones o sentimientos, como no hay algo real, material, que pueda modificarse para obtener algún relativo poder, la persona reacciona y sigue en sensación de impotencia. O se empeora, porque algo que ha hecho generó una incomodidad, una impotencia real, ya no solamente sentida.

El problema empeora cuando estamos en constante estrés, sintiendo continua impotencia, y no hay factores externos que la generen. Somos nosotros, nuestras emociones secuestrando los sentidos y los pensamientos que nos llevan a saturarnos de insatisfacción, amargura, incapacidad, debilidad y el tren de malestares que se forman por las reacciones provocadas por las herramientas del EGO.

Y el problema es todavía mayor cuando el EGO es el que ocupa el lugar de los otros funciones, particularmente las racionales adultas, decidiendo, actuando, tomando las riendas cuando solo debiera ser un componente de segundo orden.

Entonces, cuando uno podría estar gozando de lo bueno que cada día trae y haciendo todo lo posible por mejorar un poco, se tropieza en críticas amargas, quejas, demandas, obsesiones, miedos, provocaciones, amarguras inmotivadas, agresiones, amenazas, manipulación, ausentismo, celos agobiantes y una nutrida cantidad de otras conductas/creencias que conducen a la impotencia y a las reacciones del EGO.
No se disfruta de lo permitido, sino que se abraza a lo prohibido.
Y te repito, no es por falta de fe o por algún defecto “espiritual”, sino por no tener en claro el trabajo del EGO y cómo hacer para esfumar su dominio sobre nosotros.

Entonces, repetir y aburrir con esta temática se convierte en un pilar fundamental para una buena vida, para una existencia plena, llena de espíritu y por tanto de Dios.

Ciego, sordo, en eso te has convertido…

«No maldecirás al sordo, ni pondrás tropiezo delante del ciego; sino que tendrás temor de tu Elohim. Yo soy Hashem.»
(Vaikrá / Levítico 19:14)

Mucho se ha escrito y codificado a partir de estas palabras, bueno es estudiarlo, aprenderlo y aplicarlo en la medida de lo posible.
Quisiera, humildemente, aportar una perspectiva que nos sirva para crecer como personas.

¿No hubiera sido suficiente si se ordenara “no maldecirás”, o “no maldecirás a otra persona”?
¿Era necesario hacer particular énfasis en aquella persona que no se ve afectada por nuestras palabras, ni siquiera se entera de lo que hemos dicho acerca de ella?

¿No bastaba con expresar “no pondrás tropiezo delante de ninguna persona”?
¿Cuál es la importancia de remarcar que el que está en peligro de tropezar por nuestra causa es un ciego, sea que no puede ver con sus ojos o que está nublado en su conocimiento?

¿Es tan grave esto que es necesario hacer especial hincapié en recordarnos que debemos temer/reverenciar al Eterno?
¿O acaso hay alguna otra enseñanza detrás de la exhortación a temer/reverenciar al Eterno, precisamente en este punto, cuando se nos advierte de no causar malestar o daños a los vulnerables y que no tienen cómo advertir nuestra perversa intención?

La idea que te propongo ahora, y que no intenta eludir lo codificado como reglamentario ni enseñado como apropiado por los maestros, es lo siguiente.

Trata de darte cuenta de que tú eres ese sordo al que estás maldiciendo, como también eres ese ciego al cual estás poniendo un obstáculo ante sus pies.
Porque, cada vez que te aprovechas de una supuesta superioridad sobre otro, haciendo uso de un aparente poder para manipular, generar malestar, oprimir, herir a alguien inocente en situación de vulnerabilidad; en realidad, en esencia, tú eres el débil, tú eres el estropeado, tú eres el impotente, tú estás en problemas. Tú te aprovechas de trampas y ventajas impropias para tener un poquito de aparente poder; pero, sigues siendo impotente, esclavo del EGO, atrapado en una telaraña de creencias y sentimientos que te mantienen apabullado, pasajero de una vida sin sentido y vacía.

¿Crees que te estás burlando del sordo?
¡En verdad tú eres el objeto y sujeto de la burla!
Tú eres quien deberá pagar los platos rotos a la hora en que se pase factura y se exija abonar la cuenta.

¿Crees que estás maltratando al ciego?
¡En verdad tú eres el que recibe el daño y deberá hacerse cargo y responsable de lo que acontece!

Y no, no solamente en el Juicio tras el pasaje por esta vida; sino también aquí mismo.
Porque, la voz de la NESHAMÁ, que es tu Yo Esencial, tu espíritu, no se calla nunca. No deja de observar y enmendar, no para de aconsejar y orientar, y cuando es oportuno denunciar. Constantemente esa vocecita está clamando en silencio en tu interior. Algunos le llaman la voz la conciencia, otros pueden llamarle el instinto ético natural. Como sea, ahí está el fiscal que señala y pide restitución por tus malas acciones, por tu desvío del buen camino.
Y, por supuesto también queda debilitando tu estructura la mancha provocada por el mal hacer. Esa mancha que se va acumulando y engrosando, tapando la LUZ de la NESHAMÁ para que no alcance a alumbrar a tu ser. Entonces, te sientes confundido, angustiado, vacío, abandonado, podrido, sin valor, desplomado. Como desesperado recurrirás a cualquier subterfugio para tapar ese sufrimiento, en lugar de admitirlo, reconocerlo, corregirlo para limpiar la mancha y permitir que la LUZ te vivifique. Pero no, seguirás terco por la senda desviada, apartando el bienestar y la bendición, hundido en la impotencia, en el exilio de tu personalidad, disfrazado de lo que no eres, mostrando un rostro que es solamente una máscara.
Seguirás siendo ciego y sordo, tonto y aburrido, aunque te creas superior, fuerte, hábil, sagrado, iluminado, liberado o cualquier otro adjetivo que tu EGO te invite a usar como anteojera que te oculte la realidad oscura en la que te encuentras.

El fuerte encuentra la manera para no ser marioneta de su EGO.
Entonces, en lugar de ser ventajero, construye SHALOM; es decir, actúa con bondad y justicia.
El constructor de SHALOM podrá parecer tonto a ojos de esos “vivos” que se creen que con maltrato y bravuconería, con estafas y corrupción, con violencia y atropellos, con religión y palabrería, con engaños y manipulación se obtienen beneficios, trofeos y éxito. Y, puede que sí, que el constructor de SHALOM no alcance esa gloria tan aplaudida por los títeres del EGO, puede pasar que no se disfrute de holgura y un gran aparente poder. Pero, se vive feliz, pleno, satisfecho, aceptando lo que se tiene sin por ello resignarse tristemente a la miseria o al conformismo apático. El constructor de SHALOM, justamente está rodeado por paz, tranquilidad, armonía, y para él eso vale mucho más que fortunas mal habidas, amistades adquiridas con dinero, un buen pasar material alcanzado por maltratar y arruinar a los inocentes.

Mejor, ten presente al Eterno, venéralo, permite que tu esencia espiritual alumbre tu ser, en vez de interponer más y más manchas alrededor de su LUZ.
Deja la religión con su apariencia de espiritualidad y poder, que es solamente enfermedad y muerte.
Abandona las conductas que no construyen SHALOM, porque no conjugan la bondad y la justicia.
Haz TESHUVÁ, entonces ya no serás ni ciego ni sordo, y entenderás qué quiere decir “Yo soy Hashem”, con lo que concluye el párrafo que estamos estudiando.

Será un placer y un honor si compartes conmigo tus ideas y reflexiones a partir de la lectura y estudio de este texto.
Hasta luego.

(Texto originalmente publicado en serjudio.com y compartido aquí por su valor para los noájidas).

Un mensaje de Shabat

Este día séptimo que está por comenzar, de SHABAT para los judíos, es otra oportunidad para quitar las máscaras que esconden nuestra rostro, ocultan nuestra LUZ.
Vamos a quitarnos los disfraces para vestirnos con las ropas dignas de príncipes, hijos del Eterno, que lo demuestran por vivir construyendo SHALOM.
Sin fantasías mágicas, sin palabrería, sin manipulación, sin religión, sino con lo que el Eterno pide de nosotros: bondad, justicia y lealtad.
¡Les deseo SHABAT SHALOM y FELIZ SEPTIMO!
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Reflexion.

imageCuando un pájaro esta vivo, se come a las hormigas. Cuando el pájaro esta muerto, las hormigas se lo comen a èl.

El tiempo y las circunstancias pueden cambiar en cualquier momento. No subestimes o lastimes a nadie en la vida.

Puedes que hoy seas poderoso, pero recuerda que el tiempo es más poderoso que tu.

Se necesita solo un àrbol para hacer un millòn de cerrillos y sòlo un cerrillo para quemar un millòn de arboles.

Se bueno y haz el bien.

Aclaraciòn : Desconozco su autor , pero encierra una bonita reflexion.

Dedicado a los que padecen alguna enfermedad.

EL efecto de las manchas

La NESHAMÁ no se afecta negativamente por los pecados (en cualquiera de sus cuatro niveles de gravedad, de acuerdo a su motivo), ni suma luz a su LUZ por tus acciones sintonizadas con el Eterno (cumplimiento de mitzvot, u otras buenas acciones).
Su LUZ permanece invariable, provista y sostenida constantemente por la Bondad del Eterno.
Las manchas que provocan nuestros pecados no apagan su LUZ, sino que van formando alrededor de ella como cáscaras que obstaculizan el pasaje de la LUZ a las otras dimensiones de nuestro ser. Así, el efecto espiritual nocivo del pecado no corroe la NESHAMÁ sino a una o varias de nuestras otras dimensiones: física, emocional, social o mental.

Con algunas faltas es más o menos evidente.
Por ejemplo, hagamos de cuenta que le hemos mentido a una persona querida, que es pecado en el marco del judaísmo y puede ser tomado también así por los noájidas. La mentira forma su correspondiente mancha entorno a la LUZ de la NESHAMÁ, obstaculizándola en alguna forma. Nuevamente te lo digo, ni la NESHAMÁ ni la LUZ se perjudican en nada, sin embargo, esa mancha está ocultando algún gradito de LUZ, lo que podría afectar en el plano emocional, por surgirnos sentimientos amargos y de culpa, que nos podría generar pensamientos de auto-reproche, que a su vez podría hacer que evitáramos el contacto con esa persona a la que engañamos, e incluso quizás alguna úlcera estomacal. Entonces, en este tipo de pecado, puede reconocerse con bastante sencillez el efecto negativo del pecado afectando una o varias de las dimensiones.
¿Puedes hacer una lista de otros pecados (desvíos del camino correcto indicado por Dios) que afectan las dimensiones de nuestro ser?
Por lo general, en los preceptos que son entre la persona y otra persona es más fácil de identificar los perjuicios que son ocasiones por el pecado.

Pero, en otros casos podría costarnos más entender el daño resultante del pecado, puesto que en apariencia y tras un breve análisis no hay nada negativo para destacar.
Permíteme que te brinde un ejemplo.
La persona judía come no kasher y no siente el más mínimo tapujo o contrariedad emocional por ello, ya que no cree que sea un pecado, o sabe que no es permitido pero tiene una excelente excusa que le deja tranquilo. Además, en su habitual marco social (judío, gentil o mixto) nadie le incomoda con juicios o preguntas molestas al respecto, o hasta puede que le incentiven su conducta. Mentalmente ha racionalizado su proceder, sin que le genere el mínimo conflicto o molestia. De hecho, ya ni siquiera se lo cuestiona un instante puesto que es un hecho corriente y que a ojos vistas no provoca ningún malestar físico o de cualquier otra especie. Es más, el no cuidar la dieta kasher le facilita en su vida social integrada a la sociedad gentil o judía laica, es mucho más económica y no tiene tantos requisitos y limitaciones. Así que, muy por el contrario, este pecado no le genera prurito alguno, ni dificultades.
Igualmente, las manchas alrededor de su LUZ de la NESHAMÁ se van formando, porque éstas no dependen de si uno cree o no en la Torá, ni en la existencia de Dios, ni en el valor del marco legal judío, ni en ninguna otra cuestión individual. Las manchas provocadas por el pecado dependen de un sistema objetivo, que existe superando la voluntad personal, pero que dependen de la acción personal para ser formadas y plantarse como obstáculo a la LUZ.
Entonces, está el pecado, aunque uno no crea que lo es; está la mancha, aunque uno no crea en esto, ni sienta ninguna dolencia directamente relacionada con la falta de ese punto de LUZ.
Pero, ¿qué se aflige como consecuencia de esa carencia de ese punto de LUZ?
Obviamente la respuesta no es evidente, ni fácilmente demostrable, pero existe.
La voz de la NESHAMÁ, aunque apenas audible, aunque apagada por los gritos del EGO, aunque ignorada adrede, esa voz no deja de hablarnos y de orientarnos hacia lo que es Bueno y Justo (ambas con mayúsculas adrede).
Podremos inventar geniales justificaciones y sinceramente creernos nuestros cuentos para ocultar la verdad, pero la Verdad no deja de reclamarnos y de exhortarnos a volver a la senda correcta.
Sentimos un malestar difuso, impreciso, que no podemos determinar de dónde viene, pero indudablemente nos acompaña.
Por más que hacemos mil terapias (de las nobles y saludables, y de las enfermizas y agobiantes), y buscamos en religiones, sectas, drogas o lo que sea, ese malestar está ahí.
Nos lleva a las cosas que mencionamos anteriormente y a otras más, en una alocada carrera sin sentido, con la cual queremos escapar de un algo que no sabemos identificar qué es, y que nada de lo que hacemos nos libera de su presencia. Porque, esa presencia somos nosotros mismos, en nuestra identidad eterna, la del Yo Esencial o NESHAMÁ. Allí en donde nos ocultemos, estaremos para denunciarnos. Con lo que queramos tapar la vocecita chiquita y débil de la conciencia, ésta no dejará de sonar.
Entonces, podremos correr al centro comercial a llenarnos de cosas, en un afán consumista, pero la mancha no se borrará con ello.
Podremos decir diez mil padrenuestros y hacer doscientas volteretas religiosas, pero la mancha seguirá presente, o hasta crecerá.
Podremos llevarnos a la inconsciencia por otros mecanismos, hasta incluso el suicidio o a punto de cometerlo, pero nada de ello dejará muda la voz ni limpiará la mancha.
Y podremos decir que es otro el motivo del malestar y achacar culpas a los medios de comunicación, el narcotraficante, el vecino molesto, Dios que no nos rescata mágicamente, el judaísmo que aburre, el noajismo que no incentiva, los padres que nos hicieron traumas infantiles, la esposa que fue infiel, el marido celoso, ¡cualquier cosa! Pero, allí seguirá la mancha, que espera a ser borrada cuando hagas TESHUVÁ.

Pero, TESHUVÁ precisa ser honestos y claros en todos sus puntos.
Entonces, quizás ese afán consumista que te está corroyendo no se deba al marketing efectivo, ni a las modas sociales actuales, ni a un trauma de la infancia, ni a una personalidad infantil solamente, sino que tal vez esté escondiendo una gran cantidad de manchas en torno a tu LUZ que se han provocado por los pecados que fuiste cometiendo y de los cuales no has hecho TESHUVÁ.
Y quizás, que la sociedad de consumo en la que vivimos esté como esté, no se deba simplemente a variables económicas, necesidades de mercado, poderes políticos ocultos, o vaya uno a saber que interesante teoría sociológica, sino que en la base tal vez se encuentre una angustia imposible de identificar su origen, puesto que brota como consecuencia de manchas que ocultan la LUZ de individuos y colectivos.
¿Cómo saberlo?
Ahora que tenemos mayor conciencia de cómo estamos formados, tal vez sea tiempo para dedicarnos a investigar nuestras manchas y emprender un camino de retorno a nuestra esencia, para que la LUZ de la NESHAMÁ nos alumbre, nos llene de Bienestar, nos conduzca en los valles de sombra de muerte sin temer mal alguno.

Ecuación de la efectividad de la religión

La gente tiene (¿tenemos?) una imperiosa e impresionante necesidad de experiencias religiosas.
¡¿Cuántas veces oí “me siento vacío sin religión”?! O frases similares.

Esas aparente necesidad por lo religioso y el sentimiento de vacío al estar libre de religión podrían obtener alguna satisfacción de:

  • religiones establecidas y organizadas (cristianismo, islam, etc.),
  • sectas nuevas y estrambóticas (cabalisteros, grupos new age, gurús orientales, etc.),
  • organizaciones no teológicas pero de evidente corte religioso (algunos partidos políticos, algunos grupos de entusiastas seguidores de artistas, algunas pandillas de fanáticos de equipos deportivos, “cosas” como la cienciología, etc.),
  • creencias propias, familiares, grupales que se afirman como valiosas y efectivas (supersticiones varias, iglesia maradoniana, rituales locales, etc.),
  • e incluso en aquellos ateístas férreos y convencidos que hacen de su lucha contra “dios” una forma de religión (algunos evolucionistas, algunos cientificistas, algunos debunkers, etc.),
  • sin olvidarnos de los otros ateos, esos que viven su ateísmo atrapados por sus ídolos a los cuales no llaman dioses (chavistas, leninistas, estalinistas, nazis, comunistas variopintos entre otros).

Es necesario que tengamos más o menos claro que entendemos nosotros por religión.
Es sentir que existe un corte, una interrupción, un quebranto de una conexión con algo superior.
Este algo puede ser una deidad, una potencia metafísica, una realidad supranatural, un estado de perfección o conocimiento, un pasado paradisíaco, o cualquier otra manifestación de superioridad a lo meramente humano.
Como parte de lo religioso, se siente y/o cree que el lazo perdido solamente se puede reparar, religar, solucionar por medio de adoptar unos ciertos dogmas y creencias, por tener conductas codificadas para concretar tal reunificación de lo cortado.
Entre las creencias o sentimientos se encuentra habitualmente el interés por obtener poder a través de la manipulación del algo superior, entonces, el hombre desde su impotencia encuentra rituales u otros mecanismos para hacer uso de la entidad superior y de esa forma ser (o sentirse) poderoso.

Seamos sintéticos:

  1. Sentimiento de impotencia.
  2. Sentimiento o creencia que existe una entidad poderosa interesada en dotarnos de poder.
  3. Sentimiento o creencia que con determinadas ideas, palabras, ritos, conductas se obtiene control, o al menos influencia vigorosa, sobre la entidad poderosa.
  4. Suspensión de la evaluación racional y tendiente a lo objetivo en lo que a sus creencias y sentimientos religiosos se refiere.
  5. De existir una referencia externa (iglesia, cofradía, secta, grupo, etc.) afiliarse a ella, someterse a sus dictados, asumir sus mandatos, entregarse a su voluntad en su rol de representante de la entidad poderosa.

Al visualizar con claridad esta estructura, y al estar conscientes de la naturaleza y funcionamiento del EGO, no es difícil percibir su presencia aquí.
Esto ya lo hemos trabajado en extenso en otras oportunidades y no volveremos a repetirnos ahora. Si te interesa, aquí tienes algunos textos para estudiar:

Vivimos en una prisión religiosa formada por las tensiones generadas por el EGO, y por las doctrinas y acciones que provienen de entidades religiosas con las que somos invadidos, adoctrinados, sometidos, embarullados y atormentados.
Se nos promete un paraíso perdido a recuperar, una salvación, una esperanza, una mejor vida, un mundo restaurado, un mundo perfecto, cualquier cosa que nos dé apariencia de seguridad y control.
Sí, poder, mucho poder, y ser atendidos.
Eso es lo que prometen las religiones, todas ellas, cada una según sus modismos y características.
Y al mismo tiempo se nos promete/amenaza con perdición, tormentos, infiernos, sufrimiento, pobreza, maldición, dolor, impotencia y más impotencia; si es que no nos convertimos en fieles y constantes seguidores de la religión.´
Es una ecuación bastante sencilla pero efectiva y mortal:

ECUACIÓN DE LA EFECTIVIDAD DE LA RELIGIÓN

  1. Sientes impotencia.
  2. Tus esfuerzos por alcanzar total poder y atención fallan.
  3. Te confirman que eres impotente, y eso a causa de algún pecado insolucionable por tus medios.
  4. Te ofrecen salvación  = poder.
  5. Además de brindan atención y te dan la bienvenida gratamente, te hacen sentir parte de un algo especial y poderoso.
  6. Si no aceptas lo que te ofertan, te aseguran seguirás siendo impotente y aún más por haber rechazado la salvación. Existe violencia, que puede ir desde la más evidente y grosera, hasta la sutil y hábilmente camuflada; pero nunca falta.
  7. Si aceptas, seguirás siendo adoctrinado, sometido, esclavizado y probablemente deberás ser promotor activo de la religión, para atraer a los que están por fuera o o retener a los que están en duda.
  8. Deberás realizar actos irracionales, o innobles, o tontos, o carentes de sentido real, o que implican un caro sacrificio para ti para mantenerte dentro del grupo religioso.
  9. Deberás enfocarte con fuerza en destruir, oponerte, agredir, negar, desprestigiar, aislar, etc., a lo que la religión te muestra como “el enemigo”. Nunca falta ese ser, grupo o entidad oscura a la cual hacer culpable de los males y foco de atención negativa.
  10. Si no percibes mejorías en tu vida, ni que se realicen las promesas mágicas, te responden que es tu culpa, por no esforzarte, por dudar, por pecar, por tener pensamientos herejes, o cosas similares. O te lanzan a promesas improbables, en otras vidas, otras realidades, etc., para lo cual deberás abandonar todo análisis y asumir tu sometimiento con humildad y negación de la realidad.

Más al respecto:

Hay muchísimos textos más, si te interesa continúa buscando y aprendiendo.

Nada de lo religioso es espiritual.
De hecho, la religión es un obstáculo inmenso para desarrollar una vida de plenitud y por tanto de despliegue de la espiritualidad.
Aunque se repitan infinitos lemas con la palabra “Dios” o “D-os” o cualquier otra cosa, aunque se usen símbolos sagrados, aunque se disfrace de santidad, aunque se menciona a la Torá y los profetas, no hay en la religión espíritu.
Los mercaderes de la fe lo saben, o lo intuyen, por eso se aplican a copiar lo espiritual para vender su mercancía podrida en envases de santidad.
Por tanto, ¡mucho cuidado!

En lugar de abocarse a la religión, o a la destrucción de la misma, lo interesante es llevar una vida acorde al Eterno, lejos de toda cosa que nos desvié del verdadero camino de santidad.

Pero, ocurre que mucha gente que ha podido tomar un sorbo de vida, al apartarse de la religión, pronto se siente vacía, como si les faltara algo, como si extrañaran el peso de la religión.
Entonces, lamentablemente vuelven a ella.
Sea a la organización religiosa que habían abandonado, a cualquier otra, o a formas religiosas particulares pero tan perniciosas como la religión organizada. Incluso fabrican sectas a su medida, con elementos del judaísmo y/o del noajismo (que recordemos ninguna de ambas es una religión, aunque se confundan con ellas).
Los motivos no te los diré, porque ya te los expresé en la “ecuación de la efectividad de la religión” más arriba. ¿Te animas a comentarnos cuáles elementos de esa ecuación provocan que la persona se sienta vacía, sin religión, y entonces neciamente opten por volver a paralizarse en alguna de ellas?

Des-religion-arse

A mí me gustaría cantar victoria en una proclama de no haber sido nunca religioso; de no haber creído nunca en ningún dios o religión que afectara mi conciencia de ser, mi forma de pensar-razonar, o mi forma de actuar.

Y estoy completamente seguro que muchos quisieran pensar como yo. El creer que se nació sin influencias parentales sobre ningún dios y ninguna religión para muchos de nosotros resulta como una medalla que con gusto llevaríamos casi que encarnada.

Y de hecho si hubiese sido así, si no hubiésemos recibido, como herencia y tradición, la religión y a dios, y si no hubiéramos tenido influencia de ninguna religión en ninguna de nuestras edades y etapas, ¡! Que alturas personales y sociales hubiésemos alcanzado ¡!

Seguramente estaríamos viviendo niveles de conciencias inimaginables, casi de ciencia ficción. Probablemente hasta físicamente fuésemos diferentes por no tener prejuicios que hayan detenido el proceso evolutivo, o científico, tecnológico, o ético, o vaya a saber qué.

A ciencia cierta hasta los sistemas políticos y jurídicos hubiesen sido distintos por haber sido céntricos en los derechos y deberes inalienables al ser humano, que no nacieron ni van a acabarse, sino que siempre han existido por ser inherentes a la condición humana. Que ningún dios se los dio y que ninguna religión reafirmó, sino que el hombre descubrió; tal y como descubrió la ley de la gravedad.

¡! Y ni hablar de la historia ¡! Cuan diferente hubiese sido la historia de la humanidad de no haber existido nunca la religión y su infeccioso dios. Creíblemente hoy fuésemos miles de millares de personas habitando nuestro planeta… y quizás en unos cuantos otros mundos tambien ¡¡ Con toda seguridad el computo de los años y las eras partirían del año cero del nacimiento de la primera persona, y fuese una celebración mundial (y planetaria) cada cumpleaños del hombre ¡¡. (Y si el que me lee quiere acompañarme en mi viaje utópico, le invito a que responda en los comentarios a la pregunta donde estaríamos hoy sin religiones).

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Y mi país… ¿Dónde estaría mi querido país sin la religión y sin su dios? Para serles sincero no puedo imaginar a mi patria sin dios, sin j-sus, sin la virgen, sin iglesias; porque todo su sistema político y de gobierno, toda su idiosincrasia e identidad se formó en torno a la religión y a su pestilencial concepto de dios.

¡¡ Que daño hace la religión en la capacidad creativa de la persona, que ni siquiera sea capaz de imaginar un país sin religión !!

Fin de mi sueño utópico. Porque la verdad es otra. Por más que se defienda el hecho de que algunos nacimos sin religión y sin dios, y pretendamos llevar esa medalla con orgullo, lo cierto es que estamos infectados de ella y de él.

Si no nos infecto la familia con religión y su dios, lo hizo la sociedad. Los 5 planos de la existencia de la persona [1] desequilibrándose y en caída libre hacia planos más inferiores que el de los animales por el hecho de haberse contaminado la conciencia del hombre con religión.

Porque la religión y su dios no dieron tiempo de que el ser humano pudiera haber explorado y explotado sus planos de existencia en toda sus dimensiones.

El prejuicio religioso castró a la persona de sus capacidades antes de que el ser humano supiera de ellas.

La religión y su dios nos convirtieron de seres humanos-personas [2], a algo parecido a un chimpancé con menos pelo, con lóbulo frontal y un poco más pensantes que un animal; con la chispa divina virgen e inalcanzable por estar en potencia las capacidades propias de la condición humano-persona, aun después de milenios de evolución.

Nuestro propio retraso, el personal y el colectivo, como sub-producto de la religión y su dios, es nuestra propia evidencia de lo infectado que estamos, aunque nos mofemos de no haber sido influenciados por la región y su virulento dios. Porque uno de mis mejores argumentos para coronarme como el no-creyente que siempre he creído que soy, se me cae cuando recapacito sobre lo influenciado que sigo estando de la religión y su emético dios.

Pero no todo tiene que ser lamentaciones y revolcones rabiosas sobre lo mal que seguimos estando. Porque negar la realidad no es sinónimo de que ésta deje de existir, ni admitir la realidad sea sinónimo de cambiarla. Hace falta hacer uso de los otros recursos humanos para regresar al estado original que tuvo la persona humana antes de su infección de religión. Un ejercicio que propone los que saben es el auto distanciamiento y la auto trascendencia (capacidad de verse objetivamente para corregirse y superarse. Y me disculpa por favor Dr. Frankl si estoy haciendo uso de su metodología ignorantemente).

Personalmente, no he encontrado mejor ejercicio para un auto distanciamiento y la auto trascendencia que las preguntas existenciales. Esas que no tienen respuesta de “si” o “no”, de “cierto” o “falso”, ni tienen respuesta inmediata; sino que su respuesta se construye en tiempo real. Preguntas existenciales tales como: ¿Quién soy?, ¿que soy?, ¿dónde estoy?, ¿para donde voy?, ¿quién es mi prójimo?, ¿cuál es mi deber?, ¿cómo hay que responder?, ¿qué es ser responsable?, ¿qué es ser consiente?, ¿qué es ser persona?,¿ qué es el bien?, ¿qué es ser bueno? etc, etc

En conclusión, no es nuestra culpa la deformación física, emocional, social, intelectual y espiritual que hoy en día nos aqueja debido a la de la religión y su dios; pero es nuestra responsabilidad des-religion-arse con el objetivo de llegar a ser lo que alguna vez fuimos antes del cáncer religioso; y no segur siendo religiosos cayendo en el autoengaño de que no se es.

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[1] http://serjudio.com/creencias/planos-de-religiosidad

[2] http://serjudio.com/dnoam/rap140.htm?hc_location=ufi , http://serjudio.com/rap2851a2900/rap2868.htm?hc_location=ufi