Archivo de la categoría: Hogar y Familia

Un sueño, el milagro de la vida y el mayor de los conocimientos

arcaEsto que quiero compartir, empezó hace muchos años atrás. Empezó con un sueño. Un sueño que me llamaba, que se repetía, que lo llegué a considerar parte de mí, que lo llegué a considerar como una premonición que la compartí con mi esposo, Juan. Un sueño que en un momento dado, años más tarde, lo llegué a tolerar como algo simpático pero que no tenía importancia.

Llevo quince años de matrimonio y junto a mi esposo tenemos casi catorce de observancia de las Siete Leyes Noájidas, justamente la edad de mi hijo mayor, Daniel.

Poco después de que nació mi hija Keren, que hoy tiene once años, tuve un sueño que se repetía cada cierto tiempo, en el cual yo era madre de otro hijo. Parecía una locura pues mi esposo aún realizaba estudios doctorales y cada fin de mes llegábamos con la cuenta bancaria casi en cero. De hecho, mediante el control de fechas empecé a cuidarme para no quedar embarazada…

Cuando lo soñé por primera vez, mi hermana Giovanna todavía no tenía hijos. Yo tenía años orando muchas veces para que el Eterno la bendijera a ella y a su esposo con un hijo, pues habían pasado muchos años desde que se casaron y todavía Dios no les daba esa bendición…

Mi esposo obtuvo su grado de PhD en la Universidad de Chile e inmediatamente empezó un postdoctorado. No mucho después recibió una oferta para realizar un segundo postdoctorado en el Technion, Israel. En aquel tiempo recibimos con gran alegría la noticia de que mi hermana estaba embarazada. Le llamé por teléfono a Ecuador para felicitarle y me comentó que ya hasta le habían comprado una pelota de fútbol, que iba a tener un varón. No pude evitarlo y le dije que yo había soñado que iba a tener una mujercita; ella me dijo que no, que era varón, así que decidí contarle mi sueño…

El sueño sigue en mi mente con toda la claridad posible. En él, mi hermana, su esposo y yo llegamos a un lugar en donde había una casa muy antigua, parecida a un castillo. Junto a la casa había un portón grande como de garaje. La puerta se abrió y el lugar parecía estar lleno de nubes y había muchos bebés ahí. Mi hermana entró primero, después su esposo y por último entre yo. En ese momento se me acercó un bebé y a pesar que sólo le vi el rostro supe que era un varón. Me vino a abrazar y me dijo “mamá”, a lo que yo le contesté: “Todavía no es tiempo, no vengo por ti. Venimos a buscar a la hija de Giovanna”.

Este fue un sueño que se repitió algunas veces, incluso después de que ya nació la hija de mi hermana.

No mucho después de nuestra llegada a Israel, Juan estableció contacto con Rabí Yirmeyahu Bindman cuyo libro “Los Siete Colores del Arco Iris” había traducido al castellano.[1] Entre otras cosas, el Rabino le dijo, “Nadie viene a Israel por nada”…

La frase del Rabino parecía tener poder. Unos días después tuve que salir de una clase de hebreo (estudiaba en un ulpán de la ciudad de Haifa) pues me sentía terrible. Para mi sorpresa la doctora que me atendió me informó que estaba embarazada y comentó, “Siempre les pasa a las parejas jóvenes pues aquí en Israel es normal que la mujer quede embarazada aún si se cuida”.

Pensamos que tendría ese niño varón que yo había soñado varias veces. Pero no fue así. El Eterno nos bendijo con una niña, Jaya.

Después de concluido el postdoctorado de mi esposo regresamos a Ecuador, con nuestros tres hijos. Pero el sueño de que yo era madre de un varón nuevamente se repetía.

Cuando Jaya tenía 4 años nuevamente quedé embarazada, pero este embarazo no prosperó y tuvieron que hacerme un legrado (véase https://jmayorga.wordpress.com/2013/03/20/no-asesinar/). Mi salud después de esto quedó afectada y el médico me recomendó ya no tener más hijos; así que, después de analizarlo bien decidí que debía hacerme la ligadura.

Busqué un médico especialista para que realizara esta intervención. Producto de los exámenes rutinarios ordenados por él, para mi sorpresa, se descubrió que tenía un problema de hipertiroidismo que estaba afectando mi corazón. Por esta razón la ligadura debía esperar hasta solucionar ese problema. El tratamiento involucró una pequeña dosis de yodo radiactivo y el médico indicó que no podía tomar ningún anticonceptivo.

Me preparé durante tres meses para el tratamiento con yodo. Después de tomar el yodo tuve que permanecer aislada diez días. Hasta saber que el yodo había provocado el efecto deseado, lo cual tomaría unos tres meses, no podía tomar otros medicamentos; así que, para no quedar embarazada, durante este tiempo use el método de control de fechas fértiles para prevenir un embarazo.

Luego de dos meses recibí con gran alegría la noticia de que el problema de mi tiroides estaba resuelto. Comencé a asistir a un gimnasio con una amiga noájida para mejorar mi salud hasta que llegara el día de hacerme la ligadura…

Pasó un mes más y Juan me pidió que le acompañe en un viaje de trabajo. Cuando regresamos me dio una infección intestinal muy fuerte que atribuí a algún alimento pasado que podría haber ingerido durante el viaje. Producto de los exámenes médicos, llegó una noticia como balde de agua helada: nuevamente estaba embarazada, y ya era un mes de embarazo. El problema está en que, de acuerdo con las cuentas, el tiempo no era el pertinente para que una mujer que haya pasado por el tratamiento de yodo radiactivo pueda quedar embarazada – lo recomendable era esperar por lo menos seis meses. El cuadro era tan complicado que estuve hospitalizada una semana, teniendo muy claro que la probabilidad de perder el bebé era extremadamente alta…

Después de lo que calificó mi médico ginecólogo como un verdadero milagro, el embarazo continuó. Acudí tan pronto como fue posible a una cita médica con mi endocrinólogo, quien hizo sus estudios de especialidad en Israel, con miedo e inquietud de que el tratamiento con yodo pudiera haber afectado de alguna manera a mi bebé. Sin embargo, con sus aproximadamente cuarenta años de experiencia, me dio ánimo y me dijo que hace poco había tenido un caso similar y que el niño había nacido bien, “así que confíe en que todo va a salir bien”.

En aquel tiempo, yo veía preocupada como se me habían presentado tantas dificultades pero en realidad eran milagros tras milagros. Una secuencia de causas y efectos que salvaron mi vida, que salvaron a mi bebé. Pero la secuencia no había terminado…

En uno de los exámenes rutinarios, ordenados por mi ginecólogo, aparecieron indicios de que nuevamente algo no andaba bien con mi tiroides. Al abordar el caso con mi endocrinólogo apareció un problema mayor pues me detectaron cáncer, un nódulo cancerígeno que debía ser extraído  lo más pronto posible. De hecho, si no hubiera estado embarazada, la intervención se la hubiera realizado inmediatamente. La operación se programó para el tiempo en que yo estaría finalizando el cuarto mes de embarazo ya que, por el cuadro, era lo más recomendable – teniendo en mente que la probabilidad de perder el bebé era altísima pues sería necesaria anestesia general.

Fueron momentos muy duros y fue el tiempo en que tuve que recargar mi cabeza con todas las enseñanzas que había aprendido durante mi vida como noájida: los consejos que había leído en artículos de Fulvida, AishLatino, Jabad, JudaismoHoy, los cds y libros que había oído y leído de Breslev, la fortaleza que me daba mi esposo, etc.

Ya más fortalecida llegué al día de la operación. Duró cuatro horas. Gracias al Eterno sacaron todo el cáncer y yo me encontraba bien. El cirujano me dijo que se oían latidos del corazón del bebé, pero que no me podía asegurar nada hasta que pase un tiempo prudencial y sea evaluado por un especialista. En la noche del mismo día llegó el especialista con todo su equipo para revisar al bebé en mi vientre y para su sorpresa el bebé estaba vivo, con su corazón funcionando de forma normal. Al parecer las cuatro horas que duró la operación no le afectaron en nada. Mi familia y yo lloramos de alegría y le dimos las gracias Dios.

En medio de todo esto recuerdo que mi ginecólogo, cuando supo lo del cáncer, me dijo, “Me saco el sombrero delante el cirujano que le va a operar porque en la mayoría de los casos, el médico no le opera si no se provoca un aborto antes”. Y también me dijo, “si su niño sobrevive a la operación es porque Dios quiere hacer algo grande con él”.

Mi embarazo continuó. Fue milagro tras milagro.

Por mi misma situación, al final del embarazo me dio preclamsia y fue muy duro el parto. A mi bebé lo llevaron a la unidad de neonatología, el pasó ocho días allí. A mí me dieron el alta a los cinco días.

Pero los milagros nunca pararon. Dentro de mi hospitalización requerí dos pintas de sangre en una madrugada. Juan fue al Banco de Sangre, para recibir las dos últimas pintas allí disponibles de mi tipo de sangre, AB+.

Mi cuarto hijo, el bebé soñado, se llama Jaim Gamliel y tiene tres meses. No toma ningún medicamento si bien requiere un control mensual de un urólogo pediatra pues tiene un pequeño problema que en muchos casos se resuelve por sí mismo durante el primer año de vida. Por mi mente nunca se me hubiera ocurrido circuncidarle a mi hijo, pues tengo bien claro que soy noájida y no judía, pero el urólogo tuvo que realizarla para evitar posibles infecciones.

Respecto a mi salud: como parte del tratamiento para el cáncer me dieron una nueva dosis de yodo radiactivo, mucho más potente que la vez anterior. Todo esto lo estoy escribiendo en estos 15 días de aislamiento que tengo que pasar. Creo que compartir esta historia con ustedes es una forma de agradecerle al Eterno por todo lo bueno y por todo lo aparentemente malo que nos ha sucedido.

Ahora he comprobado en mi vida que todo está en manos del Creador, que Él tiene el control y que cada cosa que nos sucede tiene un propósito. Este es el mayor de los conocimientos que haya podido vivenciar.

______

Notas.

[1] Para este tiempo, a más del libro de Rabí Bindman, Juan había traducido “El Camino del Gentil Justo” (Clorfene & Rogalsky) y “¿El Verdadero Mesías?” (Kaplan).

Aprender a elegir

Una de las cualidades humanas es la de poder escoger con relativa independencia.

Es indudable que tenemos instintos que son automáticos y provocan acciones irreflexivas.
También nos moldean las pautas que nos dan otros, nuestros padres y familiares, nuestras creencias, las entidades sociales, nuestros amigos y compañeros, la escuela, la tnuá, etc.
Pero, en última instancia, cada uno se define con sus decisiones.

A veces nuestras elecciones coinciden con las de nuestros mayores, cuando libremente optamos por prolongar sus pasos.
Este es uno de los grandes secretos de la continuidad de la nación judía.

La capacidad de elegir es natural en el ser humano, pero se cultiva y fortalece a través del aprendizaje.
Por esto, es imprescindible educarnos, adquirir todo tipo de herramientas que nos ayuden a diseñar con talento nuestro camino.
Soñar o desear no alcanzan, sino que también hay que prepararnos, planificar, ocuparnos, realizar para disfrutar, en lo personal y con el prójimo, la bendición que es la vida.

El judaísmo lo sabe hace milenios y por ello muchas de sus tradiciones y ordenanzas tienen la finalidad de ayudarnos a aprender a elegir con responsabilidad, a ser comprometidos, a querer construir el Shalom en cada situación.
Por ejemplo, el milenario Talmud señala: “El futuro del Mundo depende del aliento de los niños que van a la escuela”.

¿Se dan cuenta?
¡El futuro del mundo, ni más ni menos, depende de la educación de los niños!
Así enseñaban y vivían nuestros sabios.
¿Sigue siendo válido actualmente? ¿Qué opinan?

Educarse para la vida, comienza con el nacimiento, o incluso antes.
Llegamos a este mundo con nuestra maleta repleta de misterios para descubrir, proyectos para concebir y desarrollar, muchísimas oportunidades para ser socios en la creación de un mundo mejor.
Llegamos a un ecosistema y a un marco familiar. Estamos rodeados de amor, de incertidumbres, de deseos, de personas, de cultura, de historia, de ideales, de proyectos, tradiciones locales y religiosas. Todo ello tiene su parte en nuestra formación.

Así, por ejemplo, en la semana de nuestro nacimiento se leía una determinada parashá, hecho sobre el cual algunos místicos judíos dicen que encontramos en ella mensajes ocultos “personalizados”.
Será cierto o no, ¡yo no lo sé!
Pero si sé que resulta muy interesante aprender nuestra parashá, no solamente a leerla de manera ritual, sino a comprender su significado, encontrar enseñanzas, compartirlas, etc. Seguramente que al hacer esto ya estamos encontrando, o elaborando, mensajes personalizados que tiene el judaísmo para cada uno de nosotros.
En un aparte, permíteme decirte que así podemos hacer con cada una de las parashot, conocerla, profundizar en ella, leerla de la forma ritual, encontrar paralelos con otras porciones del texto sagrado, elaborar mensajes personalizados, compartirlos, hacer que la Torat Jaiim (Torá de vidas) sea una Torá con vida, que vive en cada uno de los que la internalizan y llevan sus moralejas al mundo cotidiano.

Nacemos y seguimos en completa dependencia de otros, pero paulatinamente vamos comenzando a dar nuestros propios pasos. Nos introducen conceptos y valores, aprendemos, experimentamos, probamos, nos caemos y nos volvemos a levantar. Cada vez vamos adquiriendo mayor fortaleza y seguridad, por eso podemos irnos despegando de a poquito de nuestros padres. ¡Esto es bueno! Pero solo un poquito.

Entramos a la escuela, y la escuela entra en nuestro ser.
Nuestro entorno físico cambia, pero especialmente el social, porque hay otras personas parecidas a nosotros, somos pares.
El centro de nuestro pequeño mundo ahora no es mamá, papá, bobe-yaya, zeide-tata, la señora que me cuida, los hermanos (por lo general o más grandes o más chicos), ni siquiera la maestra. ¡Somos nosotros y nuestras relaciones!

Con estos hermanos del camino vamos aprendiendo a decidir y a comunicarnos. A aceptar y a rechazar. A caminar y a detenernos. A reír y a llorar, con motivos y no automáticamente. A negociar y a compartir por gusto y no por obligación.
Ya no somos obra exclusiva de otros, estamos siendo también nuestra propia escultura genial y viviente.
Lentamente, pero sin pausas, estamos pudiendo integrar lo recibido de fuera con lo creado por nosotros mismos.

Nuestro desarrollo fisiológico nos lleva a la pubertad, a la edad de las mitzvot, en que promediamente se festeja la bat y bar mitzvá. Nuestro cuerpo comienzo a cambiar, tal como nuestros pensamientos y sentimientos se van complejizando y consolidando.
Es de esperar que hemos internalizado gran parte de nuestra educación en valores, como el ser solidarios, respetar al prójimo, ser responsables, aceptar los propios errores y tratar de corregirlos, ser comprometidos, entre otros.

Es esto, precisamente lo que celebra la edad de las mitzvot, la bat y la bar mitzvá.
Atravesar el umbral que separa la etapa de la infancia con el inicio de la nueva fase.

Muchas cosas empiezan a cambiar, otras a reafirmarse, otras a endurecerse.
En el cumplimiento de los mandamientos, para los varones por lo general, se comienza a usar los tefilín a diario –en días comunes-.

Se ponen con una de sus cintas rodeando la cabeza, con su caja a la altura de los ojos donde nace el cabello (en mi caso donde nacía).
La otra cinta se ajusta al brazo hasta la mano, con su caja a la altura del corazón.
Esto simboliza que podemos lograr la perfección cuando las percepciones, la mente, los sentimientos y la acción están unidos para conseguir una meta positiva.

Al prepararnos para ser bat y bar, al estar juntos en esta tarea, unimos la escuela con la casa, la familia con los compañeros, la emoción con el estudio, las esperanzas con el trabajo, los deseos con el compromiso, la alegría con la seriedad, el ser niño con el comenzar a ser adulto.

Es un paso más, importante y querido, en la vida de un joven judío, o joven judía.
Es un nuevo desafío, el de comenzar a ser quien decide y trata de escoger siempre la vida, a través de la construcción permanente del shalom (con acciones buenas Y justas).

(Escrito para ser publicado en SERJUDIO.com pero que pudiera tener beneficios para la espiritualidad noájica. ¿Sabes cuáles? ¡Compártelos como comentarios!).

Un Mago en Ti.

El trabajo del Mago es el engaño.

A mas grande sea el engaño , mayor es el aplauso.

Cada uno de nosotros posee un Mago (Ego) , utilizadoimagepara recibir el aplauso , aplauso de impotencia , debilidad , sufrimiento , vacio espirutual…

Como vivimos engañados , no percibimos el mal que nos hacemos al pecar.

Desconectemos ese Mago , no hay prueba del Mago que no podamos sobrepasar , aunque el Mago muestre mediante el engaño nuestra impotencia y debilidad.

Si nos creemos el truco de  la debilidad o abrimos los ojos de que somos FUERTES.

¿El hijo malo?

Nuestro Yo Esencial (NESHAMÁ, espíritu) es nuestro ser más auténtico, la conexión que no se corta con el Eterno y con todo lo creado.
A través de la NESHAMÁ irradia la Luz, la energía que proviene directamente del Eterno y que nos brinda plenitud, shalom.
Nuestras acciones que contradicen el código espiritual que nos corresponde (noajismo para gentiles, judaísmo para judíos), van poniendo cáscaras que ocultan gradualmente la irradiación de esa Luz en nuestra vida. Así, nos vamos bloqueando a la vez que oscureciendo internamente, llenándonos de miedos, dudas fantasiosas, sentimientos de culpa, angustia, soberbia, impudicia, malicia, tristeza, entre otros sentimientos y pensamientos debilitantes.
La Luz permanece intacta, brillante, pura, como desde el principio, como todo el tiempo. Nada de lo que hagamos afecta a la Luz ni a la conexión sagrada que nos une con el Padre y el universo. Pero, al estar oscurecidos, nos sentimos desconectados, lejanos, bloqueados, solos, sumergidos sin posibilidad de rescate. Esto es solo la sensación, es una imagen irreal pero que se presenta con tal fuerza que pareciera ser la verdad. Pareciera como si no estuviéramos más llenos de Luz en nuestro interior, como si el Eterno ya no estuviera en nuestras vidas, como si la amargura fuera la única presencia.
¡Pero no es así!
Seguimos siendo esa NESHAMÁ pura, luminosa, clara, sagrada. Seguimos manteniendo firmeza nuestra identidad perpetua, incambiable, la de nuestro Yo Esencial.
Pero, nos sentimos en exilio, desterrados y en desgracia, sin salvación.

Las religiones (entre otros sistemas de adoctrinamiento y manipulación) se aprovechan de esa fantasía para obtener su poder y preservarse en el tiempo.
Incentivan los sentimientos de angustia, de soledad, de miedo, de abandono, de impotencia, de falta, de pecado, de perdición, de condenación, de fracaso, de falta de esperanza, para presentarse como la única respuesta posible para escapar de la tortura eterna y obtener una redención mágica.
Observa atentamente la oferta de las religiones (entre otros sistemas), estudia lo que afirman de la persona y de la humanidad, cómo siempre está la condena y el sentimiento de culpa acusador; y está la esperanza milagrosa, que por fe en lo absurdo, que a través de la sumisión, que negando el propio poder para convertirse en oveja de un rebaño enceguecido, solamente así se alcanza la salvación, el paraíso, el perdón.
(Recuerda y nunca olvides, el noajismo y el judaísmo NO SON religiones, aunque a veces se las confunde con tales, o comparta algunos aspectos externos con ellas. Aunque gente que parece saber lo afirme, la esencia es clara: NO SON religiones).

Es que, toda religión es producto socializado del EGO, nuestro primer salvador en el mundo físico que es también nuestro más férreo oponente.
Todas las religiones se manejan con las reglas sencillas y brutales del EGO.
Se disfrazan de espiritualidad, pero son la antítesis de la misma.

Allí donde hay espiritualidad, no hay cabida para la religión.

De manera similar actúan otros que también pretenden el control a través de los mecanismos del EGO.
Padres, maestros, cónyuges, jefes, empleados, sindicatos, colegas, competidores, etc.
Por ejemplo, el padre que solamente aprueba la conducta de sus hijos cuando estos hacen lo que él les dice y solamente eso. Si el hijo trae alguna alternativa, tan valiosa y valorable como lo que presenta el padre, no se le acepta, se le minimiza o burla, se le destruye en su autonomía y creatividad. ¡Cómo osa pensar y desdecir al padre! Sí, aunque no lo contradiga ni sea rebelde, aunque no proponga nada negativo y que altere ninguna regla “normal”, se le tilda de malo, corrupto, insolente, etc. Así, el padre pretende dominar, por miedo de la manipulación, con las herramientas del EGO.
En nombre del respeto y del honor a los padres, hasta enarbolando el cumplimiento de un precepto (para los judíos) tal como el de honrar a los padres, se llega a maltratar a los hijos, negarles su lugar, llevarlos a grados de debilidad que no son para nada saludables. Sí, también aquí con disfraz de espiritualidad, se esconde su contrario.

Diferente es la educación verdadera, espiritual, que le explica al niño que haga lo que haga, la Luz siempre está brillando. Aunque no la sienta, aunque se crea apartado de todo bien, el niño debe aprender y entender que externamente su conducta puede ser correcta o incorrecta, puede ser que haya cometido una acción terrible o que solo se haya equivocado levemente, nada de ello modifica la calidad y cantidad de la Luz que recibe de manera constante del Padre Celestial.

Entender esto no impide el corregir a los hijos (alumnos, etc.), que sufran las consecuencias lógicas y necesarias de sus acciones que han roto el equilibrio.
Si algo ha fracturado con su accionar, estará el dolor y la necesidad de repararlo, la obligación de emprender el camino de la TESHUVÁ, así como la aplicación de lo que la justicia exprese, ¡por supuesto! Pero, siempre sabiendo y entendiendo que en lo más íntimo, allí en donde somos auténticos y plenos, nada ha cambiado.
El Padre nos sigue amando igual, aunque no acepte nuestra acción negativa, aunque recibamos el castigo correspondiente por ella. El amor no desaparece, tal como la Luz no deja de brillar.

El  malo, es malo en sus acciones, en sus pensamientos, en sus dichos; pero solamente es malo en esa identidad que llamamos Yo Vivido. Pues, su Yo Esencial sigue sin tachas, sin lastimaduras. La Luz no la puede percibir, porque la ha tapado con sus acciones, pero ahí sigue estando, a la espera de que haga lo necesario para destaparla y volver a sentir plenitud espiritual.

Si nosotros como padres o maestros solamente nos quedamos con al Yo Vivido de nuestro hijos/educandos, y tildamos de “malo” al que ha hecho alguna acción incorrecta (o varias de ellas), nos estamos congelando en la imagen externa, en la superficie, en la apariencia.
Por supuesto que es nuestro deber detener la acción negativa, no permitir que el niño continúe dañando a otros o a sí mismo, es una obligación aplicar la norma para que se restablezca el orden y reine la justica con la bondad.
Ahí está la clave, que exista el orden con justicia Y bondad.
La justicia que restablece y mantiene el orden.
La bondad que no olvida que el pecador en el fondo sigue siendo un espíritu de Luz, una buena persona secuestrada por su EGO.

¿Se entiende la idea?

Si al niño le haces entender cabalmente esto, que no es malo, que sigue siendo un ser luminoso, pero que sus acciones deben rectificarse y que debe aprender a vivir en justicia y bondad, ¿cómo se sentirá?
¿Con permiso para hacer lo que quiera, y seguir en el camino del sufrimiento?
¿O con el ánimo dispuesto a hacer su mejor esfuerzo para estar en armonía entre su Yo Esencial y su Yo Vivido? Es decir, querrá vivir externamente con bondad tal como sabe que es bueno en su esencia más pura.
Si lo maltratas, lo condenas, lo tildas de idiota, estúpido, malo, loco, etc. (al estilo de las religiones), seguramente que no le estás haciendo un favor, tampoco a ti. Tal vez consigas callarlo, anularlo, someterlo, sentirte poderoso, pero no eres nada más que un canalla, un impostor, un fraude, un dictador, externamente, porque en el interior también eres ese ser luminoso que no supo encontrar el camino para expresarse y vivir en armonía y unidad. ¿Te diste cuenta?

Cuando no hay patologías que impulsan a acciones antisociales o similares, la gente comete faltas a instancias del EGO, en cierta forma para llamar la atención o para obtener por medios incorrectos lo que pretenden y suponen no poder obtener por medios correctos.
La mala acción está escondiendo un sentimiento de impotencia, por algo real o fantaseado, que se expresa con acciones desde el EGO.
Encontremos qué está pasando con nuestros hijos, qué están queriendo concretamente, en qué se sienten impotentes, para darles una mano para que se expresen con Comunicación Auténtica, para que puedan alcanzar el shalom y no persistir en el EGO. Si hicieron algo “malo”, que paguen las consecuencias, pero que no tengan la creencia de que son malos en su esencia, sino solamente en su ropaje que es el que deben aprender a cambiarlo para estar en sincronía con su verdadera identidad.

Que nuestros hijos, nosotros, vivamos construyendo shalom es una tarea para todos los días, a cada momento estamos resbalando y cayendo por el tobogán del EGO.
Es un trabajo que tiene sus ricos frutos aquí y en la eternidad.
Entonces, aprende a construir shalom y enséñalo, especialmente con tu conducta cotidiana.

Felicidad de hijos y padres

Nuestra NESHAMÁ (esencia espiritual, Yo Esencial, espíritu) nos dirige hacia el encuentro con el Padre Celestial, a la unidad con todo lo creado.
Por ella anhelamos la verdadera dicha, la felicidad. Esa que proviene de alcanzar altas metas, en shalom, con plenitud.
No el falso resplandor que proviene de aprovecharse de otros, ni de abusar de una cuotita de poder, ni el obtener ventajas que perjudican injustamente, ni la burla, ni otras manifestaciones del EGO. Porque esto, aunque genere algún grado de placer, o haga aparecer una risa o risotada, no son felicidad real, tan solo la apariencia de ella.

Como padres, parte de esa felicidad se compone del bienestar y felicidad de nuestros hijos.
Cuando actuamos desde el AMOR y no desde el EGO, seguramente estaremos trabajando constantemente para que ellos sigan por una senda luminosa, con avances de todo tipo, con logros, con satisfacción bien merecida. Aunque ello nos quite energía y placer ahora, y aunque les tengamos que obligar a dejar de lado el placer pasajero, sabemos que nuestra finalidad es un bien mayor, uno que favorezca a nuestros hijos.
Por ejemplo, sería mucho más sencillo y menos trabajoso permitir que los niños estuvieran todo el día haciendo lo que les viniera en gana, que ver la tele, que jugar con pantallitas, que estar sin hacer nada, que charlar de naderías con los amigos, a vivir como si no existieran limitaciones ni deberes para cumplir; pero, si los amamos, ¿no les instaremos a acatar límites, a hacerse responsables, a conocer el valor del esfuerzo, a trabajar para conseguir sus sueños, a estudiar, a preguntar y no meramente repetir, a caer y levantarse, a pagar por lo que se obtiene, a respetar las leyes, a construir shalom? ¡Por supuesto que todo esto es pesado y poco divertido! ¿Quién no prefiere pasar el tiempo haciendo nada, obteniendo de “arriba” todo? Pero, sabemos que ese pasar por la vida sin valorar y sin actuar, no es más que eso, un pasar por la vida. Entonces, apagaremos las teles, prohibiremos el uso de pantallitas, marcaremos horarios para la holganza, haremos comprender que las acciones tienen consecuencias aunque no nos gusten ni las queramos, y un largo etcétera compuesto por limitaciones.
Esta actitud restrictiva, probablemente, no sea la más bienvenida por los niños, y tampoco por los grandes. Pero, consideremos las cosas desde una perspectiva “adulta”, ¿cuándo le estamos haciendo el verdadero “favor” a nuestros hijos en su crianza? ¿Y a nosotros en nuestra propia crianza?
Porque, es bueno disfrutar de lo permitido, pero también lo es apartarse de lo prohibido.

Pero, que la restricción actual no impida la felicidad ahora es de suma importancia.
Negar todo a los niños, hacerlos sentir culpa por disfrutar, obligarlos a respetar límites abusivos, no respetar sus tiempos, no querer atender a sus sentimientos, apresurarlos a madurar como si ello fuera posible, hacer de la felicidad una meta a futuro sin posibilidad en el aquí y ahora; todo esto es un atentado en contra del hijo, una manifestación del EGO paterno, una zancadilla invalidante para la posibilidad de superación y felicidad.

De tanto supuesto amor, plagado de precauciones y alertas de peligros, lleno de sobreprotección, carente de responsabilidades reales, no son producto del AMOR ni abonan una vida de amor, sino solo de EGO, de sometimiento, de impotencia, de dudas innecesarias, de miedo, de angustia, de sentimiento de culpa, entre otras compañías poco agradables en el hijo.

Pero marcar límites y hacerlos respetar, con inteligencia, con AMOR, con intención de educar, para que conecte, ¡esa es la manera!
¿Es fácil?
No.
¿Sabemos hacerlo de buenas a primeras?
Supongo que no.
¿Es mejor entonces decantarse por el dejar hacer cualquier cosa, o por la rigidez totalitaria?
Ni una, ni otra.
Un justo término medio es lo necesario para una vida saludable, de felicidad ahora y mañana.
Entre la dureza extrema (DIN) y la laxitud extrema (JESED), por allí deberíamos transitar de manera habitual. (A veces es necesario irse a un extremo, como medida temporaria).

Mesura en todo, en la elección de la escuela, en las horas dedicadas al estudio, en las golosinas que podrá comer, en las actividades extracurriculares, en ordenar la habitación, en evaluarlos en sus errores y aciertos, en la pulcritud, en cada una de las áreas en las que el niño traspasa en su jornada o en los días excepcionales.

Dejemos de lado el EGO, en la medida de lo posible. Algunas ideas:

  • Usemos la Comunicación Auténtica, que incluye en respeto, el escuchar para atender y entender; no solo con el lenguaje verbal, sino en todos los canales de expresión.
  • Valoremos lo que hace el niño, incluso cuando no llegan a colmar nuestras expectativas habrá cosas para destacar positivamente y que refuercen su confianza en nosotros y especialmente en ellos.
  • Seamos empáticos con sus sentimientos.
  • Dejar el estrés fatal y habilitar el juego, la diversión, la libertad, la expresividad, la creatividad, dentro de los límites que sean necesarios.
  • Disfrutar uno mismo con la presencia del hijo.
  • Resguardar de cuestiones innecesarias.
  • Hacer que tome responsabilidades, que contribuya, que no sea solamente receptor pasivo sino un agente activo en el bienestar de la familia, en el suyo propio.
  • Enseñar a agradecer.
  • La vida no son solo besos y abrazos, risas y caricias, regalos y paseos, helados y películas; pero sí, estas cosas también tienen su parte en la formación de una vida feliz (en general).
  • Respetar que ellos son seres independientes (en la medida que ello sea posible), que toman y tomarán sus decisiones, que deberán recorrer su propio camino, el cual a veces no nos gustará.

Todo esto permite que el hijo sienta que es amado, respetado, cuidado, valorado.
Sí, gracias a los límites, y no solamente a través de regalos, facilidades, dejarles hacer nada para recibir de arriba todo.

Construyamos shalom, empezando por uno mismo y siguiendo por los más cercanos.

Educar al hijo sin EGO

Ya explicamos en muchas oportunidades el difícil trance que es el momento del nacimiento para todo humano.
Contamos con las útiles herramientas naturales del EGO para auxiliarnos, para atraer la atención y con ella el cuidado de los adultos de nuestro entorno.
Enseñamos también cómo esas herramientas van conquistando posiciones que no les corresponden, permitiendo así que la persona quede prisionera de celditas mentales, con respuestas esquemáticas y poco flexibles, lo que empobrece a la persona, la hunde en sentimientos de impotencia mayor, cosa que a su vez dispara nuevamente de manera automática a las herramientas del EGO.
Es un escabroso círculo de sufrimiento, de sentimientos ingratos, de violencia, fastidio, rencor, enojo, sentimientos de culpa, etc.

¿Qué pasaría si los padres, o aquellos adultos que cuidan y crían al niño, van haciendo caso omiso a las llamadas de atención que provienen del EGO del niño, en tanto refuerzan de manera firme las que se originan en el AMOR?
¿Si en lugar de ellos reaccionar desde el EGO, con abusos, agresiones, disgustos, impaciencia, incomunicación, etc., fueran proactivos y constructivos en sus relaciones con el niño?
Es decir, dotaran al niño de amor, atención, cuidado, respeto, seguridad, límites justos, metas apropiadas, estímulo positivo, modelos saludables a seguir, etc., evitando en la medida de lo posible todo lo que proviniera del propio EGO o del niño?

En verdad, no sabemos el resultado de nuestras acciones o de las omisiones.
Solamente controlamos aquella pequeña porción que podemos controlar, y pretender otra cosa, es estar sometidos al dominio del EGO.
Por lo cual, no podemos asegurar que, en esta tarea sagrada de criar hijos, si hacemos X la consecuencia siempre será Y. Pero, esta indeterminación no debe ser excusa para no hacer nuestra parte correspondiente, elegir adecuadamente, tomar buen recaudo para evaluar con conocimiento y confianza para escoger el que consideramos mejor camino.
Entonces, podemos suponer que si evitamos al máximo las trampas del EGO, el resultado será una persona más estable emocionalmente, con una mejor predisposición para encarar la vida como un constructor de SHALOM, afianzado en elecciones desde el bien y la justicia. Podemos suponer este resultado, pero nunca tendremos la certeza plena de que así será.

Entonces, un niño que se siente amado y no asfixiado por las conductas del EGO de sus padres o adultos que le crían, tiene más posibilidades de reducir la influencia del EGO en su vida, por tanto, se supone que ser más libre, más fuerte, mejor preparado para ver el mundo con la mirada realista-optimista, disfrutar de lo permitido, construir SHALOM.
Sus mayores servirán como modelo para de identificación, apropiarse de sus valores éticos, de sus maneras de comportarse, de sus ideas, para continuar por la misma senda que ellos.

Reitero, no es una ciencia exacta que puede predecir el futuro, millones son los factores en juego, que se nos escapan del control, por lo cual solo nos queda hacer nuestra mejor parte, para luego confiar en que lo que hacemos, más el resto de factores darán un resultado bienhechor.

Podemos afirmar los aspectos valiosos del niño, porque le brindamos aceptación, respeto, seguridad, confianza, un espejo en el cual mirarse con sinceridad, y le ayudamos a adquirir instrumentos intelectuales y emocionales para decodificar correctamente el mundo. Que sean personas plenas, no sombras quejumbrosas, ovejas de un rebaño, repetidores de lemas, autómatas de mandatos que no les pertenecen, fanáticos de cualquier moda, etc.
Darles tal certeza en ellos que no teman al fracaso, ni crean que solamente el éxito es la clave de la felicidad.
Permitirles experimentar, también el sufrimiento y la caída, para luego brindarles el apoyo para restablecerse, volver a levantarse, y ser más fuertes y mejores.
Que no sean esclavos del miedo ni de la culpa, sino que acepten sus limitaciones pero no las usen como excusas, y admitan sus errores y faltas para enmendarlas en un proceso de TESHUVÁ.
Que sepan dialogar, y no solamente decretar o ser sumisas almas de poderes ajenos.
Que no tengan miedo de decir “no”, cuando “no” sea la respuesta correcta.
Que no teman decir “sí”, cuando quieran algo que sea lícito y permitido para ellos.
Que aprendan a disfrutar, sin culpas, sin rencores, sin ahogos.
Que tengan conciencia de que son parte de un sistema mucho más grande y que tienen una parte para cumplir.
Que reconozcan la Presencia del Padre Celestial y sean dichosos hijos y siervos del Él.
Esto enseñarles, con el ejemplo y también con la prédica, enseñarles y otras cuestiones más que no hemos mencionado ahora.

Que el niño no sea la almohada que recibe los golpes de nuestra frustración e infelicidad.
No usarlos como pelotita de ping pong, para pelearnos con el cónyuge o ex.
Que no perciban que no les queremos, sino tan solo toleramos.
Que no esté ahí para consolarte en tus indolencias y limitaciones.
Que no sea tu víctima.
En resumen, que no sientan el peso del EGO, habiendo tanto AMOR que se puede dar y recibir de manera gratuita, digna, dichosa, saludable.

Por ahí tienes la excusa de que contigo no hicieron así.
O de que tus creencias te encierran dentro de una conducta repetitiva que no tolera el error, ni la falta, y aquel que se desvía es condenado.
O supones que nada de esto es relevante, sino solamente tus deseos egoístas.
Tienes la opción de escoger lo que harás, pero no tienes la opción de maltratar a tu hijo, porque NO ES tuyo…

Y, recuerda una última cosa, tú también eres ese hijo, al que puedes ayudar a salir de su celdita para que disfrute de este mundo y de la posteridad.

El consejo diario 419

¿Cuál sería el resultado si insistes a tus hijos para que se sometan siempre ante el autoritarismo,
anulen sus deseos,
callen sus sufrimientos,
nieguen sus sentimientos,
desprecien las sensaciones placenteras,
persigan denodadamente la aprobación ajena so pena de ser defectuosos o perdedores
y que solamente tengan en mente el llenarse de compromisos y obligaciones sin fin y sin sentido?

El consejo, valora comprensivamente la pregunta y define una conducta saludable como respuesta.

De paso, ¿tú cómo fuiste criado?

LAS ENSEÑANZAS DE RUBEN BENITEZ ARROYO

DIPOLOMA RUBENEra septiembre de 2007 e iniciábamos el primer curso de noajismo en México.

Apareció un joven sencillo, con un rostro alegre pero que emanaba tranquilidad.

-Hola- dijo el joven;
-Soy Rubén y vengo a aprender noajismo. También me gustaría que mi esposa y mi familia pudieran asistir a las clases.

Desde ese día, pasaron grupos y personas diversas, unos venían e iban. Pero Rubén, por alguna razón, nunca se le hacia tarde, nunca faltaba a acompañarnos. Creo que incluso en una reunión a la cual nadie asistió y se tubo que cancelar, llego a mi casa para estudiar. Así pues, nos pusimos a estudiar. Gracias Rubén, porque es aburrido estudiar solo…

No recuerdo haber escuchado alguna vez quejarse a Rubén o verlo llegar tarde a las sesiones. El siempre colaboraba, siempre escuchaba, nunca fue un colega problemático. Era su presencia, silencio y alegría. Siempre colaborando, siempre sonriente. Observaba y sonreía. También cuando las situaciones que generaban sus compañeros y que hacían que las sesiones se salieran de la regla del curso el solo observaba y sonreía. Como si supiera dentro suyo que no hay tiempo para perder y que había algo dulce y bueno en el silencio de escuchar, de iniciar el estudio, de dejar lo que interrumpe el aprender lo que desea El Eterno de nosotros.

Alguna vez le comente: -Rubén, yo creo que ya es tiempo de que hagas un grupo de estudio en tu localidad, pues se que sabes mucho de lo que en siete años hemos repasado. Pero sonrió, me miró y permaneció en silencio. A veces parecía que quería reír a carcajadas. ¿Que sabia su alma? yo me preguntaba.

Sin embargo, no dejo de asistir a las sesiones.

Un día se ausentó y hable por facebook para confirmar su asistencia a las sesiones y me dijo:

-Ramón, OK ENTERADO, CONFIRMO EN LA SEMANA. ESTO DEBIDO A PROBLEMAS DE SALUD DE MI PADRE QUE ME HAN AVISADO, ENTONCES, SI TENGO QUE SALIR NO PODRE ASISTIR, SALUDOS Y HASTA PRONTO…

Después contesto para explicar su ausencia a otra reunión diciendo:

OK, ENTERADO. PERO NO PUDE ASISTIR POR QUE ANDABA TRABAJANDO EN GUERRERO. LLEGUE EL 5 DE SEPTIMBRE. SALUDOS

Después, en los siguientes días ya no contesto mis mensajes…

Hasta ahí mis charlas con Rubén, que fue el alumno que nunca falto… Sin embargo, ahora creo que nos hace falta su presencia.

No dejo yo otra cosa en este texto sino lo que pude ver como sus enseñanzas. Las enseñanzas de Ruben, que me han tocado profundamente y son: Que el hoy se vive con alegría, con una sonrisa amable y en silencio, sin quejarse y sin hablar de tribulaciones. Al menos así fue como se presentó el amigo de estudio de los siete en nuestra filial, el buen Rubén…que seguro goza ya del mundo por venir…

Hasta siempre amigo…