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El empleado de la limpieza

 

Me llamo Felipe Sadariano y trabajo en la limpieza de un hospital. Tengo cerca de 40 años y estoy soltero, vivo oprimido por un celibato circunstancial porque un día me casaré como el resto de mortales. Mi relación con la sociedad y conmigo mismo ha cambiado desde que tengo un empleo estable. Me siento mas sereno, tengo breves ingresos y gastos pequeños y soy libre, libre para gastarme el dinero en lo que me apetece.

Muchos pensaban que no iba a ser capaz de adaptarme a la disciplina de un trabajo, a los horarios y severos mandatos de los superiores pero ya ven, empezé hace casi cuatro años y aquí estoy.

No saben cuánta desolación cabe en la barrida de una terraza del hospital, en esas horas difíciles antes del amanecer, entonces mi pensamiento tiene como centro las colillas de los cigarros o las botellas de plástico vacías. En esos momentos, entra el personal sanitario, cabizbajo y silencioso a sus puestos y yo estoy a vueltas con mi depresión, mi transtorno obsesivo- compulsivo, mi desgarrada biografía, mis fracasos sentimentales y todo pasa dolido por mi cabeza como un tiovivo infeliz durante toda la mañana

Las colillas y yo, mi sombra y yo en la jornada casi infinita de limpieza del hospital, andando solitario por rincones polvorientos, con la escoba como sofisticada herramienta y con una sonrisa dulce a todos mis compañeros. Ese es un objetivo personal, dar un espacio al otro, un respiro para que hable de sus asuntos y suavizar así el carácter. Muchos de mis compañeros de la limpieza tienen  una honda simpatía con los demás, yo creo que nace de esas horas lentas de lucha con la suciedad, de esfuerzo pocas veces valorado, de grito anónimo en el fin del hospital.

Yo mismo, desde que trabajo soy otro, ahora no soy una sombra para la sociedad sino que soy un empleado de la limpieza de un hospital y he limitado mi ego

Felipe Sadariano

 

 

Lo que debes aprender

Toda persona debe aprender cinco conductas a lo largo de su vida, para desplegar una existencia trascendente, plena, luminosa.

Estas cinco conductas son:

  1. Actuar correctamente. Esto implica saber hacer lo adecuado, de la manera apropiada, en los tiempos y lugares idóneos.
    No es fácil aprender a actuar y a abstenerse, ni a refrenar los impulsos, ni a despertar el letargo de la pereza.
  2. Compartir dentro de los límites de la prudencia. Esto significa aceptar lo que otros dan, y que es apropiado recibir; a la par que uno da de lo propio, hasta el límite en el cual el dar se convierte en someterse. Por supuesto que ni la avaricia ni el derroche son conductas prudentes, puesto que ambas acusan un ánimo débil, que se siente incapaz de afrontar la vida con visión de crecimiento integral.
  3. Juzgar con justicia. Muchos pasan por la vida siendo destructivamente críticos, violentan con sus pre-juicios, se ahogan en océanos de reproches y demandas injustificadas. Solamente se vive con sentido cuando es la justicia el patrón con el cual se miden las relaciones humanas.
  4. Decidir criteriosamente. Existe un mal anímico muy difundido, que es la indecisión, la perplejidad, el escudarse detrás de mil y una excusas para no tomar uno de entre las decenas de caminos posibles. La duda carcome, corroe, infunde pánico, inmoviliza, esclaviza, lleva a sinnúmero de errores. Es muy trabajoso el aprendizaje que lleva al correcto ejercicio del libre albedrío, pero es indispensable hacerlo para ser una persona completa.
  5. Confiar con integridad. El gran porcentaje de los conflictos, traumas, desavenencias, miedos, fracasos, se relacionan con una incapacidad para ser simples y asertivos a la hora de confiar en el Padre, así como en el prójimo sincero.

Estas son las conductas, te las he presentado brevemente, ahora te pido que seas honesto contigo mismo y veas en cuál de ellas debes trabajar para superarte.

Recuerda que en FULVIDA tratamos de alimentar cada una de estas facetas, para darte la mano segura por el camino hacia una vida plena verdadera.

Un abrazo y no dudes en comunicarte para expresarte.

EL ANILLO

Saludos a mis hermanos noájidas en todo el mundo. Aquí les envío este Cuento que me llegó a mi Correo electrónico. Espero que les sirva de gran bendición para sus vidas. Feliz año nuevo 5767.
 
EL ANILLO
 
Un alumno llegó a su maestro con un problema:
-Estoy aquí, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Dicen que no sirvo para nada, que no hago nada bien, que soy tonto y muy idiota. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
 
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Lo siento mucho, joven, pero ahora no puedo ayudarte. Primero debo resolver mi propio problema, tal vez después…
Y haciendo una pausa, dijo:
Si tú me ayudas y puedo resolver mi problema rápidamente, quizá pueda ayudarte a resolver el tuyo.
 
– Claro, maestro, murmuró el joven.
Pero se sintió otra vez desvalorizado.