Me llamo Felipe Sadariano y trabajo en la limpieza de un hospital. Tengo cerca de 40 años y estoy soltero, vivo oprimido por un celibato circunstancial porque un día me casaré como el resto de mortales. Mi relación con la sociedad y conmigo mismo ha cambiado desde que tengo un empleo estable. Me siento mas sereno, tengo breves ingresos y gastos pequeños y soy libre, libre para gastarme el dinero en lo que me apetece.
Muchos pensaban que no iba a ser capaz de adaptarme a la disciplina de un trabajo, a los horarios y severos mandatos de los superiores pero ya ven, empezé hace casi cuatro años y aquí estoy.
No saben cuánta desolación cabe en la barrida de una terraza del hospital, en esas horas difíciles antes del amanecer, entonces mi pensamiento tiene como centro las colillas de los cigarros o las botellas de plástico vacías. En esos momentos, entra el personal sanitario, cabizbajo y silencioso a sus puestos y yo estoy a vueltas con mi depresión, mi transtorno obsesivo- compulsivo, mi desgarrada biografía, mis fracasos sentimentales y todo pasa dolido por mi cabeza como un tiovivo infeliz durante toda la mañana
Las colillas y yo, mi sombra y yo en la jornada casi infinita de limpieza del hospital, andando solitario por rincones polvorientos, con la escoba como sofisticada herramienta y con una sonrisa dulce a todos mis compañeros. Ese es un objetivo personal, dar un espacio al otro, un respiro para que hable de sus asuntos y suavizar así el carácter. Muchos de mis compañeros de la limpieza tienen una honda simpatía con los demás, yo creo que nace de esas horas lentas de lucha con la suciedad, de esfuerzo pocas veces valorado, de grito anónimo en el fin del hospital.
Yo mismo, desde que trabajo soy otro, ahora no soy una sombra para la sociedad sino que soy un empleado de la limpieza de un hospital y he limitado mi ego
Felipe Sadariano