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Paseo por el bosque

Paseo con un amigo policía por el bosque, es un viejo amigo, y noto que aunque hemos estado separados largos años, tenemos una unión espiritual poderosa. A pesar, de vivir en la misma ciudad la vida nos había llevado por caminos lejanos, pero dentro de nosotros estaba la semilla de la amistad. Un vínculo nacido en la adolescencia, cuando le acompañaba a cazar reptiles y anfibios por charcas y descampados y él era para mi un amigo divertido, confiable al que me unía fácil con la risa. Era  muy inteligente, aprobaba como quería ( menos una asignatura, que a veces se le atragantaba ). Podríamos decir que era un yo mejorado, en ese narcisismo de la adolescencia, alguien al que uno reconoce de repente, como un amigo que nos estaba esperando desde siempre. Al salir de clase, ya digo, íbamos al campo que existe dentro de la ciudad.

Y ahora, otra vez, muchos años después,  me lo encuentro en una plaza con su mujer e hijos y me escucha y se interesa por lo que hago y me propone quedar y pasear por el bosque para coger hongos y setas, y como entonces, él espanta muchos miedos infundados, desmonta mis nudos mentales y me trae una risa saludable, confiada por la que noto que estamos unidos espiritualmente.

 

El empleado de la limpieza

 

Me llamo Felipe Sadariano y trabajo en la limpieza de un hospital. Tengo cerca de 40 años y estoy soltero, vivo oprimido por un celibato circunstancial porque un día me casaré como el resto de mortales. Mi relación con la sociedad y conmigo mismo ha cambiado desde que tengo un empleo estable. Me siento mas sereno, tengo breves ingresos y gastos pequeños y soy libre, libre para gastarme el dinero en lo que me apetece.

Muchos pensaban que no iba a ser capaz de adaptarme a la disciplina de un trabajo, a los horarios y severos mandatos de los superiores pero ya ven, empezé hace casi cuatro años y aquí estoy.

No saben cuánta desolación cabe en la barrida de una terraza del hospital, en esas horas difíciles antes del amanecer, entonces mi pensamiento tiene como centro las colillas de los cigarros o las botellas de plástico vacías. En esos momentos, entra el personal sanitario, cabizbajo y silencioso a sus puestos y yo estoy a vueltas con mi depresión, mi transtorno obsesivo- compulsivo, mi desgarrada biografía, mis fracasos sentimentales y todo pasa dolido por mi cabeza como un tiovivo infeliz durante toda la mañana

Las colillas y yo, mi sombra y yo en la jornada casi infinita de limpieza del hospital, andando solitario por rincones polvorientos, con la escoba como sofisticada herramienta y con una sonrisa dulce a todos mis compañeros. Ese es un objetivo personal, dar un espacio al otro, un respiro para que hable de sus asuntos y suavizar así el carácter. Muchos de mis compañeros de la limpieza tienen  una honda simpatía con los demás, yo creo que nace de esas horas lentas de lucha con la suciedad, de esfuerzo pocas veces valorado, de grito anónimo en el fin del hospital.

Yo mismo, desde que trabajo soy otro, ahora no soy una sombra para la sociedad sino que soy un empleado de la limpieza de un hospital y he limitado mi ego

Felipe Sadariano