Te propongo en este texto estudiar un poco acerca de las caras que buscamos y las causas “inteligentes” que asumimos.
Comencemos.
Miramos al cielo, pronto comenzamos a distinguir figuras, objetos, animales y rostros. También en manchas, en plantíos, en el diseño de la arena llevada por el viento, en el vuelo de las aves, en… ¿en dónde no?
Con más o menos esfuerzo pronto podrás ir identificando rostros humanos, o que pudieran tener semejanza con el hombre.
Te doy unos minutos para que lo hagas, si gustas, con la foto de arriba antes de continuar.
Nuestro cerebro está preparado para reconocer caras, es parte de un sistema de adaptación que se localiza en el área fusiforme facial, situada en el hemisferio derecho cerebral, dedicada exclusivamente al procesamiento de rostros.
Seguramente que desde muy niños estamos pendientes de que esas caras estén allí, aunque no tengamos conciencia de que son de un “alguien”, ni quien es ese “alguien”, pero sí percibimos en nuestra brumosa existencia que cuando ese rostro se encuentra, sentimos que son satisfechas nuestras necesidades. Al estar esa configuración de ojos y boca, y secundariamente lo que forma su marco, pronto desaparece esa molestia que luego denominaremos apetito, se nos quita esa pesadez que luego llamaremos aburrimiento, nos sentiremos alzados cosa que nos calma mágicamente y así con el resto de las necesidades que son cubiertas.
El rostro habitual nos hace sentir cómodos, seguros, menos impotentes, con cierto grado de poder.
Claro, cuando el niño es atendido y cuidado; en caso de faltar regularmente la atención adecuada, es más que probable que se forme algún trastorno, si se tiene la predisposición genética para ello. Las dificultades pueden ser variadas, dependiendo de la parte orgánica y de la regularidad de las distorsiones en el cuidado.
Es natural que estemos expectantes por la aparición de ese rostro benefactor. Tanto que llegamos a desdibujar información que recibimos por medio de los sentidos para hacerlo aparecer “mágicamente”. Allí en donde casualmente hay dos orificios y una raya, tenderemos a ver un rostro. Aunque se aun efecto de luces y sombras, un objeto inanimado sin pretensiones de cara, igualmente nuestro cerebro creará esa ilusión (aunque no es así habitualmente en el caso de los esquizofrénicos).
Cuando los rostros no están allí, realmente, el cerebro se encargará de tomar percepciones difusas para suponer y fantasear caras.
Podemos imaginar otras configuraciones, pero la del rosto es habitual.
Ejemplos sobran, te daré un par, supongo que bastante conocidos.
La famosa efigie en la superficie marciana, que es nuestro cerebro el que la forma a partir de sombras y una imagen de muy baja resolución. Comprobado está,
gracias a nuevas fotografías mucho más nítidas y detalladas, que no existe tal efigie.
Y otra imagen, de una parte posterior de un reloj despertador, donde fácilmente reconocemos un rostro amargado (quizás por su rudo trabajo diario), donde no hay más que perillas y un surco para apagar la alarma.
Nuestros primitivos ancestros no tenían mucho conocimiento acerca del mundo, ni del interno ni del externo.
Como podían iban adquiriendo nociones, formando conceptos, transmitiendo la información a sus congéneres y a los descendientes.
A pequeños pasos avanzaban en la elaboración de una cultura.
Veían el mundo y lo decodificaban con los elementos que tenían a mano en su caja de herramientas conceptuales, las cuales eran bastante escasas.
Dadas estás condiciones, no tardaron en proyectar su EGO en el mundo.
Expliquemos del EGO brevemente, porque sobre la temática hemos escrito más que en abundancia y se encuentra todo el material accesible y gratuito aquí mismo.
Llamamos EGO a una función cerebral, primitiva, natural y necesaria del ser humano (probablemente de la mayoría de los animales).
Cuando se presenta una situación de impotencia se disparan algunos de sus instrumentos, que son bien rudimentarios: llanto, grito, pataleo y en caso de no ser efectivos los anteriores, también la desconexión de la realidad.
Así, un bebe humano, el cual es absolutamente impotente durante mucho tiempo, cuando siente esa impotencia reacciona automáticamente con llanto, grito, pataleo y/o desconexión de la realidad.
Este mecanismo natural sirve en situaciones de real impotencia, cuando no hay otros procedimientos que permitan reaccionar a tiempo y conseguir llamar la atención salvadora, o responder satisfactoriamente, o conseguir eliminar la necesidad vivida como traumática.
Es un mecanismo realmente útil, posiblemente salvador, en aquellos extremos en los cuales no existe otra manera de responder.
El problema radica cuando se dispara el EGO en situaciones de impotencia sentida, que no tiene una presencia real y que pudiera afectar la salud o vida de la persona.
Un ejemplo clásico: el niño no obtiene una golosina y rompe a llorar, como si fuera poco arma tremendo escandalo con sus gritos, por si no alcanzara patea el piso mientras rueda agitando los brazos como poseído por una fuerza demoníaca (es una metáfora), sin parar de berrear, babear, atronar con sus exclamaciones lastimeras y agresivas. Todo porque, no le permitieron disfrutar de esa malsana golosina.
¿Amerita ese drama espantoso y “apocalíptico” la impotencia sentida por no paladear un caramelo?
Por supuesto que no, ¿no?
Pero, en la creencia inconsciente del niño, ¡por supuesto que sí!
Es su arma para batallar contra la impotencia sentida, para obtener lo que desea, para llamar la atención y recibir lo que quiere, es su válvula de escape para el estrés de sentirse negado.
Este ejemplo lo podemos extrapolar con simplicidad al niño de cualquier edad y en cualquier rol social, desde 0 a 120 años.
El esposo que abofetea a la esposa porque se le quemó el pollo con arroz (¿suena atroz? ¿parece irreal? sí, pero conozco personalmente a estas personas).
El tipo que salió con un revolver a matar al que le abolló un poco el auto en un pequeño accidente de tránsito.
La madre que pega cintazos tremendos en la espalda del hijo desobediente en cosas mínimas.
Podríamos continuar, pero creo que se entiende la idea.
A esto sumemos las situaciones en las cuales no hay un otro presente, sino que el sentimiento de impotencia es en soledad.
Entonces nos agredimos a nosotros mismos, con palabras o actos.
O planeamos macabras venganzas.
O rumiamos nuestro odio y desesperación.
Por si fuera poco, añadamos lo que quizás no es tan evidente como gritos, golpes o llantos.
Las mentiras, el engaño, fraude, hostigamiento, y muy especialmente la manipulación, esto es por lo general, hacer sentir al otro en impotencia para que se sienta obligado a realizar una acción a nuestro favor, que de otra manera no la haría.
Tenemos al EGO ejerciendo su función fuera del contexto para el cual fue diseñado.
El EGO secuestrando al pensamiento para lograr sus objetivos de someter a la persona, incluso haciéndola creer que tiene poder.
Así nos poblamos de creencias de impotencia y otras de poder allí en donde no existe.
Son creencias prestadas/impuestas por otros o torpemente auto confeccionadas.
Creencias que nos paralizan en el miedo, que recordemos, todo miedo se resume al “no poder”.
Creencias que nos dejan débiles y sin reacción constructiva, aunque físicamente estemos en plena capacidad.
Creencias que nos encierran en celditas mentales, nos esclavizan, sin haber ninguna cadena ni barrote que nos esté apresando.
Nos sentimos impotentes, inútiles, incapaces, fracasados, ineptos, inapropiados, perdedores, con mala suerte, no merecedores de cariño y/o respeto, y otras creencias por el estilo que nos llevan a reaccionar desde el EGO, y por tanto no de una manera realmente adaptativa y que nos empondere y libere.
Por ahí actuamos un poder que realmente no tenemos, y somos abusivos, paternalistas, entrometidos, mandones, tiranos, hostigadores, violadores y una decena de otras maneras espantosas de vivir sometiendo a otros con ilusiones de poder, pero sin el verdadero poder del autocontrol, de la confianza, del trabajo positivo que construye shalom.
A todo esto, ¿qué tiene que ver con las pareidolia y especialmente la de vislumbrar rostros incluso donde no se encuentran?
Te daré una respuesta parcial en este momento.
Nuestros primitivos ancestros, y muchos actualmente, no solamente crean esos rostros inexistentes haciendo uso de información distorsionada. Van un pasito más allá y se inventan inteligencias y poderes sobrenaturales, allí donde precisan sentirse seguros, observados por una entidad superior y protectora, cuando se sienten impotentes y angustiados reclaman por un EGO salvador que los rescate milagrosamente.
Entonces, con retazos de información mezclados con sus creencias, suponen presencias angelicales, intervenciones divinas, causalidades en vez de casualidades, destinos, hermanos ascendidos, extraterrestres metafísicos, dioses y demonios, que están ejerciendo sus influencias en el mundo.
Son entidades con inteligencia, y que también pueden ser de alguna forma manipulados con los trucos corrientes del EGO. Se ora para obtener beneficios. Se pacta con ellos. Se negocia curaciones y éxitos comerciales. Se los adora a cambio de bendiciones. Se diezma para que de alguna manera llueva la riqueza. Se ofrenda hasta lo imposible, para que el dios esté controlado por el minúsculo hombre.
Puedes ver a tu alrededor, quizás en ti mismo, y encontrarás esto. Sí, también hay multitud de judíos y de noájidas, que debieran llevar otra manera de vida, que se comportan de esta manera y sustentan creencias similares. Multitud, lamentablemente. Por lo general, son los que viven el judaísmo y el noajismo como religión, en lugar de como lo que realmente son: modos de vida multidimensionales, con especial anclaje en la espiritualidad.
Pero sin dudas que esto se aprecia con muchísima claridad y frecuencia en gente religiosa, cristiana, musulmana, animista, santeiros, etc. Donde predominan las creencias de dioses que son como títeres en manos del creyente. Si el adorador hace x el dios responderá y. Si el fiel clama j el dios enviará k. Etcéteras hasta el infinito.
Se presume de la existencia de inteligencias escondidas, de la efectividad de los poderes sobrenaturales, y a través de las ilusiones que provoca el EGO uno se encuentra aprisionado por ello y en completo estado de impotencia, o tramposamente se provoca el sometimiento del dios a través de trucos religiosos.
No faltará quien acusará a judíos y noájidas de cuestiones similares.
Como habrás visto, estoy de acuerdo de que nadie está libre de “pecado”, en esto. Hay muchos que actúan así, en discordancia con lo que es el judaísmo y el noajismo.
Además, es una cuestión totalmente normal, humana, que se puede limitar y reducir con el estudio, el aprendizaje de otras pautas de vida, con el entrenamiento para construir shalom en lugar de moverse a instancias del EGO.
El gran problema es cuando el modo “animista” se institucionaliza y pasa a ser credo obligatorio, cuestión de “fe”, lo que marca la “santidad” de la herejía.
Pero, ni el judaísmo ni el noajismo en su pureza y sin contaminación de religión (que es siempre una proyección socializada del EGO), precisan de trucos, ni de magia, ni de asumir cosas fantásticas que no se apegan a la realidad que pudiera ser compartida y comprobada (en la medida de lo físicamente comprobable).
La base de ambas es una vida de construcción de shalom, por medio de acciones concretas de bondad Y justicia, en donde las creencias quedan en segundo plano.
Entonces, uno puede llevar una vida simple y al mismo tiempo completa, plena de santidad y espiritualidad, sin empeñarse en aprender párrafos, ni participar de rituales, ni llenarse de dogmas.
Pero además, el judaísmo tiene una milenaria tradición que se ha preservado y en la cual se mantiene el relato fidedigno de las ocasiones en las cuales Dios se manifestó a los hombres, y cuáles fueron sus pedidos explícitos.
No se basa en creer por fe, ni en negar la inteligencia humana, sino en recibir y trasmitir un mensaje que se ha venido cuidando de generación en generación. Desde aquellos que vivieron en carne propia la revelación de Dios al pueblo judío en el monte Sinaí, y luego manifestó Su Presencia a diario ante todo el pueblo durante cuarenta años. No se trata de creer en cosas absurdas o en imaginar dioses mágicos, sino de continuar el relato fielmente y sin modificarlo, de cuando Dios se presentó y mostró Su existencia y Su relación con el mundo.
En este caso, no es una sombra que forma un rostro en nuestra imaginación.
No es una deidad que suponemos, para que de esa manera nos sintamos protegidos y con poder sobre el dios.
Sino un “ser” real, Dios, que no hubo que imaginarlo ni inventarlo, ya que Él se encargó de hacernos sentir su Presencia.
Cuidado con los que actualmente te dicen que sienten a Dios en esto y aquello, porque probablemente estarán imaginando dioses, tal como vemos la cara en la parte trasera del despertador.
Cuidado con los que insisten en llevarte a una existencia de nubes mágicas, rituales de poder metafísico, carismáticos líderes que auguran controlar o explicar todo. Mucho cuidado con suponer inteligencias superiores allí en donde solamente hay EGOs inferiores.