«Escoge la vida para que vivas, tú y tu descendencia…» (Devarim / Deuteronomio 30:19)
¿Por qué la vida cobra más sentido cuando estamos a punto de perderla?
Sabemos que verle la cara a la muerte nos lleva a pensar en lo valiosa que es la vida, la vida saludable.
También sabemos que al estar próximos a morir, no tememos a la muerte, el verdadero temor reside en pensar cuántos momentos significativos perdimos por estar más atentos a lo secundario. Y el deseo predominante en ese momento es «si tan sólo tuviera una segunda oportunidad».
Se llega a creer que solamente aquellos que han experimentado cómo es tener «un pie aquí y otro allá», son capaces de descubrir qué tiene sentido, qué es lo significativo, qué es lo relevante en la vida. Sin embargo, hay quienes ni en el momento previo a la muerte son capaces de descubrirlo.
¿Cómo es la vida vista desde el cáncer?
Así:
– Tomas conciencia que complacer expectativas ajenas es inútil. Y todos, sin excepción, en mayor o menor medida vivimos para complacer los deseos de otras personas que son tan imperfectos como nosotros.
– Sabes que «el qué diran» es un absurdo. Que hacer o dejar de hacer para evitar que otros comenten es dejar de vivir tu vida, de hacer o dejar de hacer lo que te gusta.
– Algo dentro de ti (no sé qué nombre ponerle) te dice que vas a tener que rendir cuentas a Alguien superior a ti.
– Eres capaz de «sumar» todo el tiempo que pasaste enojado, y ves que el enojo se llevó gran parte de tu vida.
– Ves lo absurdo de discutir (aprovechando que se está tocando este tema), de llevar la contraria, de ganarle a tu oponente dejándolo «callado», o demostrándole que lo que tú dices SÍ tiene sentido, y lo que él dice son frases vacias, huecas, sin fundamento. Ay sí… ganaste! dijiste la última palabra! reiste de último! te desahogaste! … y qué? ESO a la hora de la muerte no vale nada, no te lo llevas, no sientes ninguna satisfacción cuando te acuerdas que perdiste tanto tiempo defendiendo tus limitadas posturas. Y lo único que sientes es tristeza de ver que ese alguien a quien le «ganaste», se alejó, se borró de la lista de amistades. Y deseas ferviertemente tenerlo cerca y pedirle disculpas por haber discutido por cosas que a la larga no valen la pena. Porque es preferible tener un amigo a la hora de la muerte que tener mil discusiones ganadas.
– Deseas un dia más en el que comenzarias preparándole el desayuno a tu esposa y a tus hijos, luego los llevarias a dar un paseo y decirles cómo aprovechar la vida en lugar de desperdiciarla en nimiedades. Seguirias con un almuerzo con tus familiares más cercanos, queriendo preguntarles cómo les ha ido en la vida, despues pasarias la tarde ayudando a quienes están abandonados sin alguien que les llore el dia de su muerte. Al atardecer te quedarias sentado contemplando la caida del sol, maravillado de darte cuenta que nunca habias notado lo increible que se ve. Y en la noche desearías ver a tus hijos quedarse dormidos, conscientes de que llegaste a tiempo para compartir con ellos. Luego (y me perdonan si alguien se ofende) compartirias con tu esposa (o) un momento de intimidad como nunca antes, y después, saldrias a ver lo inmenso del cielo, del universo, y lo pequeño que eres, y rogarias con «lagrimas de sangre» una segunda oportunidad, una vida más, una vez más.
– Te pregunta por qué fue necesario aprender todas esas grandes verdades de una manera tan dura. Y te lamentas de no haber buscado alguien de quien aprender, a quien preguntar, a quien recurrir en momentos de un consejo, alguien con quien desahogarte.
– Te provoca tomar todo tu dinero y darlo a causas justas, a causas que persigan la preservación de la vida, la búsqueda de curas a enfermedades. Quieres hacer algo con tal que alguien pueda vivir un dia más.
Así se ve la vida desde el cáncer. Así la ven quienes por «cosas de la vida» están aprendiendo la grandeza de ésta de una forma tan poco sútil.
El próximo viernes 12, cumplo tres años de haber sido uno de los pocos afortunados de que le descubrieran una enfermedad terminal a tiempo, sin más consecuencias que la extracción de su estomago. Y con la gran oportunidad de ‘robarle’ a la vida una segunda oportunidad.
Permita el Eterno que mi experiencia sirva de algo para aquellos que al sol de hoy tienen la oportunidad de aprender la grandeza de estar vivo, sin necesidad de enfrentarse a un diágnostico oscuro.
Permita el Eterno que mis palabras sirvan para que tomemos conciencia que no todo el mundo tiene la oportunidad de tener un Maestro para la Vida, sin mayores intereses que el crecimiento personal de quien recurre a su guia.
Permita el Eterno que mis palabras sirvan para que aprendamos a ver qué vale la pena defender y qué no.
Permita el Eterno que mis palabras sirvan para que conozcamos que tus amistades se acordarán de ti por como te mostraste en momentos de necesidad.
Disfruta la vida, es una sola, en mi caso «dos», pero como dicen en Venezuela «no todos los dias son domingo».
Que el Eterno nos de mucha salud. A todos.
Nota: aclaro que actualmente estoy 100% sano. No vayan a pensar que el profesor Jonathan se está muriendo. Todavia no le voy a dar el gusto a la idolatria, todavia.