El sistema educativo, particularmente en Venezuela, ha venido caracterizándose por su deficiente capacidad a la hora de transmitir Valores a las generaciones de relevo.
Miedo, por parte de los maestros, a corregir aquellas actitudes irreverentes que ponen en riesgo el sano desenvolvimiento de la jornada educativa, indiferencia frente a las actitudes violentas de y entre el alumnado, sinvergüencería de parte de los padres y representantes que ven a los docentes como los enemigos de sus hijos, son algunas de las constantes que se presentan en el ámbito pedagógico.
Como docente en ejercicio, he tenido que presenciar y experimentar en carne propia malos tratos provenientes de aquellos que se nos han asignado para formar como “el futuro del país”. Desde las más leves hasta las más graves faltas.
La defensa más común del maestro que confronta a sus alumnos es pedirles respeto: “Yo soy tu profesor, merezco respeto”, decimos. Sencillamente porque nuestro radio de acción está bastante limitado. Algunas veces creemos que seria bueno darle “uno solo, pero bien dado, a ver si aprende a respetar”. Lo cual seria inapropiado, pero no dejaría de brindarnos un mórbido gustico a justicia.
Resultado de tanta falta de respeto es una desmotivación a la hora de prepararse para enseñar y al momento de enseñar. Querer salir corriendo del aula, dejar todo atrás, puesto que nadie agradece lo que haces. Aunque para eso te pagan diría alguno.
En la vida siempre tendremos, de manera implícita o explicita, profesores. También fungiremos (o fingiremos) como tales.
A estas alturas de la vida entiendo que formar pataletas y berrinches por lo que el Moré diga, tratarlo como si fuera “un compinche más del barrio”, subestimarlo a la hora de leer sus críticas, darle la espalda cuando no nos gusta lo que hace, creer que es una obligación suya responder todas mis preguntas y brindarme solución a todos mis problemas, eso y más, son graves faltas de respeto.
Lo vine a entender ahora que en Venezuela terminó el año escolar, y experimenté en cierto sentido lo anteriormente mencionado. Por tal razón volví para trabajar con el Moré Yehudá. Porque como docente me complace encontrarme en la calle a aquél alumno que se mal comportó conmigo, pero que me sigue reconociendo en cualquier lado como su maestro. Y a pesar de todo, aun así, reconoce que mis enseñanzas fueron valiosas.
Ninguno de los que nos concentramos aquí, estamos exentos de dar la espalda, pero de la misma manera, todos estamos en capacidad de volver y corregir, enmendar lo dañado.
Cuando se está en los zapatos del otro, es relativamente fácil entender al otro.
La conclusión: como dicen las mamás “hijo, respete a su profesor”.
Nota: no hay dólares gratis, despierte.
ademas, tengamos en cuenta…que el armo su pagina serjudio, para tratar de guiar a los suyos, pero a medida que muchos gentiles acudian a la pag, por necesidad,por querer saber,por salir de la idolatria…por otros etcs…fue que co-fundo sernoajida-luego fulvida..es decir…no solo guia a sus hnos.judios, tambien gentiles…son muchos yunques en su lomo!no?
q buen texto,
gracias jonathan, sabes q eres bienvenido y no has sido recriminado por tu pasado.
por el contrario, agradezco tu presencia, pq eres valioso.