Conocimiento de vida

En todas las épocas, pero con mayor intensidad en la nuestra, hubo y hay gente que con total convicción e ingenuidad dicen: «busca en tu interior la verdad, que allí está«.
Basados en estas creencias se apoyan innumerables religiones y sectas.
Si no me equivoco, todo lo de la Nueva Era (y lo derivado de ella) se sustenta en creencias del estilo.
Se habla del dios interior, del ser un dios, de secretos metafísicos para alcanzar el éxito al controlar al universo, entre otras creencias.
Lo dicen como si la persona fuera la medida de todas las cosas, como si el criterio personal fuera el patrón de medida para reconocer la validez y autenticidad de las cosas.
Por consiguiente, no existe “bien” ni “mal”, ya que cada cual es quien define las cosas. Todo es “relativo”, y en supina ignorancia mezclan a Einstein con esto y a la física cuántica, como método tergiversado de demostrar sus creencias al apelar a nombres insignes, cuerpos científicos complejos, conceptos escabrosos para el promedio de los mortales.
Abundan en palabrería hueca y sin sentido, pero que en magistral pirueta circense parece corroborar sus creencias.

Se apoyan en enunciados indemostrables, pero siempre bien esgrimidos con técnicas de manipulación y/o mercadeo.
Declaran poder, pactos con deidades, capacidad para profecías y milagros. Son demiurgos, creadores, sanadores, salvadores, enlaces con la vida perfecta.
Todo ello gracias a “demostrar” que todos somos dios, que cada uno es parte del “todo”, que cada senda es una senda a la deidad, etc.
Los babas, gurúes, iluminados, pastores, rabinos, cabalisteros, jasideos, abundan a la hora de fortalecer tales creencias.
Es una fiesta para los traficantes de la fe.

Pero, ¿es así en la realidad?
¿La verdad está dentro de cada persona?

Comencemos una respuesta con una sencilla evidencia que resulta incontrovertible.
Mira por favor la imagen que acompaña a este texto, hazlo con cuidado, pon toda tu atención en esto.
Ahora responde, ¿estás viendo que hay una espiral doble, uno de los brazos es verde y el otro celeste/azul?
¿Es verdad que lo estás viendo?
Vamos, mira nuevamente por favor. Tómate todo el tiempo que desees.
¿Listo?
Ciertamente todos vemos el verde y el azul, pero realmente es solamente el color verde el que allí se encuentra.
Puedes comprobarlo abriendo la imagen en un programa de edición de imágenes, usa luego el selector de color; o emplea alguna herramienta añadida a tu navegador de internet; o delimita una pequeña porción con tus dedos de lo que estás viendo celeste y otra de la que estás viendo verde.
Vamos, hazlo por favor.
La realidad no es la que tus ojos y cerebro te brindaron, sino otra bastante diferente.

Con esto tan simple, tan sencillo, tan banal ya se derrumba el mítico poder de la “verdad interior”.
Somos víctimas de nuestra limitación como humanos.
Ni siquiera podemos estar seguros de lo que estamos viendo en este mismo momento.
¿Cómo aventurarnos a presumir algo acerca de lo que está por completo por fuera de nuestra capacidad?

Sin embargo, el hombre es terco.
Su EGO es poderoso, aunque en realidad es un pobre impotente, y por tanto no admite su derrota, sino que se empecina y enceguece hasta que le den la razón, por las buenas o no tantas.
Ya se está inventando excusas, argumentos, justificaciones. Peleará hasta el fracaso antes de admitir que no tiene razón.

Así pues, veamos ¿qué es lo que el Eterno tiene para decir al respecto a la “verdad interior”?

En la sagrada Tradición reconocemos que el patrón real acerca de las cosas lo pone el Eterno, Él y solamente Él es quien determina lo bueno y lo que no lo es, y ÉL quien decide lo que es permitido hacer de lo que no lo es.

Tristemente se sigue ignorando esta verdad, y por lo tanto el relativismo moral cunde: hay personas que llaman «bueno» a lo «perverso» y que llaman «misericordia» a la simple y vacía «flojera».
Los asesinos y depravados son elogiados y respaldados por incautos y por poderosos, en tanto se lacera y acusa a los que se defienden para meramente sobrevivir y ser.
Los honestos viven tras rejas, temerosos, impedidos de disfrutar su libertad; al tiempo que los delincuentes e inmorales vagan con impunidad por doquier, sin siquiera un asomo de responsabilidad o arrepentimiento.
Así anda el mundo adoctrinado por la religión (que va desde el ateísmo más militante al ritualismo ortodoxo de cualquier secta de creyentes religiosos), cada recoveco saturado de EGO, desprovisto del Norte fiel e inquebrantable de la ética espiritual que proviene de la línea directa con la divinidad.
Todos somos dioses, al decir de estos creyentes, porque no hay un Dios.
¿Es así realmente?

El hombre NO es la medida de todas las cosas, en palabras del Tanaj (el mal llamado “antiguo testamento”):

«Así ha dicho el Eterno: ‘Maldito el hombre que confía en el hombre, que se apoya en lo humano y cuyo corazón se aparta del Eterno.
Será como la retama en el Arabá; no verá cuando venga el bien, sino que morará en los pedregales del desierto, en tierra salada e inhabitable.
»
(Irmiá / Jeremías 17:5-6)

Son palabras muy duras, pero que no dejan dudas: aquel que convierte la ética en una cuestión de valoración personal, o que hace del hombre su sistema de medida, termina por vivir en un desierto, sin bien y con mucho mal.
Ni la persona, ni un grupo de personas son los patrones de medida para definir lo bueno de lo que no lo es, solamente el Eterno es quien hace esto.

No está en el interior del hombre la respuesta a todas las cosas del mundo, sino en la Palabra del Eterno que ha sido interiorizada en el ser humano.
No está en los fantasmas, máscaras, actuaciones del Yo Vivido nuestra verdad, sino en la conexión con lo más puro que llevamos dentro, nuestro Yo Auténtico, que nos vincula constantemente con el Eterno.
No somos dioses, no llevamos dioses en nuestro interior, pero sí tenemos la esencia divina en nuestra anatomía multidimensional.
Esta esencia está en armonía con los mandamientos dados por el Eterno, a cada uno de acuerdo a su identidad espiritual (de acuerdo a si es noájida o judío).

Notemos lo que el sabio Salomón anuncia:

«escucha Tú (Eterno) en los cielos, el lugar de Tu morada, perdona y actúa.
Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón [porque sólo Tú conoces el corazón de todo hombre];»
(1 Melajim / I Reyes 8:39)

El Eterno conoce el camino de las personas, es decir, aquello que la persona hace, por donde sus pasos le van llevando, que construye con sus decisiones.
El Eterno conoce lo que el corazón de cada uno atesora, los motivos de sus actitudes, incluso aquello que para la persona es desconocido de sí misma, Él lo conoce.
El Eterno es bueno y misericordioso, perdona, es paciente, encuentra la forma de mitigar el mal que la persona se auto provoca, sin embargo, de acuerdo a sus acciones es que el Eterno lo retribuye.
Si el corazón de la persona está en sintonía con la Palabra del Eterno, habrá gozo; pero si el corazón está en desarmonía con el Eterno… ¿acaso gozará?
Podrá parecer libre, salvo, alegre, sin estrés, exitoso, lleno de esperanzas y bienestar… ¿pero es esto real?

Hay un versículo que pareciera dar un vuelco a esta reflexión, que nos induciría a pensar de que es cierto lo que creen que tenemos la verdad en nosotros.
Prestemos atención:

«Ciertamente muy cerca de ti está la Palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.»
(Devarim / Deuteronomio 30:14)

Pareciera como si el versículo admitiera que el conocimiento está dentro de la persona, que es subjetivo y no depende de referencias permanentes externas.
La Palabra está en el corazón y en la boca, es decir, cada uno de los judíos podría ser poseedores de la verdad en su ser y que cada palabra que expresare es verdadera.
Pareciera como si la voz del Eterno escuchada en Sinaí por tres millones de individuos fuera una voz más en el concierto desafinado del universo, una voz con el mismo valor y peso que todas las demás voces. Como si el deseo del Eterno expresado explícitamente por Él estuviera en el escaparate del cual uno puede escoger lo que mejor le parezca.

Sin embargo, si somos atentos, sin necesidad de ser muy profundos, podemos notar que en realidad el versículo no está indicando que el conocimiento a encontrar dentro de la persona es el SUYO, sino que es el conocimiento que proviene de la Palabra, es decir, de la Torá.

Por tanto, nuevamente reconocemos que para el Eterno no es la persona la que decide el valor de las cosas, ni la que determina lo bueno y lo que no lo es, sin que es Él quien lo hace.
Pero, sí depende de la persona el esforzarse por re-encontrar la Palabra del Eterno resonando en su interior, para de ese modo acatar con fidelidad Su deseo.

Recordemos el famoso midrash que nos enseña acerca de la Palabra del Eterno guardada en el interior del alma:

«…Una luz alumbra sobre la cabeza del feto en el útero y él puede vislumbrar de uno a otro punto del mundo… y no debes sorprenderte pues una persona duerme aquí pero su sueño puede estar viendo su sueño en España… se le enseña también toda la Torá de principio a final… ni bien el niño nace a la luz del mundo un ángel golpea sobre su boca y provoca que olvide completamente toda la Torá…»
(TB Nidá 30b)

Al feto humano en el útero materno desde Arriba se les enseña la Torá. No debiera entenderse por esto el texto que conocemos de la Torá, sino la esencia espiritual, el núcleo pre-creación, la raíz de la cual se desprende la realidad. Una Torá que es eterna y cuenta con una “vibración” que corresponde a los noájidas y otra diferente para los judíos. Es la Torá que sustancia la ética espiritual, que se manifiesta a través de los Siete Mandamientos para los hijos de las naciones y los 613 para la nación judía.
También, al feto se le muestra el gozo espiritual en el Más Allá.
Es un momento de plena conexión, desprovisto de experiencias mundanales, sin afectaciones, sin EGO, un vistazo al paraíso desde antes de nacer a este mundo.
Luego de esta completa instrucción, de esta sustanciación de su identidad espiritual, cuando ya está por nacer, el ángel le borra de la “conciencia” todo el conocimiento que se le había impartido. En realidad, en ese punto de su vida el bebe no tiene “conciencia”, no tiene aún cómo registrar en su memoria racional ningún recuerdo, mucho menos del período intrauterino, por tanto, no se olvida de nada que haya pasado por su conciencia, sino que aquello que estaba en su supraconciencia no entró a pasar a su conciencia.
Ese conocimiento sagrado, la verdad de la ética espiritual, la Palabra de Dios inscrita en el alma, queda impreso en los rincones ocultos de su inconsciente  y puede ser reencontrado, reconocido en su vida por medio del estudio y la reflexión adecuada.

Esto significa que el conocimiento lo tenemos en nuestro interior, pero no accedemos a él de manera directa y voluntaria.
Para que ese conocimiento interior sea provechoso no basta con buscar en nuestro interior, ni siquiera basta con desear con fuerzas alcanzarlo, sino que se precisa desbloquear las trabas que cierran la senda hasta él por medio de las claves adecuadas.
Está en lo profundo del inconsciente y no se accede por medio de palabras, porque fue incrustado en el ser en una sección que no maneja palabras, que no es racional, que existía antes de toda experiencia y relación interpersonal.
Para peor, se interpone una numerosa cantidad de “cáscaras” que son producto del EGO, que se interponen para que no podamos disfrutar de ese sagrado resplandor, de esa Luz espiritual que da sentido eterno a nuestra existencia mundana.
El EGO se encarga de desviarnos del conocimiento sagrado, nos hace vivir vidas de fantasía, actuamos personajes, huimos de miedos intensos, nos escondemos de nosotros mismos, llamamos yo al Yo –Vivido desconociendo la esencia perfecta de nuestro ser: el Yo Auténtico.
Voces nos pueblan, nos conquistan. Son voces que vienen de fuera pero que se hacen internas. Nos hablan, nos mandan, nos desmerecen, nos llenan de dudas, nos aterran, nos hacen extraviarnos y olvidarnos de nosotros. Nos hacen creer que somos dueños de la verdad, el centro del mundo al mismo tiempo de que somos impotentes y fracasados.
Es una paradoja dolorosa, pero real.
Y allí, al fondo, detrás de tanta máscara y cáscara, sigue resonando una sola y única vocecita sagrada, la que aprendimos del ángel, la que nos conecta con Dios constantemente, pero sin que le prestemos atención.

¿Cuáles son esas llaves para las puertas del conocimiento atesorado en nuestro interior?
La única manera de no engañarnos, de no creer que nuestras fantasías son verdades, es cuando comparamos nuestros pensamientos, nuestras intuiciones, nuestras sentimientos con el fiel perfecto de la Torá (la que nos corresponde) y los preceptos (que nos son propios, de acuerdo a nuestra identidad espiritual).
Cuando desbloqueamos las trampas del EGO.
Cuando no actuamos movidos por el miedo, la impotencia, la agresividad, el rencor, el afán irracional.
Cuando nuestros pasos vibran de acuerdo a la música sagrada y penetramos a través de las cáscaras y alcanzamos a conectarnos con nuestra esencia.

En el momento que la persona reencuentra alguna partícula de conocimiento verdadero, una llamarada de placer espiritual se extiende por su ser.
La persona que está en el camino del Bien goza con esta sensación de reencuentro, pues siente que está un poco más próximo a la Verdad, más estrecho su abrazo con el Eterno.
Pero la persona que no suele andar por el camino del Bien, sea por ignorancia o falta de esfuerzo, al sentir esa sensación del reencuentro con la Palabra, experimenta un vacío, que es aquel que se encuentra en su vida, y por lo tanto hace un esfuerzo para negar el conocimiento que ha reconocido. Lucha contra la luz reencendida en su interior y la ofusca con numerosos discursos y excusas.
Escapa rápidamente hacia la idolatría, se amansa ante un pastor, se disfraza de lo que no es, se vuelve religioso, se petrifica en rituales, repite lemas religiosos, se niega a ser libre, porque la libertad da miedo al principio, una sensación de estar perdido, cuando en verdad se está en el mejor momento.

Es triste, pero así padece buena parte de la humanidad, que llaman «placer» al engaño y «dolor» al verdadero goce espiritual.
Sin embargo, hemos nacido para reencontrarnos con esa esencia espiritual con la que estamos formados, para que el cuerpo y la neshamá -espíritu- trabajen en pos de la misma meta.

El Midrash (Otzar HaMidrashim, Ietzitrat Ulad, pag. 244 y 245, Eizenstein) nos relata con bellas metáforas el período de la concepción y gestación humana y nos aporta algunos datos más que son relevantes para nuestro tema:

Cuando está por ser concebido un humano,  el Todopoderoso ordena al ángel Laila: «¡Tráeme esa neshamá del Gan Eden -paraíso-!«, para que la introduzca dentro de la semilla germinal.
Sin embargo, la neshamá se resiste a que se la arranque de su fuente Divina, y se queja al Todopoderoso: «Yo soy pura y sagrada, unida a Tu Gloria. ¿Por qué es que debo ser degradada e introducida a un cuerpo humano?«.
El Eterno le responde: «No es como tú dices. El mundo en el cual vivirás es mucho más hermoso que el mundo del cual provienes. Fuiste creada con el solo objeto de que te conviertas en parte del ser humano y seas elevada con sus acciones.«

¿Captamos la belleza de esta enseñanza?
¡Éste Mundo, material y tan cargado de problemas, es potencialmente más bello que el mundo espiritual del cual proviene la neshamá!

¿Por qué?
Pues, porque en Este Mundo la persona (espíritu-cuerpo) está capacitada para crecer por medio del cumplimiento de las mitzvot, los mandamientos que le corresponden de acuerdo a su identidad espiritual.
La belleza de Este Mundo estriba entonces en cada acto que reencuentra a la persona con su neshamá, pues con cada reencuentro el grado de gozo de la neshamá aumenta.

Está en nuestras manos el hacer de Este Mundo un lugar de placer, ¿querremos intentarlo algún día?
Podríamos comenzar desde hoy…

¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

 

Preguntas y datos para meditar y profundizar:

  • El artesano y las jarras
    «¡Ay del que contiende con su Hacedor, siendo nada más que un pedazo de tiesto entre los tiestos de tierra! ¿Dirá el barro al que le da forma: ‘¿Qué haces?’ o ‘Tu obra no tiene asas’?»
    (Ieshaiá / Isaías 45:9)

    • ¿Por qué es presentado el Eterno como un artesano y la persona como un jarrón de barro?
    • ¿Cómo se opone la gente al Eterno sin rebelarse directamente contra Él?
  • Superioridad
    «Los justos son superiores a los ángeles»
    (Sanedrín 93a)

    • ¿Cómo se explica esto, siendo que los ángeles son entidades espirituales sin inclinación a lo negativo?
    • ¿Cómo influye el autoengaño para que la persona sufra?
  • «El Rabí de Rozdoler decía: ‘Cuando me siento enojado contra alguna persona, yo pospongo la expresión de mi enojo. Yo me digo: ¿Qué pierdo si pospongo mi enojo?»
    (Niflaot HaRabbi, M.M. Walden, pg. 94)

16 comentarios sobre “Conocimiento de vida”

  1. Mientras nosotros tenemos libre albedrío, los ángeles no, por eso creo yo que el hombre justo es superior al ángel en cuanto al aspecto que, a pesar de tener la facultad de no hacer las cosas bien con base a su libre arbitrio, el hombre justo aún así se apega a lo que es bueno, es decir a la voluntad de Dios; mientras que el ángel al no tener ese libre albedrío, siempre actuará conforme a la voluntad del Eterno.

  2. Gracias more, es un texto muy profundo, y con muchas enseñanzas.

    Lo tuve abierto en mi computadora, por días… empezaba a leerlo, pero no lo terminaba, quería dediarle el tiempo que se merecía. Valio la pena, esperar un poco, para recibir este bello conocimiento. Lo que entendí segun mis palabras sería algo así:

    Es aqui, en este mundo, el lugar donde alcanzamos algo maravilloso, nuestra alma bien lo sabe y lo percibe, aunque a veces la ignoramos para correr a los brazos del Ego, del propio y del ajeno.

    y aunque inicialmente haya resistido a venir a este mundo y separarse de su fuente, nuestra alma entiende que «en las cosas cotidianas» que carecen de aspecto espiritual para muchos, encontramos verdaderas oportunidades para elevarla, y hacerla verdaderamente espiritual.

    Claro, siempre y cuando dejemos de apoyarnos en nuestras convicciones, muchas veces distorcionadas , para atender la voz de nuestro Hacedor, mientras hacemos lo que nos corresponde,

    Nuevamente gracias moré… que texto más bello!

  3. El eterno es presentado como el artesano porque es El artista que realiza la Creación. le da forma, lo modea, lo pinta, lo pone bonito y todo lo que pertiente hasta terminar la Obra. La jarra entra en el mundo ya hecho, con su forma definitiva, recibe su todo sin poder dar las gracias siquiera por que no conoce a su hacedor debido a su falta de conciencia. Nos oponemos al Eterno cuando objetamos la forma que el nos dio, el lugar y tiempo en el cual fuimos hechos, todo lo que signifique la identidad propia del jarron que le dio su Hacedor.
    He escuchado mucho que los justos son superiores a lo angeles, porque tenemos alma y un libre albedrio que nos permite superarnos mediante el cumplimiento de la normativa que nos corresponde, pero pienso que es mejor no decirlo muy duro ya que tenemos un enemigo muy dificil de vencer que es nuestra inclinación al mal y el orgullo es una de sus herramientas favoritas.
    Cuando estamos sometidos a nuesto ego, y es dificil no estarlo, lo mas corriente es que vivamos encerrados en nuestros propios pensamientos, creyendo que el mundo es lo que nosotros pensamos, es una manera de analizar lo que nos rodea y se llama idealismo, uno de sus iniciadores fue Platon, el cual decia que el mundo de las ideas era la verdad y que lo demas es un reflejo disminuido de elo, de manera que una silla en verdad no existe sino que nos recuerda la idea de silla original del mundo de ls ideas, y penando así puede sufrirse mucho cuando chocamos con la realidad.

  4. Ya lo lei. Es cierto, es comun ver que el ser humano se crea su propio dios a pesar que diga creer en Dios.

    Este es el lugar para crecer, para hacer por y para otro. A pesar de tener nuestra raices en el plano espiritual, es en el plano material donde podemos ser realmente espirituales.

    Ojala los escapistas, rezanderos, mistiqueros, cabalisteros y demas seudo espirituales entiendan esto.

    Gracias!

  5. Fuí artesana he hice jarras, Siempre recuerdo esa porción de Isaías. Cuando un artesano hace su obra le imprime cosas que le son propias que salen de su interior, escoge el material, pone mucho tiempo para limar asperezas y hacer de ella una bella creación, lo ve crecer en el torno y cuida de que no se seque mucho o no se le pase de agua piennsa een como quedará terminado. Si uno hace un bello jarrón para flores, y lego lo ve utilizado como un escondite para papelitos de caramelos o simple basura dice: resaltaría más con las flores. Dios nos crea para algo, cuando nosotros decidimos que servimos mejor para albergar papelitos de caramelo y no flores nos estamos oponiendo sin rebelarnos porque seguimos sabiendo que somos jarrones pero no nos utilizamos para flores.

    Y con respecto a los ángeles, somos superiores exactamente porque tenemos inclinación a lo negativo. No hay que temer a eso, pues lo negativo es la otra punta de la soga, del otro lado está lo positivo. El hombre ante las dos opciones tiene la oportunidad de pararse y repensar, sopesar,distinguir, elegir, desarrollar el sentido del propio discernimiento para poder elegir el lado de la soga por la cual va a cinchar, eligiendo el lado del bien estará elevándose.
    Besos

  6. No Clau, sorry, esta vez discrepo jejeje… Existimos hombres que llevamos (decidimos) una vida más ajetreada que algunas damas, bien sea por circunstancias o porque procuramos no ser los tipicos machotes latinoamericanos… o vaya a saber uno por qué.

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