Quiero compartir algo con ustedes apreciados amigos, algunas anécdotas de tiempos atrás.
En casa
Quince años tal vez eran menos los que tenía en ese entonces, la situación familiar en casa era compleja por no decir complicada, mi madre había decidido irse de la casa junto a mis hermanos, yo por mi parte aunque fui muy apegado a ella preferí quedarme con mi padre, en realidad mi padre estaba muy poco en casa, andaba en política asuntos en fin estaba casi siempre fuera de casa pero yo preferí quedarme con él, en este punto quiero decir que mis padres como la mayoría luchaban por sobreponerse a sus humanas inclinaciones a su ego en particular, como podían como sabían o como les enseñaron trataban de ser los mejores padres de eso hoy no tengo duda.
En mi casa había un amasijo (lugar donde se hace pan) mi abuelo se dedicó por un tiempo a eso pero en ese tiempo ya no se utilizaba para ese fin y era un cuarto grande sin uso, decidí de momento cambiar mi habitación hacia allá quería tener un espacio más amplio para estar, aunque en realidad ese cuarto era demasiado para una habitación pero bueno tenia caprichos poco usuales, hice una diana en la puerta para tiro al blanco y me gustaba tirar dardos de vez en vez, cuando tenía ratos libres, por cierto dada la práctica continua de ese pasatiempo me hice algo experto en ello y en las ferias donde se jugaba tiro con dardos incluso tirando de espaldas ganaba premios, primero lo hice con los ojos cerrados para aumentar la dificultad pero como no fallaba quise hacerlo más difícil y por eso lo hacía de espaldas, en ese entonces la persona con la que salía (mi novia) me ayudaba con los premios “peluches” de hecho le llene una pared completa de muñecos trofeos de mi habilidad, yo ganaba verle una sonrisa en su rostro cuando le entregaba los peluches.
Los abuelos
En la casa vivían mis abuelos Anita y Teodoro, todas las tardes me llamaban a comer, muy rico que guisaba doña Anita con mucho sazón, todo me sabía muy bien, recuerdo tanto su salsa de molcajete, el molcajete es la mitad de una piedra oval con un hueco en medio hagan de cuenta medio cascaron pero en piedra, y ahí molía a mano con una especie de mortero también de piedra todos los ingredientes de la salsa, gran sazón tenía mi abuela el sazón de los “antes”, en fin por las tardes después de llegar de la escuela, me llamaban mis abuelos “hijo ya vente a comer”, en la comida mi abuelo me relataba sus experiencias de cuando fue campesino, inmigrante, panadero, y fabricante de ropa, honestamente ya me sabía de memoria todas sus vivencias pero a veces le encontraba algo nuevo e interesante a sus relatos, así pasaba mis tardes haciendo tareas, tirando al blanco con los dardos y conviviendo con mis abuelos.
Estrellas y pensamientos
En la parte trasera de la casa había algunas bardas de estatura corta que anteriormente habían servido para unos tejados que cubrían algunas cosas de mi abuelo, después solo quedaron las bardas y ahí en las noches sobre las viejas bardas me sentaba levantaba mi vista y me ponía a mirar las estrellas en tanto pensaba o divagaba sobre otros asuntos que de joven te ocupan, me gustaba sentarme por las noches en esas viejas bardas con las estrellas y la noche de compañía, la vida no era miel sobre hojuelas pero puedo decir que en mi “aparente” soledad era feliz, de hecho estos recuerdos forman parte de mis memorias preferidas.
La reflexión
Al pasar el tiempo nos vamos armando construyendo una personalidad (el yo vivido) a partir de todas nuestras vivencias, estas experiencias nos dan elementos o herramientas para podernos desenvolver con mayor plenitud en este mundo, no podemos negar nuestro pasado ni podemos ignorar nuestro futuro sin embargo podemos mejorar nuestro presente a partir de toda la experiencia que hemos adquirido, finalmente cada situación que sobrevino en nuestras vidas fue supervisada por el Jefe que desde lo alto nos observa.
Lo bueno y lo………no tan bueno es muy útil en cada momento de nuestras vidas
Te envió un cordial saludo
¡Hasta pronto!