Leopardo Rico Ruiz, 23 años, Técnico Profesiónista, San Luis Potosi, M
(Pregunta enviada a SERJUDIO.com)
El Hogar primero, el Centro después.
La siguiente reflexión está basada en un comentario al artículo del Moré Yehuda Ribco “Hogar Noájico”. http://serjudio.com/personas/sociedad/hogar-nojico
La idea de formar centros noájidas antes que familias noájidas solidas quizás no sea tan saludable. (Digo ‘quizás’ para no ofender a quienes intentan poner su granito de arena fundando y liderando tales centros.)
Me explico, el noájida promedio que se acerca a un centro noájida posiblemente termine reuniéndose con personas como él, recién salidas de la idolatría, llenos de sentimientos de vacío y desocupación espiritual, pertenecientes a familias que están sumidas en la idolatría (cualquiera de sus formas expresadas por el EGO) y que, creyendo estar en lo correcto, optan por, más que reunirse, aislarse con personas como él que aun precisan limpiarse de una gran cantidad de cosas con las que la religión le ensució el alma. Sin dejar de lado que muy probablemente terminan siendo “liderados” por personas que en otrora fungieron como pastores, lideres ministeriales, apóstoles, maestros, seudo rabinos, seudo jajam, o cualquier titulo inventado por la religión de la cual formaron parte y cuya costumbre de liderar les cuesta dejar de lado convirtiéndose en la gran mayoría de los casos en pioneros de tales centros noájidas.
Existen otros casos en los que dichos noájidas se dejan llevar por personas judías que valiéndose de tal identidad espiritual, terminan vendiendo religión (frasecitas, dichos, cantos, ropas, costumbres, etc.) pero con algunas pinceladas de judaísmo.
Más que centros noájidas terminan siendo, en el mejor de los casos, centros de rehabilitación espiritual (y en el peor un remedo del antro idolátrico de donde salieron). Y allí es donde apunto, la verdadera espiritualidad no se alcanza congregándose con otras personas que en algún punto de sus vidas des-cubrieron su verdadera identidad espiritual.
La verdadera espiritualidad, el noajismo puro se vive en y con la familia, punto. Enseñando con acciones de bondad y justicia. Dando el ejemplo. Desde un simple “buenos días” hasta “este mes aparto dinero para una obra de caridad”. Es en el hogar donde se restaura la espiritualidad y luego de eso, en mi opinión, podría considerarse la idea de un centro noájida en el cual no se imiten patrones de las religiones y mucho menos patrones exclusivos de la herencia judía sino se dé paso a reuniones de socialización saludables que complementen lo vivido en el hogar.
El hogar noájida debe ser la base del centro noájida y no al revés.
Algunos opinaran que hay que empezar con lo que se tiene a mano, dos o tres noájidas rezando y leyendo artículos, pero los hechos han mostrado que se recae en patrones propios de la religión: fe, dominio del líder, manipulación, estereotipos, sumisión, distorsión de la identidad noájida, religión… religión… y más religión. O lo que considero el PEOR de los casos: la utilización de la identidad noájida con fines de conversión al judaísmo.
Es un tema bastante amplio y de libre opinión en el cual no pretendo establecer una verdad absoluta sino una perspectiva distinta a lo que se viene evidenciando desde hace algún tiempo.
Saludos
Licdo. Jonathan Ortiz
Casi una década viviendo como noájida consciente de mi identidad espiritual, de un largo periodo de des-aprendizaje de lo que aprendí en la religión, de levantar un hogar en el que tanto mi esposa como mis hijos se sepan noájidas, me ha llevado a ver que quizás la idea de formar centros noájidas antes que familias noájidas solidas, por ahora y quién sabe por cuánto tiempo más, no sea tan saludable.
No sé si a ti también te ha pasado eso de sentir que el tiempo vuela.
Que ya estamos de vuelta en primavera aunque sientes que hace un rato guardaste la ropa de playa veraniega; que tu familiar cumple años otra vez y ni siquiera estrenó la corbata que le regalaste el cumpleaños pasado; que recién saliste de licencia y ya estás sentado otra vez en tu trabajo; que ya es lunes nuevamente si apenas disfrutaste del fin de semana; que ese bebito que tenías entre tus brazos ya es padre de tus nietos…
¿Te sientes así?
A mí sí, a veces, no puedo confirmar que en todo momento, pero es como una sensación que se presenta a menudo, y me parece que cada vez más.
¿Será una vivencia de la gente que va acumulado años de vida?
¿Será la monotonía que encuentra contenidos repetidos en las celdas de la memoria?
¿Será parte de nuestra naturaleza humana, consciente de su pasaje por el tiempo y su vida limitada en este mundo?
¿Será la simplificación de la mirada retrospectiva, que ya automáticamente etiqueta y archiva los acontecimientos, evitando concentrarnos y analizar, valorar, reacomodar nuestras experiencias?
¿Será que de pequeñitos todo es nuevo y tenemos un mundo entero por conocer y mil esperanzas por alentar a concretar, lo que nos obliga a disfrutar cada instante sabiéndolo único y sin repetición?
¿Será que estamos curtidos y nos cuesta descubrir novedades, reinventarnos a diario, crear a partir de lo ya creado, y entonces vemos como las mismas imágenes una y otra vez, aburriéndonos en el camino?
¿Será nuestro cansancio de tantos fracasos y rendiciones, que nos deja sin ánimos de intentar cambios positivos, sino solamente que el tiempo pase?
¿Será que vamos percibiendo la proximidad del final del viaje y entonces nos acucia la impresión subjetiva de velocidad?
¿Será un cambio de la frecuencia de vibración terrena que acelera nuestro reloj interno?
¿Será un fenómeno metafísico que no tenemos cómo confirmar ni comprobar?
¿Será que siempre sentimos lo mismo, a cualquier edad, pero recién ahora le prestamos especial atención y le damos un sentido fatalista?
¿Será que estamos mucho más divertidos, interesados en lo que acontece, y por eso el tiempo vuela realmente y no es solo una sensación?
¿Será que estamos al comienzo de la Era Mesiánica y hay un vivencia diferente a todo nivel?
¿Será alguna dolencia neurológica, un desperfecto del cableado que repercute así?
¿Será algo totalmente diferente, pero que de alguna manera interpreto como es un pasaje temporal más apresurado?
No tengo idea, y de hecho, ahora tampoco sé si siento que el tiempo vuela.
Pero sí tengo una convicción: aprovechemos nuestro tiempo para construir SHALOM, por medio de acciones de bondad y justicia.
Porque es HOY el único día real, el cual tiene el valor de dar sentido a nuestra vida.
Alguien publicó este párrafo en una red social, lo compartía como si fuera un extracto de sabiduría celestial, una especie de código superior de vida: “el justo sabe con humildad que el es responsable de todo lo que le pasa, así que cambia, crece y es capaz de enseñar a los demás de su experiencia.“
¡No estoy de acuerdo en lo más mínimo!
Se pretende inculcar la idea de que todo lo que te pasa depende exclusivamente de ti.
Relee: “él es responsable de TODO lo que le pasa”.
¿En serio?
¿De verdad?
¿Así que todo lo que pasa en tu vida depende de ti y tú eres el responsable de TODO lo que acontece en tu existencia?
Vamos, pensemos juntos un instante… ¿tiene algún valor esta afirmación?
¿Acaso somos los dueños del poder universal para que todo lo que nos acontece dependa de nuestra responsabilidad?
Este pensamiento seudo espiritual tiene todo el aspecto de la fantasía producida por el EGO, que nos hace creer más que vencedores aunque estamos hundidos en impotencia; directores de una orquesta universal que toca de acuerdo a nuestro pensamiento “positivo”; amos de dioses que están para servirnos si llegamos a un determinado pactito con ellos.
¿Es esta la idea sagrada de la Tradición leal al Eterno?
De acuerdo a este planteo extraño, se deberá proclamar inmediatamente qué liberen a todos los condenados de las prisiones, pues ellos son inocentes de sus crímenes, porque han sido utensilios manipulados por la voluntad del “justo que sabe con humildad que es responsable de todo lo que le pasa”.
¿Entiendes?
El criminal no es culpable de nada, porque solamente “el justo es responsable de todo lo que le pasa”.
Así, la mujer violada no es responsable de la depravación del malvado; ¡ella lo obligó de alguna manera mística a que el pobre inocente criminal la abusara!
El niño obligado a mendigar y rebuscar en la basura, ¡es culpable de su estado lastimoso y amargo! Los mayores que lo someten a esa vida deprivada son inocentes por completos. Porque, el justo sabe que es culpable de todo lo que le pasa… ¿no?
La pobre viejita a la que asaltaron brutalmente en la calle para robarle sus pocos pesos de jubilación, ¡es responsable de su calamidad y lesiones! El atorrante motoquero es una víctima de la sociedad injusta, es un pobre tipo sin ninguna responsabilidad, ¿cómo alguien se atreve a acusarlo de algo?
Sí, a veces nuestras acciones nos llevan a meternos en situaciones muy malas; en ocasiones de algo se nos puede acusar y se nos encantará responsables. Por supuesto que es así.
Pero… ¿de todo lo que nos pasa?
¡Esa exageración es nociva!
Creo que no vale la pena seguir con ejemplos para reconocer el disparate enfermizo de la frase que estamos analizando.
¿En qué mente confundida y corazón oscuro se puede excusar al malvado para acusar y apenar a la víctima de esta manera?
¿Así es como debe pensar, sentir, hablar, proceder alguien bueno y justo?
¡Cuánta injusticia y falta de misericordia existe en esta frase supuestamente sabia y espiritual!
¡Mucho cuidado por favor, mucho cuidado!
Humildemente, es mi parecer y he tratado de demostrarlo.
Si trabajamos para desbloquear el pasaje de la LUZ de la NESHAMÁ, podemos organizar nuestros pensamientos, equilibrar nuestros sentimientos, armonizar nuestras dimensiones, y darnos cuenta de la falsedad de esta frase que analizamos, así como sus perjudiciales implicancias.
Te propongo una frase alternativa, a disposición para ser criticada, destrozada, vapuleada, o evaluada y considerada positiva y por tanto compartida: “quien vive construyendo SHALOM, con humildad trata de encontrar sentido en todo lo que le pasa en la vida, así trata de modificar lo que está a su alcance y debe ser cambiado; se hace responsable de sus acciones e intenta corregir, por medio de TESHUVÁ, en lo que se ha desviado de la senda correcta; deja fluir lo que está fuera de su control; de cualquier forma cambia para estar más próximo a su NESHAMÁ, por ello crece y sirve de modelo para todo aquel que está dispuesto a tomarlo como tal.“
El EGO está para salvarnos cuando estamos en estado de real indefensión, pero nos habituamos desde pequeñitos a su modo de trabajo y entonces lo aceptamos como rey en lugar de mantenerlo como un siervo útil como último recurso.
Esta confusión de roles nos lleva a vivir una vida ilusoria.
Por esto, sufrimos, nos amargamos, luchamos inútilmente, tenemos dioses, somos religiosos, manipulamos, somos violentos, mentimos, nos negamos a crecer, obstaculizamos nuestra conexión con el Uno y Único Dios, perturbamos nuestra vida, perjudicamos nuestro lazo con el prójimo y tantas otras cosas más que son lisa y sencillamente signos y síntomas de nuestra enfermedad.
Es calamitoso, porque estando enfermos ni siquiera tomamos conciencia de nuestra situación, somos ignorantes de nuestro mal, y por tanto difícilmente hagamos lo necesario para ser felices, fuertes, benditos, de bendición, sanos.
Como el mal que nos corrompe es un hecho, no es imaginario, estamos de continuo enmascarando los síntomas. Debemos hacer de cuenta de que todo está bien. O achacar culpas. O encontrar chivos expiatorios. O justificarnos para mantenernos en nuestra celdita mental, en esa zonita de confort que es espantosa pero que conocemos y nos da cierta estabilidad.
Inventamos excusas para seguir enfermos, ¡si hasta declaramos impíos, pecadores, locos, enfermos, herejes a los que tienen un rayito de conciencia y despiertan a sus miserias para emprender aunque sea un poquito el camino de la espiritualidad!
Pero, el enfermo se aferra a su malestar como si fuera precioso. Se fanatiza aún más en su religión. Anda por el mundo haciendo de misionero, sea con modales amables o con cruzadas sangrientas y crueles. Todo vale para el enfermo con tal de mantenerse acurrucado en su cloaca a la que llama “salvación”. Tiene tanto miedo. Es tan esclavo del EGO, al que adora como un dios. Está tan derrotado y carcomido por esa pestilencia que le cuesta aceptar que tiene oportunidad de liberarse y sanar.
A veces es necesario que lo muevan un poquito, con dulzura pero severidad, para que se dé cuenta como se está hundiendo más y más en la enfermedad.
Por ahí, quien sabe, pueda abrir un poquito un ojo y darse cuenta de lo terrible de su estado de exilio espiritual, de decadencia multidimensional, de lejanía del camino de la NESHAMá.
¿Quién lo puede saber?
Tal vez el amoroso zarandeo fuertecito pueda ayudarle a romper alguno de los eslabones que lo tienen atado al EGO. Son eslabones tan frágiles, pero al mismo tiempo tan duros.
Pero, es posible.
¡Claro que es posible!
Pero, salir de la celdita mental, curar de la enfermedad terrible, solamente lo puede hacer cada uno por sí mismo.
Podemos llevar una vida pretendiendo mantener una seguridad ilusoria, como si fuéramos rocas firmes y estables; imaginar que poseemos el control total y negar infantilmente (o de manera enfermiza) cuando la realidad nos golpee en nuestra impotencia. Como cuando te atreves a criticar, aunque sea levemente, alguna cosilla de un niño o jovencito, que de inmediato se arma un altercado impresionante, una ráfaga de violencia e incomprensión. O, la ira se esconde, se la traga y pasa a ser violencia interna, que carcome desde el interior, que va consumiendo a la persona.
Así nos llenamos de ira, respondemos con enojo, estamos en constante huida, escapando por no atrevernos a sufrir y reconocernos en nuestra limitación. Nos cubrimos con capas de mentiras, para no someternos al cambio que nos trastornará pero finalmente resultará en una mejor calidad de vida.
Pero rechazamos el cambio liberador, porque implica admitir nuestra debilidad y la obligación de hacer cambios.
Preferimos, a sabiendas o no, atarnos al EGO, reaccionamos ante el sentimiento de impotencia con el automatismo que proviene de él. La agresión en sus variadas formas, la manipulación, el odio, la dulzura venenosa, el engaño multiforme, todo lo que es ausencia del control en un desespero por tenerlo. Porque, a mayor apego al deseo de poder y control, más nos hundimos en la desesperación.
Encarcelados en la celdita mental, rehuyendo del cambio saludable, evitando el despertador de la conciencia, dentro de las fronteras de la zonita de confort, en esa precaria comodidad de aparente invulnerabilidad. En caos, al que llamamos orden.
Enmohecidos por atarnos a lo poquito que tenemos a mano (aunque seamos ricos y físicamente fuertes), apartando lo que amenace con desatar lo que pudiera llegar a cuestionar y demoler los cimientos de nuestra patética fortaleza.
Nos hacemos fanáticos, de religiones, dioses, rituales, rezos, libros, panfletos, partidos políticos, nacionalismos, sectas, banderas, empresas, marcas, clubes, atletas, estrellas del espectáculo, ideales, creencias, imaginería, lo que fuera que nos sirva para sentirnos poderosos, protegidos, seguros a resguardo de crecer y madurar.
Encontramos o inventamos adversarios a los cuales culpar, detestar, odiar, aborrecer, humillar, avergonzar, maltratar, expulsar, aniquilar, el famoso chivo expiatorio (no el bíblico) que se usa como la excusa para embrutecernos, perder la cordura, realizar cualquier acto aberrante pero en apariencia justificado. Porque, hacemos notar que es ese enemigo el motivo de nuestro sufrimiento, el que nos obliga a una vida detestable. Ponemos así por fuera de nosotros el mal, para castigarlo y tratar de seguir impunes, en la ilusoria seguridad, libres de tener que cambiar y dejar de lado nuestra endeble vida amurallada.
Porque el EGO se regodea con lo poquito que tiene y conoce, en tanto quiere recibir más y más, ser atendido, ser satisfecho, a costa del sufrimiento y la opresión.
Recuerda al Faraón en la historia del Éxodo de Egipto; o estudia la personalidad y acciones del perverso Amán, el de la historia de Purim, entonces tendrás ejemplos de este estilo de vida fracasado, aunque rodeados de lujos materiales y con todo el poder externo al alcance.
¿Qué fue de ellos?
Y tienes a los patéticos personajes de mitos y novelas, pretendidos santos héroes salvadores o manifiestos rufianes terribles, que agotaron su incapaz vida pretendiendo un poder que les era ajeno. Emisarios de dioses y redentores, que proponían revoluciones para llevar las cosas a un mayor desorden y exilio.
O abiertos tiranos, dictadores impíos, que pisoteaban a quien pudieran con tal de mantener su cuotita de poder externo, aparente.
Son modelos de conducta negativa, de lo que podemos encontrar en cualquiera de nosotros, porque cada uno de nosotros está actuando como ellos, en mayor o menor medida. Cada uno a su escala, según sus posibilidades, manteniendo nuestra imaginada potencia a costa de no ser auténticos ni llevar una vida con sentido.
Pero, hay otra manera de vivir.
Podemos aceptar nuestro dominio escaso, reconociendo cuales son nuestras fuerzas y cuales nuestras debilidades, para entonces ser activos, responsables, cumplidores, transformadores de la realidad, optimistas y dejaremos fluir sin aferrarnos al dolor cuando lleguemos al punto de nuestra falta de poder.
Al conocer y admitir nuestra impotencia, y al no recurrir a los mecanismos del EGO para simular poder, entonces estaremos siendo realmente poderosos.
Podremos emplear el caos para que el instinto creativo lo organice y nos lleve a un grado mayor de conciencia.
Podemos conectarnos con el llamado constante de nuestra NESHAMÁ, y encontrar en su brújula ética/espiritual un aliciente para dejar la comodidad incómoda y ponernos a evolucionar seriamente pero con alegría.
¿Recuerdas cómo fueron, y son, tratados aquellos “revolucionarios” que proponen cambios reales que apuntan a adquirir un mayor y más generalizado estado de bien y justicia?
Los profetas de Israel suelen ser el mejor ejemplo de estos enviados del compromiso con la vida, los que atienen al llamado ético/espiritual.
El más grande de ellos, Moshé, si estudias sus conflictos, sus obras, entonces estarás viendo a lo que se enfrenta alguien que propone llevar una vida pentadimensional, auténtica, no adoctrinada por el EGO ni esclavizada a él.
El espléndido maestro de generaciones, el Rav Kook expresó en la introducción a “Orot haTeshuvá”:
התשובה היא תופסת את החלק היותר גדול בתורה ובחיים, עליה בנויות כל התקוות האישיות והציבוריות, היא מצות ה’ שהיא מצד אחד קלה שבקלות, שהרי הרהור תשובה הוא כבר תשובה, ומצד אחר הרי היא קשה שבקשות
(אורות התשובה הקדמה)“La TESHUVÁ ocupa la porción más grande en la Torá y en la vida, sobre ella se construyen todas las esperanzas individuales y colectivas. Es un precepto ordenado por el Eterno, que por una parte es sencilla de las sencillas, porque el deseo de TESHUVÁ ya constituye TESHUVÁ; por otra parte, es la más difícil entre las difíciles.”
En las religiones, todas ellas productos socializados del EGO, la TESHUVÁ es inexistente, o inoperante, o ineficaz, o de alcance limitado.
Porque para las religiones la libertad es un enemigo temido, ya que el hombre debe seguir esclavizado, sumiso, ignorante, orgulloso de su escaso conocimiento, imposibilitado de cuestionar críticamente, reducido a adorar del EGO en cualquiera de las formas y rituales que él codifica.
La presunta libertad que ofertan las religiones es otra forma de esclavitud. Tal como sus promesas de salvación y bendición.
Y TESHUVÁ implica necesariamente romper las cadenas dejar de estar sometidos, quebrar los ciclos tóxicos, salir de la celdita mental, aventurarse a decidir y escoger con libertad.
Es la TESHUVÁ la que nos asegura que podemos equivocarnos y no por ello condenarnos eternamente; por tanto, es la que nos ratifica la libertad.
(Recordemos que hay religiones con dioses que son seres poderos, otras son religiones sin dioses, otras anteponen sus creencias desviadas y las atribuyen al Uno y Único Dios, entre otras formas de enviciar la multidimensionalidad para apartar al hombre de su identidad verdaderamente espiritual).
Para aquellos que viven espiritualmente, y por tanto carecen de religión, el saber de la TESHUVÁ y adherirse a ella brinda consuelo, esperanza, fuerza, ánimo, confianza, poder, libertad.
Porque, el hombre es limitado, escaso su dominio, imperfecto y fácilmente tropieza y se confunde.
Si viviéramos bajo el reino de los dioses de las religiones, esa imperfección natural sería motivo para el castigo eterno, la condena más terrible.
El único escape que ofrecen las religiones es la esclavitud, el sometimiento, el dejarse caer abatido ante el dios, rogando por misericordia que no es merecida sino una gracia concedida por voluntad de la deidad, sin que opere ningún parámetro de justicia.
Ante esto se erige la TESHUVÁ que afirma que es posible el retorno a la senda correcta, que Dios está dispuesto a perdonar y ayudarnos a corregir nuestros errores.
No es necesaria la fe, ni la ceguera, ni la negación, ni el ritual, ni el sacrificio, sino la más básica de las tendencias espirituales: el anhelo por vivir de forma ética/espiritual.
Es por ello que este mandamiento (para los judíos, y gran conducta positiva para los noájidas) es considerado por el maestro como el más sencillo, ya que tendemos a él.
Está inscrito en nuestra NESHAMÁ, anhelamos establecer una armonía entre nuestro Yo Vivido y el Yo Esencial, aunque el EGO se interponga, aunque las manchas provocadas por nuestros pecados se interpongan y nos hagan sentir a oscuras y alejados de Dios.
Queremos el camino del Eterno, porque es nuestra esencia más auténtica, nuestra vida eterna. No la buscamos para obtener alguna ventaja práctica, o para satisfacer algún dictado egoísta, o por ser algo decretado obligatoriamente por el Señor. Sino que es la voluntad natural de nuestra espiritualidad.
Pero, al mismo tiempo es el mandamiento más difícil, porque el EGO nos lleva a considerarnos impotentes, incapaces, fallados, abandonados por Dios. Así es el EGO quien ocupa el sitial de dios, del rey en nuestra existencia. Nos impone la torpeza de la fe. Nos somete a ser sus esclavos. Nos hace creer que la TESHUVÁ es imaginaria y que solamente sometidos al EGO tendremos alguna salvación.
¡Cuán alejado de la verdad!
En lo posible debes evitar el pecado, es decir, desviarte del camino correcto.
Pero, si por alguna causa terminas apartándote de él, no te desesperes, no te angusties, no te des por condenado a un infierno (inexistente), no te aferres a creencias religiosas, no busques resucitados que te salven, no profundices tu exilio espiritual.
Mejor, emprende el camino del retorno, haz TESHUVÁ.
Está en ti la elección, si quieres vivir en verdad o quieres ser persona de fe.
Ambas juntas, son incompatibles.