Retomemos un tema que puede resultar escabroso, complicado, incomprensible para muchos.
Dios existe, queramos o no, creamos o no, sepamos o no, Dios es.
Por otro lado, los dioses son reales para quienes creen en ello, son sus fantasías, sus creencias, sus deseos, sus ideas, suyos. En tanto tengan creyentes, adoradores, esos dioses existen. En cuanto sus adoradores o creyentes desaparecen, o la creencia en ellos desaparece, los dioses desaparecen. Algunos pueden quedar como viejos recuerdos, cuentitos antiguos, estatuas en olvidados templos, nombres fugaces en ruinas, pero volvieron a la nada de la cual salieron.
Sí, solo Dios existe, Él es.
Los dioses son fantasía que dependen de sus adoradores.
La Presencia de Dios la sentimos porque nuestro Yo Auténtico está formado por nuestra esencia espiritual, nuestra neshamá, esa chispa indefinida que nos hace partes de la eternidad, canales de trascendencia, unidos a Dios.
Sentimos a Dios cuando el haz de Luz sagrado incide en nuestra percepción, con mayor o menor fuerza, pero allí está el sentimiento de sentir a Dios.
Tristemente, la mayoría de la veces creemos sentir a Dios en nuestra vida, pero en realidad estamos percibiendo los dictados de nuestro EGO, que nos confunde, que nos hace creer que es Dios, pero no es más que una parte rústica y arcaica de nuestro sistema cerebral que se entroniza y acomoda como dios y señor.
Así es, el EGO se presenta como un dios, como un salvador, como el que nos sostiene con vida, como el único que está con nosotros para salvarnos en la hora de la tribulación.
Desde el momento del nacimiento, cuando la avalancha terrible de sentirse impotente nos asfixió, allí estuvo el EGO, con sus primitivas y toscas herramientas, provocando que pudiéramos sobrevivir, o eso es lo que creemos.
A partir de entonces, como normal, como programado en nuestro ser, el EGO ocupa un sitial de honor, de poder, de adoración.
Se posiciona como un dios interno, como EL dios.
Se interpone en nuestro nexo con el verdadero Dios.
Así, rechazamos a Dios, lo obviamos, ponemos dioses ajenos delante de Él, ubicamos al EGO en lugar de Dios.
Y así vamos por la vida, adorando al EGO, al que llamamos “Dios” y hasta pretendemos hacerlo pasar por el Verdadero, Uno y Único.
No un dios más en el Olimpo de dioses, sino como EL Dios.
No solo como un dios asociado a Dios, un emisario de Él, sino como Él mismo.
Todas las idolatrías se manejan de esa manera, no de forma consciente, no por voluntad de sus adoradores, sino porque así es el mecanismo natural, el origen natural de la idolatría.
Viéndolo de esta forma comprendemos la terrible enfermedad que representa, puesto que no es un atentado consciente contra Dios y el hombre, sino una falla interna, un desequilibrio, una enfermedad. Al decir de los Sabios de la Sagrada Tradición: “Nadie transgrede a no ser que le entre un ánimo de idiotez” (TB Sota 3a). ¿Cuál es ese estado anímico enfermizo, idiota? No otro que el emanado desde el EGO.
Por supuesto que aquellos vivarachos que usan la idolatría, la religión, las creencias seudo espirituales, para dominar, adquirir bienes materiales, obtener renombre, sustentar sus vidas, por supuesto que esta gente está enferma, pero además voluntariamente se hacen compinches del EGO para estafar, engañar, seducir, mentir, violar, violentar, esclavizar a sus seguidores.
Algo similar se podría decir de aquellos a los que se les advirtió de las falsedades de sus creencias, de la mentira de su fe, del engaño de su disfraz religioso, pero con tal o cual excusa retornaron al rebaño de los perdidos, de los adoradores de la vanidad, de los sumisos al EGO. Sin importar la excusa que inventen, del plano que fuera (físico-material, emocional, social o mental), al haber tomado conocimiento del mal camino y escogerlo, ya son parte del problema y no víctimas ilusionadas y sin brújula. Optaron por la esclavitud al EGO y no por DIOS. No pueden escudarse en el no saber, ni en un ánimo idiotizado, sino lisa y llanamente en su estrechez multidimensional, en su apego al mal, en su deseo por lo voluptuoso en lugar del placer permitido y saludable.
Cuando la gente salta de una religión a otra (recordemos que noajismo y judaísmo NO SON religiones, aunque hay gente que las viva como tales), cuando un día adoran a un dios, al otro a otro, al tercer día suman un dios más a la fiesta, o sencillamente se quedan en la religión de sus mayores, ausentes de espiritualidad verdadera, ajenos a Dios, no están cambiando de dios realmente, porque siguen con el mismo apego a su dios interno, al EGO.
Así que rezarle a Jesús, a Yeshuah, a Yemanjá, a San algo, a los maestros ascendidos, a Dios convertido en un dios, al Ipad, a jugador de fútbol, al éxito, al dinero, etc., no deja de ser la misma idolatría, la misma adoración embobada del EGO.
Cambia el nombre y rostro del dios externo, los ritos pueden variar, los idiomas suenan diferentes, pareciera ser otra cosa, pero no… sigue siendo lo mismo, el EGO adorado.
El EGO, detrás de todo dios, de cada iglesia, de cada religioso, incluso de los que hacen de Dios un dios, el EGO sigue siendo el mismo.
El EGO personificado por actores externos, sean personas, animales, potencias etéreas, elementos naturales, instituciones, iglesias lo que fuera que sea usado como un dios, como un referente religioso, como un apego que suplante a lo espiritual, eso es el EGO endiosado.
Una de las primeras personificaciones del EGO, sino es la primera, es la madre o quien cumple sus funciones.
Ella, sin saberlo, quizás sin quererlo, se convierte en el primer dios externo para el niño.
Es la madre que nutre, que cuida, que abraza, que sostiene, que da vida, que calma, que acompaña, que consuela, que alegra, que promete, que está ahí. Sí, mira bien, ¿no es la imagen del Dios amoroso que todos queremos?
Sí, es que realmente Dios es eso (e infinitamente más).
Pero, no es a Dios a quien “recordamos” cuando pensamos en nuestros dioses, sino a alguna de las huellas muy fuertes que la madre nutricia ha dejado en la mayoría de las personas. ¿Y qué pasa cuando la madre falla en su función? ¿Cuando hay desapego (en el sentido terrible del término)? ¿Qué pasa cuando no hubo caricias, ni alimento, ni calor, ni cariño, ni tranquilidad, ni compañía, ni aseguramiento, ni…? ¿Qué pasa con la imagen del dios todopoderoso, del EGO externalizado?
¿Será ese el origen de la idea del dios terrible, miserable, vengativo, sediento de sacrificios, demandante, espantoso, severo hasta la maldad?
De una y otra imagen se sirve el EGO en su plan de conquista y dominio, para hacerte sentir impotente pero hacerte creer todopoderoso. Como sea, el EGO usará lo que se presenta para mantenerte esclavizado. Sea porque temes a un dios de pesadillas, que te hace sentir pavor a cada instante; sea porque amas a un dios todo bondad, que te hace sentir arrullado en su abrazo tierno. De una y otra forma el EGO se las ingenia para que tú estés anestesiado a tu verdadera identidad, ajeno a tu Yo Auténtico, abotonado a tus máscaras del Yo Vivido.
Con la madre, o la persona que cumple su función, vamos aprendiendo el “arte” de manipular, de ser manipulados, etc.
Los jueguitos de dominio e impotencia nacen allí, en la relación con la madre. Jueguitos enfermizos, del Yo Vivido a pleno acaparando la atención y oscureciendo al Yo Auténtico.
Aprendemos a que berreando obtenemos lo que queremos, aprendemos que una sonrisa falsa nos compra un dulce, aprendemos que guardando silencio nadie nos pega, aprendemos a… manipular y ser manipulados.
Y luego nos entrenamos en eso.
Y pretendemos que nuestro dios se maneje del mismo modo.
Le prometemos cosas inútiles, infantiles, a cambio de que él nos haga los mandados.
Ante nuestra impotencia buscamos manipular a nuestro dios, para que él nos resuelva nuestro asuntos, cuando nosotros no somos capaces de hacerlo por nuestra cuenta.
Raro, ¿no? Somos impotentes, pero nos creemos con el poder como para negociar con el dios y que éste haga por nosotros aquello que nosotros no podemos hacer.
¿Se entiende lo ridículo de la creencia del hombre?
Así anda el sujeto religioso, que es el 99% de la humanidad. Sea que adhieran a alguna religión oficializada o no, sea que se llamen religiosos o no, sea que se crean ateos o no. Todos andan adorando a su EGO, arropado en la imagen que ellos fueron formando con sus vivencias de los primeros momentos de vida. Allí domina el EGO, el dios interno que se personifica en lo externo.
En tanto Dios, el que existe, el que es, el que no depende de nada ni nadie, nos aguarda.
Nos espera, nos dio el camino para alcanzarLo.
Pero debemos sortear las trampas del EGO para llegar a Su abrazo genuino, aquel que dio imagen y semejanza al abrazo de la madre…