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El mundo, ¡que bello lugar!

En este escrito, he querido ver el mundo un poco color de rosa para compensar que hay muchos que lo ven en blanco y negro. Aunque no olvides que lo mejor es contemplarlo siempre tal cual es, con su infinidad de delicados matices, con sus sombras y con sus luces.

Curiosamente y contra lo que se suele pensar habitualmente, al contrario de aquel verso escrito por Jorge Manrique: « cualquier tiempo pasado fue mejor»; el mundo en el pasado raramente y excepto quizás en algún lugar puntual y efímero, fue mejor que ahora.

En este texto quiero realizar un somero repaso a algunas aportaciones que gracias a unas pocas personas, han alumbrado a la humanidad y que pese al actual pesimismo globalizado, la han llevado a cotas de bienestar inimaginables en otros tiempos.

No pretendo que sea este artículo una oda a la autocomplacencia y mucho menos a la inactividad o el conformismo. Pero sí me gustaría que sirviera de acicate para impulsarnos un poco a todos en la tarea diaria de mejorar el planeta así como la existencia de cuantos en él habitamos.

Recordad y tened presente que unas pocas personas  impulsaron el progreso pero fueron muchas las que hicieron posible cada cambio, cada mejora, cada avance.

Vivimos en la actualidad una cierta desidia generalizada y desconfianza hacia todo, en especial a quienes nos dirigen y nos rodean. En cambio, nos mantenemos  ajenos a ciertos hechos y realidades otrora bastante habituales.

Trasladémonos imaginariamente a cualquier época del pasado y miremos a nuestro alrededor, os invito a imaginarlo vívidamente.  Veremos gracias a nuestros” poderes” (entiéndase poderes como imaginación) que la población mundial no ha pasado de los mil millones de personas antes del siglo XVIII y que a pesar de esto, con siete veces menos población que ahora, los grupos humanos de entonces se pasaban el tiempo en guerras constantes.

Repararemos en el atroz sufrimiento de millones de personas como resultado de esas guerras, de enfermedades, de tratamientos inadecuados, de ideas genocidas y autoritarias, de creencias absurdas y de inspiraciones mágicas.

No existía la anestesia como la conocemos hoy;  un simple dolor de muelas era una tortura, pero además podría decirse irónicamente que  la tortura era algo extendido, habitual y aceptada por casi todos.

No se conocían los antibióticos por lo que millones de personas morían inexorablemente de infecciones y epidemias.

Imaginad una época donde el simple acto tan normal en nuestros días de afeitarse cada mañana llevara aparejado un riesgo de defunción nada desdeñable.

La higiene no se relacionaba con la salud y en la práctica, el mismo médico que atendía a un moribundo de cualquier enfermedad era el que ayudaba a traer los niños al mundo sin ni siquiera lavarse las manos.

La media de vida, al contrario de lo que mucha gente cree, no se refiere a que antes no hubiera personas que vivieran setenta u ochenta años. Se refiere a que gran cantidad de los recién nacidos morían casi al instante. Veamos como se  hace la media para que se entienda fácilmente; si dos personas nacen y una llega a los setenta años y otra fallece a los cero años, sumamos el total de las dos edades (setenta más cero) y lo dividimos entre dos (dos personas) para calcular la media, que en este caso sería treinta y cinco años.

Un pasado en el que alimentarse no estaba asegurado y en el que resguardarse del frío y encontrar cobijo no era algo a dar por supuesto.

Reflexionemos un poco, volvamos al presente. En unos doscientos años (que en la escala de nuestra existencia es muy poco tiempo) la población mundial no se ha duplicado, se ha septuplicado.

Sigamos razonando, tenemos siete veces más personas, pero ahora casi todos comemos, el dolor físico, en la mayoría de los casos nos pasa de largo o se mitiga bastante.

Una enfermedad no es en general sinónimo del final de nuestra vida.

Aunque aún hay guerras y conflictos,  robos y asesinatos, la sociedad no los  percibe igual que en el pasado y para la mayoría, la vida humana posee un gran valor. Teniendo en cuenta que somos siete veces más bocas que alimentar, personas que atender, individuos que organizar y resguardar, en el mundo hay menos hambre, menos dolor y quizás menos maldad que en el pasado.

Hasta aquí llegaré en esta ocasión con el optimismo.

De otro lado, ahora todo es global. Las dos mayores guerras de la historia se han producido en el siglo pasado y solo estamos al comienzo del XXI.

Nunca el ser humano poseyó el poder de fulminar el planeta en el pasado.

Grandes retos tenemos por delante, también en el pasado los tuvieron otros.

Unas pocas personas,” esclavas” de su época como ahora lo somos los que leemos este artículo, porque ninguna persona escapa a su tiempo, marcaron entonces la diferencia y gracias a su esfuerzo y constancia, mejoraron el mundo.

 ¿Qué vamos a hacer nosotros? ¿Seguiremos sentados frente al televisor o el ordenador, quejándonos y perdiendo lo más valioso que tenemos, nuestro momento?

¿Nos prepararemos y formaremos a la vez que vamos haciendo desde ya lo que podamos para construir una realidad mejor? ¿Esperaremos a estar perfectamente preparados antes de empezar a riesgo de que nunca llegue ese momento por causas ajenas a nuestra voluntad?

¿Qué vais a hacer vosotros? ¿Qué vas a hacer tu?…

Siete mil millones de mundos

Permíteme una pregunta; ¿estás despierto o dormido?

A diario veo personas hablando, paseando, murmurando, criticando, sonriendo, a veces llorando, a veces gritando.

Cada uno en el centro de su mundo.

Miles de creencias, supersticiones, suposiciones y “certezas”; miles de ilusiones, sueños, esperanzas. Miles de acciones buenas, malas y regulares. De envidias y de amores.

Hay tantas “realidades” como seres vivos y cada uno es el protagonista de la suya. Con sus aciertos y sus errores. Con sus juicios y prejuicios, con sus exclusiones e inclusiones.

Así, a través del filtro de nuestro propio mundo, vemos los millones de otros mundos que igualmente nos observan a través de sus personales filtros,  repitiéndose  por cada una de unas siete mil millones de personas y de aún muchos más seres vivos.

Miles de millones de intereses, de verdades y mentiras, de distracciones y grandes dosis de futilidad y de egoísmo.

Te voy a pedir que te respondas a las siguientes cuestiones:

¿Sobre qué basas “tu realidad”?, ¿sobre qué apoyas “tu mundo”?. Y los otros siete mil millones de “mundos”, ¿qué haces con ellos?

¿Qué importa realmente en la vida?                                                                           

 Tómate unos segundos. Mira a tu alrededor. Respira profundamente. Oye atentamente los sonidos que te envuelven, siente lo que te rodea y en especial a quienes te rodean aunque no estén en el mismo lugar que tú.

Y ahora… ¿Cuántas realidades hay y cuántas te han vendido?

“Los hombres despiertos no tienen más que un mundo, pero los hombres dormidos tienen cada uno su mundo.”

Heráclito (535 AEC- 484 AEC aprox.)

Filósofo griego

Nuevamente te pregunto;  ¿estas dormido o despierto? ¿Estás en “tu mundo” o en el mundo? ¿Estás en uno de esos siete mil millones de mundos o en el mundo de esos siete mil millones?

Si sabes donde te encuentras, verás que hay mucho trabajo por hacer para que este lugar único y único lugar sea cada día un mundo mejor para todos y cada uno de los que en él estamos.

Si todavía sigues encerrado en “tu mundo”, salte y únete al nuestro, al de todos y  ayuda a convertirlo en el paraíso que puede llegar a ser.

Por favor, no busques más excusas y empieza a trabajar ya en ello. Haz hasta donde puedas, hasta donde sepas, pero haz algo.