Shalom,
«¡Bendito el que viene en el nombre del Eterno!» (Tehilim / Salmos 118:26).
Bienvenida y gracias por enviarnos su interesante misiva.

Respuestas en su orden:

1- Tal como ha citado usted, de acuerdo a los autores de ese importante libro para los noájidas, no está prohibido llevar una medalla al cuello, en tanto no sea venerada ni objeto de religión. Existen muchos de tales artilugios, ojitos, piedritas azules, manitos, etc. ((Por supuesto que las «vigencitas», y otros anatemas idolátricos no son aceptables.))
Pero atención, lea bien, dice «que no es necesario ser estricto», no quiere decir que sea bueno o la primera opción que uno deba de tomar.

En lo personal, y siguiendo la lí­­nea de «Cero idolatrí­­a» (fundamentada en la prédica del inmenso Maimónides ((Mishné Torá, Hiljot Avodat Cojabim 11))), yo recomiendo que no se usen talismanes ((Atención, una cosa son talismanes, otra cosa son objetos de recordación o de reforzamiento de la identidad noájida)).
Mejor depositar la confianza en el Eterno, en vez de en objetos, intercesores u otros elementos que pueden distorsionar la pura relación personal con el Padre celestial.
Cuando surgen distorsiones, fácilmente se tropieza con el error, y el espanto de la idolatrí­­a acecha constantemente.

Así­­ pues, mejor prevenir en salud, que luego penar en enfermedad.

¿Va de viaje y quiere «suerte»? ¿Quiere prevenir su salud? Etc.
Eleve su plegaria al Eterno, vale millones de veces más que una medallita.
¿No le parece?

No sabe elevar una plegaria, entonces recite Salmos (en traducción judí­­a-erudita por favor).

2- Suerte en este contexto.
Llevar algún objeto para reforzar su confianza interior.
Es lo que se llama «segulá», un talismán, que no tiene ninguna fuerza en sí­­ mismo, pero que provoca que el individuo ponga en marcha oscuros mecanismo de su inconsciente que le provocan un estado de auto-sugestión. En este estado, fuerzas aní­­micas personales son empleadas para lograr objetivos que de otra manera serí­­an más dificultosos o lejanos.
No tiene nada de mí­­stico, esotérico, mágico, etc.; sino simplemente de conocer los mecanismos emocionales inconscientes de la persona.
Le doy un ejemplo.
El joven no tení­­a «suerte» en sus exámenes, perdí­­a por una u otra causa.
Un anciano sabio le dio una caja cerrada, con las siguientes palabras: «Dentro hay un poderoso objeto que te confiere poder y sabidurí­­a. Cuando estés para dar el examen, toma fuerte esta caja, y responde con confianza.»
El joven dio la prueba, que sorteó exitosamente.
Corriendo fue a lo del sabio anciano para agradecer, y también por curiosidad… querí­­a saber el contenido de la caja misteriosa.
El anciano le dijo que la abriera…
¿Ya sabe el final?
Sí­­, acertó.
La caja estaba vací­­a.
El poder no estaba en el talismán, sino en el que confiaba en él.

Si le quedan dudas pertinentes, hágalas llegar.

Iebarejejá H’ – Dios te bendiga, y que sepamos construir Shalom.

Moré Yehuda Ribco