A través de la historia hemos visto muchísimos ejemplos de cómo los seres humanos caemos en decadencia a través de un proceso cíclico que comienza con un sistema relativamente limpio y se va pudriendo conforme el pensamiento humano “avanza.” Nótese el caso del lapso que transcurrió desde que Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén hasta que se dio el Gran Diluvio. Aquí se puede ver claramente que a pesar que el traspié que nuestros ancestros cometieron dio a lugar a la expulsión del mencionado Jardín, lo cierto del caso es que el nivel de pureza del ser humano era mucho mayor que cuando acaeció el evento del Gran Diluvio que eliminó la vasta mayoría de la corrupción sobre la faz de la Tierra.
Es menester acotar entonces que el ejemplo de marras viene a darnos una idea acerca de la entropía moral que se experimentó y que llevó al evento en análisis el cual da base suficiente para determinar que los fenómenos entrópicos de la amoralidad y de la no eticidad van ligados a una serie de factores egoístas que son los que dan origen a estos problemas. Se habla de que la moral como tal es un elemento normativo que se encuentra en el fuero interno del ser humano y que, por ende, cada persona puede o no actuar de forma moral sin externar esas acciones de manera tal que dichos hechos puedan ser percibidos por el resto del colectivo social que determina si algo es bueno o malo.
El problema que se da con la moral es que es interna, temporal y espacial, es decir, se da dentro del individuo durante un tiempo y en un lugar determinado y varía conforme a las latitudes que se estén analizando, verbigracia, no es lo mismo la connotación moral que tenemos en Occidente acerca del canibalismo que la que existe en África al respecto. Ahora bien, existen ciertos grupos intelectuales que avalan este tipo de costumbres como la de la antropofagia debido a que se parte de una base axiológica viciada que busca proteger costumbres abominables como las de seres humanos comiendo a otros seres humanos y que claramente contraviene a las Siete Leyes Universales, sin embargo, este pensamiento contrafáctico no desvirtúa la naturaleza innegable de las Leyes antes mencionadas.
De lo anteriormente expuesto procederemos a mencionar que los ejemplos precedentes tienen el propósito de ilustrar un poco qué es la moral y cómo se define. Si partimos de la premisa que lo moral se encuentra en la consciencia de cada individuo, entonces podemos deducir que ya desde un inicio existe dificultad para determinar cuáles son los valores que el individuo posee a través de la adopción de los mismos producto de la enseñanza de esas ideas, lo cual nos lleva al tema en asunto y que tiene que ver con la amoralidad que se da en las clases más altas dentro del espectro sociológico.
Con anterioridad habíamos abordado el tema de la correlación que existe entre el fanatismo religioso y la insolvencia económica donde se entiende que esta correlación no es absoluta sino relativa ya que no se puede decir que en un ciento por ciento de los casos, todas aquellas personas que posean escasos recursos monetarios vayan a ser fanáticos religiosos, ya que la misma vida se encarga de desvirtuar este hecho al demostrarse que muchos fanáticos religiosos que utilizan el vehículo clérigo para avanzar sus agendas, poseen un alto poder adquisitivo, no obstante esto, en la mayoría de los casos se cumple la correlación en asunto.
Si la mayoría de las personas pobres tienden a inclinarse por el fanatismo religioso no así lo hacen los más pudientes quienes, en cambio, tienden a inclinarse por la amoralidad y la falta de ética en todas sus formas. De hecho existe un refrán que bien menciona que detrás de una gran fortuna siempre hay un gran crimen y por lo tanto la falta de moralidad y de ética están presentes en muchas partes pero especialmente en el espectro superior de la escala social.
Nótese el caso de Francia y de los cortesanos que eran libertinos y utilizaban el sexo como una herramienta de avance dentro de las mismas cortes reales. Ahora bien, el ejemplo más ilustrativo de esto se encuentra durante la época del Imperio Romano donde era sabido que los cultos a las falsas deidades servían como excusa para que se dieran orgías y demás barbaries que eran parte de las celebraciones y festivales que se realizaban con motivo de la rendición de tributo a estos ídolos.
Es así como el plebeyo romano no tenía tanta oportunidad de fornicar y de llevar a cabo conductas infames al nivel y frecuencia que los patricios tenían. En Roma el homosexualismo era visto como algo normal, tanto así que muchas historias en el Senado tenían que ver con amoríos entre hombres, lo cual no deja de lado el homosexualismo femenino que daba lugar a los mencionados cultos y a la rendición de tributo en la forma de entrega sexual a las deidades de los quirites. Al existir mayor tiempo de ocio entre las clases privilegiadas romanas, el romano, ciudadano y patricio promedio, tenía la capacidad monetaria adquisitiva para procurarse una vida más promiscua y excesiva que su contraparte plebeya.
El caso de Japón no varió mucho en cuanto al resultado final obtenido con respecto a Roma. En el país donde nace el sol, el Bushi-Do, que se traduce algo así como “La forma apropiada de ser-del caballero/noble-“ fue el sistema que durante cientos de años siguieron los famosos samuráis a la hora de adoptar un estilo de vida de guerrero noble donde se le entrenaba al pupilo en el arte de la guerra con diferentes tipos de armas y se adherían al mencionado código del Bushi Do.
Entre los rituales de iniciación del joven pupilo se encontraba el de tener relaciones sexuales con su maestro antes que con una mujer, ya que a la mujer se le tenía en un segundo plano y se consideraba que no era “honorable” para el que estaba a punto de convertirse en samurái el experimentar su primer encuentro sexual con una fémina. De hecho, durante mucho tiempo en Japón a la mujer se le vio como el vehículo utilizado para el engendramiento de futuros samurái, esto con respecto a las altas esferas sociales, principalmente entre los señores feudales, por lo que su condición de pareja, compañera y amiga no era tal sino solo la de aquél ser que gestaba nuevos seres humanos.
Es más que evidente entonces que para los ejemplos anteriormente citados, la moralidad que se percibía en esa época era distinta a la que se tendría en la actualidad. En Japón todavía se considera que la mujer es más atractiva en sus años de moza colegiala y existe una evidente obsesión de la población en general con respecto a los fetiches que se tienen hacia este segmento etario de la población femenina.
Mientras que la moralidad se da en el fuero interno del ser humano, es decir, dentro de sí mismo, donde sólo él sabe realmente lo que piensa y las ideas que posee, la ética, por otra parte, es el conjunto de reglas que rigen la conducta humana y se por medio del consenso general producto de la externalización de esas ideas en el tiempo y en el espacio. Dicho de otra manera, nadie sabe cuán moral puede ser un sujeto porque solo él sabe lo que piensa, pero sí se puede saber cuán ético es una persona conforme a su conducta.
Es así como de la mayoría de los ejemplos anteriormente expuestos podemos aducir que a pesar de que los sujetos actuaron conforme a sus costumbres morales, ello no implica que actuaran de forma ética. Los ejemplos claramente describen dentro del ámbito sexual, conductas contrarias a las Siete Leyes Universales, particularmente, la forma de conducirse las personas en el aspecto sexual, lo cual viene a demostrar con claridad que no todo lo que sea moral para un pueblo es ético si tomamos el concepto de ética en sentido estricto y lo convergimos con las Siete Leyes Universales para dar lugar a la idea de que la ética, en sentido estricto, es el conjunto de normas morales que rigen al ser humano.
Nótese que para que sea un conjunto debe existir pluralidad y punto de coincidencia de criterios, lo cual abarca a más de un individuo. Para que esta convergencia se dé, tiene que darse una externalización en el fuero externo de las personas, de manera que se pueda conocer su opinión acerca de determinado tema. Para el caso de marras relacionado con el conflicto ético de las clases con mayor poder adquisitivo, en un apartado anterior destinado a la descripción del fanatismo religioso de las esferas ubicadas al pie de la escala socio-económica, se mencionó su apego enfermizo a creencias idólatras como el cristianismo, islam, hinduismo, etc., que buscaban mantener el control de la población.
En el caso de las esferas ubicadas en la cúspide del escalafón social-económico, los individuos de esta clase son los que poseen la mayoría de las herramientas para dar curso a la historia y a las naciones, puesto que son los que financian distintas actividades destinadas a satisfacer los intereses de los plutócratas. Las cosas no han cambiado mucho desde los tiempos de los quirites, nipones y rajs hasta la fecha. Nótese como la corrupción permea y absorbe los distintos niveles de la escalera social. Están los hombres que venden su dignidad y su honor por aparecer en comerciales y revistas. En el mundo del modelaje es sabido que el intercambio sexual por un “spot” en alguna revista o programa televisivo es muy común tanto para hombres como para mujeres.
Con esto no queremos sonar como santurrones que nos damos con una piedra por el pecho y señalamos con el dedo a otros sin mirarnos nuestros propios defectos. Al contrario, el punto de la inclusión de un tópico como este no es el de criticar solo por la saña de hacerlo sino el evidenciar cómo es que, si el fanatismo idolátrico es frecuente en las clases sociales menos privilegiadas, correlativamente el fanatismo egolátrico que en la mayoría de los casos es auto-ególatra, se da dentro de las altas esferas sociales donde las consecuencias son aún más nefastas.
Se habla de hecho que la caída del Imperio Romano se dio debido a la rampante corrupción de los oficiales públicos a los cuales dejó de importarles los intereses del imperio para salvaguardar y avanzar los propios. Ventajoso para nosotros ha sido la caída del imperio romano puesto que no se pudo corromper más al mundo, sin embargo, el ejemplo es evidente; la caída del imperio demuestra que la corrupción y auto-egolatría de unos pocos llevó al desplome de toda una nación.
El mismo ejemplo sucedió con Francia y el primer Estado, lo mismo sucedió en Rusia con la corrupción que se dio y llevó a la Revolución Roja que vino a causar la decadencia completa y nótese cómo el círculo vicioso siguió carcomiendo y llevó al deceso de la Unión Soviética, donde eran sabidas las atrocidades que se llevaban a cabo.
En nuestros días las cosas no han cambiado mucho. Es muy común entre las clases altas que se dé la promiscuidad constante con el fin de avanzar en los negocios. En lo que al que suscribe respecta, personalmente conozco historias vistas de primera mano, de hombres y mujeres que en su afán de avanzar sus propósitos comerciales, utilizan el sexo como un vehículo para lograr sus objetivos. Están las parejas de los famosos “swingers” que no es algo que se vea que ocurra en la clase pobre con la frecuencia que sí se da en la clase alta, entre muchas otras cosas que no son necesarias mencionar, para comprender el estilo de vida que se lleva y que se oculta tras un traje de negocios y un par de gafas medicadas de diseñador.
Pero no sólo en la clase multimillonaria, donde están los “jugadores” o “players” se ve esto. Esa falta de ética de alguna forma se filtra y toca a la burguesía, es decir, a la clase media alta, donde principalmente los médicos y los abogados son los que más tienden a adoptar estilos de vida faltos de ética. Existe un resentimiento social dentro de la burguesía hacia las clases élite y es por eso que talvez con el afán de disminuir esa evidente brecha que se da entre el súper-solvente y el solvente, se adoptan estilos de vida contrarios a la ética y moral de las Siete Leyes Universales.
Ahora, no todo es absoluto por lo que sería absurdo aducir que todos y cada uno de los miembros de las clases sociales antes mencionadas se comportan de la misma manera. Sin embargo sí hay suficientes personas pertenecientes a estos segmentos socio-económicos que mantienen estilos de vida como los mencionados que permiten que notemos la ocurrencia de estos hechos con una base bastante frecuente.
En resumen podemos decir que mientras en las clases sociales de menor paridad de compra se recurre al fanatismo religioso como medio de escape a la deprimente realidad que se vive y se utiliza la idolatría como medio de supervivencia del ego, en las clases solventes y súper-solventes se cuestiona el factor idolátrico y éste es sustituido por uno de egolatría que usualmente se convierte en uno de auto-egolatría, es decir, adoración a sí mismo, donde la convergencia de morales (ética) no se apega a las Siete Leyes Universales sino que busca otros fines, usualmente con un sustrato de satisfacción de intereses propios.
Lo más preocupante de todo esto es que cuando la actitud auto-ególatra de las clases súper-solventes permea a la burguesía, el muro de contención de los abusos y excesos de los multimillonarios se ve eliminado y esto usualmente lleva a la decadencia del territorio donde se eliminó este muro de contención. Es por eso que es de suma importancia que las Leyes Universales sean enseñadas en todos los estratos sociales pero principalmente a la clase media alta que, desde la modernidad hasta la fecha, ha servido como muro de contención de la clase súper-privilegiada y, por ende, reguladora de la actividad plutócrata y oligócrata desmedida.