Seres pensantes que presumimos autonomía e independencia en nuestro quehacer diario. Forrados de ideas, creencias, prejuicios, ofuscaciones que definen lo que creemos ser. Creyentes en la infinitud del universo, pero ignorantes de que es así.
Una constante actitud defensiva hacia aquellos que fueron creados con el mismo patrón, esgrimiendo argumento contra argumento tras cada señalamiento que amenaza nuestra frágil seguridad.
Hacemos porque vemos a los demás hacer. Nos abstenemos de esto o lo otro porque creemos que debería ser así. Evitamos porque nos dijeron que es bueno evitar.
Vivimos porque el reloj natural fue hecho para detenerse cuando el Creador lo considere conveniente. No pensamos en ello, tampoco lo esperamos, pero lo damos por sentado.
No matamos porque creemos que está prohibido. No matamos porque creemos que es malo. No matamos porque creemos que es ilegal. Una razón Divina, una razón moral, una razón legal.
Hijo de Noaj, noájida, gentil, goy, nación del mundo: ¿Qué define nuestras acciones? Dios, el sentido común, la ley humana. ¿Qué?
¿Debo acaso preocuparme por Dios? ¿Es que acaso no sabe Él cuidarse solo? Atrevido pensamiento nacido de una mente que quizás entendió que no se trata de cuidar a Dios sino de cuidarse a si mismo con lo que Dios ha dispuesto para el ser humano. O quizás no entendió.
Está prohibido no estar bien con Dios. Es bueno estar bien con Dios. Es ley estar bien con Dios. ¿Qué cree usted?
¿Y a dónde quiere llegar el escritor con todo esto? A ningún lado. Quizás porque pensar así sea parte del recorrido, o porque usted podría añadir algo nuevo, o bien porque es mejor llegar en grupo por el bien del grupo y de cada individuo.
No es divino dar una opinión, quizás seria bueno hacerlo, pero tampoco es ilegal no hacerlo.
A ustedes quedo.