Palabras entre el odio y la esperanza
Por
Shaúl Ben Abraham Avinu
I
Preámbulo
El discurso del odio tiene un amplio léxico pero un escaso contenido, disfraza de una y otra forma su raíz envenenada, y esa es una de las características fundamentales de la mentira, siempre busca variar sus términos para ocultar el error que defienden.
En estos días en que una vez más el conflicto palestino-israelí vuelve a dar de que hablar al mundo -un conflicto que es el eje concéntrico de un conflicto más grande, el árabe israelí- las voces y las palabras engañosas que encubren viejos prejuicios vuelven a moverse de una lado a otro del mundo, de idioma en idioma, de traducción en traducción, la gran mayoría operando como Caballos de Troya que introducen en la mente de muchos una gran cantidad de prejuicios, difamaciones y distorsiones de quien se pretende culpar; y una vez más el enemigo general de la ignorancia vuelve a ser el blanco central de las injurias: el pueblo Judío, forjador central del moderno Estado de Israel.
Y digo que es el enemigo general de la ignorancia porque gran parte, si no todos los participantes de las “redes sociales” con los que he tenido la oportunidad de debatir –y en muchos casos los que han tenido la oportunidad de insultarme- aunque digan y vociferen que su problema es con Israel, siempre en algun momento de su alegato termina diciendo algo que uno esperaría oír en la Edad Media o en boca de un Nazi: ¡Muerte a los judíos! Sí las palabras mataran literalmente ya he muerto cinco veces.
Hace algunos años, cuando aún tenía mi cuenta en Facebook, un árabe me dijo que a todos los judíos había que exterminarlos. Yo le dije: “Digamos que es cierto, dime ¿qué pueblo sigue en tu lista de exterminio? Por qué si admitimos el exterminio de un pueblo lo asumimos de cualquier otro. Yo propongo que el próximo, luego de ser eliminado el pueblo judío, sea el tuyo. Déjelo escrito en una lista” Desde luego esa lógica lo impactó y no obtuve respuesta; yo creo que fue básicamente por dos razones: la primera que si un discurso se elabora para exterminar a un pueblo, ese mismo discurso bien se puede aplicar a otro con solo cambiar el nombre, y eso no le gustó; la segunda, porque en su lógica retorcida, si ya no había judíos ¿cuál pueblo podría ser el siguiente más malo? Yo diría que aquel que ejecutó el plan. Pero no. en dicha lógica, para él –y para muchos otros que el día de hoy trinan y escupen su ignorancia- muerto el judío adiós el mal; o como se dice popularmente aquí en Colombia, muerte el perro, adiós el chande. Desde luego eso llevaría a una cadena de exterminios y a una guerra sin fin hasta que quedara el último pueblo, solitario y pobre, deprimido en su sola cultura. Pero eso no lo veía ese sujeto, el sólo quería exterminar al judío, al que tenía en su imaginación, una imaginación dañada por siglos de infamia y que el asumía como una realidad.
Y es que en ese punto es dónde la judeofobia o el antisemitismo es más virulento, más dañino, más corrupto porque ve en el judío el epítome de todo mal y no deja ni un poco de espacio para que sea en algo un poco bueno. Y para que de ello no quepa duda ante toda la opinión pública la judeofobia se ha vestido de política y ha sido de derecha o de izquierda, se ha vestido de religión ya sean espiritualistas, gnosticos o ahora el Islam (al que algunos tildan que tiene sectores moderados, pero a mí en lo personal me entra una duda al respecto del tamaño de toda Europa, o Eurabia); se ha vestido de mitos, como decir que el judío tiene colas y cachos, o que nacemos de huevos, o que somos extraterrestres reptilianos; se ha disfrazado de conspiración, como que dominamos el mundo, la banca y el comercio y todos y cada uno de los aspectos de la cultura humana, como si un judío no pudiera participar de ellas y por algunos se asumieran que efectivamente todos están acaparándolas.
Cuando yo leo eso y otras cosa exclamo: ¡Qué pobreza mental! Y me pregunto después ¿Será que los seres humanos en realidad si somos pensantes? Y me entra una duda más grande que el continente que mencioné antes. Muchos creen que si se extermina a los judíos la tierra pasará a estar en un paraíso y todos los males del mundo se acabaran, que una espiritualidad de humo se posará sobre la tierra y la gente disfrutará de un gran nirvana. Y sí, hay ilusos que se creen este cuentico, que consideran a los judíos como el causante de todo mal porque ellos no hacen nada, porque son unas santas palomas que en su perfección inmaculada han sido saboteados por la ignominiosa nariz del judío que tanto odian.
Pero lo que realmente pasa se resume en algo que me dijo mi esposa: “Los judeofobos acusan a los judíos de lo que ellos realmente son”. Y sí, pues ¿quién realmente hacia libelos de sangre en la Edad Media? ¿No eran a acaso los cristianos que mataban a niños, mujeres y hombres de todas las edades? ¿No eran acaso ellos los que hicieron cruzadas y promovieron la inquisición? De eso hay miles y miles de pruebas y de un libelo de sangre judía ni uno, y sin embargo ese imaginario fue exportado a los países árabes y presentados en series de televisión como si nada. Los judíos somos los vampiros y sin embargo fue el fundador del cristianismo que pidió que bebieran de su sangre para adquirir la vida eterna, mostrando de paso una completa ignorancia de la cultura hebrea dónde ni aun la sangre animal es considerada apta para el consumo, ¿cuánto más la humana?
Nosotros somos los que hacemos los complots y queremos dominar el mundo, ¿y si es así porque nos ha ido tan mal en la historia, por qué tan perseguidos? Y ahí aparece la voz del judeofobo diciendo que nos encanta hacernos las víctimas. Pero a nadie le gusta hacerse la víctima, más aun cuando esa victimización involucra una muerte provocada por métodos barbáricos.
Hubo una época en que emplearon la Biblia para decir que los judíos cumplíamos sus mandatos y no entendíamos su mensaje sino ellos, que es como decir, en términos de la cultura, que los Vedas Hindúes no lo puede explicar un Guru sino un bosquimano; cuando se les explicó cómo se deberían cumplir y como algunos ciertamente fallaron y que toda esa falsa apreciación no debería aplicarse a la totalidad del pueblo, entonces alegaron que le habíamos añadido a la Escritura, que la habíamos quitado cosas esenciales, cuando se les demostró que no era cierto y que en cambo ellos eran los que anexaban libros como el Nuevo Testamento O el Corán, entonces aseveraron que todo el libro no era cierto, que eran patrañas inventadas para favorecernos y que lo mejor era olvidarlo pues nada de eso era sagrado. Algunos tragaron el anzuelo, otros no y por ellos el pueblo judío sigue vivo y acepta lo que el Libro sigue diciendo bajo la voz antigua de su tradición. Cuando se dijo eso entonces éramos unos tercos y obtusos, anclados en el tiempo. Y cuando nos modernizamos entonces malo también porque nos estábamos asimilando. Entonces el dedo amenazante nos acusó de creernos un pueblo superior y otros de ser un pueblo inferior. ¿Al fin qué? No hay respuesta, porque la mente del judeofobo está vacía de soluciones, solo está el hueco inmenso de su rencor.
También está el caso de creyentes de eso que llamo neo-gnosticismo que acusan al judaísmo de seguir a un dios maligno creador de la materia que nos confinó en cuerpos para esclavizarnos (doctrina que tiene su variante ufológica en los Anunaki, “teoría” proclamada por un pseudo-arqueólogo llamado Zecharia Sitchin). Uno de sus adeptos en Youtube luego de insultarme diciendo, entre otras cosas, que yo era un adorador del maligno, pues “… usted realmente refleja al creador y a su creación, ya que como buen animal ama la materia, ama la naturaleza, ama el mundo, ama la fornicación y se comporta como un ser gregario, un ser animalesco que nació como animal y como animal morirá. Del polvo fue tomado y al polvo volverá dice Jehova-Satanas”. Ese señor no solo pretende asegurar que sabe mejor que yo en que creo sino que asegura descifrar mi comportamiento. Yo me imagino que él hace todo lo contrario, que ni al baño irá ya que esos es animal. Como esté señor no leía lo que desde el principio le había venido diciendo me tocó escribirle en tono irónico: “… le estoy diciendo que JEHOVA no existe (Y satanás es una personificación indebida), que es una mala transcripción, se ve que no sabes ni un poquito ¿Y por qué la ira ser anti-material? Me imagino que usted vive de comer aire o éter que es, me imagino, lo menos material… gracias por darme un motivo para reírme, gracias de verdad ser del pleroma1. No me ha respondido y ni quiero seguir perdiendo el tiempo, ¿qué gana uno con semejante ignorancia?
Pero otras veces no me ha ido tan bien. Recuerdo una tarde, hace tres años, en que mientras un amigo me mostraba un programa en hebreo que tenía en su Mac, una insigne profesora, compañera de trabajo en la universidad, viendo y oyendo que yo respondía en las preguntas que el computador hacía en hebreo lo único que pudo decir fue “¿para qué aprender hebreo? Si a Israel lo que se le debe hacer es borrarlo del mapa”. Debo agregar que dicha profesora es también una poetisa reconocida de la localidad. Tan distraído estaba con el juego que me demoré en pesar una respuesta y cuando ya la tenía en la punta de la lengua ella se había retirado y la reunión a la que fuimos convocados dio su inicio. Pensé en decirle: “Hasta en los corazones más tiernos siempre hay guardado un odio monumental”.
Y sobre éste último tópico se vuelven a lanzar la opinión pública a desacreditar al judío, o a Israel, que para la práctica política es el judío de los pueblos. Con los recientes acontecimientos una guerra mediática se ha iniciado y a nuestra manera, sin armas pero con palabras, por las mal llamadas “Redes Sociales”, los que están a favor y en contra de Israel comenzaron a expresar sus pareceres, sus opiniones, sus pensamientos.
Y desde luego no falta las palabras directas de odio y exterminio, y el clásico y fatal “¡maten a los judíos!” que retorna con su infernal demencia. Aseguran que contra el pueblo palestino se está cometiendo un genocidio y cuando se le preguntan a los que quieren defenderlos qué alternativa ofrecen, la única solución que ofrecen es otro genocidio. No quieren la muerte de unos pero si admiten y quieren la muerte de otros, desconociendo que en verdad como judíos no se quiere la muerte de nadie, pero que en ciertas condiciones los que se lazan contra nosotros no buscan sino la guerra.
Muchos admiten sin miramientos el lado palestino del conflicto, ¿pero cuántos se han detenido a considerar en su totalidad el lado judío sin permitir que emerja su judeofobia? Muy pocos ciertamente. Lo interesante es que dentro de los pocos los más matizados que he leído son palestinos, muchos de los cuales saben que su situación es precaria por condiciones que tienen que ver más con sus autoridades corruptas y sus grupos terroristas que con el mismo Israel, sobre el que ciertamente no sienten ninguna simpatía, pero tampoco es el que estén culpando por todas sus condiciones.
Yo no soy un hombre de guerra, me dan fastidio las armas, no soporta la idea de que otra persona tenga que exponer su cuerpo para cuidarme o para tener que matar a otro y espero que pronto vengan los días en que las guerras lleguen a su fin para que los seres humanos nos dediquemos a cosas más dignas como comprender la naturaleza, estudiar el universo, aprender idiomas, leer y vivir felices; pero también soy consciente de que hay momentos en que uno no puede dejar que pisoteen los valores que uno a escogido para adornar su mismidad y que difícilmente se puede hacer la paz con aquellos que desean no obtenerla.
Ahora lo terrible es que detrás de todo éste disfraz yo encuentro algo muy sutil y siniestro que pocos admiten y es que muchos –por suerte no todos- prefieren culpar a otros antes que asumir su responsabilidad, quieren ser libres pero no quieren asumir lo que hacen o lo que dejan de hacer por sí mismos, para otros, para el mundo y en general para toda la creación, que en ultimas se resumen en la compromiso que se debe asumir por el solo hecho de ser. Pero es más fácil y cómodo culpar a un grupo por todo lo malo que sucede que tratar de entender las complejas y múltiples causas de los problemas, por eso las teorías de conspiración (cada una más entreverada y extraña que la otra y que se auto-anulan entre sí) siempre han sido populares en épocas de dificultades económicas, y los judíos frecuentemente han sido los protagonistas de estas Metahistorias sin pies ni cabeza.
Por muchos años yo pasé días y noches enteras leyendo de todo tipo de creencias, leí sobre budismo, sobre hinduismo, sobre jainismo, sobre ateísmo, leí ciencia ya los posmodernos que la niegan, leí filósofos clásicos y modernos, leí y sigo leyéndolos cuando recuerdo que no hay silencio más interesante que el que uno hace cuando la voz de una lectura nos habla. Pero sobre todo leí sobre el judaísmo, con una fascinación desbordante a favor y en contra, leí enciclopedias, revise autores judíos y no judíos, leí la Biblia que con el tiempo aprendí que eran en realidad el Tanaj, aprendí hebreo, busqué, busqué y busqué, contraste, acepté refuté, comprendí, superé y cuando vi toda la evidencia me encontré por un lado con una sarta de hipocresías frente a datos y realidades concretas y me di cuenta que muchos prefieren señalar, prefieren disfrazar, prefieren ocultar a fin de extender su tiranías, sus idolatrías, sus egomanías y para que nadie se sienta ofendido, para que nadie se percate del engaño a eso le llaman cultura, le llaman intelectualidad, le llaman justicia y vende sus patrañas como doctrinas sapientísimas; cuando vi todo eso, cuando supe como trataban y hablaban del odiado, del perseguido, del detestado, entonces preferí ser parte del odiado, del perseguido y del detestado. Desde entonces el judaísmo me ha acompañado y se ha hecho uno conmigo en mi piel y en mi alma. Desde entonces busco que quienes no sepan que es el judaísmo puedan comprender que quien sabe recorrerlo con su corazón ni una pisca de fanatismo encontrará en sus sendas, sin obligar por ello a que deban asumir una conversión como vendiendo la falsa idea de una salvación asumiendo una predilección personal, que es como actúan otras religiones que ofrecen nirvanas, cielos y paraísos llenos de vírgenes.
Estas palabras son un preámbulo a una serie de escritos breves que quiero dejar para estos días tan urgentes en los que la locura de la guerra opaca la cordura que todos deberíamos tener a fin de alcanzar el valor supremo de la paz. El problema es que esa paz no se va lograr con solo pedirla: la humanidad debe entrar en un enorme debate sobre sí misma y con estos escritos quiero empezar el debate conmigo mismo y con quien me lea.
1 Del griego plenitud, expresión que los antiguos gnósticos empleaban para referirse al conglomerado de energías positivas que estaban por encima del Demiurgo o ser creador de la materia.