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Así son los misioneros…

El 26 de agosto, fecha del natalicio de la madre Teresa de Calcuta, es propicio para reflexionar sobre el lado verdadero de esta carismática y mediática monja.

El escritor Martín Caparrós, muestra a una mujer que consentía el dolor humano como experiencia para la salvación. Ella nunca proporcionó ayuda médica, ni creó una clínica a pesar de los millones que le llovieron. Tampoco crítico al sistema que generaba tanta pobreza, y se opuso a los métodos anticonceptivos en un mundo donde la sobrepoblación genera hambre y probeza.

Algo me molestó desde el principio. Llegué al moritorio de la madre Teresa de Calcuta, en Calcuta, sin mayores prejuicios, dispuesto a ver cómo era eso, pero algo me molestó. Primero fue, supongo, un cartel que decía “Hoy me voy al cielo” y, al lado, en un pizarrón, las cifras del día: “Pacientes: hombres: 49, mujeres: 41. Ingresados: 4. Muertos: 2?. En el pizarrón no existía el rubro “Egresos”. En el moritorio de la madre Teresa, su primer emprendimiento, la base de todo su desarrollo posterior, no hay espacio para curaciones.

La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, consiguió en sus últimos veinticinco años una fama y un apoyo internacional extraordinarios. Le llovieron medallas, donaciones, premios, subvenciones, todo tipo de dinero para que ayudara a los pobres del mundo. La señorita Bojaxhiu nunca hizo públicas las cuentas de su orden pero se sabe, porque ella se jactó de eso muchas veces, que fundó, con ese dinero, alrededor de quinientos conventos en cien países. Pero no fundó una clínica en Calcuta.

Hay un par de ideas fuertes detrás de todo eso. Sobre todo, la idea de que la vida —ellos dirían “esta vida”, como si hubiera muchas— es un camino hacia otra, mejor, más cerca del Señor: si no fuera así, a nadie se le ocurriría dedicarse a que esa gente muriera mejor y, quizás, en cambio, pensarían en mejorar sus vidas. Y la idea de que el sufrimiento de los pobres es un don de Dios: “Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo —dijo la madre Teresa—. El mundo gana con su sufrimiento”.

Por eso, quizás, la religiosa les pedía a los afectados por el famoso desastre ecológico de la fábrica Union Carbide, en el Bhopal indio, que “olvidaran y perdonaran” en vez de reclamar indemnizaciones. Por eso, quizás, la religiosa fue a Haití en 1981 para recibir la Legión de Honor de manos de Baby Doc Duvalier —que le donó bastante plata— y explicar que el tirano “amaba a los pobres y era adorado por ellos”. Por eso, quizás, la religiosa fue a Tirana a poner una corona de flores en el monumento de Enver Hoxha, el líder estalinista del país más represivo y pobre de Europa.

Pero quizá no fue por eso que salió a defender a Charles Keating. Keating era un buen amigo de los Reagan —que recibió a la religiosa más de una vez— y uno de los mayores estafadores de la historia financiera norteamericana: el fulano que se robó, por medio de una serie de maniobras bancarias, 252 millones de dólares de pequeños ahorristas. Keating le había donado a la religiosa 1.250.000 dólares y le solía prestar su avión privado. Cuando lo juzgaron, la religiosa mandó una carta pidiendo la clemencia del tribunal para “un hombre que ha hecho mucho por los pobres”. Fue enternecedor. Pero cuando el fiscal le pidió que devolviera la plata que Keating le había dado —robada a los pequeños ahorristas—, la religiosa no se dignó contestar nada.

En el moritorio de Calcuta, la sala de los hombres tiene quince metros de largo por diez de ancho. Las paredes están pintadas de blanco y hay carteles con rezos, vírgenes en estantes, crucifijos y una foto de la señorita también llamada madre con el papa Wojtyla. “Hagamos que la iglesia esté presente en el mundo de hoy”, dice la leyenda.

En la sala hay dos tarimas de material con mosaicos baratos, que ocupan los dos lados largos: sobre cada tarima, quince catres; en el suelo, entre ambas, otros veinte. Los catres tienen colchonetas celestes, de plástico celeste, y una almohada de tela azul oscuro; no tienen sábanas. Sobre cada catre, un cuerpo flaco espera que le llegue la muerte.

El moritorio de la madre Teresa está al lado del templo de Khali y sirve para morirse más tranquilo, dentro de lo que cabe. La madre Teresa lo fundó en 1951, cuando un comerciante musulmán le vendió el caserón por muy poco dinero porque la admiraba y dijo que tenía que devolverle a dios un poco de lo que dios le había dado. Desde entonces, los voluntarios recogen en la calle moribundos y los traen a los catres celestes, los limpian y los disponen para una muerte arregladita.

—Los de las tarimas están un poco mejor y puede que alguno se salve.

Me dice Mike, un inglés de 30 con colita, tipo bastante freakie, que se empeña en hablarme en mal francés.

—Los de abajo son los que no van a durar; cuanto más cerca de la puerta, peor están.

En la sala se oyen lamentos pero tampoco tantos. Un chico —quizás sea un chico, quizás tenga 13 ó 35— casi sin carne sobre los huesos y una bruta herida en la cabeza grita Babu, Babu. Richard, grande como dos roperos, rubio, media americana, maneras de cura párroco en Milwaukee, comprensivo pero severo, le da unos golpecitos en la espalda. Después le lleva un vaso de lata con agua a un viejo que está al lado de la puerta. El viejo está inmóvil y la cabeza le cuelga por detrás del catre. Richard se la acomoda y el viejo repta con esfuerzo para que le cuelgue otra vez.

—Este está muy mal. Entró ayer y lo llevamos al hospital pero no lo aceptaron.

—¿Por qué?

—Por dinero.

—¿Los hospitales no son públicos?

—En los hospitales públicos te dan cama para dentro de cuatro meses. No sirve para nada. Nosotros tenemos una cuota de camas en un hospital privado cristiano, pero ahora las tenemos todas ocupadas, así que cuando fuimos nos dijeron que no. Acá no estamos en América; acá hay gente que se muere porque no hay cómo atenderla.

Richard me cuenta sobre uno que entró hace un mes con una fractura en la pierna: no lo pudieron atender y se murió de la infección. Y está dispuesto a seguir con más casos. Parece que acá no es tan raro que alguien se muera antes de los últimos esfuerzos.

—No podemos curarlos. No somos médicos. Tenemos un médico que viene dos veces por semana, pero tampoco tenemos equipos ni ciertos remedios. Lo que hacemos es confortarlos, cuidarlos, darles afecto, ofrecerles que se mueran dignamente.

Hay algo que me suena raro en todo esto. Richard le acaricia la cabeza al que insiste en colgarla; más allá, Mike le sostiene la mano a uno con un vendaje que le atraviesa el pecho. Los acompañan: no tienen un idioma común así que no pueden hablarse, o quizás no ganarían nada con hablarse. Richard va a buscar una sábana para tapar al viejo de cabeza colgante. Hace solo 35 grados y el viejo tiene frío. En Chicago, Richard estudia Medicina, pero ahora dice que no sabe si va a poder volver a soportar aquello. Y dice que tampoco podría soportar esto todo el tiempo, pero que no soportaría ser doctor y no atender a estos tipos. A veces llega un punto en que soportar es muy difícil. Richard es un Clark Kent buenazo con mentón imponente y es muy católico, familia de irlandeses, y dice que dios le va a decir qué hacer.

—O sea que no hay ninguna posibilidad de que lo atienda un médico.

—No.

-¿Y entonces?

—Y entonces se va a morir hoy o mañana.

Richard lo dice como quien dice: llueve. O incluso: quizás llueva. Debe ser difícil pronunciarlo así.

La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, nunca se privó de dar sus opiniones. En Irlanda, por ejemplo, en 1995, un referéndum sobre el divorcio encendía pasiones. Irlanda era el último país de Europa sin divorcio, y los márgenes se anunciaban estrechos. Entonces la religiosa —que no tenía nada que ver con Irlanda— participó de la campaña pidiendo el voto en contra. Los divorcistas ganaron con el 50,3 por ciento. Pocos meses después, su nueva amiga, lady Diana Spencer, se divorció, y una periodista le preguntó qué opinaba. La señorita no tenía problemas: “Está bien que ese matrimonio se haya terminado, porque nadie era realmente feliz”, dijo.

La señorita sabía aprovechar el halo de santidad que la rodeaba: los santos pueden decir lo que quieran, donde y cuando quieran. Todo está justificado por el halo. Y ella usaba esa bula para llevar adelante su campaña mayor: la lucha contra el aborto y la contracepción. Lo dijo muy claro en Estocolmo, 1979, mientras recibía el Premio Nobel de la Paz: “El aborto es la principal amenaza para la paz mundial”. Y, para no dejar dudas: “La contracepción y el aborto son moralmente equivalentes”.

En septiembre de 1996, el Congreso norteamericano le dio el título de ciudadana honoraria. Era la quinta persona en la historia que la conseguía. Dos años antes había organizado, en ese mismo recinto, una “plegaria nacional” ante Clinton, Gore y compañía. Ese día, su discurso fue belicoso: “Los pobres pueden no tener nada para comer, pueden no tener una casa donde vivir, pero igual pueden ser grandes personas cuando son espiritualmente ricos. Y el aborto, que sigue muchas veces a la contracepción, lleva a la gente a ser espiritualmente pobre, y esa es la peor pobreza, la más difícil de vencer”, decía la religiosa, y cientos de congresistas, muchos de los cuales no estaban en contra de la contracepción y el aborto, la aplaudían embelesados. En su Calcuta, en la India, en muchos otros países, la superpoblación es causa principal del hambre y la miseria, y sus autoridades toman todo tipo de medidas para limitarla.

“Yo creo que el mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, porque es una guerra contra el niño, un asesinato del niño inocente. Y si aceptamos que una madre puede asesinar a su propio hijo, ¿cómo podemos decirles a otras gentes que no se maten entre ellos? Nosotros no podemos resolver todos los problemas del mundo, pero no le traigamos el peor problema de todos, que es destruir el amor. Y eso es lo que pasa cuando le decimos a la gente que practique la contracepción y el aborto”.

Las jerarquías católicas lo dicen siempre, pero dicho por ella es mucho más eficaz. Aquella tarde, el cardenal James Hickley, arzobispo de Washington, lo explicó clarito: “Su grito de amor y su defensa de la vida nonata no son frases vacías, porque ella sirve a los que sufren, a los hambrientos y los sedientos…”. Para eso, entre otras cosas, servía la religiosa. Por eso, entre otras cosas, su proceso de beatificación vaticana fue el más rápido de la historia de una institución que no suele apresurarse —que puede tardar, por ejemplo, cuatro siglos en pedir perdón por apretar a Galileo Galilei o asesinar a Giordano Bruno y tantos otros.

Así que ahora la señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu —lo que quede de ella— debe estar en el paraíso de los beatos, un poquito más abajo del paraíso de los santos, con apenas menos felicidad eterna y menos olor a incienso y mirra y menos intimidad con su Señor pero bastante, pese a todo. La señorita fue una militante muy eficaz de una causa muy antigua: la del conservadurismo católico. Y fue, en el mejor de los casos, una versión mediática y actual del viejo modelo de la dama de caridad: aquella que se dedica a moderar los males causados por un orden que nunca cuestiona o que, en realidad, refuerza. Gracias a esos medios, al aparato de difusión de Roma, la señorita quedó instituida como gran encarnación actual del viejo mito de la bondad absoluta.

Todos —los países, los grupos de amigos, los equipos de voleibol, los grupos de tareas— necesitan tener un Bueno: un modelo, un ser impoluto, alguien que les muestre que no todo está perdido todavía. Hay Buenos de muchas clases: puede ser un cura compasivo, un salvador de ballenas, un anciano ex cualquier cosa, un perro, un médico abnegado, un pederasta con buena verba en púlpito: en algo hay que creer. El Bueno es indispensable, una condición de la existencia. Y el mundo se las arregla para ir buscando Buenos, entronizarlos, exprimirlos todo lo posible. Así que, pese a que algunos intentamos contar un poco de su historia, nadie lo escucha: es mejor y más cómodo seguir pensando que la señorita era más buena que Lassie. La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Teresa de Calcuta, consiguió ser la Buena Universal. Y consiguió, incluso, lo más difícil que puede conseguir una persona, un personaje: entrar en el lenguaje como síntesis o símbolo de algo. Decimos un Quijote cuando queremos hablar de un héroe destartaladamente franco; decimos un Craso cuando tratamos de definir a alguien riquísimo; decimos —desde hace unos años empezamos a decir— una madre Teresa cuando queremos significar que alguien es realmente bueno. Y así ha quedado registrada en nuestra cultura la señorita también llamada madre, amiga de tiranos y estafadores, militante de lo más reaccionario, facilitadora de la muerte.

¿Y usted qué opina?

Martín Caparrós: Por que detesto a la madre Teresa de Calcuta?

http://lobusca.com/martin-caparros-por-que-detesto-a-la-madre-teresa-de-calcuta

Dios desechó a los judíos…

Es demasiado frecuente  que perversos misioneros, inocentes que están extraviados, o simplemente imbéciles, que envíen mensajes insultantes entre los que incluyen la hueca repetición (falsa y necia) que Dios ha dejado a los judíos de lado a causa de que éstos han pecado y ahora son otros los que están bajo la “elección” de Dios. Ellos dicen, en su ciega irracionalidad, que los nuevos elegidos son los que siguen al siniestro y patético personaje de la cruz.

Pero… ¿es eso lo que enseña Dios en Su Sagrada Palabra?

Veamos:

"Y Shemuel [Samuel] respondió al pueblo: -No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal;
pero con todo, no os apartéis de en pos del Eterno, sino servid al Eterno con todo vuestro corazón.
No os apartéis tras las insignificancias que no sirven ni libran, ya que son insignificancias.
Pues el Eterno no desamparará a su pueblo, por causa de Su gran nombre; porque Él ha querido haceros pueblo suyo.
En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Eterno dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y justo.
Solamente prestad suma atención al Eterno y servidLe con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas Él ha hecho por vosotros.
Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis."

(1 Shemuel / I Samuel 12:20-25)

La cosa está clara en la economía Divina.
Vamos por partes.

Y Shemuel [Samuel] respondió al pueblo: -No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal;
pero con todo, no os apartéis de en pos del Eterno, sino servid al Eterno con todo vuestro corazón.

Samuel fue uno de los profetas y jueces más grandes de todos los tiempos.
Su obra es inapelable a ojos de Dios y de los hombres.
Él, en su rol de mensajero de Dios, expresa que es cierto, los judíos –al igual que cualquier persona- también caen ante los errores o extravíos.
¿Quién está libre del mal actuar? ¡Nadie!

Pero él indica claramente que el haber pecado no implica que Dios se haya apartado de la persona,
ni que la persona deba seguir empecinada en vivir en error.
Por el contrario, el profeta de la Verdad enseña con firmeza y reiteradamente: “no os apartéis”.
Si bien has pecado, eso no significa que debas seguir apartado.
¡Todo lo contrario!
Dios, el verdadero y no ese monigote de pacotilla que inventan los “teólogos” del sujeto colgado,
Dios ama el arrepentimiento y aguarda con paciencia y amor hasta el último instante para que la persona se dé cuenta de que ha hecho mal,
se arrepienta y retorne a la buena senda que Él marca.
Él no desprecia a la persona por haber pecado, Él no echa eternamente a nadie al olvido porque se equivocó.
Eso describe más bien al fantasioso dios que es creación de los idólatras, tal como los seguidores del sujeto de la cruz. Ese falso dios es el que desprecia al pecador, envía al “infierno” al que peca, tiene “demonios” para carcomer la vida y el alma del errado, existe un “anti dios” que se regocija con hacer arder al que es malvado… en fin, una incoherencia e irracional teología que es instrumento del EGO para dominar a los que se someten a ella.

El profeta de la Verdad dice que el que hayamos pecado no es excusa para sentirnos sin la Presencia de Dios.
Por el contrario, debemos darnos cuenta de lo que hemos hecho, arrepentirnos, aferrarnos a Dios por medio de servirLo cumpliendo con Sus mandamientos.
Un servicio de TODO corazón, sin hacer pactitos, ni negociados, ni comerciar con Él.
No obedecer a Dios, cumpliendo Sus mandamientos, para que Él te dé algún beneficio aquí o en el más allá.
Tampoco para que lo halagues a cambio de que Él te pague.
ServirLo de TODO corazón, tal es la senda del que es leal a Dios y no del que se inventa excusas para seguir siendo adorador del EGO al que endiosa.

No os apartéis tras las insignificancias que no sirven ni libran, ya que son insignificancias.

El deber es servir a Dios, aunque no seamos perfectos, porque nadie nos demanda que lo seamos.
Servir a Dios, actuar movidos por el deseo de perfeccionarnos pero sin imponernos metas imposibles de cumplir.
No dejarnos boicotear por el EGO, con sus astutas pero simplonas estrategias.
Tampoco inventarnos justificaciones para hacer lo que nos complace, en lugar de enderezar nuestra voluntad según la Divina Voluntad.
Adorar dioses de pacotilla, tal como el monigote de la cruz, es hacer cosas que NO libran, NO salvan, puesto que son insignificancias, el EGO exteriorizado en la payasada de la religión.

El haber pecado o errado en el pasado no es excusa para seguir pecando, para seguir andando en el desvío en lugar de por el sendero.
No tenemos que creernos pecadores eternos por haber hecho el mal.
Muy por el contrario, es nuestro deber hallar sentido a nuestra vida.
Un sentido trascendente, un sentido de vida pleno, y no las cosas insignificantes con las que llenamos nuestras horas.
Nos poblamos de imágenes, de ídolos, de palabrejas, de sectarismos, de mentiras, de plegarias, de cancioncitas idotizantes, de rituales, de subterfugios, de religiones, de jasideísmos, de cabalisterías, de supersticiones, de tantas cosas irrelevantes a las que izamos a lo alto como si fueran realmente importantes.
Dios nos reclama que hagamos otra cosa.
Que seamos leales a Él, que andemos por Su camino, que seamos íntegros (Devarim / Deuteronomio 18:13)., que seamos justos y buenos…
Esto es de Dios y no andar viendo quién es “elegido”, quién es “salvo”, quién tiene algún “don”…
Dios no verá quien es “elegido” y quien no lo es, pues eso es un detalle. Dios verá quien anda según Sus mandamientos y quien no lo hace.
Quien Le es fiel, a pesar de los altibajos, de los contratiempos, de los errores; y quien se inventa dioses para dejar a Dios.

Pues el Eterno no desamparará a su pueblo, por causa de Su gran nombre; porque Él ha querido haceros pueblo suyo.

Dios no dejará jamás de lado a la nación judía, a la que Él escogió como Su nación santa y de sacerdotes.
Él quiso hacer del pueblo judío Su pueblo especial y nunca dejará de cumplir esta promesa.
Él no dejará de amparar a los judíos, aunque los iracundos asesinos quieran contradecirLo, aunque los fanáticos sectarios se inventen nuevas elecciones, aunque los religiosos escupan maldiciones y juren que Dios cambió de parecer.

Puede parecer injusto, poco bonito, pero tal es la realidad según la decretó el Uno y Único.
Él no se arrepiente.
Por tanto, esos pelafustanes que dicen que Dios desechó a los judíos por no aceptar al postrado pecador de la cruz, son unos mentirosos, unos blasfemos, unos asesinos de almas, gente que odia a Dios, lo que los lleva a odiar a los judíos y a toda la especie humana.

En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Eterno dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y justo.

El verdadero fiel a Dios no deja de trabajar por el bienestar colectivo y no solo de él o de los de su secta.
El fiel a Dios construye Shalom, pues enseña acerca del bien y la justicia.
Es el fanático, el misionero, el religioso, el mentiroso, el ladrón de dinero y almas el que maldice al que no cree sus tonterías.
Es el idólatra, el creyente en falsos dioses, el seguidor del tal Jesús/Yeshuah/nombre-que-le-quieran-inventar, el que vive pecando y haciendo pecar, lo que constituye una corrupción tremenda que lleva al mundo al estado actual de caos e inmoralidad general.
El leal a Dios ora y vive en armonía con los Siete mandamientos, si es gentil, o con los 613 mandamientos si es judío.

Nada de maldiciones, nada de reprobaciones, nada de presiones o amenazas… el fiel y líder del pueblo de Dios no anda por la vida manipulando para alcanzar sus vanidosos objetivos.
Tampoco se aprovecha de la debilidad o pobreza para presentarse como “benefactor”, pero al mismo tiempo corromper hasta el hueso a la persona.

Solamente prestad suma atención al Eterno y servidLe con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas Él ha hecho por vosotros.

Queda claro, lo repite el profeta, no somos abandonados por Dios aunque hayamos hecho algo malo en el pasado.
Probablemente habremos de padecer las consecuencias, pero no por castigo de Dios, ni porque hemos perdido el pacto con Él, sino porque cada acción es seguida por su necesaria consecuencia.

Dios nos ama, nosotros debemos amarLe.
¿Cómo?
Atendiendo a lo que Él nos pide: servirle con fidelidad al servir de todo corazón por medio del cumplimiento de los mandamientos que nos corresponden.

Cada persona tiene una lucha interna con su EGO, los idólatras creen ser superiores, perfectos, amados por sus inexistentes dioses, cuando en realidad son siervos estériles de sus EGOS.

El que batalla contra el EGO sin someterse a él, actúa con generosidad, con agradecimiento, recuerda el bien recibido y procura vivir con bien y justicia.
Eso es lo que Dios pretende de ti, no que seas perfecto a tu entender o según evalúa tu seca secta.

Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis

El que se aferra al mal, a su EGO, logra obtener mal e incluso que “su rey”, el EGO perezca junto a él.

No es sirviendo al EGO en sus multitud de disfraces como alcanzamos la plenitud en esta vida y en la eternidad, sino controlando su dominio, liberándonos de su patronazgo para ser leales a Dios por medio del cumplimiento de los mandamientos que Dios nos ha dado para que cumplamos.

Así pues, Dios en Su Palabra NO dice que Israel haya sido desechado, ni que exista otro Israel alternativo.
No hay fe en ningún colgado que tenga alguna significancia.
No es el camino de la religión lo que permite ser salvo.

Tú que estás a la Luz del Eterno lo comprendes.
Tú que estás despertando de la esclavitud del EGO lo alcanzas a comprender.
Pero tú, que sigues repitiendo los lemas malditos de la idolatría, que eres un esclavo del EGO, te negarás a entender nada que pueda ayudarte a ser feliz, libre, pleno, santo.

Resp. 971 – conversión reformista al judaismo

gonzaloNJ nos consulta:

Querido Moré,
1- Hace unos pocos días la comunidad Judía Reformista de Barcelona, Bet Shalom (España) ha hecho un macro proceso de conversión; 32 personas. Incluso Judíos Reformistas importantes están impresionados por semejante número.
2- Esos conversos siguen siendo gentiles SI O NO?
3- En caso de que tras su conversión (¿debo decir "conversión?) lleven una vida de respeto a la Halajá eso les hace Judíos SI O NO?
4- ¿Qué riesgos corre el alma de esas personas?
Un fuerte abrazo
Gonzalo Navarro
Gonzalo Navarro, 38 años, empleado postal, Madrid, España

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Tienes “la razón”…

En Internet es impresionante la cantidad de textos, imágenes, audio, video, etc. que se encuentran, impresionante.
A lo que se les suma comentarios, notas, refutaciones, apoyos, debates, contradicciones, citas, copipegado, ignorancia activa, una marabunta inmensa de (des) información que fluye en un océano enorme y en apariencia inabarcable e inagotable.
Tantas palabras, tantas opiniones, tantos, conceptos, tanta malicia, tanta degradación, tanta belleza, tanta genialidad, tanto aburrimiento, tanta tontería, tanta pudrición, tanta nobleza… en verdad, se encuentra de todo, hasta lo que ni siquiera imaginamos.

Humildemente resumiré todo esto (que es imposible de resumir) en un breve título: “Yo tengo LA razón y tú no” ((Algo similar ocurre fuera del ciberespacio, sin dudas.)).
Probablemente podrás comentar, notar, refutar, apoyar, debatir, contradecir, citar, copipegar, ignorar, ser parte de la micro masa que por un rato se alborota en esta micro sección de la infinita jungla ciberespacial.
Si tomas tu tiempo y contemplas quizás puedas darte cuenta de que tan errado no está mi titulo (al que siento que habría que añadir algo así como “Desfile interminable de EGO”).

Quiero convencer de mis ideas, de mi sabiduría, de mi delirio, de mi probidad, de mi simpatía, de mi éxito, de mi belleza, de mi lugar, de mi poder, de mi dominio, de mi rareza, de lo mío y ya no basta el reducido espacio de las relaciones interpersonales “tradicionales”, ahora hay que amplificarse al mundo ilimitado de la Internet.
Aunque no me importa en lo más mínimo lo que tú sientes o piensas o crees o te conviene, sino solamente como peón a mi servicio, para confirmarme en mi rol, para aplaudirme, para serme útil de alguna manera.
Quiero convencer-te porque me quiero, necesito, me es imprescindible, convencer-me de que estoy bien, de que sirvo, de que soy potente, de que valgo, de que tengo derecho a…

Así se puebla Internet de su apabullante y angustiante contenido de palabra escrita, música, audio, video, imágenes, “amigos” en redes sociales.
Somos amigos de gente que nunca hemos conocido.
Nos desnudamos para complacer la retina infame de quien detestamos.
Nos hacemos pasar por lo que no somos para ser admirados en sitios de video.
Escribimos para hacernos oír.
Alentamos a nuestro equipo, partido, secta, líder de forma apasionada y carente de cualquier equilibrio o pudor.
Ofrecemos para que se nos quiera o se nos adquiera.
No valemos nada… al menos eso parece…

No importa “la verdad”, de nada vale el bien y la justicia, lo que anhelamos es que se nos aplauda, se nos confirme, se nos cite, se nos quiera, se nos haga sentir poderosos.
Yo tengo la razón, a cualquier precio, y por lo tanto tú no la tienes… eso es todo lo que vale “beibi”.

No me importa si cambias de opinión, porque en verdad de nada me importas tú, solo quiero hacerte sufrir tu impotencia, tu nadería, porque YO tengo la razón…

Así funciona Internet, tristemente, según veo a diario navegando y navegando por regiones, idiomas, colores, sabores, sonidos, ofertas, demandas…
Quizás es una visión subjetiva muy negativa que tú puedas fácilmente refutar, demostrar que me estoy equivocando.

Porque así tú demostrarás que tienes “la razón”…

ES FÁCIL

En un mundo tan influenciado por  la idolatría y por  costumbres y tradiciones relacionadas con ésta, nos puede parecer difícil comportarnos de manera acorde con el Noajismo.

Veremos que hay bautizos, comuniones, etc. que llenan casi todos los aspectos sociales de nuestro entorno y quizás muchos de nosotros nos preguntemos como lidiar con eso y qué espacio nos queda, como llenar esos vacíos.

Lo percibiremos acaso como una tarea difícil y quizás lo parezca, pero a poco que lo pienses dos veces encontrarás que es realmente fácil.

Es fácil ya que  te moverá un poderoso impulso, ¿por qué hay algún impulso que fluya con más inercia en el ser humano que la tendencia a la libertad?

Solo tienes que querer sentirte libre de las cadenas, libre de esos ritos que llaman fe, libre de esas imágenes inertes que te alejan de la verdadera vida, libre de esas costumbres que vistas en la distancia que nos otorga nuestro libre albedrío, nos parecerán  ridículas.

Cuando entendamos y comprendamos que al igual que el entorno nos influye, nosotros también lo hacemos en él, advertiremos que desde nuestra perspectiva la verdad adquiere un nuevo significado lleno de luz.

Frente a sus ceremonias y cultos, nosotros sabemos que nuestros semejantes, como nosotros, somos seres resplandecientes en esencia.

Más o menos confundidos y quizás obscurecidos por nuestras obras, por nuestras acciones, pero en esencia luminosos.

Conociendo esto tendremos claro que lo natural es que nuestras acciones persigan alcanzar la máxima luminosidad posible y prender con ella la llama que brilla en cada ser humano.

Sabremos  que lo sagrado es cumplir con las Leyes que el Eterno nos ordenó, sabremos que lo sagrado es fortalecer los vínculos con los demás; celebrar los cumpleaños de tus seres queridos, reunirte con tu familia  y amigos para una comida, para un café.

En realidad no hay vacíos.

Una ocasión especial puede ser ir al teatro, dar un paseo por un bonito parque o simplemente reír con tu gente.

Una ocasión especial es ayudar a quien lo necesita.

Una ocasión especial es estar cuando en realidad tienes que estar.

Lo sagrado es sentir la vida fluir cada segundo, cada instante y dar gracias al Creador por permitirnos disfrutar de ello.

Así que defendamos con respeto nuestros puntos de vista sin entrar en polémicas sobre  religiones que no llevan a nada. Que los demás sepan lo que pensamos y que lo respeten.

Podemos compartir nuestros escritos, hablar con sinceridad, relacionarnos. En resumen vivir cada día de manera que nuestra luz interior  deje ver a los demás las sombras que en múltiples formas los rodean y encadenan impidiéndoles desarrollar toda  su plenitud.  Que vean el albor del Noajismo  y aunque no sepan que se llama Noajismo que aprendan en nuestras obras como servir al Eterno.

Y si por el camino nos caemos…, pues nos levantamos y a seguir.

Como veis, en realidad es fácil.

 

“Donde hay voluntad hay camino”

– proverbio inglés-

Pensar es…

Pensar es…
Parece obvio, pero en realidad no lo es.
Puede resultar todo un ejercicio intentar definir “pensar”.
Luego es probable que nos sintamos confundidos, titubeantes, y acabemos por reconocer nuestra falta de definición.
(Otro ejercicio es que te preguntes acerca de todas las cosas “obvias” que asumes como sabidas, como compartidas con los demás… ¡te llevarás una gran sorpresa al darte cuenta de que sabes menos de lo que crees y te comunicas menos de lo que supones! Me lo puedes confirmar o denegar más abajo, en la zona de los comentarios. Gracias.)

Hagamos la sencilla fórmula de consultar el sabio consejo del diccionario.

Según la RAE pensar es:

(Del lat. pensāre, pesar, calcular, pensar).

1. tr. Imaginar, considerar o discurrir.

2. tr. Reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen.

3. tr. Intentar o formar ánimo de hacer algo.

A menudo suele ser de gran ayuda el amigo diccionario, tal útil y tan desaprovechado.
¿Es de provecho en esta ocasión?
Según 1 pensar es crear imágenes, aplicar la inteligencia, inventar, hacer conjeturas, evaluar, juzgar, figurarse algo.
¡Demasiadas cosas! ¡Demasiado abanico!
Por lo visto es un proceso que implica lo mental, pero que va desde la fantasía hasta la deducción, pasando por una variedad interesante de opciones.

La 2 parece concentrarse en la idea de juzgar por medio de un estudio dedicado, profundizar en alguna temática hasta alcanzar alguna definición o conclusión. Nos apartamos de la imaginación, de dejarse fluir entre ideas, para enfocarnos en un proceso que requiere atención, concentración y alcanzar algún resultado.

La 3, bueno creo que refiere al uso de “pensemos alguna cosa”, “pensemos qué vamos a comer”, “pensemos en dónde haremos la fiesta de aniversario”.

Me sigo quedando un poco a oscuras, les confieso.

Entonces, vayamos por partes.
Intentemos distinguir los factores que intervienen en el pensar:

  • Sujeto pensante.
  • Objeto que es pensado.
  • Proceso físico-químico del pensar.
  • Proceso psíquico del pensar.
  • Nexos que se forman a través de estos procesos.
  • Expresión –interna y/o externa- de lo pensado.

Estos procesos que ocurren no se dan en un vacío.
Es necesario un soporte físico, el cerebro; así como un contenido previo, percepciones y recuerdos.
Pensamos porque Dios a través de la creación evolutiva nos ha provisto de la herramienta esencial para hacerlo, el sistema nervioso central y los órganos de la percepción.
Pensamos porque hemos ido adquiriendo elementos mentales que vamos almacenando para luego manipular, combinar, remodelar y eventualmente recrear y crear.
Si el soporte físico falla, el pensamiento falla.
Si el soporte psíquico está contaminado o poblado de percepciones erróneas, recuerdos distorsionados o ideas corruptas, entonces el pensamiento también falla.
Así pues, un niño dotado de un cerebro con un potencial de genio es adoctrinado para la necedad, probablemente sea un necio.
Una mente potencialmente brillante es confinada a un reducto psicológico marginado y enfermizo, detrás de barrotes emocionales, entonces probablemente los pensamientos serán oscuros, reducidos, peligros y hasta macabros.
Un niño adecuadamente estimulado, educado con amor y responsabilidad, pero que su configuración física sea deficiente, probablemente no pasará de pensamientos pobres.
Un niño bien equipado, pero en un ambiente adverso, sin alimento, sin estímulos, sin educación, en constante riesgo de vida, difícilmente alcanzará la altura mental a la que podría estar “destinado”.
Y así podríamos conjeturar sobre combinaciones diversas y resultados alternativos.

Podemos resumir que el término "pensar" abarca actividades mentales de combinación y formación de ideas que pueden ser ordenadas o desordenadas. El pensar es lo que ocurre durante el juicio, la elección, la resolución de problemas, la originalidad, la creatividad, la fantasía y los sueños. Piensas en todos ellos, aunque en apariencia son bastante diferentes.

Si buscáramos cuál es la finalidad en común de todo pensamiento, quizás podríamos concluir que es lograr contestar alguna pregunta, aunque no esté siquiera formulada como tal.
Pienso para encontrar comida, porque mi cuerpo me reclama nutrientes y me asalta la pregunta de qué, dónde, cuándo, etc. encontrar la comida e ingerirla.
Pienso para encontrar compañía, porque es una de las necesidades humanas básicas, entonces imagino situaciones, fantaseo, me contacto, hago y deshago con tal de resolver esta necesidad.
Pienso para resolver un problema matemático, o un sudoku, o un crucigrama, o una adivinanza, o un inconveniente laboral, etc., porque está planteado el desafío al que debo hallar respuestas.
Pienso porque “metí la pata”, entonces me devano en inventar alguna buena excusa, en justificarme, en descubrir culpables, en elaborar historias creíbles que me liberen de la carga de la responsabilidad.
Pienso para adaptarme, para resolver el problema o conflicto que tengo ante mí.
Pienso para responder a preguntas que todavía ni siquiera han sido formuladas, para adelantarme a posibles inconvenientes, y de esa forma prevenir o disminuir los colapsos y pérdidas.
Y muchas veces pienso para no resolverlo, pero hacer de cuenta que lo resolví huyendo, mintiendo, fantaseando, delirando, obsesionándome para no encarar cambios reales, negando la realidad…

De acuerdo a quien soy y cómo estoy siendo mi pensamiento será más elaborado, más ajustado a la realidad, más beneficioso, más resolutivo, más brillante, o todo lo contrario.

Por lo que estamos viendo hasta ahora, no basta solamente con un “buen” cerebro, sino que además es necesario tener contenidos que combinar y entre éstos el haber sido educados para pensar.
Tristemente, no es lo habitual, no nos enseñan a pensar.
Igualmente pensamos, pero no al máximo de nuestra capacidad, no libres de vicios e insuficiencias producidas por el EGO a través de sus variadas herramientas de manipulación y dominio de la persona.

Una buena y sabia amiga de este hogar nos ha dado este comentario que quiero resaltar ahora y compartir contigo:

Podría decir que: pensar es un proceso en el cual todas esas “ideas, imágenes, vocecitas internas” vienen a nosotros cuando intentamos responder a “algo”, y cuyo origen está arraigado a los yoes que hacen parte de nuestro ser.

La manera como organizamos estas “ imágenes, ideas, vocecitas” para transmitir el resultado, ó para actuar; se convierte en lo que conocemos como el “pensamiento” .

Aunque creo que cuando nos detenemos para hacer el ejercicio “correctamente y elaborar la respuesta más acertada”, estaríamos ejerciendo realmente esta actividad de “pensar”.

Pasa que; muchas veces , cuando “creemos pensar”, obedecemos de forma inconsciente a las imágenes que se elaboran a partir de uno sólo de los yoes, del “yo vivido”, para responder de forma automática (una de las herramientas ofrecidas por nuestro Ego). Entonces no buscamos una respuesta acertada ó correcta sólo… actuamos. “Actuamos sin pensar”.

¿Tú qué piensas?

Me encantaría recibir tus aportes, para de esa forma ampliar y profundizar este importante tema.
Nos estamos viendo.

Enfocarse en el bien en lugar de lamentarse

Tristemente, pero con su habitual sinceridad lacónica la Torá nos relata que:

    "Aconteció que el pueblo estaba como quejándose amargamente a oídos del Eterno.
Lo oyó el Eterno, y se encendió Su furor; y un fuego del Eterno ardió contra ellos y consumió un extremo del campamento."
    (Bemidbar / Números 11:1)

Un clásico comentario a este versículo, nos dice que aquellas personas quejosas, más precisamente los perversos y corruptores, no tenían verdaderos motivos para quejarse, sino que estaban buscando excusas para separarse del Eterno.
Nada nuevo, nada fuera de lo “normal”.
Hartos de todo anhelamos lo que no precisamos ni es bueno para nosotros.
Poseemos una identidad sagrada, pero nos disfrazamos de otra cosa.
Somos ricos de diversas formas, pero queremos aquello que es propiedad de otro.
Recibimos bendición constante de lo Alto, pero nada nos deleita ni llena, pues nos sentimos vacíos, huecos, sin sentido.
Es como si algo en nuestra percepción de la realidad estuviera fallado, como si no tuviéramos la capacidad para reconocer, agradecer y disfrutar, porque somos –en apariencia- incapaces de percibir la realidad tal como es.

La queja brota como un manantial desde lo profundo.
Aparece e inunda con su caudal amargo.
Allí en donde nuestra existencia es vacía de sentido la llenamos de reproches, dudas, reclamos, demandas, miserias.

Percibimos el mundo de forma distorsionada, por lo que nada nos basta.
No somos educados para valorar ni para valer ni hacernos valer, entonces nada importa pero todo se pretende.

Por supuesto, detrás de esto se encuentra el perenne EGO que nos domina desde las cavernas de nuestro ser.
Si nuestra vida estuviera plena, si viviéramos con sentido trascendente, si gozáramos de lo que nos toca por porción, ¿cómo haría el EGO para aprisionarnos?
Por lo cual recurre al engaño constante, a falsear los hechos, a fantasear con sueños vacíos para que nos aferremos a él como a un salvador, como a un dios proveedor.

Cuanto más amargados andemos, cuanto menos satisfechos, cuanto más pendientes de lo que creemos nos falta, entonces somos mejor manipulados por nuestro tosco EGO.
En vez de vivir plenos, vamos muriendo en vida agazapados, quejosos, amargados, sonriendo pero en el fondo muy tristes.
Nada nos basta, aunque todo tengamos.

Es probable que realmente algo te esté faltando, ¿a quién no?
el problema no es que sepas lo que te falta, ni que algo te falte, sino que hagas de la falta el centro de tu vida.
Que nada sea valorado sino solamente aquello que no se tiene y se desea con pasión.

Como sabemos,
el Eterno nos devuelve aquello que nosotros damos.
Si abrimos nuestra mano con generosidad, Él es generoso con nosotros.
Si cerramos el puño y amenazamos, Él permite que seamos amenazados.
Si nos quejamos amargamente, como excusa para promover altercados, entonces seremos consumidos por los fuegos de la discordia y el resentimiento.
Y tal fue lo que ocurrió en aquella oportunidad: la crítica ácida y corrosiva culminó con una tragedia hiriente.
Según algunos comentaristas, algunos de los promotores de la queja incierta murieron trágicamente; según otros comentaristas, algunos de los grandes dirigentes populares fueron los que cayeron víctimas de la tragedia.
Como sea, el mal se cernió sobre el Pueblo a causa de la ingratitud y el alejamiento con respecto al Eterno.

Debemos recordar que existen dos tipos de críticas:

  •     La que es conocida como "critica destructiva", que se puede denominar "criticonería", o "quejismo".
        Su finalidad es apartar a la persona de la realización, del crecimiento.
        Es una herramienta empleada para mantenerse en un estado deplorable y, para peor, ausente de responsabilidad y compromiso personal.
        Sin dudas que esta crítica es enfermiza y enfermante, y por tanto su meta, tal como ella misma, es solamente la destrucción por la destrucción misma.  
  • La crítica que se conoce como "constructiva", que tiene por finalidad des-cubrir aquellos aspectos negativos que pueden y deben ser superados.
        Esta crítica por supuesto que tiende a destruir, pero no es la destrucción su meta, sino solamente el medio por el cual se llega a la construcción de algo mejor y más desarrollado.

Nosotros también, sin estar al nivel de perversos o corruptores, podemos (y solemos) desplegar la queja destructiva, para separarnos del Eterno, del prójimo y de nuestro ser.
Pasemos a explicar brevemente.

El Eterno: cuando achacamos a Él aquellos males que ciertamente podrían haber sido evitados o minimizados con la correcta intervención humana, estamos usando pretextos para apartarnos de Sus mandamientos, es decir, de Él.
En el momento que nuestra atención se centra en aquello que nos falta, nos enceguecemos para aquello que tenemos; siendo así, no importa cuánto tenemos, siempre encontraremos un "pero" para exteriorizar una queja, un dolido reclamo por lo que falta.
Ciertamente que esta manera de vivir es de mísera, a pesar de la riqueza con la que se pueda contar; y sin dudas que es una contravención al mandato de ser sinceramente agradecidos.
Apreciar, reconocer, valorar y agradecer aquello que tenemos es indispensable para alcanzar la dicha y vivir espiritualmente.

El prójimo: cuando prestamos atención a lo que los otros hacen equivocadamente, sea esto cierto o solamente idea nuestra; o cuando pretendemos más del prójimo, porque sentimos que no ha dado lo suficiente; estamos bregando por desligarnos de la gratitud que les debemos por aquello que nos han dado.
Esta actitud indigna causa miseria a uno mismo y al prójimo.
Para empeorar el panorama, nuestros Sabios nos enseñan que la persona que no valora lo que otros hacen por él, eventualmente también niega las bondades recibidas de Arriba.
La ingratitud nos cierra al prójimo, consume el canal de bondad dirigido a nosotros, y se convierte en un negro pozo de creciente dolor y soledad.

Nosotros mismos: cuando nos creemos víctimas, sin responsabilidad personal, sea porque echamos culpas al Eterno, porque reclamamos del prójimo algo que sentimos nos ha fallado, o porque nos consideramos portadores de una tara insoluble; ciertamente que estamos ampliando la brecha que nos ciega de conocernos a nosotros mismos, y de valorarnos en nuestra justa proporción.
Esta actitud nos lleva a vivir sumidos en un sentimiento de inutilidad, de angustia, en continua dependencia de la valoración ajena, del reaseguramiento de que tenemos un lugar en el mundo y que tenemos derecho a vivir.
En lugar de aproximarnos a liberar nuestras vidas de cadenas mentales, emocionales, materiales y espirituales, cuando nos sentimos víctimas solamente incrementamos el caudal de malestar y desesperanza.

¿Y por qué nos llegamos a sentir víctimas desamparadas?
¿Por qué achacamos en el otro, o en el Eterno, culpas y/o responsabilidades que no les conciernen realmente?
¿Por qué quejarnos sin hacer lo necesario para hallar en nosotros la respuesta, y mucho menos la pregunta que nos abrirá el camino a la libertad?

Esta ineptitud, en un gran porcentaje de las personas, está motivado en una escasa autoestima, es decir, en una auto-valoración inadecuada que minimiza los propios potenciales y virtudes, en tanto magnifica las deficiencias padecidas.
Este error en la percepción, esta distorsión de la interpretación, es obra del EGO. En parte por la cantidad de cáscaras y máscaras que van recubriendo al Yo Auténtico y que nos impide conocernos en profundidad. En parte por los instrumentos que emplea el EGO para sostenerse en su sitial de poder.
La persona se desconoce, se rechaza, se inventa roles, se fantasea identidades, da vueltas sin cesar como un hámster en su encierro, se mantiene en estado de indefensión para que el EGO siga siendo el amo y el dios, el salvador milagroso.
Es esta misma percepción distorsionada del ser la que conlleva otras actitudes negativas en la vida (sean propias, o como reacciones del prójimo), que también son descritas en el capítulo 11 de Bemidbar/Números, tales como:

  •     deseo materialista excedido de límites (v. 4);
  •     falsos testimonios y/o ideas delirantes (v. 5);
  •     ingratitud (v. 6);
  •     desesperanza (v. 10);
  •     enojo o rechazo (v. 11);
  •     hartazgo/desgana (v. 14);
  •     deseos de muerte o separación terminante (v. 15);
  •     pérdida del ánimo (v. 17);
  •     bajo rendimiento intelectual (v. 17);
  •     falta de confianza en el Eterno (v. 22);
  •     habladurías (v. 27);
  •     celos (v. 28);
  •     envidia (v. 28);
  •     muerte (v. 33).

En su contraparte está la vida, la libertad, el gozo, la paz… todos ellos dependen de auto-valorarse correctamente,
sin inflarse, como hacen los orgullosos que en el fondo se sienten como poquita cosa,
y sin echarse abajo todo el tiempo, como  hacen los que se sienten poca cosa.

Creo que es evidente, y por eso mismo, lo diré con claridad:
la autoestima saludable, el auto-valorarse correctamente, es solamente posible cuando la persona vive con sinceridad cada instante de su existencia. Cuando la verdad empieza a empañarse con la falsedad, va cayendo un manto de oscuridad sobre la autoestima, sobre la dicha, sobre la realización.
Y así, es posible encontrar gente muy adinerada, llenas de casi todo lo material que uno pudiera imaginar, pero que viven comiendo el pan de la mentira, y por eso, a pesar de los esplendores materiales su corazón plañe dolido por la carencia de TODO.

Como dicen los Sabios:

"¿Quién es rico? Aquel que está feliz con lo que posee."
(Pirkei Avot 4:1)

¿De quién depende para estar feliz?

¿Depende de algún rabino milagroso, vivo o muerto, al cual se le pide que rece por nosotros?
¿Depende de que sepamos de memoria tales o cuales frases o plegarias?
¿Depende de si usamos tal o cual medallita o cintita que nos parece súper poderosa?
¿Depende de la fe en tal o cual santo o dios?
¿Depende de lo que otro hará por ti?

Recuerdo a una persona que quería sentirse mejor, ser más feliz, vivir con corrección, pero no podía pues de continuo unos pensamientos "como intrusos" le amargaban y perturbaban.
Le pregunté: "¿Qué es lo qué quieres?".
Y me contestó: "¡No quiero caer!".
Entonces le respondí: "¿No te parece que sería más saludable si te enfocarás en subir?".

Cuando nos centramos en no tropezar espiritualmente, estamos cayendo y no haciendo nada realmente por ascender en nuestra espiritualidad.
No es el miedo lo que eleva, sino el amor virtuoso…

No es el aislarse, rodearse de murallas, girar en torno a sí mismo lo que procura bienestar real.
Atendamos a las palabras del insigne sabio:

     "Para el judío es un precepto de la Torá estar alegre… La clase de alegría que es obligatoria es aquella que compartes tus bienes con los menos afortunados, como los huérfanos, viudas, los pobres, los desdichados y las personas sin hogar. Pero, el que cierra sus puertas a los otros y utiliza lo que tiene para él mismo y su familia, entonces su alegría no es alegría de un precepto, sino que es alegría del estómago. Ésta es una señal de vergüenza…"
    (basado en Maimónides, Mishné Torá, Leyes de Iom Tov 6:17, 18)     

¿Estás viviendo de tal modo que puedas considerarte “alegre”, de acuerdo a  estas definiciones? 
¿Qué puedes cambiar de tu vida para alcanzar mayor alegría verdadera?

Los trofeos del EGO

Hemos instruido acerca del EGO, te recomiendo que busques y estudies al respecto, será necesario no solo para comprender el siguiente texto sino también para poder seguir avanzando en tu camino de redención y libertad.

Uno de los requerimientos del EGO es el de la obtención de trofeos, lo que se convierte en motivo de existencia para muchas personas.
Al ir en pos de esos trofeos, al obsesionarse por ellos, uno deja de vivir en plenitud, rechaza el gozo de la bendición constante, para sufrir por el anhelo de alcanzar más y más galardones, medallas supuestas ofrendas del éxito.

¿Cuáles serían esos trofeos?
No puedo indicarte todos ellos, pero haré lo posible por destacar los más habituales:

  1. Dinero.
  2. Parejas ocasionales con las cuales se mantiene relaciones sexuales.
  3. Novios/novias que se ha tenido.
  4. Campeonatos deportivos.
  5. Objetos de colección.
  6. Títulos académicos.
  7. Triunfos atléticos.
  8. Prendas de vestir y zapatos.
  9. Personas conocidas (modernamente, “amigos” del Facebook).
  10. Lugares que se ha visitado.
  11. Libros que se ha leído, aunque no necesariamente comprendido.
  12. Ocasiones que hemos tenido la última palabra en discusiones.
  13. Calificaciones en trabajo o cursos estudiantiles.
  14. Calorías perdidas en dietas.
  15. Canciones que se sabe de memoria con coreografía incluida.
  16. Películas que se ha visto.
  17. Pasajes bíblicos que se repiten como lemas.
  18. Empresas que se posee.
  19. Cabezas de animales que se ha cazado y embalsamado.
  20. Baratijas que se adquieren en viajes turísticos.

Como te he dicho he señalado un pequeño número de los trofeos más corrientes, quizás te reconozcas en alguno de ellos o puedas reconocer a algún conocido.
Antes de continuar instruyéndote al respecto de estos trofeos y su mecanismo dentro de la economía anímica de la persona, aguardaré a que me brindes tú dos respuestas que preciso para continuar.

1- ¿Puedes mencionar al menos tres otros trofeos que se convierten en centro de la vida personal?

2- ¿Cómo crees que funciona el anhelo por trofeos para someter a la persona al dominio esclavizante del EGO?

Si no obtengo respuestas de al menos cinco personas diferentes, lamentaré no podré continuar con esta enseñanza por el momento.

Así que, depende de ti que participes aquí debajo en la sección de los comentarios.

Nos estamos viendo.