Como paso previo a leer/comprender este post, te pido que leas y estudies este anterior: Amor en tres fases.
El amor interesado, aquel que realiza buenas obras para conseguir un beneficio concreto, eventualmente dejará paso al amor agradecido, que es el que está consciente de las bondades recibidas y por ello las retribuye con demostraciones de amor.
Y éste, a su vez, dará paso al amor puro, aquel que se brinda genuinamente, generosamente, sin esperar ninguna retribución.
De la bondad motivada en el interés egoísta (pero no perjudicial), se crece para pasar a la bondad generada como auténtico agradecimiento, y de aquí se trasciende hacia el amor genuino.
Esto lo corroboramos con la famosa sentencia de los Sabios:
“Dice Dios: que me dejen a Mí pero que no abandonen el cumplimiento de los mandamientos,
porque de cumplir con ellos sin creer en Mí,
eventualmente terminarán también por creer en Mí… (lamed Torá shelo lishmá shemitoj shelo lishma at ba y etc.)”
(T.I. Jaguigá perek 1 halajá 7)
Más al respecto en este link: http://serjudio.com/personas/etica/imitatio-dei-actuar-como-dios.
En cierta forma descubrimos cómo nuestras acciones modelan nuestros pensamientos.
¿Esto contradice a los que impulsan el sentido contrario: tus pensamientos definen tus acciones?
Sería interesante poder obtener alguna respuesta.
Cual fuera la relación pensamiento-acción, podemos encontrar que si actuamos de determinada forma de manera constante y reiterada, aunque no estemos realmente convencidos o resueltos al respecto, lo más probable es que terminemos viviendo según nos hemos entrenado con la práctica repetida
No solamente a causa del hábito que creamos por la reiteración de la conducta; sino también porque elaboraremos justificaciones para nuestro proceder, o encontraremos real sentido que sustenta nuestra conducta.
Por supuesto que este principio puede ser usado también para mantener a la persona cautiva en su celdita mental, en la zona oscura de la existencia. Lo cual saben o intuyen todos los clérigos, estafadores de la fe, manipuladores varios, quienes adoctrinan a sus esclavos/sectarios demandando de ellos todo tipo de acciones alocadas, estereotipadas, que someten a vejaciones y privaciones múltiples y variadas, porque así obtienen la parálisis del pensamiento creativo y crítico, la auto censura de la libertad. Generan hábitos tóxicos, enfermizos, que infectan el pensamiento con los puntos de vista del manipulador, ciegan la conciencia, oscurecen el entendimiento. El hábito formado a instancias de los mandatos del “amo” controla no solamente la conducta física, sino también el mundo mental, y por tanto impide el intento que pudiera haber por liberarse.
En resumen, cuídate mucho, en lo que haces, en lo que escuchas, en lo que ves, en lo que conversas, en lo que repites, en todo lo que es usado por el EGO para adoctrinarte y mantenerte en impotencia, aunque delires con súper poder.

Quien construye SHALOM seriamente, en todo momento, ¿es capaz de ver algo malo en los demás?
El Hogar primero, el Centro después.
Alguien publicó este párrafo en una red social, lo compartía como si fuera un extracto de sabiduría celestial, una especie de código superior de vida: “el justo sabe con humildad que el es responsable de todo lo que le pasa, así que cambia, crece y es capaz de enseñar a los demás de su experiencia.“
El EGO está para salvarnos cuando estamos en estado de real indefensión, pero nos habituamos desde pequeñitos a su modo de trabajo y entonces lo aceptamos como rey en lugar de mantenerlo como un siervo útil como último recurso.
Podemos llevar una vida pretendiendo mantener una seguridad ilusoria, como si fuéramos rocas firmes y estables; imaginar que poseemos el control total y negar infantilmente (o de manera enfermiza) cuando la realidad nos golpee en nuestra impotencia. Como cuando te atreves a criticar, aunque sea levemente, alguna cosilla de un niño o jovencito, que de inmediato se arma un altercado impresionante, una ráfaga de violencia e incomprensión. O, la ira se esconde, se la traga y pasa a ser violencia interna, que carcome desde el interior, que va consumiendo a la persona.