Armemos al hombre

“Hay tiempos para la paz y tiempos para la guerra” dice el Predicador. Obviamente estos son de la segunda; todos nuestros países se arman, muchos países destinan millones de sus presupuestos para el mantenimiento en Defensa, la grandes potencias destinan gruesos dineros para sus ejércitos y aún más, ejércitos comunes; los gobiernos piensan en la guerra, los ciudadanos compran armas, la seguridad no es tema fácil en muchas de nuestras naciones, ¿donde no hay terroristas en estos tiempos? ¿Dónde no ocurren atentados, secuestros, asesinatos por vicariato en este mundo? Donde no suceden estas cosas con la frecuencia que en otras latitudes del mundo seguramente mueren miles de personas al año producto de la extrema violencia desatada, crímenes por doquier. A todas estas los discursos de quienes creen representar la voluntad del pueblo son referentes cada día más a la cuestión del armamento, los grandes consorcios de armas obtienen inmensos dividendos producto de la acelerada acumulación de armas, los países cuestionan sus intenciones, en África mueren cientos de personas por la carrera armamentista mientras en Gran Bretaña crece el tesoro de algunas decenas de comerciantes de diamantes, en Suramérica los conflictos políticos y la debacle económica se hace creciente aumentando los índices de pobreza y hambre, la Europa se ve notablemente invadida de inmigrantes que dejan los centros de conflicto para buscar “un futuro seguro”, pero se encuentran con que el mundo en ninguno de los rincones esta ya seguro, la Potencia Americana del Norte cada día ve crecer la violencia en sus adolescentes; muchas escuelas son escenario de horribles sucesos; las bandas y grupos rebeldes civiles aumentan desproporcionadamente imbuyendo a casi toda la colectividad escolar.  

Jorge Bucay recoge un cuento de un niño de siete años cuyo padre le ha ofrecido enseñarle a jugar ajedrez. Ocupado por múltiples asuntos llevados a casa, el padre trata de evadir la promesa, dándole al hijo entretenimientos que deben mantenerle atareado por mucho rato, como un rompecabezas de 2.500 piezas, de ésos que traen un palacio barroco en el centro de un lago, o un cuñete de Lego con el que hay que construir una pradera por la que pasa un tren que descarga su mercancía en un galpón, usando una grúa que trabaja con pilas que hay que construir con materiales suministrados.

Pero cada una de las tareas asignadas al niño es superada por éste con insólita rapidez. El progenitor ya no sabe qué hacer y ve una revista que trae el mapa mundi en su portada. Seguro de la ignorancia geográfica del niño, rompe la portada en pedacitos y le entrega un rollo de cinta plástica y una tijera (punta roma, naturalmente) para que la arme nuevamente. No han transcurrido dos minutos cuando el niño vuelve con el mapa mundi completamente compuesto. El padre, sorprendido, le dice:

– Hijo, ¿Cómo lograste hacerlo? Eres muy pequeño, estudias primer grado, todavía no has visto geografía universal…

– Fue muy sencillo, papá –respondió el niño-, tú no te diste cuenta, pero en la parte de atrás de la portada había una publicidad con la fotografía de un hombre. Yo, simplemente, armé al hombre y se compuso el mundo.

Es así de sencillo y así de difícil.

Un comentario sobre “Armemos al hombre”

  1. Hola: Muy bien por el ejemplo que se muestra en esta metáfora,todos deberiamos de hacer algo como eso. Arreglemos nuestra mente y arreglaremos al hombre (tambien mujer), si la mujer es el complemento del hombre eso significa que todos debemos participar en componer el mundo , el problema de algunos es que tienen divida su mente y complementando una pareja asi, si se suma son cuatro mentes en esa union , y asi se complica este mundo, estoy seguro que el crisitanismo hizo esto dividir la mente de las personas para tener un mundo de ilusiones que al final nos desilusionan todos los proyectos.
    Hasta luego
    Tengamos Shalom

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