Todas las entradas de: Jonathan Ortiz

Un gentil con sentido. Colaborador en la expansión del noajismo.

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No sólo en lo que a descargas de archivos se refiere, sino que también en múltiples ámbitos, nuestra cultura ha ido desarrollando un culto a lo inmediato. La gratificación instantánea ha pasado a ser uno de los principales argumentos de influencia en la venta de productos.

Tómate esto, haz aquello, compra el producto, descárgalo de Internet, invierte en este negocio, que en muy corto tiempo… obtendrás lo que quieres.

Es, en cierto sentido, un mundo artificial. Y desde la experiencia de lo instantáneo pasamos a esperar lo mismo de todo lo que hacemos.

Queremos finanzas «haz click» (pulsa un botón y listo, disfruta de tus ganancias); relaciones instantáneas; cuerpos espectaculares de «cajita»; éxito en segundos.

A veces perdemos perspectiva y se nos olvida que los sistemas naturales funcionan en ciclos y según leyes inmutables. Primavera, verano, otoño e invierno. Siembra y cosecha.

Es posible acelerar las cosas. Podemos lograr más rápido lo que a otros les ha tomado años. Pero de lo que no escapamos es de lo siguiente:

Todo lo que realmente tiene valor y trascendencia en la vida requiere de nuestra disposición a pagar el precio para vivirlo.

Todo requiere un precio. No hablo de sufrimiento, ni sacrificios – estos son opcionales. Me refiero a la base de una de las leyes fundamentales de la vida: lo que obtenemos depende (en gran medida) de lo que damos; si queremos obtener más, tenemos que estar dispuestos a dar más.

Si quremos lo mejor de la vida, tenemos que estar dispuestos a dar lo mejor de nosotros.

Es el precio, en ocasiones, de la paciencia. De la perseverancia. Del enfoque apasionado y eficazmente productivo. De no soltar cuando se tiene la tentación de abandonar. De confiar en el proceso. De apostarle a la cosecha que vendrá como resultado de la siembra.

Quizá no ahora. Quizá no en segundos. Porque aunque estemos en la era del «haz click», conseguir archivos sin virus que dañen el computador requiere su tiempo.

¿Estamos dispuestos a vivir el proceso del logro de lo que queremos, aunque tome su tiempo?

Disfrutemos de lo inmediato pero no dejemos de construir lo que, aún lejano, trascenderá en nuestra vida.

La meta final

Un joven esperaba en la costa un buque que lo llevara a su hogar.

Un adulto se detuvo, se burló de él, y le dijo que estaba parado en el lugar equivocado.

Sugirió al muchacho que caminara tres millas hasta el sitio fijado usualmente para el ascenso de pasajeros.

El joven se mantuvo firme. Poco después, el barco vino río abajo. Se volvió hacia él, y liberó la planchada para llevarlo a bordo.

El adulto miraba con sorpresa.

«¿Cómo sabías», preguntó, «que el buque pararía para recogerte?»

«Muy simple», contestó el muchacho. «Verás, el capitán es mi padre».

Una vez que nos percatamos de que Dios es el padre y capitán de todos, y actuamos en consonancia, la vida recibe mayor dirección y significado, y Dios nos llevará a casa.

Esta es la meta final de los Mandamientos Noájicos.

Preguntas de reflexión:

1. ¿A quién representa el jóven de la historia?

2. ¿A quién representa el adulto de la historia?

3. ¿Cuál podria ser el sitio usualmente usado que aconsejó el adulto?

4. ¿Encierra esta historia alguna otra enseñanza además de la ya planteada?

La muerte: una herramienta para la vida plena

Calma. Lo que sigue se enfoca en la vida.

La prensa venezolana ha publicado hoy que solamente en Caracas hubo 2.165 asesinatos en 2008, la cifra no incluye ajustes de cuentas, crimenes pasionales o enfrentamientos.

¿Cuánto dejamos de vivir por dar por sentado la vida? ¿Cuánto desaprovechamos el regalo de nuestra existencia por vivir como si siempre fuera a ser asi?

En la vida hay muy pocas cosas seguras, pero la muerte es algo fáctico. Puedes estar seguro de dos cosas: una, es que en algún momento entraste a esta vida; dos, en algún momento vas a salir. ¿Cuándo? No se sabe.

¿Hasta cuándo vas a estar aquí? ¿Hasta cuando van a estar aquí las personas que te importan?

No se sabe. Pero no importa la edad, la muerte asalta por sorpresa en cualquier momento, en cualquier lugar, sin excusas.

La muerte es un tabú. Le huimos. Evitamos el tema. Evadimos planificar para ella.

Pero está ahí. Desde el momento en que naciste la muerte, como destino, te acompaña.

Y es que ese momento-para mí uno que marca una transición a otro plano de consciencia-es parte de lo que le puede dar sentido a la urgencia del vivir a plenitud.

No te hablo de tenerle miedo. Al contrario. Es aceptar que algún día, quizá mañana, ya no estarás aquí. Entonces, mientras estás aquí ¿qué vas a hacer? ¿cómo vas a vivir la vida?

Esta vida que hoy vives es como un viaje. Sólo que no sabemos cuántos días tenemos realmente. Y es que no importa. No importa si es hasta mañana o hasta dentro de varias décadas. Mientras estés aquí la idea es aprovechar el viaje al máximo.

Negar la muerte, tenerle miedo y pretender vivir como si eso no fuera a pasarte es también negarte la vida misma.

Gracias a la muerte tenemos que encontrarle sentido a nuestra vida, antes de que se nos acabe.

Gracias a la muerte la vida pasa a ser un privilegio.

Gracias a la muerte podemos vivir con la determinación para vivir plenamente.

Porque sabemos que el viaje es limitado, es que nos activamos para aprovecharlo al máximo.

Porque sabemos que lo que hoy es mañana puede no ser, hoy nos conectamos con la gratitud y el privilegio de vivirlo.

Sí, tienes toda una vida para hacer lo que tienes pendiente. Pero no sabes cuánto durará. No tienes toda la eternidad. No en esta vida, al menos.

¿Qué harías, qué aprovecharías, qué agradecerías, qué disfrutarías, si supieras que sólo tienes seis meses de vida? ¿Qué estarías dispuesto a soltar, a eliminar, a regalar, a liberar de tu vida, si supieras que tan sólo te quedan unas semanas de vida?

La muerte, en este sentido, es una herramienta de vida. Saber que viene te hace apreciar más lo que hoy vives y poner en perspectiva aquello que sin necesidad te puede estar estresando.

Así que no te olvides de ella. Eso sí, tenla presente sólo lo suficiente como para impulsarte…

¡A vivir construyendo shalom!

Un llamado a la conciencia mundial

(Carta al MUNDO de Moshé Yanai)

Querido MUNDO:

Entiendo que estés disgustado con nosotros, los judíos, y sobre todo desde que tenemos nuestro propio Estado, con Israel. Y más aún, estimo que puedas estar enojado y hasta furioso.

No es nada nuevo, porque es claro que cada tanto pareces perturbado y disgustado con nosotros los judíos, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos.

Caro MUNDO, entendemos que nosotros, los judíos, y en especial los de Israel, te causamos menudos problemas porque irritamos a los árabes. Y éstos son tantos, unos 400 millones, y lo que es más importante, poseen tanto petróleo. Y nosotros, nada. Y que cuando hablas del mundo musulmán, has de tener en cuenta que deben ser algo más de 1.500 millones, un quinto de tu población, mientras que nosotros, los judíos, que no llegamos a los 14 millones, numéricamente somos algo insignificante. Tan sólo un 0,2% que es como decir casi nada. Y, claro, a los musulmanes en general y a los árabes en particular, hay que tenerlos gozosos y contentos, porque son un bloque tan importante y poderoso que mucho temes enojarlo con un proceder nada sensato.

Hoy te enoja la represión de los palestinos, aunque sea para buscar o castigar a terroristas. Antes, lo estabas por la destrucción del reactor nuclear del tirano y genocida Saddam Hussein en Bagdad, también te sentiste malhumorado por nuestra victoria en la Guerra de Yom Kipur.

Como bien lo sabes, todos fueron ataques defensivos. Israel es tan pequeño que no puede darse el lujo de perder una sola guerra; sería la última, sería su fin. Pero por algún motivo que desconozco, igual que ocurrió tantas veces, te sentiste irritado.

Aparentemente, los triunfos y la vida de los judíos te molestan enormemente. Como ya te comenté mucho antes de la existencia del Estado de Israel, el pueblo judío te ha disgustado.

Y podemos ir hacia atrás en un largo camino histórico de perturbaciones. Citaré tan sólo algunos casos.

Molestamos a los señores feudales del medioevo, que nos acusaban de ser los causantes de todas las pestes y calamidades que asolaban a sus pobres vasallos, aunque éramos totalmente inocentes.

E irritamos a los cruzados, que yendo a liberar Tierra Santa estaban tan disgustados con los judíos que asesinaron a cuantos pudieron en el camino a su santa cruzada.

Ya en el siglo XV molestamos a los reyes de España, que nos mataron por millares y nos obligaban a convertirnos a la fe «verdadera» so pena de morir en la hoguera; no contentos con eso nos expulsaron de todo su territorio. Y véase, hasta el día de hoy los descendientes de esos exiliados veneran el español y lo siguen hablando como si todavía fueran de allí.

Durante siglos perturbamos a la Iglesia Católica, que hizo lo posible para eliminarnos a través de la Inquisición. Todo por la santa fe. Nos acusaba de ritos bárbaros, y entre otras cosas, de ser el pueblo deicida.

También irritamos a Martín Lutero, quien en su llamado de quemar las sinagogas con los judíos dentro, mostró un admirable espíritu de misericordia cristiana.

Molestamos a todos los gobernantes de Europa, que nos acusaban de ser los causantes de todos los problemas, cada vez que se producía una crisis social o económica. Y así siguió ocurriendo durante siglos, a pesar de los nuestra contribución al progreso de la ciencia y la medicina.

Parece ser que hemos encolerizado al pueblo alemán que eligió a Hitler, y al austríaco que celebró su entrada en Viena. Dijeron que éramos la hez de la humanidad y que no teníamos derecho a la vida. También pareciera que molestábamos a las naciones eslavas, Polonia, Hungría, y a otras más, ya que todas ellas nos entregaron a los verdugos nazis para ser llevados a las cámaras de gas, como si no fuéramos sus ciudadanos.

Antes de esto habíamos fastidiado a los zares de Rusia y a los cosacos, que masacraron a miles de judíos a lo largo de una larga serie de pogroms para limpiar el país de elementos tan perniciosos.

También conseguimos alterar a Stalin, ya que en sus purgas y en sus gulags se deshizo de varios miles de nosotros, con los más variados argumentos.

Y al llegar al extremo de sentirnos molestos por disgustarte, querido MUNDO, es que decidimos dejarte (en un modo de decir) y establecer un Estado Judío.

La razón es que al vivir en diferentes latitudes y países, sentimos que te irritábamos y perturbábamos, aún cuando algunos abandonaban nuestra cultura y nuestras tradiciones asimilándose a las de la mayoría.

Los judíos que se convertían a la «fe verdadera», antes y después del decreto de expulsión de 1492, los conversos, no dejaron de ser objeto de discriminación, maltrato, ataques y asesinatos.

También las cámaras de gas estuvieron llenas de alemanes que se creían libres de su judaísmo, y se dieron cuenta que se equivocaron mientras se les llevaban como ganado en los trenes a los campos de exterminio.

Por todo eso decidimos volver a construir un Estado en el mismo sitio donde la mayoría fuimos expulsados hace dos milenios por el Imperio Romano, al cual también habíamos disgustado. En especial, por no adorar a sus dioses e insistir en uno solo.

Mientras tanto te hemos dado hombres extraordinarios, filósofos, artistas, científicos. Muchos de ellos, con sus investigaciones o con sus trabajos marcaron hitos en la historia universal. Ya sabes: Maimónides, Baruch Spinosa, Henrich Heine, Franz Kafka, Gustav Mahler, Marcel Proust, Albert Einstein, Serge Einsestein, Sigmund Freud, Amedeo Modigliani, Carl Marx, Albert Sabin, César Milstein, George Gershwin, C. Levi-Strauss, Norman Mailer, Alexander Fleming, Martin Buber, Shmuel Agnon, Danny Kaye, Steven Spielberg, Barbara Streisand y muchos más. Todos ellos aportaron tanto a la humanidad, del insignificante 0,2% que somos de tu población, te hemos dado más del 20% de los laureados con el Premio Nóbel. Cuando estalló la Guerra Civil Española, acudieron de todo el mundo 40.000 hombres para luchar contra el fascismo en las Brigadas, y de ellos 7.000 eran judíos, una proporción realmente impresionante.

Aparentemente, querido MUNDO, tú eres muy difícil de complacer. Después de haber pasado por múltiples persecuciones y matanzas, por la Inquisición, los pogroms, el Holocausto y habiendo decidido vivir en nuestro pequeño Estado (algo así como la superficie de la provincia de Badajoz, la de Tucumán o el Estado de Nueva Jersey) parece que seguimos irritándote.

Tú estás disgustado por nuestro operativo contra los palestinos… y hasta les disculpas sus terribles asesinatos con suicidas o que sacrifiquen a sus pobres niños colocándolos en las líneas de fuego.

Nunca antes te habías mostrado tan indulgente ni interesado por la suerte de nadie como por la de ellos, aún cuando los árabes de Sudán hayan matado a más de 800.000 personas en el proceso de islamización de ese país, o cuando los habitantes de Timor Este morían como moscas. Tampoco te sentiste interesado cuando los franceses masacraban a la resistencia en Argelia. O te has inquietado por los niños de Sierra Leona que mueren matando todos los días. O por los cientos de miles de victimas en Camboya. A ti, mundo, nada parece interesarte que no tengan Estados propios los tamiles, los corsos, los kurdos, los canacas de Nueva Caledonia, los igbos (o ibos), los aymaras, los saharauis, los sioux o los gitanos (y hay otros más).

De los cientos de naciones sin Estado, sólo los palestinos han despertado tu solidaridad incondicional. Nadie mueve un dedo por los miles de pueblos sin Estado en todo el mundo. Pueblos que ahora son aniquilados, asesinados, como el kurdo, los negros de Darfur en el sur de Sudán o los pobres habitantes del Congo. Es estos casos casi no dices esta boca es mía.

Pero los palestinos te interesan ahora, aunque cuando Jordania mató a miles de ellos en el Septiembre Negro, tampoco dijiste gran cosa (y ésta es historia nueva).

Y cuando Kuwait expulsó a cien mil palestinos de su país, tampoco nadie lo comentó. ¿Por qué esta solidaridad con el pueblo palestino cuando se enfrenta a Israel?

Nunca TÚ, querido MUNDO, has estado tan solidario como con los palestinos, aún cuando estaban encabezados por un terrorista tan corrupto como él, que dirigió una de las administraciones más corruptas, capaz de desviar para cuentas particulares, los fondos con que TÚ le ayudas generosamente.

¿Por qué, querido MUNDO, te inventas masacres donde hubo combates, como en Jenín? A qué se debe que tus prestigiosos intelectuales comparan el genocidio de millones de personas indefensas y ciudadanos pacíficos durante el Holocausto, con enfrentamientos en un levantamiento armado que en dos años ha causado más de 1.000 victimas israelíes. Has aceptado una comparación de lo incomparable.

Apenas has dicho algo cuando dinamitaron en Argentina la Embajada de Israel, o la sede de AMIA causando más de cien víctimas, o cuando en Francia destrozan sinagogas, agreden a colegiales o profanan los cementerios judíos.

O cuando medio centenar de personas son vilmente asesinadas en un hotel de Netania, en una de nuestras celebraciones más solemnes. O cuando destrozan a escolares y amas de casa en los autobuses y mercados de Israel.

Tú estás muy enojado porque no renunciamos a las tierras ganadas en 1967, a las que llegamos venciendo con nuestra sangre a la agresión de todo el mundo árabe. Moscú, Washington, Europa, los árabes moderados y los radicales, todos molestos con nuestra victoria.

Bueno, querido MUNDO, ponte por un momento en la piel de un judío común y corriente de Israel y dime como te sentirías.

Entre 1920-29 no existía ese problema de territorios ocupados de 1967 que impidieran la paz entre judíos y árabes, no había Estado Judío para molestar a nadie. Pero ello no obstante estos mismos palestinos asesinaron a cientos de judíos en Jerusalén, Jaffa, Safed y Hebrón. En especial en esta última ciudad, en 1929, pasaron a cuchillo en un solo día a 67 judíos.

¿Acaso pudo haberse debido su furia por la «agresión israelí» de 1967? ¿Y por qué 510 judíos, hombres, mujeres y niños fueron asesinados en disturbios provocados por los árabes entre 1936-39? ¿Fue porque los árabes se sintieron molestos por lo de 1967? No es lógico, ¿verdad?

Y cuando tú, MUNDO, propusiste un plan de partición en 1947, que hubiera dado lugar a dos Estados, uno árabe y otro judío, los árabes respondieron con un rotundo ¡no!, fueron a la guerra y mataron a 6.000 judíos. ¿Por qué? ¿Porque tal vez preveían los acontecimientos de 1967? ¿O era para aniquilar a todos los judíos?

En verdad, MUNDO, ¿por qué no se ha formulado tu queja, tu molestia en aquel momento? Los pobres palestinos, que nunca hasta la creación del Estado de Israel se habían identificado como tales, que jamás pretendieron tener un Estado hasta esa fecha, son los mismos que hoy matan judíos con explosivos, integran a ese mismo pueblo que incita a arrojarnos al mar.

El mismo odio, la misma falsedad, el mismo grito de “¡itbaj-el-yahud!” (¡Masacrar a los judíos!) que oímos hoy, fueron escuchados entonces. El mismo pueblo, el mismo sueño: destruir Israel. Querido MUNDO, tú estuviste pasivo, no dijiste nada, permaneciste a la espera, en 1948, cuando seis países lanzaron una guerra que la Liga Árabe orgullosa y creída de su posible victoria, comparó con las masacres de los mongoles.

También te cruzaste de brazos en 1967, cuando un Nasser eufórico y militante instó al mundo árabe a arrojarnos al mar. Y solamente despertaste de tu insomnio cuando se quedó con un ejército destrozado por completo.

Te seguimos molestando, querido MUNDO, por protestar contra todas aquellas persecuciones, vejaciones y matanzas, todo aquel viejo antisemitismo, que toma hoy la forma de antisionismo, y que reemplaza a la misma judeofobia de siempre.

Tú, querido MUNDO, estarás encogido de hombros o tal vez a la espera, cuando mañana Israel enfrente su posible extinción otra vez. Pero no lo dudes, haremos todo lo posible para permanecer vivos en nuestra propia tierra, haciendo lo que haga falta para ello.

Si esto te molesta, MUNDO, piensa cuántas veces en el pasado tú nos has disgustado y perturbado. Ahora estamos bien amoscados y resentidos al ver cómo tergiversas los sucesos, adulteras los hechos y falsificas las situaciones. No está nada bien que te portes de ese modo.

Pensándolo bien, ¿sabes una cosa MUNDO?: a pesar de todo, aquí, en Israel, hay un judío; no, me equivoco, hay muchos judíos, a quienes no les importa un bledo que te sientas tan molesto.

Fuente

Re-encuentro Familiar I

Existen muchas razones de por qué se producen distanciamientos familiares, entre ellas: viajes, mudanzas, cambio de trabajo, entre otros. Dichos distanciamientos son justificables y aceptables. Por otro lado, existen casos en que las familias* se distancian no sólo en el plano físico, sino en el plano emocional, la mayoria de las veces producto de disputas, discusiones, riñas, altercados, orgullo, intromisiones, y más.

¿Hasta qué punto se justifican tales separaciones?

Enfoquémonos en el primer caso. El de aquellos que por razones de fuerza mayor se vieron en la obligación de alejarse de sus primeros seres queridos, entiéndase, papá, mamá, hermanos y hermanas.

En muchos casos los distanciamientos causan que la comunicación se pierda. Bien sea por falta de costumbre, de tiempo, o cualquier otra causa.

Hablemos de situaciones y posibles soluciones:

1. Situación: Los familiares que dejaste atrás ya no te llaman.

– Solución: No esperes a que te llamen, llámalos.

2. Situación: Tu familia tiene la posibilidad de visitarte pero no lo han hecho.

– Solución: No esperes a que te visiten, haz el esfuerzo y visítalos.

3. Situación: Tienes dinero para cubrir los gastos del viaje, pero temes llegar con las manos vacias.

– Solución: A tu verdadera familia poco le importan los regalos, en realidad el mejor regalo en ese momento es saber que estás vivo y saludable.

4. Situación: Temes que al llegar te reclamen por qué tenias tanto tiempo sin visitar.

– Solución: Toma conciencia que el 99% de las cosas a las que tememos nunca sucederán.

5. Situación: Tienes compromisos de trabajo que te impiden realizar un viaje que implicaria ausentarte del laburo.

– Solución: En lugar de pensar «no puedo dejar de ir al trabajo», es mejor pensar: «¿Cómo puedo hacer para ausentarme del trabajo sin que me afecte?» Enfócate en la solución, no en el problema.

Existen cientos de situaciones más, y miles de posibles soluciones.

El punto a resaltar es que, lamentablemente, los distanciamientos se producen porque ninguna de las dos partes toman la iniciativa de acercarse, o sencillamente ambas partes esperan a que sea el otro quien dé el primer paso.

Ambos tienes justificaciones. Y justificarse es válido, es natural y hasta normal. Pero pensemos por un momento cómo reaccionamos cuando oimos que otra persona se justifica por algo que dejó de hacer. Llegamos a pensar que ESA justificación es absurda, infundada, y hasta ridícula. Que solamente se necesitaba esforzarse un poquito más para hacer lo que correspondia.

Y qué sucede cuando somos nosotros quienes nos justificamos ante otros. Sucede que creemos que nuestra justificación sí es válida, incluso que todos deberian entenderla y aceptarla ciegamente.

¿Curioso verdad?

¿Tienes tiempo sin visitar a alguien de la familia?

¿Qué piensas hacer?, ¿Justificarte? o…

Esperar a enterarte que se ha muerto (¿sabias que la gente se muere?), y comenzar a darte golpes de pecho?

Planifica un reencuentro familiar, hazlo. Reencontrarse con la familia tambien es ser constructor de shalom.

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*Definición. No hay un concepto delimitado de ella. La ley no da una definición. Para definirla se buscaron diversos elementos: sujeción (de los integrantes de la familia a uno de sus miembros), la convivencia (los miembros de la familia viven bajo el mismo techo, bajo la dirección y con los recursos del jefe de la casa), el parentesco (conjunto de personas unidas por vínculo jurídico de consanguinidad o de afinidad), la filiación (conjunto de personas que están unidas por el matrimonio o la filiación, aunque excepcionalmente por la adopción).

Israel «comenzó»

Hay un viejo chiste acerca de tres personas, una de ellas miembro de las fuerzas de defensa israelíes, que naufragan en una alejada isla de caníbales. Luego de ser capturados y mientras las calderas de agua hervían al fuego, los generosos nativos ofrecen conceder a cada uno de los cautivos un último deseo.

El primer hombre pide una pluma y un papel, y escribe una nota de despedida a su familia. La segunda persona pidió una comida final, de cinco platos que no contenga carne humana. Entonces el israelí pide que el líder tribal lo golpeara en la cara. Una petición extraña, pero en sus momentos finales en la tierra, la gente no piensa coherentemente… En cuanto el jefe le pegó, el israelí sacó una Uzi y rápidamente aniquilo a sus captores.

¿Por qué esperó hasta que le pegara, antes de tirarles? los dos amigos preguntaron.

Y que quieres ¿que después todo el mundo diga que yo comencé la agresión?

Buen chiste, pero, como vimos esta semana, refleja una triste realidad. Parece no importar cómo le peguen, cualquier acción de autodefensa de Israel será vista como una «agresión injustificable.»

Si Israel de todas formas nunca tendrá una «excusa aceptable» para perseguir a los terroristas y destruir sus fábricas de infraestructura y misiles. Cualquier acción inevitablemente accionará la condena mundial. ¿Por qué entonces esperar a ser golpeado en la cara antes de emprender una misión de autodefensa?