"Los padres no serán muertos por los hijos, ni los hijos serán muertos por los padres; sino que cada cual será muerto por su propio pecado."
(Devarim / Deuteronomio 24:16)
Esto puede ser comprendido en su sentido más directo, el cual expresa muy bien el profeta Iejezkel:
"El alma que peca, ésa morirá. El hijo no cargará con el pecado del padre, ni el padre cargará con el pecado del hijo. La justicia del justo será sobre él, y la injusticia del impío será sobre él.”
(Iejezkel / Ezequiel 18:20)
Cada uno es responsable por sus actos y las consecuencias de los mismos recaen sobre el que los ejecutó.
Hay un Juez que es en extremo justo, infinitamente justo, por lo cual no hará maldad ni condenará al inocente a causa del culpable.
Los hijos no son reprobados por las acciones de sus mayores, al igual que estos no lo son por lo que hacen o dejan de hacer sus descendientes.
En la mente saludable esto es claro, por lo cual es impensable suponer que algún otro vaya a cargar con la culpa del pecado ajeno, o que exista una culpa intergeneracional, o que pudiera haber algo así como un pecado original que mancha a toda persona, o que un presunto salvador místico lava los pecados de los que le tienen fe.
Es la palabra de Dios, la directa contenido en Su Torá tal como la expresada con cabalidad por un profeta de la Verdad.
Pero no faltan los religiosos, los traficantes de la fe, los menesterosos del alma, los hábiles manipuladores tendenciosos que te dirán que si tienes fe en tal o cual redentor tus pecados te son quitados, puesto que el “Hijo” carga la culpa de los pecados de sus fieles.
Esos mismos payasos de la fe te inducirán a sentirte mortalmente culpable y pecador, no por algo que realmente hayas hecho, sino por lo que supuestamente hicieron tus antepasados, cualquiera de ellos, hasta el mismísimo Adán.
Te harán sentir un paño de inmundicias tanto por tus ideas, por tus dudas, por tus actos, por tus omisiones pero también por aquello de lo cual no tienes ninguna responsabilidad ni culpa.
Para esos predicadores, pastores, “rabinos” mesiánicos y otros de similar calaña tú eres un pecador que irás al infierno, a no ser que tomes la píldora mágica de Jesús, el cual se hizo cargo de tomar para sí tus pecados, ser castigado por ellos, y entonces su “Padre” lo condenó a terribles dolores y padecimientos inhumanos solamente para que tú seas “salvo”. Su sangre te lava, dicen ellos con total desparpajo y religiosidad, carentes por completo de espiritualidad, amor, respeto, o lealtad a Dios.
Ya puedes tú corroborar lo que Dios realmente afirma y lo que esos malabaristas de la fe te enseñan.
Tú no eres culpable de nada de lo que ellos te endilgan, así como tampoco tienes esa protección mágica del impotente dios que ellos adoran.
Dios, el verdadero, no quiere la muerte del que pecó, ni desea el dolor. Tampoco maltrata al inocente injustamente para darle carta blanca al que tiene fe en un muchacho colgado a causa de sus propias rebeliones.
Dios te juzga por tus actos, no por tus sentimientos, ni por tu fe, ni por lo que piensas, ni por lo que crees, ni por lo que hicieron otros, sino simplemente por lo que tu haces o dejas de hacer.
Dios es infinitamente justo, al mismo tiempo es infinitamente misericordioso, por lo cual tus errores tienen una verdadera solución.
No se trata de magia, ni de fe, ni de adorar a un intermediario, ni de procurar que un santo te proteja, ni que un difunto rabino acuda a tu auxilio porque peregrinas a su europea tumba.
Cuando pecas, cuando te equivocas, cuando te apartas de la buena senda, tienes un modo de conseguir la rectificación, se llama Teshuvá, el completo y sincero arrepentimiento.
Ya hemos escrito al respecto muchas veces, nuestra última enseñanza la encuentras al hacer clic aquí.
Ahora, te lo sintetizo en las propias palabras de Dios a través de Su profeta Iejezkel:
“Si el impío se aparta de todos sus pecados que cometió, guarda todos Mis estatutos y practica la justicia y la misericordia, ciertamente vivirá; no morirá.
No le serán recordadas todas sus transgresiones que cometió; por la justicia/misericordia que hizo vivirá.¿Acaso quiero Yo la muerte del impío?, dice el Señor Elokim. ¿No vivirá él, si se aparta de sus caminos?"
(Iejezkel / Ezequiel 18:21-23)
Esa es la verdadera misericordia de Dios, y no el fantasioso cuento de que le nace un hijo por medio de una virgen, que el chico se hace maravilloso, es crucificado, y entonces quien tiene fe en él se salva de los crímenes que haya cometido. Esta es una historia patética, ni siquiera congruente para la mágica mente infantil, ni siquiera coherente con el caos mental del demente.
Pero la verdad es muy claro, simple, cierta.
Pecas, te arrepientes, hace lo bueno, entonces Dios es misericordioso contigo.
Él no es el dios mediocre, sanguinario, violento, vengativo, de pacotilla que te hacen creer en las religiones.
Él no anhela el dolor del que ha pecado.
No se regocija con condenar a nadie a la “hoguera eterna”.
No precisa de manipular y extorsionar con amenazas de castigos eternos.
No envía mediocres salvadores para que por medio de la fe y el negociado te solucionen la vida aquí y en la eternidad.
Él te da el camino, la hoja de ruta, la brújula, el método para retornar y alcanzar el buen hogar.
No es con Jesús, ni con fe, ni con iglesias, ni con repetir salmos, ni con vestirse divertidamente, ni con danzas mesiánicas, ni con palabras en hebreo, ni con rituales.
El camino a la vida, la salvación, la eternidad es vivir una vida de bondad y justicia, y en caso de haber errado algún paso, entonces retornar al buen camino.
Dedicarse a construir Shalom, por medio de llevar una vida digna.
Simple, cierto, sagrado, tan lejos de las fanfarrias de los líderes de las religiones.
Tan bueno y sin embargo tan despreciado por la mente de las personas atribuladas por su esclavitud a sus EGOs.
Tú puedes ser salvo, hoy mismo.
Es cuestión de que hagas el bien y practiques la justicia.
Nada más.
¿Lo harás?
Recuerda que ese el único camino que Dios claramente ha afirmado y confirmado.
Te da una y otra vez oportunidad para que te rectifiques, para que te arrepientas, para que seas espiritual y no religioso.
Por ello Él sentencia:
"Yo soy el Eterno tu Elokim, un Elokim celoso que recuerdo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen.”
(Shemot / Éxodo 20:5)
Él guarda el recuerdo de lo hecho por los padres, por los hijos, por los nietos, porque aguarda “paciente” a que los hijos rompan la mala costumbre que le transmitieron los padres. Él anhela que los hijos, los nietos, pueda quebrar el yugo del adoctrinamiento al que fueron sometidos.
Él recuerda y espera.
Pero, si a la cuarta generación la maldad sigue su camino, si la cadena del mal no se cortó, entonces está claro que es una familia de personas rebeldes contra Dios, que odian al hombre por aborrecer a Dios.
En ese caso, la maldad es tan profunda, en los hijos de la cuarta generación, que pareciera que la senda de la Teshuvá está bloqueada.
Tienen tanto odio enquistado en sus almas, tanto EGO pululando, tanta manipulación, tanta religión y tan poca religiosidad, que pareciera que la Teshuvá es imposible para ellos.
Es hora, amigo mío, de que atiendas a Dios, de que repruebas las doctrinas de muerte de tus mayores y te lances a la aventura de ser libre, de ser leal, de ser bueno, de ser justo, de ser un hombre de Dios.
No dejes que sea demasiado tarde.
Él es paciente, pero todo tiene un límite.
La oportunidad es ahora, vive hoy de acuerdo a los mandamientos que te corresponde.
Sé bueno, sé justo, sé espiritual, desprecia la mentira.
Eres tú quien te salva o quien te hunde.
Espero que escojas la vida.
Hasta luego.