A minutos de que termine el 24 de diciembre, 2013, les cuento que en las últimas horas he visto el intercambio de comentarios y de mensajes entre personas gentiles que se declaran como noájidas y cómo se preocupan para desligarse del mito cristiano, de la fiesta idolátrica, de los ritos y encantamientos de esta fecha navideña.
Muchos realizan rituales contrarios a lo habitual para quienes conmemoran estas fechas. Con ello demuestran que siguen presos de la religión, no por participar de ella, ciertamente que no, sino por no haberse podido desligar y poner su mente y corazón en otros asuntos. ¿Para qué y por qué hacer un “anti pesebre” si uno está convencido de que todo es una patraña sin valor espiritual? ¿Es más sabio quien hace eso por ello? ¿Jugar a la ironía para desmitificar pero sin salir del mito? ¿Se pretende enseñar a otros lo ridículo del mito o los rituales que lo circundan?
No se es libre en tanto se siga con las cadenas, aunque se las arrastre como en juego, aunque se las decore para que parezcan otra cosa, siguen siendo las cadenas de la cuales se presume –o pretende- estar librados.
Es comprensible.
Hay otros que se afanan en declarar que no participan de cenas familiares, ni tienen nada que celebrar, y aborrecen siquiera les mencionen al Papa Noel o cualquier otro chirimbolo navideño. Parecieran al borde del infarto cuando alguien les saluda con un “Feliz Navidad”.
Es comprensible.
Están los que se preocupan por lo que aprenden sus hijos, lo que ellos sufren por no cantar villancicos junto a los otros parroquianos, a que no abrirán regalos con ojos esperanzados a la mañana. Sí, son padres atormentados por sentir que sus hijos son discriminados, o lo sean por andar por la senda noájica. O les aterra que la tía, o abuela, pasen por encima de la autoridad paterna y les den regalos en nombre de Santa, y les mencionen al niñito Jesús que murió por nuestros pecados, y al buen Padre Dios que sacrificó salvajemente a su hijito sin pecado para salvar a los hombres, y…
Entonces, se esmeran en tratar de justificarse delante de sus hijos, adiestrarlos en cómo responder ante saludos e invitaciones navideñas, les imponen la fiesta judía de Januca con sus regalos como reemplazo, hacen esto y aquello para apartar la idolatría de sus pequeños en estos días.
Es comprensible.
Estas tres posturas comparten al menos un elemento en común, puede decirse que son reactivas y no proactivas.
Se posicionan como anti navideñas, pero no aportan realmente algo trascendente a cambio (en mi evaluación).
La primera juega a la fina burla y la apariencia de superación, sin dejar el contacto con aquello que provoca aversión.
La segunda se hermana a la fobia, y como tal reacciona con evitación u hostilidad.
La tercera los pone como padres sobreprotectores ante el peligro que representa la idolatría cristiana (en sus diversas facetas) y en vista de su poder material y atractivo sensorial.
¿De estos tres tipos, y los que existan que no mencionamos es que tomaron la idea los inventores del Grinch?
Por favor, quiero que se comprenda que no estoy haciendo un juicio de valor sobre estas personas, a las que comprendo en sus reacciones (las comparta o no).
Simplemente quería mencionar esto que me ha llamado tanto la atención, pero no solamente como un observación (más o menos apegada a la realidad), sino para tratar de aportar algo para la construcción de shalom.
Por ello, quiero dejar un par de ideas para los del tercer tipo, si me permiten el atrevimiento.
Son solo modestos pensamientos sin mucha elaboración, a la espera de que alguno de ustedes ayuden a profundizar.
Es importante enseñar bien a los hijos a no ser esclavos de los mitos ni de las imposturas sociales.
Muy importante que tengan en claro que no son cristianos (o de la religión X) y que por tanto no les corresponde la parafernalia de esa religión.
La cuestión es que no hay que hacerlo por estar próxima la Navidad (Pascuas, o lo que fuera), sino que es una tarea para todo el año.
El mensaje no debiera ser anti algo, sino constructivo, de conocimiento, de apertura. Que el niño aprenda a priorizar, a preguntar, a analizar, a decidir, a ser responsable, a ser comprensivo, a construir shalom. Porque, es fácil enseñar a odiar, a estar en contra, a ser enemigo y hacerse de ellos; pero con ello no están siendo conducidos por la senda de la Verdad.
Mejor es que conozcan y puedan amar su propia identidad espiritual de noájidas. Que aprendan de noajismo, lo que les sirva de judaísmo y se les brinde herramientas para sintonizar su Yo Vivido con su Yo Auténtico. Que se los eduque para ser libres y felices, constructores de shalom, activos en la bondad y la justicia.
Que no se conviertan en autómatas que repiten lemas, ni aceptan consignas por fe.
Que no sean reactivos al cristianismo, sino noájidas a plenitud.
No es necesario entrenar guerreros noájidas, sino educar a personas que se dediquen a construir shalom por medio del noajismo.
Son cosas diametralmente opuestas.
El guerrero tiene como meta la destrucción del enemigo, su vida gira en torno a él.
El obrero que construye shalom busca mejorar su interior para mejorar lo exterior.
¿Se entiende cuál es la modesta idea que les presento?
A los hijos no habría que criarlos para no ser cristianos, ni poner el énfasis opositor en las épocas navideñas.
Más bien, criarlos para que descubran su propia identidad y vivan acorde a a ella, todos los días, en cada momento posible.
Construir shalom.
Entonces, los riesgos de caer en la idolatría, como en cualquier otro pecado o aberración, se reducen drásticamente.
El EGO seguirá activo desde su base cerebral, mantendrá sus tentáculos actuando, tentara con religiosidad y otras voluptuosidades; pero, allí donde hay AMOR, el EGO desfallece.
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(Es un texto que originalmente escribí para publicar en FULVIDA.com, pero comparto también en serjudio.com. Tengo varios motivos para ello, uno de los cuales es el riesgo que corren también almas judías que se deslizan por el resbaladizo camino hacia el abismo).