En el mundo actual en el que vivimos, somos bombardeados constantemente por mercadotecnia destinada a la promoción de artículos dirigidos a “satisfacer” nuestras necesidades más elementales; no es de extrañar entonces que el sexo, la gula y demás complacencias del EGO estén en todas partes.
Sin importar cuál sea el fin último, asunto que no discutiremos aquí pues no es relevante para el tema que trataremos, lo cierto del caso es que sea como sea, al fin de cuentas estamos sujetos a un régimen que hostiga al enardecimiento de estos impulsos básicos y nos alejan de nuestra verdadera espiritualidad.
Después de haber estado al borde del colapso financiero debido a malas decisiones que tomé en un pasado no muy lejano, me vi en la necesidad de tener que replantear la estrategia y no solo no regresar a las bases originales, cosa que equivaldría a una involución sino que más bien el tomar las experiencias aprendidas para insertarlas en mi estado presente y poder mejorar con base a ese acervo empírico de manera que no cometa los errores del pasado pero sí que utilice sus herramientas útiles para mejorar el presente.
Nótese que en ningún momento utilizo el término mejorar el futuro pues el presente es el que cuenta. Después de todo un mal pasado fueron malas decisiones tomadas en algún presente y un mal futuro es una obsesión y desconexión de la realidad que lleva a que se tomen malas decisiones que necesariamente desembocarán en un mal porvenir. Sin embargo, este no será el caso de quien tome consciencia de su presente y viva de acuerdo a su identidad espiritual, sea como judío o como gentil, pero no como un híbrido extraño que parece un mal experimento como aquella película de Gremlins III donde ya los bichitos no eran tiernos como gizmo sino que parecían más bien lagartijas mal formadas.
El término que los griegos aplicaban para el manejo de la hacienda, era οἰκονομία que en castellano se traduce como economía, es decir, como la administración eficaz y razonable de los bienes. Entiéndase esta administración como el planeamiento, la organización, la dirección y el control de los bienes, lo cual quiere decir que tenemos posesiones que son materiales e inmateriales y que estas posesiones son nuestras, algunas como propiedad y otras a manera de administradores.
Nótese que hemos hablado de bienes tangibles e intangibles pues existen de los dos tipos. Por ej., Un bien tangible sería nuestra casa de habitación, mientras que un bien intangible sería nuestra reputación. La tangibilidad tiene que ver con la forma en que se pueda percibir el bien, no solo tiene que ver con el sentido del tacto sino que se relaciona más con la manera precisa en que se pueda percibir ese bien.
Nótese que entonces hasta el momento hemos visto que existe una disponibilidad limitada de recursos que nos son asignados, a unos se les asigna más que a otros pero siempre en proporción a su nivel de responsabilidad, pues al fin y al cabo somos simples depositarios de los bienes que Dios nos ha entregado para el manejo de los mismos.
Dentro de esos bienes que se nos han entregado se encuentran los Siete Mandamientos Universales que son de aplicación para la humanidad entera, aquí aplica un aforismo jurídico que reza que “el que puede lo más puede lo menos pero no al revés”, es decir, el noájida tiene Siete Mandamientos Universales que cumplir y estos mandamientos son menos que los que cumplen los judíos pero de ninguna manera tienen menos valor, de hecho, cuando un noájida consciente de su identidad conduce su vida en apego a estos principios, su vida cambiará por completo y la prosperidad necesariamente surgirá.
Existe la errada costumbre de creer que el éxito de una persona se mide en términos materiales. El otro día que leía un libro muy interesante acerca de la prosperidad, se incluía una cita del afamado inversionista Warren Buffet donde él hacía ilusión a su deber de administrar económicamente sus bienes para dar parte de ellos en caridad, sobre todo a personas cuyas carreras se basan en un éxito que no tiene que ver con la acumulación de patrimonio líquido, como lo es el caso de las enfermeras y de los docentes.
Ahora bien, esa economía que es la administración eficaz del peculio, no solo se da en aspectos de liquidez patrimonial, sino también en cómo llevemos nuestras vidas, pues de lo contrario estamos ante una situación de ausencia de economía que necesariamente desembocará en el fracaso.
Ese fracaso lleva dentro de sí mismo un mal latente que es un EGO descontrolado, pues como dice una frase muy sabia por ahí “el que vacila ahorra”, o sea, el que vacila al momento de sentir el impulso de comprar, terminará ahorrando porque no gastó lo que no tenía o lo que no tenía. Si analizamos el substrato de la situación, podremos observar que al fin y al cabo mucho del consumismo va ligado a llenar vacíos existenciales, o sea, otra de las formas activas de la presencia del EGO.
Dentro de esa economía viene la administración de nosotros mismos y de nuestros cuerpos que lleva ínsito un elemento muy importante que es nuestro impulso a reproducirnos. Tenemos necesidades fisiológicas que son mucho más fuertes que otras y los controladores mentales de los imperios de antaño eran muy diestros a la hora de manipular a las masas, por ello encontraron que el reproche de la actividad sexual necesariamente manipularía a las personas pues se buscaba darle una connotación sumamente negativa a algo que no solo es uno de los impulsos más fuertes del ser sino que también es de los regalos más grandes que nos haya dado el Creador.
Entonces, ¿hasta qué punto se ha manipulado y tergiversado el tema de las relaciones sexuales de parte de los imperios? Comencemos por mencionar al infame san Agustín que se flagelaba así mismo por sentir impulsos sexuales, esto en cuanto a una de las etapas del catolicismo cristiano se refiere, pues como podemos ver el ascetismo que existe al respecto viene desde mucho antes. Por ej., Para los estoicos ortodoxos los actos sexuales eran de sumo reproche pues la base de su creencia se fundamentaba en el alejamiento del placer. Es más, era tal el grado de intromisión en la vida de los individuos que cuando una pareja iba a tener relaciones sexuales con el único propósito de reproducirse, se ponía una especie de manta entre el hombre y la mujer para que no se pudieran ver el uno al otro, con un orificio para la inserción del miembro viril en la vagina de la mujer y un chaperón que se aseguraba que la pareja no sintiera placer a la hora del coito.
Como vemos la aberración de la mente humana puede ser tan grande cuando nos alejamos de nuestro Yo Auténtico, que hasta tiene que haber un entrometido asegurándose que la pareja no sintiera lo que es completamente normal y que ha sido un regalo de Dios para nosotros, uno de los mejores, por cierto, y en un momento veremos por qué.
Recordemos que como seres humanos que somos vivimos dentro de cinco planos de inmanencia, donde uno de ellos es, precisamente, el físico. El tratar de alejarse del plano físico es contraproducente y enfermizo, pues no se puede partir completamente con algo que es tan natural como beber agua. A propósito, el beber muchísima agua se ha demostrado médicamente que es tan dañino como no beber del todo, por tanto, la actividad sexual en exceso y con pluralidad de parejas puede llegar a ser perjudicial también.
Otro aspecto que debemos de tomar en cuenta es que, a diferencia de nuestros hermanos en la Creación como lo son el resto de los animales, nosotros los humanos nos diferenciamos de ellos en que tenemos espiritualidad, cosa que ellos no, y que, por ende, nos distingue de los demás seres del reino animal.
¿Por qué es importante esto? Porque es precisamente esa la cualidad que nos permite distinguirnos de nuestros hermanos en la Creación y que nos ha hecho partícipes como depositarios en la mantención del mundo. Pero tal y como lo dice el rabino Weinberg, el hecho que seamos depositarios y mantenedores de este mundo, no implica que no podamos disfrutar de él.
Es más, yo me atrevo a decir que es una obligación disfrutar de él. Solo que hay que seguir aquel famoso eslogan de Ron Bacardí que decía “con moderación, es mejor” pues si recordamos que nuestra inmanencia, es decir, nuestra existencia se basa en cinco planos concéntricos y si imaginamos que esos planos son circulares, entonces existiendo una circunferencia que delimita nuestro espacio de acción, sería prudente decir que podemos movernos dentro de ese espacio diametral siempre y cuando no nos extralimitemos.
Aunque seamos muy estudiosos debemos tener presente que tenemos necesidades físicas y que éstas deben ser satisfechas. Así como no dejaríamos de tomar agua por una semana pues nuestro cuerpo así nos lo pide, así tampoco tenemos que vivir en completa y total abstinencia porque pensamos que es “algo mal.”
Sería bueno aquí recordar la idea que transmitimos la semana pasada con respecto al libre albedrío que hablaba que es la diferencia entre lo que debemos hacer y lo que sentimos que debemos hacer y utilizamos el ejemplo de la prohibición de tener relaciones sexuales con el o la cónyuge de otra persona y cómo en base a nuestra autonomía de la voluntad decidíamos si lo hacíamos o no.
En la película The Matrix, cuando Neo despierta de su ensueño, se da cuenta que el mundo en el que vive es mucho más lejano de lo que él pensó y le dice Morfeo que pruebe la avena blanda que contiene todos los nutrientes pero que no tiene mucho sabor. Obviamente esto es una metáfora pues si recurrimos a la física cuántica nos daremos cuenta que el sabor es una idea, una percepción, sin embargo, no porque sea percepción ello implica que no podamos disfrutar de ella; después de todo, Dios creó todo y si él creó una idea lo hizo por alguna razón y nosotros no somos quién para contradecirle.
Citando nuevamente al rabino Weinberg, éste dice que el judaísmo enseña que el cuerpo es para el alma lo que el auto es para el conductor. Algo así como aquella ocasión en la comedia “La Tercera Roca desde el sol” donde Dick le dice a Mary que él no está gordo sino que, siendo el cerebro el órgano más importante de todo el cuerpo, Dick creía que su cerebro merecía un medio de transporte amplio y lujoso. Claro, de esta forma justificaba que había subido como diez centímetros en su medida de cintura de los pantalones.
Pero tenía razón en el sentido que es cierto, el cuerpo es un medio de transporte por este mundo que nos permite disfrutar de lo que Dios nos ha dado y nuestra alma, como el conductor que es, debe de respetar toda la reglamentación que se le dé, pues tal y como pasa en la vida real, la reglamentación vial no se impone para fastidiarnos sino más bien para protegernos.
Hay reglamentación vertical cuya violación usualmente conlleva a sanciones más severas que la violación de la horizontal y así sucede con nosotros los hombres. Nuestra reglamentación vertical como noájidas son los Siete Mandamientos Universales y nuestra reglamentación horizontal son aquéllas leyes que nuestros gobiernos y Estados emiten para garantizar la convivencia entre las personas.
El impulso sexual es segundo al de supervivencia y sumamente poderoso, por eso los imperios y los controladores de masas lo aprendieron a manipular desde los albores mismos de la existencia. El sexo es uno de los actos más sagrados que pueden darse entre dos personas. El matrimonio es una institución sagrada que merece la mayor atención pues de ahí se engendra la familia, consagrada en el mismo libro del Génesis, pero se debe entender que esa actividad sexual debe ser limitada.
Tampoco vamos a avalar la posición de los estoicos ortodoxos y su infame manta con su entrometido chaperón, empero, de la misma manera no ponemos ser como los hedonistas cirenaicos que se pasaban su corta vida satisfaciendo al cuerpo solamente, pues de lo contrario, terminaremos mal. Por algo los hedonistas cirenaicos tenían una corta vida.
En hebreo a las relaciones sexuales en el contexto de la Torá, que es patrimonio y propiedad única y exclusiva del pueblo judío, se les denomina con la palabra “ladá” que significa “conocer”. El sexo no es sólo un acto físico sino una unión completamente emocional entre dos personas. (Weinberg, Camino 18).
Véase que no solo no hablamos de tener sexo, hablamos de conocer, de ver a esa persona por lo que es. Después de todo, cubrimos nuestro pudor por medio del ropaje y no debería ser a cualquiera a quien le permitamos ver lo que somos en realidad. Aunque sin ropa nacimos, ello no implica que tengamos que ser nudistas.
Volvemos al punto inicial, la economía en la vida implica la buena administración de los bienes, si uno de nuestros bienes es nuestro cuerpo ¿por qué habríamos de conducirlo de manera palmariamente temeraria? Recordemos que el que usualmente irrespeta las señales de tránsito terminará a no muy largo plazo teniendo un accidente.
La paradoja
Mencionamos en algún momento que el consumo excesivo de agua era tan malo como el no consumo de la misma. Algo así pasa con el sexo. No es que debamos ser estoicos ortodoxos o, por el contrario, hedonistas cirenaicos, pero sí debemos tener bien claro que todo placer experimentado de forma desmedida termina pasando de ser un gizmo bello y tierno a convertirse más bien en una lagartija mal formada repusliva y peligrosa.
Todo en exceso es malo, inclusive lo bueno. Por eso hay que tener mucho cuidado a la hora de “conducir” y asegurarse de detenerse cuando la luz esté en rojo, pues de lo contrario terminaremos teniendo un accidente.
Mencionamos que nuestros hermanos los animales en el reino animal viven en cuatro planos de inmanencia pues no tienen la capacidad espiritual que los humanos sí tenemos. Por eso no es de extrañar que la perra del barrio desfile por las calles con una comitiva de perros esperando su momento para acoplarse con ella.
Pero una cosa es la perra del barrio, la cual no tiene consciencia de su ser, y otra somos nosotros que sí la tenemos. No hay nada más hermoso que esperar el momento adecuado para estar con la persona adecuada.
¿Cuál es la enseñanza?
Creciendo en una cultura donde predomina el hedonismo cirenaico, siguiendo por mucho tiempo a los griegos en sus prácticas “embellecedoras” enfocadas en aumentar el apetito sexual de las personas y midiendo mi éxito y basando mi autoestima en el número de mujeres con las que pudiera estar, puedo afirmar con absoluta franqueza que el sexo es como las drogas, cuanto más se tiene más se quiere y llega un momento en que no vivimos como humanos sino como animales.
El sexo es una herramienta sumamente poderosa y segunda en fuerza e importancia a la supervivencia, lo cual quiere decir que no debemos ser ascéticos y privarnos de ella, pero sí limitarla, o sea, tenemos que conducirnos de manera económica. Muchas veces erradamente pensé que la mejor manera de disfrutar era con la pluralidad de parejas, aunque no al mismo tiempo, pero sí con intervalos muy cortos entre una y otra.
Si me preguntan si me siento arrepentido sobre lo que hice, la respuesta es no. No es un no porque crea que estaba bien, por el contrario, creo que está muy mal, pero si no hubiera sido por esa abstinencia hace muchos años y el completo libertinaje que tuve durante mucho tiempo, no podría decirles por medio de la experiencia propia que ni una ni la otra son buenas.
Con el pasar del tiempo he aprendido a valorar la vida en pareja no solo con base a la parte sexual sino en otros aspectos, como el intelectual, el emocional, el espiritual y el social. He aprendido que la actividad sexual después de una buena conversación intelectual es mucho más satisfactoria que el conocer una chica en un bar y luego ir a hacer lo que haya que hacer. La discusión de la vida, de los principios que rigen nuestra existencia es un afrodisíaco tan grande como las ostras. ¿Y quién dijo que no se podía tener una buena conversación con la pareja mientras nos tomamos una copa de vino?
Definitivamente el que se conoce a sí mismo es mucho más probable que realmente llegue a conocer a su pareja. No hace falta conducirse por la vida comiendo solo avena blanda, para eso hay sabores. Quizás ese sea el punto más hermoso de una relación de pareja. El utilizar el sexo como el elemento culminante de una buena velada en compañía de la persona que uno ama.
Definitivamente no hay nada más bello que el aprendizaje y el conocimiento, si vivimos para estudiar y no estudiar para vivir, necesariamente el estudio implica adquirir conocimiento y una pareja debe vivir para estudiar y ¿qué mejor forma de adquirir conocimiento de la otra mitad sino es por la unión máxima?
El problema no es el sexo, el problema es el irrespeto a la reglamentación vertical y nuestra arrogancia continua de creernos mejor que Dios. No hay mayor satisfacción dentro de la vida en pareja que una actividad sexual saludable y, ¿por qué no?, abramos el día siguiente con un desayuno en la cama y un buen jugo de naranja en la mañana.
Que pasen una excelente semana y que el Eterno les colme de bendiciones.