La historia gemela de Jeroboam – Primera parte

Por Alfredo Zambrano G.


Le invitamos a
que lea con paciencia, con dedicación y mucho esmero este
texto que ha sido cuidadosamente elaborado para su
instrucción y desarrollo en la vida noájida.



“Yo, pues, te tomaré a ti, y reinarás sobre todo lo que
deseare tu alma, porque serás rey sobre Israel. Y sucederá
que si obedecieres todo cuanto te mandare, y anduvieres en
Mis caminos, e hicieres lo recto a Mis ojos, guardando Mis
estatutos y Mis mandamientos, como lo hizo David, Mi siervo,
entonces Yo estaré contigo, y edificaré para ti casa segura,
como la edifiqué para David; y a Israel te la daré a ti”.


(1 Reyes 11: 37-38)



Jeroboam llega al Trono de Israel:


Jeroboam fue el primer rey del Reino del
Norte (las 10 Tribus de Israel). ¿Cómo llegó Jeroboam al
Trono de Israel? Veamos algunos aspectos de su ascenso: Los
últimos años del Rey  Salomón se caracterizaron por su
notable extravío, infidelidad y acercamiento a la idolatría,
conforme a las naciones de la tierra (Véase 1 Reyes 11:
4-8). El Eterno declara Su palabra de juicio contra Salomón
y contra Su Reino: “…sin falta rasgaré el reino de ti,
y lo daré a un siervo tuyo”
(Véase 1 Reyes 11: 9-11).
Sin embargo, el Eterno, por amor a David, pospuso el juicio
y le hizo una enmienda: “Sólo, no le arrebataré el reino
todo; una tribu le voy a dar a tu hijo, por amor de David,
Mi siervo, y por amor de Jerusalén que yo he escogido”

(Véase 1 Reyes 11: 12-13). El Eterno, para llevar a cabo sus
propósitos, levantó contra Salomón una serie de adversarios,
entre los cuales estaba ‘Jeroboam’, hijo de Nabat (Véase 1
Reyes 11: 14-26). Jeroboam, que era hombre activo, valiente
y esforzado, fue colocado por el Rey Salomón sobre la Casa
de Yosef -José- para que fuera su encargado de los impuestos
(Véase 1 Reyes 11: 27-28). Un día, saliendo Jeroboam de
Jerusalén, le salió al encuentro el Profeta Ahías Shilonita,
y le dio un mensaje Profético sobre su porvenir como futuro
rey de las diez tribus del Norte (Véase 1 Reyes 11: 29-39).
Salomón, al enterarse de dicha Profecía, persiguió a
Jeroboam con el propósito de matarlo (Véase 1 Reyes 11: 40).
Jeroboam, al ver el peligro, huye a Egipto, y estuvo allí
hasta la muerte de Salomón (Véase 1 Reyes 11: 40).


Tras la muerte de Salomón, Roboam, su hijo,
subió al trono de Israel (Véase 1 Reyes 11: 41-43; 12: 1).
Jeroboam regresó de Egipto a Siquem por petición de un
populacho revoltoso que, inconformes con las drásticas
medidas económicas impuestas por Salomón y afirmadas por el
nuevo Rey, buscaban, con Jeroboam a la cabeza, convencer a
Roboam de que aliviara los impuestos y rebajara así el yugo
que sobre el pueblo se imponía (Véase 1 Reyes 12: 2-5). El
Rey Roboam se niega a escuchar y atender el consejo de los
ancianos y siguiendo el de los jóvenes, en lugar de aliviar
los impuestos, los agravó (Véase 1 Reyes 12: 6-14). Pero
todo esto era designio divino para confirmarle a Jeroboam el
anuncio profético que le había sido dado por medio del
profeta Ahías (Véase 1 Reyes 12: 15). Diez de las doce
tribus de Israel decidieron separarse de la Casa de Yehudah
-Judá- y formar así un nuevo Reino, con Jeroboam a la
cabeza. Este Reino fue llamado: ‘El Reino del Norte’, ‘La
Casa de Israel’ o ‘La Casa de Efraim’. Con la tribu de
Benjamín, que decidió seguir y unirse a Yehudah -Judá-, con
todos los fieles de las tribus que deseaban permanecer bajo
el yugo de la Casa de David y todos los levitas y sacerdotes
se conformó un nuevo Reino que llegó a conocerse como: ‘El
Reino del Sur’ o ‘La Casa de Yehudah -Judá-‘. (Véase 1 Reyes
12: 16-20). Roboam se levantó para tratar de recuperar y
someter a su autoridad el ‘recién formado Reino del Norte’,
pero el Eterno intervino y evitó la guerra, declarándole a
Roboam que lo que había sucedido era conforme al propósito
de Dios (Véase 1 Reyes 12: 21-24). El Eterno permitió
entonces que Jeroboam conformara el Reino, bajo la expresa
condición de mantenerse fiel a ultranza a las leyes del
Eterno, a la Torá.




La infidelidad de Jeroboam:


Pero Jeroboam no fue fiel al Eterno. Por
codicia y sed de poder,  él se rebeló contra el Eterno,
renegó de la Torá y paganizó su corazón y su reino.
Jeroboam, por causa de su infidelidad, fue desechado por
Dios, y su reino y su Casa fueron cortados para siempre,
pues prefirió el consejo de su ambición en vez de la promesa
profética que el Eterno le había ofrecido (Véase 1 Reyes 13:
34; 14: 7-16).


Veamos este asunto de forma más resumida:

  1. El Eterno le puso fin a su reinado:
    “Y Jeroboam no volvió a
    cobrar fuerzas en los días de Abías
    (Rey de Judá),
    y le hirió Dios de modo que murió”
    (Véase 2 Crónicas
    13: 20).
  2. El Eterno le puso fin a su dinastía y
    a toda su Casa:
    (Véase 1 Reyes
    15: 25-30; 29-30).
  3. El más grande recuerdo que quedó de
    Jeroboam:
    Jeroboam,
    el que hizo pecar a Israel”
    ’ (Véase 2 Reyes 3: 3).





¿Cómo fue que Jeroboam frustró el Propósito
de Dios para su vida?:




1)



Dejó llenar su mente y corazón de temor y
miedo:

(Véase 1 Reyes 12: 26-27). Todo iba bien con Jeroboam y su
reino hasta que llegó el tiempo en que todos los hijos de
Israel debían subir a Jerusalén a celebrar las Festividades
del Eterno, y esto debía hacerse 3 veces al año conforme a
las Instrucciones de la Torah dada a Moshé (Véase Shemot
-Éxodo- 23: 14-17). El temor hizo que Jeroboam viera su
futuro de manera incierta y desastrosa.


2)



En lugar de confiar en el Eterno y en Su
Palabra para que lo afirmara en el reino, según la promesa,
Jeroboam recurrió al brazo de carne y se rebeló contra Dios:


Planificó de manera impía un proyecto del
todo perverso para arrancar a Jerusalén del corazón de los
Israelitas (Véase 1 Reyes 12: 26-28). Para lograrlo:


Ø



Se inventó de su propio corazón ‘un sistema
de adoración’ contrario a la Torah y ‘al Tabernáculo de
David’.


Ø



Rechazó la Torah como Escritura rectora y
guiadora: Dios había dicho que todos los Israelitas debían
subir a Jerusalén 3 veces al año a celebrarle Fiesta.
Jeroboam, además, escuchó de boca del Profeta Ahías, que
‘Jerusalén era la ciudad que Dios había escogido para poner
allí Su Nombre’
(Véase 1 Reyes 11: 32, 36). ¿Qué debió
hacer Jeroboam? ‘Subir sin temor a Jerusalén con toda la
Casa de Israel y cumplir así con la Torah’.


Ø



Erigió dos nuevos dioses (dos becerros) para
que todo Israel adorara en pos de ellos. Uno de los dioses
lo colocó en Bethel; el otro, en Dan. Todo un plan macabro y
estratégico.


Ø



Al colocar nuevos dioses, Jeroboam
implantaba, a su vez, un nuevo sistema sacerdotal.
Sustituyó, de esta manera, el verdadero Sacerdocio Levita
por un “Sacerdocio” estrictamente pagano, inventado de su
propio corazón (Véase 2 Crónicas 11: 14-15; 1 Reyes 13: 33).


Ø



Cambió las fechas de las Festividades
establecidas por Dios e inventó su propio calendario de
adoración y sus propias “Festividades”. (Véase 1 Reyes 12:
32-33). La Fiesta de los Tabernáculos (Sukkot) debía
celebrarse (según la Torah) a los 15 días del mes séptimo
(Véase Vayikrá -Levítico- 23: 39); Jeroboam inventó una
nueva fecha:
‘a los quince días del
mes octavo, mes que él había ideado de su propio corazón’.


Ø



Al introducirse nuevos dioses, nuevos
sistemas sacerdotales, nuevos lugares de adoración, nuevas
Festividades y fechas de adoración, Jeroboam introduce
también nuevas costumbres y nuevas formas de celebración.
Esto representaba un directo rechazo a Dios, a la Torah y a
la forma de adoración establecida por David y aprobada por
el mismo Eterno. Jeroboam rechazó ‘la herencia espiritual y
cultural dada por el Eterno a todo Su Pueblo Israel’.


Ø



Algo nefasto y perverso: Mezcló el sistema
idolátrico de Egipto (el faraón rey y sacerdote) con la
forma de adoración establecido por Dios a Israel (Véase 1
Reyes 11: 40).


Ø



Dejaron brotar en sus corazones un espíritu
anti-tabernáculo de David, anti-Dios, anti-Torah. Según nos
cuenta la historia, todo Israel se paganizó hasta el
extremo. Perdieron su herencia hebrea, su conexión con
Abraham, Isaac y Jacob, y Dios decidió arrancarlos de su
nación y esparcirlos por sobre la faz de la tierra (1 Reyes
14: 8-9). Los pocos fieles que se hallaron en la Casa de
Israel se pasaron a la Casa del Eterno (Yehudá) por amor a
Él, a la Torah y a Jerusalén (Véase 2 Crónicas 11: 13-16).

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