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Así son los misioneros…

El 26 de agosto, fecha del natalicio de la madre Teresa de Calcuta, es propicio para reflexionar sobre el lado verdadero de esta carismática y mediática monja.

El escritor Martín Caparrós, muestra a una mujer que consentía el dolor humano como experiencia para la salvación. Ella nunca proporcionó ayuda médica, ni creó una clínica a pesar de los millones que le llovieron. Tampoco crítico al sistema que generaba tanta pobreza, y se opuso a los métodos anticonceptivos en un mundo donde la sobrepoblación genera hambre y probeza.

Algo me molestó desde el principio. Llegué al moritorio de la madre Teresa de Calcuta, en Calcuta, sin mayores prejuicios, dispuesto a ver cómo era eso, pero algo me molestó. Primero fue, supongo, un cartel que decía “Hoy me voy al cielo” y, al lado, en un pizarrón, las cifras del día: “Pacientes: hombres: 49, mujeres: 41. Ingresados: 4. Muertos: 2?. En el pizarrón no existía el rubro “Egresos”. En el moritorio de la madre Teresa, su primer emprendimiento, la base de todo su desarrollo posterior, no hay espacio para curaciones.

La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, consiguió en sus últimos veinticinco años una fama y un apoyo internacional extraordinarios. Le llovieron medallas, donaciones, premios, subvenciones, todo tipo de dinero para que ayudara a los pobres del mundo. La señorita Bojaxhiu nunca hizo públicas las cuentas de su orden pero se sabe, porque ella se jactó de eso muchas veces, que fundó, con ese dinero, alrededor de quinientos conventos en cien países. Pero no fundó una clínica en Calcuta.

Hay un par de ideas fuertes detrás de todo eso. Sobre todo, la idea de que la vida —ellos dirían “esta vida”, como si hubiera muchas— es un camino hacia otra, mejor, más cerca del Señor: si no fuera así, a nadie se le ocurriría dedicarse a que esa gente muriera mejor y, quizás, en cambio, pensarían en mejorar sus vidas. Y la idea de que el sufrimiento de los pobres es un don de Dios: “Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo —dijo la madre Teresa—. El mundo gana con su sufrimiento”.

Por eso, quizás, la religiosa les pedía a los afectados por el famoso desastre ecológico de la fábrica Union Carbide, en el Bhopal indio, que “olvidaran y perdonaran” en vez de reclamar indemnizaciones. Por eso, quizás, la religiosa fue a Haití en 1981 para recibir la Legión de Honor de manos de Baby Doc Duvalier —que le donó bastante plata— y explicar que el tirano “amaba a los pobres y era adorado por ellos”. Por eso, quizás, la religiosa fue a Tirana a poner una corona de flores en el monumento de Enver Hoxha, el líder estalinista del país más represivo y pobre de Europa.

Pero quizá no fue por eso que salió a defender a Charles Keating. Keating era un buen amigo de los Reagan —que recibió a la religiosa más de una vez— y uno de los mayores estafadores de la historia financiera norteamericana: el fulano que se robó, por medio de una serie de maniobras bancarias, 252 millones de dólares de pequeños ahorristas. Keating le había donado a la religiosa 1.250.000 dólares y le solía prestar su avión privado. Cuando lo juzgaron, la religiosa mandó una carta pidiendo la clemencia del tribunal para “un hombre que ha hecho mucho por los pobres”. Fue enternecedor. Pero cuando el fiscal le pidió que devolviera la plata que Keating le había dado —robada a los pequeños ahorristas—, la religiosa no se dignó contestar nada.

En el moritorio de Calcuta, la sala de los hombres tiene quince metros de largo por diez de ancho. Las paredes están pintadas de blanco y hay carteles con rezos, vírgenes en estantes, crucifijos y una foto de la señorita también llamada madre con el papa Wojtyla. “Hagamos que la iglesia esté presente en el mundo de hoy”, dice la leyenda.

En la sala hay dos tarimas de material con mosaicos baratos, que ocupan los dos lados largos: sobre cada tarima, quince catres; en el suelo, entre ambas, otros veinte. Los catres tienen colchonetas celestes, de plástico celeste, y una almohada de tela azul oscuro; no tienen sábanas. Sobre cada catre, un cuerpo flaco espera que le llegue la muerte.

El moritorio de la madre Teresa está al lado del templo de Khali y sirve para morirse más tranquilo, dentro de lo que cabe. La madre Teresa lo fundó en 1951, cuando un comerciante musulmán le vendió el caserón por muy poco dinero porque la admiraba y dijo que tenía que devolverle a dios un poco de lo que dios le había dado. Desde entonces, los voluntarios recogen en la calle moribundos y los traen a los catres celestes, los limpian y los disponen para una muerte arregladita.

—Los de las tarimas están un poco mejor y puede que alguno se salve.

Me dice Mike, un inglés de 30 con colita, tipo bastante freakie, que se empeña en hablarme en mal francés.

—Los de abajo son los que no van a durar; cuanto más cerca de la puerta, peor están.

En la sala se oyen lamentos pero tampoco tantos. Un chico —quizás sea un chico, quizás tenga 13 ó 35— casi sin carne sobre los huesos y una bruta herida en la cabeza grita Babu, Babu. Richard, grande como dos roperos, rubio, media americana, maneras de cura párroco en Milwaukee, comprensivo pero severo, le da unos golpecitos en la espalda. Después le lleva un vaso de lata con agua a un viejo que está al lado de la puerta. El viejo está inmóvil y la cabeza le cuelga por detrás del catre. Richard se la acomoda y el viejo repta con esfuerzo para que le cuelgue otra vez.

—Este está muy mal. Entró ayer y lo llevamos al hospital pero no lo aceptaron.

—¿Por qué?

—Por dinero.

—¿Los hospitales no son públicos?

—En los hospitales públicos te dan cama para dentro de cuatro meses. No sirve para nada. Nosotros tenemos una cuota de camas en un hospital privado cristiano, pero ahora las tenemos todas ocupadas, así que cuando fuimos nos dijeron que no. Acá no estamos en América; acá hay gente que se muere porque no hay cómo atenderla.

Richard me cuenta sobre uno que entró hace un mes con una fractura en la pierna: no lo pudieron atender y se murió de la infección. Y está dispuesto a seguir con más casos. Parece que acá no es tan raro que alguien se muera antes de los últimos esfuerzos.

—No podemos curarlos. No somos médicos. Tenemos un médico que viene dos veces por semana, pero tampoco tenemos equipos ni ciertos remedios. Lo que hacemos es confortarlos, cuidarlos, darles afecto, ofrecerles que se mueran dignamente.

Hay algo que me suena raro en todo esto. Richard le acaricia la cabeza al que insiste en colgarla; más allá, Mike le sostiene la mano a uno con un vendaje que le atraviesa el pecho. Los acompañan: no tienen un idioma común así que no pueden hablarse, o quizás no ganarían nada con hablarse. Richard va a buscar una sábana para tapar al viejo de cabeza colgante. Hace solo 35 grados y el viejo tiene frío. En Chicago, Richard estudia Medicina, pero ahora dice que no sabe si va a poder volver a soportar aquello. Y dice que tampoco podría soportar esto todo el tiempo, pero que no soportaría ser doctor y no atender a estos tipos. A veces llega un punto en que soportar es muy difícil. Richard es un Clark Kent buenazo con mentón imponente y es muy católico, familia de irlandeses, y dice que dios le va a decir qué hacer.

—O sea que no hay ninguna posibilidad de que lo atienda un médico.

—No.

-¿Y entonces?

—Y entonces se va a morir hoy o mañana.

Richard lo dice como quien dice: llueve. O incluso: quizás llueva. Debe ser difícil pronunciarlo así.

La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, nunca se privó de dar sus opiniones. En Irlanda, por ejemplo, en 1995, un referéndum sobre el divorcio encendía pasiones. Irlanda era el último país de Europa sin divorcio, y los márgenes se anunciaban estrechos. Entonces la religiosa —que no tenía nada que ver con Irlanda— participó de la campaña pidiendo el voto en contra. Los divorcistas ganaron con el 50,3 por ciento. Pocos meses después, su nueva amiga, lady Diana Spencer, se divorció, y una periodista le preguntó qué opinaba. La señorita no tenía problemas: “Está bien que ese matrimonio se haya terminado, porque nadie era realmente feliz”, dijo.

La señorita sabía aprovechar el halo de santidad que la rodeaba: los santos pueden decir lo que quieran, donde y cuando quieran. Todo está justificado por el halo. Y ella usaba esa bula para llevar adelante su campaña mayor: la lucha contra el aborto y la contracepción. Lo dijo muy claro en Estocolmo, 1979, mientras recibía el Premio Nobel de la Paz: “El aborto es la principal amenaza para la paz mundial”. Y, para no dejar dudas: “La contracepción y el aborto son moralmente equivalentes”.

En septiembre de 1996, el Congreso norteamericano le dio el título de ciudadana honoraria. Era la quinta persona en la historia que la conseguía. Dos años antes había organizado, en ese mismo recinto, una “plegaria nacional” ante Clinton, Gore y compañía. Ese día, su discurso fue belicoso: “Los pobres pueden no tener nada para comer, pueden no tener una casa donde vivir, pero igual pueden ser grandes personas cuando son espiritualmente ricos. Y el aborto, que sigue muchas veces a la contracepción, lleva a la gente a ser espiritualmente pobre, y esa es la peor pobreza, la más difícil de vencer”, decía la religiosa, y cientos de congresistas, muchos de los cuales no estaban en contra de la contracepción y el aborto, la aplaudían embelesados. En su Calcuta, en la India, en muchos otros países, la superpoblación es causa principal del hambre y la miseria, y sus autoridades toman todo tipo de medidas para limitarla.

“Yo creo que el mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, porque es una guerra contra el niño, un asesinato del niño inocente. Y si aceptamos que una madre puede asesinar a su propio hijo, ¿cómo podemos decirles a otras gentes que no se maten entre ellos? Nosotros no podemos resolver todos los problemas del mundo, pero no le traigamos el peor problema de todos, que es destruir el amor. Y eso es lo que pasa cuando le decimos a la gente que practique la contracepción y el aborto”.

Las jerarquías católicas lo dicen siempre, pero dicho por ella es mucho más eficaz. Aquella tarde, el cardenal James Hickley, arzobispo de Washington, lo explicó clarito: “Su grito de amor y su defensa de la vida nonata no son frases vacías, porque ella sirve a los que sufren, a los hambrientos y los sedientos…”. Para eso, entre otras cosas, servía la religiosa. Por eso, entre otras cosas, su proceso de beatificación vaticana fue el más rápido de la historia de una institución que no suele apresurarse —que puede tardar, por ejemplo, cuatro siglos en pedir perdón por apretar a Galileo Galilei o asesinar a Giordano Bruno y tantos otros.

Así que ahora la señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu —lo que quede de ella— debe estar en el paraíso de los beatos, un poquito más abajo del paraíso de los santos, con apenas menos felicidad eterna y menos olor a incienso y mirra y menos intimidad con su Señor pero bastante, pese a todo. La señorita fue una militante muy eficaz de una causa muy antigua: la del conservadurismo católico. Y fue, en el mejor de los casos, una versión mediática y actual del viejo modelo de la dama de caridad: aquella que se dedica a moderar los males causados por un orden que nunca cuestiona o que, en realidad, refuerza. Gracias a esos medios, al aparato de difusión de Roma, la señorita quedó instituida como gran encarnación actual del viejo mito de la bondad absoluta.

Todos —los países, los grupos de amigos, los equipos de voleibol, los grupos de tareas— necesitan tener un Bueno: un modelo, un ser impoluto, alguien que les muestre que no todo está perdido todavía. Hay Buenos de muchas clases: puede ser un cura compasivo, un salvador de ballenas, un anciano ex cualquier cosa, un perro, un médico abnegado, un pederasta con buena verba en púlpito: en algo hay que creer. El Bueno es indispensable, una condición de la existencia. Y el mundo se las arregla para ir buscando Buenos, entronizarlos, exprimirlos todo lo posible. Así que, pese a que algunos intentamos contar un poco de su historia, nadie lo escucha: es mejor y más cómodo seguir pensando que la señorita era más buena que Lassie. La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Teresa de Calcuta, consiguió ser la Buena Universal. Y consiguió, incluso, lo más difícil que puede conseguir una persona, un personaje: entrar en el lenguaje como síntesis o símbolo de algo. Decimos un Quijote cuando queremos hablar de un héroe destartaladamente franco; decimos un Craso cuando tratamos de definir a alguien riquísimo; decimos —desde hace unos años empezamos a decir— una madre Teresa cuando queremos significar que alguien es realmente bueno. Y así ha quedado registrada en nuestra cultura la señorita también llamada madre, amiga de tiranos y estafadores, militante de lo más reaccionario, facilitadora de la muerte.

¿Y usted qué opina?

Martín Caparrós: Por que detesto a la madre Teresa de Calcuta?

http://lobusca.com/martin-caparros-por-que-detesto-a-la-madre-teresa-de-calcuta

Dios desechó a los judíos…

Es demasiado frecuente  que perversos misioneros, inocentes que están extraviados, o simplemente imbéciles, que envíen mensajes insultantes entre los que incluyen la hueca repetición (falsa y necia) que Dios ha dejado a los judíos de lado a causa de que éstos han pecado y ahora son otros los que están bajo la “elección” de Dios. Ellos dicen, en su ciega irracionalidad, que los nuevos elegidos son los que siguen al siniestro y patético personaje de la cruz.

Pero… ¿es eso lo que enseña Dios en Su Sagrada Palabra?

Veamos:

"Y Shemuel [Samuel] respondió al pueblo: -No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal;
pero con todo, no os apartéis de en pos del Eterno, sino servid al Eterno con todo vuestro corazón.
No os apartéis tras las insignificancias que no sirven ni libran, ya que son insignificancias.
Pues el Eterno no desamparará a su pueblo, por causa de Su gran nombre; porque Él ha querido haceros pueblo suyo.
En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Eterno dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y justo.
Solamente prestad suma atención al Eterno y servidLe con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas Él ha hecho por vosotros.
Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis."

(1 Shemuel / I Samuel 12:20-25)

La cosa está clara en la economía Divina.
Vamos por partes.

Y Shemuel [Samuel] respondió al pueblo: -No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal;
pero con todo, no os apartéis de en pos del Eterno, sino servid al Eterno con todo vuestro corazón.

Samuel fue uno de los profetas y jueces más grandes de todos los tiempos.
Su obra es inapelable a ojos de Dios y de los hombres.
Él, en su rol de mensajero de Dios, expresa que es cierto, los judíos –al igual que cualquier persona- también caen ante los errores o extravíos.
¿Quién está libre del mal actuar? ¡Nadie!

Pero él indica claramente que el haber pecado no implica que Dios se haya apartado de la persona,
ni que la persona deba seguir empecinada en vivir en error.
Por el contrario, el profeta de la Verdad enseña con firmeza y reiteradamente: “no os apartéis”.
Si bien has pecado, eso no significa que debas seguir apartado.
¡Todo lo contrario!
Dios, el verdadero y no ese monigote de pacotilla que inventan los “teólogos” del sujeto colgado,
Dios ama el arrepentimiento y aguarda con paciencia y amor hasta el último instante para que la persona se dé cuenta de que ha hecho mal,
se arrepienta y retorne a la buena senda que Él marca.
Él no desprecia a la persona por haber pecado, Él no echa eternamente a nadie al olvido porque se equivocó.
Eso describe más bien al fantasioso dios que es creación de los idólatras, tal como los seguidores del sujeto de la cruz. Ese falso dios es el que desprecia al pecador, envía al “infierno” al que peca, tiene “demonios” para carcomer la vida y el alma del errado, existe un “anti dios” que se regocija con hacer arder al que es malvado… en fin, una incoherencia e irracional teología que es instrumento del EGO para dominar a los que se someten a ella.

El profeta de la Verdad dice que el que hayamos pecado no es excusa para sentirnos sin la Presencia de Dios.
Por el contrario, debemos darnos cuenta de lo que hemos hecho, arrepentirnos, aferrarnos a Dios por medio de servirLo cumpliendo con Sus mandamientos.
Un servicio de TODO corazón, sin hacer pactitos, ni negociados, ni comerciar con Él.
No obedecer a Dios, cumpliendo Sus mandamientos, para que Él te dé algún beneficio aquí o en el más allá.
Tampoco para que lo halagues a cambio de que Él te pague.
ServirLo de TODO corazón, tal es la senda del que es leal a Dios y no del que se inventa excusas para seguir siendo adorador del EGO al que endiosa.

No os apartéis tras las insignificancias que no sirven ni libran, ya que son insignificancias.

El deber es servir a Dios, aunque no seamos perfectos, porque nadie nos demanda que lo seamos.
Servir a Dios, actuar movidos por el deseo de perfeccionarnos pero sin imponernos metas imposibles de cumplir.
No dejarnos boicotear por el EGO, con sus astutas pero simplonas estrategias.
Tampoco inventarnos justificaciones para hacer lo que nos complace, en lugar de enderezar nuestra voluntad según la Divina Voluntad.
Adorar dioses de pacotilla, tal como el monigote de la cruz, es hacer cosas que NO libran, NO salvan, puesto que son insignificancias, el EGO exteriorizado en la payasada de la religión.

El haber pecado o errado en el pasado no es excusa para seguir pecando, para seguir andando en el desvío en lugar de por el sendero.
No tenemos que creernos pecadores eternos por haber hecho el mal.
Muy por el contrario, es nuestro deber hallar sentido a nuestra vida.
Un sentido trascendente, un sentido de vida pleno, y no las cosas insignificantes con las que llenamos nuestras horas.
Nos poblamos de imágenes, de ídolos, de palabrejas, de sectarismos, de mentiras, de plegarias, de cancioncitas idotizantes, de rituales, de subterfugios, de religiones, de jasideísmos, de cabalisterías, de supersticiones, de tantas cosas irrelevantes a las que izamos a lo alto como si fueran realmente importantes.
Dios nos reclama que hagamos otra cosa.
Que seamos leales a Él, que andemos por Su camino, que seamos íntegros (Devarim / Deuteronomio 18:13)., que seamos justos y buenos…
Esto es de Dios y no andar viendo quién es “elegido”, quién es “salvo”, quién tiene algún “don”…
Dios no verá quien es “elegido” y quien no lo es, pues eso es un detalle. Dios verá quien anda según Sus mandamientos y quien no lo hace.
Quien Le es fiel, a pesar de los altibajos, de los contratiempos, de los errores; y quien se inventa dioses para dejar a Dios.

Pues el Eterno no desamparará a su pueblo, por causa de Su gran nombre; porque Él ha querido haceros pueblo suyo.

Dios no dejará jamás de lado a la nación judía, a la que Él escogió como Su nación santa y de sacerdotes.
Él quiso hacer del pueblo judío Su pueblo especial y nunca dejará de cumplir esta promesa.
Él no dejará de amparar a los judíos, aunque los iracundos asesinos quieran contradecirLo, aunque los fanáticos sectarios se inventen nuevas elecciones, aunque los religiosos escupan maldiciones y juren que Dios cambió de parecer.

Puede parecer injusto, poco bonito, pero tal es la realidad según la decretó el Uno y Único.
Él no se arrepiente.
Por tanto, esos pelafustanes que dicen que Dios desechó a los judíos por no aceptar al postrado pecador de la cruz, son unos mentirosos, unos blasfemos, unos asesinos de almas, gente que odia a Dios, lo que los lleva a odiar a los judíos y a toda la especie humana.

En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Eterno dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y justo.

El verdadero fiel a Dios no deja de trabajar por el bienestar colectivo y no solo de él o de los de su secta.
El fiel a Dios construye Shalom, pues enseña acerca del bien y la justicia.
Es el fanático, el misionero, el religioso, el mentiroso, el ladrón de dinero y almas el que maldice al que no cree sus tonterías.
Es el idólatra, el creyente en falsos dioses, el seguidor del tal Jesús/Yeshuah/nombre-que-le-quieran-inventar, el que vive pecando y haciendo pecar, lo que constituye una corrupción tremenda que lleva al mundo al estado actual de caos e inmoralidad general.
El leal a Dios ora y vive en armonía con los Siete mandamientos, si es gentil, o con los 613 mandamientos si es judío.

Nada de maldiciones, nada de reprobaciones, nada de presiones o amenazas… el fiel y líder del pueblo de Dios no anda por la vida manipulando para alcanzar sus vanidosos objetivos.
Tampoco se aprovecha de la debilidad o pobreza para presentarse como “benefactor”, pero al mismo tiempo corromper hasta el hueso a la persona.

Solamente prestad suma atención al Eterno y servidLe con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas Él ha hecho por vosotros.

Queda claro, lo repite el profeta, no somos abandonados por Dios aunque hayamos hecho algo malo en el pasado.
Probablemente habremos de padecer las consecuencias, pero no por castigo de Dios, ni porque hemos perdido el pacto con Él, sino porque cada acción es seguida por su necesaria consecuencia.

Dios nos ama, nosotros debemos amarLe.
¿Cómo?
Atendiendo a lo que Él nos pide: servirle con fidelidad al servir de todo corazón por medio del cumplimiento de los mandamientos que nos corresponden.

Cada persona tiene una lucha interna con su EGO, los idólatras creen ser superiores, perfectos, amados por sus inexistentes dioses, cuando en realidad son siervos estériles de sus EGOS.

El que batalla contra el EGO sin someterse a él, actúa con generosidad, con agradecimiento, recuerda el bien recibido y procura vivir con bien y justicia.
Eso es lo que Dios pretende de ti, no que seas perfecto a tu entender o según evalúa tu seca secta.

Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis

El que se aferra al mal, a su EGO, logra obtener mal e incluso que “su rey”, el EGO perezca junto a él.

No es sirviendo al EGO en sus multitud de disfraces como alcanzamos la plenitud en esta vida y en la eternidad, sino controlando su dominio, liberándonos de su patronazgo para ser leales a Dios por medio del cumplimiento de los mandamientos que Dios nos ha dado para que cumplamos.

Así pues, Dios en Su Palabra NO dice que Israel haya sido desechado, ni que exista otro Israel alternativo.
No hay fe en ningún colgado que tenga alguna significancia.
No es el camino de la religión lo que permite ser salvo.

Tú que estás a la Luz del Eterno lo comprendes.
Tú que estás despertando de la esclavitud del EGO lo alcanzas a comprender.
Pero tú, que sigues repitiendo los lemas malditos de la idolatría, que eres un esclavo del EGO, te negarás a entender nada que pueda ayudarte a ser feliz, libre, pleno, santo.

Resp. 974 – Entonces qué podemos contar

Roger Chain nos consulta:

Moré
Caluroso saludo respeto y admiración
1- Resp 411. Ud cuenta porqué sabe q Dios existe, pero, también escribe «Claro, usted no puede decir lo mismo»…»Los gentiles perdieron el rastro de su memoria colectiva de la cercanía de Dios»
Pregunto, eso significa que:
2- ¿El Eterno no ha estado con nosotros en los momentos decisivos de nuestras naciones?
3- ¿No podemos contar a nuestros hijos lo q Él hace en y por nosotros?
Si no entendí esa parte de la respuesta 411 por favor ayúdeme.
Gracias
Roger Chian – Colombia

 

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Resp. 973 – como educo a mi hija

William nos consulta:

Buenas. Gracias por esta pagina pues es el unico contacto por el momento que tengo con un noajida
Tengo una hermosa hija que esta cursando primer grado el problema es que en la clase de religion le dejan tareas acerca del bautismo,sobre jesus y sobre sacramentos paganos
Sin embargo trato de incunlcarles los valores noajidas pero no puedo omitir esta materia pues es necesaria para que siga avanzando en su en su formacion academica
¿Que puedo hacer en este caso?

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Resp. 971 – conversión reformista al judaismo

gonzaloNJ nos consulta:

Querido Moré,
1- Hace unos pocos días la comunidad Judía Reformista de Barcelona, Bet Shalom (España) ha hecho un macro proceso de conversión; 32 personas. Incluso Judíos Reformistas importantes están impresionados por semejante número.
2- Esos conversos siguen siendo gentiles SI O NO?
3- En caso de que tras su conversión (¿debo decir "conversión?) lleven una vida de respeto a la Halajá eso les hace Judíos SI O NO?
4- ¿Qué riesgos corre el alma de esas personas?
Un fuerte abrazo
Gonzalo Navarro
Gonzalo Navarro, 38 años, empleado postal, Madrid, España

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Observamos lo que somos

Werner Heisenberg, un gran científico gentil alguna vez dijo: “Lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta por nuestro método de cuestionar”.

Interesante.

Nos vemos la realidad, la construimos de acuerdo a quien somos.

Pero, ¿quién somos?

Ah… nada fácil de resolver en pocas líneas, como me propongo compartir contigo ahora.
¿O es más fácil de lo que supongo?

  • Somos Yo Esencial, es decir espíritu, aquello que nos conecta constantemente con Dios, con el todo.
  • Somos Yo Auténtico, el espíritu y el cuerpo.
  • Somos Yo Vivido, que resultan ser las máscaras que vamos asumiendo a lo largo de nuestra existencia terrena.

Estas máscaras suelen presentarse y considerarse como el Yo, como el único e importante, siendo que en verdad son aditamentos, condiciones externas que tomamos o nos imponen, que se convierten en centro cuando son solamente periferia. Nos embarcamos en desarrollar y conocer nuestro Yo Vivido y perdemos la pista a nuestro Yo Auténtico.

El Yo Vivido es expresión del EGO, por tanto engaño, instrumento de dominación y manipulación, herramienta para mantener en estado de impotencia y apartados de nuestro real poder y nuestra real conexión con nuestro ser, con el prójimo y con Dios.
Al enfocarnos en lo vivido dejamos de atender lo auténtico.
Nos alejamos de lo que conecta para girar en torno a lo que aliena.
Perdemos la energía, nos debilitamos, erramos, fallamos a nuestro sentido de vida.

El desvío del camino certero se dice en hebreo “jet”, que comúnmente se traduce como “pecado” ((Se puede clasificar de modo más preciso, pero nos conformaremos ahora con una simplificación. Se puede profundizar buscando lo publicado en el sitio.)).

Pecado, significa en su sentido original hebreo hacer un desvío, errar el blanco.
No implica una cuestión moral o religiosa, sino que es un concepto afín al “excursionismo”, o mejor aún al “senderismo”.
Hay un camino delimitado, señalizado, comprobado en su eficiencia, en este caso diseñado y especificado por Dios para el hombre.
Al salir de los bordes, al quebrar las pautas, al apartarse del sendero, se está “pecando”.

El cumplir con los mandamientos que Dios te ha dado (Siete Universales para los gentiles, los que corresponden de los 613 para los judíos), es acatar las reglas, seguir las guías, andar con seguridad por el camino establecido por Dios para ti.
Por tanto, cada mandamiento cumplido, es un paso hacia la meta sagrada de vida.
En otra imagen que empleamos en otras ocasiones, cada mandamiento a tu haber es otro eslabón que te conecta con la vida.

Creo que te das cuenta que el pecado es una deficiencia en la conexión con la vida.
Cuando pecamos estamos debilitando nuestro vínculo con el ecosistema, con nuestro vecino, con Dios pero también con nosotros mismos.

¿Qué nos lleva al pecado?
Básicamente el EGO.
Permíteme que te recuerde los grados del pecado, de menor a mayor:

  • Por error.
  • Por ignorancia.
  • Por comodidad.
  • Por rebeldía.

En ocasiones la ignorancia y el erro, pero casi siempre la comodidad y la rebeldía son expresiones directas del EGO que nos carcome desde dentro y nos somete a su primado.
No te lo explicaré ahora, te dejo la tarea que medites, reflexiones y te des cuenta (y compartas luego con nosotros) cómo se conectan estos grados del pecado con el imperio del EGO en ti.

Anda por allí nuestro sistema de creencias, la identidad que hemos adoptado, la necesidad de sentirnos con poder y en control, las etiquetas y roles con las cuales procuramos sostener nuestra imagen “pública” que sentimos eternamente en falta y herida.

Podemos intentar responder a las siguientes cuestiones:

  • ¿Cuáles son mis conductas más habituales?
  • ¿Cuál viene siendo mi patrón de conducta en lo que respecta a la conexión?
  • ¿Qué estoy  construyendo con mi estilo de vida?
  • ¿Tengo presente y soy consciente de mi estado de conexión conmigo, con el prójimo, con el ecosistema, con Dios?
  • ¿Qué estoy haciendo para mantener limpia la luz que irradia desde mi esencia espiritual hacia el resto de mi personalidad?
  • ¿Tengo claro cuánto de EGO hay en mi forma de vida?

Da por sentado que no nos agrada sentirnos inseguros, padecemos la incertidumbre.
Ambas nos retrotraen a la pesadilla inicial de la absoluta impotencia.
Por tanto andamos a los tumbos por la vida consiguiendo aquello que nos asegure el sentirnos seguros en todos los planos materiales: mental, social, emocional y físico.
Andamos a la búsqueda constante de trofeos que nos amurallen en la sensación de seguridad y control.
Pretendemos armar un orden que nos organice nuestra vida y así dejar fuera la ansiedad y la angustia.
A veces nos engañamos, porque creemos lograrlo.
Pero ese orden, esa falsa seguridad es una ilusión, que deja de percibir el influjo del EGO, niega lo que está sucediendo para de esa forma pretender que todo está bien.
Pero allí sigue reinando el caos, la impotencia.
Por lo cual, si una breve ficha se mueve, sentimos que se tambalea toda la estructura, se nos dispara el estrés, nos hundimos en angustia, recurrimos a desesperados manotones para sostenernos en precaria estabilidad.
Así estructurados nos inclinamos a construir una realidad poblada de etiquetas, ponemos cada cosa en compartimientos catalogados y enumerados, tejemos redes que contengan aquello que nos puede hacer percibir nuestra debilidad interior.
Adoramos ídolos, endiosamos al EGO que se nos presenta como el “salvador”, como “camino, verdad y vida”, todo para huir con desaliento de esa tremenda muerte en vida que fue el padecer la impotencia inicial.
Nos llenamos de aire, nos enviciamos, perdemos la conciencia con todo tipo de adicciones, nos regodeamos con cosas superfluas, nos afiliamos a dogmas y clubes insubstanciales, nos hacemos fans de sectas en sus diversas caricaturas, imponemos cierto orden en el caos, para no ordenar el caos interior que sentimos como irrecuperable.
Cosificamos al prójimo, masificamos nuestras relaciones, por lo que nos petrificamos nosotros mismos, así es fácil comprender que adoremos dioses de piedra y madera, aire al que adulamos como divinidad.
La raza, el país, la bandera, el partido, el cuadro deportivo, el ídolo del espectáculo, el jugador de fútbol, el pastor, el rabino, el Rebbe, el cabalistero, los ángeles, dioses, las creencias, los líderes, el cónyuge, el padre, la naturaleza, etc. vienen a ser los nuevos dioses que tienen la mágica respuesta, el orden anhelado, el poder y el control que se fantasea adquirir para escapar de la tremenda sensación de impotencia.
Todo es lo mismo: EGO.

El apego a lo pasajero, el afán por lo falso, el servilismo al EGO, el llorar por lo que no vale, el morir por ideales absurdos, el matar por adquirir prestigio… desconexión, pecado, debilidad, auto impulsarse a caer en esa impotencia que tanto se teme y de la que tanto se huye.
Es simpático… para escapar de la impotencia uno se mete por completo en un círculo vicioso que arrastra hacia la continua impotencia…

El miedo nos ahoga, la duda, el conflicto, porque no andamos por la senda de la conexión, sino por la del deseo oscurecido.
Cada instrumento que aplicamos para procurar corregir nuestro mal, termina por desviarnos aún más.
Entonces, no es extraño que la religión sea poderosa, el fanatismo, los terroristas ponderados como luminarias actuales. No tiene nada de raro que en cualquier parte estemos inseguros, que los malandrines gobiernen, que la corrupción sea habitual. Es que el falso orden que imponemos desde el EGO no es más que una faceta del caos irreverente de nuestro interior mal trabajado y peor encausado.

El EGO para todo encuentra respuestas, y si no… las inventa.
Es hora de hacer que nuestra voluntad se acompase con la Divina Voluntad, de acuerdo a lo que Él decreto para cada uno según su propia identidad espiritual.
Noajismo para noájidas.
Judaísmo para judíos.
De esta forma estaremos en la vía de la conexión, del verdadero orden, del dominio sobre nuestra realidad, la que construiremos con la pureza de las doctrinas correctas y las acciones de shalom.

Maimónides acerca de una visión de salud integrada

El gran maestro RaMBaM ha dado numerosas consejos y reglas al respecto del cuidado y promoción de la salud del individuo, de la sociedad e incluso del entorno.
Si bien vivió hace ocho siglos atrás su visión trascendente, su conocimiento sagrado, le permite seguir resonando con fuerza aún en nuestros días.
Si bien los avances de la tecnología y del saber nos han provisto de novedosas herramientas y conceptos, es bueno que demos una mirada a las palabras del maestro.
Para lo cual iremos citando y analizando someramente el capítulo 23 del tercer tomo de su magna obra “Guía de los Descarriados o Perplejos”.

Ya en su título nos encontramos con una directa relación de las mitzvot con la temática de la salud: “DE QUE LOS PRECEPTOS DIVINOS PERSIGUEN ASEGURAR EL BIENESTAR DEL CUERPO Y DEL ESPÍRITU DEL HOMBRE”.
Los preceptos divinos, es decir las mitzvot, tienen una finalidad, la cual es proveer de bienestar al ser humano íntegro, tanto en su faceta corporal como espiritual.

Notemos que en este texto es posible asimilar lo “corporal” con lo “material” del ser humano, por tanto cada vez que encontremos el término “cuerpo” o “corporal” podremos traducirlo a lo que conforma la materia del ser humano.

En cuanto a lo espiritual, es un concepto amplio y a veces confuso.
Para tener un marco compartido y eficiente de comprensión convengamos en lo siguiente:

· Nefesh –alma- hace referencia a la energía vital, aquella que nos sostiene con vida en Este Mundo.

· Neshamá –espíritu- indica al menos tres ideas simultáneas:

o La información que se recopila constantemente, consciente o inconscientemente, por parte de la persona.

o La conexión inquebrantable que conecta al hombre con Dios.

o Aquello que no es corrompido de ninguna forma por el trajinar en Este Mundo y permanece en existencia luego del deceso del individuo.

Así pues, Maimónides nos asegura que los mandamientos que el Eterno ha dado a cada uno para cumplir necesariamente llevan a un estado de salud tanto en lo material como en lo espiritual.
Al ser lo espiritual un fondo incorruptible, se está indicando que las acciones de salud no solamente tendrán efectos en Este Mundo sino que también en el Mundo Venidero.

Continuemos con el texto del maestro: “El designio general de la Torá es doble: Asegurar por una parte la felicidad del espíritu, y por otra, el bienestar del cuerpo.”

El objetivo de la Torá es que la persona alcance la felicidad en su plano espiritual al tiempo que su plano material goza de bienestar.

Es interesante que notemos que no habla del bienestar del espíritu, sino de su felicidad.
Uno de los motivos podría ser que el espíritu en sí mismo jamás es modificado por la conducta de las personas.
Lo que se puede dañar y reparar es el nexo que se establece entre el espíritu y el cuerpo, pero nunca se llega a modificar el espíritu en sí mismo.
El espíritu es un lazo divino, está por fuera de los parámetros tiempo/espacio que conforman lo material. Es la conexión continua y constante que no depende de nuestra voluntad o conducta.
Sin embargo la conexión a nuestro espíritu es pasible de cambios a causa de nuestra conducta.
Cada acto erróneo, cada pecado, cada transgresión, es como una mancha, como una cáscara que se interpone entre nuestra esencia espiritual y nuestro Yo Vivido.
Cuanto más nos hundimos en errores o pecados, significa que más cáscaras hemos permitido que bloqueen el influjo positivo que irradia desde el plano espiritual.
Nada de lo que hagamos afecta nuestro espíritu, ni para bien ni para mal. Sin embargo nuestro ser íntegro se afecta, puesto que no recibimos la “luz” espiritual desde nuestro interior, al tiempo que nos poblamos de información negativa.
Para comprender mejor estas ideas precisamos de dos imágenes que nos sirvan como analogía.

La luz de este farol no cambia ni se perjudica si el vidrio que la circunda se va llenando de manchas que la oscurecen.
Hacia fuera hay menos luz, pero ésta permanece en realidad tan brillante y diáfana como siempre.
Cuando se limpia el vidrio, cuando se van quitando las manchas, es que la luz vuelve a ser percibida por el afuera. En apariencia hay más luz, cuando en realidad lo que hay es menos cáscaras interponiéndose entre ésta y el afuera.
Así pues, ninguna acción nuestra toca la llama, aunque a la vista pareciera que sí.

La segunda analogía es cómo se llena de información negativa y sin embargo no se afecta.

Probablemente hemos escuchado hablar de la fibra óptica.
Un material transparente por el cual fluye un haz de luz que transporta información.
Millones de datos viajan a velocidad fantástica en forma de luz, la cual no cambia su esencia.

Los preceptos divinos permiten llenar de información positiva, de felicidad, esas transmisiones que se establecen en el espíritu personal. Es gozo que deleita en Este Mundo pero que queda también para ser disfrutado en el Mundo Venidero, en lo que podemos entender como el deleite del paraíso.

Al ser definida como felicidad le reconocemos un componente subjetivo, pues cada quien percibe la felicidad de acuerdo a quien es. Sin embargo el generador de esta felicidad espiritual siempre está vinculado a la acción en consonancia con los mandamientos divinos que corresponden a cada quien.
Esto es, ninguna felicidad verdadera puede estar en desequilibrio con los mandamientos.

Para este plano material el objetivo de la Torá es brindar bienestar, que es un concepto que incluye lo objetivo y lo subjetivo. Al respecto trataremos más adelante.

Al actuar conforme a la Torá se estaría posibilitando el bienestar y felicidad para la persona.

Continuemos con la palabra de Maimónides: “Promuévese la felicidad del espíritu gracias a las correctas opiniones y doctrinas que comunica la Torá al pueblo, según su capacidad.”

Como habíamos mencionado anteriormente, al actuar conforme al sentido de la Torá se reducen los bloqueos entre el espíritu y lo material. Se eliminan falsas creencias, se extirpan las supersticiones, se desvanece el poder de las religiones, las ideas fantasiosas ocupan el lugar que merecen, las ideas se ordenan, por lo que la persona tiene un pensamiento más claro, una conducta más equilibrada.

Sigue el maestro: “Algunas de estas doctrinas se comunican en forma llana y sencilla, otras, en alegoría; porque ésas son manjar demasiado fuerte para que la común capacidad del vulgo las asimile.”

Algunas ideas se expresan de modo directo, por ejemplo: “No robes”. Para la generalidad de las personas es comprensible vertido de tal modo.
En ocasiones las ideas son extraídas de historias, de relatos, de ejemplos, de un modo indirecto, para que así sean captadas por las personas o se extraigan moralejas que resultara árido expresar de otra manera. Ejemplo: el patriarca Avraham se había circuncidado hacía tres días, tenía dolor y fiebre y sin embargo salió presuroso a recibir a tres extraños para hospedarlos, les brindo agua y buena comida, los acompañó, se encargó de ellos como si fueran príncipes. De esta anécdota se derivan numerosas ideas, de las que mencionamos: recibir visitantes, ser solidario, no juzgar por apariencias, el altruismo libera del dolor, entre otras ideas sublimes y necesarias.

Al actuar en sintonía con estas buenas enseñanzas, tanto las formuladas de manera directa como indirecta, estamos rompiendo la esclavitud al EGO, liberándonos de las celditas mentales que nos encierran, adoptando estilos de vida saludables.
Todo esto nos provee de gozo, de aquella felicidad que corresponde al plano espiritual.

En cuanto a lo material: “Consolídase el bienestar del cuerpo mediante la adecuada ordenación de las relaciones conforme a las cuales vivimos unos con otros. De dos maneras puede alcanzarse esto: la primera, alejando la violencia de nuestro medio, esto es, logrando que cada cual haga, no lo que le place, puede y desea, sino lo que contribuye a la común felicidad; la segunda, enseñando a cada cual las normas morales susceptibles de producir un buen orden social.”.

El bienestar radica en un “estar bien”.
Esto es, que cada componente se encuentre en su lugar y orden correspondiente.
Que se establezcan las relaciones armónicas y por tanto se reduzca el efecto perjudicial del caos.

El orden incluye un apartarse de lo que es prohibido, por ser perjudicial; pero también un aproximarse a aquello que es permitido, por ser beneficioso.

El EGO rechaza el orden, promueve el caos, puesto que en esa situación es que impera la impotencia, la cual es aprovechada por el EGO para seguir manteniendo su dominio sobre la persona.
Por lo cual, al actuar de modo altruista, solidario, generoso, comprometido, reconociendo los límites, se está destituyendo al EGO de su falso sitial de predominio para permitir a la persona desarrollar sus potencialidades, hacer uso de sus capacidades, encontrar el bienestar armónico interno y externo.
En tanto sea el EGO el que comande las acciones, el caos seguirá imperando, la impotencia no dejará de sentirse en cada ocasión, la persona estará reducida a la esclavitud y a la enfermedad.

La salud individual no es independiente de la salud colectiva y del entorno.
Por tanto al irse ordenando las relaciones entre los factores internos, entre las personas, entre ellas y su medio, la salud se extiende y fortalece.

Por tanto, parece necesario ampliar el alcance de nuestra idea de salud y de nuestra idea de persona. No basta con centrarse en el individuo, y así es como lo entendió y manifestó Maimónides: “Porque ha sido hallado que el hombre goza de una doble perfección: La una es la perfección del cuerpo, y la otra la del espíritu. Consiste la primera en la salud que sólo es posible cuando el hombre puede suplir sus necesidades a medida que se presentan, alimento, abrigo, baño, vestido, y cosas del mismo linaje. Pero el hombre no podría a solas procurarse todo esto; es imposible que un hombre aislado alcance bienestar y comodidad, lo cual sólo es hacedero viviendo en sociedad, pues que, como bien sabes, el hombre es por naturaleza sociable.

El plano material, por su misma naturaleza es cambiante y formado por diversos elementos.
Para facilitar nuestra comprensión señalamos cuatro dimensiones que la forman:

· Mental: pensamiento, imaginación, creación, razonamiento, creencias

· Social: valores, códigos compartidos, cultura, tradiciones, lenguaje, reconocimiento

· Emocional: estima, disfrute, afecto, intimidad, autovaloración

· Físico: el cuerpo y sus necesidades básicas, que son objetivas y sin las cuales la persona muere.

Estas dimensiones están íntimamente entrelazadas, es muy difícil encontrar que se pueda aislar una de las otras. Cada una afecta y es afectada de manera diversa.
Si bien es posible discernirlas, elaborar ideas al respecto de ellas, no dejan de asentarse en lo corporal, no dejan de ser elementos que constituyen un sistema complejo.
Por tanto, aquellas doctrinas que niegan alguna de las satisfacciones necesarias a cualquiera de los planos, están en discordancia con el plan de Dios expresado en la Torá, reniegan de la salud, atentan contra el bienestar de la persona y de la comunidad.
Es imposible pretender aislar al hombre, cercenarle sus derechos, impedirle la obtención de aquellos satisfactores que no colisionan contra la Divina Voluntad.
Una cosa son los mandatos del EGO, que impulsa el caos, que deteriora la salud individual, colectiva y ambiental; y otra cosa es el reclamo o anhelo por alcanzar la satisfacción en aquellos factores que son permitidos.

Prosigue Maimónides: “La segunda perfección consiste en que llegue a ser de hecho inteligente. Esta segunda perfección ciertamente no incluye cualquier acción o conducta, sino sólo conocimiento, al cual se llega reflexionando e indagando. Y es claro que esta segunda y superior categoría de Perfección sólo puede ser alcanzada cuando ha sido satisfecha la primera; porque la persona; que padece hambre, sed, calor o frío en demasía, no puede concebir una idea, ni cuando se la comunican otros, ni menos aun cuando ha de alcanzarla por propio razonamiento.”.

Es imposible pensar correctamente cuando los tres planos anteriores están desbalanceados.
Por tanto, la salud requiere no solamente de un organismo en armonía, sino también de las emociones correctamente balanceadas, relaciones sociales saludables lo que permite el despliegue mental acorde a la capacidad personal.
El plano mental ejerce su potencial de acuerdo a su capacidad biológica, a los contenidos con los que ha sido llenado y a las facilidades que permite el entorno.
Entre los contenidos que repercuten en lo mental están los mensajes que provienen de afuera pero también de las propias emociones.

Por otra parte, es necesario comprender cómo el plano mental sirve como puente hacia el plano espiritual.
El plano espiritual se satisface por medio del cumplimiento de mitzvot (aquellas posibles y pertinentes) y por medio del estudio de Torá (lo que sea pertinente).
Como menciona Maimónides es necesario el orden para alcanzar la perfección.
Un pensamiento ordenado, en el cual los factores emocionales impulsan hacia la armonía, los elementos aprendidos potencian la creatividad y el razonamiento, en un entorno cultural que favorece el análisis y la investigación, es un factor sustancial para adquirir el conocimiento necesario para llevar a cabo los mandamientos así como extirpar las creencias y doctrinas que entorpecen el desarrollo personal y colectivo.

Sigue Maimónides: “Una vez conseguida la primera perfección es posible llegar a la segunda, la más noble, sin duda alguna, ya que merced a ella sola el hombre es inmortal.”.

Como ya hemos explicado, lo que queda del individuo tras su muerte es su espíritu con la información que recabó durante su transcurso de existencia mundana.
La inmortalidad, la eternidad, la vida postrera por tanto depende de alcanzar grados de equilibrio corporales que permitan un correcto despliegue del ser humano, que lo lleve a actuar conforme la Torá, por medio del cumplimiento de los mandamientos que le corresponden. De tal forma adquiere su porción de gozo para deleitarse en el Mundo Venidero.
Pero si el hombre padece, sobrevive entre carencias, lleva su vida por caminos de insatisfacción en cualquiera de los planos que lo conforman, está poblando de información negativa su porción de eternidad.
Es por tanto imperioso lograr un equilibrio multidimensional, para uno y para el conjunto de los miembros de la sociedad.
Esto permite el despliegue de los propios potenciales, el bienestar y la felicidad, que son finalidad de la Torá, según resalta Maimónides.

Concluye el maestro: “La verdadera Torá, que es una, y fuera de la cual no hay otra Torá, de nuestro Maestro Moisés, aspira a otorgarnos esta doble manera de perfección.”

Refuerza lo expuesto anteriormente e indica que no hay otra “ley espiritual”, ninguna forma de reemplazar las enseñanzas y mandamientos que la Torá provee para una salud completa, que incluye lo espiritual.

Una síntesis, tal cual amplía Maimónides en el Capítulo 31, podría ser: “El verdadero objeto de los seiscientos trece preceptos es inculcar alguna verdad, desvanecer alguna opinión errónea, consolidar el trato social, disminuir el mal, educarnos en buenas maneras y advertirnos contra las malas costumbres.”

Esta prédica del maestro no son conjeturas o sabias ideas personales, sino que se fundamentan profundamente en la propia Palabra del Eterno:

Y el Eterno nos mandó que cumpliéramos todos estos estatutos y que atendiéramos siempre al Eterno nuestro Dios, para que nos fuera bien todos los días y para conservarnos la vida como en el día de hoy.” (Devarim/Deuteronomio 6:24)

El bienestar todos los días, por medio de atender la Palabra del Eterno y cumplir con los mandamientos.
El preservarnos con vida como hoy, a pesar de ya haber dejado Este Mundo.

No vemos al hombre como desconectado, como aislado, como caótico, pues tal es el engaño que promueve el EGO.
En tanto que el hombre integrado, en armonía interna y externa, es el camino que establece la Torá. Una integración del hombre consigo mismo, con el prójimo, con el colectivo, con el mundo y con lo eterno. Todo esto atravesado por su conexión con Dios.

La salud se forma entonces por el desarrollo de un estado de desconexión hacia uno de mayor integración y conectividad multidimensional.