¿Cuál sería el profundo origen de la idolatría en el individuo?
Tras un detenido análisis podemos apuntar algunos falsos inicios, a saber:
- no se origina en una búsqueda de múltiples divinidades,
- tampoco en un deseo por abandonar al Dios verdadero,
- ni siquiera en la ignorancia de la existencia de Dios.
Estos tres falsos orígenes se demuestran como falsos con una sola respuesta.
El espíritu de toda persona es puro, es hilo de contacto inquebrantable con el Eterno, ninguna acción u omisión puede cambiar su esencia o cancelar su nexo sagrado.
Es una fuerza constante que nos vincula a lo Santo y se opone con vehemencia a cualquier atisbo de contrariar tal unión sagrada.
Es consciente de Dios y Su existencia singular, lo desea con fidelidad, rechaza cualquier pecado o cualquier falsa creencia.
Por tanto, en el seno más profundo y autentico de cada persona no hay posibilidad para que surja el deseo por ninguna desviación, especialmente no la que niega o se opone a Dios.
Este Yo Esencial, nuestra esencia espiritual perfecta, de estar al mando de nuestra vida nos llevaría por sendas de justicia y bondad siempre. Habría posibilidad de error, de equivocación, pero no de malicia, rebeldía o cualquier otra forma activa/pasiva de contrariar a Dios.
Sin embargo, nuestro Creador no quiso que estuviéramos comandados directamente por el Yo Esencial, sino que nos creó con un cuerpo, con necesidades, sujeto a dificultades, mecido por emociones y pensamientos, sujeto a otros seres vivos y factores ambientales.
No somos simplemente un Yo Esencial, pleno espíritu en completa armonía constante con Dios.
Tampoco somos solamente un yo Auténtico, en el cual espíritu y cuerpo forman una perfecta sinfonía netamente orientada a lo bueno.
Sino que nuestra Luz interior se ve sometida a ser envuelta por “klipot”, encascarada, por el velo que corre el EGO y sobre el cual se va construyendo nuestro Yo Vivido.
Un Yo Vivido que es conflicto, que es drama, que es contradicción, que es forcejeo de tendencias, que es decisiones entre seguir el camino del bien o apartarse de él.
Esta posibilidad de optar, esta realidad contradictoria que somos, este Yo múltiple que se exterioriza a través del Yo Vivido, es lo que nos da el potencial de crecer hasta alturas inmensas o de caer a abismos oscuros.
Por ser creados de esta manera es que tenemos libre albedrío, capacidad de escoger entre el bien y su contrario, lo que nos dota de un poder único entre las criaturas de nuestro mundo.
Es nuestra tara nuestra mayor ventaja.
Entonces, el origen de la idolatría no está en lo más profundo y auténtico del ser humano individual, sino en algún punto externo a la esencia, que se origina en el velo del EGO sobre la Luz del Yo Esencial.
Seamos más descriptivos para posibilitar una mayor conciencia.
Al nacer el bebe se haya inmerso en un estado de casi plena impotencia, imposibilidad extrema de sobrevivir, de actuar de algún modo constructivo para proteger su existencia del espantoso trauma que conlleva el nacimiento.
Su Yo Esencial se mantiene imperturbable, como estará por todo el transcurso de su existencia terrena.
Pero su Yo Auténtico, en su dimensión corporal está siendo atrozmente atacado por miles de agresiones, involuntarias pero agresiones al fin, que recibe a través de sus cinco sentidos, desde dentro y fuera de su cuerpo.
Está sumergido en un valle de dolor insoportable, no es el momento para que te describa nuevamente lo que ya hemos enseñado en otra oportunidad, pero debes quedarte con la idea de que nacer es una tortura espantosa, indescriptible.
Gracias a Dios nuestro cerebro aún no ha madurado lo suficiente como para guardar registros mnemónicos que nos puedan extirpar la alegría y el disfrute más tarde.
Gracias a Dios venimos pobremente equipados en esos primeros momentos, lo que nos sirve, en cierta medida, como defensa ante el ataque masivo que representa el nacimiento.
Sin embargo, quedan rastros y huellas en lo más profundo de la memoria primitiva, arcaica, reptileana, en los recovecos más oscuros de nuestro cerebro, lo que se traduce en todo tipo de desbalances, enfermedades, malestares, trabas que se irán suscitando a lo largo de la vida del sujeto.
También en aquel momento nace una defensa primaria, muy pobre, reducida en poder y recursos: el EGO.
Sirve como mecanismo de defensa y supervivencia, al llamar la atención con las rudimentarias herramientas que el EGO dispone (gritos, llantos, pataleos) o para desconectar a la persona de la realidad sumiéndola en la inconsciencia (dormir, fantasías, etc.).
El EGO pues, en aquel primer momento terrible, pesadillesco, es nuestro “salvador”.
Y sí, lo es en cierta medida.
El problema es que unos días o semanas más tarde el niño adquiere otras herramientas de supervivencia, va madurando fisiológicamente también, por lo cual el rol del EGO debiera irse reduciendo más y más, hasta quedar desprovisto de todo rol en la vida cotidiana.
Sin embargo, algo falla en la casi totalidad de las personas, o algo parece fallar, ya que el EGO no queda en stand by, sino que persiste y se niega a dejar el rol de “salvador”.
Va consumiendo energía que debiera canalizarse en actividades generadoras de placer, de crecimiento en todo plano, para no perder su sitial.
El EGO se pone en el lugar de dios, para que lo adoremos y así no perder él su sitial de mando sobre nuestra vida.
Actúa de tal manera que consigue hacernos sentir impotentes, nada, basura, pecadores, infames, débiles, estúpidos, nulos, vacíos, indefensos, de modo que luego se presenta nuevamente como “salvador” y nos hace creer que nos restituye a una posición segura y poderosa.
Endiosamos al EGO.
Somos EGÓlatras, adoradores del EGO, porque el EGO nos hace creer que sin él no somos nada, somos polvo cósmico a merced del espantoso sufrimiento del infierno del nacimiento.
Y desde lo más profundo, desde nuestra plena convicción carnal, no queremos volver a pasar por algo tan horrible como fue esa experiencia traumática del nacimiento.
Así que nos dejamos caer en los pobres bracitos del EGO, al que llamamos “salvador”, “redentor”, “dios”.
(Estoy usando un lengua poético para que las ideas sean comprensibles y fácilmente asimilables, en realidad el EGO no tiene conciencia, no es un ser aparte, no es como un pequeño demonio en nuestro interior que nos posee y con su inteligencia hace trampas. El EGO es una parte de nuestro ser, natural, buena en el primer momento, que luego funciona de un modo en apariencia “demoniaco”).
Atención, el uso que estamos haciendo aquí de la voz EGOlatría no es el mismo que encontrarás en cualquier diccionario.
NO es “Culto y veneración que una persona se profesa a sí misma”, sino culto y veneración que una persona profesa hacia un mecanismo primitivo suyo, que denominamos EGO. EGO que usurpa lugares y fagocita fuerzas lo que lleva a debilitar al individuo, generar conflictos con otros, destruir sociedades, impedir el crecimiento en todos los ámbitos, etc.
El individuo se deja vencer por el sentimiento de impotencia y recurre a un “salvador” maravilloso que lo salve del mal.
Tal “redentor” es el EGO.
Es la EGOlatría, según te estamos explicando hoy, el verdadero origen de la idolatría.
Todo idólatra es en el fondo un siervo de su EGO.
Y esto incluye a aquellos que hacen de Dios, el verdadero, un ídolo, y comercian con Él, pretenden manipularlo, lo hacen una estatuita, le quitan Su identidad, lo cosifican, lo humanizan, lo asocian a otras entidades “espirituales”, lo empobrecen, lo limitan, etc.
Se puede ser un ferviente “religioso”, muy cumplidor de los preceptos que atañen a cada uno por decisión de Dios (Siete para los gentiles, 613 para los judíos), y sin embargo ser también un idólatra inconscientemente.
Se puede tener mucha “fe” en Dios, negar ser uno idólatra, pero cuando se permite a sí mismo vivir bajo el poder del EGO, buscando constantemente un “salvador” que resuelva los problemas cotidianos, entonces se está dejando al EGO en el lugar de Dios, aunque se diga creer y adorar al verdadero Dios.
Creo que para muchos este texto, en particular este párrafo, puede ser duro de digerir, por lo que pido relectura, análisis cuidadoso, entender parte a parte
Así pues, volviendo al comienzo de nuestro texto, en la raíz de la idolatría, el idólatra no pretende destituir a Dios, no quiere tener muchos dioses, no está desconectado de Dios, no ignora en lo profundo a Dios, pero se siente impotente, siente un miedo atroz a no volver a sufrir la calamidad del terror del nacimiento, se siente necesitado por un “salvador”, entonces hace surgir al EGO en todo su “esplendor” como un dios y salvador.
Las religiones, grandes y pequeñas, más o menos sectarias, usan con habilidad al EGO para obtener lo mismo que éste.
Hacen sentir a sus feligreses culpa, miedos de castigos insoportables, les hacen creer que son ridículos, pecadores, extraños, ajenos, débiles, errados, miserables, necesitados de salvación mágica; entonces, se ponen ellos y sus dioses como salvadores, como el único camino, la única vida posible.
Niegan al feligrés la posibilidad de ser libre, de madurar, de ser responsable, de hacer su parte, de ser socio de Dios, de servir a Dios y no a dioses (hipóstasis del EGO).
Embarullan con gritos, pataleos, violencia, llantos, sentimentalismos, culpas, amenazas, infiernos, posesiones diabólicas, sugestiones, supuestos milagros, mitos, palabrería en un etcétera variado que tiene por finalidad dejar a la persona en un estado de indefensión y perplejidad típica de un recién nacido.
Así se aprovechan de la persona, de ti.
¿Cuántas veces te ha maltratado tu líder religioso pero o has aceptado con “humildad”?
¿Cuántas veces te señalaron como pecador aunque poco y nada hubieras hecho de mal según perspectiva del Dios verdadero?
¿Cuántas veces te prometieron salvación, sanidad, riqueza, éxito, es decir no-impotencia, a cambio de someterte a sus dictados?
EGO y más EGO.
El tuyo que forma alianza con el de ellos, el de todos en el EGO de las religiones.
Te reitero lo que dije hace un rato, tendrás varias barreras para tomar conciencia plena de esta enseñanza de Luz y Liberación, muchas contras se pondrán en tu camino, muchísimas.
Ya lo sé, pero tú no.
Así que es tiempo de releer, comprender aún mejor, profundizar y hacer el intento de ver con ejemplos de tu vida diaria y de la gente que conoces para ver como la enseñanza cuadra exactamente con lo que has vivido, lo que has percibido, lo que te ha parecido y hasta ahora no tenías noción ni forma de describir y denunciar con firmeza.
Las excusas abundan, son hábilmente usadas por el EGO y sus esbirros.
La palabrería es un recurso del cual hace uso el EGO y sus cómplices.
El envolver a las personas en tretas, trampas, jueguitos de espejismos es más de lo mismo.
Todo lo que te somete a la impotencia, lo que te reduce de tu altura, lo que te hace creer que no tienes valor a no ser que te asocies con “eso”, simplemente es el EGO que te abduce y te obliga a adorarlo.
Triste panorama para la humanidad, pues es así como estamos viviendo.
Pero más triste es cuando los que se dicen seguidores de Hashem, sean judíos o noájidas, actúan de similar manera y hacen de Dios un dios, un ídolo más… pero presumen de sus títulos de nobleza, de sus cuentos de sabios, de sus conocimientos eruditos a nivel intelectual pero que escasamente sirven para erradicar las máculas del EGO de sobre sus almas.
Maimónides (Hiljot Jametz UMatzá 7:4) describe a los idólatras iniciales como «כופרים וטועין אחר ההבל ורודפים אחר עבודה זרה – negadores, extraviados detrás de lo sin sentido siguiente y gente que corre con ansia detrás del ‘culto ajeno’.»
Este lenguaje triple es inusual e instructivo.
En él se explica el proceso por el cual un individuo se convierte en un idólatra.
Primero se niega el nexo con Dios, el propio poder, la facultad inmensa que Dios nos ha dado, al tiempo que nuestras verdaderas limitaciones e impotencias.
Se niega la realidad, para sumergirnos en un mar espantoso de impotencia, de imposibilidad, de dependencia extrema de otros.
Segundo, al estar ya convencidos de nuestra nulidad –ficticia pero creída como cierta- la persona se desespera por salvarse, por sobrevivir a lo que cree el fin del mundo, entonces recurre a cualquier cosa vana, sin sentido, pero que se instala como la “única verdad, la única salvación, la única vida”. En lugar de buscar el propio poder, el lazo sagrado con Dios, uno se desploma bajo la impotencia y se va admitiendo de a poco los mensajes nocivos y tóxicos que provienen del EGO y sus esbirros.
Tercero, cuando ya ha negado su poder, cuando ya está extraviado de la verdadera senda del amor y servicio a Dios, entonces procura con desespero llenar ese vacío existencial, esa impotencia real en la que se ha sumergido, y cualquier “culto ajeno” parece servirle por un tiempo, como una droga, como un anestésico, para mantenerlo sometido al EGO. El desespero por el “culto ajeno” puede incluir la voraz avidez por parte del noájida por adquirir cuestiones que son propias y exclusivas de los judíos, lo que es ajeno para el noájida aunque relevante y correspondiente al judío.
Bajo el comando del EGO la persona se pierde y se toma de lo que considera su madero de salvación, endiosa a lo que no es dios, o limita a Dios.
Tal el origen del mal para el hombre.
(Este texto debe ser releído, estudiado, comentado con seriedad y en lo posible transmitido, difundido, hacerlo llegar a más y más personas con la meta de traer más luz al mundo y la verdadera redención, que sobrevendrá cuando no dependamos de los espejismos del EGO.)