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Vivir en el tiempo de DIOS


Hace un rato le dije a un querido amigo: “no siempre lo que queremos es lo mejor para nosotros”.

Quise compartir contigo también esta enseñanza, creo que es importante tenerla en cuenta.
Nos evitará amarguras innecesarias, quejas sin motivo, fantasías pueriles dolorosas, rupturas dramáticas, esclavizarnos aun más al EGO.
Nos ayudará a valorar lo que tenemos, los que somos, lo que en verdad está a nuestro lado y nos hace bien.
Tú sabes que he escrito en otras ocasiones acerca del valor único del presente, de vivir el aquí y ahora a pleno.
Porque acostumbramos a sentir culpa por el pasado, o a angustiarnos por el futuro, y en eso perdemos de vivir el presente.
Escapamos de fantasmas idos y evitamos sombras que aún no están, y en esos juegos turbulentos desperdiciamos y despreciamos nuestro único tesoro: el tiempo presente.
En el escape es común repetir el pasado, fracasar una y otra vez en lo mismo o tan parecido, haciendo del hoy una copia borrosa e infame del ayer. Esto nos lleva a mortificarnos más, a temer más, a hundiros en la impotencia más, a prefabricar un mañana de angustias y horrores.
EGO, todo EGO…

Recuerda, el deseo es deseo de poder. Ese afán, ese desespero, esa esperanza vana nace en el sentido de impotencia, porque todo miedo, es miedo a no poder.
Y entre estas puntas se maneja el EGO.
Que te zarandea, de un lado para el otro.
Te mantiene preso, esclavo, sometido, embrutecido.
Quizás tienes una mente brillante, pero asfixiada por las emociones y pensamientos perturbadores que surgen del EGO.
Tal vez tu destino fuera de grandeza, pero estás aplastado por la bota ridícula del EGO, que te hace sentir miserable, que te arrastra en el cieno de la impotencia, que te lleva a desear y fantasear imposibles, para inflarte de nada y estar alterado por todo.

La mayoría de las personas no toma conciencia de este pasaje por la vida sin vivir.
Muchos tienen la excusa de estar atareados en sus corridas cotidianas.
Otros se distraen con las ocupaciones importantes de la nada misma. En el Río de la Plata esto tiene nombre y apellido, Marcelo Tinelli y el mundillo que gira a su alrededor. Es el famoso circo de antaño, para mantener adormecida a la gente, adoctrinada, quieta, en la ilusión de compartir la grandeza de otros que son enanos pero vendidos como gigantes. En todos lados están estos amos del circo, payasos en realidad, muy poderosos en términos mediáticos pero absolutamente esclavos en términos espirituales.
No hay tiempo para detenerse y pensar en uno mismo, en conectarse consigo, en hacer cinco minutos diarios algún ejercicio de armonización de sus múltiples dimensiones.
No, para eso no hay tiempo, porque el tiempo vale oro, aunque se lo desperdicia en lo superficial, en lo que no vale realmente.
Las agendas se sobre escriben, se apilan las actividades, el frenesí y la carrera se convierte en sinónimo de plenitud… ¿será así?
¿O esa actividad que satura cada minuto, que no da pausa, que aliena es solamente un modo de escapar de sí mismo?
¿No será que tanto jueguito y distracción, tanto partido importante de fútbol, tanta charada son solamente escapes de la realidad para postergar el inevitable encuentro consigo mismo?
Porque verse da miedo, porque nos desconocemos.
Somos nuestro vecino más cercano, y el más olvidado.
Difícilmente nos reconocemos en el espejo del alma.
Detrás de tantas máscaras, dudo que puedas saber cuál es tu rostro.
Nos escondemos detrás de los arbolitos, para que nuestra conciencia no nos alcance.
Porque de hacerlo, ¿cómo justificar lo injustificable?
¿Cómo rendir cuentas del tiempo perdido, de la vida gastada en nada?

El tiempo de Dios es un eterno presente. (Hablar del tiempo de Dios es una manera de decir las cosas, Él está por fuera de todo tiempo, de todo espacio, Él es contenedor del universo y nada lo contiene a Él).
Hoy para Él es el Big Bang, el momento inicial del Bereshit.
Hoy es el momento del final, si es que existe, no lo sé.
Hoy está un dinosaurio paseando por ahí.
Hoy Adam conoce a Java.
Hoy Noaj es ordenado en el pacto eterno de las naciones con Dios.
Hoy está Avraham circuncidándose.
Hoy Avraham está circuncidando a su hijo Itzjac.
Hoy están los judíos saliendo de Egipto.
Hoy ellos reciben la Torá para ser posesión judía por siempre.
Hoy los hijos de Israel están tomando posesión de su tierra.
Hoy David es coronado rey.
Hoy Salomón es coronado rey.
Hoy los judíos son exiliados en Babilonia y hoy retornan desde Persia.
Hoy luchan la independencia de Judea para expulsar a los romanos.
Hoy Colón llega a América y comienza el desastre para los habitantes de por aquí.
Hoy Neil Armstrong dice su discurso famoso y pisa la luna.
Hoy es hoy, nuestro pequeño hoy.
Hoy es el año siguiente y el siguiente.
Todo tiempo es presente para Dios.
Todo tiempo presente, es nuestro único real y existente tiempo para nosotros.

Dejar pasar este instante es perder tu única oportunidad.
Es derrochar un tesoro, es gastar un recurso limitado e irrecuperable.
Pero, cuando lo vives a plenitud, cuando haces actos de bien generosamente, cuando eres altruista, cuando eres solidario, cuando eres una sinfonía perfecta de tus multidimensiones, cuando encuentras la conexión entre tus planos y por ello con el prójimo y con Dios, entonces estás haciendo la mejor inversión de todas.
Estás consiguiendo aprovechar tu vida.

Muchos viven pendientes de un promisorio futuro, el de la Era Mesiánica.
Está bien que así sea.
El ideal mesiánico apunta a que en aquella Era el hombre será más hombre, a causa de lo cual se dará cuenta de que es también “divino”. No por ser como dioses, o parte de dioses, o como Dios, o que Dios mora en nosotros, sino porque existimos por Él, estamos en permanente conexión con Él, nos vivifica Él.
En esa Era añorada, el hombre no será más divino, porque ya ahora lo es. Lo que pasa que tenemos tan escondido nuestro Yo Esencial, tan tapado por caretas del Yo Vivido que ni siquiera nos reconocemos en nuestra humanidad.
Somos semejantes a animales, que viven en inconsciencia, sin alzar su mirada, sin resplandor del espíritu. Es una pena por nosotros, siendo que tenemos la capacidad de unificarnos y conectarnos con la eternidad.

Comencé este breve encuentro con las palabras “no siempre lo que queremos es lo mejor para nosotros”.
¿Qué aprendiste ahora a querer, que realmente sea mejor para ti?

El árbol del MESÍAS

Ah, ¡cuánta gente anda con la idea de que la Era Mesiánica es una de milagros y maravillas!
Un mundo dado vuelta, sin sufrimiento, sin hambre, sin molestias, todo paz y tranquilidad, como un retorno mágico al útero materno.
Todo lo bueno nos lloverá desde los Cielos.
El EGO estará sometido sin esfuerzo.
El alimento será recogido y nos nutrirá sin inconvenientes.
Los buenos y justos andarán por la tierra en tanto ya no habrá gente de alma oscura.
¡Ah, que bello parque de diversiones metafísico nos pintan!

Pero, presta atención a lo que Rabí Iojanán ben Zakai expresó:

“Si estuvieses a punto de plantar un árbol y te dijesen: ‘El Mesías está llegando aquí, ven, vamos a recibirlo.’; primero termina de plantar el árbol y luego sal a recibirlo”
(Avot de Rabí Natán, Nusaj B,31).

¿Cuál es la idea que nos brinda el sabio maestro?

Pues, plantar un árbol, trabajar la tierra, ocuparse de cuidar el ecosistema, prever para el futuro, esforzarse para cumplir el proceso completo que culmina en cosechar, estará ANTES que salir a recibir al Mesías.
Sí, es importante el Mesías, habrá buenas nuevas, cosas agradables impactarán para bien al mundo, pero el mundo seguirá siendo mundo.
Con claridad lo sintetizó Maimónides en su Código Legal, a su vez tomado de la sabiduría del Talmud:

“Nuestros sabios enseñaron: (Talmud Berajot 34B) no habrá ninguna diferencia entre el mundo actual y la era de Mashiaj excepto (nuestra emancipación de) la subyugación a las naciones”
(Leyes de Reyes, Cap. 12, Ley 2)

Sí, así es como lo ven las mentes preclaras. Una época en la cual la nación judía no estará sometida a los vaivenes del humor de las naciones. Ya no temerán pogromos, ni nuevos holocaustos, ni expulsiones, ni matanzas, ni propaganda basura pro-árabe, ni asesinos en la presidencia de países ardientes en fanatismo, ni el odio enfermo del antisemita.
Será una época de paz para Israel y los judíos, porque las naciones habrán desechado la infamia de la idolatría, la maldad de las religiones y habrán adoptado el código espiritual sagrado que pertenece a las naciones: el noajismo.

Será valorado plantar árboles, porque de algún lado tiene que salir nuestro alimento, nuestro refugio, nuestro sustento, nuestra permanencia en la tierra.
Dios no hará cambios radicales en las leyes de la naturaleza, no despertaremos en un mundo diferente a causa de milagros.
Probablemente, y tal como viene el ritmo de las cosas, tendremos mucho bienestar gracias a la ciencia y la tecnología.
Cuando a esto se le suma la bondad y justicia de la conciencia ética espiritual, entonces estamos casi en un paraíso terrenal.

Todo esta preparado, pero falta que tú hagas tu parte, esa que Dios te ha codificado para que realices.
Queremos NOAJISMO puro ya para las naciones.

Al morir

Los que parten del mundo dejan aquí sus posesiones, títulos, propiedades, amistades, familiares, cuerpo.
Quedan de este lado también los recuerdos en aquellos que fueron influidos por su presencia.
Y continúan aquí las acciones (buenas o no), así como los efectos en cadena a partir de ellas.
Casi todo queda en este mundo, para ser reciclado, para ser absorbido, para ser continuado, para reintegrarse y volver a ser.

Pero hay algo que parte, se va, no se ancla al mundo, el espíritu.
La esencia de cada uno retorna a la Fuente de Vidas.
El espíritu con la información (teórica y práctica) recogida en cada instante de existencia mundana.
Se podría decir que los difuntos se llevan consigo sus recuerdos, todos ellos, hasta los que el cerebro tenía escondidos u olvidados. Memorias de datos, pero especialmente de experiencias, de vivencias, de todo eso que permite experimentar la multidimensionalidad del ser humano y que no tiene cabida en una existencia de solo espíritu.

Los que han partido están en un mundo sin cuerpo, sin cambios, sin tiempo. Es todo tiempo y todo lugar, y ninguno a la vez.
Es un lugar que no ocupa lugar, un tiempo que no corre.
Es, sin dudas, una realidad alternativa y diferente a la que nuestros sentidos nos brindan, a la que nuestro cerebro puede alcanzar a comprender.
Es un mundo hecho de información, de todo tiempo y lugar, de cada ser vivo.
Un mundo de unidad.
No hay separación física ni temporal, todo es unidad.
En lo espiritual la separatividad se manifiesta por la falta de armonía, por el desequilibrio.

Siendo así, cuando la persona ha logrado unificar su existencia aquí, encuentra placer allí.
Esa es la idea madura que subyace a la infantil imagen de “premio y castigo” en el más allá.
El castigo es consecuencia de la separatividad, del desequilibrio, del exilio, de la falta de conexión consigo mismo y por ello ruptura con Dios y el prójimo.
El premio, por su parte, es consecuencia de la armonía del ser, de sintonizar el Yo Vivido con sus múltiples caretas al faro sagrado del Yo Esencial.
Si ha trabajado su ser para armonizarlo, se ha quitado las cadenas del EGO de encima, ha despertado su conciencia, se ha unificado entre sus dimensiones, entonces ha conseguido aquello que le brinda el máximo placer en la eternidad.
La clave sagrada para el despertar de la conciencia y la unificación es el vivir con bondad, justicia y lealtad. Es el estar siempre dentro del marco de los mandamientos que de acuerdo a Dios corresponden a cada uno (siete para los gentiles, 613 para el pueblo judío).

Cuando la persona que parte ha quedado en desarmonía, sus recuerdos acumulan oscuridad, sus emociones están cargadas de negatividad, su Yo Auténtico empalidecía debajo de multitud de máscaras de falsedad, el EGO era su amo, entonces tiene que pasar por un proceso de refinamiento, de hasta once meses terrestres, un curso acelerado de corrección.
No es un infierno, no es un limbo, no es un purgatorio, es un estado espiritual de "fermentación", de depuración, hasta que los recuerdos pierdan su carga emotiva negativa, y pueda poner en armonía lo que no pudo lograr en vida.
Luego, se conecta en armonía a la Fuente de Vidas, a la unidad completa.
Hay pleno conocimiento, conciencia.
Esa es la existencia en paz.

Tu poder MESIÁNICO

Sentirse impotente, serlo, es una constante en nuestra existencia terrena.
Realmente nuestro poder personal y colectivo es limitado.
Somos dependientes, frágiles, minúsculas partículas de polvo estelar que a veces cobran conciencia.
Somos infinitos espíritus pero reducidos a un pasar efímero, corto, pobre.

Para irnos acomodando nos vamos probando máscaras, vistiendo uniformes, cosechando trofeos, poseyendo, teniendo, creyéndonos nuestros propios cuentos, sufriendo, reclamando, quejándonos, padeciendo, viviendo de lo externo porque tememos a aquello que está en lo profundo.
Así vamos haciendo nuestra vida. Así dejamos correr el tiempo, hasta que llegamos a la tumba siendo desconocidos de aquel que está en el espejo.
Sumergidos en el Yo Vivido, alejados de la conciencia de nuestro Yo Auténtico.
Nos inventamos excusas, somos maestros en eludir, en negar, en olvidar, en imaginar alternativas que nos escondan a la conciencia de nuestro ser.
Tal cual la primera pareja humana hiciera:

«Cuando oyeron la voz del Eterno Elokim que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Eterno Elokim entre el árbol del jardín.»
(Bereshit / Génesis 3:8)

Incapaces de confrontar su conciencia, hundidos en el miedo provocado por la impotencia, tras esclavizarse al EGO, así hicieron. Se ocultaron entre los árboles, se escondieron, trataron de no ser vistos, como si pudieran huir de Dios, como si los ropajes externos y las riquezas pudieran silenciar la voz sagrada de la conciencia que retumba en el interior de nuestro ser.
Allí, en nosotros, como parte nuestra, en la parte más sana de nuestro ser, está la voz que constantemente nos habla, nos bendice, pero nosotros optamos por oír otras cosas, hacernos los distraídos, narcotizarnos, perdernos. Por ello, estamos en el exilio, en la diáspora, en el destierro, fuera de nuestro hogar.

Estamos en exilio.
Porque nos sentimos impotentes fue que marchamos al exilio.
Nos mantenemos en el exilio porque hacemos esfuerzos para sentirnos en casa, cuando no lo estamos.

Si aprendiéramos a conectarnos con nosotros mismos, a armonizar nuestras diferentes instancias, a que el Yo Vivido no estuviera chocando y negando al Yo Auténtico, si dejáramos de lado las excusas, si no tuviéramos más religiones sino espiritualidad, si… si esto ocurriera, sería el fin del exilio, el inicio de la Era Mesiánica, personal y colectiva.
Porque, tenemos el poder.
Dentro de nuestra limitada existencia, en la finita vida del hombre, éste ya tiene poder.
Por supuesto que no el de Dios, ni de estar por encima de todo, ni de la auto suficiencia; somos y seremos dependientes, la cuestión no está en negarlo ni en fantasear con estados de existencia mágicos.
Como ciertamente describe Maimónides para la Era Mesiánica:

“No supongas que el Rey Mashiaj debe realizar milagros y maravillas, provocar nuevos fenómenos dentro del mundo, resucitar muertos, o realizar otros hechos similares… No debemos suponer que en los Días del Mashiaj (Era Mesiánica) se anulará algo de la naturaleza del mundo, o que habrá alguna innovación en la Obra de la Creación. Sino, el mundo continuará según su modelo… Nuestros sabios enseñaron: (Talmud Berajot 34B) no habrá ninguna diferencia entre el mundo actual y la era de Mashiaj excepto (nuestra emancipación de) la subyugación a las naciones. ”
(Mishné Torá, Leyes de los Reyes, Cap. 11: Ley 3, Cap. 12: Ley 1, 2)

Así pues, el fin del exilio, personal y colectivo, no conlleva cambios fuera de lo que es natural.
Fuimos, somos y seremos dependientes, limitados, impotentes, es bueno saberlo, reconocerlo y no por ello hundirse en la desesperanza, escapar con el EGO hacia el exilio, tal como venimos haciendo.
Solo Dios, repito, solo Dios es todopoderoso, independiente en absoluto.
Hasta el esperado rey de Israel, el Mashiaj, será un hombre, restringido a su condición de tal. Poseerá capacidades exquisitas, será muy sabio, muy comprensivo, muy refinado, pero solo un hombre. Con mucho poder, la que da el liderazgo, la que brinda la inteligencia aplicada al bien, la de la Torá, pero también con las flaquezas de todo ser humano. Nacerá, llorará, tendrá apetito, padecerá frío, se quedará dormido, le dolerá quizás una muela, se enfermará… será un hombre, muy bueno, muy justo, muy sabio, muy leal, un ejemplo, pero un hombre.
Lo dice claramente Maimónides, lo codificó como ley.

Te repito, en nuestra acotada existencia, YA contamos con el poder.
Tampoco es el ilusorio poder, la apariencia que brinda el EGO de dominar a los demás por medio de manipulación, ni el de la violencia, ni el de la imposición agresiva, ni el del autoritarismo en cualquiera de sus formas. Ya que este aparente dominio que surge del EGO no es poder, sino juego de poder, apariencia, delirio, enfermedad, impotencia trastornada en supuesto poder.

Es bien otro el poder que está en ti.
Es el de la conexión espiritual, el de tu ser esencial, el de tu espíritu.
Es el que te conecta constantemente con Dios, y a través Suyo con todo lo existente, en todo tiempo y lugar.
Es el poder de estar en paz contigo mismo y con el prójimo.
Cuando aprendes a armonizar tu existencia, a ser uno contigo, estás en camino de ser uno con el otro, uno con Dios.
Allí resplandece la Luz de Vida, el poder.
Se expresa por medio de la conducta bondadosa y justa, cuando haces el bien a otra persona sin esperar nada a cambio.
Cuando bendices en lugar de enfadarte, cuando le deseas buen día incluso a aquel que te molestó.
Cuando te arrepientes y reparas el daño que has ocasionado, y llevas a reparar y al arrepentimiento al que te lesionó.
Está aquí y ahora, que es el único tiempo y lugar que existe. No está en el pasado, ni tampoco en el futuro. No está en otro, ni siquiera en grandes sabios, sino en ti. Es TU esencia, tu conexión sagrada con Dios, que nadie más tiene, que nadie más puede hacer resplandecer. Es TU poder sagrado.
Cuando escoges la vida, y actúas para promoverla.
Cuando siembras alegría en otros, seguramente cosecharás alegría tú.

Conoce tus máscaras, aprende a usarlas y no a que te usen.
Toma conciencia del EGO actuar en tu vida, no te opongas a él, pero tampoco le sigas el paso.
Deja fluir las insinuaciones del EGO, deja que te haga sentir impotente, no luches en vano.
Enfócate en aquello que es bueno y justo puedes hacer.
Encuentra tu ser, ámalo, cuídalo, estarás en la plenitud de tu poder.

Para ayudarnos a comprender, compartir y experimentar esto, te pido que comentes, compartas con tus amigos y redes sociales, pero especialmente que lo lleves a la práctica.
El que se beneficiará, eres tú.
Puedes salir del exilio y ayudar a que el mundo avance hacia la Era Mesiánica.

Shekel completo

En la parashá Ki Tisá nos encontramos con una porción también conocida como Shekalim:

"(12) ‘Cuando hagáis el censo para obtener el número de los Hijos de Israel, según los que sean contados de ellos, cada uno dará al Eterno el rescate por su persona. Así no habrá mortandad entre ellos, cuando hayan sido contados.
(13) Esto dará todo el que sea contado: medio siclo conforme al siclo del santuario. El siclo tiene 20 geras. La mitad de un siclo será la ofrenda alzada para el Eterno.
(14) Cada uno que sea contado, de veinte años para arriba, dará esta ofrenda alzada para el Eterno.
(15) Al entregar la ofrenda alzada para el Eterno a fin de hacer expiación por vuestras personas, el rico no dará más, ni el pobre dará menos del medio siclo.
(16) Tomarás de los Hijos de Israel el dinero de las expiaciones y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión. Ello será un memorial a los Hijos de Israel, delante del Eterno, para hacer expiación por vuestras personas.’"
(Shemot / Éxodo 30:12-16)

Se codifica como mandamiento, el numerado 105 en la cuenta del Sefer HaJinuj, que cada judío mayor de 20 años de edad, sin importar su condición económica o social, debía contribuir con un medio shekel, a ser entregado como aporte para las obras del servicio a Dios en el Templo dedicado a Él.
Este mandamiento es de vigente obligación en tiempos del Templo, tanto para los judíos que habitaban Israel como para aquellos en el extranjero. 
Actualmente que no tenemos el Templo, se recuerda este mandato sagrado por medio de la lectura de esta sección en la parashá de esta semana, así como lectura complementaria especial anual del shabbat que antecede el comienzo de Adar.

Podemos aprender muchas cosas, pero quiero enfocarme ahora en una, quizás luego en otra más.
Se ordena que cada uno dé medio shekel.
Ya sea pobre o rico, apegado a los mandamientos o no, quiera o no, cada uno tenía que contribuir con medio shekel.
Podemos preguntarnos, ¿por qué medio shekel y no uno entero?
Una respuesta es que así todos podían pagar.
El pobre no tenía la excusa de su pobreza, el medio shekel anual era una suma accesible; en caso de no tenerlo, que pidiera prestado era su opción, su deber.
Por su parte, al rico se le imponía un límite específico en este tributo en particular, si quería dar más dinero para las obras del Templo, podía hacer otros donativos, por fuera de este tributo.
Aquel que no quería, igualmente debía, era un impuesto ordenado por la Torá, ley de la nación judía.
Aquel que no era muy observante (aunque en la antigüedad era algo muy poco común encontrar judíos alejados del modo de vida de la Torá ), se le recalcaba que éste era un impuesto obligatorio, que tenía otros fines aparte de los rituales. Servía también como censo, para saber el número de judíos adultos integrantes de la nación (Shemot / Éxodo 38:26).
Por este último aspecto, se codifica que era deber de todo judío adulto, cohén, leví e Israel; sea libre o liberto; sea judío de nacimiento o por conversión legal. Mujeres, siervos y niños estaban exentos, pero si uno de estos tres grupos quería entregar el medio shekel, se tomaba. Pero, en modo alguno se aceptaba de los gentiles, aunque fuera un noájida, no se aceptaba su contribución de medio shekel, pues era un tributo exclusivamente para los miembros de la nación de Israel, no para los gentiles.
(Comentario aparte, vemos aquí otro de los mandamientos de la Torá que el noájida que quiere atribuirse por sobre sus Siete, no tiene derecho, ni debe hacerlo. Tal como lo es el Shabbat y festividades de la Torá, tal como los celebran los judíos, ni estudio de Torá como los judíos, ni tefílín, ni mezuzá, ni tzitzit, ni circuncisión, que han sido decretados por Dios como exclusivos de los judíos y no permitidos para los gentiles, aunque tengan la más noble y pura de las intenciones).

Pues bien, medio shekel para que todos los que estaban obligados, puedan pagar.

Pero, podemos encontrar otro motivo quizás.
Podría ser, que esto nos enseña que todos somos parte de algo más grande. Algo que nos identifica, que nos es propio, pero que no somos nosotros.
Es una identidad transpersonal, formada por mí JUNTO con otros.
En este caso en particular, la identidad espiritual de pertenecer a Israel, al pueblo judío.
(Obviemos ahora la aparente dificultad de que mujeres, niños y esclavos no estaban obligados a este mandamiento. Concentrémonos, por favor, en la enseñanza que aplica a toda persona ,sin distinción de género, secta, gremio, condición social, identidad espiritual).
Cada uno tiene algo que aportar. Cada uno es parte, y si no cumple con la suya propia, el sistema completo está en falta.
No somos perfectos, pero se quiere que seamos lo mejor que podemos ser, con uno mismo y con el prójimo.
Por eso había que dar la mitad de un shekel, para que cada uno se sienta parte, para que entre hermanos se complementen.
Tú no eres el encargado de todo, no se te exige que hagas todo, pero sí que te intereses en conocer lo que te corresponde y lo hagas.
Medio shekel, no uno entero, porque el entero se consigue junto a los otros, a aquellos que tienen que construir contigo una mejor realidad.

Una realidad que no es llana, unidimensional, sin texturas diversas.
Es un multiverso, tal como el humano es multidimensional.
Somos cuerpo, somos emociones, somos pensamiento, somos la sociedad, somos esa conexión infinita que es el espíritu. Todo ello somos.
Somos uno, en la múltiple diversidad.
Aprender a ser lo mejor que puedes ser: tú mismo, en tu multidimensionalidad, en la armonía de tus dimensiones.
Ser tú y no un títere de los deseos de otros, o de las manipulaciones de tu EGO.
Ser tú, que tu Yo Esencial guía a tu Yo Vivido y se coordinen, y formen una personalidad integrada, saludable, bendita y de bendición.
Ser tú, no es la soledad, no en el exilio del ser, sino que formando parte de una comunidad de pares, de gente buena, justa, comprometida, leal. Una comunidad que si tú no estás, deja de existir como debe ser.

Otro aspecto de esta parashá.
El acto de dar, tal como nos enseña este mandamiento para los judíos, es el que nos redime, expía por nuestras almas.
¿Cómo puede ser que tan poco dinero sea el necesario para expiar por las culpas?
Hay una respuesta práctica, concreta. Ese dinero, el del medio shekel dedicado al Templo, era usado para comprar los animales y objetos necesarios para las ofrendas de expiación colectiva, entre otras cosas. Por tanto, como uno aportaba a eso, recibía el beneficio indirecto.
Pero hay otra respuesta alternativa.
La redención, la expiación, la “salvación” está en el acto generoso, en la apertura bondadosa hacia el prójimo, en la obra benéfica para la comunidad.
No en un acto ritual, ni en palabrería sin sentido, ni en mística hueca, ni en doctrinas religiosas, ni en sacrificios de sangre, ni en la fe… en la obra de bien, en el acto de bondad, en la construcción de shalom en la realidad.
Aquí vemos que no importa la cantidad, sino el hecho de dar.
El ideal es dar de forma desinteresada, sin esperar NADA (pero realmente NADA) a cambio. Ni en esta vida, ni en otra vida. Ni del que ha recibido, ni del que te ha visto, ni de la caricia egoísta que uno mismo se regala por hacer bondades.
Hacer el bien al prójimo simplemente porque uno hace bien al prójimo.
Seguramente que los beneficios no tardan en llegar para el que tiene un estilo de vida generoso, pero se multiplican mucho más para el que da sin esperar nada a cambio.
Por supuesto, el dar no es una receta mágica que te previene de desgracias, de enfermedades, de malicias de otros, de catástrofes, de accidentes… no querido amigo, el dar no es un hechizo que soluciona tu vida, como no lo es ningún cumplimiento de mandamiento, ni ningún rezo.
Uno da, porque es bueno hacerlo, y si de ello se obtiene beneficio (cosa que ocurre), ¡qué bueno!
Pero recuerda, medio shekel, no todo lo que tienes.
Porque somos limitados, dependemos constantemente del medio, de la naturaleza, de otras personas. Si solamente damos, cosa que es una ilusión, y no recibimos, nos extinguimos velozmente, o llevamos una vida miserable, por completo falta de salud, por fuera del marco de vida que Dios pretende para Sus hijos humanos.

¿Te has dado cuenta de que es a través del EGO que te afectan las desgracias?
Es el EGO el que nos hace inventar diferencias donde no están, conflictos donde no existen, quejas donde debiera haber agradecimiento.
Es el EGO el que nos sumerge en el sentimiento de impotencia, de hastío, de desesperanza, de dolor, de sufrimiento. El EGO el que nos hace vivir de deseos, de vanidad, de fantasías. El EGO el que nos hace creer unidades, en lucha por la supervivencia, en la guerra por la supremacía del más apto.
El EGO que nos inventa religiones, dioses, salvadores, necesidad de depender de aquello que es dispensable.
Seguir por los caminos que te marca el EGO, no puede hacerte dichoso; sólo puede hacerte desgraciado.
Si bien el EGO pretende la supervivencia, su funcionamiento sacado de su preciso contexto te lleva al constante sentimiento de amargura, de impotencia, de fracaso. Aún dentro del éxito, del aplauso, está la sombra del EGO, sus hambrientas fauces devorando tus carnes, corrompiendo tus pensamientos, destilando podredumbre en tus emociones, fantaseando poderes irreales con tal de suprimir tu vitalidad, de negarte tu realización, imposibilitar tu participación en la construcción de Shalom.
El EGO es el infierno, aquí y en allá.
Sabemos, lo repetimos, el EGO es una función natural, muy necesaria en su momento específico, parte de nuestro sistema de supervivencia básico. No es un ángel, ni un demonio, no es un espíritu maligno, ni un corruptor místico. Es parte de tu ser, es parte de tu naturaleza. Por tanto, no está en la mística, en conjuros, en rituales estrambóticos el poder librarte de sus mañas.
Presta atención cuando sufras, es allí que debes tratar de observarte, de descubrir los movimientos del EGO, sus herramientas que son tan toscas en funcionamiento.
Si haces bien la investigación, si puedes zafar de la emoción del momento, si tu pensamiento logra respirar un poco fuera de la celdita mental, entonces pronto descubrirás que de algún modo el EGO está detrás del sufrimiento.

¿Cómo se vincula el EGO con el tema que trajimos de la parashá Ki Tisá?
¿Cómo nos da poder sobre el EGO lo que aprendimos de la parashá Shekalim?

Escucho tus respuestas.
Gracias, por compartir este estudio conmigo.
Has sido generoso con tu tiempo, que es tu vida, por haber llegado hasta aquí junto a mí.
Ahora, sigamos elaborando conocimiento, comprensión, shalom con los comentarios, con las obras que apoyan a nuestra tarea de esclarecimiento, de redención.
Hasta luego. Que pases el mejor día de tu vida.

D_os, mística y lenguaje

Es un error común pensar que D_os –referido a Hashem- es el Dios veterotestamentario, este último es un Dios cristiano, el primero no lo es.

El Dios del cristianismo ofrece a simple vista aspectos vengativos, iracundos o similares, que hace extremadamente difícil justificar tales características o no llegar a plantearse la malicia más que la bondad de la divinidad –es lo que lleva a Leibniz a escribir su “Teodicea”-.

Incluso podría observarse mala fe al establecer, como cosa salvífica, unas obligaciones supeditadas al cumplimiento de condiciones de imposible cumplimiento –eso anularía la obligación en Derecho civil-.

Pero eso es quedarse con la versión del cristianismo del Dios veterotestamentario, que, dicho sea con todo respeto, es un Dios profundamente antropomorfo más que antrópico e incluso «naif» -tanto el «iracundo» veterotestamentario como el «bondadoso» neotestamentario del «Señor Jesús».

El D_os de Yisrael

Para hablar del judaísmo y del D_os de Yisrael -que es Hashem- no cabe quedarse con la narración y la literalidad de esa narración, hay que profundizar más. ¿En qué? Pues en la mística que es la que permite volver comprensible a un D_os y da las claves del mismo que, de otra manera, pues… sería absurdo.

La primera clave para entender ese concepto es lo que sigue: la idea de «Logos», complementándola si se quiere con otros términos: El Nombre, La Palabra, El Verbo… es lo mismo, porque, en el fondo, todas aluden a lo mismo.

La manera de entender a Hashem es la semántica, pero la semántica del texto, no lo que aparentemente dice el texto, no tiene apenas importancia la narración que se cuenta en el Bereshit/Génesis, por ejemplo, o en otras historias, esas historias, como narración, no importan nada, la clave ahí esta en la letra misma, que es la forma que tiene encriptado el «mensaje de D_os» y, en él, las claves de la Creación.

La semántica

Porque Hashem, Elohim, El Shaday creó su Universo con… números, con letras, con libros y con la palabra hablada («Sepher Yetzirah», también cabe referirse al «Zohar»). En ese sentido D_os es semántica, se encuentra en cualquier rincón del «Tanaj», en lo más inesperado de la «Torá», y ahí… está contenido el D_os de Yisrael, no en lo que dice la letra, podríamos decir que está en la forma, en la “textura” del texto, no en la literalidad o en la interpretación hermenéutica.

La Cábala judía se dedica a estudiar eso. Porque D_os da su esencia cuando alguien se acerca a Él, pero eso es algo que «quema», para pasar del «estar» al «ser» -y el único que «es» es «Yo Soy»- es necesario algo iniciático, de una u otra manera, es una de las vertientes del libro de Job/Iyov -además de otras como un canto a la Omnipotencia- en el libro de Iyov no se prueba fe alguna -concepto ajeno al judaísmo- se prueba a la persona: a Iyov.

La esencia de D_os

¿Para qué? Pues para darle… la esencia de D_os algo, aunque sea fragmentario, de su Ser, con ello cambia la «transitoriedad» de Job/Iyov y le dota de «ser» -permanencia-, luego: le da ontología.

Pero… resulta que el acercarse a la divinidad, a los mortales, e incluso a los no tan mortales, porque también cabe referirse a los «dáimón» -sí, seres como Lilith o Samael- les «quema» -metafóricamente-. Pero no hay más remedio que forjarse en ese fuego divino para que D_os transmita su sustancia, de ahí el carácter iniciático -que «quema»- de todas las pruebas de Job/Iyov, de ahí, también el precio de la demonización de Lilith y Samael. Recordemos que Lilith empieza a demonizarse cuando… pronuncia El Nombre, el Shem Hameforash.

A partir de ahí -del contacto directísimo y sin ritual con El Nombre- Lilith se reafirma en varias cosas: el «ser» -porque «toca» la presencia de D_os y eso le da ontología-, en la inmortalidad y… en el precio de todo ese «quemarse» ante la presencia directa de Elohim: en su caso la demonización.

El significado de “dáimón”

Uno de los sentidos de la palabra «dáimón» en griego es «esperma del Logos», sí: esperma de la Palabra. Porque eso es un “dáimón” -como un humano como Job/Iyov, cuya historia no puede tomarse literalmente sino… como el compromiso de Hashem de dar su ser, de dotar de ontología a la humanidad- y el precio de ser «esperma del Logos» -de tener parte de su semilla- es otro tipo de «fuego iniciático”, diferente al ejemplo de Job/Iyov pero idéntico en su fin: transmitir a lo que es «estar» pues… el «ser».

El D_os de la semántica

Ese es el D_os de Yisrael, el que está en la letra, en los libros, en la palabra hablada y en los números. Es un D_os de lenguaje, de semántica. Ni más ni menos. Lo que no es es el furibundo Dios cristiano del llamado «Viejo Testamento» -dicho sea con todo respeto para el cristianismo-.

“Con treinta y dos senderos de Sabiduría asombrosa grabó Yah, el Señor de los Ejércitos, el D_os de Israel, Elhoim vivo, El Shaddai Misericordioso, Elevado en el cielo y Exaltado, mora en la Eternidad y su nombre es Santo. Creó el mundo con tres libros, con letras, con números y con la palabra hablada.

Diez Senderos de la nada y veintidos letras de Fundamento: Tres Madres, Siete Dobles y doce Elementales.”

(fragmento del «Sepher Yetzirah»)

Eso que dice el «Sepher Yetzirah» cabe resumirse en los conceptos de comunicación y lenguaje, porque a todo lo que nos remite ese fragmento es a formas de lenguaje, y el lenguaje solo tiene sentido por y para la comunicación.

De ahí, también, la importancia de la “textualidad” en el texto, de la forma, porque el contenido está en el interior de la forma, buscarlo en la apariencia e incluso en el supuesto contexto del momento –en un significado original-, en este caso, no lleva a ninguna parte. Hay que acudir a desmenuzar la estructura, digamos que un poco por los caminos “derridianos» de la deconstrucción.

Los inicios de el comienzo (Bereshit)

Nada de lo anterior quita validez al muy importante comienzo del Génesis/Bereshit, por el contrario, creemos que aclara su significado a otra luz que la que nos hemos criado en el catolicismo romano teniamos -que no era luz sino confunsión- ayuda a aclarar ni más ni menos lo que sigue: el concepto de D_os, que se expresa con claridad en los primeros capítulos del Bereshit, que muestran, también -y alegoricamente en el sentido y con comunicación en la forma- la voluntad limitada de… la voluntad ilimitada -Ein Sof o «infinito»-, en definitiva eso, lo que nos habla, es de lo que es la idea de D_os, pero no solo hace referencia abstracta, concreta las cosas solo que se debe atender, para ver esa concrección, a la «textualidad» -la «textura»- del texto.

Saludos

El Mishkán personal

En el desierto el Eterno ordenó la construcción de lo que en español se conoce como Tabernáculo.
En hebreo se denomina Mishkán.
Proviene de la voz “lishkon”, que es asentarse, morar.
De esta misma voz proviene “shejuná”, que es vecindario; así como “shajén”, que es vecino.
También “Shejiná”, que es la Divina Presencia.
Así pues, Mishkán sería comprensible como el sitio para la morada de Dios.
Por supuesto que morada no ha de entenderse en el sentido literal, finito, idolátrico, sino más bien como un lugar de encuentro particularmente designado, allí en donde Dios aguarda al hombre. Ese sitio puede ser cualquiera, porque no hay lugar fuera de la supervisión constante de Dios. Pero, es el hombre el que precisa de un lugar particular, algo que lo defina, algo que lo enfoque.
Así como todos los días son de Teshuvá –arrepentimiento-, pero se hace hincapié al respecto alrededor de Rosh HaShaná. Todos los días son para ser felices, pero se remarca esto durante el mes de Adar –que estamos iniciando ahora justamente-.
Todos los tiempos y lugares son para el crecimiento, para el encuentro con Dios, para descubrir nuestra multidimensionalidad y unificarnos, pero precisamos de recordatorios, mojones, instituciones que nos lo tengan a la vista.
Tal sería este Mishkan, el lugar de encuentro con Dios, no por ser el único, sino por ser el señalado para tal fin.
Al respecto dice el Eterno:

וְעָשׂוּ לִי, מִקְדָּשׁ; וְשָׁכַנְתִּי, בְּתוֹכָם

"Que Me hagan un santuario, y Yo habitaré dentro de ellos."
(Shemot / Éxodo 25:8)

Un santuario, un Mikdash, para reposar entre los judíos. (Dice realmente dentro de los judíos, pero no me extenderé en este tema que ya lo he tratado en otras oportunidades. Es muy interesante y te recomiendo que uses el buscador aquí arriba para encontrar más al respecto).

Un santuario al que se le acostumbró a  llamar Mishkán, el lugar para que la Presencia habite (por así decirlo) en comunión con la nación judía.
Esto podría parecer como una exigencia terrible para el pueblo, pues implicaría la imperiosa necesidad de estar en estado de “consagración” y “pureza” constantes, sin margen para cometer el mínimo error. Tal como fuera mencionado:

"El Eterno dijo a Moshé [Moisés]: -Desciende y advierte al pueblo, no sea que traspasen el límite para ver al Eterno y mueran muchos de ellos.
Santifíquense también los sacerdotes que se acercan al Eterno, no sea que el Eterno acometa contra ellos."
(Shemot / Éxodo 19:21-22)

Evidentemente estar ante la Divina Presencia no parece cosa de todos los días, sería indispensable un estado de lucidez, de pureza, de santificación, de apartamiento de las cosas “mundanas”, so pena de morir, de ser “acometidos” por las poderosas fuerzas de la santidad que no toleran la manchas de la oscuridad.

PERO, ¡oh sorpresa!
Tenemos evidencia de otra cosa:

לְאֹהֶל מוֹעֵד, הַשֹּׁכֵן אִתָּם, בְּתוֹךְ טֻמְאֹתָם

"… el tabernáculo de reunión, el cual habita con ellos en medio de sus impurezas."
(Vaikrá / Levítico 16:16)

Dios está con nosotros, en medio de nuestros errores.
Él no nos abandona nunca.
No hay un pecado original, o repetido, que quiebre el sagrado lazo con Él.
Nosotros podemos alejarnos con nuestra conducta, confundirnos con nuestras creencias, embotarnos con nuestros pensamientos, sentirnos sin Dios o absolutamente lejos de Él; pero, Él está aquí, ahora, conectado contigo, con su Luz en ti, Su espíritu morando en tu interior.
Tus actos negativos te perjudican, y a tu prójimo.
Tu estilo de vida no acorde con los mandamientos te hacen vibrar negativamente, en estado de impureza, de desconexión.
Pero allí, sin pausa está Su Presencia, morando, a la espera, pacientemente aguardando a que despierte tu conciencia espiritual y comiences el proceso de crecimiento, de reencuentro con tu identidad, de unificación.

Para esto están los mandamientos de la Torá para la nación judía, así como los Siete Mandamientos Fundamentales para los gentiles.
Para que el hombre encuentre el modo de encontrarse consigo mismo y de ese modo con Dios.
En nuestro ser está el sagrado Mishkán, nuestro espíritu, sin importar que tanto “pecamos”. 
Es por nuestro beneficio si lo sabemos y nos preparamos para adentrarnos en este santuario interior, si armonizamos nuestra existencia para estar acordes con el Eterno.

Esa “tienda de reunión”, ese lugar sagrado te habla:

" tabernáculo de reunión, donde Me encontraré contigo para hablarte allí.
También Me encontraré allí con los Hijos de Israel, y el lugar será santificado por Mi gloria."
(Shemot / Éxodo 29:42-43)

Esa vocecita de la conciencia espiritual, de Dios, que nos habla en silencio, desde lo más profundo. No precisa de clamores, ni de rituales, ni de preciadores vociferantes, ni de palabras extrañas, sino que desde tu interior te llama, te encamina, te abraza, te insta a que te encuentres con tu verdadero ser. Que seas noájida si eres gentil, que cumplas lo que te corresponde de los 613 si eres judío.
Sí, esa suave voz que contiene santidad e impulsa a la vida (1 Melajim / I Reyes 19:12).

Por supuesto que el EGO tiene sus voces. algunas pueden disfrazarse de santidad. Es parte del truco de manipularte. Te confundirán con susurros que a toda vista parecen coherentes, llenos de religiosa importancia. Pero, no deja de ser la seducción del EGO. El falso profeta que te habla de “paz, paz” pero te lleva al desastre.

Entonces, está en ti conocerte, definirte, diferenciar lo que es deseo del EGO de la voluntad sagrada.
Está en ti reconocer la santidad de tu vida y procurar fortalecerte para ser digno de lla.
Está en ti vivir como constructor de Shalom, con sentido, sabiendo "para qué” haces las cosas, entonces serás una mejor residencia para el Eterno.

¿Podría convertirme al judaísmo?… ¿Para qué?

Una buena señora me envía un mensaje consultando por un tema personal, de índole familiar, para lo cual precisaba un asesoramiento desde la perspectiva noájica al cual respondí atentamente.
Era un asunto que no viene al caso mencionar, pero con aristas muy compleja.
Sin dudas para tomar cartas en el asunto y corregir aquello que está fuera de curso.
Se lo hice saber a la señora, con la rectitud necesaria y la amabilidad correspondiente.
Al rato me responde ella con una pregunta, absolutamente fuera de contexto, sin conexión (al menos directa) con el tema tratado anteriormente.
Me pregunta:

  • “Tal vez algún día pueda convertirme al judaísmo???”

Entonces, yo replico:

  • ¿Qué tiene que ver con lo que preguntó antes?
    Y, ¿para qué lo haría?
    ¿Para complicarse más la vida?

Estas tres preguntas tenían una clara intención de mi parte.
Te explico brevemente, en su orden:

  1. Ver si la conversión al judaísmo es vista como una especie de mágica receta para solucionar sus problemas personales-familiares. De hecho, me he encontrado centenares de personas que sueñan con una conversión al judaísmo precisamente por esto, para huir de sus vida en lugar de corregir, enmendar, remediar, crecer con madurez. La ley es muy clara a este respecto, estos motivos personales no ameritan siquiera el inicio de un proceso de aprendizaje para la conclusión en una conversión formal y legal al judaísmo. Como tampoco el pretender cualquier tipo de ventaja o conseguir algún beneficio. El único motivo legalmente, y espiritualmente, válido para la conversión es el querer comprometerse a llevar una vida de servicio a Dios y al prójimo tal y como deben hacer los judíos de acuerdo a la ley judía. No es para sentirse más “cerca” de Dios, ni para tener derechos en la inmigración a Israel, ni para casarse, ni por tener amigos judíos, ni porque Jesús era judío, ni para tener promesa de paraíso como judío, ni porque uno se siente encantado con la identidad judía, ni porque un antepasado fue judío tal vez, ni porque a uno le gusta la música judía, ni porque uno sabe un par de palabras en hebreo, ni… solamente porque uno siente la imperiosa necesidad de cumplir al máximo con los mandamientos y reglamentos que deben cumplir los judíos, y con ello servir a Dios.
  2. Ésta debiera ser una pregunta clave en cada conducta que tomamos o pensamos tomar: ¿para qué hacerlo?
    Haz el ejercicio de preguntarte esto antes de cada cosa que harás, verás que interesante el resultado. Si quieres me lo cuentas luego aquí mismo, en los comentarios.
    De paso, es una obligación preguntarse esto antes de dar un paso fundamental e irreversible, como es la conversión real y legal al judaísmo
    Te pongo un ejemplo, pero te pido que no te quedes “pegado” al ejemplo, es solo eso un ejemplo.
    Si quieres hacer un tatuaje, y eres gentil, puedes hacerlo. No hay ninguna ley espiritual que te lo prohíba. Ahora bien, yo te aconsejo que te preguntes antes: ¿para qué?
    Si tu respuesta es: para tener el nombre de Alberto, mi novio, conmigo toda la vida. Yo te diría, mejor no. ¿Cómo le explicarás a Raúl, tu marido, que tengas en una nalga ese nombre hasta que la muerte los separe?
    Si me dices que quieres el tatuaje para que te acepten tus amigas, yo te diría que tampoco. Si tus amigas no te aprecian como eres y te demandan hacer cosas que tu realmente no quieres, no me parece que sean tan amigas.
    Si me dices para verte y agradarte, yo te diría piénsalo bien, tal vez no precisas ese pedacito de arte en tu piel para ser bella.
    Si me dices para… y así hasta que encuentres tu verdadero motivo.
    Antes de que mi amigo J. Ortiz proteste por tocar el tema de los tatuajes, quiero repetir que es un ejemplo. Lo tomé porque es indeleble, es una decisión de por vida, no hay vuelta atrás, te marca y así te deja. Algo parecido, pero mucho más importante, intenso, profundo, eterno pasa con la conversión al judaísmo.
  3. Sí, ser judío es complicarse la vida. Si no cumples con los mandamientos y reglamentos de la Torá, quizás pareciera que no tanto. Puedes vivir como un gentil, sin cumplir siquiera uno de los 613 mandamientos que la Torá demanda para el pueblo judío. Puedes vivir así y quizás no veas nada complicado en tu vida como judío, porque naciste así, pero sin vivir como tal. Sin embargo, no faltan aquellos que de una u otra forma te recuerdan que lo eres. Existe algo que se llama antisemitismo, algunos le dicen judeofobia, otros le dicen desprecio, odio, malicia contra los judíos. Oh sí, el pueblo judío ha padecido innumerables horrores, y lo sigue haciendo pero un poco más solapado, a causa de las gentes que no los quieren. Entonces, ya de por sí es complicado ser judío. Pero cuando te comprometes a vivir de acuerdo a los mandamientos que te corresponden de los 613, a ser puntilloso con los inacabables reglamentos que detallan como ha de ser tu vida como judío, entonces sin dudas que estás complicando tu existencia muchísimo. Que no puedes comer esto, ni mezclarlo con aquello, ni a tal hora, ni en aquel lugar, ni si tiene esto, ni si le falta aquello. Y no puedes hacer esto, que es lo más simple y normal, pero tampoco aquello, y mucho menos eso otro, aunque ayer cuando eras gentil lo podías hacer perfectamente y no constituía ni una falta contra la ley, ni una conducta maligna, ni acción poco ética ni nada de nada. Simplemente Dios, o los rabinos a cargo, dijeron “no”, y es no, aunque no cause daño, ni dolor, ni nada malo, no puedes hacerlo, y si lo haces estás “pecando”.
    Oh sí, es bello ser judío, pero muy, muy complicado.
    Es tan bello como ser noájida, aunque mis hermanos noájidas tienen un camino mucho más simple y menos alborotado para alcanzar el mismo paraíso…

La buena señora contestó rápidamente:

  •  

    porque dice que es mas complicado?
    no comprendo

A lo que yo le dije:

  •  

    Entonces, ¿no sabe lo qué es ser judío?
    Para empezar, no tiene 7 mandamientos, tiene 613.
    ¿Ya cumple usted los 7?
    ¿Está lista para sumarle 606 más?
    A todo esto, ¿tiene cabal idea de lo que es ser judío?

Sinceramente, tenía la convicción suficiente de que la amable señora quería convertirse a judía, pero no tenía noción de lo que es un judío, que debe hacer un judío, para qué ser judía.
No sé qué hay detrás de su deseo, no me lo dijo. Pero veamos cómo respondió:

  •  

    un pequeña idea.
    comprendo que a todos los que quieren convertirse al juadaismo les ponen muchas trabas
    para ver realmente cual es su interés
    nadie dijo que fuera fácil
    pero creo que lo más importante es que
    Hashem me acepta tal cual soy
    lo importante es instruirse en la Tora y refinar su alma con el cuerpo
    y elevarse al Todopoderoso

Pues bien.
La señora realmente no sabe para qué convertirse ni el tremendo compromiso que eso implica.
Pero se excusa con alguna cosa que oyó por allí: que los rabinos ponen trabas para que la persona demuestre cuál es su interés.
Realmente, no. No es para ello.
Para saber el interés sencillamente se lo preguntan al que desea convertirse. Vean el video que está aquí por favor, y presten mucha atención.

Y luego, confunde aún más las cosas.
Dice que Dios la acepta tal cual es.
Entonces, ¿para qué convertirse?
Realmente no entiendo esta respuesta.
Si Dios la acepta tal cual es, según la señora dice, y ciertamente fue Dios quien creó el noajismo y al espíritu del noájida y además hizo que la señora naciera gentil, ¿para qué convertirse al judaísmo?
Es totalmente cierto, Dios la acepta a la señora como noájida. Absolutamente cierto. Tiene todo para disfrutar aquí y en el mundo venidero como noájida.
¿Entonces?
Sigo sin entender.

Pero luego, se me oscurece aún más.
Porque, habla de la Torá, cuando sabemos absolutamente con claridad que la Torá no es de ni para los noájidas.
Es del pueblo judío y para el pueblo judío.
De su luz se desprenden chispas radiantes de vida para todas las naciones, pero el gentil puede vivir perfectamente toda su vida sin siquiera una gota de Torá, nadie le juzgará por ello, ni recibirá castigos, ni Dios le reclamará alguna cosa por no hacerlo. Porque, Dios entregó la Torá al pueblo judío, no a la humanidad. Dios demanda que sean los judíos los que la estudien y la apliquen, no los gentiles.
Ciertamente, hay muchas cosas buenas que el pueblo judío puede compartir de Torá con sus hermanos mayores, los gentiles. Pero perfectamente pueden no hacerlo y no por ello los gentiles pierden su paraíso, ni su identidad, ni su misión en este mundo.
No es muy difícil de entender, pero para que penetre en el corazón primero debes des-aprender tanta miserable doctrina religiosa que te han inculcado, tanta culpa, tanta desesperanza, tanta falsa esperanza, tanta religión que no tiene nada que ver con espiritualidad.
En fin, cuando la señora menciona que Dios la acepta tal cual es, y luego mezcla la Torá, ya podemos comprobar que precisa acomodar sus pensamientos, corregir muchas creencias, des-aprender, llenarse de Luz de Vida, para empezar a amarse, a respetarse y por fin conocerse en todo su esplendor, con la belleza que tiene pero no conoce.

Porque, y aquí hay otro concepto ajeno y erróneo, el gentil no refina su espíritu con Torá, nuevamente, ese es legado judío, no gentil. Hay cosas muy buenas para compartir, pero también se puede vivir sin ellas.
El gentil refina su espíritu viviendo como Dios le manda, no como a cada uno le parece que debiera ser.
Dios decidió que el espíritu refinado del gentil se produce con el cumplimiento de los Siete Mandamientos Universales.
¿No está claro?
Repito, ser bueno, ser justo, ser leal a Dios, a uno mismo, al prójimo. ¿Cómo? Al cumplir los Siete Mandamientos, al ser un constructor de Shalom.
Sin necesidad de creencias, ni dogmas, ni fe, ni ritos, ni bailoteos, ni palabrería, ni congregaciones, ni centros de estudios “noájicos” que en realidad son de judaísmo dulcificado y sin sentido, ni…
Simplemente siendo noájidas.
Eso es lo que Dios quiere, lo que Dios manda, no lo que a usted o a mí nos parece.
No es con conversiones al judaísmo, ni las verdaderas ni la falsas; ni con una vida estrafalaria de noajUda, es decir, alguien que se hace llamar noájida pero es un payaso que se disfraza de lo que cree es “judío” y se pasa haciendo ritos ridículos porque le son absolutamente ajenos. No es hablando algunas palabras de hebreo. Ni repitiendo versículos, en este o aquel idioma. Ni llenando el Facebook de fotitos de rabinos, ni pegando mensajitos de rabinos, ni…
No, eso no es lo que Dios mandó al noájida.
Él, Dios, mandó Siete Mandamientos… ¿quién se cree más listo que Dios para inventarse atajos a su propia perdición?

Entonces, creo que la señora (como la gran mayoría de las personas) debería leer mucho acerca de su identidad y oír menos a los que inventan religiones, caminos alternativos para estar “cerca” de Dios, pero que terminan estando cerca de su dios-EGO y ausentes de Dios.
http://fulvida.com/nosotros/empieza-aqui es un buen lugar para empezar.

Conocerte, amarte, respetarte.
Lo consigues con el noajismo, si eres gentil.
Pero no pienses que es un remedio mágico para todas las cosas que tienes que resolver y no se remedian con milagros ni fantasías.

Y no, no anheles una identidad que no es la tuya si no sabes cómo responder con sinceridad a la simple pregunta esencial: ¿para qué?
Si lo sabes, si eres sincero contigo mismo, encuentra un VERDADERO rabino ORTODOXO que te guíe en el proceso. Al final, lo que importa es construir Shalom siempre.

La dualidad, el hombre y la mujer en el Zohar

En el Zohar, uno de los pilares de la cábala, puede leerse la igualdad en el género humano, la igualdad entre hombre y mujer. Es más, se considera que no existe «hombre» sin mujer.

Dicho de otra manera, el «hombre», como genérico, no es tal sin la mujer ni puede existir con independencia de ésta. Hay que decir que lo mismo sucede a la inversa.

Bereshit/Génesis

El Zohar basa eso en un análisis del comienzo del Bereshit/Génesis, a partir del cual alcanza las conclusiones anteriormente expresadas, en concreto:

Las Sagradas Escrituras dicen: «varón y hembra los creó» (Bereshit 5:2). De esto deducimos que toda figura que no represente al varón y a la hembra no se parece a la figura celestial (…) Tened presente que el Santo, bendito sea, escoge por residencia alli donde varón y hembra están unidos. El colma de bendiciones el lugar dónde se unen varón y hembra». Por esto dicen las Escrituras: «Los bendijo y les puso por nombre Adam (Hombre) (Bereshit 5:2). Pero no dicen «Lo bendijo y le puso por nombre Adam», ya que D_os sólo bendice cuando el varón y hembra están unidos. El varón solo no merece el nombre de hombre sino está unido a la mujer. Por esta razón dicen las Sagradas Escrituras: «Y les puso por nombre Adam» (Zohar, I, 55b)

Aquí se diferencia «hombre» de «varón» y se entiende que «hombre» hace referencia tanto a varón como a hembra, y que «Adam» -que se identifica con el termino «hombre»- no es lo mismo que Adán en cuanto a nombre del varón, «Adam» viene de «Adamah», que significa «polvo de la tierra», lo que se relaciona con lo dicho en Bereshit 2:7.

Según esta interpretación Adam -que no Adán- son tanto varón como mujer, siendo «hombre» la conjunción de los dos, y no pudiendo existir hombre sin mujer. El Zohar identifica, así, el término «hombre» con el género humano en su totalidad, no en uno de sus determinados componentes sexuales.

El principio masculino y femenino como conjunto también tendría su reflejo en la esencia de Elohim pero, aún estando relacionado con lo humano, eso nos llevaría a otro tema.

El principio masculino y femenino en Elohim

De la misma manera que Adam es sinónimo de «género humano» y es varón y mujer, Elohim contiene en sí mismo el principio masculino y femenino, porque también dice el Bereshit que los creó «a su imagen», sobre ello también reflexiona el Zohar:

«Si las Sagradas Escrituras dicen: (Bereshit 1:27) ¿por qué añaden aún: (Bereshit 1:27)? El texto designa de hecho los dos aspectos, lo masculino y lo femenino (…) tal como lo prueba la continuación del versículo: (Bereshit 1.27)» (Zohar, III 117a).

Que Adam designa al género humano, sin distinción de sexo, queda reforzado, además, por la etimología, así en hebreo «hombre» en cuanto varón se escribe «is», mientras que «mujer» es «isah», pongo los términos transliterados -obviamente-.

Y que el principio femenino también se encuentra en Elohim se puede observar también porque una de las maneras de referirse a Él es llamándolo «La Matrona», pues Gevurah, que es fuego, es el principio femenino en Elohim, y se la llama también, Hija, Novia, Esposa o Matrona. Todos esos nombres se unen en un concepto «Tif’eret», que significa «Belleza».

La dualidad de Elohim

Hay diversos pasajes en el Zohar que muestran que igual que coexisten el principio masculino en el hombre y en Elohim, lo mismo sucede con el bien y el mal, son intrínsecos a uno y otro, en ese sentido queda anulado el problema que planteaba Leibniz con la «Teodicea», porque en Elohim se encuentran los dos principios, por eso ángeles y dáimón son lo mismo, y por eso radican en el propio “ethós” humano ambas cosas. Es decisión humana ante unas circunstancias hacer una u otra cosa, la resultante será la que defina si eso ha sido bueno o malo. Un par de pasajes del Zohar para ejemplificar -hay más-:

«Dijo el Santo, bendito sea: Yo y mi Sekinah formamos el alma; el padre y la madre de cada hombre forman el cuerpo. El padre provee el blanco de los ojos, las venas y el cerebro. La madre provee las pupilas, el pelo y la piel. El cielo, la Tierra y todos los cuerpos celestes se asociaron igualmente para la formación del hombre. También los ángeles se asociaron para su formación y también del Espíritu del Bien y del Espíritu del Mal, para que fuera amasado de ambas partes a la vez» (Zohar, III, 219b)

«Si el Santo, bendito sea, no hubiera creado el Espíritu del Bien y el Espíritu del Mal, que emanan uno del lado de la Luz y el otro del lado de las Tinieblas, respectivamente, el hombre no hubiera podido ni merecer ni desmerecer. Por ello, D_os lo creó compuesto de dos espiritus. Los deseos sexuales son buenos o malos según el espíritu que los incita tal como está escrito: « (Zohar, I 23-a)

El bien y el mal son opciones… de acciones, no son entes, como las acciones de Elohim pudieran ser malas si él lo desease, las acciones humanas pueden serlo si se provoca una acción que desemboque en un mal, porque Elohim -no físicamente- comparte las características del hombre, entre otras… crear con la Palabra, así como contener interna y potencialmente bien y mal.

Axiomas y Teodicea

La «Teodicea» nace como una reflexión sobre la naturaleza de Dios y la cuestión del mal, en concreto el porqué un Dios que es amor y bondad, siendo omnipotente, permite la existencia del mal.

El maremoto de Lisboa fue el desencadenante de la especulación teológico-filosófica, realizada dentro del cristianismo de la época (inicios del siglo XVIII de la era común).

La Teodicea de Leibniz

Cuestión que, poco más o menos, inaugura Leibniz en los siguientes términos:

“Los antiguos errores, profesados por los que acusaban a la divinidad o suponían la existencia de un principio malo, han sido a veces renovados en nuestros días; se ha recurrido al poder irresistible de Dios, cuando debía fijarse más bien en su suprema bondad; y se ha considerado como un poder despótico el que debía concebirse como dirigido por la más perfecta sabiduría. He observado que estas opiniones, que pueden causar mucho daño, han sido sostenidas, apoyándose particularmente en nociones confusas tocantes a la libertad, a la necesidad y al destino; esto me ha movido más de una vez a tomar la pluma para aclarar puntos tan importantes, y finalmente me he visto obligado a condensar mi pensamiento sobre todas estas materias tomadas en conjunto, y darlo a conocer al público. Este es el objeto del ensayo presente sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal.”

(Gottfried Wilhelm Leibniz, “Teodicea”)

Leibniz habla aquí del problema de la existencia del mal, ese problema no lo sería sino fuese porque se conjunta con la omnipotencia de Dios, de lo cual surge la pregunta ¿cómo un Dios bondadoso y omnipotente permite la existencia del mal? La respuesta de Leibniz es la elaboración de un sistema filosófico en el cual el mal no lo ha creado Dios y no lo permite aleatoriamente, sino que lo hace con una finalidad –si se quiere hasta probatoria, en el sentido de “prueba de fuego”, de algo iniciático o “depurativo”-, no en vano “teodicea” significa “justicia de Dios” pero, también, “justificación de Dios”.

La cuestión del mal y su relación ajena a la voluntad de Dios también la trata John Milton en “El Paraíso perdido”, pero Milton “esquiva” la cuestión de la omnipotencia y permisividad divina, y se centra en la figura del “Maligno” y, en cierta medida, de la libertad de elección tanto en ángeles como en humanos. Lo curioso de Milton es que las razones que pone en boca de Satanás resultan de lo más convincentes.

La cuestión de la existencia del mal como permisión

La teodicea lo que plantea es el problema de la bondad de Dios y la presencia del mal, aunque Leibniz lo haga “justificando” a Dios. Dicho de otro modo como es posible que un Dios bondadoso y omnipotente permita la existencia del mal.

No es solo el mal introducido en la naturaleza humana a partir del pecado original sino de “todo” el mal -puesto que el mal es, en teoría, preexistente a la naturaleza humana, recordemos que se introduce externamente en ella, no nace con ella, por tanto el mal es, en principio externo y previo al hombre-.

Los axiomas que se barajan en la “Teodicea” son que Dios es bondadoso y que es omnipotente, luego el problema a resolver es el porqué del mal -que es previo y externo a la humanidad, otra cosa es que se introduzca en su naturaleza y pase a formar parte de la misma- ¿cual es el sentido de esa permisividad? eso es lo que se plantea.

Lo cierto es que la teodicea se encuentra con algunos problemas porque parte de: a) que Dios es bueno, b) que Dios es omnipotente -hay más cosas pero eso es lo básico-. Eso hace incomprensible tanto la existencia del mal como que se le permita actuar.

Con lo cual llegamos a las explicaciones. Alguna va por la vía del libre albedrío, solo que eso se encuentra con alguna pequeña paradoja, por ejemplo: un asesino escoge libremente asesinar sin embargo su víctima ve anulada su libertad -dado que no escoge ser víctima-. Otras explicaciones van por la vía de la acción del Maligno –es la vía de Milton-, pero se supone que el Maligno no es omnipotente sino que esta sujeto a la autoridad y omnipotencia de Dios, por tanto esa explicación tampoco sirve puesto que devuelve a las preguntas iniciales de la teodicea ¿cómo un Dios omnipotente y bondadoso permite la existencia y actuación del mal? Hay otra respuesta más, totalmente «ad hoc» y funcionalísima: los caminos y designios del Señor son inescrutables.

Los axiomas

No es del todo correcto identificar dogma con axioma, el axioma es un principio indemostrable sobre el que se basan los dogmas, pero no son lo mismo. El axioma es indemostrable porque se considera que no precisa demostración -la necesidad de una causa incausada de Santo Tomás es un axioma, a partir de él organiza todas las vías tomistas, es un principio indemostrable del que se considera que no precisa demostración-.

Los axiomas que utiliza el cristianismo son los relativos a la primera acepción RAE, es decir, proposiciones tan claras y evidentes que no precisan demostración. Ahora bien, se puede dudar -o poner en tela de juicio- que esas proposiciones sean tan claras y evidentes, porque una cosa es una proposición tan clara y evidente que no precisa demostración y otra una proposición «ad hoc», y muchos axiomas del cristianismo son «falsos axiomas» pues son proposiciones «ad hoc».

“Pero si el conocimiento del principio de continuidad es importante para la especulación, el de la necesidad no lo es menos para la práctica, y éste será el objeto del presente tratado, incluyendo además los puntos que se relacionan con él; a saber: la libertad del hombre y la justicia de Dios.”

(Gottfried Wilhelm Leibniz, “Teodicea”)

Leibniz ya deja claro que va a defender axiomas, sucede que en su caso introduce el concepto de “necesidad”, que viene a salvar –o a intentarlo- el reproche que, objetivamente, puede hacerse a lo “ad hoc”.