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Fuera de control

Lo importante no es vencer, sino el vivir a diario con la conciencia tranquila de hacer el máximo posible.
Como expresara uno de los grandes Sabios de antaño, Rabí Tarfón: “No te corresponde a ti terminar la obra, mas no eres libre de eximirte de ella.” (Avot 2:16).
Es imposible terminar “la obra”, porque no depende solo de ti, ni tú solo puedes realizarla. Pero tu parte, esa que te corresponde, solamente tú la puedes (y debes) hacer.
¿Que no sabes cuál es tu parte?
¡Y quién sí!
Por ello, no te tortures pretendiendo vivir la vida que otros te mandaten, ni quieras actuar las escenas que a otros dejen contento, sino que analiza lo que haces y trata de hacer lo mejor posible. No te preocupes, nunca van a faltar los que, con razón o sin ella, estarán descontentos. No dejarás a todos contentos, a veces a nadie, pero no es por ello que debes hacer lo que te corresponde, sino simplemente porque te corresponde.
A veces quedarán cosas de lado, incluso de las importantes. Ok, yo te comprendo, eres humano, estás limitado, tienes un día acotado, muchas actividades, no siempre sabes priorizar las tareas (o puedes hacerlo), no te funciona la memoria tal cual quisieras, no tienes las energías para desarrollar todas las actividades que te propusiste… ok, yo te comprendo. Pero, siempre y cuando realmente estés haciendo el esfuerzo por cumplir tu parte, no uses excusas ni des pretextos. Mejor haz lo que puedes hacer, al máximo, lo mejor y luego, del resto, de eso que queda por fuera de tu control, eso déjaselo a otros, o a nadie, o a Dios.
Sí, hay cosas que quisiste hacer, pero no pudiste. Amigos a los cuales saludar, pero por esto o aquello se te pasó. Tías ancianas a las que visitar, las que quedaron sin verte. Tareas con tus hijos que te propusiste llevar a cabo, pero por un motivo u otro se canceló o pospuso. Bueno, eres humano, no tienes el control de muchas cosas… más bien, de muy poquitas. Entonces, haz tu parte, pero no te quedes sin hacerla. En cuanto a aquello que con sinceridad y lealtad no pudiste, o tal vez no quisiste, ok, yo te comprendo. Quizás alguna vez no comparta tu decisión o tu “olvido”, pero lo bueno es que no te angusties por aquello que no puedes resolver, que no te presiones a cumplir con lo que no entra en tu mochila, que no cargues con las culpas que otros te quieren hacer cargar –con razón, o casi siempre sin ella-.
Tienes un camino para recorrer, a veces uno para construir con tu pisada, es eso lo que tienes por delante. Si llegas o no a cruzar la meta que otros te impusieron, eso que el EGO te hace creer que es lo único valioso, debes saber que no importa tanto realmente.  No es el “éxito” el premio, sino el haber hecho tu parte, todo lo mejor de ti, y haber logrado lo que lograste.
Sí, debe ser lindo estar en los zapatos de Usain Bolt, ser un “ganador”, un imbatible, un marcador de nuevos registros mundiales en tu área. Pero tú no eres él, a no ser que seas Usain por supuesto. No tienes por qué ser él. No estás obligado a ser el hombre más veloz del mundo, ni a batir ningún récord mundial. Tan solo debes competir contigo mismo, para sacar a flote a tu Yo Auténtico, que tu Luz eterna resplandezca en la oscuridad de los Yoes Vividos.
Esa es tu tarea, no otra.
Conectarte.
Contigo, con tu esencia real, con tu Yo Auténtico, con aquellos de tus Yoes Vividos que te representan apropiadamente, con el prójimo, con el lejano, con la cultura, con el pasado, con el presente, con el futuro, con Dios.
Conectarte y alcanzar la autenticidad.
Que no puedes me dirás.
Que haces lo que puedes y no ves muchos avances.
Ok, yo te comprendo y para nada te recrimino. Eres tú quien va a evaluarte y considerar si realmente hiciste tu parte, si alcanzaste algún grado de conexión o no.
Solamente tú puedes hacerlo.
Pero, si quieres controlar todo, si quieres dejar contento a los demás, si actúas para llenar el ojo a otro, entonces te estás labrando tu sufrimiento.
No puedes cambiar el pasado, ni esculpir el futuro a tu gusto. Ni tan siquiera eres el amo del presente, sino un simple pasajero, una sombra, una nube, pero en aquello que tienes poder es en lo que debes ser poderoso.
Si pretendes cambiar a otro a tu imagen y semejanza, si no aceptas al otro que es otro, entonces estás condenado a fracasar y sufrir.
Si no te aceptas, si no te encuentras, si no te conoces, si no te respetas, si no te amas, si solamente quieres dejar contento a otros, o que otros te dejen contento a ti, tienes una vida de dolores para “gozar”. Pretendes controlar lo que no puedes, te esfuerzas en vano, te rompes la espalda inútilmente cargando la mochila que no es tuya, siendo muerto en vida. Eterno demandante, con la queja a flor de piel, con el sufrimiento como compañero inseparable. Porque no aceptas tu impotencia, porque no dejas fluir lo que no puedes retener, porque te crees el que tiene derechos y poderes de los cuales careces.
Y no te gusta, entonces te inventas vidas, mientes, das excusas, te engañas o lo haces con otros, siempre y cuando puedas aparentar tener algo de control.
Te aferrarás a eso que te hace ilusionar con que tienes cierto poder. Por ejemplo, una religión, una secta, una pareja, una promesa, un trabajo, un familiar, un vicio, algo, cualquier cosa o persona que tú pretendes dominar, pero que por lo general es lo que –o quien- te domina.
Eres esclavo de tu impotencia, a la que disfrazas de poder, a la que tiñes de dorado de gloria pero que en el fondo no es más que miseria.
Cuando en verdad eres una luz impresionante, brillante, en los hechos vives en sombras, a oscuras, con miedo, encerrado en tu celdita mental. Quizás porque te supones que allí sufrirás menos, porque te supones que allí eres el amo y todopoderoso, cuando en verdad vives como un pordiosero siendo que pudieras ser el rey de tu pequeño reino.
En tu infantil prepotencia llegas a delirar que tus rezos controlan a Dios, y que éste controlará por ti al cosmos.

La verdad es que vivimos como si Dios fuera un padre vengativo o una entidad sádica a la que le gusta hacer padecer a sus criaturas o directamente no hubiera ninguna divinidad.  Es como si nos tiraran de una patada a este planeta y cayéramos como seres sin recursos ni elecciones, pobrecitos de todo.  Nadie se plantea esto racionalmente; sin embargo, existimos como si así fuera.  La complejidad y la velocidad del mundo de hoy amplifican esta percepción, haciéndonos sentir como hojas en una tormenta. Que tus rezos deben ser respondidos y Dios correrá a satisfacer tus caprichos. Sí, eso es lo que está en ti cuando rezas. Sea al dios que fuera.
Y cuando te pones en el papel de víctima y reclamas que te atiendan, no eres otra cosa que un bebé en un cuerpo viejo. Reclamando atención de tu mamita, para que te dé un poco de calorcito, porque te sientes impotente. Ah, pero con tus llantos, gritos, pataleos pretendes controlar, manipular. Sí, el EGO que te hace creer que tienes un tosco poder, cuando estás decadente y encerrado en tu impotencia.
Fuera de control, por querer dominar en vez de aceptar, dejar fluir, no retener, no padecer por lo que no tiene solución.

Toma el control de lo que puedes controlar, haz tu parte, y deja el resto en manos de quien corresponda.
Reza, pero no pretendas que Dios corra a solucionarte tus dramas o darte tus peticiones como un “rey mago”.
Confía en Dios, pero haz tu parte, da el 100% de lo que puedes dar.
No te concentres en ti y tus problemas. Sí, son tuyos y los ves importantes, como si fueran el centro del universo. Pero son tuyos y no del universo, y en verdad, hasta quizás ni siquiera sean problemas realmente sino solamente ilusiones, evaluaciones incorrectas, momentáneos contratiempos, falta de esfuerzo de tu parte, querer controlar lo que no puedes ni debes controlar. Ah, pero tú los ves como si el mundo te debiera algo, como si la vida fuera injusta, como si los demás no te dieran la atención que te mereces. Y sufres. Cuando puedes estar bien, incluso en el peor momento material.
Hemos oído numerosas historias VERÍDICAS, (no esos cuentitos chapuceros de “santos” (de cualquier credo) que hacen maravillas, pero nunca en la vida real) de gente que hasta en el último momento, de gran tortura física o de otra índole, tuvieron la entereza de llevar una vida de plenitud y trasmitir un legado de nobleza. No suelen ser los quejosos, los que viven en tono de EGO, los que viven de esta manera plena incluso en la antesala de la muerte. Suelen ser los que controlan lo que pueden y el resto deja que fluya. Se acomodan, construyen, elaboran sentido de vida con lo que tienen en su dominio, que suele ser bien poquito, porque somos humanos, limitados, inmensamente impotentes aunque con un enorme potencial.
Te dejo un ejemplo para que comprendas de lo que te estoy hablando: http://es.wikipedia.org/wiki/Randy_Pausch, mira también los videos, son imperdibles.

Ama, que es conocer y conectarte. Ama, aunque conozcas poco, pero conectado.
No creas que amar es estar 100% pendiente, ni diciendo cosas bellas todo el tiempo, ni hacer lo que el otro quiere que hagas.
Conéctate, dentro de lo que puedes. Haz tu parte, y deja fluir el resto.

Es como un cambio de enfoque, pero sobre ti mismo.
No para obligar a que los demás vivan de acuerdo a tus expectativas, sino que tú a las tuyas, a las de tu Yo Auténtico.
Despojándote de las máscaras, aunque preservando aquellas que son apropiadas para representar las diferentes facetas saludables de tu Yo Auténtico.
Conéctate, haz tu parte, no permitas que el deseo de control de deje fuera de control.

Dedicado con cariño a “Roberto”, Belén y Felipe S.

Vaierá 5773 – Ilusión de control

Te recomiendo que tomes un tiempo para leer un interesante artículo publicado por la revista online “Science” (de octubre 2008, puedes hacer clic aquí para abrirlo y leerlo, previamente deberás registrarte gratuitamente allí).
Los autores (Jennifer A. Whitson y Adam D. Galinsky) exponen una serie de experimentos que confirman que cuando la persona se encuentra en una situación de pérdida de control (impotencia, indefensión, desesperación) crea patrones ilusorios para tratar de dar algún patrón de coherencia a los estímulos que percibe y no puede dominar.
De cierta forma, se quiere controlar ilusoriamente aquello que está (o se siente) fuera de control.
Entonces, se reconocen imágenes en donde no las hay (paraeidolia), se enlazan asuntos que en verdad están desconectados entre sí, se anclan en supersticiones o se elaboran teorías conspiratorias, con la intención de afrontar la pérdida de control y en cierta forma retomarlo de manera “mágica” (pensamiento mágico), por medio de una aparente comprensión de los hechos.

Como lo hemos enseñado en muchas ocasiones, una de las herramientas del EGO (la pasiva) es la desconexión de la realidad. Ésta se consigue por medio del dormir, del fantasear, del mentir, del engaño, de la adicción, de la distracción, de las excusas, de los olvidos, de las fabulaciones, de las supersticiones, de las religiones, en fin, de las múltiples y variadas maneras que las personas nos inventamos para no asumir nuestra impotencia y presentar alternativas creativas o prácticas a nuestra situación.

Al ser impotente se aparente poder; al carecer de fuerza, se recurre a la violencia; al estar en situación desventajosa, se hace trampa; al crecer dentro de la mentira, se niega la verdad por medio de reforzar la ceguera del fanatismo. Como venimos diciendo desde hace tiempo, es el EGO que ha tomado el timón de la vida y lleva a la persona por aguas peligrosas, hacia la muerte en vida. Pero, con astucia, no dando la impresión de derrota, no admitiendo la falta de control, no asumiendo la propia debilidad, con ardides para mantener sometida a la persona a la esclavitud.
Así, se mantiene en las sombras al prisionero, encerrado en su celdita mental, pero con la presunción de creerse el amo del universo. Porque bien sabemos, el esclavo del EGO a menudo pretende controlar todo, incluso lo incontrolable, incluso a Dios, aunque ni siquiera puede controlar los cuatro palmos de su existencia.

Cuanto más impotente te sientes, eres más susceptible a que el EGO tome el control sobre tu vida y a través de sus herramientas tu pretendas controlar lo que no controlas. Procurarás usar la violencia física, o la verbal o la manipulación emocional, si no funciona, caerás en estado de desconexión de la realidad. Probablemente interpretes los eventos bajo la sombra del EGO, y veas conspiraciones donde todo es honesto; te sientas burlado, cuando nadie te presta atención; supongas que podrás ejercer influencias mágicas por medio de rituales o procedimientos místicos. Todo esto no te acerca a la solución de los conflictos, ni te dota de poder, sino que te hunde más en la oscuridad, en la falta de confianza, en la celdita mental.

Esto es bien sabido, conscientemente o no, por los que te dominan y manipulan. Te harán sentir indefenso, falto de poder, a su merced, culpable, en falta, pecador, sin esperanza, con esperanza pero solamente a través de cumplir con lo que él te demande. Lo importante para el manipulador es que te hundas en el temor de la impotencia, que el espanto del terror de la impotencia inicial te lleve a la inacción. Procurarán desactivar tus mecanismos activos del EGO (violencia física, verbal o manifestaciones de dolor), para que no reacciones ante sus trampas. A menudo harán que redirijas tus mecanismos activos hacia otros, hacia lo que ellos te proponen como “enemigos”, a los cuales culpará de tus males, reales o fantaseados; te inducirá a que direcciones hacia esos “enemigos” tus fuerzas, para preservar ellos su poder sobre ti. Es por ello que las sectas y otros grupos liderados por manipuladores emocionales tienen tan a menudo presente a los “enemigos” contra los cuales descargar sus injurias, amenazas, golpes, persecuciones, etc. No es que el “enemigo” solamente les sirva para unirse en su contra, sino especialmente para que los que son manipulados no se liberen de las garras del líder manipulador, sino que sigan adoctrinados, fanatizados, haciendo de cuenta que tienen cierto poder y que lo están aprovechando para algo positivo, cuando en realidad todos esos actos violentos y de fanatismo simplemente aprietan más fuerte el lazo de esclavitud en torno a sus vidas.

Con esta enseñanza quizás puedas comprender un poco más lo que has visto o vivido en sectas o relaciones en las cuales eras dominado y manipulado por lobos expertos en pastorear ovejitas. Tú estabas en el rol de la ovejita indefensa, atacando falsos lobos cuando en los hechos estabas siendo pastoreada por el lobo feroz. Tus agresiones iban hacia un ilusorio Satanás, los traidores, los de otras sectas, estos o aquellos, y de esa forma te mantenías bajo las garras de tu pastor, que era el que ciertamente te estaba drenando tus energías, tu dinero, tu existencia.
Recuerda como siempre te presentaban a quien odiar, a quien insultar, a quien temer, a quien violentar, para de esa forma dirigir tu atención hacia falsos enemigos y no reconocer que el que te manipula es el verdadero enemigo. Ese que se queda con tu poder, con tu dinero, con tu honor, con tu alma. Que se enriquece a tu costa. Que se deleita cuando tú sufres. Que posee lo que tú le das, lo que le robas a tus hijos de la boca. Ese que te esclaviza es el débil, pero con habilidad para aparentar fortaleza y hacerse tu señor.

Probablemente al principio te alientan, te esperanzan, te dan ánimos, te elogian. Se van convirtiendo en aquellos que atizan tu fuego casi apagado, el de la baja autoestima. Ellos están ahí para hacerte sentir importante y querido, pero es solo una trampa. Es la carnada en su anzuelo. Luego, como sin darte cuenta, comienzan las agresiones, las exigencias, las demandas, los golpes, las amenazas, el dolor. Te esfuerzas por obtener el cariño que perdiste, haces lo que está por fuera de los límites para recibir cariño y aprobación, pero hay solamente hielo, o culpas, o más agresiones. Ya estás atrapado, entre las amenazas, los sentimientos de culpa, las falsas promesas de bienestar, todo se conjuga para mantenerte esclavo de esos EGOs externos, de esos líderes religiosos, cabezas de sectas, malos padres, pésimos amigos. Y sí, también está el miedo. Siempre el miedo. El miedo, cuya base principal es el terror inicial, aquel que no se quiere volver a vivir. El de la impotencia más terrible, el de la soledad extrema, el de la carencia de todo recurso y explicación.

Si surge algún rayo de esperanza, de libertad, te impondrá el que te manipula interpretaciones o enseñanzas que te corten tus alas y te impidan el alejarte hacia una vida de mayor plenitud. Harán conexiones entre cuestiones desconectadas, te presentarán falsas evidencias, darán sermones por medio de los cuales te harán creer en cualquier cosa absurda, pero que te mantendrá en la esclavitud.
Si lo vieras desde fuera, “objetivamente”, percibirías todo el truco, el teatro, la falsedad, la terrible manipulación a la que estás siendo sometido. Pero desde dentro, angustiado, atormentado, amenazado, presionado, vapulado, puesto en estado de indefensión, tu EGO se encargará de sincronizar con las falacias del pastor-lobo y mantenerte desconectado de la realidad. Indefenso, a merced del que te está devorando en vida. Pelearás contra fantasmas, falsos enemigos. Harás de tu vida un vacío, lo que confirmará tu impotencia, lo que dará más poder al que te manipula para seguir haciéndolo.
Es una visión horrible, dramática, pero muy real.

Es posible otra vida.
Es posible dejar de lado este masoquismo.
Es posible dejar de sufrir, de ser esclavo, de vivir engañado.
Sí, es posible, aunque no fácil.

El comprender estos mecanismos, el tener claro cómo funcionamos, el profundizar en la ciencia de la conducta humana, es meritorio para toda persona leal al Eterno (judío o noájida), pues nos permite llevar una vida de mayor verdad, actuar con real bondad, servir al Eterno desde la lealtad, ayudar al prójimo con misericordia, establecer justicia con derecho, no ser más una marioneta del EGO y sus manifestaciones externas. Por ello nos parece necesario continuar con estas enseñanzas y es imperioso dedicar tiempo a ellas y luego aplicar el conocimiento a nuestra existencia.

Veamos un notable ejemplo de la parashá de esta semana, Vaierá.
Está escrito al principio mismo:

"El Eterno se apareció a Avraham [Abraham] en el encinar de Mamre, cuando él estaba sentado en la entrada de la tienda, en el pleno calor del día. Alzó sus ojos y miró, y he aquí tres hombres que estaban de pie frente a él… "
(Bereshit / Génesis 18:1-2)

¿Qué vio Abraham?
A tres hombres comunes, gente típica del medio oriente, adoradores de ídolos, hombres de paso.
No se podía imaginar, no había nada en ellos que señalara que en realidad eran tres enviados (ángeles) del Eterno.
Para Abraham hubiera sido sencillo permanecer en su casa, a la sombra pues afuera hacía un calor ardiente. De hecho, allí debería estar, puesto que había tres días se había circuncidado y el también ardía por la fiebre y padecía fuertemente por el dolor. Y allí estaban esos tres hombres que vagaban por el desierto, tres hombres y nada más. Otro, quizás, hubiera dado excusas, hubiera puesto su sufrimiento por delante, hubiera rebajado la condición humana del idólatra pobre y “sin valor”, hubiera interpretado la realidad en base a su EGO. No hizo así el patriarca judío Abraham.
Él salió de su casa y corrió al encuentro de estos extraños, les ofreció hospitalidad, sombra, agua, alimentos, compañía, instrucción noájida. Porque él vio hombres comunes, que ya por ello ameritaban ser tratados con respeto y dignidad, pues eran hijos de Dios, criaturas del Padre celestial. No les interrogó acerca de sus creencias, no los discriminó negativamente en base a lo que él escogía, no los hizo sus enemigos por ser diferentes. Muy por el contrario, desplegó su cualidad de jesed, bondad desinteresada, por un hermano noájida. No hizo cálculos para ver cómo podría obtener ventajas de esto, no evaluó si llegarían a pagar por su entrega, no consideró que él era viejo y estaba adolorido y enfermo. Solamente quiso hacer lo que sabía era bueno hacer: recibir con cordialidad y respeto al prójimo, aunque fuera diferente, aunque fuera idólatra, aunque luego del encuentro no creyera solamente en el Eterno, aunque fueran vagabundos del desierto.
Abraham no pretendía controlar al prójimo, porque sabía que nadie controla a otro. A lo sumo se lo manipula, se lo domina por medio del uso de la violencia, se lo obliga a hacer o decir cosas para no sufrir castigos, se lo engaña, pero nunca se tiene real poder sobre el otro. Se lo acepta como es, o se sufre por querer cambiarlo según el propio criterio. Abraham los aceptaba tal como eran. Por supuesto que instruía acerca de noajismo, de la fidelidad al Eterno, de los mandamientos que Él había encomendado a las naciones; pero no era un misionero aberrante, no hacía la guerra para “convertir” al otro, no andaba violentando al otro para manipularlo. Hacía mucho tiempo, muchas décadas, que Abraham había aprendido que no tiene valor el convertir a la gente a la fuerza, usar métodos extorsivos, emplear la violencia, engañar, nada de eso sirve realmente. Se consiguen éxitos superficiales, el falso éxito del EGO. Para llegar a los cambios radicales se debe partir y llegar del AMOR. Enseñar, pero no imponer. Predicar con el ejemplo, no solo con la palabra. Aceptar al otro con sus ritmos, tiempos, diferencias, contradicciones, dudas, zonas oscuras, y no pretender hacer de todos “santitos” al imagen y semejanza del dios que uno inventa.
Es por ello que el Eterno se apareció a Abraham en aquella oportunidad. NO ERA uno de los visitantes, ellos eran enviados de Dios y no Dios mismo. Pero Dios apareció a visitar al patriarca porque él con su conducta hacía de Dios una presencia real, palpable, constante. Por medio de su acción cotidiana, de su respeto a la vida, de su arreglo a las leyes, de su control real sobre el EGO, de su AMOR, así era como Abraham estaba siempre en presencia del Padre.
Por ello también la parashá anterior dice algo muy bonito acerca del primer patriarca de los judíos, en otra ocasión en que el Eterno se apareció a él:

"Avram [Abram] tenía 99 años cuando el Eterno se le apareció y le dijo: -Yo soy el Elokim Todopoderoso; camina delante de Mí y sé íntegro."
(Bereshit / Génesis 17:1)

Abraham caminaba delante del Eterno, estaba unido a Él. Lo hacía porque había conquistado su EGO y estaba en comunión con el Padre, sin máscaras ni cáscaras que ocultaran su Yo Esencial.
El EGO había sido puesto en su mínima expresión, por lo cual Abraham era libre, era un hombre auténtico. Estaba en control real, no en la ilusión que padecemos nosotros.
Es bueno recordar que Abraham era un hombre común, no era un súper héroe, no un ángel, no un enviado celestial, no un ser milagroso, era un hombre, como tú y yo. Aprendió a salir hacia sí mismo, desprenderse del EGO natural, del que se activa al momento de nacer, del que viene en las enseñanzas que se reciben en el contacto con los otros. Ese es parte del secreto de la orden divino que le dijo:

"Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre"
(Bereshit / Génesis 12:1)

Tú puedes hacer algo parecido.
¿Quieres hacerlo?
Yo te puedo ayudar, pero, ¿quieres hacerlo?

Noaj 5773–Un paraíso en la tierra

Según comprendemos de la parashá anterior, Bereshit, Adam fue creado en un mundo regido por las leyes de la naturaleza. Existía un límite al caos, un orden que no deja nada a la casualidad. El mundo se estructura y sistematiza por medio de un código de leyes, las cuales el hombre ha venido descubriendo y comprendiendo a lo largo de los siglos (y esperemos que lo seguirá haciendo). 
El Creador hizo el universo con todo lo que lo conforma, lo que incluye a las leyes que lo regulan. Son reglas firmes, que se cumplen, lo queramos o no, las conozcamos o no, estemos de acuerdo o no.
Esto es, hoy día, evidente en el plano físico de la realidad, e incluso en el inmaterial que está compuesto por sueños, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, etc.
En la antigüedad se pretendía dominar las reglas físicas por medio de lo que se llamaba brujería o magia, en todas sus versiones, desde las más circenses hasta las más estremecedoras y secretas. En la actualidad el mecanismo se desviste de fantasías y se llena de observación, análisis, conocimiento verificable, razonamiento, pues es campo de trabajo de las ciencias. Al conocer la leyes naturales estamos en mayor capacidad para cuidar mejor de nuestra salud, preservarnos de daños, hacer un uso provechoso y responsable de los recursos naturales, proveer de mayor bienestar, entre otras ventajas. Claro, el conocer las leyes no nos pone por encima de ellas, no nos convierte en amos de la realidad, no nos evita todo contratiempo, pero mejora en mucho nuestra existencia. No es casualidad que desde el desarrollo de la ciencia vivimos en mundo material de mayor bienestar para gran cantidad de personas.

El mundo no está solamente construido con bloques de materia/energía, sino que existe también un componente invisible, intangible, que es imperceptible a través de los órganos de los sentidos físicos, que es el plano espiritual. Éste no es mensurable, no tiene espacio ni tiempo, ni forma ni materia, es absolutamente diferente a todo lo que conocemos, porque solamente conocemos aquello que ingresa por nuestros sentidos o se conecta con algo que alguna vez hayamos percibido por los sentidos (estos son temas muy complejos, que en estas breves líneas no pretendemos abarcar ni siquiera en una porción mínima). Como lo espiritual es totalmente indescriptible, a lo largo de las generaciones se han usado diversas metáforas, símiles, comparaciones, leyendas, para tratar de tener alguna idea o noción de aquello que es incomprensible. Por supuesto que todas ellas no llegan a definir y dar una idea acabada de lo que es el espíritu y la dimensión espiritual.
Al ser ésta su realidad, queda por fuera del ámbito de estudio de la ciencia, si entendemos por ésta a “el conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados…” (Wikipedia/Ciencia).

De acuerdo a lo que sabemos por nuestra Tradición, también al mundo espiritual el Eterno le ha impuesto leyes, las leyes espirituales.
Debemos saberlas, comprenderlas, aplicarlas, puesto que el ser humano es la criatura con mayor componente espiritual de este mundo. Al hombre, desde su origen el Eterno le ha impuesto mandamientos, los conocidos en aquel momento como Mandamientos Adámicos, que eran seis, según consta en nuestra Tradición: no asesinar, no maldecir a Dios, no adorar dioses que no son Dios, no robar, no a la infidelidad matrimonial y establecer sistemas de justicia social.
El Eterno se los ordenó a Adam y comprometió a todas las futuras generaciones a conocerlos, aceptarlos y cumplirlos. El único beneficiario del acatamiento a este código es el hombre, puesto que la finalidad principal de estos mandamientos era posibilitar la armonía personal, colectiva, ambiental, tanto en lo espiritual como en lo material. Eran las leyes para permitir que el mundo fuera un paraíso terrenal, un pedazo del Cielo en la Tierra. Un código básico, simple, pero completo para cada una de las personas, sin distinción de origen, creencia, posición social, edad, o cualquier otra distinción. Eran (y siguen siendo) las reglas espirituales con las que el Eterno codificó el comportamiento de cada ser humano para llevarlo a la auto-realización integral, tanto en lo material como en lo espiritual.
Pero el hombre no supo conservar la senda de la corrección y de a poco fue perdiendo su conexión espiritual, fue dejando de lado los Mandamientos Universales (hoy también conocidos como Mandamientos para las Naciones o para los Hijos de Noé o Noájidas).
Hasta que la situación se hizo insostenible, según recalca la Torá en nuestra parashá: "La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia." (Bereshit / Génesis 6:11).

Sí, cuando el hombre repudia su identidad espiritual, se niega a vivir de acuerdo a las leyes espirituales, termina por llevar al mundo a la corrupción, a que se extienda la violencia en sus múltiples facetas. Sobre la violencia mencionada en el versículo quisiera mencionar un par de aspectos. La voz hebrea empleada en la Torá es “jamás”, que comúnmente se traduce como violencia, lo cual es correcto. Sin embargo, la Tradición nos refiere los detalles de esta violencia: robo, usura, tomar a la fuerza mujeres como esposas, injusticia e incluso agresiones físicas y asesinato. Tal como vemos en el profeta Iejezkel/Ezequiel (7:23): "Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia.".
Y ya por ese entonces las personas habían olvidado la unidad y unicidad del Eterno, se habían convertido en adictos a dioses y creencias extrañas; cuando alguno mentaba al Eterno, no faltaban los insultos y faltas de respeto hacia Él. En resumen, el mundo se llenó de depravación, falta de respeto, injusticia, corrupción, maldad, rebeldía. Era el anti-paraíso, es decir, no se cumplió el ideal para el mundo que pretendía el Eterno. Porque no se seguían los mandamientos básicos, porque el hombre escogió hacer el mal en lugar de un pequeño esfuerzo para construir un mundo de Shalom.
Ya sabemos lo que pasó luego, sobrevino el Diluvio, la gran destrucción. Las acciones de los hombres provocaron un terrible caos que desembocó en una catástrofe dolorosa y espantosa, pero que fue el primer paso para borrar lo anterior y comenzar de nuevo. La intención del reinicio era hacer de este mundo un paraíso terrenal a través del código espiritual que ahora se conoce como Mandamientos Noájicos, los siete mandamientos que el Eterno dictó a Noaj/Noé para él y todas las generaciones siguientes. Una forma de vida sencilla pero pleno, sin asuntos extraños, sino simplemente el anhelo por vivir bien uno y en compañía del otro.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros?
¿Qué es lo que en la práctica podemos aprender y emprender para mejorar nuestro entorno y sociedad?
¿Tiene la parashá algún mensaje para ti en particular?

Espero que podamos seguir compartiendo juntos este emocionante camino de conocimiento y bendición.

Antes de despedirnos, un cuento muy especial que quiero compartir contigo:

El aguatero llevaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas sujetas a un gran madero que cargaba sobre sus espaldas.
Una de las vasijas tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija íntegra estaba siempre muy orgullosa de su desempeño porque tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

Bereshit–Génesis 5773

Es sabido que el relato de Bereshit presenta dos crónicas diferentes al respecto de la creación del ser humano. El primero en el primer capítulo, el segundo en el segundo. Presentan notorias disparidades, absolutamente evidentes y en modo alguno silenciadas u oscurecidas. A la vista están. Han sido comentadas y analizadas a lo largo de las generaciones.
Ahora te presento unas pocas de ellas, no todas ni de modo exhaustivo, solo un puñado, simplemente como aperitivo, como una invitación para despertarte el deseo de conocer y que tomes el sagrado texto y busques tú más. Para eso están nuestros libros, para conocerlos, aventurarse en ellos, interrogarlos, obtener claridad a través de sus mensajes, quedarse con dudas que no encuentran respuesta, seguir estudiando, mantener la llama encendida a través de la conexión, etc.

Tema

Capítulo 1

Capítulo 2

Origen Dios dice y Adam es creado Dios hace una figura de arcilla y le infunde la energía de vida a través sus narices
Género Adam es creado macho y hembra, se los nombra en plural y singular, pues es como un siamés, una persona que son dos personas Adam es varón
Relación con Dios El Eterno bendice a Adam para que se multiplique, se reproduzca, colme la tierra y la conquiste El Eterno pone al hombre en el huerto del Edén para que lo trabaje y cuide, le permite alimentarse de todo árbol que guste, menos del árbol del conocimiento, del bien y del mal
Ecosistema La creación va desarrollándose, evolucionando, hasta llegar al Hombre El hombre es puesto en el huerto del Edén y luego brotan
Relación humana Varón y mujer son una unidad desde el comienzo El varón está solo y busca compañía entre los animales sin hallarla, hasta que Dios le presenta a la mujer, con la cual finalmente se une y empareja
Nombre de Dios usado Elohim Hashem Elohim

Aquellos que no aceptan la autoría única y divina del texto sagrado reconocen en estas discrepancias una evidencia de tradiciones provistas por distintas fuentes, que fueron plasmadas con sus divergencias y contradicciones a la hora de concretar el texto de la Torá. Entonces hablan acerca de la línea “elohista”, que es diferente a la “yahvista”; de las variaciones motivadas por la política del momento o las influencias del folclore dominante en la región, u otros factores. Cosas muy interesantes, por cierto, pero en nada acordes a la Tradición y el sentido habitual que se les ha dado durante milenios a los relatos de la Torá.
Para los que no cuentan con herramientas intelectuales apropiadas ni el conocimiento necesario, estas especulaciones sesudas pudieran parecer verdades catastróficas, que borran de un saque la santidad de la Torá. Por ello muchos se embelesan con estas novedades y pierden la ruta trazada por el judaísmo., pero los adherentes a la divinidad de la Torá encuentran que no es necesario elaborar complejas teorías sobre muchos autores y numerosas fuentes para clarificar la doble exposición acerca del origen del Hombre. El judaísmo tiene varias respuestas apropiadas e idóneas, que brindan claridad al texto, y permiten ver que donde otros ven cuentitos mitológicos, realmente se encuentran enseñanzas sumamente profundas e intensas. Instrucciones para la vida cotidiana, para hacernos mejores personas, no meros malabarismos académicos de salón.

Te presentaré brevemente ahora dos de las maneras de comprender el valor e importancia de estos dos relatos, en apariencia, diferentes del origen del Hombre.
El Rav Josef Soloveitchik ztz»l, en su “La Soledad del Hombre Creyente”, armoniza la narrativa duplicada y divergente equiparándola a la identidad duplicada y divergente del ser humano. Somos al mismos tiempo espirituales y materiales; conectados al infinito, pero restringidos a un determinado espacio y tiempo; capaces de las mayores hazañas y novedades, como también de las ruindades y catástrofes; somos seres creados a imagen y semejanza del Eterno, pero moldeados con barro y perecederos. Sí, somos seres complejos, multidimensionales, uno pero múltiples. Tal como el relato de Bereshit nos representa. En el primer capítulo como obras celestiales, príncipes del Reino; en el segundo como insertos en el mundo, marcados por las vicisitudes de la existencia, por las necesidades.
Otro sabio actual de poderosa impronta, el Rav Mordechai Breuer ztz”l, también nos muestra con múltiple facetas, no meramente sometidos a instintos, o a influjo del entorno, o a lo genético, o a mandatos sociales, o a una ética espiritual innata, sino como una combinación de todos estos factores y muchos más. Somos uno pero muchos, además de diferentes individuos pero siendo partes de una unidad sistémica y metafísica.
En esta complejidad, atribuye la descripción del primer capítulo al nacimiento de la especia humana como tal y no de algún individuo en particular. No era Adam macho y hembra, sino que la especie humana sexuada fue creada. El Eterno no bendice a un hombre para que se reproduzca y conquiste la tierra, sino que brinda ese poder a la especie humana. En tanto que el segundo capítulo aterriza la reseña sobre el hombre en particular, Adam el primero de nuestra especie.
Como notamos, evidentemente hay maneras de explicar satisfactoriamente la aparente dualidad de criterios o de historias narradas en la creación del Hombre.
Proponemos una más. La primera aparición en la Torá es la que toma al hombre de manera natural, por lo que es, tal cual es, en su plenitud. La segunda es la que expresa el esfuerzo por superar sus limitaciones, por aprovechar sus potenciales. En el primer capítulo el hombre ya está completo, es como un ideal en un mundo controlado por la Voluntad de Dios; en tanto que en el segundo tiene que desarrollarse, cambiar, probar, equivocarse, corregirse, asumir compromisos, trabajar para perfeccionar, ser atento con el medio y mejorarlo, dialogar, negociar, fracasar, ser victorioso, en resumen, ser una persona real en un mundo real. No son dos relatos diferentes, son el mismo para un hombre que es complejo.

Un pequeño y conocido relato para concluir.

En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.
El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío –respondió el segundo sabio– que todo depende de la forma en que se dicen las cosas… La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado…
– No olvides mi querido amigo –continuó el sabio– que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad».
Dice el libro de los Mishlei/Proverbios (cap. 18) del sabio rey Shlomó/Salomón: «Las palabras del hombre son aguas profundas, río que corre, pozo de sabiduría… Con sus labios, el necio se mete en líos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes… Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras. La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias«.

Uno de los grandes desafíos de cada hombre y de toda la humanidad es aprender a comunicarse auténticamente.

Shabat y Sucot 5773

A cada uno de los siete días de la festividad de Sucot le corresponde una pequeña lectura de la Torá en particular. 
Fueron escogidas del capítulo 29 de Bemidbar/Números y describen las ofrendas diarias prescritas por el Eterno para consagrar esta festividad. 
En Shabat, además se añade la porción en Shemot/Éxodo 33:12 a 34:26, en la que se tratan diversos temas, de los cuales se destaca la mención a las tres fiestas de la peregrinación (Shalosh Regalim: Pesaj, Shavuot y Sucot).

Asomando entre la descripción de estas festividades encontramos el siguiente pasaje relativo al Shabat:

"Seis días trabajarás, pero en el séptimo día te abstendrás (de labor). Aún en el tiempo de la siembra y de la siega te abstendrás (de labor)."
(Shemot / Éxodo 34:21)

¿Para qué son mencionadas especialmente las tareas de siembra y siega?
¿No era suficiente con decir “seis días trabajarás y al séptimo no lo harás”? ¿Qué necesidad de especificar el no realizar labor de la siega y de la cosecha? ¿Acaso las tareas agrícolas no son también trabajo y/o labor creativa como las otras prohibidas de realizarse en el día de Shabat?
¿Hay algo en especial en estas actividades que precisan ser resaltadas por sobre el resto de las posibles?
Como no hay casualidades ni palabras superfluas en la Torá, podemos captar que existen motivos de peso, enseñanzas valiosas que trataremos de descubrir ahora. Ésta es una de las virtudes de la Torá y del judaísmo, ambas nos impelen a estudiar, a analizar, a no tomar las cosas por fe y sin cuestionamientos, sino que nos invitan a que descubramos lo que está oculto en aquello que está a la vista.

Explica el sabio Najmánides (RaMBaN) que siembra y siega son labores esenciales para la vida humana, sin ellas es impensable obtener organizadamente el sustento de la tierra, y sin embargo tampoco han de hacerse en Shabat. No valen las excusas y justificaciones del hombre cuando el mandato del Eterno es explícito y claro. Seis días son para trabajar, para hacer toda la obra que es necesaria, para conquistar, para crear, para modificar, para creernos tan poderosos como para ser los amos del mundo que habitamos; pero llegado el día séptimo, cuando es Shabat, el hombre (judío) debe reposar de todo intento por demostrar su dominio sobre la naturaleza. Debe aprender a convivir en armonía con el entorno, en contemplación y aprecio, en respeto y humildad, y no en actitud de posesión, de supuesta propiedad. Porque Dios es el Señor del Shabat, tal como es el Señor de todo el universo, y Él ha establecido que cesemos (los judíos) de laborar en ese día santo. Tengamos en cuenta que de las labores agrícolas el sembrar y cosechar son el principio y el fin, lo que da sentido primero y último a toda el duro trabajo en el campo. Pero tampoco esta importancia es excusa admisible para cancelar el Shabat. Que las nobles e importantes tareas se realicen antes o después, pero no en Shabat. Solamente el riesgo de vida es justificativo para quebrar este mandato, asegura la ley judía.

Aprendemos así que el hombre tiene permiso para tomarse con calma el tiempo de relax del Shabat. Que el hombre abandone la pretensión de dominar, de obligarse a estar a cargo de todo, que cese su ilusión de poder total. Tal es uno de los motivos que sostiene esta idea de no laborar en Shabat. Podemos comprender que no tiene porque controlar todo, estar atento a todo, pretender manejar todo. Cuando aprende a controlar solamente aquello que puede controlar, a hacer lo que está en su capacidad y posibilidad hacer, es que está en real posesión de dominio y fortaleza. Pero muchas veces el hombre se pone en situaciones extremas, se agita, se angustia, se desespera por ejercer el control allí en donde no lo tiene, y por ello fracasa, y se duele y se esfuerza inútilmente aún más.
El comprender nuestro lugar, nuestro real poder y nuestros límites, es importante para mantener un estado de salud integral, de bienestar. Es una enseñanza que emana directamente de las prohibiciones de ejercer actos creativos, acciones de posesión artificial sobre la naturaleza, en el santo día del Shabat y en los iamim tovim (días sagrados). Cuando el hombre aprende que el mundo sigue girando aunque él no esté a cargo, que no tiene la obligación de estar pendiente de cada detalles y de todo al mismo tiempo, es que comienza a tomar conciencia de su verdadero poder, que es inmenso, pero limitado.

Además, esta prohibición ordenada por el Eterno, sirve para incorporar la idea de que la obtención de trofeos y logros materiales no lo es todo, ya que por encima de esto se encuentra el valor espiritual de las cosas. Si para alcanzar el éxito se recurre a acciones negativas, a actos prohibidos por la ley, a cuestiones contrarias a la ética, de poco y nada vale el éxito, ya que es un trofeo falso, una apariencia de triunfo. En el judaísmo sabemos que el fin NO justifica los medios, y que NO vale todo para alcanzar las metas propias o grupales. Más bien, la meta es el camino que se va transitando, los pasos que se van dando, lo que contribuye a la construcción de un mundo de mayor bienestar compartido con el prójimo. Si llegamos a obtener la medalla de oro, qué bueno, si es merecida y ha sido con honor y salud. Pero si no la alcanzamos, pero hicimos nuestra tarea con dignidad y honestidad, dando lo mejor, igualmente hemos salido victoriosos. Quizás no en la evaluación materialista y parcial, pero sí en la perspectiva espiritual.

Estas sencillas ideas que surgen de la interpretación de este versículo sin dudas ponen de manifiesto la frecuente enseñanza de la Sucá: “Las endebles chozas, de precaria construcción, jamás hubieran proporcionado protección el desierto salvaje, a menos de que los judíos contaran con el brazo protector del Eterno” (Sefer HaJinuj 286; TB Sucá 11b).
Siendo así, hasta la más humilde Sucá vale más que la más impresionante mansión.

¿Comprendes como esta frase acerca de la Sucá se vincula con la enseñanza que mencionamos del Shabat?
¿Puedes dar ejemplos en tu vida cotidiana de cómo a veces quieres controlar lo que está fuera de tu alcance?
¿Cuál suponías que era el motivo por el cual Dios prohibió realizar labores creativas en Shabat?

Quiera el Eterno que sepamos tomarnos el tiempo para la contemplación, para así hacer posible el tiempo de la construcción de un mundo de mayor bienestar para todos.

Shabat Shalom y Jag Sameaj.

Moré Yehuda Ribco

Espiritual y religioso

Un querido amigo uruguayo, radicado en España por el momento, nos ha regalado el siguiente comentario en un post de mi humilde autoría:

“Lo espiritual nace de la propia esencia de Dios, lo religioso nace del EGO de la persona. El espíritu anhela realizar la voluntad de aquel que lo dio, lo religioso busca cumplir la voluntad que nace del capricho del EGO.”
(Charlie, http://fulvida.com/id-noajica/identidad/ser-espiritual-en-el-diario-vivir#comment-51799)

Lee por favor estas breves líneas con cuidado y comprensión.
Ahora, ¿Qué tienes tú para aportar al respecto?
Gracias.

La espiritualidad diaria

Leo en la publicación “Kesher” de este mes (pag. 19) el siguiente pasaje del rabino Naftali Silberberg, quien integra el equipo editorial de chabad.org:

“Dios está más interesado en nuestros rutinarios días de trabajo que en nuestras piruetas extra-curriculares de los días festivos.
Podemos ser la imagen misma de la devoción cuando vestimos un ‘kittel’ (túnica larga de color blanco) y, meciéndonos mientras pronunciamos las oraciones en los Iamim Noraim o, desafiando a los elementos, comemos en la sucá o bailamos en estado de éxtasis durante Simjat Torá; pero, ¿es esto tu verdadero yo?
Es nuestra rutina diaria la que realmente refleja quienes somos, no nuestros aislados arrebatos de devoción durante los días festivos.”

Quise compartirlo contigo, porque refleja con sencilla claridad nuestra postura constante en lo que refiere a espiritualidad, tanto la judía como la noájica.
¿Quisieras tú darnos a saber tu comentario al respecto?

El sentido de la vida

A los cuarenta días de la fecundación el Eterno impregna la “neshamá” (espíritu) en el feto humano.
Ese es el Yo Esencial de cada uno, nuestro núcleo constante, intransferible, auténtico, inmutable, que es propiamente “YO”.
Es nuestro YO real, aquí y en la eternidad, puesto que no proviene de nuestros padres, no se obtiene por transferencias de otras fuentes, no se forma a partir de elementos provistos de fuera, sino que es lo que directamente el Eterno ha decretado que sea nuestra esencia personal.
Como el profeta Ieshaiá anuncia en nombre del Eterno: ki-ruach milfanay ya’atof uneshamot ani asiti” – "el alma delante de mí lo envuelve (al cuerpo), y los espíritus (de los hombres) Yo los he creado" (Ieshaiá / Isaías 57:16).

La neshamá es nuestra persona eterna, es nuestra identidad sagrada.
Ese espíritu encarna para darnos la maravillosa oportunidad de experimentar de todo aquello que es lícito gozar en este mundo y que podemos obtener durante el transcurso de nuestra existencia terrena. A través de nuestro cuerpo, de nuestros sentidos, de nuestras vivencias obtenemos disfrute, gozo, experiencias, un tipo de conocimiento que solamente es posibles de alcanzar encarnados y en relación ecosistémica, puesto que el espíritu en su naturaleza no es pasible de modificaciones ni de sensaciones.
Es decir, estando encarnados es como podemos dotar al espíritu de una mayor perfección, aquella que solamente le llega por intermedio de su encarnación en este Yo Vivido que estamos siendo en el mundo.
El conocimiento que proviene de la experiencia permite a la neshamá saber lo que siendo solo espíritu le es imposible saber.

Esto que te explico ahora es de fundamental importancia, puesto que nos permite ver la vida desde la óptica correcta, la espiritual, la celestial.
Vinimos al mundo a aprender de aquello que nos ocurre, a disfrutar, a sentir placer, a pasarla bien, a obtener el beneficio de cada momento y de todo aquello que es permitido para nosotros.
No estamos aquí para atormentarnos, ni para pagar deudas pendientes, ni para divertir a algunos dioses aburridos, ni para encarcelar al espíritu en un espantoso cuerpo. Tampoco estamos aquí por accidente, producto de algún virtuoso azar que nos coloca en la vida de manera aleatoria y sin sentido último.
Por el contrario, el mundo ha sido creado por Bondad y Amor, para que lo usemos en nuestro provecho, sin abusar de él. Estamos para comer de cada fruto permitido, en tanto nos abstenemos de lo que nos ha sido prohibido. Incluso el hecho de tener límites y esforzarnos por mantenerlos y no traspasarlos es parte de la educación de la neshamá, para que en la eternidad también experimente el gozo del resultado del propio esfuerzo, de comer de la cosecha de lo que uno mismo ha sembrado.

Vinimos al mundo por Amor, para disfrutar, para aprender, para que nuestra neshamá se lleve un tesoro de experiencias sensoriales, de construcción de sentido, de obtención de logros positivos, que en su existencia etérea no puede obtener.

Seguramente que muy raramente pensamos en ello.
En parte porque no nos educan con esta enseñanza profunda y verdadera, sino que nos introducen en ideologías y creencias oscuras, nefastas, de dolor, de incertidumbre, de fanatismo, de amenazas, de manipulación de EGO.
En parte porque las cuestiones diarias nos sumergen en cuestiones del momento, que se hace necesario resolver ya, y que parece necesario que así sea, pero al mismo tiempo nos alejan de preguntas estremecedoras, de pensamientos que se introduzcan un poco más allá de lo obvio, urgente o mandatado por otros.

Asumimos que somos la máscara o máscaras que estamos siendo.
Asumimos que somos el nombre que nos dieron, el título o ocupación que desarrollamos, los lazos que formamos o nos encomendaron, los roles que acordamos cumplir (hijo, hermano, padre, esposo, amante, amigo, jefe, empleado, rebelde, santo, crápula, curioso, inteligente, el mejor, el peor, el loco, troll, etc.), asumimos cosas y las hacemos sin cuestionarnos mucho. Y cuando cuestionamos, rápidamente nos dejamos convencer por fanatismos, creencias, religiones, dogmas, cientificismos, negociantes de la fe, el EGO.
Nos aferramos a las máscaras del Yo Vivido, nos olvidamos de nuestro Yo Auténtico, nos hundimos en lemas y frases repetidas, en mandatos que son de otros, en actuar el papel del personaje que hemos tomado en el gran teatro de la vida. Queremos cosas y nos desesperamos por ellas. Hacemos del tener EL objetivo de la vida, y del no tener la miseria más grande. Pretendemos que el último celular nos dará la felicidad, la tablet más rápida nos dará el acceso al conocimiento, el auto más lujoso el placer, el sexo desenfrenado la placidez, el viaje lejano la aventura deslumbrante, el campeonato de fútbol, la camiseta del jugador goleador, el juguete más llamativo, el cuerpo más esbelto, la dieta para rebajar de peso menos calórica… tener, tener, trofeos, fama, títulos, dinero, posesiones, objetos, amigos en Facebook, seguidores en Twitter, tener, tener, no importa realmente qué mientras sea más, mejor que otros, que me haga creer que tengo y tengo poder… eso parece ser el objetivo de la vida…
Y damos excusas cuando aparece la duda por lo que estamos olvidando, nuestro Yo Auténtico. Queremos escapar de nuestra realidad, de nuestra miseria, de nuestra vida malgasta en falsedades.
Pareciera como si tantas justificaciones y mentiras al solitario vinieran a alivianarnos la carga, ¿para qué esforzarnos en descubrir nuestra verdadera identidad? ¿Para qué el estrés de tratar de adivinar qué quiere nuestra neshamá? ¿Para qué el trabajo de hacer lo correcto, de apartarnos de lo prohibido, si es más sencillo ser una oveja más que sigue al pastor-lobo-loco?
Dejamos al EGO tomar el control, porque es la fantasía de que estamos mejor así.
Encerraditos en la celdita mental, ajenos a la vocecita que desde los profundo nos llama para llevar una vida mejor, así, en las penumbras de nuestra celdita es como pasamos los días, con la impotencia sofocándonos, pero creyéndonos todopoderoso (o absolutamente impedidos de cualquier cambio positivo).

Es el EGO, con las máscaras y cáscaras producidas por el Yo Vivido.
Recordemos que tanto el EGO como sus manifestaciones del Yo Vivido son amigos del Yo Auténtico, siempre y cuando estén en sintonía con él, que sirvan a sus propósitos, que cumplan el rol que les corresponde y no se conviertan en amos cuando su lugar es ser servidores.
Porque, es cierto, queremos sobrevivir, y para ello está el EGO.
Somos padre, amigo, esposo, empleado, estudiante, maestro, hijo, inteligente, torpe, y las mil facetas que componen nuestra vida diaria, somos todo ello pero ninguno de ello en exclusiva.
Somos un mecanismo complejo, que cuando se reduce a una vida de fantasía, monolítica, concreta, estamos endurecidos por fuera y vacíos por dentro.
Y eso nos hace sentir la impotencia, el sufrimiento, la angustia existencial.
Por lo cual trataremos de demostrar que podemos, que somos, que valemos, que tenemos, que no sufrimos, que valemos, pero es todo juego de espejismos, puro EGO.
Esto es el círculo vicioso del EGO.

Sentirse impotente, creerse todopoderoso, hacer para demostrarlo, fracasar porque no eres todopoderoso, reforzar la sensación de impotencia, creerse todopoderoso, hacer para demostrarlo, fracasar, sufrir la verificación de la impotencia, creerse todopoderoso… y así una y otra vez.
(Similar ciclo perverso es el que se creer absolutamente inútil, y no solamente se siente impotente sino que también se lo cree, entonces no hace o mal-hace, con eso demuestra que es un fracasado, lo que verifica su impotencia, lo que le refuerza su creencia de inutilidad, lo que…).
EGO, puro EGO.

Esas vivencias innobles no son las que debiera quedar en la memoria perpetua de la neshamá.
No vinimos al mundo a sufrir, ni a arreglar entuertos de supuestas vidas previas, ni a pasarla mal, ni a ser fastidiados por una deidad aburrida, ni a prepararnos para el infierno… para nada de eso fuimos creados con Amor y Bondad por el Eterno.
Vinimos a disfrutar de lo permitido, para que de eso modo el espíritu obtenga la experiencia de placer que solamente con experiencias de gozo terrenal puede conseguir.
Entonces, cuando permitimos que sea el EGO el que está al control, no solamente arruinamos nuestra permanencia en este mundo sino que estamos llenado de recuerdos negativos la memoria espiritual.
(Estos recuerdos negativos son los que efectivamente podrían considerarse “infierno”).

El poder rectificador de la teshubá, el arrepentimiento sincero, es el que permite armonizar los planos del ser, encuadrar el Yo Vivido al ritmo del Yo Esencial, derrocar al EGO para someterlo.
Porque la teshubá no es para el tiempo del error o pecado, sino para todo momento.
”Lashub”, el regreso, el retorno, la vuelta, el  volver a lo más sagrado y auténtico de cada uno, para perfeccionarnos, para disfrutar de la vida y gozar de los frutos en la eternidad.

Pero no solo el retorno a lo individual, sino también a la unidad del ser.
La unidad de los diversos planos propios, pero al mismo tiempo a la unidad primordial de todo lo creado.
Retornar a la Fuente, unificarnos, dejar la separatividad para ser uno en el Uno.

Así traemos el Cielo a la Tierra, elevamos la materia a la espiritualidad.
Dejamos de lado los enconos, las fatigas, los quebrantos, el EGO para ser solidarios, altruistas, bondadosos, justos, nobles.
Tal es el secreto de la felicidad, de la bendición, de la eternidad.

Cuando Rosh Hashaná se acerca, cuando un nuevo aniversario del reconocimiento de Dios como Rey de reyes, podemos seguir en la senda de la ignorancia, penando en la oscuridad de la celdita mental, llenarnos de miedos y deseos vacíos. O podemos comenzar a vivir como Dios quiere de cada uno.