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Jaiei Sara 5773–El secreto que puedes compartir

El patriarca de los judíos Itzjac (Isaac), hijo de Abraham y de Sará, era EL hijo de la promesa.
Dios había prometido que nacería, cuando ya parecía imposible que sucediera y también juró que de él provendría una estirpe especial, los herederos espirituales de Abraham.
No era un hijo más, era EL hijo esperado, ansiado, deseado, soñado, prometido, necesario para sostener el pacto de Dios sobre la tierra.
Por lo cual, es comprensible que fuera sumamente cuidado por su padre, orientado por el buen camino del leal al Eterno, entrenado para ser un hombre íntegro, un padre de una nación única.
Pero encontramos en la parashá de la semana un suceso bastante extraño, por no decir completamente extraño.
Llegado el momento de casar al muchacho (ya bastante grande, por cierto), Abraham no hace lo acostumbrado en aquella época y lugar, que era él en persona buscarle esposa, hallar una buena familia a la cual ligarse, estudiar a la contrayente y sus costumbres para evaluar su rol dentro de la familia de Abraham, etc. Tampoco hizo lo corriente para nosotros, que el muchacho se consiguiera por sus medios esposa. Sino que convocó a su siervo leal, el que hacía años estaba a su lado, aquel que era noájida pleno, consciente y activo, según la tradición el anciano Eliezer. A él le requirió Abraham que viajara hasta la tierra patria, hacia el mundo de los Caldeos, para hallar allí, especialmente entre sus familiares, a la mejor candidata para ser la madre de sus nietos, la compañera de su hijo, la que concretara en buena medida la divina promesa de extender el linaje sagrado de Abraham por la tierra.
Sí, Abraham, requirió del anciano siervo que prestara juramento para cumplir con el encargo, confiaba plenamente en él, lo había instruido en el camino del noajismo y reconocía en el mayordomo a un leal hombre, tanto con Dios para con el prójimo. Pero, ¿cómo se atrevió a poner sobre sus espaldas este pedido tan delicado, sumamente importante, del cual dependía, ni más ni menos, que se cumpliera con fidelidad la promesa del Eterno? ¿Cómo no fue él en persona? ¿Cómo no se hizo acompañar por su hijo, o al menos enviar a Itzjac junto al siervo a escoger esposa? En fin, son numerosas las preguntas que nos deja pendiente este texto.
Se podría decir, siguiendo el texto de la parashá, que el patriarca ya era muy entrado en años, tal vez no tenía la energía o disposición para emprender el viaje y realizar el esfuerzo de encontrarse con su pasado para labrar el futuro de su hijo.
Podemos argumentar, repitiendo las palabras de Abraham, que él no quería que su hijo fuera a esa tierra ajena, porque probablemente quedaría cautivado por la belleza y esplendor del lugar, la cultura y civilización, los placeres que eran asequibles en Aram pero no en Canaan. Abraham prefería que su hijo se mantuviera dentro de la tierra prometida, tal como el mismo Dios se encargó luego de limitar a Itzjac en su salida de la tierra.
Pero igual, sigue costando entender que esto tan fundamental quedara a cargo de la decisión del mayordomo, el cual tenía sus propios intereses, como por ejemplo casar a su propia hija con Itzjac y así emparentarse con Abraham y ser parte de la parentela sagrada.
A lo cual Abraham nos responde (Bereshit / Génesis 24:7) que la misión estaría signada por el mensajero del Eterno, un ángel, que resultó completamente imperceptible, sin presencia, sin voz, sin personificación, pero actuando en la tierra de los Caldeos para llevar a buen puerto esta importante tarea trascendental. En realidad, ese era su ruego, su plegaria, tal como Ibn Ezra nos refiere al explicar este pasaje. No era una profecía, ni lo que Dios le había informado, sino su propio deseo puesto a partir de su evaluación de la situación. Ya que él pensó: si Dios me trajo aquí, Él no querrá que mis hijos vuelvan para allí, por tanto esta misión será exitosa, conducida por un ángel (según explica Rashbam en el comentario al versículo).
Pero incluso, con la intervención de los Cielo a través de un enviado, igualmente la joven escogida podía rechazar la propuesta o tener algún inconveniente que la hiciera desistir de contraer matrimonio con Itzjac. Así pues, con ángel o sin él, con deseo de Dios o sin él, era la joven la que debía decidir libremente qué haría, o tal vez sus padres o protectores. Porque la voluntad del hombre no depende del deseo de Dios, sino de su propia decisión. Es por ello que somos responsables, ya que tenemos libertad para elegir, sea lo que es bueno o lo que no lo es.
Sí sabemos de la tradición que dice que los matrimonios se concilian en los Cielos, de hecho es recordado ese midrash en el comentario de Ibn Ezra al versículo tercero de esta sección. Pero encontramos que en la propia Torá se expresa la idea de que las personas son las que escogen, aunque quizás una tendencia secreta marca la elección… ¿Será así? No lo sé realmente. Porque unos versos más adelante se refiere a que las parejas están “destinadas” (como leerás unas líneas más abajo). No lo sé, tampoco me angustia mucho mi ignorancia al respecto.

Quiero resaltar es el siguiente pasaje, inmediatamente posterior:

"Y el siervo tomó diez de los camellos de su señor, y se fue llevando consigo toda clase de cosas preciadas de su señor. Partió y se fue a Siria mesopotámica, a la ciudad de Najor, e hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua. Era la hora del atardecer, cuando las jóvenes salían para sacar agua.
Y dijo: -oh Eterno, Elokim de mi señor Avraham [Abraham], por favor, haz que hoy ocurra algo en mi presencia. Muestra bondad para mi señor Avraham [Abraham].
He aquí que yo estoy junto al manantial de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad vendrán para sacar agua.
Sea, pues, que la joven a quien yo diga: ‘Por favor, baja tu cántaro para que yo beba’, y ella responda: ‘Bebe tú, y también daré de beber a tus camellos’; sea ella la que tú has destinado para tu siervo, para Itzjac [Isaac]. En esto conoceré que has tenido misericordia de mi señor."
(Bereshit / Génesis 24:10-14)

¿Qué mensaje noájico destaca en este fragmento?
Para mí uno que es medular, central, fundamental, poderoso y tristemente dejado de lado por la mayoría de las personas. Aquí se señala un baluarte de la lealtad al Eterno, pero que queda escondido detrás de palabrejas extrañas, murmuraciones en idiomas ajenos, lemas repetidos como mantras, religiosidad…

¿Qué pide el siervo como señal de que es la joven indicada para continuar la estirpe sagrada?
No pide que la joven sea creyente.
Ni que tenga fe.
Ni que sea parte de una comunidad en específico o una secta de fieles.
Tampoco que sepa palabras que él considera sagradas.
Ni que tenga a Dios en la boca a cada instante.
Ni que se vista de tal o cual manera.
Ni que diga alabanzas y aleluyas como un eco.
Ni que sepa de memoria pasajes de tal o cual sabio o libro sagrado.
Ni que sea seguidora o discípula de aquel maestro o santito.
Ni que se abstenga de esto o aquello.
Ni que sea religiosa.
Ni que quiera “ser judía” (imposible en realidad para aquella época, pues el judaísmo nació siglos más tarde).
Ni que fuera monoteísta.
Ni que sirviera solamente al Uno y Único.
Ni que se congregara con gente con las mismas convicciones que el siervo, o que Abraham.
Ni que quisiera ser madre de una nación santa.
Ni que dijera amar al muchacho con el cual querían casarla, aunque ni le conociera.
Ni que tuviera dinero.
Ni que fuera bella.
Ni que fuera inteligente.
Ni que fuera de “buena” familia.
Ni, ni, ni…
¿Qué es lo único que pidió el sabio aprendiz de Abraham, su siervo de todas las horas, el que había aprendido de su amo y maestro la virtud sagrada?
¿Qué fue lo exclusivo que requirió para saber que la muchacha era la indicada para ser madre de la nación sagrada?
Eso mismo que Dios pide de ti.
Ni más, ni menos.
¿Sabes lo que es?

El pasaje que te cito te lo dice claramente, te lo deja muy establecido, para que no quepan dudas. Para que nadie te perturbe con dogmas extraños o doctrinas falsas. Para que no te llenes de religión, sino que encuentres dentro de ti mismo la espiritualidad verdadera.
¿Qué es lo que Dios pide que tú hagas y que es precisamente lo que la joven tenía que hacer para demostrar que era la madre de la nación sagrada?

Si lo sabes, si lo ves en el texto que te cité, por favor comparte con nosotros aquí debajo en la sección de los comentarios.
Y difunde este mensaje de verdad, de shalom, de plenitud, de vida aquí y en la eternidad.
Difunde, comparte, abre las puertas para que fluya la bendición y se derrame con bondad sobre ti y los que te rodean.
Ya que tantos hacen tanto para expandir la idolatría y las creencias basadas en el EGO, tú bien puedes hacer tu parte, la que es tuya y de nadie más, y dar a conocer el mensaje de LUZ y VIDA, este que compartimos en FULVIDA y SERJUDIO.com.

Vamos, vamos a hacerlo.
Pero primero, ¿sabes la respuesta, el mensaje que contiene el pasaje?
¿Sabes que quiere realmente Dios de ti?

Espero tus comentarios, pero mejor aún, me gustaría que fueras un verdadero socio, activo y a tiempo completo, de Dios en la expansión de la conciencia espiritual. Sin excusas, sin volteretas, sin perderte en el limbo de la religión (el EGO). Estás en posesión del “Secreto”, hazlo tuyo y úsalo para construir shalom, para ti y el mundo.

Claves para tu felicidad y bienestar

Los mandamientos noájicos son restrictivos.
Son reglas que limitan la acción de la persona. Ponen obstáculos a determinadas conductas, impiden que se realicen ciertos actos.

  1. No adorar dioses que no son Dios.
  2. No insultar o maldecir a Dios.
  3. No asesinar al inocente.
  4. No a la infidelidad matrimonial e incesto.
  5. No al robo.
  6. No comer partes de un animal con vida.
  7. Establecer cortes de justicia (para que juzguen en caso de transgresión de estos principios y para elaborar leyes que se arraigan en los mismos).

Por esta naturaleza, no faltan quienes critican que estarían coartando al hombre, impidiendo que goce de la vida.
Pero, detengámonos un instante a analizar con cuidado estos preceptos. Veamos uno a uno y luego en su conjunto.
Surgen rápidamente cuestiones que sirven como respuestas.
¿Realmente niegan el placer o la libertad?
¿Son en verdad ajenos a la naturaleza del común de los hombres?
¿No son evidentes en sí mismos, casi que innecesarios que hayan sido codificados por el Divino Legislador?
De no haberlos dictados el Eterno, ¿no serían igual universalmente compartidos por individuos y sociedades? ((Sabemos que el gentil justo los cumple porque son dictados por Dios, no porque son coherentes y de ética básica. Sin embargo, no impide reconocer su universalismo y generalidad. Como mencionan las fuentes, el gentil que los sigue porque los encuentra racionales o parte de su cultura, no es un gentil justo, pero es un gentil ético, que atiende a los dictados de sus sabios laicos.))
¿No son autoevidentes?
De hecho, el gran rabino Kook los identifica con la ética esencial, que radica en cada ser humano, que no precisa de admoniciones ni prédicas para ser conocidos, cumplidos y respetados.
Y sin embargo… ¡son tan despreciados y frecuentemente incumplidos!
Si hasta se les rebaja en su potencia y santidad, diciendo burlonamente que son demasiado simples, poco rebuscados, carentes de ritualismo, demasiado obvios, sin religiosidad, sin una “Torá” que los codifique por escrito. De esta forma se pretende negar su autoría Divina, rechazar su primado, elaborar excusas torpes para hacer lo que se antoja y no lo que corresponde.
Es que el EGO (Ietzer HaRá) encuentra la manera de someter al hombre a su tiranía, para lo cual debe hacerlo sentir culpable, o rechazado, o impedido, o alterado en su identidad, y por ello es esencial para el EGO atacar los mandamientos, restarles valor, encumbrar falsos valores y religiones, para que el hombre no sea realmente libre.

Porque, es a través de estos mandamientos que los miembros de las naciones pueden lograr real libertad, potenciar sus existencias, asociarse con Dios para hacer de Este Mundo un paraíso terrenal. Esto no conviene a los intereses egoístas, por lo cual es imprescindible atacar los mandamientos, minar su cumplimiento, imponer reglas alternativas (generalmente banales, corruptas, confusas, ritualistas, obsesivas y de índole religiosa).

Sin embargo, es con la base en estos mandamientos, desplegando la esencia de la ética espiritual, como el hombre puede alcanzar su plenitud.
Obviamente que hay multitud de cosas para hacer, un mundo entero para perfeccionar por medio de la construcción del shalom, pero la raíz está en estos siete mandamientos universales.

El hombre vino al mundo para disfrutar de lo permitido. Para encontrar motivos de júbilo, para gozar, para pasarla bien. No por ello dejado a la ventura, manipulado por su pasión y por su deseo. Porque, para ser verdaderamente libre hay que ser responsable. Porque libertad sin límites no existe. Porque es falso el placer que se cree obtener a través de perjudicar a otro en sus derechos esenciales.
Cada ocasión que perdemos de gozar de lo permitido, es un regalo del Cielo que rechazamos.
Cada amargura que adquirimos, ocupa el espacio vital de una alegría que dejamos escapar.
Cada rencor, enojo, ira, anhelo de venganza, mentira, asechanza, maldad, rumor, acto idolátrico, impostura, falsa identidad, en fin cada cosa adversa a los siete mandamientos, es una cáscara que ponemos encima de nuestra sagrada Luz espiritual, por lo que nos estamos privando de bienestar y bendición.

Podemos aprovechar nuestro tiempo, aquí y ahora, o podemos seguir esclavos de otros tiempos, de fantasías, de jueguitos mortales que produce nuestro EGO.
Podemos ser espirituales o podemos hacernos pasar por religiosos.
Podemos ser, o podemos parecer ser.

Llevemos una vida equilibrada, plena, con sentido trascendente.
No privemos a nadie de los placeres permitidos del mundo, porque para eso vinimos a esta vida y los recuerdos son los que nos llevamos a la vida eterna.
Dejemos buenas obras tras nuestro paso, edificaciones de gloria y belleza, de bondad y justicia.
No precisamos de palabrería, ni de artificios, ni de disfraces, ni de “conversiones”, ni de memorización de versículos, ni seguir como perros falderos a líderes religiosos, ni de repetir lemas de tal o cual pastor o rabino. Nada de esto contribuye a quitar las cáscaras de encima de tu Esencia, nada de esto corre la oscuridad y permite que tu sagrada Luz resplandezca.

Vive ahora, porque no tienes otro momento para hacerlo.
Acata los límites sanos, están para cuidarte.
Controla lo que está bajo tu dominio, el resto no te corresponde a ti, ni debes angustiarte por no controlarlo.

Haz, para ser feliz. Pero no anheles tampoco la felicidad, para que no se te escape como arena entre los dedos.
Comparte, alegra a otro, honra al prójimo, cuídalo, entonces estarás edificando shalom, haciendo de tu mundo un paraíso, y de tu posteridad una bendición.

No precisas de otras leyes “religiosas”, ni de forzarte a nada, simplemente sé quien eres.
Eso es el noajismo para el gentil, el judaísmo para el judío.

Si te agrada este mensaje, compártelo, no seas egoísta, porque cuanto más bondad compartes, más bien obtienes.

Espiritualidad autentica

La espiritualidad autentica, es una espiral ascendente de crecimiento, desarrollo y armonía, de hecho la espiritualidad no la que entendemos comúnmente como tal, es la conjunción ideal, entre el funcionamiento correcto del mundo con sus leyes naturales y nuestro comportamiento como seres humanos (aquí mismo en este mundo)esto se puede entender o definir como la ética universal o divina, y esto es lo que debiera regir el mundo para que su funcionamiento fuera óptimo y correcto.

David Rey de Israel, con la profunda inspiración que lo caracterizaba,lo dejo plasmado en uno de los cantos que dirigía al Eterno.

Haces que los manantiales fluyan en torrente, haciendo su camino entre los montes. Ellos abrevan a todas las fieras del campo. Los asnos salvajes apagaran su sed. Sobre ellas se posan los pájaros del cielo. De entre el follaje saldrá su canto. Desde Sus alturas riega los montes. De los frutos de Tus obras se colmara la tierra. Hace crecer el pasto para los animales, y la hierba para el trabajo del hombre, para (que pueda) extraer el pan de la tierra.

(Tehilim/Salmos 104 10:12)

Esto es una composición magistral, no solo refleja la grandeza del Eterno plasmada en la obra de la creación, sino que también transmite el mismo y autentico objetivo de esta misma.

No describe al hombre abusando de los recursos naturales o llevando especies animales hasta la extinción, sino describe un ecosistema regulado y estable, el hombre trabajando para su sustento, pero ejerciendo un dominio saludable de la naturaleza, muy de forma particular en la agricultura, que es la conjunción de elementos naturales como lo es el suelo de cultivo y el elemento hombre, lo cual es el modelo óptimode desarrollo, incluso en las áreas más avanzadas de la actualidad (el hombre haciendo uso de los elementos naturales de forma saludable y sin agredir al mundo), las hidroeléctricas podrían ser un ejemplo digno de referenciar, al tiempo que usan una fuerza natural (el cauce acuífero) generan energía eléctrica para los habitantes de las grandes ciudades y las pequeñas poblaciones, elementos naturales potenciados a través del intelecto del hombre respetando a la naturaleza y su integridad.

El rey David, no describe al hombre envenenando ríos o contaminando mares, sino más bien apunta hacia una “existencia verde” la presencia del hombre en la naturaleza, pero solo para satisfacer sus necesidades, sin violentar el propio orden de esta misma.

Y como se mencionó al principio, este paradigma existencial de la ética universal o divina, extrapolado hacia todas las áreas de la vida, es lo que hace que la vida misma del hombre en este mundo, sea productiva, buena y trascendente, en pocas palabras ESPIRITUALIDAD AUTENTICA.

No fe absurda y ciega sin bases ni fundamentos, sino conocimiento real y efectivo orientado hacia el bien.

¡Cuán grande! es la diferencia de lo que aquí se enseña, con lo que enseñan desde los pulpitos religiosos y las sillas papales.

No es en balde el nombre del sitio FULVIDA una vida llena de bienestar paz y crecimiento.

Que pases excelente tarde.

Para elevación del alma de manuel hijo de ana

 

Vaierá 5773 – Ilusión de control

Te recomiendo que tomes un tiempo para leer un interesante artículo publicado por la revista online “Science” (de octubre 2008, puedes hacer clic aquí para abrirlo y leerlo, previamente deberás registrarte gratuitamente allí).
Los autores (Jennifer A. Whitson y Adam D. Galinsky) exponen una serie de experimentos que confirman que cuando la persona se encuentra en una situación de pérdida de control (impotencia, indefensión, desesperación) crea patrones ilusorios para tratar de dar algún patrón de coherencia a los estímulos que percibe y no puede dominar.
De cierta forma, se quiere controlar ilusoriamente aquello que está (o se siente) fuera de control.
Entonces, se reconocen imágenes en donde no las hay (paraeidolia), se enlazan asuntos que en verdad están desconectados entre sí, se anclan en supersticiones o se elaboran teorías conspiratorias, con la intención de afrontar la pérdida de control y en cierta forma retomarlo de manera “mágica” (pensamiento mágico), por medio de una aparente comprensión de los hechos.

Como lo hemos enseñado en muchas ocasiones, una de las herramientas del EGO (la pasiva) es la desconexión de la realidad. Ésta se consigue por medio del dormir, del fantasear, del mentir, del engaño, de la adicción, de la distracción, de las excusas, de los olvidos, de las fabulaciones, de las supersticiones, de las religiones, en fin, de las múltiples y variadas maneras que las personas nos inventamos para no asumir nuestra impotencia y presentar alternativas creativas o prácticas a nuestra situación.

Al ser impotente se aparente poder; al carecer de fuerza, se recurre a la violencia; al estar en situación desventajosa, se hace trampa; al crecer dentro de la mentira, se niega la verdad por medio de reforzar la ceguera del fanatismo. Como venimos diciendo desde hace tiempo, es el EGO que ha tomado el timón de la vida y lleva a la persona por aguas peligrosas, hacia la muerte en vida. Pero, con astucia, no dando la impresión de derrota, no admitiendo la falta de control, no asumiendo la propia debilidad, con ardides para mantener sometida a la persona a la esclavitud.
Así, se mantiene en las sombras al prisionero, encerrado en su celdita mental, pero con la presunción de creerse el amo del universo. Porque bien sabemos, el esclavo del EGO a menudo pretende controlar todo, incluso lo incontrolable, incluso a Dios, aunque ni siquiera puede controlar los cuatro palmos de su existencia.

Cuanto más impotente te sientes, eres más susceptible a que el EGO tome el control sobre tu vida y a través de sus herramientas tu pretendas controlar lo que no controlas. Procurarás usar la violencia física, o la verbal o la manipulación emocional, si no funciona, caerás en estado de desconexión de la realidad. Probablemente interpretes los eventos bajo la sombra del EGO, y veas conspiraciones donde todo es honesto; te sientas burlado, cuando nadie te presta atención; supongas que podrás ejercer influencias mágicas por medio de rituales o procedimientos místicos. Todo esto no te acerca a la solución de los conflictos, ni te dota de poder, sino que te hunde más en la oscuridad, en la falta de confianza, en la celdita mental.

Esto es bien sabido, conscientemente o no, por los que te dominan y manipulan. Te harán sentir indefenso, falto de poder, a su merced, culpable, en falta, pecador, sin esperanza, con esperanza pero solamente a través de cumplir con lo que él te demande. Lo importante para el manipulador es que te hundas en el temor de la impotencia, que el espanto del terror de la impotencia inicial te lleve a la inacción. Procurarán desactivar tus mecanismos activos del EGO (violencia física, verbal o manifestaciones de dolor), para que no reacciones ante sus trampas. A menudo harán que redirijas tus mecanismos activos hacia otros, hacia lo que ellos te proponen como “enemigos”, a los cuales culpará de tus males, reales o fantaseados; te inducirá a que direcciones hacia esos “enemigos” tus fuerzas, para preservar ellos su poder sobre ti. Es por ello que las sectas y otros grupos liderados por manipuladores emocionales tienen tan a menudo presente a los “enemigos” contra los cuales descargar sus injurias, amenazas, golpes, persecuciones, etc. No es que el “enemigo” solamente les sirva para unirse en su contra, sino especialmente para que los que son manipulados no se liberen de las garras del líder manipulador, sino que sigan adoctrinados, fanatizados, haciendo de cuenta que tienen cierto poder y que lo están aprovechando para algo positivo, cuando en realidad todos esos actos violentos y de fanatismo simplemente aprietan más fuerte el lazo de esclavitud en torno a sus vidas.

Con esta enseñanza quizás puedas comprender un poco más lo que has visto o vivido en sectas o relaciones en las cuales eras dominado y manipulado por lobos expertos en pastorear ovejitas. Tú estabas en el rol de la ovejita indefensa, atacando falsos lobos cuando en los hechos estabas siendo pastoreada por el lobo feroz. Tus agresiones iban hacia un ilusorio Satanás, los traidores, los de otras sectas, estos o aquellos, y de esa forma te mantenías bajo las garras de tu pastor, que era el que ciertamente te estaba drenando tus energías, tu dinero, tu existencia.
Recuerda como siempre te presentaban a quien odiar, a quien insultar, a quien temer, a quien violentar, para de esa forma dirigir tu atención hacia falsos enemigos y no reconocer que el que te manipula es el verdadero enemigo. Ese que se queda con tu poder, con tu dinero, con tu honor, con tu alma. Que se enriquece a tu costa. Que se deleita cuando tú sufres. Que posee lo que tú le das, lo que le robas a tus hijos de la boca. Ese que te esclaviza es el débil, pero con habilidad para aparentar fortaleza y hacerse tu señor.

Probablemente al principio te alientan, te esperanzan, te dan ánimos, te elogian. Se van convirtiendo en aquellos que atizan tu fuego casi apagado, el de la baja autoestima. Ellos están ahí para hacerte sentir importante y querido, pero es solo una trampa. Es la carnada en su anzuelo. Luego, como sin darte cuenta, comienzan las agresiones, las exigencias, las demandas, los golpes, las amenazas, el dolor. Te esfuerzas por obtener el cariño que perdiste, haces lo que está por fuera de los límites para recibir cariño y aprobación, pero hay solamente hielo, o culpas, o más agresiones. Ya estás atrapado, entre las amenazas, los sentimientos de culpa, las falsas promesas de bienestar, todo se conjuga para mantenerte esclavo de esos EGOs externos, de esos líderes religiosos, cabezas de sectas, malos padres, pésimos amigos. Y sí, también está el miedo. Siempre el miedo. El miedo, cuya base principal es el terror inicial, aquel que no se quiere volver a vivir. El de la impotencia más terrible, el de la soledad extrema, el de la carencia de todo recurso y explicación.

Si surge algún rayo de esperanza, de libertad, te impondrá el que te manipula interpretaciones o enseñanzas que te corten tus alas y te impidan el alejarte hacia una vida de mayor plenitud. Harán conexiones entre cuestiones desconectadas, te presentarán falsas evidencias, darán sermones por medio de los cuales te harán creer en cualquier cosa absurda, pero que te mantendrá en la esclavitud.
Si lo vieras desde fuera, “objetivamente”, percibirías todo el truco, el teatro, la falsedad, la terrible manipulación a la que estás siendo sometido. Pero desde dentro, angustiado, atormentado, amenazado, presionado, vapulado, puesto en estado de indefensión, tu EGO se encargará de sincronizar con las falacias del pastor-lobo y mantenerte desconectado de la realidad. Indefenso, a merced del que te está devorando en vida. Pelearás contra fantasmas, falsos enemigos. Harás de tu vida un vacío, lo que confirmará tu impotencia, lo que dará más poder al que te manipula para seguir haciéndolo.
Es una visión horrible, dramática, pero muy real.

Es posible otra vida.
Es posible dejar de lado este masoquismo.
Es posible dejar de sufrir, de ser esclavo, de vivir engañado.
Sí, es posible, aunque no fácil.

El comprender estos mecanismos, el tener claro cómo funcionamos, el profundizar en la ciencia de la conducta humana, es meritorio para toda persona leal al Eterno (judío o noájida), pues nos permite llevar una vida de mayor verdad, actuar con real bondad, servir al Eterno desde la lealtad, ayudar al prójimo con misericordia, establecer justicia con derecho, no ser más una marioneta del EGO y sus manifestaciones externas. Por ello nos parece necesario continuar con estas enseñanzas y es imperioso dedicar tiempo a ellas y luego aplicar el conocimiento a nuestra existencia.

Veamos un notable ejemplo de la parashá de esta semana, Vaierá.
Está escrito al principio mismo:

"El Eterno se apareció a Avraham [Abraham] en el encinar de Mamre, cuando él estaba sentado en la entrada de la tienda, en el pleno calor del día. Alzó sus ojos y miró, y he aquí tres hombres que estaban de pie frente a él… "
(Bereshit / Génesis 18:1-2)

¿Qué vio Abraham?
A tres hombres comunes, gente típica del medio oriente, adoradores de ídolos, hombres de paso.
No se podía imaginar, no había nada en ellos que señalara que en realidad eran tres enviados (ángeles) del Eterno.
Para Abraham hubiera sido sencillo permanecer en su casa, a la sombra pues afuera hacía un calor ardiente. De hecho, allí debería estar, puesto que había tres días se había circuncidado y el también ardía por la fiebre y padecía fuertemente por el dolor. Y allí estaban esos tres hombres que vagaban por el desierto, tres hombres y nada más. Otro, quizás, hubiera dado excusas, hubiera puesto su sufrimiento por delante, hubiera rebajado la condición humana del idólatra pobre y “sin valor”, hubiera interpretado la realidad en base a su EGO. No hizo así el patriarca judío Abraham.
Él salió de su casa y corrió al encuentro de estos extraños, les ofreció hospitalidad, sombra, agua, alimentos, compañía, instrucción noájida. Porque él vio hombres comunes, que ya por ello ameritaban ser tratados con respeto y dignidad, pues eran hijos de Dios, criaturas del Padre celestial. No les interrogó acerca de sus creencias, no los discriminó negativamente en base a lo que él escogía, no los hizo sus enemigos por ser diferentes. Muy por el contrario, desplegó su cualidad de jesed, bondad desinteresada, por un hermano noájida. No hizo cálculos para ver cómo podría obtener ventajas de esto, no evaluó si llegarían a pagar por su entrega, no consideró que él era viejo y estaba adolorido y enfermo. Solamente quiso hacer lo que sabía era bueno hacer: recibir con cordialidad y respeto al prójimo, aunque fuera diferente, aunque fuera idólatra, aunque luego del encuentro no creyera solamente en el Eterno, aunque fueran vagabundos del desierto.
Abraham no pretendía controlar al prójimo, porque sabía que nadie controla a otro. A lo sumo se lo manipula, se lo domina por medio del uso de la violencia, se lo obliga a hacer o decir cosas para no sufrir castigos, se lo engaña, pero nunca se tiene real poder sobre el otro. Se lo acepta como es, o se sufre por querer cambiarlo según el propio criterio. Abraham los aceptaba tal como eran. Por supuesto que instruía acerca de noajismo, de la fidelidad al Eterno, de los mandamientos que Él había encomendado a las naciones; pero no era un misionero aberrante, no hacía la guerra para “convertir” al otro, no andaba violentando al otro para manipularlo. Hacía mucho tiempo, muchas décadas, que Abraham había aprendido que no tiene valor el convertir a la gente a la fuerza, usar métodos extorsivos, emplear la violencia, engañar, nada de eso sirve realmente. Se consiguen éxitos superficiales, el falso éxito del EGO. Para llegar a los cambios radicales se debe partir y llegar del AMOR. Enseñar, pero no imponer. Predicar con el ejemplo, no solo con la palabra. Aceptar al otro con sus ritmos, tiempos, diferencias, contradicciones, dudas, zonas oscuras, y no pretender hacer de todos “santitos” al imagen y semejanza del dios que uno inventa.
Es por ello que el Eterno se apareció a Abraham en aquella oportunidad. NO ERA uno de los visitantes, ellos eran enviados de Dios y no Dios mismo. Pero Dios apareció a visitar al patriarca porque él con su conducta hacía de Dios una presencia real, palpable, constante. Por medio de su acción cotidiana, de su respeto a la vida, de su arreglo a las leyes, de su control real sobre el EGO, de su AMOR, así era como Abraham estaba siempre en presencia del Padre.
Por ello también la parashá anterior dice algo muy bonito acerca del primer patriarca de los judíos, en otra ocasión en que el Eterno se apareció a él:

"Avram [Abram] tenía 99 años cuando el Eterno se le apareció y le dijo: -Yo soy el Elokim Todopoderoso; camina delante de Mí y sé íntegro."
(Bereshit / Génesis 17:1)

Abraham caminaba delante del Eterno, estaba unido a Él. Lo hacía porque había conquistado su EGO y estaba en comunión con el Padre, sin máscaras ni cáscaras que ocultaran su Yo Esencial.
El EGO había sido puesto en su mínima expresión, por lo cual Abraham era libre, era un hombre auténtico. Estaba en control real, no en la ilusión que padecemos nosotros.
Es bueno recordar que Abraham era un hombre común, no era un súper héroe, no un ángel, no un enviado celestial, no un ser milagroso, era un hombre, como tú y yo. Aprendió a salir hacia sí mismo, desprenderse del EGO natural, del que se activa al momento de nacer, del que viene en las enseñanzas que se reciben en el contacto con los otros. Ese es parte del secreto de la orden divino que le dijo:

"Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre"
(Bereshit / Génesis 12:1)

Tú puedes hacer algo parecido.
¿Quieres hacerlo?
Yo te puedo ayudar, pero, ¿quieres hacerlo?

Lej Lejá 5773–Viaje al centro de la tierra

Ingresamos a la tercera parashá de la Torá, Lej Lejá, en la cual encontramos la narración de los inicios de la gran familia judía, su relación eterna con la tierra de Israel, así como la misión que le asignó el Eterno en la orquesta de las naciones del mundo.
De a poco el relato de la Torá se va centrando en la familia judía, en su origen y destino, en sus historias familiares y populares, mientras tangencialmente refiere a su relación con individuos o grupos de los otros pueblos.
Es razonable que vaya reduciendo su amplitud de mirada, para irse enfocando en este pequeño número de personas que componen la familia judía (actualmente el 0,2% de la población humana mundial ), puesto que la Torá es el libro judío por antonomasia, que trata de cuestiones relativas a la idiosincrasia judía, a su estilo original de vida, a sus vínculos familiares, a su corazón, a su relación y compromiso con el Eterno.
Tal como en la Torá queda certificado: "Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel." (Devarim / Deuteronomio 4:44) y "Moshé [Moisés] nos prescribió la Torá, es heredad de la congregación de Iaacov [Jacob]." (Devarim / Deuteronomio 33:4).
Por supuesto que, aunque es propiedad perpetua del pueblo judío, igualmente tiene mucho para compartir con todo el que esté dispuesto a recibir de su mensaje eterno de vida, ya que contiene una gran riqueza para el mejoramiento del individuo y la sociedad sin distinción. Pero, esta posibilidad de ser aprovechada no implica que sea un libro de todos y que sus 613 preceptos aplican a todos. Claramente sus 613 mandamientos son para la nación judía, tal como todo el contenido del libro lo es. Vemos que la propia Torá lo deja en claro: "Éstos son los mandamientos que el Eterno ordenó a Moshé [Moisés] para los Hijos de Israel, en el monte Sinaí." (Vaikrá / Levítico 27:34) y luego "Éstos son los mandamientos y decretos que el Eterno mandó a los Hijos de Israel por medio de Moshé [Moisés] en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó." (Bemidbar / Números 36:13).

Sin embargo, esta propiedad judaica de la Torá no va en desmedro del carácter universal de su esencia, pues el corazón de su mensaje perpetuo y sagrado es que la persona actúe siempre con bien y justicia, lo que es una obligación divina que ha sido impuesta para todo ser humano y que anida en el espíritu de cada persona.
Debemos apreciar que no resulta sencillo comprender la naturaleza y finalidad de la Torá, porque, por ejemplo, si bien incluye historias, no es un libro de historia y nunca pretendió serlo.
Si bien contiene principios éticos y espirituales universales, que hacen a la esencia natural de todo ser humano, no es el libro de la humanidad, sino humildemente de la nación judía.
Si bien comienza con temas universales y aporta elementos para toda la humanidad, confirmando al Eterno como el Creador de todo y Padre de todos (crean o no, sean judíos o no), y da orientaciones para llevar una vida de plenitud (los Mandamientos Universales, por ejemplo), su intención es concentrarse en el pueblo judío y su relación particular con Él.
Por sus múltiples facetas, se la ha designado como el manual para la vida judía por excelencia. Es la instrucción, la guía para orientarnos por los caminos de una vida justa, buena, leal y trascendente. Se espera que la persona judía al seguir sus pautas desarrolle una vida armoniosa, beneficiosa, bendita y de bendición.
Es de esta forma que el pueblo judío se constituye en una luz para las naciones, en un faro para sus hermanos. No es por enseñar Torá a aquellos que no son sus receptores y propietarios. No es por pretender que el judaísmo es aplicable para todos, pues no lo es.
Sino que el judío es una luz para alumbrar a los demás cuando lleva una vida en sintonía con el mensaje de la Torá,  es con la conducta cotidiana, con lo que uno hace y deja de hacer, que el judío comparte con todos de la luz sagrada de la Torá.
Así el mensaje particular para los judíos se universaliza y alcanza a toda la humanidad. Lo que es la esencia de la Torá se expande entre las naciones y alcanza a todos los corazones y los motiva a la acción positiva, constructiva, digna, noble, plena, de belleza y lealtad.

Entiéndase bien, no es la Torá lo que se debe enseñar a las naciones, ni andar rebuscando en textos judíos para hacer alarde ante el público gentil; sino que la conducta del judío debe procurar estar en sintonía con la esencia de la Torá, es decir, conducirse con bondad, con justicia y lealtad.
Al hacer así, las personas apreciaran lo valioso que tienen en sí mismos, aquello que conecta con la armonía sagrada de la Torá.
Porque de conexión se trata todo.
Conectarse con uno mismo, con su Yo Auténtico, conectarse con su Yo Vivido, conectarse con el prójimo, conectarse, con el universo, conectarse con Dios.
De eso se trata.
Todo lo demás puede servir como soporte para esa tarea, o puede ser un obstáculo para concretarlo.
Aquello que lo favorece, es lo que se debe de incorporar a la vida, reforzarlo, mantenerlo, mejorarlo. Pero lo que perturba la realización de este ideal, lo que desconecta, eso es lo que se debe procurar soltar, dejar ir, permitir que fluya y no se empantane en nuestro ser.

Con esto en mente, estamos en condiciones de descifrar con mayor claridad el siguiente mensaje y promesa que el Eterno dice en la parashá a nuestro patriarca (de los judíos) Abraham, pero nos lo repite a cada uno de nosotros (sus descendientes):

"Vete hacia ti, de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación.
Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra."
(Bereshit / Génesis 12:1-3)

Debes partir hacia ti mismo, dejar de creer que eres lo que no eres. Es tiempo de que emprendas el camino que te lleva a conocerte.
Hasta ahora viviste de imágenes, con disfraces, detrás de máscaras.
Te sentías o creías identificado por tu lazo con tu país, por la cultura de tu patria, por lo que heredaste y aprendiste de tu familia.
Hasta ahora seguías el mandato social y familiar, por el cual actuabas un papel, como si de una obra de teatro se tratara.
Eras un actor que encarnaba un personaje sin quitárselo de encima jamás. El personaje ficticio, el que habían guionado otros, el que no era auténtico , se había comido a la persona, la había ocultado.
Allí dentro estaba Abraham, el verdadero, el puro, el bello, pero impedido de manifestarse en su poder a causa del personaje que lo revestía.
Es hora de que salgas de lo que conoces, que dejes la zona de confort y te aventures hacia una tierra desconocida, pero que es prometida como insuperable. Es tiempo de que madures, dejes de lado lo que creías conocer de ti mismo y de los demás, para que aprendas con ingenuidad y sabiduría acerca de todo y todos. Es el momento indicado para marchar hacia lo desconocido, que eres tú mismo.
Tal es el requerimiento que podemos oír en la orden dada por Dios a Abraham.
No era solo un decreto para dejar un espacio físico, en Ur de los Caldeos, para asentarse en la tierra de Canaán; sino que requería un compromiso total, como un nuevo nacimiento, la adquisición de una nueva identidad, más plena y auténtica.
No era fácil para Abraham asumir esa tarea. Ya contaba 75 años de edad, muchas cosas había padecido para llegar a la estabilidad que gozaba en la actualidad. No parecía el momento para volver a comenzar, para renacer a una nueva realidad, más plena. Pero él fue valiente, él tomó el compromiso y lo llevó a cabo. Él se atrevió a creer en que podía ser mejor, que tenía la aptitud para desprenderse de todo aquello que le pesaba en su vieja mochila de cosas oscuras del pesado. Y lo hizo. No fue fácil, ni un día fue de completa tranquilidad, pero bien valió el hecho.
Pasados casi cuatro mil años, su estirpe aún existe y mantiene su memoria y legado. Abraham sigue conectado a la línea de la vida, de forma ininterrumpida.
Y nació de él una gran nación. Quizás no grande en número, pero sí en alcance y logros.
Y ciertamente que fue un ejemplo de dignidad y entereza, pudo conocerse a sí mismo, se conectó con lo que era posible conectarse, lo que equivalió a ser bendito.
Esa misma tarea podemos desarrollar nosotros y sentir en nuestra vida que “Los que te bendigan, serán benditos”; eso es lo que promete Dios a cada judío, desde Abraham en adelante.
Al mismo tiempo, todas las naciones de la tierra pueden ser benditas gracias al judío, por medio de estas enseñanzas, que no se predican con palabras, sino con los actos cotidianos llenos de bondad y justicia.
Esta conexión con nuestra esencia, con el prójimo, con la creación es una gran oportunidad que tenemos a diario y que no debemos desconocer. Pues al establecer la conexión, estamos siendo benditos y de bendición. Estamos marcando nuestro paso, dejando una huella, cumpliendo nuestro destino. Estamos aportando a los demás para que cada uno alcance la plenitud, el shalom, que es la máxima bendición.

¿Tú sientes que eres bendito y de bendición?
¿Cómo identificas si eres bendito?
¿Por qué Dios no nos hace las cosas más fácil y nos hace nacer ya firmes en una identidad, asentados en la “tierra prometida”, sin necesidad del esfuerzo por auto-conocernos, apreciarnos y amarnos?

Creo que son preguntas oportunas para seguir profundizando en este importante aspecto.

Antes de despedirnos, un pequeño relato.

El niño no entendía bien a los adultos, ¿por qué siempre serios y a veces enojados?
Decidió que era porque no sonreían, así que decidió enseñarles a hacerlo.
Iba por la calle, sonreía y sonreía, pero no encontraba mucha respuesta de parte de los mayores. Cada día salía a su misión de enseñar a sonreír al mundo, a cambiar el gris por los vívidos colores del buen humor. Pero la gente pasaba taciturna, seria, encerrada en sus cosas.
De a poco él se fue cansando, su sonrisa se fue borrando, estaba creciendo… ¿será por eso?
Un buen día, el niño ya era padre y su hijo le disparó una pregunta inesperada, olvidada en las nubes del tiempo: ¿por qué los adultos nunca sonrían, siempre van serios?
El padre no supo qué contestar, se quedó en silencio por un minuto o dos. Luego intentó una respuesta, pero se la guardó. Trató de sonreír, pero no recordaba como hacerlo. Entonces murmuró algo así como: – No lo sé hijito, no lo sé.
El niño decidió que le enseñaría a su padre a hacerlo. Cada día se ponía a su lado y sonreía y sonreía. Al tiempo la mirada del padre se llenó de un “algo”, era diferente, era como una mirada más viva. Pasados unos días la boca intentó unas muecas, algo parecido a una sonrisita. El lento éxito no amargó al niño, por el contrario le impulsó a doblar sus sonrisas. Y cada día que pasaba su padre progresaba más y más, y maduraba por fin realmente.

Noaj 5773–Un paraíso en la tierra

Según comprendemos de la parashá anterior, Bereshit, Adam fue creado en un mundo regido por las leyes de la naturaleza. Existía un límite al caos, un orden que no deja nada a la casualidad. El mundo se estructura y sistematiza por medio de un código de leyes, las cuales el hombre ha venido descubriendo y comprendiendo a lo largo de los siglos (y esperemos que lo seguirá haciendo). 
El Creador hizo el universo con todo lo que lo conforma, lo que incluye a las leyes que lo regulan. Son reglas firmes, que se cumplen, lo queramos o no, las conozcamos o no, estemos de acuerdo o no.
Esto es, hoy día, evidente en el plano físico de la realidad, e incluso en el inmaterial que está compuesto por sueños, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, etc.
En la antigüedad se pretendía dominar las reglas físicas por medio de lo que se llamaba brujería o magia, en todas sus versiones, desde las más circenses hasta las más estremecedoras y secretas. En la actualidad el mecanismo se desviste de fantasías y se llena de observación, análisis, conocimiento verificable, razonamiento, pues es campo de trabajo de las ciencias. Al conocer la leyes naturales estamos en mayor capacidad para cuidar mejor de nuestra salud, preservarnos de daños, hacer un uso provechoso y responsable de los recursos naturales, proveer de mayor bienestar, entre otras ventajas. Claro, el conocer las leyes no nos pone por encima de ellas, no nos convierte en amos de la realidad, no nos evita todo contratiempo, pero mejora en mucho nuestra existencia. No es casualidad que desde el desarrollo de la ciencia vivimos en mundo material de mayor bienestar para gran cantidad de personas.

El mundo no está solamente construido con bloques de materia/energía, sino que existe también un componente invisible, intangible, que es imperceptible a través de los órganos de los sentidos físicos, que es el plano espiritual. Éste no es mensurable, no tiene espacio ni tiempo, ni forma ni materia, es absolutamente diferente a todo lo que conocemos, porque solamente conocemos aquello que ingresa por nuestros sentidos o se conecta con algo que alguna vez hayamos percibido por los sentidos (estos son temas muy complejos, que en estas breves líneas no pretendemos abarcar ni siquiera en una porción mínima). Como lo espiritual es totalmente indescriptible, a lo largo de las generaciones se han usado diversas metáforas, símiles, comparaciones, leyendas, para tratar de tener alguna idea o noción de aquello que es incomprensible. Por supuesto que todas ellas no llegan a definir y dar una idea acabada de lo que es el espíritu y la dimensión espiritual.
Al ser ésta su realidad, queda por fuera del ámbito de estudio de la ciencia, si entendemos por ésta a “el conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados…” (Wikipedia/Ciencia).

De acuerdo a lo que sabemos por nuestra Tradición, también al mundo espiritual el Eterno le ha impuesto leyes, las leyes espirituales.
Debemos saberlas, comprenderlas, aplicarlas, puesto que el ser humano es la criatura con mayor componente espiritual de este mundo. Al hombre, desde su origen el Eterno le ha impuesto mandamientos, los conocidos en aquel momento como Mandamientos Adámicos, que eran seis, según consta en nuestra Tradición: no asesinar, no maldecir a Dios, no adorar dioses que no son Dios, no robar, no a la infidelidad matrimonial y establecer sistemas de justicia social.
El Eterno se los ordenó a Adam y comprometió a todas las futuras generaciones a conocerlos, aceptarlos y cumplirlos. El único beneficiario del acatamiento a este código es el hombre, puesto que la finalidad principal de estos mandamientos era posibilitar la armonía personal, colectiva, ambiental, tanto en lo espiritual como en lo material. Eran las leyes para permitir que el mundo fuera un paraíso terrenal, un pedazo del Cielo en la Tierra. Un código básico, simple, pero completo para cada una de las personas, sin distinción de origen, creencia, posición social, edad, o cualquier otra distinción. Eran (y siguen siendo) las reglas espirituales con las que el Eterno codificó el comportamiento de cada ser humano para llevarlo a la auto-realización integral, tanto en lo material como en lo espiritual.
Pero el hombre no supo conservar la senda de la corrección y de a poco fue perdiendo su conexión espiritual, fue dejando de lado los Mandamientos Universales (hoy también conocidos como Mandamientos para las Naciones o para los Hijos de Noé o Noájidas).
Hasta que la situación se hizo insostenible, según recalca la Torá en nuestra parashá: "La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia." (Bereshit / Génesis 6:11).

Sí, cuando el hombre repudia su identidad espiritual, se niega a vivir de acuerdo a las leyes espirituales, termina por llevar al mundo a la corrupción, a que se extienda la violencia en sus múltiples facetas. Sobre la violencia mencionada en el versículo quisiera mencionar un par de aspectos. La voz hebrea empleada en la Torá es “jamás”, que comúnmente se traduce como violencia, lo cual es correcto. Sin embargo, la Tradición nos refiere los detalles de esta violencia: robo, usura, tomar a la fuerza mujeres como esposas, injusticia e incluso agresiones físicas y asesinato. Tal como vemos en el profeta Iejezkel/Ezequiel (7:23): "Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia.".
Y ya por ese entonces las personas habían olvidado la unidad y unicidad del Eterno, se habían convertido en adictos a dioses y creencias extrañas; cuando alguno mentaba al Eterno, no faltaban los insultos y faltas de respeto hacia Él. En resumen, el mundo se llenó de depravación, falta de respeto, injusticia, corrupción, maldad, rebeldía. Era el anti-paraíso, es decir, no se cumplió el ideal para el mundo que pretendía el Eterno. Porque no se seguían los mandamientos básicos, porque el hombre escogió hacer el mal en lugar de un pequeño esfuerzo para construir un mundo de Shalom.
Ya sabemos lo que pasó luego, sobrevino el Diluvio, la gran destrucción. Las acciones de los hombres provocaron un terrible caos que desembocó en una catástrofe dolorosa y espantosa, pero que fue el primer paso para borrar lo anterior y comenzar de nuevo. La intención del reinicio era hacer de este mundo un paraíso terrenal a través del código espiritual que ahora se conoce como Mandamientos Noájicos, los siete mandamientos que el Eterno dictó a Noaj/Noé para él y todas las generaciones siguientes. Una forma de vida sencilla pero pleno, sin asuntos extraños, sino simplemente el anhelo por vivir bien uno y en compañía del otro.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros?
¿Qué es lo que en la práctica podemos aprender y emprender para mejorar nuestro entorno y sociedad?
¿Tiene la parashá algún mensaje para ti en particular?

Espero que podamos seguir compartiendo juntos este emocionante camino de conocimiento y bendición.

Antes de despedirnos, un cuento muy especial que quiero compartir contigo:

El aguatero llevaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas sujetas a un gran madero que cargaba sobre sus espaldas.
Una de las vasijas tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija íntegra estaba siempre muy orgullosa de su desempeño porque tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

Sobre el juzgar

El juicio, el juzgar, es una parte esencial de la personalidad humana.
Sin juicio estamos sometidos a las pasiones, a los preconceptos, a las emociones, a las creencias absurdas.
El juicio es indispensable, es una cualidad muy humana.
El juzgar no tiene nada de vicioso, pecaminoso, engañoso, malicioso, siempre y cuando sea hecho correctamente, con la finalidad de encontrar la verdad, para establecer la paz, para equilibrar lo que las acciones u omisiones han desequilibrado. La justicia, y por ende el juicio justo, es uno de los pilares del mundo.
Así nos enseñan los Sabios de la Verdad, por ejemplo cuando expresan: “En virtud de tres principios el mundo perdura; por la justicia, por la verdad y por la paz.“ (Pirkei Avot 1:18).
De hecho, es el propio Divino Autor quien manda a los hijos de Su nación: “Juzgarás a tu prójimo con justicia." (Vaikrá / Levítico 19:15; mitzvá 235 del sefer HaJinuj).
Cada uno tiene el derecho y el deber de llevar una vida ajustada a juicio, ¿cómo? Juzgando al prójimo con justicia. Cooperando para que la sociedad sea justa. Aportando lo que sea necesario para que la justicia reine.
No es rehuyendo el juicio, ni proclamando la falta de competencia para juzgar, o predicando que no se ha de juzgar al prójimo y a uno mismo.
Pero dentro de los parámetros correctos, sin traspasar los límites.

Una de las pautas para no caer en error del juicio injusto es: “trata de juzgar a toda persona meritoriamente” (Avot 1:6).
Luego, como uno no debe erigirse en único juez, mucho menos si es parte del asunto, es que se debe recurrir a las instituciones sociales que funcionan en el establecimiento de la justicia.
La facultad de juzgar en la sociedad recae sobre sus representantes escogidos para tal finalidad, los jueces. Éstos deben cumplir con varios requisitos que fueron estipulados en los códigos legales, para evitar corrupciones, injusticias, errores, etc. La base está en unos pocos versículos de la Torá: "Pondrás jueces y alguaciles para ti en todas las ciudades que el Eterno tu Elokim te da en tus tribus, para que juzguen al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Justicia, justicia perseguirás, para que vivas y poseas la tierra que el Eterno tu Elokim te da." (Devarim / Deuteronomio 16:18-20).
Los jueces designados son representantes de la sociedad, dependen de ella para cumplir sus tareas. Por tanto, no hay justicia en una sociedad carente de personas justas.

Pero, el prejuicio, el pre-juicio, el juicio que no se basa en fundamentos, que no busca la verdad, que etiqueta y degrada, que oculta la razón y la luz, que se usa como arma de dominación, no debe confundirse con el juicio justo, con el juzgar con prudencia y sabiduría.
El prejuicio es la corrupción, el mal uso, el abuso del pilar de la justicia.

Muchas veces hemos oído a personas confundidas, por lo general adherentes a diversas idolatrías, que tiene como lema “no juzgar”, “no juzgues si no quieres ser juzgado”, o “solo Dios juzga”; sí, muchas veces usan ese recurso cuando no pueden sostener y responder a la mínima visión crítica de sus doctrinas corruptas, de sus acciones extraviadas que se disfrazan de santidad. Entonces se hacen pasar por santos, por divinos mensajeros, por personas que no juzgan, para acto seguido lanzar una sarta de prejuicios, agresiones verbales, falsedades, y provocaciones prejuiciosas.

Sabemos que todas las agresiones parten del mismo núcleo, del EGO que toma el control de la persona.
Entonces, cuando desviamos nuestra capacidad de juzgar para convertirlo en un arma de agresión, en un método impuro de dominación, en un mecanismo de extorsión, estamos actuando bajo el manto oscuro del EGO y no a través del manto luminoso del AMOR.

Suele ocurrir que los que prejuzgan se sienten juzgados, que son amenazados, presionados, tenidos bajo el ojo criticón y poco amable de un amo. También es probable que en su infancia hayan sido sometidos a juicios severos, a amargos castigos, a palabras injuriantes de parte de aquellos que debieran amarlos por encima de cualquier circunstancia.
Puede ser que hayas sido invisible para tus padres, o que solo te vieran para criticarte o mandarte. A veces, absolutamente invisible.
Como sea, no recibiste el AMOR que precisabas, mientras crecías crecía en ti el odio, el resentimiento, la violencia, la amargura, la necesidad de ser amado, la duda de no saber por qué no eras querido y cuidado, crecía en ti el EGO.

¿A quién lastimas cuando cargas con la mochila del rencor?
¿A quién dañas cuando sigues con el resentimiento?
¿A quién enfermas cuando te la pasas juzgando sin encontrar méritos favorables?
¿Con quién estás enojado cuando te enojas?

Esperar a que el otro sea perfecto para respetarlo, que sea como queremos para amarlo, que nos brinde lo que queremos para aprobarlo, es propio de la infantilidad del EGO. Es otra forma de rechazar la vida y abrazar la muerte. Es otra manera de ser infeliz, cargado con oscuridad, encerrado en tu celdita mental.

Recuerda que tú, al igual que el otro, en el interior llevas/eres una luz pura, una esencia divina, un espíritu intachable. El Yo Esencial de cada uno es bello, bueno, noble, amable, digno. El tuyo y el del prójimo. Solo que nos revestimos con disfraces, con antifaces, con caricaturas del Yo Vivido. Eso nos hace actuar con malicia, con pobreza moral, con resentimiento, con rencor, con falta de solidaridad, con EGO.
Si dejamos de lado el juicio inútil, la excusa para el odio y el alejamiento, entonces podremos llevar una mejor vida.
Perdonar, sin dejar de lado el recurso de la justicia institucional.
Pedir perdón, como parte de un proceso de auténtico arrepentimiento.
Dejar fluir lo que no es posible, ni dable, controlar.
Dar menos importancia al EGO para que reine el AMOR.

Suena muy ilusorio, muy romántico y poco práctico y practicable en el mundo.
Pero es posible, de a poco, paso a paso. Ir soltando el dolor, juzgar  menos y comprender más, perdonar más sin por ello obstaculizar el trabajo de la justicia, reclamar menos, criticar amargamente menos, apreciar más lo bueno (oculto o manifiesto).

Bereshit–Génesis 5773

Es sabido que el relato de Bereshit presenta dos crónicas diferentes al respecto de la creación del ser humano. El primero en el primer capítulo, el segundo en el segundo. Presentan notorias disparidades, absolutamente evidentes y en modo alguno silenciadas u oscurecidas. A la vista están. Han sido comentadas y analizadas a lo largo de las generaciones.
Ahora te presento unas pocas de ellas, no todas ni de modo exhaustivo, solo un puñado, simplemente como aperitivo, como una invitación para despertarte el deseo de conocer y que tomes el sagrado texto y busques tú más. Para eso están nuestros libros, para conocerlos, aventurarse en ellos, interrogarlos, obtener claridad a través de sus mensajes, quedarse con dudas que no encuentran respuesta, seguir estudiando, mantener la llama encendida a través de la conexión, etc.

Tema

Capítulo 1

Capítulo 2

Origen Dios dice y Adam es creado Dios hace una figura de arcilla y le infunde la energía de vida a través sus narices
Género Adam es creado macho y hembra, se los nombra en plural y singular, pues es como un siamés, una persona que son dos personas Adam es varón
Relación con Dios El Eterno bendice a Adam para que se multiplique, se reproduzca, colme la tierra y la conquiste El Eterno pone al hombre en el huerto del Edén para que lo trabaje y cuide, le permite alimentarse de todo árbol que guste, menos del árbol del conocimiento, del bien y del mal
Ecosistema La creación va desarrollándose, evolucionando, hasta llegar al Hombre El hombre es puesto en el huerto del Edén y luego brotan
Relación humana Varón y mujer son una unidad desde el comienzo El varón está solo y busca compañía entre los animales sin hallarla, hasta que Dios le presenta a la mujer, con la cual finalmente se une y empareja
Nombre de Dios usado Elohim Hashem Elohim

Aquellos que no aceptan la autoría única y divina del texto sagrado reconocen en estas discrepancias una evidencia de tradiciones provistas por distintas fuentes, que fueron plasmadas con sus divergencias y contradicciones a la hora de concretar el texto de la Torá. Entonces hablan acerca de la línea “elohista”, que es diferente a la “yahvista”; de las variaciones motivadas por la política del momento o las influencias del folclore dominante en la región, u otros factores. Cosas muy interesantes, por cierto, pero en nada acordes a la Tradición y el sentido habitual que se les ha dado durante milenios a los relatos de la Torá.
Para los que no cuentan con herramientas intelectuales apropiadas ni el conocimiento necesario, estas especulaciones sesudas pudieran parecer verdades catastróficas, que borran de un saque la santidad de la Torá. Por ello muchos se embelesan con estas novedades y pierden la ruta trazada por el judaísmo., pero los adherentes a la divinidad de la Torá encuentran que no es necesario elaborar complejas teorías sobre muchos autores y numerosas fuentes para clarificar la doble exposición acerca del origen del Hombre. El judaísmo tiene varias respuestas apropiadas e idóneas, que brindan claridad al texto, y permiten ver que donde otros ven cuentitos mitológicos, realmente se encuentran enseñanzas sumamente profundas e intensas. Instrucciones para la vida cotidiana, para hacernos mejores personas, no meros malabarismos académicos de salón.

Te presentaré brevemente ahora dos de las maneras de comprender el valor e importancia de estos dos relatos, en apariencia, diferentes del origen del Hombre.
El Rav Josef Soloveitchik ztz»l, en su “La Soledad del Hombre Creyente”, armoniza la narrativa duplicada y divergente equiparándola a la identidad duplicada y divergente del ser humano. Somos al mismos tiempo espirituales y materiales; conectados al infinito, pero restringidos a un determinado espacio y tiempo; capaces de las mayores hazañas y novedades, como también de las ruindades y catástrofes; somos seres creados a imagen y semejanza del Eterno, pero moldeados con barro y perecederos. Sí, somos seres complejos, multidimensionales, uno pero múltiples. Tal como el relato de Bereshit nos representa. En el primer capítulo como obras celestiales, príncipes del Reino; en el segundo como insertos en el mundo, marcados por las vicisitudes de la existencia, por las necesidades.
Otro sabio actual de poderosa impronta, el Rav Mordechai Breuer ztz”l, también nos muestra con múltiple facetas, no meramente sometidos a instintos, o a influjo del entorno, o a lo genético, o a mandatos sociales, o a una ética espiritual innata, sino como una combinación de todos estos factores y muchos más. Somos uno pero muchos, además de diferentes individuos pero siendo partes de una unidad sistémica y metafísica.
En esta complejidad, atribuye la descripción del primer capítulo al nacimiento de la especia humana como tal y no de algún individuo en particular. No era Adam macho y hembra, sino que la especie humana sexuada fue creada. El Eterno no bendice a un hombre para que se reproduzca y conquiste la tierra, sino que brinda ese poder a la especie humana. En tanto que el segundo capítulo aterriza la reseña sobre el hombre en particular, Adam el primero de nuestra especie.
Como notamos, evidentemente hay maneras de explicar satisfactoriamente la aparente dualidad de criterios o de historias narradas en la creación del Hombre.
Proponemos una más. La primera aparición en la Torá es la que toma al hombre de manera natural, por lo que es, tal cual es, en su plenitud. La segunda es la que expresa el esfuerzo por superar sus limitaciones, por aprovechar sus potenciales. En el primer capítulo el hombre ya está completo, es como un ideal en un mundo controlado por la Voluntad de Dios; en tanto que en el segundo tiene que desarrollarse, cambiar, probar, equivocarse, corregirse, asumir compromisos, trabajar para perfeccionar, ser atento con el medio y mejorarlo, dialogar, negociar, fracasar, ser victorioso, en resumen, ser una persona real en un mundo real. No son dos relatos diferentes, son el mismo para un hombre que es complejo.

Un pequeño y conocido relato para concluir.

En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.
El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío –respondió el segundo sabio– que todo depende de la forma en que se dicen las cosas… La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado…
– No olvides mi querido amigo –continuó el sabio– que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad».
Dice el libro de los Mishlei/Proverbios (cap. 18) del sabio rey Shlomó/Salomón: «Las palabras del hombre son aguas profundas, río que corre, pozo de sabiduría… Con sus labios, el necio se mete en líos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes… Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras. La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias«.

Uno de los grandes desafíos de cada hombre y de toda la humanidad es aprender a comunicarse auténticamente.

Otro momento de inspiración

Es tan grandiosa y asombrosa tu Creación

Has puesto las luminarias para que nos calienten

 Los elementos para que nos conformen

 El tiempo para que nos enseñe

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El firmamento resplandece con luces

Pero ninguna de ellas es Tú

Aunque en nuestra tremenda ignorancia

 Tratamos de obviar lo que conocido es

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Tuya es tu Creación y todos la que la conformamos

La planta y el animal que crecen y nos alimentan

Los elementos que luego nos complementan

Y todo esto nos lo has dado simplemente por amor

Sheal abija… zekeneja

"Acuérdate de los días antiguos; considera los años de muchas generaciones. Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán."
(Devarim / Deuteronomio 32:7)

Ya lo sabía el Autor, por supuesto que lo sabía.
Llegaría el momento en el cual las nuevas generaciones dudarían del pasado de su propia nación, de la historia de su propia familia. Llegaría la oscura época en la cual no se sentirían conectados con ellos mismos, con su ayer.
Estarían en sombras, por falta de memoria, o peor, porque nadie les enseñó acerca del esplendor de los días antiguos y del resplandor sagrado en su propio interior.
Sí, llegaron esos días, claro que llegaron.
Los hijos desconocen sus raíces, se escapan del espejo y se buscan en desiertos, en espejismos, en religiones, en disfraces, en modas, en los personajes que les codifican ajenos.
Así están, en sombras, perdidos, perplejos, no sabiendo, ignorantes, alelados, apartados.
Sí, han habido muchas, muchísimas generaciones, que se mantuvieron firmes y leales, constantes en su trasmisión del sagrado mensaje. Una y otra vez repitiendo el legado, haciendo que sus hijos lo adquirieran y se apropiaran de él, para luego vivirlo y trasmitirlo a su vez. Muchas generaciones que preservaron la senda, el camino, el mensaje. Y no precisaron de rituales ajenos, ni de ropas estrambóticas, ni de idiomas extraños, ni de severidades fuera de control, ni de dogmas irreverentes hacia la verdad, sino que solamente precisaron abrir sus oídos, absorber el mensaje que en el hogar era inculcado, que ellos hacían carne, que lo vivían a diario y que con entrega generosa pasaban a sus propios hijos.
Pero, las cosas se fueron degradando, el aroma se fue diluyendo, el sabor perdiendo, la cultura mimetizando, se tomaron prestados disfraces, se usaron rituales complejos con la presunta intención de ser defensas de un legado que ya no se sostenía en sus vidas.

Entonces, el Autor nos impele a que preguntemos a nuestros padres, que no dejemos de lado el lazo familiar, que allí está la respuesta. Porque el judaísmo no es una religión, ni una cultura, sino el modo de vida que corresponde a la Familia Judía. Son los padres los que tienen el relato, la historia, el nexo con el pasado, con el espejo. Al menos, son los que debieran tener todo esto y compartirlo con sus hijos.
Ah, pero el Autor sabía que esos padres también serían los hijos de la generación desmemoriada, los que perdieron su rostro de tanto usar caretas, por lo cual su mensaje sería estéril, hueco, falso, lleno de ajenidad, desprovisto de autoridad y autenticidad.
Entonces el Autor propone que lleguemos más lejos en nuestra búsqueda, que vayamos a los ancianos, a los que se supone tienen más arraigada la tradición. Ellos nos dirán.
¿Qué nos dirán?

"Cuando el Altísimo repartió heredades a las naciones, cuando separó a los personas, estableció las fronteras de los pueblos según el número de los Hijos de Israel.
Porque la porción del Eterno es su pueblo; Iaacov [Jacob] es la parcela de su heredad.
‘Lo halló en tierra desértica, en medio de la soledad rugiente del desierto. Lo rodeó, lo cuidó, lo guardó como a la niña de sus ojos; como el águila que agita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas.
El Eterno solo le guió; no hubo dioses extraños con Él."

(Devarim / Deuteronomio 32:8-12)

Sí, eso, junto a lo que completa el cántico de Moshé que hemos leído en la parashat Ahazinu.

Nosotros somos hijos de hijos de gente a oscuras.
Estamos divagando, perdiendo el tiempo, desconectados de nosotros mismos.
Empecinados en vivir vidas que no son propias.
Llama más la atención el último juguete vistoso de Apple que el mensaje que es eterno de la Torá.

Es hora de recuperar la memoria, volver a la fuente.
Preguntar a los que saben.
Pero ojo, no supongamos que el “disfraz de judío” hace al judío, ni la apariencia es lo que otorga entendimiento.
Vayamos a donde hay agua para saciar la sed, no donde se destila alcohol que corrompe las vías vitales.

Este es un texto que he escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, y refiere específicamente a la realidad de la Familia Judía. Pero creo que hay varios puntos de contacto y otros de aprendizaje que pueden ser muy provechosos para el noájida. ¿Podrías comentar qué te parece a ti, en su aplicación a los noájidas y la realidad noájica?