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Felicidad

Quiero compartir contigo mi idea de la FELICIDAD.

Felicidad: disfrutar de lo que puedes controlar, aquí y ahora, sin inquietarte por aquello que no está bajo tu control.

Contrastemos, un poco y humildemente, con los tres padres de las tres escuelas de la psicología vienesa del siglo XX.

Según Freud, el hombre busca dos finalidades en su vida: evitar el dolor y el displacer; y experimentar sensaciones placenteras. La felicidad sería como la sensación transitoria de placer que otorga la descarga de una tensión vivida como displacentera.

Según Adler, felicidad es superar los caminos de angustia, miseria y neurosis de los sentimientos de inferioridad sufrida y de superioridad ansiada, para lograr una vida de armonía y desarrollo en lo afectivo, laboral, social, etc.

Para Frankl, la felicidad es una actitud ante la vida, y no una finalidad en sí misma, surge de acuerdo a cómo uno afronte las situaciones, cómo las dote de sentido. Incluso en ocasiones en que nada pueda hacerse, igualmente le queda su actitud, por lo que puede aferrase al dolor o dejar de luchar inútilmente.

¿Cómo sabes qué puedes controlar y qué no?

¿Cómo no convertirse en una persona resignada, falta de empeño, que acepta cualquier cosa sin proponerse modificaciones y mejoras?

¿Hasta dónde dejar esforzarse por controlar lo que es posible, y entonces dejar fluir lo incontrolable?

En principio, no puedes controlar a otra persona, nunca, jamás.

(De hecho, controlas bastante poco realmente de ti mismo).

Puedes (, pero no es correcto) manipular, presionar, extorsionar, amenazar, obligar, atormentar, en fin, cualquier forma de falso poder, de pretendido control, que nunca es un real control sobre otro. Podrás obtener alguna ventaja, creer que mandas, acallar las oposiciones, imponerte, pero a precio de negar al otro su derecho y empobrecer tu vida (aunque te desconectes de la realidad y quieras creer algo diferente).

Pero, puedes negociar, comunicarte auténticamente, ceder y obtener, compartir, construir shalom en verdad, que es la manera correcta de aportar a tu felicidad y a la del otro.

En cuanto al resto de las cosas, aquello que no es relación con otra persona, ¿cuál es el límite y cómo reconocerlo?

Si nos dejáramos convencer por el desánimo, en aquello de dejar fluir ante los impedimentos, seguiríamos en las cavernas. Es parte de nuestra identidad espiritual el querer avanzar, progresar, superar escollos, crecer, convertirnos en algo diferente y mejor, ser autores de nuestra existencia, verdaderos socios de Dios.

Pero, el EGO desde el origen nos impone su ritmo de miedos y angustias, de sus falsas promesas e ilusiones de poder, de sus susurros que se convierten en rugidos, nos acobardamos y quedamos en la impotencia, aunque a veces deliramos con súper poderes.

Sin embargo, podemos y debemos conquistar el mundo físico, para hacer buen uso de él, disfrutarlo, desarrollarnos junto a él. Está marcado así en nuestros genes, tal como nos lo codificó nuestro creador.

Entonces, en lo material tenemos siempre un pasito más para dar, ya la naturaleza se encarga de ponernos el límite que no podemos ni debemos franquear, e incluso entonces encontramos el elemento para avanzar un poquito más. Quizás nos dentemos por unos siglos o milenios, pero el sano afán de conquista sigue impulsándonos.

Lo lamentable es cuando ese real poder se ve congestionado por el EGO, sea por apocarnos y hacernos acurrucar en impotencia; o sea por creernos con derechos y capacidades que no nos pertenecen y generan todo tipo de desequilibrios y situaciones traumáticas, a la persona, la sociedad o el entorno.

Todas estas ideas las encuentro en los dos primeros capítulos de Bereshit/Génesis, y luego veo que el mismo patrón se repite una y otra vez.

Tanto el del potencial inmenso, como el desequilibrio que promueve actuar desde el EGO.

En resumen, retorno al tema de la felicidad con una pregunta: Si Java/Eva, tenía absolutamente todo lo placentero a su alcance, a quien no le faltaba realmente nada para ser plena, y tan solo quedaba fuera de su dominio un 0.0001% de la existencia, cual era el paladear una fruta que tenía prohibida, ¿cómo llegó a perder TODO a cambio de probar de esa fruta?

 


Apéndice:

La felicidad según Schopenhauer

Tallulah Murphy recupera algunos consejos para alcanzar la felicidad del gran pesimista: Schopenhauer. En el libro El arte de ser feliz (Herder), se disfraza de optimista.

No todos los filósofos han escrito un manual para conseguir la felicidad. Con frecuencia, la felicidad es tomada como una aspiración fútil, frívola, propia de gentes sin grandes alcances. Me cuentan en la redacción de Filosofia Hoy que el concepto de “felicidad” a nuestros lectores les parece subproducto de la literatura de autoayuda. Por llevar la contraria, ya que desde Nueva York no voy a oír las críticas, me he sumergido en los consejos de autoayuda escritos por el maestro supremo del pesimismo; convencido como estaba de que la vida de los humanos oscila entre el dolor y el aburrimiento.

Schopenhauer no se lanza alegremente a una carrera de escritor de libros de autoayuda. De modo resignado pone su talento al servicio de la prudencia, no con la alegría atolondrada de los manuales al uso. Ni siquiera se promete a sí mismo alcanzar la felicidad (eudemonología, eudaimonia o arte de ser feliz en la medida de lo posible), sino meramente evitar las penurias y los golpes del destino con la esperanza de que al menos la ausencia de dolor nos proporcione bálsamo para nuestro corazón decepcionado. Si puedo tratar de hallar la columna esencial del pensamiento de nuestro Arthur más querido sería: nada como la prudencia para no ser atrapado por la desdicha. ¿No es delicioso? Lejos de nosotros la loca seducción por el riesgo; solo la contemplación puede proporcionar alguna felicidad; la volición es como jugar con un revólver cargado; contemplar la vida y reducir nuestros actos a la mínima exigencia de la búsqueda del sustento imprescindible.

A continuación os propongo una selección de entre las 50 reglas de Schopenhauer para conseguir la eudaimonia:

Regla número 1: Todos venimos al mundo llenos de aspiraciones a la felicidad y al goce y conservamos la insensata esperanza de realizarlas, hasta que el destino nos atrapa y nos muestra finalmente que nada es nuestro. La experiencia nos enseña que la felicidad es pura quimera, y mientras solo cabe escapar del dolor. ¿Por qué habría de ser necio procurar el disfrute del presente como lo único seguro?

Regla número 2: Evitar la envidia. Sabemos cuán cruel e implacable es la envidia y, sin embargo, nos esforzamos sin cesar en suscitarla en los demás. ¿Por qué?

Regla número 4: La resumiría en: contén tus pretensiones en los límites de lo que posees.

Regla número 5: La medida del dolor, o de su ausencia, está en nuestro interior y no en las circunstancias externas, de modo que evitar ilusiones o comparaciones injustificadas prepara tu ánimo para entender el conjunto de tu vida con ecuanimidad inalterable.

Regla número 6: Hacer con buena voluntad lo que se puede y tener la voluntad de soportar el sufrimiento inevitable.

Regla número 7: Reflexionar a fondo sobre una cosa antes de emprenderla y una vez llevada a cabo no angustiarse con los resultados, sino desprenderse plenamente del asunto.

Regla número 10: Sométete a la razón si quieres someterlo todo.

Regla número 12: Nada será tan provechoso como comportarse de manera no llamativa y hablar muy poco con los demás, pero mucho consigo mismo.

Regla número 13: Cuando estemos alegres, no debemos pedirnos permiso para ello con la pregunta de si tenemos motivo para estarlo.

Regla número 14: La sabiduría de la vida se basa en una justa proporción entre la atención que prestamos al presente y al futuro, para que la una no pueda estropear a la otra.

Regla número 18: En todas las cosas que afectan a nuestro bienestar y malestar, nuestras esperanzas y temores, hay que poner riendas a la fantasía.

Regla número 20: Debemos organizar la manera de pensar en nuestros asuntos de forma fragmentaria; debemos poder abstraer, pensar, arreglar, disfrutar, sufrir cada cosa en su momento y sin preocuparnos de todo lo demás; tener cajones que abrimos y cerramos para nuestros pensamientos.

Regla número 22: Vivir feliz solo puede significar vivir lo menos infeliz posible.

Regla número 25: Debemos ver lo que poseemos como lo estaríamos mirando si alguien nos lo quitara; sea propiedad, salud, amigos, amantes, esposa e hijos, la mayoría de las veces sólo sentimos su valor después de haberlos perdido.

Regla número 30: La actividad de emprender o aprender algo es necesaria para la felicidad del ser humano.

Regla número 32: Al menos nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la salud.

Regla número 33: Debemos llegar a dominar la impresión de lo intuitivo y actual, que nos resulta desproporcionadamente fuerte frente a lo puramente pensado y sabido, no por su materia y contenido, sino porque su inmediatez altera nuestro ánimo y tranquilidad.

Regla número 34: Cuando analizamos nuestra vida y nuestros fallos en ella podemos excedernos fácilmente en los reproches contra nosotros mismos.

Regla número 35: Lo que más frecuentemente y casi forzosamente descuidamos y dejamos de tener en cuenta en nuestros planes de vida son las transformaciones que el tiempo opera en nosotros mismos.

Regla número 38: Para bien y para mal es mucho menos importante lo que le sucede a uno en la vida que la manera en que lo experimentamos. Para la felicidad de nuestra existencia, el estado y la condición de la conciencia es absolutamente lo principal.

Regla número 39: Debido al poder secreto que preside los sucesos más azarosos de nuestra vida, deberíamos acostumbrarnos a considerar todo acontecimiento como necesario, un fatalismo que resulta tranquilizador.

Regla número 40: En lugar de especular sobre las posibilidades favorables, inventando cien esperanzas ilusas, todas preñadas de decepción si son incumplidas, deberíamos centrarnos en todas las posibilidades adversas. Eso nos llevaría a tomar precauciones.

Regla número 42: Una de las insensateces mayores y más frecuentes es hacer amplios preparativos para la vida, no importa de qué tipo sean. La vida vista desde el principio parece infinita, o cuando se mira atrás, desde el final del camino, parece extremadamente breve.

Regla número 43: Aquel que fue ricamente dotado por la naturaleza no necesita obtener del exterior nada más que la libertad del ocio para poder disfrutar de su riqueza interior. Únicamente lo interior, la conciencia y su estado son el yo y solo en él se halla nuestro bienestar y malestar.

Regla número 44: La mayor fortuna está en la personalidad.

Regla número 45: Como Aristóteles define: la vida filosófica es la más feliz.

Regla número 47: Entre lo que uno tiene, los amigos ocupan un lugar principal. Mas esta posesión tiene la particularidad de que el poseedor tiene que ser en la misma medida propiedad del otro.

Regla número 49: Una existencia feliz sería aquella que objetivamente, según una reflexión fría y madura, fuera decididamente preferible al no ser.

Regla número 50: Toda realidad, es decir, todo presente colmado, consiste en dos mitades, el objeto y el sujeto, en una combinación tan necesaria y esencial como la del oxígeno y del hidrógeno en el agua.

Ya veis, Arthur Schopenhauer transparente: un pensamiento independiente, que nunca acaba de ceder ante la seducción ni ante el fatalismo. Siempre jugando con la coquetería del pesimismo, pero consciente de que la vida por poco que contenga es mucho.

La diferencia en la suerte de los mortales para Schopenhauer se reduce a tres puntos:

1. Lo que uno es, es decir, la personalidad.

2. Lo que uno tiene.

3. Lo que uno representa: la opinión que otros tienen de uno.

Nueva York sigue llena de afanes, divertida tras el paso sobrevalorado  del huracán Irene (la prudencia que aconseja Schopenhauer…) y expectante ante la campaña lanzada por Obama contra los grandes bancos. La vida.

* Die Kunst, glücklich zu sein. El arte de ser feliz explicado en 50 reglas para la vida, publicado por Herder.

De: http://www.filosofiahoy.es/Schopenhauer_Reglas_de_felicidad.htm

Jaiei Sará 5774

Sará, la primer matriarca de la Familia Judía fallece a la edad de 127 años, así comienza el relato de la parashá Jaié Sará. Su amoroso marido, el patriarca Abraham, se encarga de los preparativos para su sepelio. La Torá hace particular destaque de la adquisición una parcela de tierra, en Cnaan, para darle digna sepultura. Compra, a un altísimo precio, la cueva de Majpelá, junto al terreno a su alrededor.
Abraham sabía que en esa caverna estaban sepultados Adam y Java, por ello la escogió como cementerio familiar, ya que más tarde sería el lugar de reposo terrenal de la mayoría de nuestros patriarcas y matriarcas.

Si bien el Eterno había prometido para el patriarca y toda su descendencia heredera (los judíos) la posesión de la tierra de Israel, Abraham consideró necesario adquirir la parcela, incluso aceptando pagar un precio exorbitante y dejar asentado por escrito la transacción comercial.
¿Qué motivos pudo tener el patriarca para tal decisión?
La sagrada Tradición de Israel registra algunas ideas al respecto:

  1. Para que Efrón, el anterior ocupante, no tuviera posibilidad legal para quejarse o reclamar nada. Él la había vendido por libre decisión, recibió el importe exagerado que había demandado, y había testigos y un documento para proteger a Abraham de las variaciones de humor de este personaje y sus aliados de turno.

  2. Para dignificar a Sará en su lugar de reposo terrenal, pues la gente envidiosa y malvada podría haber dicho: “La entierra en donde le dieron gratis, porque no la valoraba ni respetaba”. Si bien las murmuraciones aviesas no deben ser tenidas en cuenta, sabemos el efecto nocivo de las palabras perjudiciales, del lashón hará y cuestiones similares.

  3. Para actuar de modo pacífico. La tierra era para él y sus descendientes, por siempre, pero todavía no estaba ejerciendo su derecho plenamente. En este momento estaba ocupada por otra gente, pobladores ajenos pero que se creían con autoridad para morar allí. Abraham avinu prefirió tratarlos de manera amable y amistosa, sin avergonzarse de pedir permiso para hacer uso de lo que le pertenecía, y hasta comprando su tierra a un sobreprecio.

¿Se te ocurre algún otro motivo?

De acuerdo a nuestra Tradición “maasé abot siman labanaim” “מעשה אבות סימן לבנים”, los hechos de los patriarcas son símbolos para nosotros. Esto significa que en diferentes generaciones suceden acontecimientos similares, que en gran medida son como ecos de lo que ocurrió a los patriarcas, o siguen patrones similares de comportamiento.

¿Podrías señalar hechos en la historia moderna judía y sionista que resuenan en este relato de Abraham avinu?
¿Cuáles podrían ser las enseñanzas prácticas para la vida cotidiana de lo que estudiamos hoy?

(Publicado originalmente para SERJUDIO.com)

¿Por qué hacemos cosas buenas?

¿Por qué hacemos cosas buenas?
¿Te lo preguntaste alguna vez?
¿Te lo respondiste?
¿Te satisfizo la respuesta?

Si me permites, compartiré contigo algunas ideas, espero que nos beneficie a ambos.

  1. La neshamá, nuestra identidad espiritual que es pura, intachable y eterna, nos compele al bien sin otro motivo que el bien en sí mismo. La misma neshamá que sabe que todos estamos conectados, somos parte de una unidad cósmica y estamos separados por la materialidad pero no en esencia.
  2. Por empatía con la persona o ser vivo.
  3. Hemos sido educados adrede para llevar una vida de responsabilidad, compromiso, solidaridad, etc.
  4. Porque eres consciente de los bienes que has recibido, y recibes, y te parece justo y correcto agradecer y retribuir. Si no fueras consciente, o no hubieras sido receptor, o si no estuvieras educado moralmente quizás no harías bondades.
  5. Para obtener algún provecho egoísta:
    1. Por creer que Dios, o la deidad en la que pones tu fe, te recompensa aquí, en otra vida, en ambos.
    2. Con la idea de ‘hoy por ti, mañana por mí’.
    3. Para obtener aprobación social.
    4. Para sentirte bien, a gusto contigo mismo, regodeándote en tu “bondad”.
    5. Porque se obtiene ascendiente sobre los que son beneficiarios.
    6. Para sentirnos con poder, por tanto en control, y así sentirnos más felices, creernos más deseados, especiales, dignos de admiración, etc.
  6. Para someter al beneficiado a alguna especie de manipulación, extorsión, negociación o similar.
  7. Por sentimiento de culpa.
  8. Por alguna compulsión enraizada en el inconsciente, puede que por cuestiones genéticas que mueven a proteger a los de la propia especie, por mandatos sociales nacidos en antiguos clanes familiares, traumas ocasionados por vivencias personales, o algún otro origen indefinido.
  9. Para evitar algún castigo o situación incómoda, real o fantaseada.
  10. Porque es un mandato divino el vivir de acuerdo a la bondad y la justicia.

Creo que no hace faltar explicar ninguna de estas opciones, son todas simples de comprender y ejemplificar.

Ahora, me gustaría me hicieras el bien de ayudarme con tus comentarios al respecto, así como las implicancias de tus creencias en tu vida cotidiana.
Gracias, hasta luego.

Salir del balde

Se encontraba un pescador ocupado en su tarea cuando se acercaron unos turistas, los que con curiosidad se asomaron a ver qué había en su balde.
Como estaba cubierto, se disculparon por su curiosidad y le preguntaron que había dentro. El amable pescador movió un poco la tapa y les mostró que estaba casi lleno de cangrejos.
Conversaron un poco de la tarea del pescador cuando advirtieron que a un lado había otro balde, pero que estaba destapado. Igualmente de curiosos se acercaron a ver que contenía, y para su sorpresa estaba también lleno de cangrejos.
Fue inevitable que le preguntaran el motivo por el cual un balde estaba tapado en tanto el otro permanecía descubierto, siendo que en ambos había cangrejos.
El agradable pescador contestó que el destapado tenía cangrejos de la especie “X”, y el motivo por el cual no salen es que cuando uno ya va alcanzando el borde para escaparse, el que esta más abajo lo jala para que no salga, en cambio los cangrejos del otro balde son de la especie “Y” que hacen una pirámide, luego colaboran para que todos puedan salir a la libertad.

¿Te resulta conocida esta anécdota?
¿Con qué la podrías relacionar?
¿Cuál crees que podrían ser sus enseñanzas?
¿Cuál consideras que podrían ser los puntos a favor y los contrarios de cada una de las especies de cangrejos?
¿Tienes ideas cómo se puede vincular con la parashá de la semana, Vaierá?

Déjame compartir contigo lo que pensé.
El primer patriarca de la Familia Judía, Abraham Avinu, ya es un hombre muy mayor, va rozando casi el siglo de vida. Durante ese largo tiempo casi no pasó día en el cual no viera o sufriera toda clase de cosas que intimidan hasta al más valiente.
Era un mundo egoísta, hostil, lleno de acciones y actitudes negativas. Casi siempre las personas tenían una buena excusa para ello y siempre amparados por la idolatría; es decir, el apego a divinidades creadas según la imaginación y el deseo del hombre. Un dios deseaba el robo, el otro la mentira, uno más la violencia, aquel otro el hostigamiento y así, cada dios inventado justificaba una mala acción.
El buen patriarca hacía lo que humanamente podía para no dejarse hundir en ese abismo, para sobresalir y vivir con dignidad, con respeto, con amor desinteresado hacia el prójimo. Su repertorio de respuestas ante la realidad circundante era amplio, ya que iba desde dar comida y reposo al necesitado hasta salir a encabezar una guerra, en la que estaba en franca desventaja, para liberar a inocentes capturados. En el medio podríamos mencionar también el debatir con Dios para salvar del desastre a ciudades repletas de maldad, o el aceptar su fragilidad, cuando era débil, y no atormentarse por ello.
En todo momento y lugar Abraham trataba de vivir con bondad y justicia, aunque su tendencia más fuerte era la de hacer el bien al prójimo sin pedir nada personal a cambio. Así vivía, así creía que era el mejor camino para alcanzar la plenitud, el shalom, en este mundo, en lo individual y en lo colectivo.
Creo que el primer patriarca hubiera colaborado con el resto de los cangrejos de su balde para que todos y cada uno disfrutara al máximo de su felicidad.

(Publicado originalmente en serjudio.com)

El tesoro oculto

Tras muchos años de duro trabajo, un anciano labrador comenzó a notar que sus fuerzas iban mermando cada vez más. Sabía que a sus hijos no les agradaba el campo, veían el esfuerzo pero no los beneficios, preferían la vida de ciudad, en apariencia mucho más cómoda, por lo cual, como no quería que sus tierras fueran abandonadas, quiso enseñarles a apreciar la belleza y bendición que allí crecía.
Les llamó y les anunció: -Queridos hijos, vayan a la viña que con tanto amor llevo cultivando todos estos años y busquen aquello que enterré como tesoro para ustedes.
Pensando que se trataba de algún cofre lleno de riquezas exóticas, corrieron veloces al campo. Cavaron durante horas, hasta que no quedaba ni un solo centímetro de tierra sin remover alrededor de las viñas. Ellos no lo sabían, pero estaban haciendo el trabajo habitual para revitalizar la tierra y permitir a los cultivos obtener más y mejores nutrientes.
A pesar del esfuerzo realizado, no encontraron nada que mereciera la pena vender ni conservar. No había monedas, lingotes, brazaletes, coronas, pagares, nada, solo tierra. Se enojaron un poco por lo que consideraron un engaño del padre, pero lo disculparon a causa de su condición.
Meses después, uno de los hermano pasó por allí y descubrió que todo su trabajo no había sido inútil, ya que la viña estaba llena de apetitosos frutos, con los que pudieron enriquecerse.

Como en este relato, los tesoros pueden estar presentes y al mismo tiempo permanecer ocultos.
Solamente quien abre sus ojos y conoce puede llegar a apreciar la riqueza escondida. 
Esta moraleja se aplica a todas las dimensiones de la vida, no solamente a lo material o económico.

En la parashá encontramos un ejemplo de alguien que pudo destapar las marañas que tapaban un increíble tesoro; déjame que te explique, por favor.
Abraham, el primer patriarca de Israel, desde muy pequeño tuvo la convicción de que las creencias politeístas no tenían sentido, que era imposible que esos dioses tuvieran existencia o poder. Razonaba, o creía, que debía de haber algo superior, quizás una deidad suprema por sobre los dioses, o tal vez un solo dios, único, fuente y motivo de todo.
Pero no tenía como demostrarlo, ni visiones proféticas, ni libros revelados, ni una tradición al respecto, ni una cultura, ni siquiera una familia que le instruyera en la senda de esa creencia. Era él contra el mundo. Sus argumentos podían ser muy lógicos, pero faltos de evidencia práctica. Por lo cual, era una creencia individual y extraña que nadaba contra la corriente poderosa y llena de rituales. Además, en su juventud aún no era experto en comunicarse, por lo que a veces recurría a acciones un poco atropelladas, o palabras faltas de tacto. Por supuesto que esto no le conseguía adherentes ni apoyo, sino oposición y respuestas hoscas.
Tenía mucho por aprender, y mucho también por des-aprender, pero cada cosa a su tiempo.
Así pues, su prédica no hallaba mucho eco favorable. Por el contrario, desde el rey hasta el más humilde de los hombres lo trataban como rebelde, loco, fuera de lo normal. ¿Cómo se atrevía a discutir la autoridad del monarca? ¿Cómo se oponía a la ley, puesto que el rey decretó y era obligatorio creer que él era verdadero dios hijo de un dios?
¿Cómo una persona en sus cabales podía siquiera dudar de que los dioses eran los que controlaban el mundo hasta en sus mínimos detalles? ¡Ninguna persona sana pensaba, sentía o decía cosas parecidas!
Para todos era verdad incuestionable que los dioses existían, que competían entre ellos, que tenían necesidades materiales, que dependían en varios sentidos de sus fieles, que parecían hechos a imagen y semejanza de los hombres. Así era la creencia general y por tanto lo normal. Y, si alguien creía diferente, ¡bien callado se quedaba! El miedo era grande de no contradecir al rey, quien no tenía inconveniente en usar todo tipo de violencia y presión para mantener su dictadura casi global.

Como sabemos, Abraham no fue el primer monoteísta. Adam lo fue, así como Caín y Ebel, Set, muchos de los posteriores y por supuesto que Noaj.
Éste aún vivía cuando el futuro primer patriarca hebreo daba vueltas con sus juveniles ideas revolucionarias, era su antepasado más viejo y aún con vida.
Ambos personajes tuvieron oportunidad de encontrarse, el anciano contaba aquellas historias que parecían fabulosas, de una civilización arrasada por el desastre que ellos provocaron desequilibrando la naturaleza. Del reinicio de la humanidad, del pacto de los benei Noaj, de las posteriores zozobras, de cómo el mundo fue olvidando nuevamente a Dios para arrastrase en supersticiones. De todo esto relataba Noaj a su descendiente, quien bebía las palabras y confirmaba que no estaba loco, que no imaginaba cosas raras, sino que había reencontrado la Luz que había sido opacada por las tinieblas de la ignorancia y el egoísmo.
También tuvo ocasión de compartir y aprender de Shem (que recibió en algún momento el título y apodo de Malkitzedek), el hijo de Noaj del cual provienen los semitas.
Por lo visto, había otros monoteístas que permanecían ocultos, resguardándose de las hordas del terrible rey Nimrod, el cual impuso con mano dura su imperio, que dependía en gran medida de la mitología idolátrica para sostenerse.

Abraham recibió esa confirmación oral, de testigos presenciales del Eterno y Sus obras en la realidad, sin embargo, por muchas décadas no tuvo una revelación directa del Eterno.
A pesar de ello, siguió siendo leal a este camino que había iniciado, a pesar de costarle beneficios materiales, comodidad, relaciones sociales, sumarse problemas, sin embargo, nada de ello retuvo a Abraham de seguir avanzando en esta senda de virtud. Su camino no solo era de creencias diferentes, ni de inconformidad con la cultura general, sino que incluía una gran cantidad de acciones de bien hacia el prójimo, sin pedir retribución, sin esperar nada egoísta a cambio, eras actos de simple y pura bondad.
Por ello en la tradición es identificado Abraham como modelo de bondad, JESED, no solo como el que promovió activamente el monoteísmo en una época peligrosa para hacerlo.
Porque, los monoteístas anteriores estaban escondidos, temerosos, no hablaban de sus creencias ni manifestaban su desacuerdo con el relato obligado desde el poder. Pero él, sí.
Abraham removió la tierra, no sabía bien qué iba a encontrar, pero sabía que había un tesoro oculto. Lo sabía porque su neshamá (espíritu) gritaba silenciosamente en su interior, señalándole la salida para dejar de lado la tiranía de idolatría y abrazar al Eterno.
Finalmente, comenzó a brotar para él aquello que estaba aguardando a ser des-tapado, nuestra relación sagrada con Dios. Y con esto, la bendición, la plenitud, el Shalom.

Nosotros tenemos algunas ventajas sobre el primer patriarca, aunque no nos hable directamente Dios a través de profecía, ni Noaj o Shem puedan darnos testimonio directo de sus diálogos con el Eterno.
Pero, contamos con siglos de tradición ininterrumpida y fiel, contamos con la certificación de todo el pueblo quien presenció la entrega de la Torá al pie del monte Sinaí, transportamos con nosotros la Torá desde hace más de tres milenios, estudiamos el Naj, compartimos Torá oral, somos unos cuantos más que el solitario patriarca, la idea del monoteísmo se ha extendido y alcanzado remotos lugares, entre otras cosas. Sí, tenemos a nuestro favor varias ventajas con respecto a nuestro primer patriarca.
Y, de manera similar a él, todos tenemos tesoros ocultos por revelar, en todos los planos de nuestra existencia.

Pero, vale hacernos una pregunta: ¿Lo que hacemos nos lleva a lo que deseamos? 
Porque una cosa es desear, o incluso manifestar tal deseo, y otra muy diferente poner manos a la obra para alcanzar nuestras aspiraciones.

Si bien la teoría es importante, el pensamiento por sí solo no concreta. El pensamiento forma nuestra percepción sensorial, nos sirve para construir nuestra realidad, pero sin acción resulta estéril.
Solamente cuando nos comprometemos con actos es que transformamos el mundo, contribuimos a hacer realidad nuestros deseos.
Pero, la comodidad, el miedo, la inseguridad, la ignorancia, la duda vacía llevan a la rutina, que es otra forma de la parálisis.
No avanzamos, nos quedamos quietos, sin cambios.
Quizás con grandes ideas, llenos de proyectos, incluso sabiendo a la perfección qué es lo que podemos hacer, pero sin hacerlo.
Surgen las excusas, nos justificamos, o guardamos silencio mientras miramos hacia otro lado para hacer de cuenta que todo quedará en el olvido.
Cuando lo cierto es que dando un pequeño paso, avanzando aunque sea un poquito, remando en dirección a nuestra meta, ya iniciamos un proceso que probablemente nos realice.
Como remover la tierra, buscando tesoros ocultos, algo tenemos que hacer para que surja la bendición que espera por nosotros.

(Publicado originalmente en SERJUDIO.com, compartido aquí)

Como arcilla

(Publicado originalmente para SERJUDIO.com).

Un famoso párrafo del piutken anajnu beiadja”, de la noche de Iom Kipur, dice: “como arcilla en manos del alfarero”.
Similar al que encontramos en el musaf, casi al comienzo de la Amidá para el oficiante: “somos en Tu mano como arcilla en manos del alfarero”.

Unos renglones antes, hay una pasaje que no suele ser tan mencionado, y es el que expresa: “El oro y los ricos tesoros no traerán ayuda al hombre, no lo rescatarán en el día de la retribución. Pero, la bondad y la justicia que demuestre durante su vida marcharán delante de él y su glorioso Creador lo recibirá”.

Por supuesto que cada uno podría encontrar casi cualquier mensaje que quisiera en el extenso texto que recitamos en este día santo y de alegría, pero, no sé exactamente porqué, este breve pasaje que te destaqué es de los menos usados en prédicas y enseñanzas.
Tal como otros, que ya hemos compartido en ocasiones anteriores, de profetas y sabios, en los que predomina como escudo para el hombre sus actos de bondad y justicia.

Pero, la gente por lo general, sigue aferrada a supersticiones, creencias banales, rituales de compra-venta de salvaciones, adhesión a líderes religiosos, palabrería, santurronería y otras cuestiones menudas pero a las que se las llena de humo hasta que parecen inmensas.
Oro y ricos tesoros, a ojos del que los consume, pero que llegada la hora del pago verdadero no tienen ningún valor ni sirven para el rescate.
Y sin embargo, siguen siendo ídolos adorados por sus esclavos.
En la típica estrategia del impotente que quiere controlar lo que no puede controlar, ni debiera querer hacerlo.
En vez de hacer lo posible, de disfrutar lo accesible, de encontrar la plenitud, se desprecia lo bueno a cambio del placer (o del tormento) que se percibe como salvación, y no es más que fantasía.

Por nuestra parte, reiteramos que nos parece que la medida debe ser el accionar con bondad y justicia, construir shalom.
Hay otras enseñanzas en este trozo del rezo, pero quedarán, Dios mediante para otra oportunidad.

Ahora, si somos como arcilla en manos de alfarero, ¿qué podemos hacer? ¿Cuál nuestra fuerza? ¿Cuál nuestro poder? ¿Cómo atrevernos a suponer que algo podemos hacer, si no somos más que un objeto amorfo a merced del Creador?
La respuesta es que como arcilla hay algo que podemos ser pero que no puede serlo el alfarero: podemos ser arcilla.
Es decir, podemos ser hombres, humanos, personas, cosa que Dios no es.
Estamos a merced de infinidad de elementos que no controlamos, ni siquiera con nuestra altamente avanzada tecnología.
Y por sobre todo, más allá de todo, está el impensable poder del Eterno, quien es el amo de todo, y sin embargo nos dio un átomo de poder, único, nuestro, que solamente depende de nosotros. Es nuestro libre albedrío. Nuestra capacidad para decidir si hacemos el bien o hacemos el mal.
Eso ya no depende del artesano, sino de nosotros.
En palabras de los Sabios: “Todo está en manos del Cielo, menos la reverencia al Cielo” (Berajot 33b).

Cuando actuamos de acuerdo a nuestra identidad espiritual (judaísmo para judíos, noajismo para gentiles), y por ello desplegamos actos de bondad y justicia, en una constante construcción de shalom, estamos desarrollando el mundo, encontrando felicidad.
Sí, por reconocernos limitados, al aceptar nuestras carencias, pero no por ello entregarnos a la desesperación o la pasividad del indolente.
Porque somos limitados, y al mismo tiempo contamos con el poder que desde Arriba nos otorgan.

Entonces, ¿cuál es el camino a la plenitud, el shalom, la felicidad?
La construcción de shalom, por medio de actos de bondad y justicia.

Ecología multidimensional en el judaísmo

Escrito para ser publicado en SERJUDIO.com y que me parece provechoso compartir con mis hermanos noájidas.

En la Tradición encontramos que se describe al ser humano como multidimensional: inanimado (domem); vegetativo (tzomeaj); animado (jai); parlante (medaber).
En el hombre, además se identifica un plano supra-natural, que no es compartido por el resto de las criaturas terrestres, el de la neshamá, el espíritu.

No resulta sorprendente que en “De Anima” Aristóteles (y probablemente tras de él nuestro Maimónides (“Shemoná Perakim”, cap. 1)) distingue tres facetas –funciones- del alma humana: la vegetativa, presente en las plantas, los animales y los hombres; la sensitiva, de la que carecen las plantas; y la racional, privativa del hombre.
Esta alma es la “forma” de la materia, que es el cuerpo.
Por sobre esto, se está el espíritu del hombre.
Según lo exponemos humildemente nosotros, las dimensiones: física, emocional, social, mental y espiritual.
Tales las cinco dimensiones que somos.
(En el “Shemoná Perakim” del Rambam se encuentra ampliado y profundizado esto).

Cuando decimos físico implicamos todo aquello que hace a su materialidad. Por lo general se entiende con esto su cuerpo, pero no debemos olvidar de incluir aquello que posibilita su vida, en particular lo ambiental.
El hombre es un ser que es imposible su existencia fuera del ecosistema, o mejor dicho, el ecosistema también conforma una de las dimensiones del hombre.
De cierta forma está esto indicado al momento del segundo relato de la Torá acerca de la creación del hombre, cuando dice: "Y formó el Eterno Elokim al humano, polvo de la tierra. Y sopló en sus narices aliento de vida, y el humano llegó a ser un ser viviente." (Bereshit / Génesis 2:7).
El hombre ES polvo de la tierra, materia inerte, pero que con la intervención divino obtuvo forma, diseño, sentido, alma, espíritu, lo que lo hace viviente.
No existe el hombre desprendido del ecosistema.
Tal como el resto de los seres vivos: "Dijo además el Eterno Elokim: ‘No es bueno que el humano esté solo; le haré una ayuda idónea.’  El Eterno Elokim, pues, formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría. Lo que el humano llamó a los animales, ése es su nombre. El humano puso nombres a todo el ganado, a las aves del cielo y a todos los animales del campo. Pero para Adam / Adán no halló ayuda que le fuera idónea." (Bereshit / Génesis 2:18-20).
Ellos también son hijos de la tierra, criaturas del Eterno, que forman y son formados por el ambiente.
Y si bien con ellos somos compañeros de ruta, pasajeros en esta gran nave, evidentemente que hay una barrera que nos separa permanentemente; nosotros somos espíritu también, es la marca fundamental que nos diferencia como especie. Así pues, no son nuestro prójimo, pero sin dudas son dignos y meritorios de aprecio y respeto, aunque se nos haya habilitado para hacer uso dignamente de ellos.
Según queda dicho: “Creó Elokim, al humano a su imagen; a imagen de Elokim lo creó; hombre y mujer los creó. Elokim los bendijo y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra.’" (Bereshit / Génesis 1:27-28).
No es en todo correcta la idea que el misionero alemán, Albert Schweitzer, propusiera: “No me importa si el animal es capaz de razonar, sólo sé que es capaz de sufrir y, por eso, lo considero mi prójimo". Sí, debemos considerar al animal en su sufrimiento y tratar de evitarlo o impedirlo. No, en el marco de la Torá el animal no es el prójimo de la persona, aunque tengamos (y debemos hacerlo) mucho cariño y respeto por él. Aunque no sea un prójimo, igualmente es digno de misericordia, de justicia, como obra del Eterno, como ser vivo con capacidad de sentir.

En el judaísmo hay un concepto muy antiguo denominado “tzaar baalei jaim”, que es la prohibición de atormentar a un animal sin obtener con ello ningún provecho real.
Aparece varias veces en el Talmud, aunque su origen es la Torá (Shemot / Éxodo 23:5).
A partir de preceptos de la Torá vamos comprendiendo que toda vida es sagrada, todo sufrimiento/dolor es terrible, incluso el de los animales. Entonces, no se caza animales por “placer” o “deporte”, ni se abusa de ellos en “espectáculos” sádicos y desalmados, ni a los domésticos –o propios- se les hace padecer adrede necesidades, ni se los emplea en ejercicios que no provean un beneficio verdadero para la sociedad humana.

En Baba Metzia (85a) se nos relata que Ribbí Yehuda haNasí no tuvo compasión por un ternero que estaba aterrorizado cuando iba a ser degollado. A causa de esto desde lo Alto se le decretaron padecimientos que solamente finalizaron cuando aprendió a ser compasivo con los seres vivos, por ejemplo cuando su criada quería lanzar unas crías de comadrejas y él las protegió.
La idea es que nuestra conducta sea una copia humana de la conducta divina, a la medida de nuestras capacidades: "Bueno es el Eterno para con todos, y su misericordia está en todas sus obras." (Tehilim / Salmos 145:9).
Ser misericordioso con TODAS sus obras, personas, animales, vegetales, hongos, elementos físicos. Con todo nuestra actitud y conducta debiera regularse con el bien Y la justicia.
Sí también con la hormiguita, a la cual pisamos involuntariamente al caminar, pero a la cual no debemos mortificar una tarde de aburrimiento en el jardín.
También con el árbol, el cual no debe ser maltratado sin provecho real.
Llevar una vida de armonía, de amor y respeto por la creación (en su conjunto y en sus individuos) sin por ello irse a extremos ascéticos. La propuesta del judaísmo clásico no roza las postura al estilo de las doctrinas del jainismo.
Cada criatura alaba al Eterno según su naturaleza (Tehilim/Salmos 148), son nuestros compañeros de viaje, aunque no nuestro prójimo. Compañeros a los cuales respetar, cuidar y hasta en ocasiones amar.

Por ello, cuando se debe tomar la vida de un animal, o emplearlo para alguna actividad beneficiosa para el hombre, se debe eliminar o disminuir al máximo todo sufrimiento que pueda ser evitado o reducido.
Quizás a los modernos defensores de los “derechos de los animales” no les parezca suficiente, pero recordemos como comenzamos este estudio: somos también ecosistema, y en él las relaciones tróficas son constantes y necesarias, además de las otras relaciones que no siempre resultan pacíficas e indoloras en su naturalidad. Lo importante es también en esto tratar de construir Shalom, actuar con bondad Y justicia, hasta para con el animal que iremos a consumir o usar para nuestras necesidades. En palabras del filósofo Emmanuel Levinas, sería la “libertad difícil”, que es hacer uso de nuestro libre albedrío de forma digna.
Tengamos en cuenta que el libre albedrío es la capacidad para elegir entre actuar bien o mal. Somos libres (al menos esa es la creencia) para escoger, pero el Eterno nos aconseja con precisión lo que es mejor para nosotros: optar por el bien, que es la bendición y la vida.
Desechar el EGO para vivir en la plenitud, en la construcción de shalom.

Recordemos otro relato de piedad hacia animales.
Moshé pastoreaba las ovejas de su suegro cuando una pequeñita se escapó y se extravió en el desierto. Él no podía admitir que el pobre animalito muriera con el dolor de la sed, o los terrores del desierto, por lo cual salió a su busca. Fue en esa tarea que llegó hasta el monte Sinaí, en donde el enviado del Eterno se apareció a él en un arbusto encendido que no se consumía (Shemot / Éxodo 3:2).
Aquel que era un excelente pastor de ovejas, que no dejaba a ninguna sin protección, ese era el indicado para conducir a los judíos por el camino que llevaba de la opresión a la libertad.
Porque el verdadero líder espiritual no oprime a sus seguidores, no amedrenta, no amenaza, no castiga sin fundamento, no diezma, sino que se entrega por completo para la mejor conducción de su grey, para que todos y cada uno obtengan verdadero beneficios. Cuando el líder emplea de manera sistemática las herramientas del EGO, sabemos que no estamos ante un conductor espiritual, ni su camino es de vida.
Entre otras cosas, por su bondad hacia su rebaño, por su nobleza, por su respeto a la vida del indefenso y del justo (aunque pudiera ser durísimo con el que lo ameritara), es que Moshé fue elegido por el Eterno para ser el personaje bisagra en la historia de Israel, e indirectamente en la de toda la humanidad.

Es el mismo Moshé que no participó en la primer plaga sobre Egipto, la de “sangre”, pues afectaría las aguas del Nilo que muchos años antes habían ayudado (involuntariamente, por supuesto) a salvarle la vida. Ni a las arenas, que también estuvieron en su auxilio.
Porque recordemos, el ecosistema consta de factora abióticos, lo inanimado, junto a los seres vivos que lo componen (y son compuestos por él).

Vamos comprendiendo que la construcción de shalom debe ser una accionar y una actitud constante, hacia dentro y hacia fuera. Con nosotros mismos, con el prójimo, con la sociedad y con el ambiente. Una actitud que privilegie la armonía, el equilibrio, en lugar de la muerte y la esclavitud.
Donde se oriente a través del AMOR y no de EGO.
(AMOR NO es un sentimiento, es una forma de vida multidimensional).

Si bien la Torá y los Sabios de antaño no hablaron específicamente del cuidado del ambiente, de llevar una vida de armonía ecológica, de ser hombres ecológicos, podemos encontrar que el mensaje está implícito, codificado. Recordemos que la palabra de la Torá es perpetua, pero fue otorgada en un contexto determinado, y debía ser comprensible para sus directos receptores. Era imposible para aquellos antiguos antepasados de los judíos actuales entender acerca de ecología, o de otros conceptos modernos. Pero la médula sigue siendo la misma.
Es que una vida en donde el EGO está bajo control, lleva a la plenitud en todos los aspectos, al shalom multidimensional.

¿Qué sucede cuando es el EGO el rector?
La Torá narra algún que otro suceso dramático, desde el asesinato de Abel, pasando por el Diluvio hasta la opresión de los judíos en Egipto, sin olvidar a los traicioneros amalecitas.
Veamos un ejemplo: "El Eterno vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo sólo al mal… La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia. Elokim miró la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra…" pero "…Noaj [Noé] era un hombre justo y cabal en su generación; Noaj caminaba con Elokim." (Bereshit / Génesis 6:5, 11, 12, 9).

El hombre llevado por su EGO fue deteriorando el ambiente, el equilibrio había sido perdido hacía tiempo.
Las advertencias aparecían a ojos de quien tuviera conciencia para admitirlas.
Tal como Noaj lo hizo.
Pero el resto siguió en franco abuso, destruyendo, corrompiendo, provocando la catástrofe.
Lo que infantilmente se explica como un castigo divino, podemos comprenderlo cabalmente como la directa consecuencia de los actos egoístas del hombre, que llevaron al mundo al caos. Finalmente, ocurrió la devastación, la tierra se tomó se revancha. Tarde o temprano, como puede pasar actualmente.
La naturaleza fuera de su cauce provocando destrozos, muerte, destrucción, un final tempestuoso que podría posibilitar un nuevo inicio.

Apenas si sobresalía un poco de ese entrevero el líder de los sobrevivientes, Noaj, pero atiende qué fue lo primero que hizo cuando salió de su nave salvadora: "edificó Noaj [Noé] un altar al Eterno, y tomando de todo cuadrúpedo puro y de toda ave pura, ofreció holocaustos sobre el altar" (Bereshit / Génesis 8:20).
¿Alguien le pidió que sumara más muertes a los miles de millares que yacían en tumbas improvisadas por los elementos desatados?
¿Realmente Dios se complace tanto con el “grato aroma” de estos asados?
¿Era necesario?
¿Qué quería demostrar con este acto? ¿Qué demostró?

Quizás como respuesta, la Torá añade lo siguiente: "Noaj [Noé] comenzó a cultivar la tierra y plantó una viña. Y bebiendo el vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda." (Bereshit / Génesis 9:20-21).
Piensa tú.
¿Plantar primero una viña, fabricar vino, emborracharse, actuar de manera degradante… eso es lo que podemos tomar como ejemplo para reconstruir una sociedad basada en el bien Y la justicia?
¿Dejarse dominar por el EGO?
¿Vivir como si se estuviera muerto?
¿Morir sin haber vivido?

Toma en cuenta un ejemplo muy diferente, que lo narra un rabino (Aryeh Levine, “Malachim Kivnei Adam”, Simcha Raz, pp239-240 Fuentes, pg.15) contemporáneo: : "Después de Minjá (el servicio de la tarde) mi maestro (el Rav Kook), como era su costumbre, fue a dar un paseo con el fin de enfocar sus pensamientos y lo acompañé en el camino. En eso arranqué una flor. Él, temblando me dijo en voz baja: «Créeme, yo siempre he tenido cuidado de no arrancar sin propósito una brizna de hierba o una flor que puede crecer y desarrollarse, porque no hay hierba aquí abajo que no tiene una fuerza de lo Alto que le ordena ‘¡Crece!’. Cada brizna de hierba dice algo, cada piedra susurra un secreto, cada criatura pronuncia una canción. Esas palabras dichas por un corazón puro y sagrado penetraron hondo en mi corazón. Desde aquel día tengo una gran compasión por todas las criaturas.".
¿Recuerdas lo que te conté más arriba, cuando el príncipe de los rabinos de su tiempo no tuvo compasión por un ternero?
¿Qué podemos aprender para nuestra vida cotidiana?
¿A ser vegetarianos o veganos? ¿O algo mucho, muchísimo más consistente y profundo?
¿Que te parece a ti?

Por otra parte, nuestra Tradición está enseñado también a cuidar de los recursos, a no transgredir el “bal tashjit”.
Es un mandato sagrado el ser cuidadoso y no derrochar inútilmente, porque cada vez que abusamos de los recursos, estamos provocando un daño que podría resultar irreparable y que siempre genera consecuencias que llegan a exceder nuestros cálculos.
Cuidamos, usemos cabalmente, sumemos en lugar de desperdiciar, construyamos shalom.
Hagamos lo que fue ordenado a Adam con respecto al jardín terrenal: "el Eterno Elokim tomó al humano y lo puso en el jardín de Edén, para que lo trabajase y lo guardase." (Bereshit / Génesis 2:15).
Esa esa tarea y al mismo tiempo finalidad.
Debía trabajar y cuidar del huerto del Edén, para así disfrutar plenamente de sus bienes. Hubiera podido obtener todo gratuitamente, sin esfuerzo, pero el Eterno le abocó a una tarea precisa para que alcanzara mayor bienestar. Porque disfrutar de lo permitido es una de las misiones sagradas que tenemos en este mundo, para cargarnos de experiencias positivas que de otra manera el espíritu no podría tener registrada. Pero cuando el deleite proviene de la buena acción, aquella que realizamos, la consecuencia placentera es mayor (y mejora con el sano esfuerzo dedicado).
Este mundo es un potencial paraíso, solamente el EGO del hombre impide que alcance este estatus.
Desde Arriba se nos ha provisto de todo lo necesario, simplemente no hemos alcanzado aún a desplegar nuestras capacidades. Eso acontecerá en la Era Mesiánica, tanto en lo personal como en lo colectivo. Entonces el mundo será un paraíso, aunque poco y nada haya cambiado exteriormente.
Podemos trabajar para establecer una Era Mesiánica interna, en cada uno de nosotros. ¿Cómo? Disminuyendo la injerencia del EGO, actuando desde el AMOR.
Esa manera de vida está en armonía con el Cosmos, por lo cual provoca reacciones en cadena que finalmente permitirán el brote completo de la Era Mesiánica global.

Cada pequeño acto tiene consecuencias, muchas veces insospechadas, de un alcance que no se puede prever inicialmente.
En la ciencia se conoce como el “efecto mariposa” dentro de la teoría del caos, y se la ejemplifica con la conocida frase: “el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo”.
Desde otro ámbito, el genial Rav Kook nos enseñó: “Si usted está sorprendido por cómo es posible hablar, oír, oler, tocar, ver, entender y sentir –dígale a su alma que todos los seres vivos confieren colectivamente sobre usted la plenitud de su experiencia. Ni siquiera la menor partícula de existencia es superflua, se necesita todo, y todo sirve a su propósito. ‘Usted’ está presente en todo lo que está debajo de usted, y su ser está ligado a todo lo que le trasciende a usted.” (Orot haKodseh).
Estamos todos unidos, aunque el EGO nos hace ver que no tenemos relación.
La separatividad es un efecto de la materia, pero al mismo tiempo una ilusión. Cuando se contempla con la mirada espiritual, somos uno y unificados al Uno.
Estos conceptos cabalísticos pueden resultar extraños y áridos, por lo que, explicándolo con sencillez: estamos en el mismo barco y cuidar al otro es cuidarse a sí mismo.

En buena medida tal es uno de los objetivos de bendecir antes (y después) de disfrutar de alimentos (y otros placeres mundanos).
Tomar conciencia de que estamos haciendo uso de elementos de la naturaleza, la cual nos son provistos para nuestro beneficio, y que sin embargo no nos hace amos de todo, sino sus usufructuarios, personas que vivimos pagando la renta y el Amo es el Eterno.
Si comenzamos a despertar nuestra conciencia, a vivir por completo el aquí y ahora, seremos menos negativos y nocivos, mucho más agradecidos, más respetuosos, personas que aportan a una mejor existencia que se continúa en la eternidad.

El amor y respeto por la naturaleza no se da solamente cuando vamos de paseo al campo, o en la playa, o en cualquier actividad al aire libre.
Somos seres ecológicos, por tanto en cada momento estamos interactuando con el todo.
Por ello es necesario comprender la importancia de la construcción constante de shalom, interna (consigo mismo) y externa (con los demás hombres, con todos los seres vivos, con el ambiente).

La santidad suprema se halla cuando el hombre conoce su esencia y no se encierra en sí mismo, sino que lleva una vida plena, en relación a todo lo existente. Siente la ‘Presencia’ en lo inanimado, en lo vegetal, en los animales, la vida en todo, también en cada hombre, en cada uno de los seres humanos” (Rav Kook, “Arpelei tohar”).

Sí, éste es el camino del constructor de Shalom.

Tú decides

A la zorra cada día se le dificultaba más encontrar algo con lo que pudiera alimentarse. Un día, descubrió en el interior de un tronco caído una abundante cantidad de manjares que alguien había dejado allí. La zorra entró en el tronco y tragó todo con rapidez, sin dejar siquiera una miguita. Quiso salir, pero tan abultado estaba su abdomen que no cabía por el agujero que había usado para entrar. Impotente ante esta situación, comenzó a lanzar gritos de auxilio, con la esperanza de que alguien pudiera rescatarla de tan penosa situación.
Al rato apareció un lobo, que atraído por sus gritos se acercó a conocer el porqué de tanto lamento. Cuando le contó lo sucedido, le dijo: -Yo no me preocuparía por ello, ni gastaría tiempo en lamentarme. Lo único que necesitas es esperar a que tu barriga vuelva a estar como antes y seguro que podrás salir sin problema.
La zorra agradeció el consejo y esperó, esperó y esperó, no una hora o dos, sino algunos días de encierro y ayuno obligado, hasta que pudo salir, con más hambre que antes y mucho malhumor.
Por una de esas casualidades, días más tarde se cruzó con el lobo al cual increpó por el consejo que le había dado. Él respondió: -En lugar de quejarte, agradece que el dueño de la comida no volvió y por ello no te castigó por tu imprudencia y maldad.

¿Cuál crees que podrían ser las moralejas de esta narración?
¿Respetar el entorno? ¿No quebrar los límites? ¿Medir las consecuencias de nuestros actos antes de realizarlos? ¿El tiempo todo lo resuelve? ¿Si uno tiene paciencia las cosas se arreglan? ¿Es fácil dar consejos? ¿No quejarse sino hacer? ¿Hacer lo posible para mantener la homeostasis? ¿No dejar comida olvidada dentro de un tronco hueco? ¿No ser glotón?
¿Tú qué opinas?

Déjame compartir contigo lo que pensé.
Como la zorra de la fábula, estamos en este mundo y podemos disfrutar de lo que en él hay. Pero, cuando nos excedemos, cuando hacemos cosas incorrectas, a pesar de creer que estamos obteniendo ventajas, realmente nos estamos metiendo en problemas. Al final, no nos llevamos nada y hasta terminamos peor de lo que comenzamos.
Una opción más saludable y lógica es disfrutar de aquello que nos es permitido y aportar para que la armonía (interna y externa) sea mantenida.
Si aprendemos para conocer, si tomamos conciencia, si planificamos lo que haremos, si actuamos con mesura, probablemente estaremos en un estado mejor que si nos dejamos llevar por la ignorancia, el preconcepto, la superstición, el apuro, el egoísmo, etc.
¿Tú qué opinas?

Lo cierto es que en varias ocasiones la humanidad, a causa del egoísmo y la maldad, no supo cuidar el delicado equilibrio de la naturaleza y de la sociedad, por lo que sucedieron catástrofes que pudieron haber sido evitadas. Por supuesto que hay eventos naturales que no tenemos (todavía) injerencia, pero en otros somos directos responsables. Y no que hablar de las noxas sociales, tales como guerra, desigualdad social, pobreza, discriminación, entre otras. ¡Cuanto mejor viviríamos si hiciéramos menos como la zorra!

Al respecto, mira lo que nos relata la Torá (de la nación judía): "El Eterno vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo sólo al mal… La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia. Elokim miró la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra…" pero "…Noaj [Noé] era un hombre justo y cabal en su generación; Noaj caminaba con Elokim." (Bereshit / Génesis 6:5, 11, 12, 9).
En una generación sumergida en el egoísmo y el mal, alguien pudo sobresalir, un hombre hizo la diferencia.
Todos podemos ser ese hombre, aquel que desequilibra la balanza hacia el lado del bien, como dijeron nuestros Sabios: “en el lugar donde no hay hombres, esfuérzate en ser hombre” (Pirkei Avot 2:5).
Como enseñara Maimónides, el gran rabino y maestro: “la persona debe verse a sí misma y su relación con el mundo entero como si sus actos buenos y sus actos malos estuviesen en una balanza. Si comete un pecado, inclina su balanza y la del mundo entero al lado culpable, atrayendo la consecuencia negativa hacia sí y hacia el todo el mundo.
Por el contrario, si cumple un precepto inclina la balanza de todo el mundo hacia el lado del mérito, atrayendo la redención y liberación hacia sí y hacia otros, como está escrito: “Un justo es el fundamento del mundo”
(Mishlei/Proverbios 10:25), lo que quiere decir que la persona que actúa de forma virtuosa, inclina la escala de todo el mundo hacia el lado del mérito, y lo salva. Es, por lo tanto, la costumbre de todo Israel aumentar su tzedaká, realizar buenas acciones y arrepentirse…” (Mishné Torá, Leyes de Arrepentimiento).

Cada uno es importante, tú lo eres, depende de lo que hagas.
Podemos actuar en armonía interna y externa, o no.
Desde el comienzo de la humanidad tenemos la orientación correcta, que luego fue plasmada en la Torá. Es bueno conocerla, estudiarla, aprender de sus valores y practicarlos, todo de acuerdo a las reales posibilidades de cada uno.

Resumen de la parashá Noaj ("Noé"), que corresponde sea leída por el pueblo de Israel esta semana 
El mundo se ha corrompido a causa del hombre y lentamente va rumbo a una gran catástrofe natural. Solamente un hombre, Noaj, con su familia logra salvarse. También se encargan de rescatar a los diversos animales.
A partir de ese momento el Eterno hace un pacto con la humanidad, que se mantiene hasta la actualidad. Es el pacto de los Benei Noaj, los noájidas o naciones de la tierra, que consta de siete mandamientos:

  1. No adorar a dioses falsos.
  2. No maldecir al Eterno.
  3. No asesinar.
  4. No mantener relaciones sexuales prohibidas.
  5. No robar.
  6. No comer carne de un animal con vida.
  7. Instituir un Sistema Legal.

Estos siete mandamientos se simbolizan con el arcoíris, cada color representa un mandamiento. Por ello, muchas personas que actualmente conocen este pacto y viven de acuerdo a él, lo usan como emblema. Se supone que este código legal sagrado es base para el sano desarrollo de la persona y la sociedad, en todas sus dimensiones.
En cuanto al contenido la parashá, de a poco la humanidad va creciendo y ocupando más territorios mientras mantenía su centro en el valle de Shinar, donde decidieron construir una torre que les sirviera de protección ante nuevos desastres. Sin embargo, el motivo por detrás era rebelarse contra el Eterno, ya al poco tiempo de haber atestiguado a qué conduce la maldad. Finalmente, se generan conflictos, la gente se expresa pero no se comunica, ya no se entienden unos a otros, han dejado de hablar el mismo idioma. Así pues, se dispersan y se fragmenta la sociedad.
Finalmente se enuncia la genealogía de diez generaciones que va desde Noaj hasta Avram, y se introduce a éste y su familia en el relato bíblico.

El nacionalismo y el noájida

20060126logofundaciondb3Este inicio de año ha sido muy provechoso, ha habido una gran mejora en las relaciones interpersonales, se afianza la relación de pareja y se fortalecen las fraternales e inclusive las económicas, siendo que un individuo no puede ni debe crecer en un plano de inmanencia dejando los otros de lado. Y es que es en el plano social donde el noájida consciente de su identidad espiritual, intelectual, emocional y física puede poner en práctica sus conocimientos para compartirlos con todos los demás.

Este post surge a raíz de otro post que un amigo a quien aprecio y estimo mucho por su humildad e inteligencia escribió acerca de ese nacionalismo que debe de existir y que los habitantes de México y de Centroamérica hemos celebrado en los pasados días remembrando la independencia del Reino de España.

El noájida consciente de su identidad sabe que en base al séptimo mandamiento del reforzamiento de las Cortes de Justicia debe de involucrarse en los asuntos políticos de su comunidad y de su Estado, pues en un sistema de gobierno donde haya depositarios de la autoridad, les corresponde a éstos realizar sus funciones de acuerdo a lo que la lógica, la experiencia y la psicología humana guíen como correcto toda vez que al ser nosotros, el pueblo, los que depositamos la autoridad y la confianza en estos funcionarios públicos, tenemos el derecho y la obligación como depositantes de exigirle a los funcionarios públicos que rindan cuentas de su actuar.

Sin embargo, para que esto ocurra es necesario que el noájida consciente de su identidad, sea nativo o residente de determinado lugar, refuerce las Cortes de Justicia y establezca la paz y de la armonía a través de la construcción activa de Shalom, por lo que el nacionalismo juega una parte muy importante en la identidad de cada noájida.

No se trata de recordar lo que otros nos hicieron y de resentirnos con ellos, o de despreciar al vecino por lo que nos quitó o por lo que nosotros le quitamos, tampoco se trata de recordar asuntos de hace siglos o de alardear que logramos independizarnos de tal o cual nación, sino más bien que ese nacionalismo sea un nacionalismo puro y auténtico, que no sea una muestra más del EGO sino del Yo Auténtico.

Si Costa Rica se independizó de España lo hicimos porque consideramos que queríamos una vida independiente y si bien es cierto que los Reyes Católicos y los conquistadores saquearon nuestras tierras, también lo es que eso lo hicieron otros individuos que ya ni vivos están porque eso pasó hace muchos siglos y que el seguir recordando lo que pasó es vivir en el pasado y no en el presente. Los españoles de la  época actual son personas completamente distintas a sus antepasados, no son los antepasados, entonces el seguir viviendo con la espinita de rencor porque en algún momento los españoles antepasados de los actuales saquearon y asesinaron a pueblos enteros, no es sano y más bien tiende a perjudicar, porque recordemos el dicho que reza que la división es hija de la resta.

El nacionalismo no es entonces revanchismo ni chovinismo, tampoco es complejos de inferioridad ni belicosidad, sino más bien es el goce del lugar donde vivimos y la puesta en marcha de la plenitud que como humanos podemos vivir cuando amamos el lugar donde vivimos y hacemos todo lo posible para que ese lugar sea ordenado y limpio. Hay dos estrofas del Himno Nacional de Costa Rica que me gustan mucho y que resumen muy bien lo que es el nacionalismo auténtico y no el egotista, “bajo el límpido azul de tu cielo, blanca y pura descansa la paz y bajo el límpido azul de tu cielo vivan siempre el trabajo y la paz”.

Un individuo no puede realizar su potencial si el Estado es el que le da todo, porque el individuo tiene que trabajar para saberse a sí mismo, porque no hay mayor satisfacción que sentirse y saberse autosuficiente y no hay mayor alegría que saber que con el trabajo que el individuo realiza contribuye al mejoramiento de las relaciones de las otras personas, en tanto que su trabajo sea de construcción de paz y de armonía y no que más bien sea todo lo contrario.

Cuando uno comienza a vivir una vida plena y lo más apartada posible de los pensamientos egotistas, puede ver cómo es que aprecia más el lugar donde vive pero concomitantemente aprecia más también el lugar donde otros viven y lejos de añorar el jardín del vecino más bien uno se pone a podar e irrigar el propio.

Y es que con tanto por aprender en este mundo, tantas culturas con costumbres tan diversas, con gastronomías tan exquisitas, con historias tan fascinantes y con parajes tan hermosos, llegará el día en que la humanidad  se sepa una sola y que más bien esos distingos de nacionalidad, color de piel, etc., en tanto que no impliquen una diferencia de trato en perjuicio de los individuos, serán más bien las diferencias que nos unirán, porque es la diversidad la que engendra y la división la que resta, pues el mundo está lleno de colores y aunque muchos dirán que anteriormente mencioné que la división es hija de la resta y que ahora me estoy contradiciendo, lo cierto del caso es que la división y la diversidad son dos cosas muy distintas.

La homogeneidad que debe de haber es la del cumplimiento de los Siete Mandamientos Universales, pero cada pueblo debe de gobernarse a sí mismo y de buscar diferenciarse de los otros pueblos de una manera positiva y siempre en construcción de paz y de armonía sin revanchismos ni chovinismo. Aunado a esto es necesario que cada individuo se considere así mismo como una persona independiente pero con obligaciones correlativas hacia los demás y cada funcionario público debe de estar versado en aquello que propenda a la paz y a la armonía a través de la verdad, de la justicia y de la caridad.

Cuando ese momento llegue todos seremos más nacionalistas que nunca pero también seremos más humanos que nunca y sabremos que es precisamente por la diversidad que finalmente lograremos unirnos como raza y elevarnos a niveles jamás pensados y la guerra y la violencia serán cosas del pasado.

 

Secreto de continuidad

Menciona la parashá Nitzavim: «No sólo con vosotros hago yo este pacto y este compromiso solemne; ciertamente es con el que está aquí con nosotros hoy, delante del Eterno nuestro Elokim, y también con aquel que no está aquí con nosotros hoy.» (Devarim / Deuteronomio 29:13-14).

Hacer un pacto que compromete a los que están presentes y conformes, es comprensible y lógico; pero, ¿qué validez tiene un convenio que recae sobre los que no están presentes, tales como las futuras generaciones?

Rabbi Meir quiere explicar el concepto de convenio hereditario con el siguiente Midrash (Shir haShirim Rabbá 1:4): “Cuando los israelitas llegaron a las montañas del Sinaí para recibir la Torá, descubrieron que Dios solamente se las confiaría si eran capaces de valorar debidamente tan preciosa joya.
Él les dijo: ‘¿Quién es vuestro asegurador que certifique que ustedes guardaran mi Torá?’
Entonces los judíos dijeron: ‘Nuestros ancestros serán nuestros fiadores’.
El Eterno respondió: ‘Ellos no son suficiente, tienen sus propias faltas y precisan ellos mismos quien los avale’.
Los judíos dijeron: ‘Si no aceptas a nuestros antepasados, acepta a nuestros profetas, porque ellos darán testimonio por nosotros’.
Pero el Eterno respondió: ‘También en vuestros profetas encuentro falta, por lo que ellos también precisan de garantes. Intenten una vez más’.
Los judíos, recién liberados de la esclavitud de Egipto, vieron a los Cielos y dijeron al Eterno: ‘Si Tú nos entregas tu Torá, nosotros te entregamos a nuestros hijos’.
Respondió Dios: ‘Ya que ustedes me ofrecen a vuestros hijos, Yo les entrego mi Torá’”.

Una posible interpretación podría ser la siguiente.
Los antepasados, con todos sus méritos, no sirven para garantizar los compromisos del presente. Ellos no están aquí y ahora, su influencia puede ser más o menos importante, pero no decisiva. Ya que son los vivos quienes deben tomar decisiones y llevarlas a cabo. El pasado tiene su lugar, es bueno conocerlo y aprender de él, pero no sirve para garantizar las decisiones actuales. Un inteligente hombre dijo: «Quien quiera prever el futuro debe consultar el pasado, porque los eventos humanos siempre se asemejan a los de anteriores épocas. Esto surge del hecho de que son productos de los hombres que, han sido y siempre serán, animados por las mismas pasiones y así necesariamente deben tener los mismos resultados«. (Nicolás Maquiavelo, “Los discursos”).

Los profetas, líderes, sabios, los que tienen mayor conocimiento y experiencia, sirven de maestros porque ellos nos muestran con inteligencia el panorama, pero somos nosotros los que debemos verlo. El maestro tiene que hacer su parte, pero también el alumno tiene que hacer la que le corresponde, para que de esa forma sea posible el aprendizaje, el desarrollo. Si el que guía pone lo mejor de sí, pero quien debe acompañarlo no lo hace, no hay continuidad.

Entonces, explica el Midrash, solamente cuando los que están presentes toman sobre sí el compromiso de hacer lo que tiene que hacer, con la mejor voluntad y destreza, para cumplir integralmente con su propia tarea, es que están sirviendo ejemplo vivo para los que vienen tras de ellos.
Por esto es que los hijos se convierten en la garantía de que habrá permanencia, porque son los padres los que hacen todo lo posible para que ellos reciban, aprendan, valoren, cumplan y trasmitan. No se depende de lo que otros hicieron o pudieran hacer, sino del esfuerzo y dedicación honesta de cada uno, cada cual haciendo su parte, para que de esa forma las futuras generaciones se integren efectivamente a la cadena de la Tradición.

Éste, quizás, es uno de los secretos de la vigencia y actualidad de la Torá y de la continuidad en el pueblo judío.

Estando a pocos días de Rosh haShaná, quiero desear para ti y tu familia un buen año, lleno de noticias positivas, de salud, bienestar y paz. Que sepamos ser garantes de todo lo bueno que recibimos a diario.

Shana tová umetuka, Shabbat shalom umevoraj.
Moré Yehuda Ribco