Muchos de nosotros nos hemos dado cuenta de que somos humanos y que poseemos libre arbitrio que es una facultad carente en otros seres de naturaleza distinta a la nuestra. Que debido a ese libre albedrío es que podemos tomar decisiones impulsadas por nuestro yetzer ha ra (impulso material) o nuestro yetzer ha tov (impulso espiritual) y que debido a nuestra naturaleza dual en cuanto a la materialidad y la espiritualidad podemos y debemos de seguir nuestro impulso material para satisfacer necesidades de índole básica sin traspasar los límites de inmanencia del plano del EGO.
Ahora bien, por otra parte y una vez satisfechas las necesidades elementales que debemos de cubrir, se da una especie de regresión dentro de ese plano para abordar el impulso espiritual que permite subsumir la acción externa del impulso material dentro de la acción interna del impulso espiritual, es decir, la acción externa atrae a la interna en el sentido que una vez satisfecha la necesidad física que supone el desvío de la atención de la mente hacia el cubrimiento de esa falta, la mente puede enfocarse en la parte espiritual y por lo tanto suplir la necesidad interna que se sacia en primer plano en el ámbito material.
Esto quiere decir que no es posible construir un mundo pacífico y armónico si no se suplen las necesidades primarias lo cual supone una aberración si se actuara en contrario. Recordemos que el vocablo aberración proviene del Latín aberratio y significa error. La ventaja que tienen tanto el noájida como el judío sobre personas que no han escapado de la idolatría es que conocen los planos de inmanencia del EGO y por lo tanto pueden actuar de manera tal que satisfagan sus necesidades básicas sin invadir espacios de inmanencia de otros seres. Por ejemplo, el deseo sexual es ampliamente reprochado por las creencias idólatras ya que estas se basan en el miedo y la manipulación para mantener el control de las masas, una vida sexual responsable concilia el aspecto material y espiritual del individuo y por lo tanto le permite aclarar su mente lo cual supone un peligro para la creencia idólatra, puesto que la creencia es una imposición mientras que la conciliación antes mencionada implica una descarga de cadenas impuestas para limitar el ejercicio del libre arbitrio y por ende de la razón.
El principal obstáculo que encuentra el noájida es el abandono que sufre a raíz del hecho de que la mayoría de nosotros hemos sido adoctrinados en algún tipo de creencia idólatra, cosa que no sucede con los judíos ya que nacen libres de cadenas espirituales. Algunos sectores critican la posición mayoritaria judaica de no intervenir en los asuntos de los noájidas que siguen siendo esclavos de la idolatría aduciendo falta de interés por parte del pueblo judío. Esto no es atendible en virtud que el pueblo judío ha sido el único que ha mantenido la herencia de libertad a través de los siglos y que debido a las constantes persecuciones ha llevado al enclaustramiento para poder evitar los ataques injustificados que se realizan contra ellos.
A pesar de que los judíos son luz para las naciones esto no significa que tengamos que atenernos a ellos y esperar a que las cosas nos caigan del cielo, o sea, esperar a que ellos nos liberen de las cargas espirituales idólatras, ya que entonces nos encontraríamos ante una discordancia en el campo de inmanencia espiritual y material que se origina por la pereza de conciliar ambos campos en nuestro ser así como en el de otros noájidas. La descarga de las cadenas espirituales lleva consigo un aumento en la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros que pasamos a un plano de superioridad espiritual con respecto a los prisionalizados en este aspecto por el hecho de que abrimos los ojos y somos conscientes de los aconteceres que ocurren a nuestro alrededor. Dicha superioridad espiritual lleva consigo la responsabilidad de mantener la conciliación entre los planos físico y espiritual de manera tal que podamos avanzar por el mundo y por la vida llevando paz y armonía ya que estamos sincronizados y existe concordancia en nosotros mismos en cuanto a estos dos planos se refiere.
Ahora bien, el noájida responsable de su identidad no busca entonces adentrarse en temas que no son de su incumbencia tanto como no entraría o invadiría la morada de uno de sus vecinos o cualquier otra persona, porque ello implicaría una transgresión a las normas mínimas de convivencia. Es por eso que el noájida que se encuentra en un plano intermedio el cual es el caso de muchos de nosotros ya ha superado sus crisis de identidad y reconoce su naturaleza humana que es distinta a la de sus hermanos judíos pero similar en cuanto a su naturaleza humana, puesto que ambos poseen libre arbitrio y deben de conciliar el plano material y espiritual.
El noájida intermedio entonces está consciente de esas diferencias en identidad que implican igualdad tanto como las diferencias entre hombres y mujeres son precisamente el complemento ya que de otra forma y con base a las circunstancias fácticas de este planeta es necesario que haya noájidas para poder mantener el balance en el mundo por lo que nacemos noájidas y no judíos. Quizás el argumento más persuasivo que se pueda esgrimir a un noájida que se rehúse a aceptar su identidad es el de la isonomía que radica en el hecho que a través de las diferencias que existen entre judíos y gentiles yace la igualdad que El Eterno estableció en el planeta y que se rige por los principios básicos de convivencia que suponen las Siete Leyes Universales tanto como los Seiscientos Trece Mitzvot.
No obstante lo anterior, la conciliación inmediata del ser noájida supone inmediatez para sí mismo y por ende concordancia entre el aspecto ideal y el real de manera tal que el individuo es una persona que actúa sobriamente y con paz armónica mas esta inmediatez aplica sólo para ese individuo y a pesar del positivismo espiritual que resulta debido a la concordancia de estos planos, es necesario entonces que la actividad conciliatoria se expanda para influir en la sincronización de los planos de inmanencia e impulsos de otras personas lo cual significa mediatez. Tenemos entonces en primer lugar que el noájida debe de conciliar sus planos de inmanencia físicos y espirituales para poder adquirir un equilibrio (aspecto inmediato) que le permita utilizar la positividad adquirida para así poder contribuir a equilibrar los planos de inmanencia reales e ideales de otros noájidas (aspecto mediato).
Esto no significa que el supuesto conciliatorio solo aplique para el noájida puesto que es más que evidente que los judíos buscan centrar los planos de inmanencia de sus semejantes y de los gentiles, prueba de ello es que una persona como el Moré ha logrado equilibrar a través de una ardua labor los planos de inmanencia de muchos de nosotros. El problema surge cuando nos atenemos a que sea el Moré y unos pocos noájidas los que contribuyan a la conciliación de los planos en asunto, ya que existen más de siete mil millones de almas en el mundo que ocupan de nuestra ayuda y jamás podríamos esperar a que unos pocos sean los que carguen con semejante misión.
Podríamos decir que el noájida que se encuentra en esclavitud espiritual, recibe ayuda de otros noájidas o judíos para poder liberarse del enclaustramiento y así poder descargar la imposición idólatra cuyo descargo significa en primer lugar una especie de regalo que El Eterno le da a través de sus semejantes, sin embargo y con base a la teoría de la antítesis, es necesario entonces con base a un punto de vista positivo, mencionar que el contrario de recibir es dar y por lo tanto el noájida que ha sido liberado de su prisión espiritual debe de dar ayuda a otros noájidas para repetir el ciclo de liberación.
Los oportunistas y esclavos de la idolatría argumentarán que si El Eterno encomendó a los judíos traer luz al mundo, ello supone una especie de conducta misionaria de buscar equilibrar a aquellos gentiles que buscan escapar de la idolatría y no la inactividad en cuanto a este aspecto. El argumento es falaz ya que el transporte de luz a las naciones se da a través del cumplimiento de los Seiscientos Trece Preceptos que El Eterno les encomendó, lo cual implica una disminución de tiempo para ir en busca de gentiles que se encuentran en discordancia formal y real por lo que es necesaria la intervención del noájida responsable para asegurar el equilibrio de sus semejantes a través de la búsqueda de aquellos que se encuentran disonantes tanto a nivel real así como ideal.
Esto no quiere decir que se deba de imponer el noajismo porque debemos de recordar que la liberación es un acto de descarga por lo que la imposición contraviene el sentido lato de la accion liberatoria ya que esto es cargar o poner, es decir, imponer y el noájida no debe de imponer su creencia sino ayudar al enclaustrado a que se descargue de la imposición idólatra a la cual fue sometido. Por lo tanto el noájida debe de asumir un rol activo pero no prepotente ya que la prepotencia implica invasión en la esfera de la autodeterminación del idólatra y por ende repulsión por parte del invadido lo cual frustra y malogra el propósito de liberación que busca el noájida equilibrado.
Así las cosas, el noájida consciente de su identidad busca equilibrio inmediato y mediato. El primero es el que experimenta cuando concilia sus impulsos materiales y espirituales y el segundo es el que experimentan aquéllos que han sido influenciados por las acciones positivas del equilibrado dentro de un marco de camaradería y tolerancia que se adhiera al supuesto liberatorio y no al prepotente de manera tal que la descarga espiritual pueda ser permanente y sirva para mejorar la vida del descargado y de todos aquellos seres que le rodean.
Por tanto, el título de este comentario radica en que el noájida en desarrollo intermedio ya no debe de ahondar en temas de enclaustramiento idólatra porque a este punto ya ha superado ese esclavismo sino que debe de buscar conciliar sus impulsos materiales y espirituales para poder llevar a cabo su misión la cual es la manutención y cuidado del mundo en el que vive y que incluye a todos los seres que en él habitan por lo que su labor no debe de limitarse a la auto-centralización sino también a la de sus semejantes.