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Fuera imperialistas de la tierra santa

En el Medio Oriente hay un único factor que impide la paz, la calma, el desarrollo, la fraternidad entre los pueblos.
Ese factor es el imperialismo árabe-musulmán.
Desde hace siglos en su constante guerra “santa”, derramando sangre de inocentes, conquistando sin piedad, llevando la miseria y la discriminación por donde vayan. Un imperio enorme, poderoso, cargado de maldad y odio, provisto de innumerables armas, repleto de dinero y posesiones que han obtenido por saqueo y gracias a la extorsión a través del petróleo.
Un impero que usa cualquier trampa o astucia para cargar en contra de los inocentes, de dejar sembrado de cuerpos por donde pasan. Una fuerza arrolladora en su ferocidad casi inhumana, enloquecidos por su sed de sangre, enfurecidos en contra de los que ellos consideran “herejes”.
No dejan de lado ninguna astucia para conseguir sus planes, mienten descaradamente, inventan falsas noticias, mantienen como “refugiados” a sus cuadrillas de invasores como excusa para victimizarse y agredir a la nación soberana de Israel en su propia tierra patria. Pero no solamente en Israel se infiltran y cometen sus tropelías infernales. Están corroyendo las entrañas de Europa, ya han conquistado con su discurso a numerosos incautos e ingenuos que se creen sus historias de mil y una noche que hábilmente usan para esconder sus alfanjes dispuestos a cualquier masacre.
Se hacen las víctimas, cuando son los primeros en la lista de los violentos, corruptos, conquistadores, imperialistas.

Difundamos esta realidad.
No permitamos más que la terrible máquina de desinformación masiva, propiedad del imperio árabe-musulmán y sus socios, continúe envenenando la mente y alma de las personas con sus mentiras.
Repitamos una y otra vez para que a todos le quede claro, y todos repitan y entiendan: basta ya de imperialismo, fuera invasores árabes-musulmanes de la tierra histórica y eterna del pueblo judío, la tierra de Israel.
No permitamos que siga creciendo la mentira, acunada por el odio gratuito contra los judíos; sino que seamos impulsores de la paz a través de la verdad.
Fuera invasores, fuera imperialistas, queremos una vida en armonía, como la que con esfuerzos constantes intenta hacer y compartir la nación judía en su patria, el Estado de Israel.

Resp. 1091–Sábado de noájidas

Saludos!
Mi Nombre es Jorge Rodriguez, estoy retirado y le escribo desde New Jersey, en los Estados Unidos.
Mi pregunta es la siguiente: Se de origen Puertorriqueno. Tengo dos preguntas en una: Se observo el shabbat desde Adam hasta el Sinai? Estamos nosotros, los no judios, obligados a guardar el shabbat? Gracias por anticipado por sus respuestas.

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Conversión al judaísmo, ¿para qué?

Tiempo atrás compartí unas ideas sobre la conversión al judaísmo, básicamente la necesidad de que sea hecha una pregunta esencial por parte del que desea tal conversión.
La pregunta fundamental es: ¿para qué?
¿PARA qué?
Que muchas veces se confunde con “por qué”, cosa que es completamente diferente, tanto en origen como en destino.
Lo que he encontrado desde entonces es un gran abismo de silencio, porque al parecer pocos saben responder a tan simple pero medular pregunta: ¿para qué te quieres convertir al judaísmo?
Sin embargo, siguen cayendo consultas y pedidos, muchas veces sinceros y profundos, acerca del deseo de convertirse al judaísmo (infinidad de oportunidades con preguntas y comentarios repetidos hasta el cansancio). Pero no he encontrado ninguna (o casi) a la pregunta del “¿para qué?”.

Por ejemplo, esta misma semana un señor muy atento y amable me preguntó de que si conocía algún lugar para convertirse al judaísmo, precisaba una guía para ello.
A lo cual le di una breve respuesta:

Shalom
Es muy loable su intención, pero antes de avanzar más tengo un consejo para darle, que espero acepte y tome.
Profundice en el texto: http://fulvida.com/varios/temas-frecuentes/resp-950-conversion-al-judaismo así como en los textos que se enlazan al mismo.
Responda las preguntas que allí se van planteando y encontrara mucha paz, plenitud y bendición.
Shalom y éxitos en todos sus caminos de santidad.

La pregunta más importante, según entiendo, es: “¿para qué quiere convertirse?”.
Amablemente el señor me respondió lo que sigue:

> Profesor Yehuda Ribco Buenas tardes, Le agradesco de antemano por
> responder mi correo, con respecto del por que quiero realizar mi conversion,
> con toda certeza y seguridad, le puedo contestar que mi unico objetivo es
> poder servir y agradar a Di-s en todos los sentidos de mi vida, en mi
> forma de pensar, de actuar, de escribir, en mis finanzas, en mi estudio, en
> mi trabajo, quiero agradarlo y estoy dispuesto hacer todo lo que se me
> demande. Gracias por su respuesta

Bueno.
Muy interesante.
Sin dudas es un señor muy respetuoso y amable, exquisito en su modos de tratar con los demás. Esto es un bien tan escaso en la actualidad, por lo cual es doblemente meritorio.
Ha sabido decir un motivo, para lo que él considera es necesaria la conversión al judaísmo. Releamos: “…poder servir y agradar a Di-s en todos los sentidos de mi vida, en mi forma de pensar, de actuar, de escribir, en mis finanzas, en mi estudio, en mi trabajo, quiero agradarlo y estoy dispuesto hacer todo lo que se me demande…”.

Pero, el problema, el GRAN problema, es que para todo esto que menciona el amable corresponsal NO PRECISA y NO DEBE convertirse al judaísmo, sino solamente tomar conciencia de su propia identidad espiritual, aprender acerca de noajismo y llevar una vida de noajismo puro. NADA MÁS.
Viviendo de acuerdo a SU esencia espiritual noájica, sirve y agrada a Dios en todos los sentidos de su vida, rectifica en buena medida su forma de pensar, de actuar, de escribir, de manejar los asuntos de dinero, en sus estudios, en el trabajo, en todo. El noajismo es el camino que Dios ha delineado para que el 99.98% de la población mundial hagan posible el paraíso en la Tierra. No por medio del judaísmo, no sabiendo o cumpliendo cuestiones judaicas, sino sencillamente siendo fieles a lo que son: noájidas, y por tanto viviendo a pleno el noajismo puro.
Eso es lo que un gentil debe hacer par agradar al Eterno y eso es lo que Él demanda del gentil.

Así pues, el motivo que el buen corresponsal nos remite, realmente no demuestra ninguna necesidad real, espiritual, práctica para la conversión formal y legal al judaísmo. Más bien, a mi modesto entender, demuestra que el atento señor no conoce su propia identidad espiritual, no sabe de noajismo, y de saber ambas cosas no se ha librado de las cargas puestas por la religión, es decir, por el EGO, que atemorizan y acomplejan a la persona, al punto de sentirse necesitados de vivir una vida ajena para hacer de cuenta que viven alguna vida.

En realidad, el correcto señor de la misiva, tiene una vida de santidad y belleza dentro del noajismo. Para nada precisa complicar su vida añadiendo lo que Dios no le ha dado, ni pretendiendo una vida como judío que no le corresponde en lo más mínimo.
Esa es la realidad, según modestamente percibo y queda a la vista analizando el breve diálogo.

Pero, temo que como es habitual la cordura y sana espiritualidad no sea atendida, sino que se siga adelante en la pretensión de una conversión, sea finalmente formal y legal, o de aquellas poco o nada válidas. Es que el EGO y las mentiras de la religión pesan mucho a la hora de asumir con integridad y compromiso la propia identidad, el Yo Auténtico sin las añadiduras perjudiciales del Yo Vivido.

Tienes tú la tarea de aprender a responder a la pregunta “para qué”, no solamente en lo que a conversión al judaísmo se refiere, sino a cada cosa que emprendas o quieras en tu vida. Si te lo preguntas y te lo respondes con sinceridad, seguramente encontrarás mucho bienestar, bendición, placer, sentido… el para-íso.

¿Gentiles justos?

Hay un conocido rabino que vive en los Estados Unidos, Daniel Lapin, que es un gran difusor de judaísmo y de valores universales.
Entre sus muchas enseñanzas, que por lo general provienen de la profundidad del judaísmo, quiero mencionarte una muy simple pero importante.

A él, en particular, no le agrada el uso de la expresión “gentil justo” para referirse al noájida que es consciente y activo en su identidad espiritual.
Él siente que el uso de esta expresión implica que la única manera para el gentil de ser justo o recto es acatando los Siete Mandamientos, cosa que no es por completo cierta.
Se puede ser perfectamente honesto, honorable, íntegro, buena persona, legal, luminosa aun cuando no se tiene conocimiento de los Mandamientos, e incluso habiendo roto alguno de ellos.
Ciertamente no alcanza el gentil la cúspide de su grandeza espiritual si no sigue estos lineamientos, pero no por ello deja de resplandecer de acuerdo al brillo de sus acciones y actitudes, sea adhiriendo al noajismo o no.
Sí, sin lugar a dudas de que hay estupendas personas dentro de los budistas, musulmanes, ateos, cristianos, bahai, paganos, mesiánicos, netzaritas, en fin, de todas las etiquetas que usen los gentiles para identificarse “religiosamente”, aunque no conozcan los mandamientos para las naciones o no cumplan con ellos por ser mandamientos dados por el Eterno como pacto perpetuo con las naciones.
Claro que tendrán una posteridad acorde a sus acciones. Claro que la excelencia para el gentil se encuentra en el noajismo. Claro que el noajismo es el camino espiritual consagrado por Dios para las naciones. Claro que la única plena libertad espiritual para el gentil es a través del noajismo. Claro que desearíamos que todos los hijos de las naciones adhirieran fuertemente a su verdadera identidad espiritual, la noájica. Pero eso no es impedimento para reconocer la bondad, nobleza, altura ética, belleza, ejemplo de tantos y tantos gentiles que aún siguen esclavos de etiquetas religiosas, confundidos, alejados de la Fuente. Por supuesto que este reconocimiento de lo bueno no quita que es necesario extirpar el mal del mundo, reparar lo dañado, quitar los velos a la Luz, restaurar el paraíso en la tierra, hacer que el noajismo sea la senda de vida de cada gentil.

Modestamente nosotros, simples maestros, tampoco nos agrada denominar a estas personas como “gentiles justos”, sino que preferimos el término noájidas, que es una castellanización del hebreo “benei Noaj”, o hijos de Noé.
Para ser estrictos, todos los gentiles son noájidas, lo sepan o no, actúen dentro del marco del noajismo o fuera de él.
Debiéramos ser más precisos y decir “noájidas conscientes y activos en su identidad espiritual”, cosa que no hacemos generalmente, por uso corriente del término o para no aburrir al público con repeticiones de conceptos ya explicados en varias oportunidades.

En las fuentes tradicionales a los noájidas conscientes y activos se los suele denominar “jasidei umot haolam”, que no quiere decir “justos”, sino “píos”, o dedicados a los actos de bien y bondad.
Hagamos nosotros la diferencia, sigamos siendo los pioneros del renacer espiritual de las naciones. Dejemos de lado los instrumentos del EGO y marchemos por la senda de la construcción de Shalom.

Retomemos el trabajo, sigamos siendo socios del Eterno en establecer su reino en la tierra por ,medio de la prédica que son los actos de bondad, justicia y lealtad.
No hay necesidad de ser como misioneros, ni de declarar “guerras espirituales”, ni de ofender a los que son diferentes en sus “etiquetas”. Sino demoler mitos, pero con compasión. Oponerse a los pastores que llevan a las ovejas a la muerte, pero con misericordia y comprensión. Vivir como corresponde y no como si fuéramos los únicos “salvos”, “elevados”, “justos”. No actuemos como religiosos, sino como lo que somos “constructores de shalom”. Le pese a quien le pese, le incomode a quien le incomode. No abandonemos la ruta iniciada, no caigamos en la tentación de la religión (que no es otra cosa que EGO y más EGO).

Reconozcamos la bondad, venga de donde venga. Trabajemos por llevar unidad y armonía, porque de la destrucción y separación ya se encargan las religiones y otros traficantes.
Adelante, sigamos por la ruta espiritual.

Jaiei Sara 5773–El secreto que puedes compartir

El patriarca de los judíos Itzjac (Isaac), hijo de Abraham y de Sará, era EL hijo de la promesa.
Dios había prometido que nacería, cuando ya parecía imposible que sucediera y también juró que de él provendría una estirpe especial, los herederos espirituales de Abraham.
No era un hijo más, era EL hijo esperado, ansiado, deseado, soñado, prometido, necesario para sostener el pacto de Dios sobre la tierra.
Por lo cual, es comprensible que fuera sumamente cuidado por su padre, orientado por el buen camino del leal al Eterno, entrenado para ser un hombre íntegro, un padre de una nación única.
Pero encontramos en la parashá de la semana un suceso bastante extraño, por no decir completamente extraño.
Llegado el momento de casar al muchacho (ya bastante grande, por cierto), Abraham no hace lo acostumbrado en aquella época y lugar, que era él en persona buscarle esposa, hallar una buena familia a la cual ligarse, estudiar a la contrayente y sus costumbres para evaluar su rol dentro de la familia de Abraham, etc. Tampoco hizo lo corriente para nosotros, que el muchacho se consiguiera por sus medios esposa. Sino que convocó a su siervo leal, el que hacía años estaba a su lado, aquel que era noájida pleno, consciente y activo, según la tradición el anciano Eliezer. A él le requirió Abraham que viajara hasta la tierra patria, hacia el mundo de los Caldeos, para hallar allí, especialmente entre sus familiares, a la mejor candidata para ser la madre de sus nietos, la compañera de su hijo, la que concretara en buena medida la divina promesa de extender el linaje sagrado de Abraham por la tierra.
Sí, Abraham, requirió del anciano siervo que prestara juramento para cumplir con el encargo, confiaba plenamente en él, lo había instruido en el camino del noajismo y reconocía en el mayordomo a un leal hombre, tanto con Dios para con el prójimo. Pero, ¿cómo se atrevió a poner sobre sus espaldas este pedido tan delicado, sumamente importante, del cual dependía, ni más ni menos, que se cumpliera con fidelidad la promesa del Eterno? ¿Cómo no fue él en persona? ¿Cómo no se hizo acompañar por su hijo, o al menos enviar a Itzjac junto al siervo a escoger esposa? En fin, son numerosas las preguntas que nos deja pendiente este texto.
Se podría decir, siguiendo el texto de la parashá, que el patriarca ya era muy entrado en años, tal vez no tenía la energía o disposición para emprender el viaje y realizar el esfuerzo de encontrarse con su pasado para labrar el futuro de su hijo.
Podemos argumentar, repitiendo las palabras de Abraham, que él no quería que su hijo fuera a esa tierra ajena, porque probablemente quedaría cautivado por la belleza y esplendor del lugar, la cultura y civilización, los placeres que eran asequibles en Aram pero no en Canaan. Abraham prefería que su hijo se mantuviera dentro de la tierra prometida, tal como el mismo Dios se encargó luego de limitar a Itzjac en su salida de la tierra.
Pero igual, sigue costando entender que esto tan fundamental quedara a cargo de la decisión del mayordomo, el cual tenía sus propios intereses, como por ejemplo casar a su propia hija con Itzjac y así emparentarse con Abraham y ser parte de la parentela sagrada.
A lo cual Abraham nos responde (Bereshit / Génesis 24:7) que la misión estaría signada por el mensajero del Eterno, un ángel, que resultó completamente imperceptible, sin presencia, sin voz, sin personificación, pero actuando en la tierra de los Caldeos para llevar a buen puerto esta importante tarea trascendental. En realidad, ese era su ruego, su plegaria, tal como Ibn Ezra nos refiere al explicar este pasaje. No era una profecía, ni lo que Dios le había informado, sino su propio deseo puesto a partir de su evaluación de la situación. Ya que él pensó: si Dios me trajo aquí, Él no querrá que mis hijos vuelvan para allí, por tanto esta misión será exitosa, conducida por un ángel (según explica Rashbam en el comentario al versículo).
Pero incluso, con la intervención de los Cielo a través de un enviado, igualmente la joven escogida podía rechazar la propuesta o tener algún inconveniente que la hiciera desistir de contraer matrimonio con Itzjac. Así pues, con ángel o sin él, con deseo de Dios o sin él, era la joven la que debía decidir libremente qué haría, o tal vez sus padres o protectores. Porque la voluntad del hombre no depende del deseo de Dios, sino de su propia decisión. Es por ello que somos responsables, ya que tenemos libertad para elegir, sea lo que es bueno o lo que no lo es.
Sí sabemos de la tradición que dice que los matrimonios se concilian en los Cielos, de hecho es recordado ese midrash en el comentario de Ibn Ezra al versículo tercero de esta sección. Pero encontramos que en la propia Torá se expresa la idea de que las personas son las que escogen, aunque quizás una tendencia secreta marca la elección… ¿Será así? No lo sé realmente. Porque unos versos más adelante se refiere a que las parejas están “destinadas” (como leerás unas líneas más abajo). No lo sé, tampoco me angustia mucho mi ignorancia al respecto.

Quiero resaltar es el siguiente pasaje, inmediatamente posterior:

"Y el siervo tomó diez de los camellos de su señor, y se fue llevando consigo toda clase de cosas preciadas de su señor. Partió y se fue a Siria mesopotámica, a la ciudad de Najor, e hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua. Era la hora del atardecer, cuando las jóvenes salían para sacar agua.
Y dijo: -oh Eterno, Elokim de mi señor Avraham [Abraham], por favor, haz que hoy ocurra algo en mi presencia. Muestra bondad para mi señor Avraham [Abraham].
He aquí que yo estoy junto al manantial de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad vendrán para sacar agua.
Sea, pues, que la joven a quien yo diga: ‘Por favor, baja tu cántaro para que yo beba’, y ella responda: ‘Bebe tú, y también daré de beber a tus camellos’; sea ella la que tú has destinado para tu siervo, para Itzjac [Isaac]. En esto conoceré que has tenido misericordia de mi señor."
(Bereshit / Génesis 24:10-14)

¿Qué mensaje noájico destaca en este fragmento?
Para mí uno que es medular, central, fundamental, poderoso y tristemente dejado de lado por la mayoría de las personas. Aquí se señala un baluarte de la lealtad al Eterno, pero que queda escondido detrás de palabrejas extrañas, murmuraciones en idiomas ajenos, lemas repetidos como mantras, religiosidad…

¿Qué pide el siervo como señal de que es la joven indicada para continuar la estirpe sagrada?
No pide que la joven sea creyente.
Ni que tenga fe.
Ni que sea parte de una comunidad en específico o una secta de fieles.
Tampoco que sepa palabras que él considera sagradas.
Ni que tenga a Dios en la boca a cada instante.
Ni que se vista de tal o cual manera.
Ni que diga alabanzas y aleluyas como un eco.
Ni que sepa de memoria pasajes de tal o cual sabio o libro sagrado.
Ni que sea seguidora o discípula de aquel maestro o santito.
Ni que se abstenga de esto o aquello.
Ni que sea religiosa.
Ni que quiera “ser judía” (imposible en realidad para aquella época, pues el judaísmo nació siglos más tarde).
Ni que fuera monoteísta.
Ni que sirviera solamente al Uno y Único.
Ni que se congregara con gente con las mismas convicciones que el siervo, o que Abraham.
Ni que quisiera ser madre de una nación santa.
Ni que dijera amar al muchacho con el cual querían casarla, aunque ni le conociera.
Ni que tuviera dinero.
Ni que fuera bella.
Ni que fuera inteligente.
Ni que fuera de “buena” familia.
Ni, ni, ni…
¿Qué es lo único que pidió el sabio aprendiz de Abraham, su siervo de todas las horas, el que había aprendido de su amo y maestro la virtud sagrada?
¿Qué fue lo exclusivo que requirió para saber que la muchacha era la indicada para ser madre de la nación sagrada?
Eso mismo que Dios pide de ti.
Ni más, ni menos.
¿Sabes lo que es?

El pasaje que te cito te lo dice claramente, te lo deja muy establecido, para que no quepan dudas. Para que nadie te perturbe con dogmas extraños o doctrinas falsas. Para que no te llenes de religión, sino que encuentres dentro de ti mismo la espiritualidad verdadera.
¿Qué es lo que Dios pide que tú hagas y que es precisamente lo que la joven tenía que hacer para demostrar que era la madre de la nación sagrada?

Si lo sabes, si lo ves en el texto que te cité, por favor comparte con nosotros aquí debajo en la sección de los comentarios.
Y difunde este mensaje de verdad, de shalom, de plenitud, de vida aquí y en la eternidad.
Difunde, comparte, abre las puertas para que fluya la bendición y se derrame con bondad sobre ti y los que te rodean.
Ya que tantos hacen tanto para expandir la idolatría y las creencias basadas en el EGO, tú bien puedes hacer tu parte, la que es tuya y de nadie más, y dar a conocer el mensaje de LUZ y VIDA, este que compartimos en FULVIDA y SERJUDIO.com.

Vamos, vamos a hacerlo.
Pero primero, ¿sabes la respuesta, el mensaje que contiene el pasaje?
¿Sabes que quiere realmente Dios de ti?

Espero tus comentarios, pero mejor aún, me gustaría que fueras un verdadero socio, activo y a tiempo completo, de Dios en la expansión de la conciencia espiritual. Sin excusas, sin volteretas, sin perderte en el limbo de la religión (el EGO). Estás en posesión del “Secreto”, hazlo tuyo y úsalo para construir shalom, para ti y el mundo.

Claves para tu felicidad y bienestar

Los mandamientos noájicos son restrictivos.
Son reglas que limitan la acción de la persona. Ponen obstáculos a determinadas conductas, impiden que se realicen ciertos actos.

  1. No adorar dioses que no son Dios.
  2. No insultar o maldecir a Dios.
  3. No asesinar al inocente.
  4. No a la infidelidad matrimonial e incesto.
  5. No al robo.
  6. No comer partes de un animal con vida.
  7. Establecer cortes de justicia (para que juzguen en caso de transgresión de estos principios y para elaborar leyes que se arraigan en los mismos).

Por esta naturaleza, no faltan quienes critican que estarían coartando al hombre, impidiendo que goce de la vida.
Pero, detengámonos un instante a analizar con cuidado estos preceptos. Veamos uno a uno y luego en su conjunto.
Surgen rápidamente cuestiones que sirven como respuestas.
¿Realmente niegan el placer o la libertad?
¿Son en verdad ajenos a la naturaleza del común de los hombres?
¿No son evidentes en sí mismos, casi que innecesarios que hayan sido codificados por el Divino Legislador?
De no haberlos dictados el Eterno, ¿no serían igual universalmente compartidos por individuos y sociedades? ((Sabemos que el gentil justo los cumple porque son dictados por Dios, no porque son coherentes y de ética básica. Sin embargo, no impide reconocer su universalismo y generalidad. Como mencionan las fuentes, el gentil que los sigue porque los encuentra racionales o parte de su cultura, no es un gentil justo, pero es un gentil ético, que atiende a los dictados de sus sabios laicos.))
¿No son autoevidentes?
De hecho, el gran rabino Kook los identifica con la ética esencial, que radica en cada ser humano, que no precisa de admoniciones ni prédicas para ser conocidos, cumplidos y respetados.
Y sin embargo… ¡son tan despreciados y frecuentemente incumplidos!
Si hasta se les rebaja en su potencia y santidad, diciendo burlonamente que son demasiado simples, poco rebuscados, carentes de ritualismo, demasiado obvios, sin religiosidad, sin una “Torá” que los codifique por escrito. De esta forma se pretende negar su autoría Divina, rechazar su primado, elaborar excusas torpes para hacer lo que se antoja y no lo que corresponde.
Es que el EGO (Ietzer HaRá) encuentra la manera de someter al hombre a su tiranía, para lo cual debe hacerlo sentir culpable, o rechazado, o impedido, o alterado en su identidad, y por ello es esencial para el EGO atacar los mandamientos, restarles valor, encumbrar falsos valores y religiones, para que el hombre no sea realmente libre.

Porque, es a través de estos mandamientos que los miembros de las naciones pueden lograr real libertad, potenciar sus existencias, asociarse con Dios para hacer de Este Mundo un paraíso terrenal. Esto no conviene a los intereses egoístas, por lo cual es imprescindible atacar los mandamientos, minar su cumplimiento, imponer reglas alternativas (generalmente banales, corruptas, confusas, ritualistas, obsesivas y de índole religiosa).

Sin embargo, es con la base en estos mandamientos, desplegando la esencia de la ética espiritual, como el hombre puede alcanzar su plenitud.
Obviamente que hay multitud de cosas para hacer, un mundo entero para perfeccionar por medio de la construcción del shalom, pero la raíz está en estos siete mandamientos universales.

El hombre vino al mundo para disfrutar de lo permitido. Para encontrar motivos de júbilo, para gozar, para pasarla bien. No por ello dejado a la ventura, manipulado por su pasión y por su deseo. Porque, para ser verdaderamente libre hay que ser responsable. Porque libertad sin límites no existe. Porque es falso el placer que se cree obtener a través de perjudicar a otro en sus derechos esenciales.
Cada ocasión que perdemos de gozar de lo permitido, es un regalo del Cielo que rechazamos.
Cada amargura que adquirimos, ocupa el espacio vital de una alegría que dejamos escapar.
Cada rencor, enojo, ira, anhelo de venganza, mentira, asechanza, maldad, rumor, acto idolátrico, impostura, falsa identidad, en fin cada cosa adversa a los siete mandamientos, es una cáscara que ponemos encima de nuestra sagrada Luz espiritual, por lo que nos estamos privando de bienestar y bendición.

Podemos aprovechar nuestro tiempo, aquí y ahora, o podemos seguir esclavos de otros tiempos, de fantasías, de jueguitos mortales que produce nuestro EGO.
Podemos ser espirituales o podemos hacernos pasar por religiosos.
Podemos ser, o podemos parecer ser.

Llevemos una vida equilibrada, plena, con sentido trascendente.
No privemos a nadie de los placeres permitidos del mundo, porque para eso vinimos a esta vida y los recuerdos son los que nos llevamos a la vida eterna.
Dejemos buenas obras tras nuestro paso, edificaciones de gloria y belleza, de bondad y justicia.
No precisamos de palabrería, ni de artificios, ni de disfraces, ni de “conversiones”, ni de memorización de versículos, ni seguir como perros falderos a líderes religiosos, ni de repetir lemas de tal o cual pastor o rabino. Nada de esto contribuye a quitar las cáscaras de encima de tu Esencia, nada de esto corre la oscuridad y permite que tu sagrada Luz resplandezca.

Vive ahora, porque no tienes otro momento para hacerlo.
Acata los límites sanos, están para cuidarte.
Controla lo que está bajo tu dominio, el resto no te corresponde a ti, ni debes angustiarte por no controlarlo.

Haz, para ser feliz. Pero no anheles tampoco la felicidad, para que no se te escape como arena entre los dedos.
Comparte, alegra a otro, honra al prójimo, cuídalo, entonces estarás edificando shalom, haciendo de tu mundo un paraíso, y de tu posteridad una bendición.

No precisas de otras leyes “religiosas”, ni de forzarte a nada, simplemente sé quien eres.
Eso es el noajismo para el gentil, el judaísmo para el judío.

Si te agrada este mensaje, compártelo, no seas egoísta, porque cuanto más bondad compartes, más bien obtienes.

Fuera de control

Lo importante no es vencer, sino el vivir a diario con la conciencia tranquila de hacer el máximo posible.
Como expresara uno de los grandes Sabios de antaño, Rabí Tarfón: “No te corresponde a ti terminar la obra, mas no eres libre de eximirte de ella.” (Avot 2:16).
Es imposible terminar “la obra”, porque no depende solo de ti, ni tú solo puedes realizarla. Pero tu parte, esa que te corresponde, solamente tú la puedes (y debes) hacer.
¿Que no sabes cuál es tu parte?
¡Y quién sí!
Por ello, no te tortures pretendiendo vivir la vida que otros te mandaten, ni quieras actuar las escenas que a otros dejen contento, sino que analiza lo que haces y trata de hacer lo mejor posible. No te preocupes, nunca van a faltar los que, con razón o sin ella, estarán descontentos. No dejarás a todos contentos, a veces a nadie, pero no es por ello que debes hacer lo que te corresponde, sino simplemente porque te corresponde.
A veces quedarán cosas de lado, incluso de las importantes. Ok, yo te comprendo, eres humano, estás limitado, tienes un día acotado, muchas actividades, no siempre sabes priorizar las tareas (o puedes hacerlo), no te funciona la memoria tal cual quisieras, no tienes las energías para desarrollar todas las actividades que te propusiste… ok, yo te comprendo. Pero, siempre y cuando realmente estés haciendo el esfuerzo por cumplir tu parte, no uses excusas ni des pretextos. Mejor haz lo que puedes hacer, al máximo, lo mejor y luego, del resto, de eso que queda por fuera de tu control, eso déjaselo a otros, o a nadie, o a Dios.
Sí, hay cosas que quisiste hacer, pero no pudiste. Amigos a los cuales saludar, pero por esto o aquello se te pasó. Tías ancianas a las que visitar, las que quedaron sin verte. Tareas con tus hijos que te propusiste llevar a cabo, pero por un motivo u otro se canceló o pospuso. Bueno, eres humano, no tienes el control de muchas cosas… más bien, de muy poquitas. Entonces, haz tu parte, pero no te quedes sin hacerla. En cuanto a aquello que con sinceridad y lealtad no pudiste, o tal vez no quisiste, ok, yo te comprendo. Quizás alguna vez no comparta tu decisión o tu “olvido”, pero lo bueno es que no te angusties por aquello que no puedes resolver, que no te presiones a cumplir con lo que no entra en tu mochila, que no cargues con las culpas que otros te quieren hacer cargar –con razón, o casi siempre sin ella-.
Tienes un camino para recorrer, a veces uno para construir con tu pisada, es eso lo que tienes por delante. Si llegas o no a cruzar la meta que otros te impusieron, eso que el EGO te hace creer que es lo único valioso, debes saber que no importa tanto realmente.  No es el “éxito” el premio, sino el haber hecho tu parte, todo lo mejor de ti, y haber logrado lo que lograste.
Sí, debe ser lindo estar en los zapatos de Usain Bolt, ser un “ganador”, un imbatible, un marcador de nuevos registros mundiales en tu área. Pero tú no eres él, a no ser que seas Usain por supuesto. No tienes por qué ser él. No estás obligado a ser el hombre más veloz del mundo, ni a batir ningún récord mundial. Tan solo debes competir contigo mismo, para sacar a flote a tu Yo Auténtico, que tu Luz eterna resplandezca en la oscuridad de los Yoes Vividos.
Esa es tu tarea, no otra.
Conectarte.
Contigo, con tu esencia real, con tu Yo Auténtico, con aquellos de tus Yoes Vividos que te representan apropiadamente, con el prójimo, con el lejano, con la cultura, con el pasado, con el presente, con el futuro, con Dios.
Conectarte y alcanzar la autenticidad.
Que no puedes me dirás.
Que haces lo que puedes y no ves muchos avances.
Ok, yo te comprendo y para nada te recrimino. Eres tú quien va a evaluarte y considerar si realmente hiciste tu parte, si alcanzaste algún grado de conexión o no.
Solamente tú puedes hacerlo.
Pero, si quieres controlar todo, si quieres dejar contento a los demás, si actúas para llenar el ojo a otro, entonces te estás labrando tu sufrimiento.
No puedes cambiar el pasado, ni esculpir el futuro a tu gusto. Ni tan siquiera eres el amo del presente, sino un simple pasajero, una sombra, una nube, pero en aquello que tienes poder es en lo que debes ser poderoso.
Si pretendes cambiar a otro a tu imagen y semejanza, si no aceptas al otro que es otro, entonces estás condenado a fracasar y sufrir.
Si no te aceptas, si no te encuentras, si no te conoces, si no te respetas, si no te amas, si solamente quieres dejar contento a otros, o que otros te dejen contento a ti, tienes una vida de dolores para “gozar”. Pretendes controlar lo que no puedes, te esfuerzas en vano, te rompes la espalda inútilmente cargando la mochila que no es tuya, siendo muerto en vida. Eterno demandante, con la queja a flor de piel, con el sufrimiento como compañero inseparable. Porque no aceptas tu impotencia, porque no dejas fluir lo que no puedes retener, porque te crees el que tiene derechos y poderes de los cuales careces.
Y no te gusta, entonces te inventas vidas, mientes, das excusas, te engañas o lo haces con otros, siempre y cuando puedas aparentar tener algo de control.
Te aferrarás a eso que te hace ilusionar con que tienes cierto poder. Por ejemplo, una religión, una secta, una pareja, una promesa, un trabajo, un familiar, un vicio, algo, cualquier cosa o persona que tú pretendes dominar, pero que por lo general es lo que –o quien- te domina.
Eres esclavo de tu impotencia, a la que disfrazas de poder, a la que tiñes de dorado de gloria pero que en el fondo no es más que miseria.
Cuando en verdad eres una luz impresionante, brillante, en los hechos vives en sombras, a oscuras, con miedo, encerrado en tu celdita mental. Quizás porque te supones que allí sufrirás menos, porque te supones que allí eres el amo y todopoderoso, cuando en verdad vives como un pordiosero siendo que pudieras ser el rey de tu pequeño reino.
En tu infantil prepotencia llegas a delirar que tus rezos controlan a Dios, y que éste controlará por ti al cosmos.

La verdad es que vivimos como si Dios fuera un padre vengativo o una entidad sádica a la que le gusta hacer padecer a sus criaturas o directamente no hubiera ninguna divinidad.  Es como si nos tiraran de una patada a este planeta y cayéramos como seres sin recursos ni elecciones, pobrecitos de todo.  Nadie se plantea esto racionalmente; sin embargo, existimos como si así fuera.  La complejidad y la velocidad del mundo de hoy amplifican esta percepción, haciéndonos sentir como hojas en una tormenta. Que tus rezos deben ser respondidos y Dios correrá a satisfacer tus caprichos. Sí, eso es lo que está en ti cuando rezas. Sea al dios que fuera.
Y cuando te pones en el papel de víctima y reclamas que te atiendan, no eres otra cosa que un bebé en un cuerpo viejo. Reclamando atención de tu mamita, para que te dé un poco de calorcito, porque te sientes impotente. Ah, pero con tus llantos, gritos, pataleos pretendes controlar, manipular. Sí, el EGO que te hace creer que tienes un tosco poder, cuando estás decadente y encerrado en tu impotencia.
Fuera de control, por querer dominar en vez de aceptar, dejar fluir, no retener, no padecer por lo que no tiene solución.

Toma el control de lo que puedes controlar, haz tu parte, y deja el resto en manos de quien corresponda.
Reza, pero no pretendas que Dios corra a solucionarte tus dramas o darte tus peticiones como un “rey mago”.
Confía en Dios, pero haz tu parte, da el 100% de lo que puedes dar.
No te concentres en ti y tus problemas. Sí, son tuyos y los ves importantes, como si fueran el centro del universo. Pero son tuyos y no del universo, y en verdad, hasta quizás ni siquiera sean problemas realmente sino solamente ilusiones, evaluaciones incorrectas, momentáneos contratiempos, falta de esfuerzo de tu parte, querer controlar lo que no puedes ni debes controlar. Ah, pero tú los ves como si el mundo te debiera algo, como si la vida fuera injusta, como si los demás no te dieran la atención que te mereces. Y sufres. Cuando puedes estar bien, incluso en el peor momento material.
Hemos oído numerosas historias VERÍDICAS, (no esos cuentitos chapuceros de “santos” (de cualquier credo) que hacen maravillas, pero nunca en la vida real) de gente que hasta en el último momento, de gran tortura física o de otra índole, tuvieron la entereza de llevar una vida de plenitud y trasmitir un legado de nobleza. No suelen ser los quejosos, los que viven en tono de EGO, los que viven de esta manera plena incluso en la antesala de la muerte. Suelen ser los que controlan lo que pueden y el resto deja que fluya. Se acomodan, construyen, elaboran sentido de vida con lo que tienen en su dominio, que suele ser bien poquito, porque somos humanos, limitados, inmensamente impotentes aunque con un enorme potencial.
Te dejo un ejemplo para que comprendas de lo que te estoy hablando: http://es.wikipedia.org/wiki/Randy_Pausch, mira también los videos, son imperdibles.

Ama, que es conocer y conectarte. Ama, aunque conozcas poco, pero conectado.
No creas que amar es estar 100% pendiente, ni diciendo cosas bellas todo el tiempo, ni hacer lo que el otro quiere que hagas.
Conéctate, dentro de lo que puedes. Haz tu parte, y deja fluir el resto.

Es como un cambio de enfoque, pero sobre ti mismo.
No para obligar a que los demás vivan de acuerdo a tus expectativas, sino que tú a las tuyas, a las de tu Yo Auténtico.
Despojándote de las máscaras, aunque preservando aquellas que son apropiadas para representar las diferentes facetas saludables de tu Yo Auténtico.
Conéctate, haz tu parte, no permitas que el deseo de control de deje fuera de control.

Dedicado con cariño a “Roberto”, Belén y Felipe S.

Vaierá 5773 – Ilusión de control

Te recomiendo que tomes un tiempo para leer un interesante artículo publicado por la revista online “Science” (de octubre 2008, puedes hacer clic aquí para abrirlo y leerlo, previamente deberás registrarte gratuitamente allí).
Los autores (Jennifer A. Whitson y Adam D. Galinsky) exponen una serie de experimentos que confirman que cuando la persona se encuentra en una situación de pérdida de control (impotencia, indefensión, desesperación) crea patrones ilusorios para tratar de dar algún patrón de coherencia a los estímulos que percibe y no puede dominar.
De cierta forma, se quiere controlar ilusoriamente aquello que está (o se siente) fuera de control.
Entonces, se reconocen imágenes en donde no las hay (paraeidolia), se enlazan asuntos que en verdad están desconectados entre sí, se anclan en supersticiones o se elaboran teorías conspiratorias, con la intención de afrontar la pérdida de control y en cierta forma retomarlo de manera “mágica” (pensamiento mágico), por medio de una aparente comprensión de los hechos.

Como lo hemos enseñado en muchas ocasiones, una de las herramientas del EGO (la pasiva) es la desconexión de la realidad. Ésta se consigue por medio del dormir, del fantasear, del mentir, del engaño, de la adicción, de la distracción, de las excusas, de los olvidos, de las fabulaciones, de las supersticiones, de las religiones, en fin, de las múltiples y variadas maneras que las personas nos inventamos para no asumir nuestra impotencia y presentar alternativas creativas o prácticas a nuestra situación.

Al ser impotente se aparente poder; al carecer de fuerza, se recurre a la violencia; al estar en situación desventajosa, se hace trampa; al crecer dentro de la mentira, se niega la verdad por medio de reforzar la ceguera del fanatismo. Como venimos diciendo desde hace tiempo, es el EGO que ha tomado el timón de la vida y lleva a la persona por aguas peligrosas, hacia la muerte en vida. Pero, con astucia, no dando la impresión de derrota, no admitiendo la falta de control, no asumiendo la propia debilidad, con ardides para mantener sometida a la persona a la esclavitud.
Así, se mantiene en las sombras al prisionero, encerrado en su celdita mental, pero con la presunción de creerse el amo del universo. Porque bien sabemos, el esclavo del EGO a menudo pretende controlar todo, incluso lo incontrolable, incluso a Dios, aunque ni siquiera puede controlar los cuatro palmos de su existencia.

Cuanto más impotente te sientes, eres más susceptible a que el EGO tome el control sobre tu vida y a través de sus herramientas tu pretendas controlar lo que no controlas. Procurarás usar la violencia física, o la verbal o la manipulación emocional, si no funciona, caerás en estado de desconexión de la realidad. Probablemente interpretes los eventos bajo la sombra del EGO, y veas conspiraciones donde todo es honesto; te sientas burlado, cuando nadie te presta atención; supongas que podrás ejercer influencias mágicas por medio de rituales o procedimientos místicos. Todo esto no te acerca a la solución de los conflictos, ni te dota de poder, sino que te hunde más en la oscuridad, en la falta de confianza, en la celdita mental.

Esto es bien sabido, conscientemente o no, por los que te dominan y manipulan. Te harán sentir indefenso, falto de poder, a su merced, culpable, en falta, pecador, sin esperanza, con esperanza pero solamente a través de cumplir con lo que él te demande. Lo importante para el manipulador es que te hundas en el temor de la impotencia, que el espanto del terror de la impotencia inicial te lleve a la inacción. Procurarán desactivar tus mecanismos activos del EGO (violencia física, verbal o manifestaciones de dolor), para que no reacciones ante sus trampas. A menudo harán que redirijas tus mecanismos activos hacia otros, hacia lo que ellos te proponen como “enemigos”, a los cuales culpará de tus males, reales o fantaseados; te inducirá a que direcciones hacia esos “enemigos” tus fuerzas, para preservar ellos su poder sobre ti. Es por ello que las sectas y otros grupos liderados por manipuladores emocionales tienen tan a menudo presente a los “enemigos” contra los cuales descargar sus injurias, amenazas, golpes, persecuciones, etc. No es que el “enemigo” solamente les sirva para unirse en su contra, sino especialmente para que los que son manipulados no se liberen de las garras del líder manipulador, sino que sigan adoctrinados, fanatizados, haciendo de cuenta que tienen cierto poder y que lo están aprovechando para algo positivo, cuando en realidad todos esos actos violentos y de fanatismo simplemente aprietan más fuerte el lazo de esclavitud en torno a sus vidas.

Con esta enseñanza quizás puedas comprender un poco más lo que has visto o vivido en sectas o relaciones en las cuales eras dominado y manipulado por lobos expertos en pastorear ovejitas. Tú estabas en el rol de la ovejita indefensa, atacando falsos lobos cuando en los hechos estabas siendo pastoreada por el lobo feroz. Tus agresiones iban hacia un ilusorio Satanás, los traidores, los de otras sectas, estos o aquellos, y de esa forma te mantenías bajo las garras de tu pastor, que era el que ciertamente te estaba drenando tus energías, tu dinero, tu existencia.
Recuerda como siempre te presentaban a quien odiar, a quien insultar, a quien temer, a quien violentar, para de esa forma dirigir tu atención hacia falsos enemigos y no reconocer que el que te manipula es el verdadero enemigo. Ese que se queda con tu poder, con tu dinero, con tu honor, con tu alma. Que se enriquece a tu costa. Que se deleita cuando tú sufres. Que posee lo que tú le das, lo que le robas a tus hijos de la boca. Ese que te esclaviza es el débil, pero con habilidad para aparentar fortaleza y hacerse tu señor.

Probablemente al principio te alientan, te esperanzan, te dan ánimos, te elogian. Se van convirtiendo en aquellos que atizan tu fuego casi apagado, el de la baja autoestima. Ellos están ahí para hacerte sentir importante y querido, pero es solo una trampa. Es la carnada en su anzuelo. Luego, como sin darte cuenta, comienzan las agresiones, las exigencias, las demandas, los golpes, las amenazas, el dolor. Te esfuerzas por obtener el cariño que perdiste, haces lo que está por fuera de los límites para recibir cariño y aprobación, pero hay solamente hielo, o culpas, o más agresiones. Ya estás atrapado, entre las amenazas, los sentimientos de culpa, las falsas promesas de bienestar, todo se conjuga para mantenerte esclavo de esos EGOs externos, de esos líderes religiosos, cabezas de sectas, malos padres, pésimos amigos. Y sí, también está el miedo. Siempre el miedo. El miedo, cuya base principal es el terror inicial, aquel que no se quiere volver a vivir. El de la impotencia más terrible, el de la soledad extrema, el de la carencia de todo recurso y explicación.

Si surge algún rayo de esperanza, de libertad, te impondrá el que te manipula interpretaciones o enseñanzas que te corten tus alas y te impidan el alejarte hacia una vida de mayor plenitud. Harán conexiones entre cuestiones desconectadas, te presentarán falsas evidencias, darán sermones por medio de los cuales te harán creer en cualquier cosa absurda, pero que te mantendrá en la esclavitud.
Si lo vieras desde fuera, “objetivamente”, percibirías todo el truco, el teatro, la falsedad, la terrible manipulación a la que estás siendo sometido. Pero desde dentro, angustiado, atormentado, amenazado, presionado, vapulado, puesto en estado de indefensión, tu EGO se encargará de sincronizar con las falacias del pastor-lobo y mantenerte desconectado de la realidad. Indefenso, a merced del que te está devorando en vida. Pelearás contra fantasmas, falsos enemigos. Harás de tu vida un vacío, lo que confirmará tu impotencia, lo que dará más poder al que te manipula para seguir haciéndolo.
Es una visión horrible, dramática, pero muy real.

Es posible otra vida.
Es posible dejar de lado este masoquismo.
Es posible dejar de sufrir, de ser esclavo, de vivir engañado.
Sí, es posible, aunque no fácil.

El comprender estos mecanismos, el tener claro cómo funcionamos, el profundizar en la ciencia de la conducta humana, es meritorio para toda persona leal al Eterno (judío o noájida), pues nos permite llevar una vida de mayor verdad, actuar con real bondad, servir al Eterno desde la lealtad, ayudar al prójimo con misericordia, establecer justicia con derecho, no ser más una marioneta del EGO y sus manifestaciones externas. Por ello nos parece necesario continuar con estas enseñanzas y es imperioso dedicar tiempo a ellas y luego aplicar el conocimiento a nuestra existencia.

Veamos un notable ejemplo de la parashá de esta semana, Vaierá.
Está escrito al principio mismo:

"El Eterno se apareció a Avraham [Abraham] en el encinar de Mamre, cuando él estaba sentado en la entrada de la tienda, en el pleno calor del día. Alzó sus ojos y miró, y he aquí tres hombres que estaban de pie frente a él… "
(Bereshit / Génesis 18:1-2)

¿Qué vio Abraham?
A tres hombres comunes, gente típica del medio oriente, adoradores de ídolos, hombres de paso.
No se podía imaginar, no había nada en ellos que señalara que en realidad eran tres enviados (ángeles) del Eterno.
Para Abraham hubiera sido sencillo permanecer en su casa, a la sombra pues afuera hacía un calor ardiente. De hecho, allí debería estar, puesto que había tres días se había circuncidado y el también ardía por la fiebre y padecía fuertemente por el dolor. Y allí estaban esos tres hombres que vagaban por el desierto, tres hombres y nada más. Otro, quizás, hubiera dado excusas, hubiera puesto su sufrimiento por delante, hubiera rebajado la condición humana del idólatra pobre y “sin valor”, hubiera interpretado la realidad en base a su EGO. No hizo así el patriarca judío Abraham.
Él salió de su casa y corrió al encuentro de estos extraños, les ofreció hospitalidad, sombra, agua, alimentos, compañía, instrucción noájida. Porque él vio hombres comunes, que ya por ello ameritaban ser tratados con respeto y dignidad, pues eran hijos de Dios, criaturas del Padre celestial. No les interrogó acerca de sus creencias, no los discriminó negativamente en base a lo que él escogía, no los hizo sus enemigos por ser diferentes. Muy por el contrario, desplegó su cualidad de jesed, bondad desinteresada, por un hermano noájida. No hizo cálculos para ver cómo podría obtener ventajas de esto, no evaluó si llegarían a pagar por su entrega, no consideró que él era viejo y estaba adolorido y enfermo. Solamente quiso hacer lo que sabía era bueno hacer: recibir con cordialidad y respeto al prójimo, aunque fuera diferente, aunque fuera idólatra, aunque luego del encuentro no creyera solamente en el Eterno, aunque fueran vagabundos del desierto.
Abraham no pretendía controlar al prójimo, porque sabía que nadie controla a otro. A lo sumo se lo manipula, se lo domina por medio del uso de la violencia, se lo obliga a hacer o decir cosas para no sufrir castigos, se lo engaña, pero nunca se tiene real poder sobre el otro. Se lo acepta como es, o se sufre por querer cambiarlo según el propio criterio. Abraham los aceptaba tal como eran. Por supuesto que instruía acerca de noajismo, de la fidelidad al Eterno, de los mandamientos que Él había encomendado a las naciones; pero no era un misionero aberrante, no hacía la guerra para “convertir” al otro, no andaba violentando al otro para manipularlo. Hacía mucho tiempo, muchas décadas, que Abraham había aprendido que no tiene valor el convertir a la gente a la fuerza, usar métodos extorsivos, emplear la violencia, engañar, nada de eso sirve realmente. Se consiguen éxitos superficiales, el falso éxito del EGO. Para llegar a los cambios radicales se debe partir y llegar del AMOR. Enseñar, pero no imponer. Predicar con el ejemplo, no solo con la palabra. Aceptar al otro con sus ritmos, tiempos, diferencias, contradicciones, dudas, zonas oscuras, y no pretender hacer de todos “santitos” al imagen y semejanza del dios que uno inventa.
Es por ello que el Eterno se apareció a Abraham en aquella oportunidad. NO ERA uno de los visitantes, ellos eran enviados de Dios y no Dios mismo. Pero Dios apareció a visitar al patriarca porque él con su conducta hacía de Dios una presencia real, palpable, constante. Por medio de su acción cotidiana, de su respeto a la vida, de su arreglo a las leyes, de su control real sobre el EGO, de su AMOR, así era como Abraham estaba siempre en presencia del Padre.
Por ello también la parashá anterior dice algo muy bonito acerca del primer patriarca de los judíos, en otra ocasión en que el Eterno se apareció a él:

"Avram [Abram] tenía 99 años cuando el Eterno se le apareció y le dijo: -Yo soy el Elokim Todopoderoso; camina delante de Mí y sé íntegro."
(Bereshit / Génesis 17:1)

Abraham caminaba delante del Eterno, estaba unido a Él. Lo hacía porque había conquistado su EGO y estaba en comunión con el Padre, sin máscaras ni cáscaras que ocultaran su Yo Esencial.
El EGO había sido puesto en su mínima expresión, por lo cual Abraham era libre, era un hombre auténtico. Estaba en control real, no en la ilusión que padecemos nosotros.
Es bueno recordar que Abraham era un hombre común, no era un súper héroe, no un ángel, no un enviado celestial, no un ser milagroso, era un hombre, como tú y yo. Aprendió a salir hacia sí mismo, desprenderse del EGO natural, del que se activa al momento de nacer, del que viene en las enseñanzas que se reciben en el contacto con los otros. Ese es parte del secreto de la orden divino que le dijo:

"Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre"
(Bereshit / Génesis 12:1)

Tú puedes hacer algo parecido.
¿Quieres hacerlo?
Yo te puedo ayudar, pero, ¿quieres hacerlo?

Comparte noajismo

El noajismo es vida auténtica. Es la plenitud del ser para el noájida. Es la manera más pura y refinada que tiene la persona para desarrollar todo su potencial espiritual. Es el lazo sagrado que combina el cielo con la tierra.
El noajismo no es para encerrarlo en la comunidad de "fieles", sino para compartirlo a través de la vida diaria, con cada acción, en todo momento.
Entiende bien, en la vida cotidiana, haciendo las cosas de cada día, lo que es normal y no extraordinario. No se precisa de reuniones, seminarios, festividades, días de reposo, fechas marcadas en rojo en el calendario, retiros espirituales, nada de eso, sino lo que se hace de manera normal, habitual, lo cotidiano. Sí, también en esas ocasiones es bueno desplegar al máximo tu noajismo, pero no solamente en ellas. De poco vale que te concentres en noajismo en un encuentro especial, en un día de recogimiento con amigos, para luego volver a una existencia superficial, antojadiza, disfrazada de cosas extrañas.

Tampoco es necesario montar un espectáculo, predicar con desenfreno, usar terminología absurda o abstrusa, repetir pasajes bíblicos como un zombi, usar palabras hebreas, recurrir a dichos de rabinos o supuestos rabinos, violentar el tiempo o situación del prójimo. Nada de esto resulta beneficioso a largo plazo. Nada de esto es noajismo, sino una especie de nueva religión que se hace llamar “noajismo”, por lo que resulta en una traición al verdadero noajismo.

Lo que te propongo es que apeles a lo sano y natural, a lo que es corriente, lo sencillo, lo que hace a la relación normal y saludable entre las personas, siguiendo tu forma de ser. Cuando conversas, o cocinas, o estudias, o trabajas, o enseñas, o paseas, o visitas, o comes, o comercias, o haces turismo, o estás con tu pareja o hijos, siempre, con todos, sin angustiarte por “predicar” noajismo, pero sin tampoco dejar de vivir como noájida por lo que otros opinen o pretendan de ti.

Es importante que no te hagas pasar por quien no eres. Sé tú, sin imposturas, sin falsedades, sin ponerte en el rol de un guerrero que pretende ganar batallas o conquistar enemigos, sin engaños, sin presiones o amenazas. Sé tú, armonioso, con tu Yo Auténtico resplandeciendo en cada acto, con cada persona. Siendo de luz, a través de la luz espiritual que habita en tu interior.
Siguiendo el camino del noajismo, que implica el bien, la justicia y la lealtad; sin apelar a manipulación o extorsión, sin mentir, sin machacar insensiblemente.
Por supuesto que sin actuar agresivamente, sin pretender imponer, sin querer convencer a toda costa, sin faltar el respeto (propio y ajeno), sin ser misioneros de esta “buena nueva”. No es con la violencia (en ninguno de sus niveles) el camino que consideramos correcto.

No se debe seguir el estilo de religiones y sectas que son cárceles para sus seguidores, los cuales tienen prohibido el contacto con los de “fuera”. Muy por el contrario, el noajismo es vida, pura vida, para ser compartida RESPETUOSAMENTE con todos, sin importar lo que el prójimo piensa, cree, supone, adora, reverencia, etc. Porque, noajismo no es religión, ni secta, ni persigue a los disidentes, ni trata de tomar hegemonía mundial, ni tiene un clero para mantener económicamente, ni unos ritos para imponer como único mecanismo para obtener la “salvación”.

Así pues, con tu familia, con los amigos, con colegas, con el que viaja a tu lado en el bus, con tu compañero, con el  vecino, con el extraño con el cual entablas una conversación casual, con todos en todo momento. En casa, en la calle, en el trabajo, en la reunión con otros noájidas conscientes, en el estadio, en el centro comercial, en el metro, en el museo, en el parque, en la fila para entrar al cine, en… en todos lados, siempre, porque no estarás predicando “la Palabra”, ni revelando un “Secreto”, ni exponiendo la torpeza del otro porque no conoce/comparte lo que tú consideras verdadero y sagrado. Sino que estarás siendo tú, a plenitud, en paz, unificado, conectado con Dios, contigo, con el prójimo.

Así,  tu conducta será completa, en palabras, en hechos, en gestos, en todo, lo que enseñará tu belleza espiritual, tu claridad, lo que revelará tu luz interna al mundo.
Siendo tú, desplomando el imperio del EGO sobre ti, estando confiado en lo que tu haces es bueno y justo, amando al prójimo como a ti mismo. No precisas de más. No precisas altercados, ni disputas, ni precisas demostrar nada a nadie, ni siquiera auto-convencerte por medio de andar misionerizando entre los demás.
Serás tú viviendo lo que tú eres, un noájida consciente y feliz en tu identidad.

Esa es la manera que considero más efectiva y sagrada para cumplir con tu parte en la tarea de dar a conocer el noajismo, la senda sagrada que Dios diseñó con Amor y Sabiduría para la humanidad.
¿Estás dispuesto a andar este camino?

Lej Lejá 5773–Viaje al centro de la tierra

Ingresamos a la tercera parashá de la Torá, Lej Lejá, en la cual encontramos la narración de los inicios de la gran familia judía, su relación eterna con la tierra de Israel, así como la misión que le asignó el Eterno en la orquesta de las naciones del mundo.
De a poco el relato de la Torá se va centrando en la familia judía, en su origen y destino, en sus historias familiares y populares, mientras tangencialmente refiere a su relación con individuos o grupos de los otros pueblos.
Es razonable que vaya reduciendo su amplitud de mirada, para irse enfocando en este pequeño número de personas que componen la familia judía (actualmente el 0,2% de la población humana mundial ), puesto que la Torá es el libro judío por antonomasia, que trata de cuestiones relativas a la idiosincrasia judía, a su estilo original de vida, a sus vínculos familiares, a su corazón, a su relación y compromiso con el Eterno.
Tal como en la Torá queda certificado: "Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel." (Devarim / Deuteronomio 4:44) y "Moshé [Moisés] nos prescribió la Torá, es heredad de la congregación de Iaacov [Jacob]." (Devarim / Deuteronomio 33:4).
Por supuesto que, aunque es propiedad perpetua del pueblo judío, igualmente tiene mucho para compartir con todo el que esté dispuesto a recibir de su mensaje eterno de vida, ya que contiene una gran riqueza para el mejoramiento del individuo y la sociedad sin distinción. Pero, esta posibilidad de ser aprovechada no implica que sea un libro de todos y que sus 613 preceptos aplican a todos. Claramente sus 613 mandamientos son para la nación judía, tal como todo el contenido del libro lo es. Vemos que la propia Torá lo deja en claro: "Éstos son los mandamientos que el Eterno ordenó a Moshé [Moisés] para los Hijos de Israel, en el monte Sinaí." (Vaikrá / Levítico 27:34) y luego "Éstos son los mandamientos y decretos que el Eterno mandó a los Hijos de Israel por medio de Moshé [Moisés] en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó." (Bemidbar / Números 36:13).

Sin embargo, esta propiedad judaica de la Torá no va en desmedro del carácter universal de su esencia, pues el corazón de su mensaje perpetuo y sagrado es que la persona actúe siempre con bien y justicia, lo que es una obligación divina que ha sido impuesta para todo ser humano y que anida en el espíritu de cada persona.
Debemos apreciar que no resulta sencillo comprender la naturaleza y finalidad de la Torá, porque, por ejemplo, si bien incluye historias, no es un libro de historia y nunca pretendió serlo.
Si bien contiene principios éticos y espirituales universales, que hacen a la esencia natural de todo ser humano, no es el libro de la humanidad, sino humildemente de la nación judía.
Si bien comienza con temas universales y aporta elementos para toda la humanidad, confirmando al Eterno como el Creador de todo y Padre de todos (crean o no, sean judíos o no), y da orientaciones para llevar una vida de plenitud (los Mandamientos Universales, por ejemplo), su intención es concentrarse en el pueblo judío y su relación particular con Él.
Por sus múltiples facetas, se la ha designado como el manual para la vida judía por excelencia. Es la instrucción, la guía para orientarnos por los caminos de una vida justa, buena, leal y trascendente. Se espera que la persona judía al seguir sus pautas desarrolle una vida armoniosa, beneficiosa, bendita y de bendición.
Es de esta forma que el pueblo judío se constituye en una luz para las naciones, en un faro para sus hermanos. No es por enseñar Torá a aquellos que no son sus receptores y propietarios. No es por pretender que el judaísmo es aplicable para todos, pues no lo es.
Sino que el judío es una luz para alumbrar a los demás cuando lleva una vida en sintonía con el mensaje de la Torá,  es con la conducta cotidiana, con lo que uno hace y deja de hacer, que el judío comparte con todos de la luz sagrada de la Torá.
Así el mensaje particular para los judíos se universaliza y alcanza a toda la humanidad. Lo que es la esencia de la Torá se expande entre las naciones y alcanza a todos los corazones y los motiva a la acción positiva, constructiva, digna, noble, plena, de belleza y lealtad.

Entiéndase bien, no es la Torá lo que se debe enseñar a las naciones, ni andar rebuscando en textos judíos para hacer alarde ante el público gentil; sino que la conducta del judío debe procurar estar en sintonía con la esencia de la Torá, es decir, conducirse con bondad, con justicia y lealtad.
Al hacer así, las personas apreciaran lo valioso que tienen en sí mismos, aquello que conecta con la armonía sagrada de la Torá.
Porque de conexión se trata todo.
Conectarse con uno mismo, con su Yo Auténtico, conectarse con su Yo Vivido, conectarse con el prójimo, conectarse, con el universo, conectarse con Dios.
De eso se trata.
Todo lo demás puede servir como soporte para esa tarea, o puede ser un obstáculo para concretarlo.
Aquello que lo favorece, es lo que se debe de incorporar a la vida, reforzarlo, mantenerlo, mejorarlo. Pero lo que perturba la realización de este ideal, lo que desconecta, eso es lo que se debe procurar soltar, dejar ir, permitir que fluya y no se empantane en nuestro ser.

Con esto en mente, estamos en condiciones de descifrar con mayor claridad el siguiente mensaje y promesa que el Eterno dice en la parashá a nuestro patriarca (de los judíos) Abraham, pero nos lo repite a cada uno de nosotros (sus descendientes):

"Vete hacia ti, de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación.
Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra."
(Bereshit / Génesis 12:1-3)

Debes partir hacia ti mismo, dejar de creer que eres lo que no eres. Es tiempo de que emprendas el camino que te lleva a conocerte.
Hasta ahora viviste de imágenes, con disfraces, detrás de máscaras.
Te sentías o creías identificado por tu lazo con tu país, por la cultura de tu patria, por lo que heredaste y aprendiste de tu familia.
Hasta ahora seguías el mandato social y familiar, por el cual actuabas un papel, como si de una obra de teatro se tratara.
Eras un actor que encarnaba un personaje sin quitárselo de encima jamás. El personaje ficticio, el que habían guionado otros, el que no era auténtico , se había comido a la persona, la había ocultado.
Allí dentro estaba Abraham, el verdadero, el puro, el bello, pero impedido de manifestarse en su poder a causa del personaje que lo revestía.
Es hora de que salgas de lo que conoces, que dejes la zona de confort y te aventures hacia una tierra desconocida, pero que es prometida como insuperable. Es tiempo de que madures, dejes de lado lo que creías conocer de ti mismo y de los demás, para que aprendas con ingenuidad y sabiduría acerca de todo y todos. Es el momento indicado para marchar hacia lo desconocido, que eres tú mismo.
Tal es el requerimiento que podemos oír en la orden dada por Dios a Abraham.
No era solo un decreto para dejar un espacio físico, en Ur de los Caldeos, para asentarse en la tierra de Canaán; sino que requería un compromiso total, como un nuevo nacimiento, la adquisición de una nueva identidad, más plena y auténtica.
No era fácil para Abraham asumir esa tarea. Ya contaba 75 años de edad, muchas cosas había padecido para llegar a la estabilidad que gozaba en la actualidad. No parecía el momento para volver a comenzar, para renacer a una nueva realidad, más plena. Pero él fue valiente, él tomó el compromiso y lo llevó a cabo. Él se atrevió a creer en que podía ser mejor, que tenía la aptitud para desprenderse de todo aquello que le pesaba en su vieja mochila de cosas oscuras del pesado. Y lo hizo. No fue fácil, ni un día fue de completa tranquilidad, pero bien valió el hecho.
Pasados casi cuatro mil años, su estirpe aún existe y mantiene su memoria y legado. Abraham sigue conectado a la línea de la vida, de forma ininterrumpida.
Y nació de él una gran nación. Quizás no grande en número, pero sí en alcance y logros.
Y ciertamente que fue un ejemplo de dignidad y entereza, pudo conocerse a sí mismo, se conectó con lo que era posible conectarse, lo que equivalió a ser bendito.
Esa misma tarea podemos desarrollar nosotros y sentir en nuestra vida que “Los que te bendigan, serán benditos”; eso es lo que promete Dios a cada judío, desde Abraham en adelante.
Al mismo tiempo, todas las naciones de la tierra pueden ser benditas gracias al judío, por medio de estas enseñanzas, que no se predican con palabras, sino con los actos cotidianos llenos de bondad y justicia.
Esta conexión con nuestra esencia, con el prójimo, con la creación es una gran oportunidad que tenemos a diario y que no debemos desconocer. Pues al establecer la conexión, estamos siendo benditos y de bendición. Estamos marcando nuestro paso, dejando una huella, cumpliendo nuestro destino. Estamos aportando a los demás para que cada uno alcance la plenitud, el shalom, que es la máxima bendición.

¿Tú sientes que eres bendito y de bendición?
¿Cómo identificas si eres bendito?
¿Por qué Dios no nos hace las cosas más fácil y nos hace nacer ya firmes en una identidad, asentados en la “tierra prometida”, sin necesidad del esfuerzo por auto-conocernos, apreciarnos y amarnos?

Creo que son preguntas oportunas para seguir profundizando en este importante aspecto.

Antes de despedirnos, un pequeño relato.

El niño no entendía bien a los adultos, ¿por qué siempre serios y a veces enojados?
Decidió que era porque no sonreían, así que decidió enseñarles a hacerlo.
Iba por la calle, sonreía y sonreía, pero no encontraba mucha respuesta de parte de los mayores. Cada día salía a su misión de enseñar a sonreír al mundo, a cambiar el gris por los vívidos colores del buen humor. Pero la gente pasaba taciturna, seria, encerrada en sus cosas.
De a poco él se fue cansando, su sonrisa se fue borrando, estaba creciendo… ¿será por eso?
Un buen día, el niño ya era padre y su hijo le disparó una pregunta inesperada, olvidada en las nubes del tiempo: ¿por qué los adultos nunca sonrían, siempre van serios?
El padre no supo qué contestar, se quedó en silencio por un minuto o dos. Luego intentó una respuesta, pero se la guardó. Trató de sonreír, pero no recordaba como hacerlo. Entonces murmuró algo así como: – No lo sé hijito, no lo sé.
El niño decidió que le enseñaría a su padre a hacerlo. Cada día se ponía a su lado y sonreía y sonreía. Al tiempo la mirada del padre se llenó de un “algo”, era diferente, era como una mirada más viva. Pasados unos días la boca intentó unas muecas, algo parecido a una sonrisita. El lento éxito no amargó al niño, por el contrario le impulsó a doblar sus sonrisas. Y cada día que pasaba su padre progresaba más y más, y maduraba por fin realmente.