Palabras entre el odio y la esperanza
Por
Shaúl Ben Abraham Avinu
II
La máscara antisionista de la judeofobia
Seguramente voy a escribir para que me lean pocos, seguramente seré otra voz en el desierto, y de esos pocos tal vez mucho no les guste lo que mis dedos han tecleado, otros me llenaran de un rosario de epítetos, algunos los emplearán sin comprenderlos, sin saber que significan; pero sobre todo me llenaran de insultos, como los muchos que ya me he ganado en YouTube cuando incluyo mis comentarios o mis preguntas disidentes que muchos han criticado como indignas de un antropólogo que debería, supuestamente, alinearse a los políticamente correcto. Pero es fácil darse cuenta que no siempre lo políticamente correcto es realmente lo correcto y muchas veces corresponde a una demagogia una tanto ontológica de un odio visceral que al no saber cómo expresarse se manifiesta de muchas formas, y formas que no son precisamente las más elegantes.
Algunas de esas expresiones son las que ha venido a señalar a los largo de varios escritos que ya prometí en ésta página web, no para enunciar con falsa soberbia lo especial que es el pueblo judío –especialidad o escogencia tan cara por demás- sino para advertir a todos y cada uno de los pueblos lo peligrosos que son los falsos ideales forjados sobre el fuego de prejuicio, el estereotipo y la irracionalidad; tres demonios mentales que se paran sobre los sofismas, las falacias y las mentiras.
La variedad y a la vez la pobreza del discurso de la judeofobia, que durante siglos se ha disfrazado con los múltiples ropajes de la ignorancia, parecen no tener término: deicidas, arrogantes, quinta columna, vampiros, usureros, demonios, errantes, citadinos, ignorantes, cerebrales, capitalista, comunistas, derechistas, izquierdistas, bolcheviques, satanistas, ultradeistas, pobres, ricos, machistas, liberales, racistas, masones, conspiracionistas y hasta extraterrestres (sobre todo del tipo reptiliano), hemos sido los judíos. Yo no sé cómo uno alcanza a ser tantas cosas en medio de tantas persecuciones.
Tan malos seremos que ya ni para morirnos somos buenos, y por eso, supuestamente, tuvimos que inventaros el Holocausto, como han afirmado los negacionistas, una corriente pseudohistórica que pasando por encima de miles pruebas fehacientes afirman semejante desfachatez, ¡como sí se pudieran inventar para la vida o para la muerte 6.000.000 millones de judíos! Y me imagino que bajo esa lógica también nos inventamos las cruzadas y los progroms, nos inventamos los más de 700.000 desplazados judíos de los países árabes entre 1948 y el 2000, y además nos no inventamos todo el desprecio que nos dan los judeófobos. ¡Pero qué digo judeófobos! Bienhechores, según su retórica enfermiza.
Ya ni siquiera un dios decente nos dejan tener, porque toda visión nuestra de la divinidad debe corresponder a nuestra conciencia malsana y destructiva. Menos mal somos monoteístas porque de tener varios dioses nos acusarían de adora un batallón de macabros engendros.
La demonización del judío, en su cuerpo, en su identidad, en sus creencias y en sus actividades sociales y culturales fue la constante en medio de la Europa Cristiana y lo es hoy en el mundo Musulmán, todo con el fin de nunca poder crear un ambiente propicio para el dialogo y la cordialidad, ¿pues quién va a consentir algo con un ser macabro? Siempre que pienso en esto recuero ese dialogo entre Boris y su tío en la película Love and Death (1975) de Woody Allen:
Tío: Spinoza era judío.
Boris: ¿Qué es un judío?
Tío: ¿Nunca has visto un judío? Mira, tengo varios dibujos. Éstos son judíos.
Boris: ¿En serio? ¿Todos tienen estos cuernos?
Tío: No, éste es el judío ruso. El judío alemán es a rayas.
Todas estas cosas dichas sin más ni más, enunciadas desde el puro desconocimiento, elaboradas desde la más indisciplinada nesciencia y terriblemente activas en la mentalidad de muchos, desde dónde se construyen elucubradas teorías que buscan con sus peligrosas ideas el fin último para las cuales fueron pensadas: la extinción de los judíos.
Pero la irracionalidad se acrecienta cuando la judeofobia toma su disfraz político de antisionismo, o antiisraelismo. Aunque muchos lo oculten o no lo quieran reconocer detrás de este alegato se esconde la judeofobia. Fácil es probarlo: todos las acusaciones del pasado atribuidas a los judíos ya sea como nación, pueblo, etnia o religión son calcadas en términos políticos y atribuidas a Israel, o al sionismo, que lejos de ser un movimiento nacionalista judío es apreciado como el sistema de dominación mundial. Y atención que uso el artículo determinado “el” y no el indefinido “un”.
Lo primero que hay que aclarar es que es sionismo. La mayoría de las personas escuchan o leen la palabra y se imaginan al diablo. De hecho para el Islam es el gran Satán. Y sin embargo es y ha sido el movimiento para la creación de un Estado judío en la tierra Judía. Hay sionismo laico y religioso, hay sionismo de derecha y de izquierda y hay, también, no sionismo y antisionismo. Cuando uno lee con atención y sin prejuicios se percata fácilmente que los ideales originales del movimiento se inscriben en la mentalidad nacionalista de la época, cosas que pueden ser criticables en la actualidad y que bien pueden revalorarse y revaluarse, pero que fueron en su momento fundador y decisivo para que el actual Estado de Israel surgiera. Pero ni digan eso a un judeófobo que pues inmediatamente saldrá con una procesión de teorías conspirativas que no sé cómo hacen para ser ciertas todas si en buena lógica se anulan unas a otras.
Como sea lo deplorable para los antisionistas realmente es que el sionismo es el movimiento nacionalista del judaísmo. Pueden existir varios nacionalismo, pero el único que incomoda es el judío; pocas son las críticas a los llamados nacionalismo Centrífugos como al Nacionalismo ilirio, el Nacionalismo pan-heleno (de Albania), el Nacionalismo bávaro, el Nacionalismo prusiano (de Alemania), el Nacionalismo flamenco, el Nacionalismo pan-neerlandés, el Nacionalismo franco-valón, el Nacionalismo comunidad germanófona (de Bélgica), el Nacionalismo boliviano o bolivianismo, el Nacionalismo camba (de Bolivia), el Nacionalismo pan-serbio de Bosnia-Herzegovina, el Nacionalismo riograndense, el Nacionalismo sanpaulense, el Nacionalismo fluminense (En Brasil) el Nacionalismo quebequés, el Nacionalismo cascadiano (en Canadá), el Nacionalismo tibetano, el Nacionalismo uigur (en China), el Nacionalismo mapuche (en Chile), el Nacionalismo istriano (en Croacia), el Nacionalismo feroés, el Nacionalismo innuit (en Dinamarca), el Nacionalismo occitano, el Nacionalismo vasco, el Nacionalismo canario, el Nacionalismo catalán, el Nacionalismo gallego (en España), el Nacionalismo cascadiano, el Nacionalismo texano, el Nacionalismo sureño (en Estados Unidos).
¿Menciono más? Sí, porque quiero y continuo ya que me emocioné: el Nacionalismo moro, (en Filipinas) el Nacionalismo Åland, el Nacionalismo sami (de Finlandia), el Nacionalismo alsaciano, el Nacionalismo arpitano, el Nacionalismo borgoñés, el Nacionalismo bretón, el Nacionalismo caledonio, el Nacionalismo catalán, el Nacionalismo corso, el Nacionalismo flamenco, el Nacionalismo normando, el Nacionalismo occitano, el Nacionalismo tahitiano, el Nacionalismo vasco (en Francia), el Nacionalismo abjasio, el Nacionalismo adjario, el Nacionalismo osetio (en Georgia), el Nacionalismo bengalí, el Nacionalismo tamil (en India)
Y como ya me estoy cansando tanto de escribir nacionalismo y el lector de leerlos los sigo mencionando de corrido: azerí, kurdo, ahwazí, baluche (en Irán); el irlandés; el arpitano, lombardo, napolitano, occitano, padano, sardo, siciliano, tirolés, véneto (en Italia); el norteño, yucateco, chiapaneco (en México); el gagauz, transnistrio (en Moldavia); el prusiano y el silesio (en Polonia); el mirandés y portugallego (en Portugal); el cornuallés, el escocés, el galés, el inglés, el irlandés y el manx (en Reino Unido); el bálkaro o cherkés, cabardino o karachayo, checheno, chuvashio, daguestano, ingushetio, karelio, osetio, prusiano, sami, tártaro y vepsiano (en Rusia europea).
Y por supuesto no me puedo olvidar de los nacionalismos de tipo Centrípetos como el de Reconquista (México), el Panafricanismo, el Panamericanismo, el Panarabismo, el Paneslavismo, Europeísmo, el Panhispanismo, el Pangermanismo, el Irredentismo, el Iberismo y Pancatalanismo. ¿Se me olvido alguno? Seguramente; pero como sea apunten bien y estén atentos porque de todos los que mencioné solo uno es el epitome de la maldad: el sionismo. ¿Y en que consiste su maldad? En que es el nacionalismo judío, y siglos y siglos de infecciosa judofobia solo lo pueden a preciarlo así y así será para las claricimas mentes que todo lo llenan de tiniebla. Claro, dirán algunos, muchos de los nacionalismos mencionados no son separatistas sino regionalistas; sí, es cierto, pero más de una de estas identidades colectivas si se le permitiera la separación de sus países políticos la buscarían completamente, incluso muchos lo han querido por medio bastante violentos, por no decir terroristas para no ofender a los encubridores de la infamia.
En definitiva el sionismo es un nacionalismo exitoso y por eso no es del agrado de muchos, especialmente de panarabista, palestinos y pro-palestinos que en lugar de centrase en construir el propio han buscado más en destruir el ajeno, y no me refiero solamente al israelí, cuando en verdad estos últimos deberían tomar ejemplo, sin usurpar el patrimonio cultural, de todo el derrotero que tuvo que pasar y hasta sufrir el pueblo judío para volver a su patria.
Las ideas conspirativas que se le cargan al sionismo corresponden más bien a una desproporción mental que ha existido al establecer las relaciones basadas en un acto de desconfianza hacia lo judío. Desconfianza que ha sido mutua desde luego y que no se funda en el vacío, sino en los siglos de persecuciones que a lo largo y ancho del mundo se hizo a los judíos. Por eso, o más bien por el olvido culposo de ello, muchos sobredimensionan a Israel por que tiene un odio tan grande hacia lo judío que no les permite medir la realidad. Con Estado de Israel y sin él ya se odiaba a los judíos, pero con el Estado de Israel hay una nueva razón para odiar más aun al judío. Israel es molesto para el judeófobo porque es el recuerdo de que el pueblo judío vive y que por más que sus antepasados intelectuales intentaron hacer por destruirlos, fracasaron. Así pues Israel es la prueba del fracaso de la judeofobia. Y lo único que les aterra al judeofobo es que por más que nos han querido destruir, seguimos vivos, vivos desde los huesos hasta el alma, un alma que los quema porque les recuerda que vivir es un prodigio permitido por Quien no quieren reconocer.
Entre otras, ¿por qué será que muchos conspiracionistas son tan enfermos y viven pensando en el dominio mundial? ¿Será que ellos son los que lo quieren y lo ocultan disfrazándolo bajo ropajes judíos inventados o imaginados a su justo, como en los mentirosos Protocolos de los Sabios de Sión? Libro que debería llamarse mejor Los Protocolos de los Tontos del Son, porque de judío tienen lo que de marsupial una medusa. Como sea, cuando uno lee a los diversos autores sionistas uno se da cuenta que más que una conspiración establecida bajo una idea común que opera y está por encima de las personas en realidad muchas cosas se han construido con el día a día y poca unidad y planificación se ha notado. Y este no es un invento mío para defender por defender, se puede comprobar con solo darle un vistazo a la trilogia de David Vital sobre el sionismo: The Origins of Zionism, Zionism: The Formative Years y Zionism: The Crucial Phase, publicados por Oxford University Press. Pero claro haya quienes ni lo leerán por no enterarse de lo que los contradice.
¿A demás una para qué va querer dominar el mundo si la mayoría de personas – que si el judeofobo no me deja mentir son no judíos ( 2,19 por 1.000 de la población total del mundo, o una de cada 457)- lo tienen arruinado, destruido, contaminado? ¿Para qué entonces dominar el mundo? ¿Para enriquecerse sonsamente en la soledad más tonta?
Hay quienes alegan que muchos judíos no son sionistas, y es cierto; pero se olvidan comentar que esos muchos no son todos y que en proporción son más bien pocos. Y se olvidan de advertir que aun los no sionistas admiten que dicha tierra si es judía, salvo que aseguran que no se debe obtener por vía políticas ni militares sino espirituales, que como yo digo es el sionismo de sidur o del libro de oraciones en las que desde hace siglos los judíos del todo el mundo pedían y pedimos por retornar a Sión.
Yo –y creo que muchos- aceptaría que el antisionismo no sería judeofobia o antesiemitismo, si junto a las críticas a Israel, que son factibles y en muchos casos necesarias, no se hicieran afirmaciones tan rotundas de exterminar al pueblo judío, de alabar a Hitler y de relativizar todas las matanzas que a lo largo de siglos se le infligió al pueblo judío. Si el antisionismo no es judeofobia, ¿por qué cada acto propalestino está acompañado de un acto antisemita en el resto del mundo, destruyendo sinagogas y amenzando judíos?
En la confusa critica que se le hace a Israel, que cobija un amplio sector de inconformidades, se puede ver el espectros de quienes aceptan a Israel, pero demanda de él actos morales que no les exigen a otras naciones; otros atacan al sionismo sin hacer referencia al judaísmo de manera directa pero aludiendo; otros simplemente quieren desaparecer a uno sin pensar que le están haciendo daño al otro y otros, los más radicales quieren desparecer tanto a uno como al otro así sin más.
Es cierto que el Sionismo político de finales del siglo XIX fue ante todo una acto contrario a muchos aspectos del judaísmo halájico de la diáspora, y el elemento religioso en su interior fue minoritario y la mayoría de sus miembros, empezando por sus fundadores, eran socialistas laicos que deseaban acabar con la idea e identidad judía diaspórica; pero también es cierto que precisamente gracias a ellos, religiosos y no religiosos (dati y jiloní, en hebreo) han podido constituir uno de los países más exitosos de la actualidad, país en el que conviven muchas etnias y grupos no solo judío, como deberían recordar los críticos de Israel que cuando éste se defiende de los ataques de Hamas no solo defiende a judíos sino a todos aquellos que componen su sociedad sin importar su origen o su religión ya sean cristianos o musulmanes, entre los que menciono: árabes sirios, árabes israelíes (Para algunos un oxímoron, pero los hay), drusos (que si investigan quienes son no los dejaran vivir en una país musulmán), beduinos levantinos, árabes egipcios, árabes libaneses, gitanos, iraníes, circasianos, alauitas, hispánicos, griegos, armenios, alemanes, ingleses, asirios y practicantes de la fe Bahai (otro grupo que no podría vivir un segundo en suelo musulmán por que los aniquilarían); todos ellos ciertamente minorías, pero hacen parte de Israel y el Estado los está protegiendo sin importar que sean judíos o no; los protege por el solo hecho de que sus antepasados fueron a vivir a Israel por que en los países del Medio Oriente no se los aceptaba por muchas condiciones, especialmente las religiosas.