Una vez leí una historia, creo que era un Midrásh que me hizo gracia; dicho relato contiene una enseñanza muy, pero muy, básica, que quiero relataros en una versión un poco, sólo un poco, libre, jocosa pero respetuosa, al estilo de los relatos de un padre cuenta a sus hijos pequeños. Supongo que muchos conocen la historia, pero vale la pena recordarla; En todo caso ruego me disculpen el versionar la historia haciéndola más infantil.
Se cuenta que el padre de Abram (Téraj) era un fabricante de ídolos y tenía, en la propia tienda, una especie de altar donde algunos clientes dejaban ofrendas. Un día Téraj tuvo que salir de viaje y dejó a cargo de su hijo del negocio-templo.
Abram (que ya era consciente de la existencia de un solo Dios único) tuvo hambre y, como la gente dejaba ofrendas de alimentos a esos diosecillos de barro, Abram decidió comerse las ofrendas.
Pero fue más lejos, decidió dar una lección a su padre y tomó un palo para romper todos los ídolos que había… todos menos uno.
Escogió al más grande, el que tenía forma de más bruto; a éste lo dejo entero y le colocó ente las manos el palo que había utilizado para romper a los demás ídolos.
Así lo dejó y así lo encontró Téraj cuando volvió de su viaje.
Téraj, al entrar en la tienda, quedó horrorizado:
– ¿Abrám que has hecho?
– ¿Yo, padre?, yo no he hecho nada malo.
– Pero has roto todos los dioses, y has comido toda la comida de las ofrendas
Abrám se hizo el sorprendido…
– Pero padre, no ves que ese ídolo grande tiene el palo y que el palo tiene las marcas de haber roto todos los demás ídolos más pequeños… Acaso no puede ser que ese dios grandullón se haya comido las ofrendas, por eso es el más gordo y grande, y que los demás dioses se hayan enfadado con él y lo hayan atacado. Al ver al grandullón con el palo da la impresión que debió tomarlo para defenderse y así ha destrozado y matado a todos los demás dioses.
Téraj miró con estupor a Abram no dando crédito a la historia de su hijo, pasó del asombro a la ira, pues sabía que Abrán se estaba burlando de él; al final gritó:
– ¡Pero eso que cuentas es imposible y lo sabes!
Abrám lo miró y le contestó:
– ¿Qué es lo que es imposible, padre? ¿Qué ese ídolo coma? Entonces ¿Por qué le dan ofrendas de alimentos? ¿Es imposible que se defendiera de un ataque? ¿Entonces por qué le reza? ¿Es imposible que se moviera y tomara un palo? Entonces que es sino un simple trozo de barro. Padre si sabes que es imposible… ¿por qué los adoras?
Téraj, ante la evidencia del absurdo, y siendo presa del orgullo, hizo una huída hacia delante y reaccionó con fanatismo queriendo castigar a Abrám, no sería hasta años más tarde que saldría de su error.
Reflexión: Cuando uno que conoce el noajismo, no puede por menos verlo algo absolutamente natural; es un pacto antiguo, el más antiguo, entre Dios y el ser humano; Y, a mi modo de ver y de alguna manera, es algo que está inscrito en nuestros corazones.
De esta forma, por muy atrapados que esté los idólatras en sus creencias hay algo que (vamos a llamarlo sentido común) les impide creer lo que ellos predican y, en el fondo de sus almas, saben que viven algo que, sencillamente es un absurdo.
En el relato se ve como se ofende el idólatra por romper el ídolo al que ofrecían alimento… “matar a su dios” al que dirige sus plegarias, al que le solicita ayuda y favores…
pero al tiempo no se acepta que un ídolo tenga tanto poder de romper otros ídolos… tan claro que, paradójicamente, son incapaces de verlo.
Es tan triste (por no emplear otras palabras más duras) que nosotros, que hemos sido creados a imagen y semejanza del Eterno, nos postremos ante ídolos, que por ello el mandamiento de NO IDOLATRÍA, ocupe un nivel tan importante en los listados de los mandamientos de la humanidad, de TODA la humanidad.
Amigos, Dios es liberador, la idolatría es esclavitud y la sumisión de la inteligencia (que es un don de Dios) al absurdo.
Se puede ser idiota… pero no TAN idiota y, sin embargo ¿cuántos ídolos aún quedan en el mundo?
¿y en nuestra vida?