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Parashat Sheminí 5770: ni para aquí ni para allá

equilibrioLuego de un lamentable suceso en el cual fallecieron dos de los cuatro hijos de Aarón haCohén, la Torá anuncia:

«Entonces el Eterno habló a Aarón diciendo:
-Ni tú ni tus hijos contigo beberéis vino ni licor, cuando hayáis de entrar en el tabernáculo de reunión, para que no muráis. Esto será un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones, para hacer diferencia entre lo santo y lo profano, entre lo impuro y lo puro, y para enseñar a los Hijos de Israel todas las leyes que el Eterno os ha dicho por medio de Moshé [Moisés].»

(Vaikrá / Levítico 10:8-11)

Si bien podríamos dedicar bibliotecas enteras a este párrafo, con tu permiso, quisiera detenerme en un pequeño punto del sagrado texto, para comentarlo humildemente y hallar una enseñanza ética para nuestras vidas.

Allí en donde dice: «vino y licor», el excelentísimo comentarista tradicional, RASHI, brevemente cita del Talmud (TB Kritut 13b):

«Vino como para emborracharse«

En otra de nuestras fuentes se afirma:

«el vino que alegra el corazón del hombre«
(Tehilim / Salmos 104:15)

Aquí apreciamos dos fuentes que se complementan sabiamente.
Se está haciendo claramente una distinción entre el motivo y la cantidad de vino tomado.
La copa de vino que se bebe para santificar el día de Shabbat, por ejemplo, es apropiada.
En un lejaím, brindis, para celebrar una mitzvá o feliz acontecimiento, está muy bien.
Esa copita de vino que dicen los médicos que es provechosa para la salud del corazón, sería bienvenida.
El vino bebido moderadamente, en su justa medida, sirve para alegrar el corazón de la persona.

PERO, cuando se bebe «para olvidar», para huir, viciosamente, torpemente, para agraciar socialmente, por aburrimiento, porque es fin de semana, por enfermedad, como un borrachín, entonces deja de ser un acto saludable y en armonía con el Cosmos, para ser un acto terrible, de caos y confusión.
Cuando el límite se quiebra y se ingiere como para emborrarse, deja de ser alegría y regocijo y se transforma en tortura y pesar.

Esto es una regla general.
El exceso, más allá de lo que está delimitado por las leyes (naturales o espirituales), incluso de lo que pudiera parecer bueno, alegre, saludable, justo, puede llegar a ser negativo.

La búsqueda de la justicia, es excelente; el exceso de justicia puede llevar a la amargura y falta de compasión.
La búsqueda de placer, es muy buena; su exceso puede convertir la vida en vacía y sin sentido.
Las acciones generosas, son buenísimas; su exceso puede llevar a empobrecer a la persona y dejarla furibunda.
El cuidado del cuerpo, es necesario y de bendición; dedicarse solamente al cuerpo es de personas huecas.
El EGO es maravilloso como siervo; pero espantoso como amo.

Así podríamos ir enunciando una a una actividades o actitudes positivas, pero cuando caen en la desmesura pasan a ser negativas, para uno, para el otro, para la creación.

¿Cuál es nuestra moraleja del día?
Dejemos que la resuma y añada LUZ el maestro de los maestros, Maimónides:

«El camino recto es el término medio en cada pensamiento y proceder que el hombre se propone como línea de conducta. Y es la acción que está alejada de ambos extremos (exceso positivo y exceso negativo o defecto), sin tender ni a uno ni a otro.»
(Capítulo 4 de «Shmoná Perakim»)

«No debe el hombre decir: ‘Puesto que la envidia, la ambición y la codicia son malas consejeras y arruinan al hombre, me apartaré al otro extremo y me abstendré de todo: no comeré carne ni beberé vino, no tomaré mujer ni viviré en una casa confortable, no usaré lindas ropas sino una bolsa de arpillera; me mortificaré como los sacerdotes paganos.’
También esa es una conducta equivocada y no se la debe imitar.»
(Mishné Torá, Pensamientos 3:1)



¿Cómo saber qué maestro elegir?

Hoy en día se hace imperante saber qué maestro elegir, puesto que PARECIERA que una ‘autoridad’  invalida la otra. Permíteme sugerirte unos sencillos pasos que pueden probar la legitimidad de tu maestro:

Si tu escuchas un maestro – o alguna autoridad religiosa – decir algo que no a ti te suena incorrecto, respetuosamente hazle la siguiente pregunta, preferiblemente en privado: ¿Cuál es la fuente de lo que usted declara?

Encontrarás maestros respondiendo tres tipos de respuestas.

Uno dirá o dejará ver con su lenguaje corporal: «¿Qué derecho tiene usted de hacerme esa pregunta? ¿Quién se cree usted que es? Yo… Yo soy el maestro; usted es solamente un simple ignorante!» Algunos maestros quizás no usen exactamente esas palabras, pero ese será en esencia su mensaje. Algunos maestros más condescendientes solo lo colocarán en su lugar en vez insultarlo. Esta primera categoria no le permitirá a nadie que los rete.

Un segundo responderá: «En realidad no tengo una fuente. Es mi propia idea e innovación.» (Algunos orgullosamente añadirán: «No encuentras brillantes mis pensamientos?»)

El tercer tipo: El maestro humildemente te oirá y educadamente te responderá: «Aquí están mis fuentes. Capitulo y verso. Así es como yo interpreto una fuente en particular basado en los siguientes comentarios. Aquí es donde añadí cierto punto, basado en la siguiente lógica.» En otras palabras, el maestro te mostrará sus fuentes (base legal) y te permitirá seguir paso a paso su lógica y proceso.

Pienso que no hay necesidad de decirte cual respuesta es la única aceptable por los estándares de la Torá.

La Ley nos dice que un verdadero Maestro debe ser capaz de verificar sus fuentes y responder a la pregunta: «¿Cuál es tu fuente para juzgarme así? Él maestro no tiene derecho a molestarse ante esa pregunta o sentir algún tipo de afrenta personal. Si lo hace, él deberia buscarse otro ‘trabajo’.

De hecho, Maestros y comentaristas legítimos, sin que se les pida, incluirán en sus interpretaciones legales una lista de fuentes y precedentes que comprueben sus enseñanzas.

Sólo un maestro que demuestre humildad – subyuga su persona a las enseñanzas (no viceversa) – es el que merece el derecho a ser tu verdadero maestro y autoridad, uno que pueda motivarte y sacar lo mejor de ti. Todos los demás quizás impartan información, incluso de vital importancia, pero tu nunca puedes confiar si estás recibiendo «su» verdad o la verdad de la verdad.

De ningún modo sugiere esto que cada persona es igual a un Maestro, y que cada cada uno tiene la misma autoridad. Por el contrario: Humildad sincera – no solamente erudición brillante – hace merecedor a un Maestro del derecho a ser una autoridad. Cualquier otra persona tiene el derecho a preguntar con respeto – pero este cuestionamiento tampoco debe estar lleno de arrogancia o una necesidad de refutar autoridad para justificar la posición personal de uno mismo. Eso tambien debe ser hecho con humildad – la modesta y sincera búsqueda de la verdad, y por la verdadera autoridad que puede guiar a la verdad.

Innecesario decir, un maestro de este calibre proyectará solo amor. Él educará con una actitud cálida y no de juicio. Sus palabras resonarán con sus oyentes y estudiantes. En sus palabras ellos sentirán la presencia de Dios, no su (el maestro) presencia. Las palabras de su corazón entrarán en sus corazones.

Despues de todo, incluso a un Maestro se le ordena amar a su prójimo como a si mismo.

Prueben mi pequeño test para diferenciar a los maestros. Preguntenles por sus fuentes, y déjenme saber qué descubren.

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Artículo publicado por Rabbi Jacobson, para ver artículo completo ver link AQUI

Traducido por Prof. Jonathan Ortiz, Licenciado en Educación Mención Inglés, egresado de la Universidad de los Andes Táchira, 2005.