Nos desenvolvemos en un ambiente preponderantemente supersticioso, lleno de religión y creencias extrañas, dogmas vacíos y rituales huecos, basta con ver, echar una mirada hacia afuera (aunque también hacia adentro) para poder constatar este hecho, estamos llenos de iglesias, de templos donde se veneran “santos” (imágenes), en la espera de que nos hagan ocurrir algún milagro que cambie nuestras vidas, o que nos concedan algún mágico deseo que anhelamos.
Este modo de vivir supersticioso, tiene mucho que ver con la idolatría, aunque también con la impotencia y por ende con la facultad del poder real, INHIBIDO Y APABULLADO detrás de todas esas ideas raras y creencias extrañas que mencionamos al principio.
Y si, somos supersticiosos, lo aceptemos o no, lo queramos o no, en algún aspecto de nuestras vidas, la superstición está presente, sea que la persona deposite su confianza (fe ciega) en alguna imagen o tenga alguna fuerte convicción en lo sobrenatural, religioso o mágico pero la superstición se presenta como un camino aceptable para salvar a la persona de la tan temida impotencia (el no poder en algún aspecto de nuestras vidas).
El tema de la impotencia esta tratado con más profundidad y mayor seriedad en los trabajos publicados con anterioridad, por el More Yehuda, pueden acceder a ellos ingresando la palabra Ego en el buscador de este sitio, es bueno tener bien comprendido este concepto.
En un breve y muy general resumen, se puede decir que, toda la oleada de sensaciones caóticas que sobrevienen al momento del nacimiento, forman parte del trauma intenso del recién nacido, que posteriormente se reforzara, cuando en situaciones de impotencia real o ficta, la persona se sienta morir, cuando su poder real o ficto se evapore.
El niño al momento del nacimiento, después de estar en un estado de completo bienestar (pues no necesita demandar ni pedir nada, porque todo le es suministrado de forma automática, pues las condiciones que necesita para desarrollarse en los nueve meses, deben de ser lo más optimas posibles) y entonces, el sobrevenir atroz del nacimiento, y el pequeño ahora debe respirar, sus ojos no están acostumbrados a la luz, ni su cuerpo al frio, y entonces el instinto de supervivencia, ejecuta la función para la cual fue creado mantener con vida al pequeño.
Sí, es el instinto de supervivencia, es el que motiva al pequeño a llorar, gritar, patalear, para exigir “un poco de atención” es un instinto básico porque al pequeño nadie le enseña a gritar ni a patalear, para de ese modo obtener algo de atención y cuando sus necesidades de abrigo y alimento son suficientemente satisfechas, la programación deja de ejecutarse.
De hecho como se viene repitiendo constantemente, este es el patrón de conducta, que nos rige la mayor parte de nuestras vidas, solo piensen un poco acerca la conducta de las personas que los rodean mucho más aun ¡la de nosotros mismos! Y verán que esencialmente es lo mismo, por ejemplo el niño que llora por que no puede hacer algo, o el adulto que se enfurece cuando no se hacen las cosas como él dice, todo detrás de ello es simple y llana impotencia, y los llamados de atención de quien no puede salir de ella, y así es con la mayor parte de los sucesos de nuestras vidas, es una raíz primaria en la mayor parte de nuestras conductas, es que es un trauma tan intenso que nos marca de por vida.
Esta teoría está desarrollada y sostenida por el More Yehuda, sin embargo, es un conocimiento científico perfectamente comprobable, como anteriormente se expuso y como tal es fácilmente comprensible, una vez que es explicado con detenimiento.
Ahora volviendo al tema de la superstición, la idolatría y la impotencia, nos encontramos con esto mismo, ego, impotencia e idolatría, la combinación necesaria para hundir a la persona en la mediocridad y estancamiento.
Normalmente, nos movemos en base al ego (el deseo de recibir), es el deseo, el que nos motiva a hacer las cosas, pensemos en las cuestiones religiosas, muchos veneran santos por demandar favores, piden salud, dinero, amor, unos un poco más centrados piden por la armonía familiar, por el bienestar de los demás, otros desconectados de la realidad, desean recibir “un paraíso” un mundo por venir reservado para unos cuantos, otros desean la salvación de su alma porque fueron concebidos en un pecado original, aunque su madre de forma licita y honesta los haya procreado en un ambiente de respeto y amor con su respectivo conyugue, y así sigue la lista siempre con el deseo como objetivo primordial y con el conocido mecanismo del ego.
Deseo-grito- obtengo y me callo
Una manera bastante simplona de ejemplificarlo, pero no tan alejada de la realidad…..
Pero nos mueve el deseo, aunque este disfrazado de buenas intenciones, incluso en la gente que se aleja de lo religioso para abrazar lo espiritual, buscan en Dios algún tipo de beneficio aunque de forma licita (y no está mal), pero de nuevo esta ahí el mecanismo primitivo de supervivencia, existió un personaje ilustre hace bastantes años, del cual viene la estirpe de los judíos, no otro que Abraham, él fue una gran persona, un destacado individuo, que instruía a través del ejemplo, como mantener al ego en su lugar, nos movemos en base al ego, nos motiva el deseo, el mecanismo rudimentario de supervivencia, tal como aferrarte a una tabla salvadora para escaparte desesperadamente del naufragio, pero esta persona (Abraham) se desplazaba en otro angulo, se movía hacia otra dirección, a él lo motivaba la acción desinteresada, la entrega altruista y generosa, el ocuparse por el desarrollo del prójimo, por su progreso y así mientras mantenía a raya el ego, desarrollaba sus potenciales, un modo más civilizado o evolucionado de actuar, de vivir….. Hacer de lado el modo primitivo de accionar e instalar patrones de conducta más elaborados.
Para ejemplificar dos conductas opuestas una donde prima el instinto básico de supervivencia (el ego) y otra donde la parte más evolucionada del cerebro toma el mando, digamos que no es lo mismo:
Buscar pareja “para no estar solo”
QUE
Buscar pareja PARA FORMAR UN HOGAR
La misma situación pero con enfoques totalmente distintos, en uno prima el ego y en el otro una forma más evolucionada de vivir, Espiritualidad autentica.
Pero retomando el tema de la superstición y la impotencia, traumatizados por el impacto del nacimiento, nos vemos forzados a actuar y salvarnos de la tan temida impotencia primordial y ello nos orilla a depositar nuestra confianza (fe ciega) en la superstición, en cualquiera de sus múltiples facetas, inhabilitándonos en el ejercicio de nuestro poder real, aferrándonos a tablas (irreales) de salvación, en lugar de potencializar nuestras habilidades.
La solución: tener conciencia de nuestro estado, y actuar como consecuencia de ello, prepararnos, ejecutar, hacer, y modificar la realidad a partir de acciones en el plano físico de la realidad (este mundo)
El mundo funciona con leyes naturales, causa y efecto, acción y reacción, no esperemos milagros (no hay duda que existen) ni la influencia de la acción positiva, pues en tanto no conozcamos, con mayor certeza el funcionamiento del mundo que nos rodea, no podemos andar tanteando los resultados de nuestras acciones.
Aprendamos técnica, adquiramos conocimiento, para hacer de este un mundo mejor para todos.
La línea del pensamiento racionalista es sostenida por el insigne Maimonides, a través de todo el desarrollo de su obra, pero Alguien muchos siglos antes Le dio Su respaldo, no Otro más que el Eterno, cuando enuncio los preceptos fundamentales, pues todas esas directrices de comportamiento, son enfocadas a modificar la realidad a través de acciones concretas, no hay misticismo, magia o superstición sino simple y llanamente actos que modifican la realidad.
Nuevamente: la superstición nos inhabilita en el ejercicio de nuestro poder real, nos limita en el desarrollo de nuestras habilidades, afianza con mayor firmeza el habito de “demandar pasivamente (sin hacer nada más que infantilismos)” para obtener algo, y nos sumerge en una impotencia perfectamente superable, cuando se trata de lo que debemos hacer nos toque a nosotros, por ejemplo: pedir por una pareja en lugar de darse a la ardua tarea de encontrar conocer a alguien.
Dejemos de “confiar” (tener fe ciega) en fuerzas extrañas, en salvadores magníficos o iluminados gurúes.
Estudiemos, preparémonos y hagamos lo que tengamos que hacer, para que este sea un mundo mejor, que para eso estamos aquí ¿o no?
Referencias bibliográficas
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Ribco, Y. (2005) Cterapia Daat: Inteligencia de vida Obtenido desde http://serjudio.com/cterapia/cab050328.htm
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