Si existe algo que me llama mucho la atención en el ser humano, es el potencial de su potencial. Esa capacidad des-conocida que llevamos precargada, pero no configurada desde nuestra concepción. Posiblemente sea desde mi punto de vista, uno de los tres más grandes regalos que nos otorga Dios: el potencial, el libre albedrío y el derecho de ser Sus hijos.
Corre el mes de Elul del 5773 y está por comenzar un nuevo año, muchos estarán haciendo reflexión sobre lo que lograron, no lograron o no llegaron a concretar y, por otro lado otros se estarán proponiendo en cambiar ‘algo’ en sus vidas (que sea para bien, justicia y de bendición).
Sí, un nuevo año; lleno de expectativas, oportunidades e incluso incertidumbre.
* El término “shaná” (año) deriva del verbo hebreo leshanot (modificar), de esta misma raíz obtenemos la palabra “shoné” (diferente) y “meshuné” (raro).
Así, el idioma de la Creación nos invita al cambio, como sea, pero cambiar, no estar estáticos. Seguir adelante, progresar. Erradicar la inacción y modificar la realidad, la realidad que vivamos en todos los planos de nuestra existencia.
El cambio debe ser constante, avanzar como lo hace el tiempo si fuera lineal, ser generadores de algo nuevo, bueno y justo. Eso es configurar nuestro potencial y de forma paralela el construir Shalom del cual deriva el bienestar tanto individual como colectivo.
Existe un maravillo texto en este sagrado hogar llamado Cambiar cambiando, lo recomiendo mucho para estos momentos importantes del calendario universal y junto con el proceso de la Teshuvá estaremos transformándonos, responsabilizándonos de nosotros mismos y de los nuestros para enfrentar los nuevos retos por venir.
Me despido, agradeciendo que me hayas leído.
* A menos que el moré haga una corrección.