- "Cuatro condiciones para atrapar una oportunidad": Lo primero que debes comprender es que el “destino” no es algo rígido, inflexible y anárquico. No debe ser visto como una “ruta” que no pueda ser modificada. Esto simplemente es fatalismo y ha servido de excusa para aquellos que son de espíritu conformista, los llamados “fatalistas”, aquellos que atribuyen a los astros o a una fuerza externa e irreversible sus “desdichas y pesares”. Seguir leyendo LAS BASES DE LA TRANSFORMACIÓN INTEGRAL Parte II
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LAS BASES DE LA TRANSFORMACIÓN INTEGRAL Parte I
Introducción:
Tres nefastos sentimientos invaden hoy la mente de muchas personas en nuestra queridísima América Latina y en el resto del mundo; sentimientos que tienen su fundamento en tres poderosas excusas:
Sentimiento fatalista: “Este es mi trágico destino, por lo tanto, nada podré hacer para mejorarlo”.
Sentimiento de culpabilidad: “Muy graves han sido mis errores, por lo tanto, no hay forma de rectificarlos y cambiarlos para mi propio bien y el de mi familia y generación”.
Sentimiento de insignificancia: “Jamás podré salir de esta pésima vida que llevo”. “No soy nada ni nadie”.
Esta clase de pensamientos ha hecho que muchos hombres y mujeres de nuestra modernísima sociedad se encuentren hoy paralizados y petrificados emocionalmente, llevando un estilo de “vida” tormentoso y cruel. Piensan, y hasta creen, que no existe salida para sus muchos conflictos y que no hay forma de escapar airosos de esa pesadilla que sufren en silencio y, lo que es peor aún, se aferran a falsos dioses y a seudos movimientos religiosos buscando en ellos apagar la angustia de sus adoloridos corazones.
El mal manejo de esta insoportable situación ha hecho que muchos hombres y mujeres tomen alocadas decisiones que tienden a agravar más sus escenarios, generando más caos y destrucción, no sólo de sus mentes, sino hasta de sus propias familias.
Este estudio ha sido diseñado para mostrarle a aquél que llora en su soledad que sí existe una solución real para su crisis personal y/o familiar, que los errores sí pueden ser rectificados y transformados para bien y que sí es posible superar una pésima condición particular en escenarios de excelencia y bienestar. Todo es cuestión de creerle a Dios, vincularse a Sus Preceptos, prepararse mentalmente para el cambio, romper el paradigma del “no puedo” y asumir una actitud valiente ante lo que lo acobarda.
Cambias tú, cambiará tu entorno:
Rompe con el paradigma que te hace ver que la culpa de tus desgracias la tienen las demás personas, o la sociedad, o Dios, o un mitológico “diablo” que te acecha continuamente y busca devorarte. Ese es un pernicioso y distorsionado enfoque espiritual que terminará hundiéndote más y más en las arenas movedizas de la desilusión y la miseria. Echarle la culpa a terceros es una actitud muy humana, pero del todo corrompida, la cual hemos heredado de nuestros ancestros Adán y Eva. Recuerda que Eva, cuando fue confrontada por el Eterno, le echó la culpa a la serpiente (“La serpiente me sedujo y comí”, exclamó), y Adán, por otro lado, le echó indirectamente la culpa a Dios cuando argumentó “la mujer que pusiste conmigo”. (Véase Génesis 3: 11-13). Ninguno fue capaz de admitir su propia responsabilidad en el recién hecho de desobediencia. Transfirieron la responsabilidad de sus actos a terceros. ¿Qué resolvieron con esto? ¡Nada! Antes bien, empeoraron todo el escenario, y finalmente fueron echados del Jardín del Edén.
El entorno fue dañado, corrompido y trastocado por la imprudente decisión de un hombre y su mujer. ¿Quién se corrompió primero? El hombre, claro está. ¿Qué se corrompió después? Su entorno. ¿Cuál debe ser, entonces, la perspectiva de reparo que debemos emprender en nuestro escenario? Primero el hombre y luego el mundo. Pero, ¿qué es lo que está haciendo el hombre de hoy y de siempre? Intentando cambiar a su mundo, pero sin querer cambiar él como corona de la creación que es. ¿Te parece familiar este hecho? ¿Estoy contando, acaso, tu realidad personal? Vamos, admítelo. Tú y yo somos como Adán y Eva. Toda la culpa de nuestros fracasos se lo endosamos a otros, menos a nosotros mismos. Somos los “buenotes” de la película que nos hemos inventado. ¿En qué nos ha beneficiado mantener este comportamiento? En nada, ¿verdad? Por el contrario, más rencores nacen, crecen y se fortalecen en nuestro ser interior. Más complejos negativos, más divorcios, más enemistades, más deudas, más y más dolor le añadimos a nuestra golpeada vida. Pero, ¡basta ya! Asume tu lugar en tu mundo y en tu generación. ¿Quieres ver mejorar las cosas? ¡Sé que sí! Por lo tanto, lo primero que debes asumir es tu propia responsabilidad en la fracasada vida que llevas. Sólo tú eres el responsable de todo lo que te está aconteciendo. Eres el constructor o destructor de tu propia existencia. Y esto no debe desilusionarte, ni mucho menos llevarte al fango de la miseria. Antes bien, debe despertar en ti todo ese cúmulo de energías positivas que hoy duermen dentro de ti y utilizarlas en tu viaje al cambio integral. Las cosas pueden cambiar, mejorar y enderezarse. Depende de ti.
Comenzar el proceso hacia el cambio es la clave de la transformación integral:
Huir del problema, endosárselo a terceros, echarse a morir o resignarse a una vida vacía y sin fruto, son actitudes mediocres que no resuelven nada, sino que tienden a empeorar las cosas y a hacer infelices a sus víctimas. Esperar acomodado en el sillón de la indiferencia que “un milagrito” resuelva todo tu mundo de problemas, como es costumbre entre los idólatras, encaja bien en un marco puramente fantasioso y absurdo.
Mi amigo, las clave es DECISIÓN. Hay que decidirse por un cambio efectivo, real, total y completo. Decidirse, decidirse y decidirse; no hay otro camino a seguir. Sin embargo, debo confesarte que el viaje hacia la libertad integral no es un asunto fácil. Se requiere mucha fortaleza, disciplina y perseverancia. Recuerda, es UN PROCESO. Se necesita tiempo, paciencia y tenacidad. Tendrás que vencer el desgano, la impaciencia, el temor, la culpabilidad, el temor al qué dirán y hasta el rechazo de otros. No obstante, debes atreverte a dar el primer paso. Es el más difícil, pero el definitivo para emprender tu viaje.
Nunca se te olvide que el Mar Rojo se partió, ante todo un pueblo que lloraba su crisis, cuando un hombre, Moisés, dio el primer paso: Golpear las aguas y adentrarse en ellas. Incluso, se necesitó mucha firmeza para ver el portento divino, pues las aguas ya alcanzaban el cuello de los Israelitas. Pero finalmente las aguas cedieron ante la tenacidad de Moisés quien decidió avanzar hacia su liberación, creyendo firmemente en la promesa del Eterno (Véase Éxodo 14). ¿Por qué fue derribado el gigante Goliat? Porque un jovencito decidió luchar contra él y vencerlo. ¿Existían peligros? ¡Por supuesto! ¿Había posibilidades que David cayera destrozado en las bestiales manos de Goliat? ¡Claro que sí!, y muchas. Pero David no se arredró ante el desafío. Dio el primer paso, planificó su estrategia y fue luego a cumplir su tarea: salvar a Israel de la ignominia (Véase 1 Samuel 17).
Has sido llamado a la libertad integral; por lo tanto, salta hoy del valle de la mediocridad y la vergüenza. Vístete de valor y confianza. Da el primer paso hacia tu libertad. No dejes que los temores y los sobresaltos te paralicen. Empieza ya, hoy, ahora mismo. Tienes todo de tu parte. El cielo suele respaldar, fortalecer y ayudar a aquellos que deciden cambiar, rectificar y comenzar de nuevo. Deja que los ignorantes, envidiosos y torpes de visión ladren su fanfarronería. Tú, avanza. Prosigue hacia la meta: tu entera liberación. No esperes “señales celestiales” ni “experiencias extra sensoriales” para arrancar tu marcha. Inicia tu jornada ahora mismo. Eleva al cielo una plegaria que encienda la moribunda llama de tu corazón, y el Eterno, que es benigno y misericordioso, te abrirá todas las posibilidades para que faciliten tu viaje hacia tan anhelada libertad.
Alfredo Zambrano García
Un valor imprescindible, la Perseverancia.
La perseverancia es alcanzar la meta propuesta y buscar soluciones a las dificultades que puedan surgir en el camino.
Un viejo cuervo vagaba por el desierto, y le dio sed. No había nada en varios días. Finalmente, se encontró una jarra que tenía un poco de agua en el fondo. El pájaro trataba de beberla, pero su pico no alcanzaba a llegar hasta el fondo de la jarra.
Una fábula de Esopo ilustra este valor:
Al principio no sabía que hacer. Parecía que no iba a poder beber de esa agua. Entonces, tuvo una idea. Comenzó a dejar caer piedritas dentro de la jarra. Solo podía agarrar con el pico una piedrita a la vez, pero el insistió y vio como el nivel del agua subía un poco. Una a una continuó echando las piedras, por un momento casi se rinde, llegó a pensar que era inútil tanto esfuerzo. Pero después de haber arrojado las suficientes piedritas, el agua al fin subió y el cuervo pudo beber y saciar su sed.
Si queremos aprender a ser perseverantes debemos:
Ejercitar diariamente nuestra fuerza de voluntad, luchando contra la flojera, el descuido y la indiferencia.
No desanimarnos ante los problemas, ellos existen para ser resueltos, usemos nuestras habilidades, y si sentimos que no podemos pidamos ayuda a nuestros semejantes.
Debemos estar claros en la meta que nos propongamos, si estamos seguros, no sentiremos miedo.
Mantengamos la alegría y la honestidad en todo lo que hagamos, la disciplina y el trabajo no deben ser algo molesto.
Extraído del Semanario Infantil "El Baúl de Jacinto"
El empleado de la limpieza
Me llamo Felipe Sadariano y trabajo en la limpieza de un hospital. Tengo cerca de 40 años y estoy soltero, vivo oprimido por un celibato circunstancial porque un día me casaré como el resto de mortales. Mi relación con la sociedad y conmigo mismo ha cambiado desde que tengo un empleo estable. Me siento mas sereno, tengo breves ingresos y gastos pequeños y soy libre, libre para gastarme el dinero en lo que me apetece.
Muchos pensaban que no iba a ser capaz de adaptarme a la disciplina de un trabajo, a los horarios y severos mandatos de los superiores pero ya ven, empezé hace casi cuatro años y aquí estoy.
No saben cuánta desolación cabe en la barrida de una terraza del hospital, en esas horas difíciles antes del amanecer, entonces mi pensamiento tiene como centro las colillas de los cigarros o las botellas de plástico vacías. En esos momentos, entra el personal sanitario, cabizbajo y silencioso a sus puestos y yo estoy a vueltas con mi depresión, mi transtorno obsesivo- compulsivo, mi desgarrada biografía, mis fracasos sentimentales y todo pasa dolido por mi cabeza como un tiovivo infeliz durante toda la mañana
Las colillas y yo, mi sombra y yo en la jornada casi infinita de limpieza del hospital, andando solitario por rincones polvorientos, con la escoba como sofisticada herramienta y con una sonrisa dulce a todos mis compañeros. Ese es un objetivo personal, dar un espacio al otro, un respiro para que hable de sus asuntos y suavizar así el carácter. Muchos de mis compañeros de la limpieza tienen una honda simpatía con los demás, yo creo que nace de esas horas lentas de lucha con la suciedad, de esfuerzo pocas veces valorado, de grito anónimo en el fin del hospital.
Yo mismo, desde que trabajo soy otro, ahora no soy una sombra para la sociedad sino que soy un empleado de la limpieza de un hospital y he limitado mi ego
Felipe Sadariano